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martes, 7 de octubre de 2014

Daniel Gascón / Me acuerdo de Félix Romeo




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Félix Romeo

ME ACUERDO DE FÉLIX ROMEO



Daniel Gascón
7 de octubre de 2014

Hace tres años que falleció Félix Romeo.
1.
Este texto salió en Artes & Letras de Heraldo de Aragón en octubre de 2011.
A diferencia de la mayoría de la gente que lo conoció, no recuerdo la primera vez que lo vi. Recuerdo que al principio me parecía un vikingo y lo asociaba a un libro que me gustaba: ‘Los vikingos en América’. El primer libro que me regaló fue ‘Un cuento de Navidad’ de Dickens. Me habló de ‘Dinero’, de Martin Amis. De niño, leí sus reseñas de ‘Cartero’ de Bukowski y de ‘El hombre solo’ de Bernardo Atxaga. Me explicó por qué era tan bueno ‘Catedral’ de Carver. Me recomendó ‘El indio más duro del mundo’ de Sherman Alexie: me dijo que un cuento de amor era tan bueno como los cuentos de amor de William Saroyan, y me dijo que leyera a Saroyan. En un viaje a Madrid hablamos de ‘La mancha humana’ y una noche en Zaragoza de ‘Intimidad’ de Kureishi. Cuando él estaba en Aberdeen y yo en Francia, me escribió un email sobre ‘El matrimonio amateur’ de Anne Tyler. Hablamos de Norman Manea, de Ayaan Hirsi Ali, de Joseph Brodsky, de Guy Delisle, de Lauzier, de Marjane Satrapi, de Milan Kundera, de Mario Vargas Llosa, de Natalia Ginzburg, de Leonardo Sciascia, de George Orwell, de Jean-Luc Godard, de Braulio Foz, de Ismael Grasa, de Eva Puyó, de Rodolfo Notivol, de Baltasar Gracián, de Juan José Sebreli, de Marguerite Duras, de Jorge Semprún, de Aharon Appelfeld, de Arthur Koestler, de Marcelo Birmajer, de José María Bardavío, de Antonio Pérez Lasheras, de Aurora Egido, de Ivan Klíma, de Arcadi Espada, de Claude Lanzmann, de ‘Los libros de los otros’. Fue el primero que me habló de Christopher Hitchens. Cuando iba de viaje me pedía que le trajera revistas y libros. Me regaló una edición americana de ‘Rebelión en la granja’ y una edición inglesa de ‘Los versos satánicos’, y ejemplares dedicados de ‘Felicidad obligatoria’ y ‘Cartas a un joven novelista’. El último libro que me regaló es una edición alemana de Charles Dickens: ‘Tiempos difíciles’.
2.
3.
Este es el texto que leí en la presentación de su libro póstumo, Noche de los enamorados:
Es una gran tragedia que Félix Romeo haya muerto tan joven. Es una gran tragedia sobre todo para él, pero también para la gente que lo quería y que nos hemos beneficiado de su inteligencia infatigable y su entusiasmo contagioso por la cultura, por los afectos y por la vida. Esa personalidad arrolladora a veces puede diluir lo que yo creo que Félix era por encima de todo: un escritor. Y un escritor que, como demuestra este último libro y como demuestran sus colaboraciones en prensa, estaba en plenitud de facultades y tenía todavía muchas cosas que darnos. Sin que sirva para paliar el dolor, es emocionante pensar que Félix Romeo tuvo tiempo de terminar y entregar a su agente un libro tan estremecedor y potente como Noche de los enamorados, un libro en el que creía profundamente y que recoge muchas de las cosas que le preocupaban. He editado bastantes textos de Félix y he estado en contacto directo con muchos de sus editores. Y Félix tenía ese elemento aparentemente caótico y torrencial, pero cualquiera de sus editores reconocerá su profesionalidad, su compromiso con la escritura. Siempre entregaba a tiempo. E incluso al final ha muerto antes de tiempo, pero ha entregado su libro a tiempo.
Noche de los enamorados habla del compañero de celda de Félix Romeo, Santiago Dulong. Félix lo conoció en la cárcel de Torrero, el 14 de febrero de 1995, donde estaba condenado por un delito de insumisión. Dulong, falangista y católico, había matado a su mujer, María Isabel Montesinos Torroba. Es posible que también hubiera asesinado a su primera mujer. En el juicio, celebrado unos meses después de ese encuentro, Dulong fue condenado “a las penas de treinta días de arresto menor por la falta de malos tratos de obra y un año de prisión menor por el delito de imprudencia temeraria”. Imprudencia temeraria quiere decir aquí estrangularla. Tras ese encuentro azaroso, Félix rumió y convivió, a lo largo de los años, con esa historia y con sus interrogantes: ese crimen y esa convivencia es lo que ha contado en esta novela. La escena del crimen, la primera parte, relata la vida de estos dos personajes y el momento en que Félix conoce a Dulong. La segunda parte, Los hechos probados, se centra en el homicidio y en la sentencia. Noche de los enamorados tiene mucho de investigación, y al leerlo pensaba en los libros de Modiano, uno de los autores preferidos de Félix, o en una de sus series de televisión favoritas, Crímenes imperfectos. Pero sobre todo creo que entronca con la tradición intelectual más noble: la de Voltaire, la de Zola o de Sciascia, donde un escritor detecta una injusticia y la denuncia. También es el relato de cómo se hace esa investigación. Félix entra en los foros de internet de las ciudades donde vivió la familia de María Isabel, pide informes de registro civil, visita la cofradía zaragozana del “Prendimiento del Señor y el Dolor de la Madre de Dios”, a la que Dulong perteneció “devotamente desde su fundación en 1947” y a la que también perteneció María Isabel, repasa el relato de los hechos en los periódicos aragoneses. También aparece otra de las cosas que le interesaban mucho a Félix Romeo: la historia de Zaragoza. Dulong era el bisnieto de Santiago Dulong Serrano, el primer alcalde republicano que tuvo la ciudad, en 1873. Santiago Dulong Serrano estuvo en la cárcel por sus ideas, mientras que su bisnieto fue a prisión por matar a su mujer: ese contraste no se subraya, pero está ahí. Félix Romeo sigue el rastro de Dulong Serrano en los periódicos de la época y en los libros de escritores aragoneses como Juan Moneva y Puyol. En la investigación de la vida de Santiago Dulong y María Isabel Montesinos Félix encuentra muchas cosas, pero también encuentra callejones sin salida, obstáculos burocráticos e incógnitas.
Dice Félix: “Este no es un libro sobre la justicia imposible que se administra sobre los muertos, sino un libro sobre las palabras. Palabras jurídicas. Palabras periodísticas. Palabras médicas. Palabras policiales. Testimonios orales. Palabras al viento, como el que azota ahora las ventanas de la habitación en la que ahora escribo”. Noche de los enamorados es también una forma de levantar las palabras para ver qué hay debajo. Y Félix Romeo, que era un gran aficionado a los diccionarios y escribió muchos, recurre con frecuencia al Diccionario de la Real Academia para buscar las palabras. Arcadi Espada dice que en cuanto detectas lo que oculta un eufemismo, ya lo has desactivado. Ese es uno de procedimientos que emplea Félix, pero no el único. Dice Félix también: “Tengo que agarrar esas palabras que describen lo que sucedió instantes antes de la muerte de María Isabel”. He leído varias veces el libro, y me impresiona su composición: la habilidad con la que Félix juega con los tiempos y con los testimonios, la importancia de los detalles, como la caída del pelo en la cárcel o el pelo que Santiago Dulong le corta a su mujer para dejarla “pelona” y quitarle su atractivo, como el dolor que siente Dulong al orinar y la meada de su mujer en el patio de casa horas antes de morir. Es un libro breve, pero lleno de cosas, donde todo significa mucho y no hay ningún elemento colocado por azar.
Noche de los enamorados también es un libro obsesivo, febril. Félix Romeo tuvo durante mucho tiempo ese caso en la cabeza, y no es difícil imaginarlo escribiendo de madrugada. Pocas lecturas me han transmitido una sensación comparable de intensidad e intimidad. Como en muchos de sus textos, hay un elemento metaliterario, una reflexión sobre lo que está escribiendo y sobre cómo debe leerse. Dice, por ejemplo: “Así que aquí falta su nombre y también falta su versión de la historia, o lo que ahora recuerde de esa historia que sucedió hace dieciséis años y que yo, no sabe por qué motivos, porque yo tampoco los conozco, vengo a remover, y de los que no pueden salir más que moscardas, gusanos y mal olor”. Y este libro, de una manera extraña, es una especie de autobiografía iceberg que casi puede pasar inadvertida porque, quizá al contrario de lo que parecía, Félix Romeo era un hombre muy pudoroso. Aquí Félix habla de su llegada a la cárcel, en unas páginas tremendas sobre el mal olor y la suciedad, que son dos de los temas de Noche de los enamorados. Habla también de su carrera de escritor: ingresa en prisión nada más publicar Dibujos animados. Su segunda novela, Discothéque, aparece también en el libro, porque es una novela que tiene mucho que ver con la violencia y la cárcel y hay un personaje inspirado en DulongTambién aparece Amarillo, el libro donde Félix hablaba del suicidio de su amigo Chusé Izuel. Noche de los enamorados tiene que ver mucho, además, con la escritura esencial y testimonial de Amarillo. Aparece también el programa de televisión La Mandrágora. Y aparece su novia, la pintora Lina Vila, que le ayuda en la investigación y ha hecho una portada en perfecta sintonía con Noche de los enamorados. Ismael Grasa ha dicho que es el libro del hijo de un policía, y creo que es una observación brillante: es una investigación corregida. También creo que Dulong es una especie de retrato en negativo, de opuesto o, como se dice en la Guerra de las Galaxias, de reverso tenebroso de un hombre enamorado del amor, que presumía de que tenía el nombre muy bien puesto: “Feliz Romeo”. Hay un momento en el que Félix se pregunta por qué le atrae esta historia y habla de “asomarse a un espejo oscuro”.
Félix Romeo tenía una idea moral de la literatura. La hemos visto en sus libros y en sus críticas. Una vez me dijo, en La Caja de los Hilos, “La literatura se escribe contra el mal”. No creo que este libro sea una manera de ajusticiar a unos difuntos y no me cuesta nada imaginar a Félix huyendo de cualquier interpretación solemne, pero creo que sí que es un libro sobre la justicia, y en cierta manera un intento de reparación. Félix Romeo habla de: “la evidencia de que la víctima se ha convertido en culpable. Ha pasado a ser la responsable de su asesinato. La que va a ser realmente juzgada”. Es un libro humanista, valiente y generoso: es la defensa de una víctima, no solo ante su asesino, sino ante la pereza, el apriorismo, la negligencia y la indiferencia que conspiran para admitir que, más o menos, Dulong solo dio un empujón a su mujer hacia la muerte. Es un libro contra la clasificación y la generalización: contra el psicólogo que, cuando le entrega un test a Félix en la cárcel y él se niega a responderlo, dice que ya se lo esperaba. Contra los policías que dicen que están hartos de tener que ir a casa de Santiago Dulong y que la próxima vez que los avisen sea cuando haya sangre. Es decir: una exprostituta, alcohólica y probablemente infiel, una mujer por cuyo asesinato no protesta nadie, también tiene dignidad. Por supuesto, no merece que la maten; pero, además, no merece que la juzguen por su forma de vida. Creo que esa es una de las cosas que quería decir Félix con este libro. Y quizá parezca una obviedad, porque España ha cambiado en estos dieciséis años, pero el mismo Félix decía a menudo que muchas veces olvidamos cosas obvias que son también esenciales. Noche de los enamorados, en cierta manera, reconstruye esa dignidad violada: lo hace recreando el crimen, desmontando el descuido y la parcialidad de la investigación, pero también especulando sobre la vida de María Isabel o emparentándola con personajes de la historia y la literatura, como Frida Kahlo, Artemisia Gentileschi, Sherezade u Ofelia. Esas referencias son todo lo contrario de la pedantería: son una forma de reconocer la humanidad de esa persona. Porque creo que Félix pensaba que la literatura sirve precisamente para eso: para revelar nuestras aristas, para mostrar la complejidad de todos, pero también una dignidad y una libertad que son al mismo tiempo individuales y universales. A veces, para mostrarla solo hay que saber mirar, ser capaz de ver. Y por eso Noche de los enamorados es un libro perturbador, obsesivo y profundamente moral: en cada una de sus páginas oigo hablar a nuestro amigo de cosas que le importan a él, y, como tantas otras veces, su voz imprescindible, hermosa y clara me recuerda que nos importan también a todos.
4.
[La foto es de Aloma Rodríguez.]


jueves, 1 de marzo de 2012

Daniel Gascón / Todas las canciones hablan de Félix Romeo


De izquierda a derecha: Miguel Aguilar, David Trueba, Aloma Rodríguez y Martín Casariego.
De izquierda a derecha: Miguel Aguilar, David Trueba, Aloma Rodríguez y Martín Casariego.

Todas las canciones hablan de Félix

Se presenta en Madrid la novela póstuma de Félix Romeo: 'Noche de los enamorados' el acto se convirtió en un homenaje de sus amigos


DANIEL GASCÓN
Madrid, 1 de marzo de 2012


La muerte del escritor Félix Romeo (Zaragoza, 1968–Madrid, 2011) conmocionó a buena parte del mundo de las letras españolas. La presentación de su novela póstuma, Noche de los enamorados (Mondadori), sirvió para rendir homenaje ayer en la librería madrileña La Buena Vida a una personalidad irrepetible e inclasificable.

jueves, 9 de febrero de 2012

Wislawa Szymborska / Entrevista



Wislawa Szymborska
BIOGRAFÍA
ENTREVISTA A UNA PREMIO NOBEL

Por Félix Romeo


Wislawa Szymborska (Kornik, 1923) vive en un departamento en Cracovia y trabaja todos los días en sus poemas. Se le concedió el Premio Nobel, al que entre risas llama "la catástrofe", en 1996.

En España se acaba de distribuir una antología muy amplia de sus poemas, Poesía no completa (FCE), en traducción de Abel A. Murcia Soriano y Gerardo Beltrán, quienes también volcaron al castellano esta conversación.


—¿Tiene alguna fórmula mágica para escribir?

Sé lo que quiero escribir, pero no siempre me sale. Trabajo constantemente en los poemas. Hay algunos poemas que surgen de forma espontánea... (Es mi secreto: no voy a decir nunca cuáles salen con facilidad y cuáles salen con esfuerzo.) Pero no siempre salen de forma espontánea.

—¿Y cómo es la Szymborska que narra sus poemas?

Creo que cada poema lo escriben dos personas. Hay una persona que es la que siente las cosas, la que las experimenta, la que piensa. Y otra persona, que está detrás de mí y dice: "¿No estarás exagerando?, ¿qué va a entender el lector de lo que estás escribiendo? y, además, ¿para qué le sirve?" Ese yo irónico está siempre, pero si desaparece escribiré muy malos poemas... ¡Y si desaparezco yo, también serán malos! (Risas)

—Utiliza un lenguaje muy especial.

Mi lengua es una lengua viva. Utilizo frases hechas, lengua coloquial, juegos de palabras, que no necesariamente funcionan en otras lenguas... La suerte de los poetas en el exterior depende de los traductores.

—¿Hablamos de los temas de su poesía?

Todos mis poemas nacen del amor. Diría incluso que todos los poemas nacen del amor; incluso aquéllos que transmiten el mal tienen en el fondo una forma de amor hacia el mundo. Estoy totalmente convencida... Y si no es así, lo siento por esos poetas.

—¿Y el odio?

Tengo un poema sobre el odio, que es verdaderamente un sentimiento del siglo XX, el más fuerte, el que encuentra más seguidores. Y eso es algo horrible. Quizá en algún momento fue necesario pero ahora el odio es un sentimiento horrible. Aunque parece más fácil que un loco propague sus ideas con los nuevos medios. Antes, alguien llegaba y se subía a un cajón en una plaza y se ponía a hablar con un megáfono... Todo era más pequeño.

—En sus poemas aparecen muchos animales.

No imagino la poesía sin los seres que nos acompañan en la vida: los animales, las plantas... e incluso las piedras. Mi animal preferido es el mono. Me encantó un libro de Jane Goodall, A través de la ventana: treinta años estudiando a los chimpancés, en el que cuenta su investigación en Tanzania con los primates y con los chimpancés. No los estudió como un grupo, sino como individuos. Estuvo años siguiéndolos de uno en uno, investigando cada animal en concreto y descubrió que uno era individualista, otra era una mala madre, otra era muy cariñosa, otro era muy travieso... Se trataba de una forma de estudiar a los animales desde una perspectiva totalmente diferente. No me imagino otro enfoque distinto al del análisis individual. Todos somos un poco diferentes. El hombre se somete a diversas ideas de grupo y no siempre es bueno.

—También aparecen muchos sueños en sus poemas.

Escribo de la realidad y los sueños son una parte de la realidad.

—Además de escribir poemas, está haciendo collages.

Son un juego. Hoy veo muy clara la diferencia entre la forma de hacer literatura y la forma de hacer arte. La escritura requiere soledad, aislamiento, trabajo y cansancio. He visto pintores trabajando mientras hablaban, riéndose, rodeados de gente, y eso es imposible para un escritor. Necesito tiempo y que nadie me moleste. Mis collages son un juego, para que la gente los disfrute. Son mi forma de descansar. Me canso mucho escribiendo.

—Pero sigue escribiendo sin parar.

Aún estoy viva, para extrañeza de algunos y también para la mía. Y soy escéptica ante la poesía, incluso ante la mía.

—Por eso utiliza tanto el humor.

Mi poesía, como la vida, es una moneda: tiene una parte trágica y una parte cómica.

—Y una parte cósmica.

Recuerdo una anécdota de Filipovich, un fabuloso escritor que supera la prueba del tiempo: cuando el hombre llegó a la Luna, mucha gente en Cracovia estaba asombrada. Filipovich estaba pescando y trataba de ver el acontecimiento con prismáticos. (Risas). Una vez, caminando por los alrededores de Cracovia con Filipovich, nos paramos a identificar estrellas, y cuando nos dimos vuelta, había un enorme grupo de gente a nuestro alrededor; tanta, que al día siguiente la prensa publicó que se había producido el avistamiento de un ovni. Una información que nunca fue desmentida. Espero que eso hiciera feliz a alguien. Escribí un poema en el que decía que no hay que mandar bromistas al Cosmos.

—Le fascina el espacio, pero realmente se ha movido muy poco.

No sé si es por mi signo zodiacal —cáncer—, pero no me gusta viajar. Nací un día después (y muchos años después) que Proust, que escribió doscientas páginas para decir cómo se preparaba para ir a la playa. No me gusta viajar, pero me gusta volver.

—¿Es cierto que estudió español?

Hace mucho tiempo iba a unas clases de español. No me acuerdo de nada, pero la estructura de la lengua todavía la controlo. Leíamos fragmentos de El Quijote. Nos daba clase un profesor que no sé si se esmeraba mucho, porque se preparaba la clase el día anterior, pero tenía unos discos maravillosos con música española: canciones populares estupendas. Soy admiradora del Goya luminoso, el de los retratos, el de los tapices, el de las escenas costumbristas y el de las majas. Y he corregido a Velázquez en uno de mis collages: he sacado a una de las meninas al aire libre.

—Hablaba antes del amor. ¿Le puedo preguntar algo de los suyos?

Le contaré algunas historias de mi infancia. A los doce años me enamoré perdidamente del novio de mi hermana, que no me hacía ningún caso. Un día me vendé la cabeza y él dijo: "¿Qué le ha pasado a eso?" Años más tarde lo volví a ver y me pregunté cómo podía haberme enamorado. No era nada interesante. También había otro chico. Me seguía. Era tan tímido que no me dirigía la palabra. Me escribía cartas. En una de ellas, donde me arreglaba toda la vida —"por ti surcaré los mares, subiré a la cumbre más alta..."—, decía al final: "Estaré mañana bajo tu ventana si no llueve". (Risas)

—Leer también es una forma de acabar con las formas puras.

Leo todo el tiempo. Muchos libros de divulgación científica y de antropología, de zoología. Leo a Brodsky, con el que tenía mucha afinidad. Pero como no quiero olvidarme de nadie sólo voy a decir que leo a Rilke. Con él comenzó mi fascinación por la poesía.






viernes, 14 de octubre de 2011

Daniel Gascón / Un mundo sin Félix Romeo

Félix Romeo



Un mundo sin Félix


Daniel Gascón
13 de octubre de 2011

Las reacciones al fallecimiento de Félix Romeo (Zaragoza, 1968-Madrid, 2011) demuestran que era un personaje excepcional de la cultura española. Músicos, cineastas, escritores, editores, artistas y la ministra de Cultura han mostrado su pesar por la pérdida de una figura irrepetible y generosa. Es asombroso y emocionante ver cuánta gente tenía una relación especial con Félix Romeo. En un episodio de autismo desalmado, las instituciones aragonesas no enviaron ningún representante al funeral.

jueves, 31 de agosto de 2006

Desesperadamente buscando a Peter Handke


Peter Handke

Desesperadamente buscando a Peter Handke

FÉLIX ROMEO
31 de agosto de 2006

Fresc Co.
Me siento en una mesa pequeña, de espaldas a la gran cristalera que da a la calle. Como si estuviera castigado. Pienso en Cristina, mi mujer, pero me viene a la cabeza Peter Handke. Pienso en toda la historia que ha sucedido con el Premio Heine y con su apoyo a Milosevic y con el rechazo del Premio. Pienso que quizá Peter Handke esté en Soria, el lugar al que marchó para escribir su Ensayo sobre el jukebox. Es una idea que no tiene ninguna base real, una intuición. Un disparate: Peter Handke se habría podido refugiar en Soria para huir de todo el follón relacionado con el premio Heine.
José Comas escribió en El País: “La concesión a Handke del Premio Heine, dotado con cincuenta mil euros, desencadenó una enorme polémica en Alemania. La decisión del jurado indignó a muchos y desencadenó una fuerte reacción política y entre los literatos, por las tomas de postura de Handke a favor de Serbia en las guerras balcánicas y del fallecido presidente de ese país, Slobodan Milosevic, juzgado como criminal de guerra en La Haya, y por haber asistido y tomado la palabra en su entierro”.
El primer ministro de Renania del Norte-Westfalia, el democristiano Jürgen Rüttgers, abrió el fuego y condenó en un discurso la concesión del premio a “un autor que relativiza el Holocausto”. Concejales de todos los partidos reaccionaron escandalizados y anunciaron que votarían contra Handke en la reunión del concejo prevista para tratar el tema el 22 de junio.
A favor de Handke se pronunciaron varios intelectuales, como la Nobel austriaca Elfriede Jelinek o el director de cine Wim Wenders. Ulla Unseld-Berkewitz, la jefa de la editorial Suhrkamp, que publica a Handke y que le concedió un premio hace un año, escribió que “proscribir de esa forma a uno de los más grandes escritores es un signo de la amenazante bancarrota de nuestra cultura”. Dos miembros del jurado dimitieron porque no querían permanecer por más tiempo “en un jurado que no apoya lo que votó. No podemos seguir a disposición de una ciudad que convoca a un jurado independiente especializado y después desaprueba políticamente sus decisiones”.
Peter Handke fue uno de los escritores que más leí cuando era adolescente. Me fascinaba. Me gustó mucho Desgracia indeseada, en la que contaba la historia de su madre y su suicidio. En Dibujos animados, plagié uno de los minicapítulos del libro de Handke, y puse al principio de la novela una cita sacada de ese libro: “El horror es algo que pertenece a las leyes de la Naturaleza: el horror vacui de la conciencia. La representación se está preparando en estos momentos y de repente advierte uno que no hay nada que representar. Entonces esta representación se cae como un personaje de dibujos animados que se da cuenta que lleva ya mucho tiempo andando por los aires”.
Me distancié de Handke y dejó de interesarme cuando decidió apoyar al gobierno serbio de Milosevic, aunque nunca he dejado de leer las traducciones de sus libros.
No fui el único para el que Peter Handke dejó de tener interés. En los periódicos y en las revistas en las que antes se le prestaba atención dejaron de prestarle atención, y pasó a aparecer sólo cuando las noticias con él relacionadas tenían que ver con la guerra de Yugoslavia o con Milosevic. Dejó de ser un escritor para ser el exegeta de un tirano. Un tirano que había sido detenido, que sería juzgado, que murió en prisión en lo que al principio parecieron extrañas circunstancias pero que más tarde dejaron de serlo.
Como ensalada de escarola, y pienso que aunque encuentre a Peter Handke en Soria, posibilidad que me parece a cada instante más imposible, será difícil que nos entendamos. Salvo para la policía del Reino Unido, a quien mi inglés le había parecido perfect momentos antes de proceder a mi detención, nadie más logra entenderme cuando hablo en ese idioma. No sé alemán. Y Peter Handke tampoco sabe castellano, o no suficiente para mantener una conversación.
Y el idioma, me parece mientras bebo un poco de gazpacho, tampoco será la barrera: aunque logre encontrar a Handke en Soria me parece imposible que a él le apetezca hablar conmigo, un desconocido, un freak que va a Soria a buscarle, sobre Milosevic, sobre el Premio Heine o sobre la duración o sobre el día logrado o sobre el cansancio.
También ha escrito José Comas en El País: “Se consuela Handke con que podrá ir con tranquilidad a la tumba de Heine, en el cementerio de Montmartre en París, que no queda lejos de la aldea donde reside”.
¿Qué sentido tiene ir a buscar a alguien al lugar en el que se supone debe estar?

Babel
Cuando cuento el proyecto de viaje a Soria para buscar a Handke, a mis amigos les entra la risa. Les parece una broma. ¿Handke? ¿En Soria?
Ignacio dice que hago todo lo contrario de lo que suele hacerse: “en lugar de ir a buscar al campeón, vas en busca del derrotado, del apestado”.
Luego dice: “tienes que titular tu artículo ‘Buscando a Handke desesperadamente’”.
Estamos en la terraza del bar Babel de la calle Zurita. Es de noche. Hace calor. Nos reímos. Y pienso que tiene toda la razón: ¿cuál es el motivo por el que quiero encontrarme con Handke? ¿Recriminarle que me haya abandonado? ¿Que haya dejado solo al adolescente que quería ser escritor y que leía cada una de sus palabras como si fueran una biblia

Mr. Dumbo
Mr. Dumbo es un bistró de comida sirio-libanesa. Preparan un buen humus y un buen baba ganus y unas buenas hojas de parra y unos estupendos falafel. Cenamos con Félix y Eva en la terraza, en un chaflán que une las calles López Allué y Cortes de Aragón. López Allué fue un escritor costumbrista oscense que tuvo éxito con su novela Capuletos y Montescos, versión montañesa de Romeo y Julieta.
Félix es de Soria, y cuando cuento mi proyecto de viaje para buscar a Handke, me ofrece las llaves de su casa. (Cuando me dé las llaves, unos días más tarde, me entregará también un plano a color de Soria en el que viene detallado el lugar exacto de su casa: Ronda don Eloy Sanz Villa, junto a Santa Teresa de Jesús, junto a los Jardines de Gustavo Adolfo Bécquer, junto a la calle de Los Linajes de Soria.)
A Félix y a Eva no les parece tan disparatado el proyecto de viaje. Me escuchan como si estuviera diciendo algo racional, lógico, inevitable: ir a Soria a buscar a Handke. Aunque ellos vayan habitualmente a Soria y nunca hayan visto a Handke en Soria.
Les pregunto por un restaurante chino del que habla Handke en Ensayo sobre el jukebox.
Félix me dice que en Soria hay dos restaurantes chinos, pero que el más antiguo, del que habla Handke, está muy cerca de su casa, muy cerca de la Alameda de Cervantes.
Les digo que entraré en el restaurante chino con una fotografía de Handke y preguntaré a los camareros si han visto a ese tipo. Les digo que mi padre fue policía. Es posible que haya heredado su gen policiaco.
Se ríen. Cristina también se ríe, y dice que sí que es posible que tenga madera de policía.

Hyundai Matrix
Ismael me dice que coja discos, que los que tiene en el coche los tiene demasiado oídos. Su coche es un Hyundai Matrix azul, diseñado por Pininfarina. Me gusta mucho viajar en este coche. Ismael se queja de que tiene poco reprís y
de que es difícil adelantar en carretera. Piensa en cambiarse de coche.
Cojo una bolsa de Los portadores de sueños, la librería de Félix y de Eva, y la lleno de discos. Los discos que más he oído estas semanas. Un disco de Antònia Font, un disco de Pauline en la playa, un disco de Dean Martin, un disco de July Delpy, un disco de Françoise Breut, un disco de Tachenko, un disco de Mogwai, un disco de Camera Obscura, un disco de Belle & Sebastian y veinte discos más.
Nos perdemos al salir de Zaragoza y en lugar de coger la autopista, cogemos la carretera. La carretera tiene un tráfico denso. Miles de camiones. No podemos adelantar. Yo miro el paisaje e Ismael tararea las canciones.
Hacía mucho tiempo que no viajaba por esta carretera. Por ella se extiende la ciudad en un inmenso arrabal de más de veinte kilómetros. Sólo después de pasar Pedrola, y su restaurante castillo, la ciudad desaparece y empieza el campo. Cereal, viñedo, árboles, montes, tierra labrada, tierra yerma.
El Moncayo es el monte que parte Aragón y Castilla. Desde el lado aragonés parece un monte de Japón, como el Fujiyama, porque se eleva desde el valle del Ebro, como un hongo, sin rivales.
En cada pueblo recordamos a los escritores del lugar. En Magallón recordamos a Lázaro Carreter. Lázaro Carreter escribió los manuales escolares de lengua y literatura con los que estudiamos Ismael y yo de la editorial Anaya. Lázaro Carreter escribió, vergonzosamente, con seudónimo, La ciudad no es para mí, uno de los grandes éxitos de Paco Martínez Soria: primero, obra de teatro y después, una de las películas de más éxito de la historia del cine español.
En Borja recordamos a Braulio Foz, que está enterrado en el cementerio, junto a la carretera.
Pocos kilómetros más adelante, en Bulbuente, recordamos a Julio Alejandro, que tiene una calle junto a la carretera. Julio Alejandro fue un guionista brillante. Firmó para Luis Buñuel los guiones de Viridiana, de Tristana, de Simón del desierto, de Nazarín... De seguir vivo, Julio Alejandro habría cumplido cien años. Nació en Huesca, se hizo marino, escribió poemas que prologó Antonio Machado, escribió teatro, se exilió en México y murió en Jávea, mientras charlaba con Manuel Vicent, con José Luis García Sánchez y con Rafael Azcona.
Julio Alejandro me envió una postal a la cárcel: con su letra grande me hablaba de la libertad. Pocos días más tarde, falleció. Me siento muy culpable porque nunca le respondí.
En Trasmoz ambientó Bécquer uno de sus cuentos de brujas. Miguel Mena, que ha escrito varias novelas sobre secuestros, la última Días sin tregua, sobre el secuestro del fut-
bolista Quini, tiene casa en Trasmoz y vive muy cerca del lugar donde eta tuvo secuestrado al padre de Julio Iglesias.
Buscamos a un escritor, pero encontramos a otros escritores, que no son Peter Handke.
Al cruzar la frontera con Castilla, queda a nuestra derecha el camino a un pueblo que se llama Montenegro de Ágreda.



Ismael bromea: “ya estamos un poco más cerca de Peter Handke. Montenegro acaba de conseguir en referéndum independizarse de Serbia”.
Así lo contó Europa Press: “Montenegro declaró la independencia de su unión con Serbia el pasado 3 de junio, después de que sus habitantes así lo decidieran en un referéndum celebrado un mes antes. Croacia reconoció a su vecino el pasado 12 de junio”.
Cuando el Duero se pone a nuestro lado empiezo a cantar, como un perro, una famosa canción de Gabinete Caligari: “Voy Camino Soria, tú hacia dónde vas... Bécquer no era idiota ni Machado un ganapán, y por los dos sabrás que a la ribera del Duero existe una ciudaaaaaad”.
Ismael se ríe. Ismael ha traído un libro de Handke para que Handke se lo firme cuando nos encontremos con Handke.
Al llegar a la ermita de San Saturio, uno de los lugares por los que paseaba Machado, uno de los lugares por los que pasea Handke cuando va a Soria, obligo a Ismael a realizar una maniobra peligrosa para que gire a la izquierda.
Nos paramos en la puerta del camino que lleva a la ermita. Tendremos que caminar más de un kilómetro, bajo árboles. Cuando salimos del coche una bofetada de calor reduce nuestras expectativas. Decidimos que Handke no está en la ermita de San Saturio.
Me gusta cruzar el río a la entrada de Soria. El puente es de un solo sentido y hay un semáforo que regula su tránsito. Cuando era niño me gustaba esperar en ese semáforo y ver el río, abajo, corriendo. Hace unos días, Nacho, primo de Cristina, me ha dicho que soy acuático, que se nota en mis artículos: siempre hablo de agua y de piscinas. Él no es acuático, y por eso le llama la atención que hable tanto de agua.
Esta carretera de Soria la crucé muchas veces cuando era niño, camino de Aranda de Duero, donde vivían mis tíos y donde solía pasar algunos días de verano.
Soria es una ciudad en la que hace mucho frío y en la que yo siempre he pasado calor. Deteníamos un momento el coche y comprábamos pan en un horno que había junto a la carretera. El pan de Soria.
Las calles de Soria están completamente desiertas: no hay coches circulando ni personas caminando. Aparcamos fácilmente en el centro de la ciudad. Es fiesta. San Juan. Todos los comercios están cerrados. Sólo están abiertos los bares. Aunque están bastante vacíos, porque hoy se celebra La Saca. En La Saca, doce toros son trasladados desde los corrales del Monte Valonsandero hasta la plaza de La Chata. Más de cien caballistas y toda la gente que quiera ayudar se encargan del recorrido, que tiene una extensión de unos seis kilómetros.

China Town
Antes de sentarnos a beber algo, vamos al restaurante chino China Town, que está en la calle Nicolás Rabal, en uno de los laterales del parque. Es la una de la tarde. En el restaurante sólo hay una familia comiendo: una familia latina que se queda muda cuando entro en el restaurante y pregunto al camarero, enseñándole la fotografía de Handke de la solapa del Apéndice de verano a un viaje de invierno, si ha visto a ese tipo. Se arremolinan todos los trabajadores en torno a mí, queriendo mirar la fotografía: nadie lo ha visto. No lo conocen. La familia latina sigue atenta a la escena.
En la fotografía, a blanco y negro, Peter Handke lleva el pelo largo, media melena oscura, y lleva gafas de pasta, bastante grandes, y lleva bigote, que parcialmente se tapa con la mano.
En la contraportada del libro se lee:

¿Quién quiere comprender? ¿Hay alguien que quiera comprender? Estudiar la historia anterior, o la historia en general, tenerla ante los ojos y ponerla de manifiesto podía a ayudar a aclarar algo, sin duda, y llevar la cuestión un par de peldaños por encima del redoble de actualidades. Pero ello –y esto es, por lo menos, una experiencia personal al estudiar la historia, la de Yugoslavia, durante los últimos tres o cuatro años– no aportó claridad alguna, no aportó ninguna luz, todo lo más una centella pasajera o más bien una mera lucecita. De la mano (¿mano?) del estudio de la historia, ¿no acababa uno moviéndose sólo en círculo, o más bien en zigzag y, en lugar de ver más con la ayuda de aquel, acababa uno moviéndose en un laberinto, en un laberinto casi sin luz?

Lo leo, y me pregunto qué demonios quería decir Handke, aunque sé qué demonios quería decir Handke.
Muy cerca del China Town está la comisaría de policía. No es difícil pensar que los trabajadores del restaurante chino y que la familia latina hayan pensado que yo, vestido completamente de negro, sea un policía secreto.
A Handke le gustaba ir al restaurante chino de Soria porque pensaba que esos chinos eran los únicos que en Soria eran más extranjeros que él. Cuando Handke vino a Soria era finales de los años ochenta o comienzos de los noventa. Desde entonces ha pasado mucho tiempo. Cuando Handke vino a Soria era invierno, y hacía frío.

Terraza alameda Cervantes
Sentados en la terraza del parque leemos la prensa local. La edición soriana de Heraldo y la edición soriana de El Mundo. Vemos las fotografías de las fiestas. Comenzaron ayer. Por los altavoces de la terraza suenan canciones sorianas.
La camarera que nos atiende es latina.
Pienso que si Handke está ahora en Soria será uno más de los extranjeros de la ciudad, y no tendrá necesidad de ir al restaurante chino.

Bar Asador Ecus
En el Bar Asador Ecus comemos cangrejos y cochinilla asada. Somos los únicos clientes del restaurante. Luego, se sentará una pareja cerca de nosotros: la chica es latina. La camarera de la barra es rumana. En el salón hay una enorme pantalla con imágenes de una televisión local, sin volumen. A todo volumen, suena una retransmisión radiofónica de La Saca: en directo. Los locutores se tratan de usted. Parece que la bajada de los toros no es como debería ser: se detienen, se dispersan, no atienden a los caballistas. Ismael y yo nos miramos. No podemos hablar. Nos reímos.
El camarero nos pregunta si estaba buena la cochinilla. Lo pregunta porque nos hemos dejado casi toda la carne en el plato.
Le pregunto, enseñándole la fotografía de Handke en la solapa del libro, si conoce a ese tipo.
Nos responde, después de mirar atentamente la fotografía, que no. Nos pregunta si lo buscamos por alguna razón.
Le respondo que la razón de buscarle es encontrarle.

Casino de la Amistad Numancia
Las calles de Soria están desiertas. Caminamos solos. Callejeamos solos. En silencio. Entramos en los hoteles. En muchos de ellos tenemos que llamar al timbre porque la puerta principal está cerrada. Enseño la fotografía de Handke. Nos miran raro. Nos dicen que no. Siempre es no.
En los escaparates de las librerías hay libros de Machado, de Bécquer, de leyendas sorianas, de César Ibáñez, que ha creado un detective soriano, el comisario Maroto, que espero que tenga más suerte que yo en sus pesquisas. De Sánchez Dragó, Muertes paralelas, que cuenta la investigación que lleva a cabo sobre el asesinato en la Guerra Civil de su padre, Fernando Sánchez Monreal, y con ella podría haber escrito un buen texto. Lo tenía todo. Tenía un asombroso golpe de efecto inicial: cuando él había crecido creyendo que los asesinos de su padre habían sido los “rojos”, descubre por boca del comisario Conesa, que le está interrogando en la Puerta del Sol, que a su padre lo mataron los “nacionales”. Tenía un personaje potente: Fernando Sánchez Monreal, de veintitantos años, periodista de acción. Tenía una época tan sangrante como propicia para las historias, reales e imaginarias: la Guerra Civil. Tenía un caso: la desaparición y muerte de Fernando Sánchez Monreal, y de su compañero de desdicha, el también periodista Luis Carreño. Tenía emoción: pues su búsqueda implica enfrentarse a todos los afectos y a todos los odios. Y, también, y no en menor grado, tenía que defender la rehabilitación pública de su padre.
Utiliza todos esos elementos, pero tan caóticamente que a menudo se disuelven, o se entierran, chocando unos con otros. Decidió que la investigación sobre la muerte de su padre tenía que ser una “obra en marcha”: escribe conforme recibe la información, y cuando recibe información que contradice lo que ha escrito lo reescribe todo, una y otra vez. Esta “obra en marcha” debería ser fresca, pero está llena de pesadez barroca. Sánchez Dragó no ahorra al lector ninguna de sus averiguaciones... pero hay algo que alienta en esa búsqueda que es verdadero y que tiene mucha fuerza.
Ricardo Piglia ha escrito que toda la literatura es o una investigación o un viaje.
Como hay pocos socios esta tarde calurosa de San Juan, un camarero latino nos deja sentarnos en la terraza del Casino de la Amistad Numancia. A nuestra derecha hay sentados en torno a una mesa tres ancianos y a nuestra izquierda hay sentado en otra mesa un anciano que fuma un gran puro con boquilla de plástico y que llevas gafas de sol.
El camarero latino no ha visto a Peter Handke, aunque nos dice que el nombre le suena. Sonríe. Sonreímos.
Los tres ancianos de la mesa de la derecha hablan de pesca. Uno de ellos dice que una vez pescó una trucha. Pero luego dice, para que nadie piense que está mintiendo, que la trucha estaba herida. Otro de ellos, laringectomizado, golpea en la cabeza del tercero con un periódico enrollado.
En la entrada del casino hay una placa en la que se recuerda que frecuentaron el lugar Antonio Machado y Gerardo Diego. No hay una placa que recuerde que Peter Handke también ha estado aquí. Si todavía sigue aquí, escondido más allá de las mesas de billar, en las que nadie juega.