Hace días que quería comentarles un hecho que
Stefan Zweig cuenta, sobre
Theodor Herzl, en
sus memorias, cuya lectura recomiendo fervientemente. Ojalá que el original en alemán.
Agradezco la foto de Herzl (año 1897), de autor desconocido, a
Wikimedia
Steffan Zweig contó que conoció a Herzl durante la época en que estuvo inscrito en la Universidad (digo inscrito, porque no fue nunca a clases, ya que las encontraba muy malas), cuando era redactor del feuilleton (artes y letras) de la Neuen Freie Presse, el diario más importante y influyente de Austria en ese entonces y el único que se podía medir con los medios más conocidos de otros países (Francia, GB, Alemania y EEUU).
Acudió a su oficina (que ocupaba una hora a la semana en el diario), para llevarle uno de sus escritos: una poesía.
A propósito de este encuentro, Zweig se refiere al sionismo de Herzl. Explica que, originalmente, el intelectual austriaco que había alcanzado la cima social en la capital del Imperio milenario de los Astrias, proponía algo muy distinto al sionismo que postuló después.
En efecto, pese a la profunda asimilación de los judíos en Austria-Hungría, Herzl pensaba en un término ya definitivo al problema de ser un poco "otros", y para esto soñaba con "plan fantástico", como lo llama Zweig para solucionar el "
problema judío de una vez y para siempre" (traduzco los términos empleados por el mismo autor; yo nos los usaría): "
la unificación del Judentum (judaísmo)
con el cristianismo, a través del bautizo masivo y voluntario".
En su pensamiento dramático-literario, "
se imaginaba largas filas de miles de judíos de Austria que se dirigían a la Iglesia de San Esteban, donde, el pueblo sin patria, en un acto ejemplar y simbólico, sería para siempre redimiido de la maldición de la persecusión y del odio" (p. 125 de mi edición). Soñaba con familias enteras que, desde todas las latitudes del Imperio milenario que los había acogido, entraban masivamente a la Catedral de San Esteban, ese símbolo inequívoco del Imperio de los Habsburgo, a ser bautizados.
Steffan Zweig comenta -en otra parte de su libro- que, en ningún momento de la historia -salvo antes de la expulsión de los judíos de Espana- ese pueblo había estado tan terriblemente asimilado, tan integrado por completo en la sociedad, como los judíos de Austria, especialmente, de Viena. Nunca antes habían sido tan iguales...
A mí, esto, me hace pensar en si la asimilación es verdaderamente la mejor manera de integrarse en una sociedad receptora. Como ciudadana americana, mi respuesta es negativa.
Fue durante su permanencia como corresponsal en Francia, cuando asistió a la degradación de Dreyfus (enero 1895; la condena es de diciembre de 1894), el momento en que cambió de opinión o el inicio de su cambio de opinión, que lo llevó a escribir
Der Judenstaat (1896). Se dió cuenta de la irrealizabilidad de su plan -sueño- original.