Shirley Jackson |
Libros para no ir a la playa
Leer en la playa es una farsa, ya lo saben. Anualmente cumplimos con el sainete y fotografiamos libros que recortan la línea del mar y el cielo para hacer un alegato a favor de placeres mundanos: sol, lectura, rumor de olas. Mentira cochina, vaya. Exhibimos esas fotos diciéndoles a los demás que nos envidien en el disfrute, cuando, en el mejor de los casos, la cosa no va más allá del intento. Los miembros se entumecen en posturas imposibles, la toalla se tatúa en los codos, el sol pica, la arena esparce puntos suspensivos donde no toca y todo es, en fin, de una incomodidad ridícula y pegajosa. La silla playera solventa alguno de los problemas, cierto es, pero en época estival no conviene restarse más dignidad de la escrupulosamente necesaria.