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martes, 14 de abril de 2020

Sofia Coppola / Perdidos en Tokio y el jet-lag



Bill Murray y Scarlett Johansson
Lost in translation / Perdidos en Tokio, de Sofia Coppola

'Lost in translation'

 y el 'jet-lag'


13 de agosto de 2005

Lost in translation es una película sobre el jet-lag, ese mal que afecta a los que cruzan varias franjas horarias y alteran así su reloj biológico. El protagonista es Bill Murray, que interpreta a un actor en decadencia que viaja a Tokyo para rodar un anuncio de whisky pagado a precio de oro. En el hotel, y en pleno ataque de insomnio, Murray conoce a la joven esposa (Scarlett Johansson) de un fotógrafo moderno, que tampoco consigue conciliar el sueño. Contrariamente a lo que recomiendan los médicos en estos casos, Murray y Johansson beben y salen a divertirse por la ciudad. El recorrido tiene mucho de sueño y ambos se protegen de cualquier estridencia, como si quisieran traducir con la mayor fidelidad posible la partitura, a ratos sofisticada y a ratos tímida, compuesta por la directora Sophia Coppola. Neones, locales de striptease o fiestas donde se practica el karaoke, todo contribuye a crear una atmósfera en la que el tiempo parece regirse por los relojes blandos de Dalí. Las horas que comparte la pareja son lo único dinámico, una huída por un laberinto de hilos musicales y moquetas que insonorizan las pisadas de seres que, más que moverse, flotan.

Todo contribuye a crear una atmósfera en la que el tiempo parece regirse por los relojes blandos de Dalí
Parte de este desamparo ambiental tiene que ver con la apatía que produce el síndrome del cambio de franjas horarias. Para que sus secuelas no sean tan agresivas, Murray recurre a un sentido del humor bien dosificado. Gracias a un oficio que va del teatro de improvisación al destajo televisivo, pone cara de persona que ha tenido que poner muchas caras a lo largo de su vida y que sabe perfectamente cuáles funcionan y cuáles no. Párpados pesados, mirada perdida, sonrisas apenas insinuadas, cierta torpeza a la hora de moverse, todo forma parte de un lenguaje no verbal que traduce la confusión de quien, habiendo perdido la orientación del espacio, también ve peligrar sus referentes temporales. Está demostrado que el jet-lag y las alteraciones del sueño pueden provocar auténticas catástrofes. Hay quien sostiene que desgracias como la tragedia de Bhopal, en la India, o de Chernobyl, en Ucrania, se vieron agravadas por la falta de capacidad de reacción de quienes actuaban bajo los efectos de una clara alteración de sus relojes biológicos. Incluso en el hundimiento del Titánic intervino este factor. A medida que iba cruzando franjas horarias, la tripulación sufría los efectos del síndrome: el capitán subestimó los riesgos de la navegación, el encargado de comunicaciones no atendió el aviso que señalaba la presencia de icebergs y ambos reaccionaron tarde cuando lo tuvieron delante de sus narices.

En Lost in translation no hay que lamentar desgracias personales. El romance imposible transcurre siguiendo preceptos románticos y una ambientación onírica reforzada por el impacto exótico que Japón produce en almas poco acostumbradas a una multiplicación exponencial de estímulos visuales. El arma que Murray utilizó durante el rodaje fue un viejo manual de japonés para principiantes. Escrito para universitarios en su primer viaje oriente, Murray aprendió unas cuantas frases que soltaba sin venir a cuento. En un restaurante, por ejemplo, cuando el sonriente chef salió a saludarle, Murray sólo acertó a decirle : ¿Tienes condones? Cuando se estrenó en 2004, la película provocó grandes entusiasmos aunque también hubo quien consideró que el relato se alargaba innecesaria y autocomplacientemente. Es una observación pertinente aunque no hay que descartar que esta lentitud intente reflejar el estado de ánimo que provoca el jet-lag, esa bruma espiritual que empaña las ideas, los recuerdos y que, en sus mejores momentos, tan bien retrata la película.




viernes, 14 de febrero de 2014

Fotos memorables / Da Vinci y George Clooney

Foto
George Clooney, Grant Heslov, Dimitri Leonidas, Bob Balaban, Bill Murray, Harry Ettlinger, John Goodman, Robert Edsel, Jen Dujardin y Matt Damon, delante de 'La última cena', de Leonardo de Vinci, en Milán. / PRESS OFFICE HANDOUT (EFE)

Fotos memorables

Polémica foto de Clooney 

junto a ‘La última cena’ de Leonardo


El reparto de 'Monuments men' paga por posar junto a la protegida obra de arte

El cuadro no puede ser fotografiado por visitantes dada su extrema delicadeza

    LUCIA MAGI Roma 11 FEB 2014 - 16:40 CET

    Monuments menla última película del actor y director George Clooney, basada en el libro de Robert M. Edsel, se centra en las aventuras en el norte de Europa y en Alemania de un pelotón de expertos del arte que luchan por recobrar todas las piezas secuestradas o destruidas por Hitler. “El arte es patrimonio universal, representa nuestra cultura, nos enseña quiénes somos”, explicó Clooney en la presentación de su último trabajo la semana pasada en el Festival de Berlín. Sin embargo, el actor no ha mostrado el mismo respeto por una obra tan universal como La última cena, de Leonardo da Vinci.
    El artista y sus compañeros de reparto aprovechan su gira por Europa para fotografiarse con históricas obras de artes. El lunes, mientras se encontraban en Milán para el estreno de la cinta, Clooney y sus colegas se escaparon a la iglesia de Santa Maria delle Grazie para contemplar el fresco de Leonardo da Vinci, que ocupa una pared del antiguo comedor e inmortalizar el momento. En la imagen captada por la productora Fox y difundida por la agencia de noticias Ansa, aparecen diez hombres bien vestidos sonriendo ante los 12 apóstoles retratados por el genio florentino entre 1494 y 1498 mientras residía en la corte de los duques Sforza.
    El problema es que los visitantes con menos fama y sin repercusión publicitaria tienen absolutamente prohibido sacar fotos en el refectorio. Y es que la pinturas se caracterizan por su particular delicadeza: necesitan controles constantes para que no se alteren la temperatura, la luz y la humedad de la habitación en la cual se conservan. El fresco de Leonardo sufre una vulnerabilidad aún mayor debido a que al pintor e inventor renacentista no utilizaba la técnica parietal. Él prefería dedicar más tiempo a su trabajo y experimentar con otras técnicas. Pero estas nunca fueron eficaces. Tanto el perdido Batalla de Anghiari, como La última cena, empezaron a estropearse al poco tiempo de ser terminados. Debido a esta fragilidad, los flashes de las cámaras, inventadas seis siglos después, resultan muy dañinos para la obra. Por eso, las fotografías les están vedadas a las masas de turistas, unos 500.000 en 2012, que acuden a ver la obra maestra de Milán.
    Sin embargo, hay excepciones. De vez en cuando y previa autorización de la Superintendencia para los Bienes arquitectónicos, sí se puede fotografiar el fresco. Por ejemplo, para la publicación de libros de arte o de material informativo cultural. Ese fue el permiso que pidió la productora Fox para la visita de Clooney y sus compañeros de Hollywood. El superintendente Alberto Artioli les concedió el visto bueno y llevó personalmente al grupo de actores hasta donde se expone Jesús, rodeado por sus discípulos. “Creo que las fotos son un vehículo de comunicación extraordinario, que alcanza al público planetario", comentó la autoridad a  Il Corriere della Sera. "Estas imágenes promueven La última cena en el mundo y sirven a Italia entera”, añadió el superintendente para justificar la excepción a la regla. Y detalló que la productora de Monuments Men reservó la visita y pagó el canon- cuya cantidad no se ha desvelado- que según la ley italiana debe abonar quien desea obtener imágenes del patrimonio artístico nacional.
    La película de Clooney trata precisamente de la importancia de conservar este patrimonio. “Frente al fresco", declaró a Ansa el actor e íntimo amigo de Clooney, Matt Damon, "pensé en la escena donde los milaneses ponen en peligro su vida para defender esta obra. Pensé que mereció la pena”. El mismo tono emotivo empleó Clooney: “El arte hay que protegerlo a toda costa porque representa nuestra historia. Hitler robaba arte para destruir la cultura de las personas. Aprendimos de dónde venimos gracias a las incisiones en las cuevas: debemos recordarnos de eso”.
    De momento, de lo que se acuerdan los italianos es del tiempo que se tardó en la restauración de la obra (de 1978 a 1999). Tampoco se olvidan de que, en julio de 2010, otra celebridad quiso tener un retrato junto al fresco de Da Vinci. Fue Silvio Berlusconi, entonces primer ministro, que también pidió todos los permisos habidos y por haber con tal de acompañar al presidente ruso Dmitri Medvedev y lucir una sonrisa orgullosa arrimado a su amigo llegado desde Moscú y ante los inmutables comensales de Leonardo.