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sábado, 23 de noviembre de 2024

Manuel Vicent / Una merienda con Benet, Jesús Aguirre y García Hortelano

 

Desde la izquierda, los escritores Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano y Javier Pradera, en la presentación de un libro en 1986.

Desde la izquierda, los escritores Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano y Javier Pradera, en la presentación de un libro en 1986.LUIS MAGÁN

Una merienda con Benet, Jesús Aguirre y García Hortelano

Me pregunto si la dorada pandilla de la ‘gauche divine’ de Barcelona, corría el áspid de la envidia y del resentimiento y no eran tan felices como trataban de demostrar

Manuel Vicent

22 de noviembre de 2024


Ignoro si entre escritores, poetas y artistas puede darse una verdadera amistad. Unos y otros dicen admirarse en las dedicatorias, se funden con abrazos en los encuentros literarios, pero el ego del artista tiene un caparazón muy compacto que apenas deja un resquicio por el que pueda colarse alguien capaz de disputar, ignorar o no compartir por entero su trabajo. Aquella dorada pandilla de la gauche divine, amamantada en los peluches de Boccaccio de Barcelona, años cincuenta, formada por escritores, poetas, intelectuales y artistas se divertían juntos, bebían juntos, compartían éxitos, se entrecruzaban amores, pero siempre me he preguntado si bajo las risas, juergas, viajes y mutuos elogios con un gin-tonic en la mano correría el áspid de la envidia y del resentimiento y no eran tan felices como trataban de demostrar. Tuve la ocasión de tratar de cerca a tres personajes, a la vez amigos con un ego muy desarrollado, que me descubrieron algunas capas secretas de la cebolla del alma, Jesús Aguirre, que atendía como duque de Alba, Juan García Hortelano, cuya lengua era tan peligrosa como su bondad y Juan Benet, que trataba por todos los medios parecer malvado sin conseguirlo.

martes, 26 de noviembre de 2019

Dostoievski / Un estilo exento de toda finura


Fedor Dostoievski

Un estilo exento de toda finura

Juan Benet
28 de enero de 1981

Hace hoy exactamente cien años que fallecía en San Petersburgo (actual Leningrado) Fedor Mijailovich Dostoievski (1821-1881), una de las más grandes figuras de la novela universal de todos los tiempos. De familia cuyos orígenes, más o menos de aristocracia campesina, provenían de una doble estirpe rusa y polaca, el nombre de Dostoievski hijo de médico, perteneciente a la burguesía liberal de la época zarista -a cuyas primeras convulsiones asistió el escritor-, ha representado durante más de un siglo para todos los lectores del mundo del espíritu de la vieja Rusia prerrevolucionaria. La Unión Soviética, tras haber silenciado su nombre en los primeros tiempos, ya hace algunos años le rehabilitó y hoy cuenta entre sus clásicos.

lunes, 9 de abril de 2018

Javier Marías / Vals





Juan Benet / El estilo hasta el fin

Juan Benet
Ilustración deJosép M. Maya

El estilo hasta el fin


JUAN CRUZ
7 de enero de 1993


Aquel gesto con el que entraba en la vida, adusto, sonriente y generoso, lo tuvo hasta el fin. Era su estilo. Con un lápiz negro y rotundo fue tachando palabras, adverbios, frases enteras, de Saúl ante Samuel, y fue venciendo los terribles insomnios de una enfermedad despiadada. Cuando horas antes de la última Navidad triste de su vida don Juan dio por concluida su labor, se puso sus lentes partidas, miró cansado al aire quieto y penumbroso de su casa de siempre, entregó el manuscrito sin fuerzas y se recluyó en su ironía implacable y lúcida: "Total, para qué".

Juan Benet / Un precio demasiado alto


Juan Benet

Un precio demasiado alto


JAVIER MARÍAS
BIOGRAFÍA

29 DIC 1992


Según explicó Juan Benet en su libro La moviola de Eurípides (1981), Volverás a Región no le pertenece ni pertenecerá nunca a sus herederos, a menos que Ediciones Destino resuelva un día el leonino contrato que suscribió con el autor en febrero de 1967, según el cual Benet "cedía todos los derechos patrimoniales de carácter transmisible de mi obra" al editor. Pese a lo abusivo de esta cláusula, un juez hizo valer dicho contrato en una sentencia de noviembre de 1978, y Benet sigue siendo un mero usufructuario de su primera novela. El porqué de la aceptación de semejante renuncia en su día lo hallamos en las palabras del propio Benet: "De un lado, un editor poderoso, y de otro, un autor novel ansioso de ver publicada su obra al precio que fuera". El precio, sin duda, fue demasiado alto.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 29 de diciembre de 1992


jueves, 3 de agosto de 2017

La rebeldía y el enorme legado de Juan Benet


Los discípulos de Juan Benet celebran la rebeldía y el enorme legado literario del escritor

500 personas se reúnen en Madrid para rendir homenaje al autor de 'Volverás a Región'


ROSA MORA
Madrid
24 FEB 1993

"Estamos viviendo un mal sueño" dijo ayer Javier Marías. El pasado 23 de noviembre, escritores, editores y políticos se reunían en el Círculo de Bellas Artes de Madrid para rendir homenaje a Juan Garcia Hortelano, fallecido el 3 de abril de 1992. Justo tres meses después, ayer, escritores, editores y políticos volvieron a reunirse para homenajear a Juan Benet, fallecido el 5 de enero de 1993. Nadie pudo ocultar la emoción, pero la tristeza dio paso a la celebración. Los discipulos de Benet tomaron la palabra para recrear su controvertida personalidad: rebelde, inconformista, generoso, buraño, comediante. Destacaron, sobre todo, su enorme legado literario. "Juan Benet renovó el lenguaje literario español" dijo Eduardo Mendoza.

Alberto Oliart / Insoportable Juan Benet

Sí, es posible que Juan Benet como escritor sea insoportable. El mismo lo decía: "Soy el escritor más pesado que conozco", y conocía muchos. 0, brillándole los ojos de risa y malicia si se le preguntaba qué estaba escribiendo, decía: "Estoy acabando un ladrillazo". Y es insoportable para quien quiera leerlo como quien lee un relato de Stevenson o una novela de Simenón, para el que quiere leer sin otro esfuerzo que ir captando los símbolos escritos que son las palabras y entendiendo a la velocidad posible de la lectura lo que está leyendo y la trama de lo que se cuenta. Porque al Juan Benet que va desde Nunca llegarás a Nada y Volverás a Región hasta Herrumbrosas lanzas no se le puede leer así, hay que leerlo despacio; en más de una ocasión hay que releer una y dos veces alguno de sus párrafos complejamente construidos, a veces sintácticamente fracturados, para captar o recrear su significado. Hay que perderse a menudo en una larga cadena de reflexiones que se enlazan una con otra cortando la ligazón con una trama siempre presente, pero siempre perdida o aludida de forma evanescente y con la que los largos párrafos tienen o no relación. Sí, comprendo que haya lectores que encuentren insoportable a Juan Benet, como en su día Quevedo encontró insoportable a Góngora; como para muchos de sus contemporáneos debieron resultar insoportables Cátulo y Propercio; como fue insoportable para muchos el Ulises de James Joyce (que no su Relato de un artistas adolescente o su Dublineses), o como debió de serlo Kafka (y aún es posible que siga siéndolo), o como lo fueron Cézanne o Van Gogh para la mayoría de sus contemporáneos (sobre todo para los que definían lo bueno y lo malo, lo soportable e insoportable académica y oficialmente); como lo fueron Braque y Picasso cuando iniciaron la aventura del cubismo; o Malevich para el gusto oficial estalinista; o El Greco para Felipe II; o Mayakowski, o el primer Brahms o -Stravinski o Calderón de la Barca para los neoclásicos del siglo XVIII, como pareció insoportable el Faulkner de The soldiers o el de Santuario; o los primeros pintores abstractos, o los surrealistas, o Juan Larrea. Y así la lista de los genios de las artes insoportables para la mayoría de sus contemporáneos podía seguir alargándose páginas y páginas.Hay expresiones artísticas en pintura, música, escultura o literatura que son amables, que envuelven nuestra sensibilidad y provocan la comunicación obra-espectador-lector sin esfuerzo, con facilidad. Hay otras que se enfrentan con nosotros, que se escarpan y erizan cuando queremos comprenderlas, que hay que luchar con ellas, como Jacob con el ángel, para llegar, no a dominarlas, pero sí a entenderlas y disfrutarlas.

sábado, 29 de julio de 2017

Manuel Vicent / Juan Benet


Juan Benet

MANUEL VICENT
No se puede ser brillante, maravilloso, cada instante del día, con o sin una copa en la mano. A veces uno necesita descansar. Pero si te encuentras a Juan Benet en un bar o en un viaje, enseguida se establece de forma espontánea una competición: se trata de demostrar quién es más cáustico, más lúcido, y no basta para eso con saber cosas del neolítico o emitir juicios precisos acerca de Saint-Simon, de Conrado del románico; también hay que seleccionar a los enemigos, ser original en el desprecio y usar el humor adecuado a las circunstancias, irónico o brutal. Uno mira el reloj y pide tiempo, como en el baloncesto. Cualquiera en esos momentos de descanso puede bajar la guardia y permitirse el lujo de decir algo anodino e incluso de manifestar un sentimiento de ternura, si bien esto tiene que ser en mesa aparte. Ningún escritor, siendo tan afable, ha hecho nunca tantos esfuerzos para parecer malvado sin conseguirlo ni ha sacado tanto partido del cinismo habiéndose nutrido con tanto vigor de la ética. Ésa es la contradicción de Benet: por fuera, su diseño británico con un toque de señorito perdulario le obliga siempre a estar a la altura de su desdén; éste consiste en sostener con la máxima elegancia el whisky mientras la lengua se va transformando en un hacha, aunque por dentro es un moralista con un fondo muy barojiano al que sólo le falta más grasa para ser un castizo. Si escribes con claridad, corres el riesgo de tener lectores; en cambio, expresarse con hermetismo genera exégetas y discípulos. Juan Benet, que sólo en apariencia desprecia la fama, adora el éxito, que estriba en ser oscuro y por eso mismo admirado sin ser leído. Sus libros obligan a escalar arduamente una pared norte hacia una explanada donde hay una verbena popular a la que se puede subir por detrás en coche. Si Juan Benet tiene prisa y escribe sin piolet ni equipo de alpinista, entonces su literatura alcanza una fuerza y precisión extraordinaria, pero esto le parece demasiado fácil y, por consiguiente, carece de importancia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 17 de mayo de 1992
EL PAÍS

Luis Carandell / Benetiana



Benetiana


LUIS CARANDELL
23 ENE 1993

Con el título de Barojiana escribió Juan Benet hace ya años un precioso texto en que recogía sus recuerdos de la tertulia que don Pío Baroja solía tener por las tardes en su casa de la calle de Ruiz de Alarcón de Madrid. Contaba, entre otras cosas, que un día en que él estaba presente apareció de pronto en la tertulia el arzobispo de Madrid-Alcalá don Casimiro Morcillo. Sensibilizado acaso el señor obispo por algunos excesos verbales que conspicuos miembros de la Iglesia habían dirigido al novelista -como aquel jesuita que le llamaba "don Impío Baroja"-, quiso llevar su paternal solicitud al extremo de visitarle en su propia casa, en gesto. de reconciliación.Uno de los asiduos contertulios de don Pío era un caballero ya maduro cuyo nombre Juan Benet no citaba, pero que se hizo famoso entre los que frecuentaban la tertulia porque tenía por costumbre dejar a su novia -una señora de mediana edad- en el portal de la casa de Ruiz de Alarcón mientras él subía a tertuliar con don Pío. La llegada del arzobispo Morcillo a la casa de Baroja produjo, como fácilmente puede comprenderse, una embarazosa situación. Ni el novelista, ni el prelado, ni ningún otro de los presentes, entre los cuales estaban Juan, sabían cómo romper el hielo para comenzar la conversación. Fue aquel maduro caballero que tenía la novia esperando en el portal quien salvó el difícil trance. Se puso en pie y dijo solemnemente, en frase que pasó a la historia de la España surrealista: "Con permiso del señor obispo, me voy a comer un higo".

viernes, 28 de julio de 2017

Juan Benet busca en 'Herrumbrosas lanzas' las raíces de la guerra civil española



Juan Benet busca en 'Herrumbrosas lanzas' las raíces de la guerra civil española

FIETTA JARQUE
Madrid 23 MAR 1985


El escritor Juan Benet presentó ayer en Madrid el segundo volumen de Herrumbrosas lanzas, novela inspirada en la guerra civil española. Esta obra sobre el drama de la historia reciente de España lanza, en este nuevo volumen, una mirada hacia atrás en busca de las raíces de los conflictos íntimos de la familia Mazón, protagonista de la novela. Benet amplía e intensifica su visión de tal conflicto, a través de una indagación en las causas, de la guerra civil. "Aunque no pretendo con esto plantear la tesis de su incubación", afirma el autor.

A Juan Benet le aburre la lectura de sus libros



A Juan Benet le aburre 

la lectura de sus libros


GABRIELA CAÑAS
Santander 
25 AGO 1984
ENVIADA ESPECIAL
"Yo sólo leo mis novelas para corregirlas antes de mandarlas a la imprenta", decía ayer el ingeniero de caminos y escritor Juan Benet. "Esta primavera, sin embargo, tuve que leer mi libro Volverás a Región, publicado hace 20 años. Lo tuve que hacer, además, detalladamente, porque se trataba de comparar con una traducción al inglés que me habían dicho que era mala. Creí que acabaría en una semana, pero resulta que tardé dos meses en leerlo a causa del intenso aburrimiento que me produjo".

Juan Benet / Gente


Juan Benet

Gente



EL PAÍS

30 ABR 1981

«He escrito unas cuantas novelas, pero no sé muy bien cómo las hice. La novela es un género literario amplio que no tiene definición; por eso resulta difícil hacer lo indefinido», explicó Juan Benet en el transcurso de una conferencia en el Aula de Cultura de Alicante, en la que participó junto con Juan García Hortelano,pretendiendo explicar «Cómo se hace una novela», título de la conferencia, aunque el propio Benet dijo que se declara «incapaz de definir lo que es una novela y, desde luego, no crean que van a salir de aquí sabiendo cómo escribirlas», informa Mari Carmen Raneda.

jueves, 27 de julio de 2017

Javier Marias / El señor Benet regresa un rato

Juan Benet

El señor Benet regresa un rato

Javier Marías
BIOGRAFÍA
5 de enero de 2013

Uno de los efectos de la muerte de alguien querido, con el que no se cuenta cuando muere, es que a medida que pasa el tiempo (a medida que se lo sobrevive), se comparte con él cada vez menos. Apenas tiene que ver el mundo actual con el de hace treinta y cinco años, el del 24 de diciembre de 1977, en cuya madrugada se despidió mi madre. Se han cumplido siete, el 15 del mismo mes, del adiós de mi padre, y nada es demasiado distinto de lo que él llegó a ver, pese a la rapidez y a la enfermiza impaciencia de nuestra época. Uno tiene la sensación de que, si él volviera, aún podría incorporarse sin muchos problemas. No así mi madre, a la que habría que explicar un largo periodo de cambios. Ella seguramente diría: “Este lugar no es el mío, aquí no pinto nada”, y regresaría con cierta conformidad a su hueco en el pasado. 
“Si volvieran”, he dicho, como si eso fuera posible. A veces lo es, en los sueños. En ellos se ve de nuevo a las personas hace tiempo borradas de la faz de la tierra. Sus imágenes se aparecen vívidas, con una presencia tan real como la que tuvieron en vida; se habla con ellas, se las oye reír, se discute. Así que “vuelven”, en efecto, a nuestra conciencia aletargada, y en ese extraño territorio se escuchan sus voces y se ven sus rostros con tanta nitidez como cuando compartíamos el presente con ellas. Tengo amigas que perdieron a sus progenitores varones hace mucho o bastante, por los que sentían debilidad o que fueron lo único que tuvieron. Cuando sueñan con ellos no olvidan eternamente que algo malo les pasó y que murieron; porque al aparecérseles en esos sueños, con toda su corporeidad y vitalidad recuperadas, les dicen: “Ay, qué bien que no te ha ocurrido nada, que estás aquí y estás sano”. Las engaña la conciencia dormida, pero mientras ésta domina es la realidad la que se percibe como alucinación o pesadilla, como falsedad y error del entendimiento. Suelen despertarse con lágrimas en los ojos, sin duda con la misma sensación del ciego poeta Milton cuando soñó con su mujer difunta y escribió ese verso que he citado a menudo: “And day brought back my night”. “Y el día hizo regresar mi noche”.

En los sueños se ve de nuevo a las personas hace tiempo borradas de la faz de la tierra"

Aunque sólo sea por eso, por esas incursiones oníricas en la esfera de los muertos –o son ellos los que se adentran brevemente en la nuestra–, es imposible no fantasear con la posibilidad de un encuentro. Ayer se cumplieron veinte años de la muerte de Juan Benet. Mucho lo admiré como escritor, pero lo echo de menos sobre todo como amigo y guía. Me llevaba veinticuatro y se detuvo a los sesenta y cinco, luego todavía sigue siendo mayor, en mi recuerdo, de lo que lo soy yo ahora, aunque ya no estoy lejos de su edad de entonces, la definitiva o congelada. El mundo al que él asistió no es tan remoto como el que abandonó mi madre, pero veinte años son ya demasiados para suponer que, si Benet volviera, sería capaz de subirse al presente sin esfuerzo ni desagrado; sin que hubiera que explicarle demasiadas cosas para ponerlo al tanto de nuestras circunstancias. El 5 de enero de 1993 no había Internet ni móviles ni DVDs ni libro electrónico. Aún gobernaba aquí Felipe González, y en los Estados Unidos acababa de ser elegido por primera vez Bill Clinton; faltaban ocho años para los atentados de las Torres Gemelas. Basten estos tres ejemplos para hacerse una idea del tiempo transcurrido. “Caramba”, diría tal vez Benet en ese hipotético encuentro, o ya soñado. “Sí que me he perdido cosas. O me las han ahorrado”. Pero lo más probable es que se interesara por lo personal, que es lo que en verdad tiene importancia: “¿Qué es de este, qué es del otro?” No siempre habría sabido responderle, a algunas de nuestras amistades comunes les he perdido la pista, me alejé o se alejaron. “¿Y tú? ¿Qué has hecho? ¿Has seguido escribiendo?” “Sí, unos cuantos libros más”. “¿Y qué tal?” “No me quejo”, le habría contestado, “pero lamento no saber qué te habrían parecido. No vive nadie cuya opinión respete tanto”. “¿Y los míos?”, acabaría por preguntarme antes o después, supongo, no hay autor al que no le intrigue algo la duración de lo que ha escrito. “Para lo rápido que olvida esta época, no puedes quejarte. No se te lee mucho, pero eso fue así siempre. Tampoco a Faulkner, tu maestro, no te creas. Pero se reeditan tus textos, y se te recuerda más que a la mayoría de tus coetáneos. En parte por lo mucho que te detestaron algunos, eso ayuda. No es la manera más grata de perdurar, pero en España ayuda. Y somos bastantes los que estamos en activo y hablamos de ti cuando hay ocasión: el Profesor Rico, que te añora lo indecible; Félix y Vicente y Eduardo y el Pere, y Daniella y Sarrión y Cruz y Manolo; y Marisol y Mercedes y Peche, que yo sepa, en privado. Te tenemos bien presente. Te admiran unos pocos novelistas jóvenes. Y hasta se han publicado inéditos que tú querías mantener a resguardo y parte de tu correspondencia”. Me imagino su desconcierto ante esta última noticia: “¿Tan antiguo me he hecho como para que eso interese a nadie? No sé si sentirme halagado o deplorado. Debo de ser pasto de estudiosos y profesores, qué lata”. Murieron el tito Jaime, Pradera, Natacha y Chamorro”, le informaría. “Lo sé, por aquí andan, en el pasado. A los que seguís ahí no os deseo mal alguno, pero tampoco os hagáis centenarios. A ver si compensáis a estos cuatro, que sólo me dan la pimporrada”. Esa palabra se la he oído sólo a él y a quienes estuvimos cerca. Es Benet, sin duda, que ha vuelto un rato tras veinte años.

Juan Benet / Guerra y literatura

El autor madrileño Juan Benet.
Juan Benet
Foto de Luis Magán

Juan Benet
Guerra y literatura


Alguien dijo alguna vez que el problema que tenían las novelas de Juan Benet es que en ellas para bajar o subir una escalera se necesitaban varias páginas. Dijo eso de Benet, pero no las páginas que igualmente se necesitan, por ejemplo, para captar un segundo de vida en la obra de Marcel Proust. Eso ocurre porque ni Benet ni Proust escribieron para los que leer es pasar páginas. Una cuestión es el tiempo que se tarda en leer un libro y otra muy distinta es el tempo del libro. Aquí la escritura tiene una importancia capital en algunos novelistas, porque todo lo que pasa en ella —el tiempo, el espacio, los personajes, la historia— es la propia escritura.

Javier Marías / Necesidad de Benet


Juan Benet según Enrique Flores

Necesidad de Juan Benet

El escritor, referente de una generación rutilante: Luis Martín Santos, Juan García Hortelano o Carmen Martín Gaite, cumpliría 90 años


Juan Cruz
El País, 4 de enero de 2007

Este hombre medía cerca de dos metros, llevaba un flequillo blanco, reía de medio lado, y bastaba fijarse en sus ojos risueños, como de niño malo, para saber que una cosa decían sus palabras y otra cosa decían esos ojos. Sin embargo, como era tan alto, y tan elegante, y como además decía exabruptos para acentuar una pedantería de la que además se burlaba, pasó a la historia como un antipático de Madrid que venía de San Sebastián.

Los escritores y los clásicos

Miguel de Cervantes Saavedra
Poster de T.A.

Diversidad de opiniones sobre la influencia de los clásicos en los escritores actuales


BEL CARRASCO
12 MAY 1981

«¿Qué significa el legado de los clásicos para los escritores actuales: una tradición enriquecedora o una carga lastrante, una herencia asumida o una influencia inconsciente?... Un grupo de escritores españoles y latinoamericanos de tendencias y prácticas muy diversas confrontaron su valoración personal de estas cuestiones en la polémica sesión final del Seminario Internacional sobre Literatura Española y Siglo de Oro que se desarrolló a lo largo de la semana pasada en la Universidad Autónoma de Madrid. Juan Benet, J. M. Caballero Bonald, José María Guelbenzu, Hugo Gutiérrez Vega, Héctor Rojas Herazo, Alonso Zamora Vicente, con José Luis Aranguren, ensayista experto en la materia, el poeta Félix Grande, que actuó de presentador, y el profesor Pablo Jauralde, organizador del Seminario y moderador del coloquio, ocuparon el escenario del salón de actos del Instituto de Cooperación Iberoamericana, donde se celebró el acto, el viernes pasado, con asistencia de un numeroso público, en su mayoría jóvenes universitarios.

Juan Benet / El escritor es el estilo



Juan Benet

"El escritor es el estilo"

Conversación con el autor de "Saúl ante Samuel"


JUAN CRUZ
29 AGO 1980

Con su última novela, Saúl ante Samuel, Juan Benet cree «haber llegado al techo vital». El escritor, sentado en el salón de su casa, rodeado de libros y de fotografías, enfrentado a paredes en las que cuelgan cuadros a los que la penumbra anula el color y el significado, dice que no lo volverá a hacer más. «No lo volveré a hacer más. No, no es una concesión a la modestia, ni un guiño al público lector, es un conocimiento de mis limitaciones y una, digamos, economía; sí, mejor uso la palabra economía que la palabra renuncia. No haré más ese esfuerzo porque no me resulta económico».