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viernes, 23 de septiembre de 2011

El Papa en el convento de Martin Luther

Se decía -antes de que el Santo Padre iniciara este viaje- que sería un periplo especialmente ecuménico. Y hoy, ello quedó demostrado con la visita del Papa al convento de San Agustín de Erfurt, el convento de Lutero.

No sé si en los países hispanos alcanzan a comprender la trascendencia, la importancia extraordinaria de la visita del Papa católico al convento donde nació la Reforma protestante. Espero que sí. Supongo que será más fácil en aquellos en que la inmigración luterana, anglicana o calvinista ha sido más importante.

Sin embargo, pienso que todo el mundo católico debiera conocer y celebrar este gran acontecimiento, cuyas dimensiones -ahora, tan cerca de los acontecimientos- nos pueden aparecer algo más pequenas de lo que, en realidad son.

Creo que mi querida amiga Jutta Burggraf, gran luchadora por el ecumenismo, debe estar gozando al ver la visita del Papa en Erfurt. Después de todo, a ella le debemos una parte de la preparación del camino. Camino que culminará algún día -no sabemos cómo ni cuándo- en la ansiada Unidad.

Recomiendo la lectuta de su libro Conocerse y comprenderse: una introducción al ecumenismo
, especialmente los capítulos dedicados a Lutero y a las relaciones con los hermanos evangélicos.



sábado, 31 de octubre de 2009

Día de la Reforma


Hoy no es sólo Halloween, sino también -aunque ya pocos se acuerden- el Día de la Reforma. Como no alcanzo a escribir nada y el día se nos está acabando... los invito al blog alemán Zettels Raum, Zum Reformationstag: D. Martin Luther, der deutscheste aller deutschen Denker. Nebst Anmerkungen zum Deutschen Michel

Hay que reconocer, eso sí, que fueron los checos, con Jan Hus quienes, en realidad, antes de Lutero, iniciaron la Reforma. Como dice Spidla en El Muro de Berlín y el el reconocimiento de la irreformabilidad del sistema socialista


viernes, 9 de enero de 2009

La doctrina de la justificación en S. Pablo, en el centro de las controversias del siglo de la Reforma


La foto es de Wikimedia, autorizada por Sergey Kozhukhov (dice que es photo taken by a friend).

Queridos amigos: en Alemania, se dice generalmente que los dos teólogos más importantes de la historia (de la historia alemana... podríamos delimitar) son Lutero y Ratzinger.

El 19 de noviembre pasado, el segundo pronunció un discurso en que se refirió a un tema que constituye el núcleo del pensamiento del primero. No lo encontraba en español, por eso, no me referí antes al tema.

Además, es un discurso que sigue ocupando a los cristianos alemanes, sobre todo a los protestantes. Entre quienes, me atrevo a decir, que ha caído bastante bien, por los comentarios de amigos y otros que he leído. Incluso dicen que el Papa ha rehabilitado a Lutero (algunos me han que lo van a canonizar... no llegaría tan lejos... además, pensaba que el pensamiento de Lutero rechazaba las canonizaciones... pero las cosas cambian a través de los siglos).

Los dejo con el texto mismo (por lo de ir a las fuentes) para que Uds. mismos -desdepués de leerlo- se hagan una idea de cómo están las cosas en Alemania. Contrariamente a lo que se piensa en otras latitudes, en Alemania, el cristianismos es siempre "un tema".

Lo copio a continuación, no sin agradecer a la página que lo tradujo. (Me parece haberlo visto también en la página del Vaticano; pero, en este minuto no lo encuentro).

Las palabras en griego, eso sí, no las puedo leer en la página enlazada, así que las tomé de Radio Vaticano, que es a lo que recurrimos en Alemania cuando queremos saber qué dijo el Papa... su actual director de la sección de habla alemana, v. Gemmingen, viene de una familia con una rama católica y otra, protestante :) (Sobre su antiguo director, ver Heinrich Ségur-Cabanac SJ)

La justificación en la enseñanza de San Pablo

"Queridos hermanos y hermanas:

"En el camino que estamos recorriendo guiados por san Pablo, queremos reflexionar ahora sobre un tema que está en el centro de las controversias del siglo de la Reforma: la cuestión de la justificación. ¿Cómo llega a ser justo el hombre a los ojos de Dios? Cuando san Pablo se encontró con el Resucitado en el camino de Damasco era un hombre realizado: irreprensible en cuanto a la justicia que deriva de la Ley (cf. Flp 3, 6), superaba a muchos de sus coetáneos en la observancia de las prescripciones mosaicas y era celoso en sostener las tradiciones de sus padres (cf. Ga 1, 14). La iluminación de Damasco le cambió radicalmente la existencia: comenzó a considerar todos sus méritos, logrados en una carrera religiosa integérrima, como "basura" frente a la sublimidad del conocimiento de Jesucristo (cf. Flp 3, 8). La carta a los Filipenses nos ofrece un testimonio conmovedor del paso de san Pablo de una justicia fundada en la Ley y conseguida con la observancia de las obras prescritas, a una justicia basada en la fe en Cristo: comprendió que todo lo que hasta entonces le había parecido una ganancia, en realidad frente a Dios era una pérdida, y por ello decidió apostar toda su existencia por Jesucristo (cf. Flp 3, 7). El tesoro escondido en el campo y la perla preciosa, por cuya adquisición invierte todo lo demás, ya no eran las obras de la Ley, sino Jesucristo, su Señor.

La relación entre san Pablo y el Resucitado llegó a ser tan profunda que lo impulsó a afirmar que Cristo ya no era solamente su vida, sino su vivir, hasta el punto de que para poder alcanzarlo, incluso el morir era una ganancia (cf. Flp 1, 21). No es que despreciara la vida, sino que había comprendido que para él el vivir ya no tenía otro objetivo, y por tanto ya no albergaba otro deseo que alcanzar a Cristo, como en una competición de atletismo, para estar siempre con él: el Resucitado se había convertido en el principio y el fin de su existencia, el motivo y la meta de su carrera.

Sólo la preocupación por el crecimiento en la fe de aquellos a los que había evangelizado y la solicitud por todas las Iglesias que había fundado (cf. 2 Co 11, 28) lo impulsaban a ralentizar la carrera hacia su único Señor, para esperar a los discípulos de modo que pudieran correr con él hacia la meta. Aunque en la anterior observancia de la Ley no tenía nada que reprocharse desde el punto de vista de la integridad moral, una vez alcanzado por Cristo prefería no juzgarse a sí mismo (cf. 1 Co 4, 3-4), sino que se limitaba a correr para conquistar a Aquel por el que había sido conquistado (cf. Flp 3, 12).

Precisamente por esta experiencia personal de la relación con Jesucristo, san Pablo pone ya en el centro de su Evangelio una irreductible oposición entre dos itinerarios alternativos hacia la justicia: uno construido sobre las obras de la Ley, el otro fundado sobre la gracia de la fe en Cristo. La alternativa entre la justicia por las obras de la Ley y la justicia por la fe en Cristo se convierte así en uno de los temas predominantes en sus cartas: "Nosotros somos judíos de nacimiento y no gentiles pecadores; a pesar de todo, conscientes de que el hombre no se justifica por las obras de la Ley sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús a fin de conseguir la justificación por la fe en Cristo, y no por las obras de la Ley, pues por las obras de la Ley nadie será justificado" (Ga 2, 15-16). Y a los cristianos de Roma les reafirma que "todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús" (Rm 3, 23-24). Y añade: "Pensamos que el hombre es justificado por la fe, independientemente de las obras de la Ley" (Rm 3, 28). Lutero en este punto tradujo "justificado sólo por la fe". Volveré sobre esto al final de la catequesis, pues antes debemos aclarar qué es esta "Ley" de la que hemos sido liberados y qué son esas "obras de la Ley" que no justifican.

Ya en la comunidad de Corinto existía la opinión, que se repetirá muchas veces a lo largo de la historia, según la cual se trataba de la ley moral y que, por tanto, la libertad cristiana consistía en la liberación de la ética. Así, en Corinto circulaba la expresión “πάντα μοι έξεστιν ” (todo me es lícito). Es obvio que esta interpretación es errónea: la libertad cristiana no es libertinaje; la liberación de la que habla san Pablo no es liberación de hacer el bien.

¿Pero qué significa, por consiguiente, la Ley de la que hemos sido liberados y que no salva? Para san Pablo, como para todos sus contemporáneos, la palabra Ley significaba la Torá en su totalidad, es decir, los cinco libros de Moisés. En la interpretación de los fariseos, la que había estudiado y hecho suya san Pablo, la Torá implicaba un conjunto de comportamientos que iban desde el núcleo ético hasta las observancias rituales y cultuales que determinaban sustancialmente la identidad del hombre justo. De modo particular, la circuncisión, las observancias acerca del alimento puro y en general la pureza ritual, las reglas sobre la observancia del sábado, etc. Esos comportamientos también aparecen a menudo en los debates entre Jesús y sus contemporáneos.

Todas estas observancias, que expresan una identidad social, cultural y religiosa, habían llegado a ser singularmente importantes en el tiempo de la cultura helenística, comenzando desde el siglo III a.C. Esta cultura, que se había convertido en la cultura universal de entonces y era una cultura aparentemente racional, una cultura politeísta aparentemente tolerante, constituía una fuerte presión hacia la uniformidad cultural y así amenazaba la identidad de Israel, que se veía políticamente obligado a entrar en esa identidad común de la cultura helenística con la consiguiente pérdida de su propia identidad, que implicaba también la pérdida de la preciosa herencia de la fe de sus padres, de la fe en el único Dios y en las promesas de Dios.

Contra esa presión cultural, que no sólo amenazaba la identidad israelita, sino también la fe en el único Dios y en sus promesas, era necesario crear un muro de contención, un escudo de defensa que protegiera la preciosa herencia de la fe; ese muro consistía precisamente en las observancias y prescripciones judías. San Pablo, que había aprendido estas observancias precisamente en su función defensiva del don de Dios, de la herencia de la fe en un único Dios, veía amenazada esta identidad por la libertad de los cristianos: por eso los perseguía.

En el momento de su encuentro con el Resucitado comprendió que con la resurrección de Cristo la situación había cambiado radicalmente. Con Cristo, el Dios de Israel, el único Dios verdadero, se convertía en el Dios de todos los pueblos. El muro entre Israel y los paganos —así lo dice la carta a los Efesios— ya no era necesario: es Cristo quien nos protege contra el politeísmo y todas sus desviaciones; es Cristo quien nos une con Dios y en el único Dios; es Cristo quien garantiza nuestra verdadera identidad en la diversidad de las culturas. El muro ya no es necesario. Cristo es nuestra identidad común en la diversidad de las culturas, y es él el que nos hace justos. Ser justo quiere decir sencillamente estar con Cristo y en Cristo. Y esto basta. Ya no son necesarias otras observancias. Por eso la expresión "sola fide" de Lutero es verdadera si no se opone la fe a la caridad, al amor. La fe es mirar a Cristo, encomendarse a Cristo, unirse a Cristo, conformarse a Cristo, a su vida. Y la forma, la vida de Cristo es el amor; por tanto, creer es conformarse a Cristo y entrar en su amor. Por eso, san Pablo en la carta a los Gálatas, en la que sobre todo ha desarrollado su doctrina sobre la justificación, habla de la fe que obra por medio de la caridad (cf. Ga 5, 6).

San Pablo sabe que en el doble amor a Dios y al prójimo está presente y se cumple toda la Ley. Así, en la comunión con Cristo, en la fe que crea la caridad, se realiza toda la Ley. Somos justos cuando entramos en comunión con Cristo, que es el amor. Veremos lo mismo en el evangelio del próximo domingo, solemnidad de Cristo Rey. Es el evangelio del juez cuyo único criterio es el amor. Sólo pide esto: ¿Me visitaste cuando estaba enfermo?, ¿cuando estaba en la cárcel? ¿Me diste de comer cuando tenía hambre?, ¿me vestiste cuando estaba desnudo? Así la justicia se decide en la caridad. Así, al final de este evangelio, podemos decir casi: sólo amor, sólo caridad. Pero no hay contradicción entre este evangelio y san Pablo. Es la misma visión según la cual la comunión con Cristo, la fe en Cristo, crea la caridad. Y la caridad es realización de la comunión con Cristo. Así, estando unidos a él, somos justos, y de ninguna otra forma.

Al final, sólo podemos orar al Señor para que nos ayude a creer. Creer realmente; así, creer llega a ser vida, unidad con Cristo, transformación de nuestra vida. Y así, transformados por su amor, por el amor a Dios y al prójimo, podemos ser realmente justos a los ojos de Dios".


domingo, 23 de marzo de 2008

Los curas casados en Alemania


Queridos amigos: cumplo con lo prometido en el foro de Cardenal Kasper : ¿Qué es lo que une y lo que separa a católicos y luteranos?, prometí a Hugo (Hugo Perini Arte y Política) y a rayco (elrincóndelermitaño) hablar más de Lutero. La verdad es que este artículo no es precisamente sobre Lutero y su pensamiento, pero habla bien de él, de la libertad de que gozan sus hijos de hoy, para escoger libremente su camino.

Este artículo tiene dos posibles comienzos, el primero: Hace algún tiempo, amigos míos acudieron a un matrimonio / boda / casamiento en el Este del país, en la ex-DDR o ex-RDA. Al día siguiente (domingo) y después de haber bailado toda la noche, se levantaron temprano (o sea, no durmieron nada) porque querían asistir a la sta. Misa (así le decimos en alemán, heilige Messe).

Después de la misa, los fieles se reunieron en un ágape, un encuentro que, según he escuchado, era /es propio de estas regiones del Este de Alemania.

El párroco se acercó a saludarlos, a darles la bievenida a la comunidad parroquial y a invitarlos al ágape. Con él, estaba una mujer que él les presentó como su cónyuge.

Otro inicio para este artículo sería este: Hace un par de días, un amigo que se convirtió al catolicismo hace menos de doce meses, me entregó un artículo del Rheinischer Merkur (periódico semanal de larga tradición y muy influyente) y me dice: "mira estas historias, son como la mía, llegaron al catolicismo, tal como yo, por el mismo camino".

El artículo que me recomendó leer es: Über Familie reden die wenigsten

En él se muestra el caso de varios párrocos protestantes que, en algún momento de su carrera eclesiástica, después de haberse casado, se convirtieron al catolicismo y "la Sede Apostólica", esto es, el Papa, les dió la dispensa del Canon 1047 n° 3 del CIC, referido al impedimento de recibir el sacramento del orden establecido en el Canon 1042 n° 1

En dos de los casos, de los que se habla en más profundidad, la conversión se produjo -según cuentan los mismos párrocos- a través de María y a través del amor a la Eucaristía. Uno de ellos, Peter Moskopf, en la foto del RMerkur) dice haber sido un gran lector de Tomás de Aquino siendo estudiante de teología evangélica. Agrega que la confesión católica le da mayor libertad que la evangélica, puesto que la "banda ancha" teológica sería más amplia en el catolicismo.

En estos dos casos, los párrocos tienen hijos y ellos y su cónyuge fueron recibidos en la Igl. Católica. Algunas veces, los párrocos y sus familias viven en la casa parroquial, en otros no.

Sobre el celibato, Moskopf explica que "es una intitución sabia". Y agrega, "en realidad, ser párroco es una exigencia exagerada para él y para su familia. Y puedo sólo dar las gracias a mi sra. que lo soporte todo con tanta paciendia y con tanto amor" (1). "Después de todo, sé, por experiencia propia, lo difícil que es hoy en día, llevar un buen matrimonio, sobre todo o más que nada, siendo párroco" (2). Sí, lo he visto muchas veces entre mis amigos párrocos protestantes. Insiste en que "no quiero ser por ningún motivo, un antecedente para la supresión del celibato" (3).

En el tercer caso (nótese que hay cerca de 300 en todo el mundo, me atrevo a decir que la mayoría por estas regiones de Europa Central y debido a diferentes causas), la cónyuge siguió siendo protestante, lo que me parece que está muy bien, puesto que la libertad tiene un lugar muy importante, en el matrimonio y en la iglesia.

En la edición de papel -si mal no recuerdo porque la devolví- se cuenta de más casos, que no aparece en la reducida edición on line. En todos ellos, los protagonistas tenían relación con el Este del país, lo que no puede dejar de hacernos meditar en la influencia que el socialismo real tuvo en la religión. Parece que, en la adversidad, los creyentes se fortalecieron.

Todos los entrevistados vienen de familias evangélicas e incluso, uno de ellos de una "dinastía de pastores protestantes" de Sachsen o Sajonia (Este). En todos los casos (menos en uno, pero antes de la conversión), las relaciones con la Igl. evangélica y con sus fieles, son muy buenas.

Un amigo mío, que también viene de una de esas dinastías de pastores evangélicos y que también viene del Este del país, se convirtió (según él mismo me contó, gracias a María, al Rosario y a sus conversaciones con un obispo húngaro y sus viajes a Italia). Él no se hizo sacerdote católico y tuvo que dejar la hermosa casa parroquial protestante donde vivía con sus muchos hijos (es que los pastores evangélicos han tenido históricamente, una abundante descendencia). Lo que le significó una disminución notable de su nivel de vida, porque además, se quedó sin trabajo. Es de hacer notar que, en su caso como el de otros que conozco, las conversiones tienen lugar después de la muerte de su padre (¿querrá decir algo?).

__________________

(1) Der Zölibat ist eine kluge Einrichtung“, betont der überzeugte Ehemann und Vater. „Eigentlich ist ein Pfarrer für seine Familie eine Zumutung, und ich kann meiner Frau nur danken, dass sie das alles so geduldig und liebevoll erträgt.“

(2)
„Schließlich weiß ich aus eigener Erfahrung, wie schwer es heutzutage ist, eine gute Ehe zu führen, schon gar im Pfarramt.“

(3)
„Ich will kein Präzedenzfall für die Abschaffung des Zölibats sein“.


sábado, 22 de diciembre de 2007

La fe es una cosa (sustancia) y no actitud interior


... y pensar que casi en todas las casas tenemos (más de una) la llamada Einheitsübersetzung o Biblia ecuménica, que es la que "sirve" para las "dos iglesias", en esta, tenemos dos o tres, no sé. (Las malas lenguas dicen que los únicos que la leen son los católicos, pues los protestantes continúan leyendo la Biblia de Lutero).

Los dejo con las palabras del Papa (enc. Spe Salvi). Los puntos aparte son míos. La traducción no me deja del todo conforme.

7. Debemos volver una vez más al Nuevo Testamento. En el capítulo undécimo de la Carta a los Hebreos (v. 1) se encuentra una especie de definición de la fe que une estrechamente esta virtud con la esperanza.

Desde la Reforma, se ha entablado entre los exegetas una discusión sobre la palabra central de esta frase, y en la cual parece que hoy se abre un camino hacia una interpretación común. Dejo por el momento sin traducir esta palabra central. La frase dice así: « La fe es hypostasis de lo que se espera y prueba de lo que no se ve ».

Para los Padres y para los teólogos de la Edad Media estaba claro que la palabra griega hypostasis se traducía al latín con el término substantia. Por tanto, la traducción latina del texto elaborada en la Iglesia antigua, dice así: « Est autem fides sperandarum substantia rerum, argumentum non apparentium », la fe es la « sustancia » de lo que se espera; prueba de lo que no se ve. Tomás de Aquino[4], usando la terminología de la tradición filosófica en la que se hallaba, explica esto de la siguiente manera: la fe es un habitus, es decir, una constante disposición del ánimo, gracias a la cual comienza en nosotros la vida eterna y la razón se siente inclinada a aceptar lo que ella misma no ve.

Así pues, el concepto de « sustancia » queda modificado en el sentido de que por la fe, de manera incipiente, podríamos decir « en germen » –por tanto según la « sustancia »– ya están presentes en nosotros las realidades que se esperan: el todo, la vida verdadera.

Y precisamente porque la realidad misma ya está presente, esta presencia de lo que vendrá genera también certeza: esta « realidad » que ha de venir no es visible aún en el mundo externo (no « aparece »), pero debido a que, como realidad inicial y dinámica, la llevamos dentro de nosotros, nace ya ahora una cierta percepción de la misma.

A Lutero, que no tenía mucha simpatía por la Carta a los Hebreos en sí misma, el concepto de « sustancia » no le decía nada en el contexto de su concepción de la fe. Por eso entendió el término hipóstasis/sustancia no en sentido objetivo (de realidad presente en nosotros), sino en el sentido subjetivo, como expresión de una actitud interior y, por consiguiente, tuvo que comprender naturalmente también el término argumentum como una disposición del sujeto.

Esta interpretación se ha difundido también en la exégesis católica en el siglo XX –al menos en Alemania– de tal manera que la traducción ecuménica del Nuevo Testamento en alemán, aprobada por los Obispos, dice: « Glaube aber ist: Feststehen in dem, was man erhofft, Überzeugtsein von dem, was man nicht sieht » (fe es: estar firmes en lo que se espera, estar convencidos de lo que no se ve).

En sí mismo, esto no es erróneo, pero no es el sentido del texto, porque el término griego usado (elenchos) no tiene el valor subjetivo de « convicción », sino el significado objetivo de « prueba ». Por eso, la exegesis protestante reciente ha llegado con razón a un convencimiento diferente: « Ahora ya no se puede poner en duda que esta interpretación protestante, que se ha hecho clásica, es insostenible »[5].

La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve.

Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro « todavía-no ». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.