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lunes, 11 de diciembre de 2023

Elogio de la brevedad / Gente de pocas palabras

Clarice Linspector 1


Gente de pocas palabras


Juan Tallón
27 de marzo de 2013


Hablar no es malo, pero hablar poco es mejor. Se acaba antes. En general, hablar debería ser una operación breve más a menudo. No hay tanto que decir, a fin de cuentas. Todo debiera ser relativamente breve, casi siempre, para pasar al siguiente punto, o irse a casa. Ciertas frases, después del primer verbo, se vuelven muros grasientos, infranqueables. Pronunciarse con brevedad encierra su dificultad, claro. No todo el mundo vale para ser gente de pocas palabras. Digamos que no basta callar, sin más. Un individuo parco, reservado, no es alguien silencioso, que nunca tiene nada que decir. En absoluto. Es más, tiene probablemente mucho que decir, pero renuncia, o lo dice en corto, codificado, hacia dentro. Pocas palabras no es simplemente mucho silencio a su alrededor. Las pocas palabras son otra cosa. De entrada, son las que son, las justas, las que se necesitan, ni una más. Pocas, aunque algunas. Son cierta filosofía de la sobriedad, y la idea de que la vida pasa enseguida, en especial cuando la cuentas con muchas frases. Esa actitud hay que poseerla. No se imposta. Ni se improvisa, a menos que lleves toda la vida ensayándola. Alguna vez leí que cuando William Faulkner murió, en su pueblo natal de Oxford, Mississippi, los negocios locales pusieron un cartel que decía: «En memoria de William Faulkner, este negocio permanecerá cerrado desde las 2.00 hasta las 2.15 pm. 7 de julio de 1962». Fue un homenaje modesto, corto, brevísimo, pero que la historia no olvidó. La brevedad es efectiva, y no por ello breve, si deja eco.

domingo, 12 de septiembre de 2021

Italo Calvino / El jardín encantado


Italo Calvino
El jardín encantado


      Giovannino y Serenella caminaban por las vías del tren. Abajo había un mar todo escamas azul oscuro azul claro; arriba un cielo apenas estriado de nubes blancas. Los rieles eran relucientes y quemaban. Por las vías se caminaba bien y se podía jugar de muchas maneras: mantener el equilibrio, él sobre un riel y ella sobre el otro, y avanzar tomados de la mano. 0 bien saltar de un durmiente a otro sin apoyar nunca el pie en las piedras. Giovannino y Serenella habían estado cazando cangrejos y ahora habían decidido explorar las vías, incluso dentro del túnel, jugar con Serenella daba gusto porque no era como las otras niñas, que siempre tienen miedo y se echan a llorar por cualquier cosa. Cuando Giovannino decía: “Vamos allá”, Serenella lo seguía siempre sin discutir.

martes, 24 de agosto de 2021

Italo Calvino / Una tarde, Adán

 

Italo Calvino
Una tarde, Adán
Ultimo viene il corvo (1949)

      El nuevo jardinero era un chico de pelo largo, sujeto con una cinta. Iba subiendo por la alameda con la regadera llena, y tendía un brazo para equilibrar la carga del otro. Regaba las capuchinas muy lentamente, como si vertiera café con leche: en el suelo, al pie de las plantitas, se dilataba una mancha oscura: cuando la mancha era grande y blanda, levantaba la regadera y pasaba a otra planta. El de jardinero debía de ser un buen trabajo, porque se podía hacer todo con calma. Maria-nunziata lo miraba por la ventana de la cocina. Era un chico ya mayor y sin embargo llevaba todavía pantalones cortos. Y ese pelo largo: parecía una chica. Dejó de enjuagar los platos y golpeó en el vidrio.

sábado, 24 de abril de 2021

Italo Calvino / Un barco lleno de cangrejos


 

Italo Calvino
Un barco lleno de cangrejos


      Los chicos de la Plaza de los Dolores se dieron el primer baño del año un domingo de abril, con un cielo azul nuevecito y un sol alegre y joven. Bajaron corriendo por las callejas empinadas haciendo revolotear los pantaloncitos de punto andrajosos, algunos arrastrando los zuecos por el empedrado, los más sin calcetines, para no tener que ponérselos de nuevo con los pies mojados. Corrieron al muelle saltando por encima de las redes que se extendían en el suelo y se alzaban sobre los pies descalzos y callosos de los pescadores en cuclillas que las remendaban. Se desnudaron entre los escollos, contentos de aquel olor agrio de viejas algas podridas y del vuelo de gaviotas que intentaba llenar el cielo demasiado grande. Escondieron las ropas y los zapatos en las grutas de los escollos provocando fugas de jóvenes cangrejos y empezaron a saltar descalzos y desnudos de un escollo a otro, esperando que alguno se decidiera a zambullirse primero.

Italo Calvino / La distancia de la luna


 Italo Calvino

La distancia de la luna


Hubo un tiempo, según Sir George H Darwin, en que la Luna estaba muy cerca de la Tierra. Las mareas fueron poco a poco empujándola lejos, esas mareas que ella, la Luna, provoca en las aguas terrestres y en las cuales la Tierra pierde lentamente energía.

viernes, 23 de abril de 2021

Italo Calvino / La aventura de un viajero




Italo Calvino
La aventura de un viajero 



      Federico V., que vivía en una ciudad de Italia septentrional, estaba enamorado de Cinzia U., residente en Roma. Cada vez que sus ocupaciones se lo permitían, tomaba el tren a la capital. Habituado a una estricta economía de su tiempo, tanto en el trabajo como en el placer, viajaba siempre de noche: había un tren, el último, poco frecuentado —salvo durante las fiestas— y Federico podía tenderse en el asiento y dormir.

Destrucción de la naturaleza y melancolía irónica / “Marcovaldo” y otros relatos de Italo Calvino





Destrucción de la naturaleza y melancolía irónica:

“Marcovaldo” y otros relatos de Italo Calvino

Elizabeth Sánchez Garay

Centro de Investigaciones en Ciencias, Artes y Humanidades de Monterrey, A.C. (CICAHM)

Resumen: Es una constante en los relatos y ensayos de Italo Calvino la nostalgia por el elemento natural, como algo que se ha poseído una vez y se ha perdido en el camino. Es la suya una añoranza etérea, no definida; una melancolía que surge del hombre de la ciudad que reconoce, con algo de culpa, su incapacidad de apreciar a la naturaleza.

Un estudio comparativo del experimentalismo de Italo Calvino y Julio Cortázar en París

 


Un estudio comparativo del experimentalismo de Italo Calvino y Julio Cortázar en París

A Comparative Study of Italo Calvino’s and Julio Cortázar’s Experimentalism in Paris 



28 Abril 2016

Resumen:

Este artículo analiza un cambio en la historia de la escritura experimental durante el cual la experimentación literaria dejó de estar circunscrita por las vanguardias históricas y adoptó aproximaciones más democráticas, lúdicas e inclusivas a la experiencia textual: lo que llamo un experimentalismo. Con el fin de ilustrar este cambio exploro algunas de las obras de Italo Calvino y Julio Cortázar escritas en París durante los años sesenta y principios de lo setenta, incluyendo Historias de cronopios y famas (1962), Rayuela (1963) y 62: Modelo para armar (1968) de Cortázar, y Le cosmicomiche (1965) e Il castello dei destini incrociati (1969) de Calvino. Pongo especial atención a su colaboración, La fosse de Babel (1972), puesto que combina sus previos experimentalismos y es clave para entender el cambio que teorizo. Esto me permite presentar un estudio comparativo de los escritos experimentales de Calvino y Cortázar en la París-Babélica de la posguerra, donde otros grupos de neo-vanguardia como los escritores del nouveau roman publicaban novelas innovadoras y los miembros del Oulipo exploraban la potencialidad de las constricciones textuales. Esta comparativa proporcionará un entendimiento del contexto experimental de estos dos autores a la vez que retomará una revisión de sus sentidos teóricos y críticos.

domingo, 18 de abril de 2021

Liberan a cineasta iraní que estaba encarcelado

 

Keywan Karimi


Liberan a cineasta iraní 

que estaba encarcelado

DUBÁI, Emiratos Árabes Unidos (AP) - Un galardonado cineasta iraní fue puesto en libertad tras estar encarcelado cinco meses por su trabajo y dijo el domingo que no sabe si es que volverá a hacer películas en la república islámica.

Keywan Karimi dijo a The Associated Press que salió en libertad antes de cumplir su sentencia completa de un año de cárcel y que gracias a la presión internacional evitó los 223 latigazos que eran parte de su sentencia.

Cineasta iraní condenado a seis años de prisión

Keywan Karimi

Cineasta iraní condenado a seis años de prisión

Las películas de Keywan Karimi retratan las penurias de la vida moderna y la expresión política en la República Islámica.





14 de octubre de 2015

Un cineasta iraní cuya obra retrata las penurias de la vida moderna y la expresión política en la República Islámica ha sido condenado a seis años de prisión debido a sus filmes.

La condena de Keywan Karimi es similar a los castigos que han sufrido otros artistas y periodistas en Irán, al tiempo que su gobierno moderado busca la distensión con los países occidentales en materia nuclear. El caso pone de relieve tanto los turbios límites de la libertad de expresión como el poder que conserva el sector más intransigente en el país.

Italo Calvino / La aventura de un automovilista



Italo Calvino
La aventura de un automovilista

Italo Calvino / L’avventura di un automobilista


      

Apenas salgo de la ciudad me doy cuenta de que ha oscurecido. Enciendo los faros. Estoy yendo en coche de A a B por una autovía de tres carriles, de ésas con un carril central para pasar a los otros coches en las dos direcciones. Para conducir de noche incluso los ojos deben desconectar un dispositivo que tienen dentro y encender otro, porque ya no necesitan esforzarse para distinguir entre las sombras y los colores atenuados del paisaje vespertino la mancha pequeña de los coches lejanos que vienen de frente o que preceden, pero deben controlar una especie de pizarrón negro que requiere una lectura diferente, más precisa pero simplificada, dado que la oscuridad borra todos los detalles del cuadro que podrían distraer y pone en evidencia sólo los elementos indispensables, rayas blancas sobre el asfalto, luces amarillas de los faros y puntitos rojos. Es un proceso que se produce automáticamente, y si yo esta noche me detengo a reflexionar sobre él es porque ahora que las posibilidades exteriores de distracción disminuyen, las internas toman en mí la delantera, mis pensamientos corren por cuenta propia en un circuito de alternativas y de dudas que no consigo desenchufar, en suma, debo hacer un esfuerzo particular para concentrarme en el volante.

Italo Calvino / La aventura de un bandido

 



Italo Calvino
La aventura de un bandido 



      Lo importante era que no lo detuvieran en seguida. Gim se aplastó en el vano de una puerta, creyó que los policías seguían corriendo en línea recta, pero al cabo de un momento oyó que los pasos volvían atrás, retrocedían al llegar al callejón. Salió corriendo, a saltos ligeros.

sábado, 17 de abril de 2021

Italo Calvino / La aventura de un soldado

Italo Calvino
La aventura de un soldado



      En el compartimento, junto al soldado de infantería Tomagra, se sentó una señora alta y opulenta. A juzgar por el vestido y el velo, debía de ser una viuda de provincias: el vestido era de seda negra, apropiado para un largo luto, pero con guarniciones y adornos inútiles, y el velo que caía del ala de un sombrero pesado y anticuado le envolvía la cara. Había otros lugares libres en el compartimento, observó el infante Tomagra; y pensó que la viuda elegiría uno de ellos; en cambio, a pesar de su áspera cercanía de soldado, se sentó justo allí, seguramente por alguna razón de comodidad, se apresuró a pensar el infante Tomagra, una cuestión de corrientes de aire o de dirección de la marcha.

Italo Calvino / La aventura de una mujer casada

 

Italo Calvino

La aventura de una mujer casada

      La señora Stefania R. volvía a su casa a las seis de la mañana. Era la primera vez.

      El coche no se había detenido delante del portal sino un poco antes, en la esquina. Ella misma le había rogado a Fornero que la dejase allí, porque no quería que la portera viese que mientras su marido estaba de viaje ella volvía a casa al alba acompañada de un muchacho. Fornero, apenas apagado el motor, intentó rodearle los hombros con un brazo. Stefania R. se echó atrás, como si la cercanía de su casa lo cambiara todo. Con repentina prisa salió del coche, se inclinó para indicar a Fornero que pusiera el motor en marcha, que se fuera, y echó a andar con sus pasos cortos y rápidos, la cara hundida en las solapas. ¿Era una adúltera?

Italo Calvino / La aventura de un empleado



Italo Calvino
La aventura de un empleado 


      Una vez, Enrico Gnei, empleado, pasó una noche con una mujer guapísima. Al salir de la casa de la señora, temprano, el aire y los colores de la mañana primaveral se desplegaron ante él, frescos, tonificantes y nuevos, y le parecía que caminaba al son de una música.

viernes, 16 de abril de 2021

Italo Calvino / La aventura de un matrimonio

Kim Cogan


Italo Calvino
La aventura de un matrimonio 


      El obrero Arturo Massolari hacía el turno de noche, el que termina a las seis. Para volver a su casa tenía un largo trayecto que recorría en bicicleta con buen tiempo, en tranvía los meses lluviosos e invernales. Llegaba entre las siete menos cuarto y las siete, a veces un poco antes, otras un poco después de que sonara el despertador de Elide, su mujer.
      A menudo los dos ruidos, el sonido del despertador y los pasos de él al entrar, se superponían en la mente de Elide, alcanzándola en el fondo del sueño, ese sueño compacto de la mañana temprano que ella trataba de seguir exprimiendo unos segundos con la cara hundida en la almohada. Después se levantaba repentinamente de la cama y ya estaba metiendo a ciegas los brazos en la bata, el pelo sobre los ojos. Elide se le aparecía así, en la cocina, donde Arturo sacaba los recipientes vacíos del bolso que llevaba al trabajo: la fiambrera, el termo, y los depositaba en el fregadero. Ya había encendido el calentador y puesto el café. Apenas la miraba, Elide se pasaba una mano por el pelo, se esforzaba por abrir bien los ojos, como si cada vez se avergonzase un poco de esa primera imagen que el marido tenía de ella al regresar a casa, siempre tan en desorden, con la cara medio dormida. Cuando dos han dormido juntos es otra cosa, por la mañana los dos emergen del mismo sueño, los dos son iguales.

Italo Calvino / La aventura de una bañista




Italo Calvino

La aventura de una bañista 


Italo Calvino / L’avventura di una bagnante


      Mientras se bañaba en la playa de ***, la señora Isotta Barbarino sufrió un penoso contratiempo. Nadaba en mar abierto y cuando le pareció que era hora de regresar y se volvía hacia la orilla, se dio cuenta de que había ocurrido algo irremediable. Había perdido el bañador.
      No podía decir si se le había caído en ese mismo momento, o si hacía un rato que nadaba sin él; de su nuevo dos piezas, le quedaba sólo el sujetador. Un movimiento de la cadera probablemente le había hecho saltar unos botones, y el «slip», reducido a un trapito informe, se le había deslizado por la otra pierna. Tal vez todavía se estaba hundiendo a pocos palmos de profundidad; trató de sumergirse bajo el agua para buscarlo, pero en seguida le faltó el aire y sólo vio unas confusas sombras verdes vacilando ante sus ojos.

Italo Calvino / La aventura de un lector

Italo Calvino
La aventura de un lector 


The Adventure of a Reader by Italo Calvino


      

En el cabo la carretera del litoral pasaba por la parte más alta; abajo, en el fondo del acantilado y todo alrededor, el mar se extendía hasta el horizonte alto y esfumado. También el sol estaba en todas partes, como si el cielo y el mar fueran dos lentes de aumento. Allá abajo, contra la melladura irregular de los escollos del cabo, el agua batía tranquila, sin espuma. Amedeo Oliva bajó por una rampa de peldaños empinados con la bicicleta al hombro y la dejó en un lugar a la sombra, después de poner la cadena antirrobo. Siguió bajando la escalerilla entre desmoronamientos de tierra amarilla y seca y agaves suspendidos en el vacío, e iba buscando con la mirada el pliegue rocoso más cómodo para tenderse. Llevaba bajo el brazo una toalla enrollada y en medio de la toalla, el bañador y un libro.

jueves, 15 de abril de 2021

Italo Calvino / La aventura de un poeta

Young Woman on a Beach
Max Nonnenbruch (1857 - 1922)

Italo Calvino
Las orillas del islote eran altas, rocosas. Encima crecía la mancha baja y tupida de la vegetación que resiste la cercanía del mar. En el cielo volaban las gaviotas. Era una isla pequeña próxima a la costa, desierta, sin cultivar: en media hora se le podía dar la vuelta en barca y hasta en bote de goma, como el de los dos que se acercaban, el hombre que remaba tranquilo, la mujer acostada tomando el sol. Al aproximarse en hombre aguzó la oreja.

Italo Calvino / La aventura de un esquiador

 


Italo Calvino
La aventura de un esquiador

The Adventure of a Skier By Italo Calvino


      En el telesilla había cola. El grupo de muchachos que había llegado con el autobús formaba fila, apoyándose en los esquíes paralelos y a cada paso que daba la cola —una larga cola que, en lugar de avanzar en línea recta, como hubiera podido, trazaba un zigzag casual, que unas veces subía, otras bajaba— batiendo los pies o resbalando de costado, según el lugar donde se hallaban, y de pronto afirmándose en los palos, cargando a menudo el propio peso en los vecinos de abajo, o tratando de liberar las raquetas de los palos de debajo de los esquíes de los vecinos de arriba, tropezando con los propios que se torcían, agachándose para ajustar los cierres y deteniendo así toda la fila, quitándose los anoraks o las tricotas y volviendo a ponérselos según saliera o desapareciese el sol, metiendo los mechones de pelo debajo de las orejeras de lana o los faldones de la camisa a cuadros dentro del cinturón, buscando el pañuelo en el bolsillo y sonándose las narices rojas y heladas, y en todas estas operaciones quitándose y poniéndose nuevamente los mitones que a veces se caían en la nieve y había que pescarlos con la punta del palo: esta agitación de pequeños gestos desordenados recorría la fila y culminaba en un frenesí cuando se trataba de abrir el cierre de cremallera de todos los bolsillos para buscar las monedas escondidas para el billete o el pase y tenderlo al hombre del telesilla que los perforaba, y después meter todo en el bolsillo, y los mitones, y unir los dos palos, uno con la punta metida en la raqueta del otro para sujetarlos con una sola mano, todo esto superando la pequeña subida de la plazoleta donde había que estar preparados para acomodar el ancla del telesilla debajo del asiento y dejarse arrastrar de golpe hacia arriba.