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lunes, 3 de agosto de 2020

Petros Márkaris / «La única vía de reforma social es redistribuir la riqueza»

La hora de los hipócritas | Librotea


Petros Márkaris: «La única vía de reforma social es redistribuir la riqueza»

Referente actual de la mejor tradición de la novela negra, esa cuyo espíritu inconformista se identifica con los perdedores del sistema, el escritor griego publica en España ‘La hora de los hipócritas’ (Tusquets) un envolvente y revelador thriller donde explora las ruinosas entrañas del Estado del bienestar.

Andrés Seone
15 de mayo de 2020
Petros Márkaris
«Mi trabajo diario frente al ordenador no ha cambiado, pero sí mi tiempo libre. Solía ​​salir todas las tardes para reunirme con amigos, conversar y tomar una copa de vino. Ahora esto es imposible, y estoy deprimido de estar sentado en casa día tras día», reconoce el novelista Petros Márkaris (Estambul, 1937), que en los últimos cinco lustros se ha convertido a través de sus novelas del comisario Jaritos en esa voz que nos recuerda desde la cuna de la democracia occidental que no habrá futuro, si no luchamos contra los que pisotean nuestra dignidad. Algo que él, que siempre afirma escribir desde el enfado y la indignación (contra los políticos, Europa, los bancos, la clase privilegiada…), no ha dejado de hacer criticando también la peor cara de su país y sus conciudadanos. Del mismo modo ve «justo decir que los griegos están lidiando excepcionalmente bien con la pandemia. Siguen estrictamente las instrucciones de los especialistas y son muy cuidadosos y disciplinados. Francamente, no creo lo que ven mis ojos«, asegura bromista.
Más allá de esta realidad de los últimos meses, sobre la que no descarta escribir, Márkaris centra su última novela, La hora de los hipócritas (Tusquets) en criticar la actual sociedad ficticia de la apariencia, de lo falso, donde las medias verdades de la política o la economía, esconden una creciente precariedad que afecta al grueso de una población que durante años asistió al banquete y no probó bocado. Y como siempre, la novela encaja en el criminal un plano distinto y más familiar, copado en esta ocasión por el nacimiento del nieto de Jaritos, ese investigador de corte maigretiano, todo sentido común y sencillez, que se preocupa, como cualquier abuelo, por qué futuro le aguarda al bebé. No obstante la edad, el escritor es tajante: “No tengo intención de escribir una novela que se publicará después de mi muerte. Prefiero, cuando sienta que se acerca mi final como escritor, jubilar a Jaritos”. Algo que, en el mundo actual, parece imposible.
Pregunta. Ha vivido con Jaritos durante 25 años, ¿cómo ha madurado la relación? ¿Cómo ha cambiado el personaje y usted mismo?
Respuesta. Como mis orígenes políticos están en la izquierda, fui muy reservado hacia él en las dos primeras novelas, pues la policía en Grecia se ha relacionado durante años con la represión dictatorial de la derecha. Lo que me ayudó a superar mi distancia con él fue su vida familiar, especialmente la relación con su esposa Adrianí. El otro personaje que me ayudó a entenderlo mejor es Lambros Zisis, su viejo amigo comunista. Ahora tengo un enfoque diferente y una relación diferente con Jaritos. Cuando algunos lectores comentan que el comisario ha cambiado con los años, mi respuesta es que él no cambió, sólo que ahora lo conozco mejor.
P. En todo ese tiempo, el gran tema de su escritura, Grecia y su sociedad, también ha cambiado mucho. ¿Qué grandes diferencias ve entre los años 90 y la actualidad?
«Los grandes novelistas del XIX ya utilizaron lo policíaco o el crimen como punto de partida para hablar sobre la realidad social de su tiempo. Nosotros volvemos a las raíces»
R. Nunca podría haber imaginado que terminaría comparando los 90 y los duros años de la crisis con estos tiempos de Covid-19. La década de los 90 fue un período de riqueza virtual y felicidad virtual en Grecia. En Francia haya un dicho: «Después de la lluvia, el buen tiempo». Pues en Grecia fue al revés. Primero vivimos el buen tiempo y luego las lluvias. Los años de riqueza virtual fueron seguidos por la insospechada dureza de la crisis. Los griegos estaban furiosos y culparon y se lamentaron de todo el mundo: sus políticos, la Unión Europea, el FMI. Ahora, en estos meses del coronavirus, los griegos se comportan de manera totalmente diferente. Quizá porque no esperan nada de nadie. Pero no esperaba este cambio y me hace feliz.
P. ¿Sigue siendo la novela negra el género por excelencia para tomarle el pulso a la sociedad, para descubrir y describir sus miserias?
R. Sí lo es. Si uno se fija, ve que la ficción criminal actual está utilizando el crimen como pretexto o como punto de partida para describir los trastornos sociales, económicos y políticos. Esta es la tarea principal de la novela negra, sea mediterránea, escandinava o latinoamericana. Por otro lado, no es nada nuevo, se trata de recoger una herencia. Si miras la novela del siglo XIX, muchas utilizaron una historia policial como punto de partida. Los miserables de Victor Hugo, Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov de Dostoievski, así como las novelas de Balzac y Zola. Todos estos escritores utilizaron lo policíaco o el crimen como punto de partida para hablar sobre la realidad social de su tiempo. Lo que hacemos no es tan diferente. Volvimos a las raíces.

Una clase media con cartas marcadas

P. La trama de esta novela se centra en torno a la hipocresía de los adinerados y poderosos, ¿por qué la considera uno de los aspectos más destacables del momento social actual?
«Hoy los políticos celebran la subida de un indicador económico sin pensar en su repercusión real en la vida de las personas»
R. Las dos palabras sagradas de nuestro tiempo son inversión y crecimiento, es decir, riqueza. Todo el mundo habla de inversión y crecimiento, pero nadie discute sobre la distribución de la riqueza, que fue el gran debate desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta finales de los años ochenta y es la única manera de reformar una sociedad. Hoy, los políticos y los medios de comunicación celebran cada nueva inversión y los nuevos empleos que se están creando, pero no les importa si los salarios son insuficientes incluso para la supervivencia. Es decir, se magnifica cada subida de un indicador económico sin que nadie piense cómo se traduce esto en la vida real. Además, muchas empresas tienen sus sedes en paraísos fiscales, evadiendo así el pago de impuestos, cuando los empleados y las pequeñas empresas de clase media pagan cada centavo. Jugamos con cartas marcadas ¿Cómo especificarías esta situación si no fuera hipocresía?
P. Explora la delgada línea que existe entre la ley y la justicia, pues, objetivamente, los asesinatos podrían considerarse justos aun siendo ilegales. ¿Es legítima la ira, la sed de venganza, del hombre de a pie?
R. En los últimos años ha habido un cambio capital en la cuestión principal de la ficción criminal. La pregunta clave ya no es «quién» (quién es el asesino), sino «¿por qué»? ¿Por qué este hombre se convierte en un asesino? Si se excluye el crimen organizado, la respuesta a menudo está relacionada con personas que exceden sus límites. Y esto no solo está relacionado con los problemas psicológicos del individuo, sino también, y de forma muy significativa, con los problemas sociales y económicos. Por supuesto, no todas las personas que exceden sus límites terminan como asesinas. Pero la literatura, incluida la ficción criminal, trabaja con explosiones y exageraciones.
P.  A través del personaje de Zisis, representante de esa izquierda donde usted militó, introduce el idealismo de mejorar la sociedad. ¿Dónde está hoy esa ideología solidaria, qué queda de ella?
R. Aquí debo pedirle a usted y a los lectores que por favor sean un poco paciente. Sabrán la respuesta tan pronto como llegue a España la novela que acabo de escribir. No digo más.
«Las noticias falsas son aceptadas con naturalidad porque vivimos en parte en una realidad falsa alimentada por la globalización, el nuevo liberalismo y el sistema financiero universal»
P. También habla del concepto tan en boga de «lo fake«, ¿vivimos hoy en día en una sociedad donde el triunfo de la imagen y las nuevas tecnologías nos ha empujado a un mundo de lo falso?
R. Absolutamente. No quiero sonar como un anciano cascarrabias, pero creo que la razón por la cual las noticias falsas se están extendiendo tan rápido y muchas personas las aceptan con naturalidad, es que estamos viviendo en parte en una realidad falsa. Y la globalización, el nuevo liberalismo y el sistema financiero universal, unidas al feroz componente tecnológico, son en parte responsables de esta falsa realidad.
P. Advierte en la novela de la tan comentada y estudiada desaparición de la clase media, un fenómeno común a toda Europa. ¿Qué implicaciones tendrá, está teniendo, esta situación en el futuro de la democracia?
R. Es evidente que la existencia de la clase media es fundamental para la democracia y que su declive es una amenaza directa a la democracia liberal. A nadie que razone un poco se le escapa que el aumento del nacionalismo y de la extrema derecha están directamente relacionados con el declive de la clase media y su condición desesperada. Ahora bien, ¿por qué la clase política tradicional no intenta atajar esta desaparición que puede condicionar su propia supervivencia? No tengo respuesta, pero es un juego peligroso.

No habrá ganadores

P. Con la complicidad de Jaritos, ha hecho libro tras libro una profunda radiografía de las consecuencias de la crisis de 2008 en su país. Ahora que parecía que iba siendo historia, llega el coronavirus, ¿qué consecuencias tendrá para Grecia?
R. No podría detallar cuáles fueron las lecciones de la crisis financiera para mis compatriotas griegos. Sin embargo, su reacción a la pandemia de coronavirus ha sido una gran y muy agradable sorpresa para mí. El gobierno reaccionó muy rápido y dejó la iniciativa a los médicos. Los griegos siguieron estrictamente los consejos y las reglas del comité de profesionales. Fue una experiencia única. Por otro lado, se espera que las consecuencias de la pandemia en la economía griega sean muy duras, especialmente hasta finales de año. No tuvimos tiempo para recuperarnos de la crisis anterior y estamos entrando en la próxima. ¿Cómo reaccionarán los griegos? Aún no sé la respuesta, pero soy optimista.
P. incluso en Grecia, ¿esta crisis acrecentará más la desconfianza y el rechazo hacia las instituciones políticas, nacionales y europeas, y hacia sus representantes?
«No habrá ganadores después de la pandemia. La prueba de fuego para el sistema será la respuesta de gobiernos y UE a las consecuencias económicas»
R. Aunque es cierto que algunos gobiernos, como el mío, reaccionaron de manera más eficiente y, como se ha ido viendo paulatinamente otros subestimaron el impacto del virus, como el caso de Reino Unido, creo que la desconfianza y el rechazo crecerán no tanto debido a las medidas sanitarias y de seguridad tomadas y a sus consecuencias, sino que sí lo harán, y mucho debido a las consecuencias económicas y a la forma en que los gobiernos nacionales y la Unión Europea reaccionarán ante ellas. Ahí está la prueba de fuego, porque la crisis anterior puso más qeu en duda la llamada austeridad.
P. Siempre ha sido muy crítico con Europa. Primero vino, como apunta, la austeridad, luego el rechazo a los migrantes y ahora la insolidaridad con el coronavirus. Tras todo esto, ¿sobrevivirá la Unión Europea?
R. Hay un poema de Bertolt Brecht que me gusta mucho. Se llama «Leyendo a Horacio»: Ni el diluvio / duró eternamente. / Un día se retiraron / las negras aguas. / Eso sí, ¡qué pocos / duraron más tiempo! La pregunta es, ¿si la UE durara más, bajo qué condiciones y circunstancias?
P. Su generación vivió guerras, dictaduras, crisis… De cara al futuro, ¿cree que esta pandemia obliga a repensar el mundo tal y como lo conocíamos o, más allá de su gran dramatismo, es una molestia pasajera para el orden social habitual?
R. Hasta donde puedo recordar, el único momento en que los países y las personas reformaron el mundo fue después de la Segunda Guerra Mundial. No creo que la pandemia tenga el impacto de obligarnos a repensar el mundo. No habrá ganadores después de la pandemia. Pero habrá perdedores que tratarán de obtener ganancias y serán apoyados por el sistema para cubrir sus pérdidas y otros que continuarán sufriendo las consecuencias de la pandemia. Ya lo sabemos por la crisis de 2008 cuando los bancos fueron rescatados y las personas empujadas a la austeridad. Sé que algunos lectores dirán que soy pesimista. Mi respuesta a esto es una cita del famoso escritor alemán Heiner Müller, quien dijo que «el optimismo es solo falta de información».
EL CULTURAL




Grecia / El país sin esperanza


Grecia, el país sin esperanza

Ana R. Cañil
29 de junio de 2019





En los comicios al Parlamento Europeo, Kyriakos Mitsotakis (líder del partido conservador Nueva Democracia; bisnieto, nieto e hijo de políticos de la saga Mitsotakis) sacó nueve puntos al joven político que encarnó el sueño griego con el triunfo de Syriza y del “no” en el referéndum del 5 de julio de 2015. El 61% de los ciudadanos votó entonces contra la austeridad impuesta por la Unión Europea (UE). Ante el reciente descalabro, el primer ministro adelantó las elecciones generales al domingo 7 de julio. Atrás quedan las imágenes de la plaza Syntagma con los líderes del partido de izquierda radical, rodeados de miles de ciudadanos que les acompañaban con sus gritos, banderas y esperanzas.

sábado, 30 de noviembre de 2019

Theodor Kallifatides / Como si fuera el último libro

El escritor griego Theodor Kallifatides, retratado en mayo de 2018. 

 

Como si fuera el último libro

A sus 81 años, Theodor Kallifatides ha recuperado en la Grecia devastada por la crisis la necesidad de la escritura


Juan Cruz
30 de junio de 2019

Es verdad esta vez: quien toca este libro toca a un hombre. Pura fibra. El escritor se queda sin palabras, el teclado mudo. Es griego de la diáspora, desde 1964 vive en Suecia y en el idioma sueco. Y de pronto el silencio cae sobre Theodor Kallifatides, de 81 años. En su tierra natal resuenan secas la humillación y la pobreza. La Suecia socialdemócrata que lo acogió se enreda “en los tentáculos del comercio”. Su literatura, celebrada por miles, lo aguarda en un departamento que cae sobre él como una memoria sorda. Antes, donde se encontrara, lo hallaba el trabajo, la fertilidad era rutina. Su vida y su alma iban juntas al encuentro de la escritura.

viernes, 12 de agosto de 2016

Hydra / La isla de Leonard Cohen

Hydra

Hydra, la isla de Leonard Cohen

El cantante fue uno de los protagonistas de la revolución hippy vivida en la ciudad griega. Desde los sesenta, es un refugio de artistas


GLORIA CRESPO MACLENNAN
Madrid 24 JUL 2015 - 17:06 COT

Poner un pie en Hydra es retroceder en el tiempo. Quizás sea este su secreto. Cautiva al viajero de un solo golpe, con la aparición de su pintoresca bahía a medida que se aproxima a tierra. La “salvaje y desnuda perfección”, que deslumbró al escritor Henry Miller, se ha mantenido prácticamente inmune al paso del tiempo. Conserva su pureza arquitectónica, donde sencillas casas de pescadores comparten escenario con grandes mansiones de estilo veneciano construidas en el siglo XVIII. Pero tal vez su encanto se encuentre en su silencio, un tipo de silencio al que el hombre contemporáneo está poco habituado: no hay coches, sólo burros.

domingo, 3 de abril de 2016

Vargas Llosa / El harakiri

Ilustración de Reyneiro Tamayo

El harakiri

Los caballeros japoneses ya no se suicidan, pero el ritual de la inmolación se mantiene intacto y ahora es colectivo. Lo han practicado países como Argentina y Venezuela, y ahora le toca a Grecia


FERNANDO VICENTE
El harakiri es una noble tradición japonesa en la que militares, políticos, empresarios y a veces escritores (como Yukio Mishima), avergonzados por fracasos o acciones que, creían, los deshonraban, se despanzurraban en una ceremonia sangrienta. En estos tiempos, en que la idea del honor se ha devaluado a mínimos, los caballeros nipones ya no se suicidan. Pero el ritual de la inmolación se mantiene en el mundo y es ahora colectivo: lo practican los países que, presa de un desvarío pasajero o prolongado, deciden empobrecerse, barbarizarse, corromperse, o todas esas cosas a la vez.
América Latina abunda en semejantes ejemplos trágicos. El más notable es el de Argentina, que hace tres cuartos de siglo era un país del primer mundo, próspero, culto, abierto, con un sistema educativo modélico y que, de pronto, presa de la fiebre peronista, decidió retroceder y arruinarse, una larga agonía que, apoyada por sucesivos golpes militares y una heroica perseverancia en el error de sus electores, continúa todavía. Esperemos que algún día los dioses o el azar devuelvan la sensatez y la lucidez a la tierra de Sarmiento y de Borges.

domingo, 12 de julio de 2015

Vargas Llosa / El caballero Cipolla y el desvarío griego


Mario Vargas Llosa 

BIOGRAFÍA

El caballero Cipolla y el desvarío griego

El referéndum convocado por Tsipras ha sido una obra maestra de confusión y delirio hipnótico. La magia y el hipnotismo colectivos pueden encaramar al poder a cualquier demagogo sin escrúpulos



FERNANDO VICENTE
En el verano de 1926, Thomas Mann y su familia pasaron unas vacaciones en Forte dei Marmi; era una época en la que el fascismo estaba en pleno apogeo y los discursos de Mussolini retumbaban por toda Italia. Con estos recuerdos y el interés que en aquel decenio se despertó en Europa (y en Alemania en particular) por el hipnotismo, el espiritismo y las ciencias ocultas, el autor de La montaña mágica escribió Mario y el mago, un relato aparecido en 1930 en el que la crítica ha visto siempre una parábola sobre el efecto encantatorio de líderes carismáticos como Hitler y Mussolini sobre las masas, que, seducidas por la palabra del jefe, abdicaban de su soberanía y poder de decisión y lo seguían, ciegas y dóciles, en sus extravíos.
El espléndido y ceñido relato admite muchas interpretaciones y es, además de una parábola política, una historia que pone los pelos de punta. En un pueblecito de la costa, junto al mar Tirreno, Torre di Venere, el narrador describe un espectáculo en el que un mago hipnotizador, el caballero Cipolla, hombre malvado, repelente y deforme pero dotado de una fuerza psíquica irresistible, enajena a todo su auditorio y lo obliga a humillarse y hundirse en el ridículo más espantoso.
La verdad es que la lectura de Mario y el mago en clave política es tan actual como cuando los dictadorzuelos carismáticos campeaban por el mundo entero; en nuestros días, el caballero Cipolla se encarna no sólo en caudillos fascistas y comunistas, sino, también, en aparentemente benignos dirigentes democráticos, que ganan limpias elecciones y son capaces, gracias a sus poderes comunicativos, de imbecilizar a sus propios pueblos, privándolos de razonamiento y sentido común; en otras palabras, llevándolos a la ruina. ¿No es el caso de un Perón, un Evo Morales, un Rafael Correa, un Daniel Ortega? Ningún ejemplo es más doloroso que el de Argentina, el país más culto de América Latina: ¿cómo es posible que todavía la sociedad argentina siga cautiva de la hipnosis suicida con que la sedujo hace sesenta o setenta años un coronel inculto y fascistón y que ha llevado al país que fue el más avanzado del continente americano y uno de los más prósperos y modernos del mundo a la decadencia, la ruina económica y la miseria moral que representa la presidenta Kirchner?

sábado, 1 de septiembre de 2012

Petros Márkaris / Las luces se apagan en Atenas

Vista nocturno de la Acrópolis

Las luces se apagan en Atenas

En su último ensayo, una recopilación de artículos publicados entre 2009 y 2012, el escritor griego ofrece un desolador retrato de su país inmerso en la ruina y el desánimo


Una mujer, en su tienda de muebles en Atenas. / ANGELOS TZORTZINIS (BLOOMBERG)
En Grecia, además de nuestro Parlamento con sus siete partidos políticos, existe un sistema no parlamentario que forman cuatro partidos: son los cuatro pedazos en los que se ha quedado dividida nuestra sociedad después de 18 meses de crisis económica. El creciente agravamiento de la crisis y la lucha diaria por la supervivencia no han logrado acortar las distancias entre estas partes. Muy al contrario, la brecha que las separa es cada vez mayor. Y, aunque se crean coaliciones entre ellas, hay también guerra en las trincheras.

sábado, 17 de marzo de 2007

Frank Miller / ¿Qué hiciste en la guerra, Leonidas?






Frank Miller
¿Qué hiciste en la guerra, Leónidas?

Los historiadores debaten sobre la batalla de las Termópilas y la verdad de las guerras entre griegos y persas


Jacinto Antón
17 de marzo de 2007

Leónidas, el bravo y sufrido rey espartano, libra una nueva batalla. Correoso y con ganas de bronca como era, al héroe de las Termópilas seguramente le hubiera encantado el lío que se ha montado en torno a su última epifanía, la película 300, basada en el salvaje, arrebatadoramente violento y hermoso cómic de Frank Miller (Norma Editorial) sobre la batalla en la que cayeron frente al Ejército persa él y todos sus hoplitas de mantos encarnados. La polémica que envuelve al filme -las críticas por su retrato "racista" y denigrante con los persas y la abundancia de tópicos (el valor y la hombría espartanos frente a la cobardía y traición persas, el enjambre asiático ante la individualidad griega)- amplifica una discusión científica que aunque se libra en el discreto escenario de las publicaciones y los despachos universitarios no deja de emanar un inconfundible fragor bélico.





Desde hace unos años, las posiciones se han radicalizado entre los estudiosos que defienden una visión más tradicional y digamos prohelénica de las guerras médicas -las que enfrentaron a griegos y persas en el siglo V antes de Cristo- y los orientalistas, proiránios para entendernos, que reclaman una visión más equilibrada, justa y realista, a su entender, del conflicto. Estos especialistas, como el historiador Pierre Briant, autor de Histoire de l'Empire perse (Fayard), recalcan la importancia de las realizaciones culturales de la civilización persa y su cariz tolerante. Deploran "la negativa concepción eurocéntrica" que ha estigmatizado a los antiguos persas como los malos, y -aunque Briant no ha visto aún la película y no suele leer cómics- abominan, como se puede suponer, de estampas del estilo de las que brinda 300, con un Jerjes afeminado, cruel y cubierto de piercings, con más aspecto de salir de Hellraiser que de Persépolis.




"¡Ay de mí! ¡Con qué rigor se abatió el destino sobre la nación persa!", exclama Jerjes, "en cuyos ojos brilla el fuego sombrío de la mirada del sangriento Dragón" en Los Persas, la tragedia de Esquilo. Esa imagen de una terrible derrota del imperio persa no se corresponde, señala Briant, con la realidad: el imperio aqueménida (el de los persas) no entró en absoluto en declive tras las derrotas de Jerjes en la Segunda Guerra Médica (Salamina, Platea), sino que, de hecho, se mantuvo en la cima del poderío mundial todavía durante más de un siglo. En ese sentido, las derrotas habrían sido picaduras de mosquito en la piel del elefantiásico imperio de los Reyes de Reyes.

Más radical, George Cawkwell, profesor del University College de Oxford, afirma en su revulsiva The Greek Wars (2005) que los griegos fueron sólo "una distracción menor" de los soberanos persas, que tenían "problemas más importantes" en la administración de su vasto imperio.




Frente a esta visión pendular se alza la moderna ortodoxia que representan libros sabrosísimos como La batalla de Salamina, de Barry Strauss, de reciente publicación por Edhasa, o Termópilas, de Paul Cartledge, que aparecerá el próximo día 27 en Ariel, ambos de un pulso narrativo excelente aunque muy ceñidos a la visión tradicional del conflicto -Cartledge, profesor de Cambridge en el que despiertan unos sorprendentes entusiasmos los espartanos, incluso usa la secular comparación del imperio persa con el turco en decadencia, algo que aborrece Briant-.

Heródoto es uno de los blancos principales de los proiránios. Cawkwell no duda en asegurar que el historiador en el que se basa en buena medida nuestra visión tradicional de las guerras médicas simplemente "no entendió la compleja realidad del imperio persa". El profesor de Oxford enmienda la plana a Heródoto y defiende que los persas eran mucho más capaces militarmente de lo que aquél dio a entender, pues a ver si hubieran podido si no ganar y sujetar un imperio de tres millones de kilómetros cuadrados. "Las realizaciones militares persas no podrían haberlas efectuado hombres blandos y afeminados, a golpe de látigo, como los retratan las fuentes griegas", subraya. Es verdad que llevaban pantalones, el acabose de lo barbilindo para los espartanos. El número de tropas es un tema que lleva agua al molino de los revisionistas propersas: esas abigarradas hordas de millones que se mueven como nubes de langostas y se beben los ríos a su paso... Para Cawkwell, literalmente, Heródoto no sabía contar. Los persas habrían llevado, en su opinión, las tropas justitas, y éstas no serían inferiores en calidad a las griegas.



El silencio de las fuentes persas es para los unos la prueba de que las guerras significaron poco para los persas. Para los otros indica todo lo contrario: que un imperio autocrático no podía admitir la derrota.

Sea como fuere, resulta innegable que los griegos ganaron al fin y Grecia no se convirtió en una satrapía. Pero vencieron, apuntan los proiránios, porque el Ejército persa sufrió un problema irresoluble de abastecimiento. Los persas, sintetiza Cawkwell, perdieron por sus propios errores: fallos del alto mando y folie de grandeur. ¿Y las Termópilas? Si Leónidas y los suyos pudieron aguantar un tiempo los embates enemigos antes de convertirse en alfileteros de los persas, arguye el estudioso, fue por razones de geografía, no de valor.



El topógrafo de la antigüedad y novelista Valerio Manfredi defiende que el relato de Heródoto de la batalla, heroísmo incluido, está, pese a la sobredosis de épica, muy próximo a la verdad. "Los persas, obviamente, no eran millones pero sí 200.000 o 300.000, una enormidad, lo que tienen EE UU en Irak. Entiendo la moda de la persofilia, admito que la persa fue una civilización maravillosa, pero los griegos tenían conciencia del valor de su libertad. Lucharon y vencieron porque estaban dispuestos a morir antes que someterse. Eso no es un tópico. Y está en la raíz de la cultura occidental. Es el legado de las Termópilas. No lo vamos a cambiar por una mal entendida sensibilidad de lo políticamente correcto".Los orientalistas abominan de la imagen de Jerjes cruel y lleno de 'piercings'





Gerard Butler, Leónidas en la película <i>300,</i> de Zack Snyder.Gerard Butler, Leónidas en la película 300, de Zack Snyder.

* Este artículo apareció en la edición impresa del sábado, 17 de marzo de 2007
EL PAÍS