Una merienda con Benet, Jesús Aguirre y García Hortelano
Me pregunto si la dorada pandilla de la ‘gauche divine’ de Barcelona, corría el áspid de la envidia y del resentimiento y no eran tan felices como trataban de demostrar
Manuel Vicent
22 de noviembre de 2024
Ignoro si entre escritores, poetas y artistas puede darse una verdadera amistad. Unos y otros dicen admirarse en las dedicatorias, se funden con abrazos en los encuentros literarios, pero el ego del artista tiene un caparazón muy compacto que apenas deja un resquicio por el que pueda colarse alguien capaz de disputar, ignorar o no compartir por entero su trabajo. Aquella dorada pandilla de la gauche divine, amamantada en los peluches de Boccaccio de Barcelona, años cincuenta, formada por escritores, poetas, intelectuales y artistas se divertían juntos, bebían juntos, compartían éxitos, se entrecruzaban amores, pero siempre me he preguntado si bajo las risas, juergas, viajes y mutuos elogios con un gin-tonic en la mano correría el áspid de la envidia y del resentimiento y no eran tan felices como trataban de demostrar. Tuve la ocasión de tratar de cerca a tres personajes, a la vez amigos con un ego muy desarrollado, que me descubrieron algunas capas secretas de la cebolla del alma, Jesús Aguirre, que atendía como duque de Alba, Juan García Hortelano, cuya lengua era tan peligrosa como su bondad y Juan Benet, que trataba por todos los medios parecer malvado sin conseguirlo.