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sábado, 31 de julio de 2021

Entrevista con Miguel Sáenz / Traducir a un idioma de vastos territorios


Miguel Sáenz

Entrevista con Miguel Sáenz

Traducir a un idioma de vastos territorios

Invitado al Congreso en Córdoba, el traductor español es uno de los más destacados en lengua alemana, especialmente de Thomas Bernhard y de Günter Grass.  

MATÍAS SERRA BRADFORD
2 de abril de 2019


Una infancia en Marruecos, en un enclave español al norte del Sáhara, sobre el Atlántico, en el que su padre hacía carrera militar. “¿Es esa la verdadera África? Mi motivo central es mucho más la nostalgia de un paraíso perdido, una nostalgia que comenzó cuando aún vivía en el paraíso. Sabía que crecer era suicida, pero suicidarme era lo único que me hubiera impedido crecer y no tenía intención de hacerlo”, se plantea Miguel Sáenz en su seductora evocación autobiográfica Territorio, acompañada de fotografías y delicados dibujos suyos en lápiz, tinta y acuarela. Haber estado desplazado idílicamente durante sus primeros veinte años acaso fuera la instrucción ideal para una vida de traductor.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

FIL 2017 / La ciudad sin atributos

 



La ciudad sin atributos

En la FIL un mexicano puede dar una lección magistral sobre España y viceversa



Javier Rodríguez Marcos
29 de noviembre de 2017


El viernes pasado, un Airbus llamado Vicente Aleixandre salió de Barajas camino de la FIL. Al llegar a México se bajó del avión una cuerda de artistas y escritores entre los que había gente de Buenos Aires, Asturias, Tenerife, Cáceres, Almería y Guanajuato. Pura identidad madrileña. Los periódicos venían llenos de artículos sobre Madrid, todos tan elogiosos que daban ganas de volverse a España. Pese a todo, si te olvidas de la contaminación, tal vez sea eso un lugar civilizado: aquel sin atributos divinos, pero con buena agua del grifo.


En una feria dedicada a Madrid lo previsible sería que los madrileños —signifique eso lo que signifique— hablasen de su pueblo y los mexicanos, del suyo. Por suerte, no siempre pasa, sobre todo cuando no está muy claro quién es de cada sitio. Así, Miguel Sáenz, madrileño de Tánger y mítico traductor de Günter Grass, recordó en un coloquio sobre traducción la historia de Carlos Gerhard. Catalán de origen suizo, Gerhard fue diputado durante la República y comisario político en la abadía de Montserrat durante la guerra, periodo al que dedicó un libro “jaleado cuando critica a los fascistas y despreciado cuando critica a los anarquistas”. Murió en el exilio, en México, en 1974. Once años antes, había publicado una “admirable” traducción de El tambor de hojalata en la editorial Joaquín Mortiz, fundada por otro exiliado, Joaquín Díez-Canedo, que bautizó su sello con el pseudónimo que él mismo usaba para despistar a la policía franquista en las cartas que enviaba a su madre. El propio Grass viajó a Ciudad de México en 1964 para presentar la novela junto a Max Aub.


Pocas horas después de que Miguel Sáenz dictara su lección sobre traductores mexicanos (Alfonso Reyes, Octavio Paz, Liliana Valenzuela), el mexicano Julián Herbert dictó la suya sobre poesía española en la presentación de Sombras di-versas (Vaso Roto), una antología de 17 poetas nacidas entre 1970 y 1991 seleccionadas por Amalia Iglesias.


Sentada junto a Herbert, Luna Miguel leyó versos suyos y de otras antologadas como Miriam Reyes, Ana Gorría o Elena Medel. Acostumbrado a las masas que mueve la novela en la FIL, el autor de Canción de tumba, que empezó su carrera publicando poesía, agradeció con una rara mezcla de ironía y emoción, la escasa presencia público. “Me alegra comprobar”, dijo, “que seguimos siendo pocos pero sectarios”.











Javier Rodríguez Marcos

Es coordinador de la información literaria en 'Babelia', suplemento cultural de EL PAÍS. Antes trabajó en 'ABC'. Licenciado en Filología, es autor de la crónica 'Un torpe en un terremoto' y premio Ojo Crítico de Poesía por el libro 'Frágil'. También comisarió para el Museo Reina Sofía la exposición 'Minimalismos: un signo de los tiempos'.


EL PAÍS





miércoles, 22 de abril de 2015

Thomas Bernhard / Una adicción tardía



Thomas Bernhard

Una adicción tardía


"Hasta hace unas semanas yo no había leído nada de Thomas Bernhard. 
Ahora no paro de leerlo."

Thomas Bernhard pertenece al club restringido de los escritores empapados de música


ANTONIO MUÑOZ MOLINA 19 OCT 2013 - 00:01 CET


Thomas Bernhard, en una imagen tomada en Viena en 1976. / IMAGNO/ BARBARA PFLAUM













Cuatro de los cinco breves volúmenes de la autobiografía de Thomas Bernhard que he leído uno tras otro en poco más de dos semanas tienen marcado el precio en pesetas sobre la pegatina desvaída de una librería de Granada que ya no existe. Su formato mismo ya es adictivo, la delgadez idéntica, el color amarillo de la colección internacional de Anagrama, la sequedad de los títulos, las páginas compactas de la traducción de Miguel Sáenz, sin intervalos de puntos y aparte ni división de capítulos. Los cantos están gastados de tantos viajes, de tantas estanterías distintas en las que los he guardado, primero en Granada y luego en Madrid, en las bibliotecas de varios domicilios de Madrid. He llevado conmigo estos libros de una vida a otra y de unas casas a otras durante más de veinte años, casi un cuarto de siglo, y sólo ahora los he leído. El último, Un niño, lo busqué ávidamente en una librería de Madrid cuando ya había terminado los cuatro primeros, temiendo no encontrarlo. Pero allí estaba, en una estantería alta, y lo alcancé con una codicia que parecería más propia de las lecturas ansiosas de la juventud.
De vuelta a casa ya iba leyéndolo por las escaleras del metro, y luego de pie en el vagón lleno de gente, absorto en esa inmersión inmediata hacia las profundidades de uno mismo y de la experiencia de leer que sólo nos deparan los grandes. No los grandes canónicos, desde luego, no siempre, sino aquellos, mayores o menores en las antipáticas jerarquías de la literatura, que se nos vuelven adictivos al despertar en nosotros una resonancia que tiene algo de estremecimiento, al ofrecernos mundos cerrados y completos que son exclusivamente suyos y que nos llegan contados por una voz que en seguida se nos vuelve tan familiar como la pulsación de nuestro pianista favorito, como la respiración que hay en el saxo de Coleman Hawkins o de Lester Young, no un artificio de estilo sino un particular aliento humano.

Thomas Bernhard / Correspondencia

Thomas Bernhard
Ilustración de Triunfo Arciniegas
Domar a la fiera Thomas Bernhard

Aparece en castellano la correspondencia entre el autor de ‘Trastorno’ y su editor

Las cartas desvelan la fascinante relación entre dos titanes de la cultura alemana del siglo XX

IKER SEISDEDOS Madrid 2 JUL 2012 - 19:30 CET


Thomas Bernhard, en el Akademietheater, en Viena en 1976 / HULTON ARCHIVE (GETTY)




En noviembre de 1967, al final del sexto año de una relación de tres décadas, Thomas Bernhard, renovador de la narrativa en alemán y campeón de las más desagradables controversias, escribe en una carta a Siegfried Unseld, mucho más que su editor: “Un autor es alguien absolutamente lamentable y ridículo y, bien visto, un editor también”. Cualquiera familiarizado con la obra del escritor y dramaturgo austriaco reconocerá en esas palabras un pulso inequívocamente bernhardiano, la prosa adictiva de un escritor que, se diría, aplicó la técnica de la tierra quemada a la literatura: para resultar efectiva, la destrucción debe empezar por uno mismo.

Muchas de las peleas se deben al asunto central de las misivas: el dinero
La misiva está contenida en Correspondencia (1961-1988), extraordinario volumen de la joven editorial barcelonesa Cómplices. Se trata de una selección y traducción del alemán de Miguel Sáenz del mamotreto publicado en 2009 por Suhrkamp Verlag para dejar constancia de la relación “especial” y “personal”, se apunta en el libro, entre uno de sus autores más respetados y Unseld, que rigió hasta su muerte en 2002 los designios del sello al frente del que sucedió al fundador en 1959. Hombre cultísimo y atento exégeta de las motivaciones de sus literatos, definió al timón de aquel barco la cultura alemana de su tiempo con una nómina de autores que incluyó a Hesse, Max Frisch, Bertolt Brecht o Günter Grass.

jueves, 16 de abril de 2015

Günter Grass / La conciencia del Tercer Reich en El tambor de hojalata

Günter Grass


La conciencia del Tercer Reich 

en ‘El tambor de hojalata’


La muerte de Günter Grass me coge desprevenido, incapaz de reaccionar. Solo lentamente me voy dando cuenta de lo que él significaba para mí. Por eso, cuando me piden anécdotas o recuerdos no sé qué decir.
Hace algún tiempo escribí una especie de guía para leer a Günter Grass. Creo que sigue siendo válida y que es lo mejor que podría escribir ahora. Quizá falte en ella solo el aspecto humano: Grass tenía una personalidad tan extraordinaria que se hacía querer y admirar por todos. Y yo no era una excepción.

Miguel Sáenz / Traducir El rodaballo

Günter Grass

Traducir "El rodaballo"



En las Conversaciones de Esslingen, periódicamente organizadas en la República Federal de Alemania, se pone en práctica una idea excelente: unos cuantos traductores a diferentes idiomas se reúnen con un autor para comentar su obra. Günter Grass, sin embargo, asiste un año a esas conversaciones y se lleva un disgusto de muerte. De pronto descubre que su fama, al menos en los países de habla inglesa, se basa en un malentendido prodigioso: las traducciones de sus libros hechas por Ralph Manheim sólo se parecen al original en el argumento, y toda su magia y violencia verbales se quedan por el camino.Grass decide poner remedio a la cosa. Acaba de terminar, tras cinco años de esfuerzos, el voluminoso texto de El rodaballo, e impone a su editorial -la siempre activa Luchterhand- sus propias condiciones. La consecuencia es que en enero de 1978, en Francfort, Grass se encierra con sus futuros traductores antes de que éstos hayan podido perpetrar lo irreparable. Suecia, Noruega, Finlandia, Dinamarca, los Países Bajos, Italia, Yugoslavia e Israel están bien representados. España participa a medias: el traductor envía a su santa esposa y fiel colaboradora.
Tras una introducción de Klaus Birkenhauer, presidente de la Asociación Alemana de Traductores, y una impresión general a cargo dellector habitual de Grass, el propio Grass, sus traductores y algunos periodistas y cioniparsas recorren durante cinco días, una por una, las setecientas páginas de El rodaballo. Grass se desnuda, se confiesa, desenmascara citas ocultas, subraya lo que le importa y lo que no, y hasta accede a destripar los poemas, no siempre transparentes, intercalados en su novela. Nadie da soluciones -nadie hubiera podido darlas-, pero se señala y se delimita cada problema. Grass anima en todo momento a sus seguidores a «atreverse a lo insólito», a cogerles la palabra a las palabras y a estrujar sus propias estructuras lingüísticas para alcanzar idénticos resultados.

miércoles, 15 de abril de 2015

Günter Grass / Lo que hay que decir


Günter Grass

Lo que hay que decir

Traducción de Miguel Sáenz.




El escritor alemán se opone a un ataque israelí contra Irán

El País 4 ABR 2012 - 04:28 CET

Por qué guardo silencio, demasiado tiempo,
sobre lo que es manifiesto y se utilizaba
en juegos de guerra a cuyo final, supervivientes,
solo acabamos como notas a pie de página.
Es el supuesto derecho a un ataque preventivo
el que podría exterminar al pueblo iraní,
subyugado y conducido al júbilo organizado
por un fanfarrón,
porque en su jurisdicción se sospecha
la fabricación de una bomba atómica.
Pero ¿por qué me prohíbo nombrar
a ese otro país en el que
desde hace años —aunque mantenido en secreto—
se dispone de un creciente potencial nuclear,
fuera de control, ya que
es inaccesible a toda inspección?
El silencio general sobre ese hecho,
al que se ha sometido mi propio silencio,
lo siento como gravosa mentira
y coacción que amenaza castigar
en cuanto no se respeta;
“antisemitismo” se llama la condena.
Ahora, sin embargo, porque mi país,
alcanzado y llamado a capítulo una y otra vez
por crímenes muy propios
sin parangón alguno,
de nuevo y de forma rutinaria, aunque
enseguida calificada de reparación,
va a entregar a Israel otro submarino cuya especialidad
es dirigir ojivas aniquiladoras
hacia donde no se ha probado
la existencia de una sola bomba,
aunque se quiera aportar como prueba el temor...
digo lo que hay que decir.
¿Por qué he callado hasta ahora?
Porque creía que mi origen,
marcado por un estigma imborrable,
me prohibía atribuir ese hecho, como evidente,
al país de Israel, al que estoy unido
y quiero seguir estándolo.
¿Por qué solo ahora lo digo,
envejecido y con mi última tinta:
Israel, potencia nuclear, pone en peligro
una paz mundial ya de por sí quebradiza?
Porque hay que decir
lo que mañana podría ser demasiado tarde,
y porque —suficientemente incriminados como alemanes—
podríamos ser cómplices de un crimen
que es previsible, por lo que nuestra parte de culpa
no podría extinguirse
con ninguna de las excusas habituales.
Lo admito: no sigo callando
porque estoy harto
de la hipocresía de Occidente; cabe esperar además
que muchos se liberen del silencio, exijan
al causante de ese peligro visible que renuncie
al uso de la fuerza e insistan también
en que los gobiernos de ambos países permitan
el control permanente y sin trabas
por una instancia internacional
del potencial nuclear israelí
y de las instalaciones nucleares iraníes.
Solo así podremos ayudar a todos, israelíes y palestinos,
más aún, a todos los seres humanos que en esa región
ocupada por la demencia
viven enemistados codo con codo,
odiándose mutuamente,
y en definitiva también ayudarnos.




Was gesagt werden muss

Das Gedicht von Günter Grass
Warum schweige ich, verschweige zu lange,
was offensichtlich ist und in Planspielen
geübt wurde, an deren Ende als Überlebende
wir allenfalls Fußnoten sind.
Es ist das behauptete Recht auf den Erstschlag,
der das von einem Maulhelden unterjochte
und zum organisierten Jubel gelenkte
iranische Volk auslöschen könnte,
weil in dessen Machtbereich der Bau
einer Atombombe vermutet wird.
Doch warum untersage ich mir,
jenes andere Land beim Namen zu nennen,
in dem seit Jahren - wenn auch geheimgehalten -
ein wachsend nukleares Potential verfügbar
aber außer Kontrolle, weil keiner Prüfung
zugänglich ist?
Das allgemeine Verschweigen dieses Tatbestandes,
dem sich mein Schweigen untergeordnet hat,
empfinde ich als belastende Lüge
und Zwang, der Strafe in Aussicht stellt,
sobald er mißachtet wird;
das Verdikt "Antisemitismus" ist geläufig.
Jetzt aber, weil aus meinem Land,
das von ureigenen Verbrechen,
die ohne Vergleich sind,
Mal um Mal eingeholt und zur Rede gestellt wird,
wiederum und rein geschäftsmäßig, wenn auch
mit flinker Lippe als Wiedergutmachung deklariert,
ein weiteres U-Boot nach Israel
geliefert werden soll, dessen Spezialität
darin besteht, allesvernichtende Sprengköpfe
dorthin lenken zu können, wo die Existenz
einer einzigen Atombombe unbewiesen ist,
doch als Befürchtung von Beweiskraft sein will,
sage ich, was gesagt werden muß.
Warum aber schwieg ich bislang?
Weil ich meinte, meine Herkunft,
die von nie zu tilgendem Makel behaftet ist,
verbiete, diese Tatsache als ausgesprochene Wahrheit
dem Land Israel, dem ich verbunden bin
und bleiben will, zuzumuten.
Warum sage ich jetzt erst,
gealtert und mit letzter Tinte:
Die Atommacht Israel gefährdet
den ohnehin brüchigen Weltfrieden?
Weil gesagt werden muß,
was schon morgen zu spät sein könnte;
auch weil wir - als Deutsche belastet genug -
Zulieferer eines Verbrechens werden könnten,
das voraussehbar ist, weshalb unsere Mitschuld
durch keine der üblichen Ausreden
zu tilgen wäre.
Und zugegeben: ich schweige nicht mehr,
weil ich der Heuchelei des Westens
überdrüssig bin; zudem ist zu hoffen,
es mögen sich viele vom Schweigen befreien,
den Verursacher der erkennbaren Gefahr
zum Verzicht auf Gewalt auffordern und
gleichfalls darauf bestehen,
daß eine unbehinderte und permanente Kontrolle
des israelischen atomaren Potentials
und der iranischen Atomanlagen
durch eine internationale Instanz
von den Regierungen beider Länder zugelassen wird.
Nur so ist allen, den Israelis und Palästinensern,
mehr noch, allen Menschen, die in dieser
vom Wahn okkupierten Region
dicht bei dicht verfeindet leben
und letztlich auch uns zu helfen.

viernes, 18 de agosto de 2006

Günter Grass / Pelando la cebolla / Fragmentos

"No fue una tontería juvenil"



GÜNTER GRASS 
18 AGO 2006

Me descubrí volviendo hojas atrás y vi cómo me saltaba páginas y, donde se abrían huecos, garabateaba adornos y monigotes. De mi mano fluían cosas accesorias, rápidamente narradas para distraer y ennegrecerse enseguida: ¡fuera!
Ahora faltan las articulaciones de un proceso que nadie detenía, cuyo desarrollo no podía invertirse y cuya huella era incapaz de borrar goma alguna. Y, sin embargo, en cuanto hay que recordar el paso fatal que dio aquel escolar quinceañero de uniforme, no me es posible pelar la cebolla ni interrogar a otro medio de ayuda. Lo cierto es que me presenté voluntariamente al servicio de las armas. ¿Cuándo? ¿Por qué?
Como no recuerdo fecha ni puedo acordarme del tiempo, ya entonces variable, ni enumerar lo que ocurría simultáneamente entre el Océano Glacial Ártico y el Cáucaso y en los restantes frentes, de momento sólo quieren convertirse en frases las presuntas circunstancias que alimentaron, empujaron mi decisión y finalmente me llevaron a seguir el conducto oficial. No se les puede agregar epítetos atenuantes. Lo que hice no puede minimizarse como tontería juvenil. No sentía ninguna opresión en la nuca, y ningún sentimiento de culpa autoinducido, por ejemplo por haber dudado de la infalibilidad del Führer, exigía ser compensado por un celo voluntario.