Anécdota de los viejos reyes
Caramba, se cantaba en D.,
soldados, oficiales, hombres de gobierno;
sobre el Mar del Norte brillaba un insólito día de sol;
tenía veinte años
y hacía poco era rey;
consideraba al rey de Dinamarca como mi padre -
o uno de ellos, porque de padres tenemos un ejército entero;
a los veinte años ellos te miran con indiferencia o con odio,
pero siempre con una insensata voluntad de enseñar -¿qué?
Ahora tengo la edad de ellos;
aquí F. ¡otra que cantos militares de alegría!
¡Otra que banquetes oficiales para hombres solos
que se emborrachan y se dan palmadas en la espalda!
Aquí se cantan extrañas antífonas;
y naturalmente están presentes, por derecho, curas y mujeres.
Tenía veinte años
y había matado al Monstruo,
había hecho
la del gran héroe, como son tantos jóvenes y no lo saben;
y por eso, grandes fiestas, grandes amores:
el mañana nos tocaba,
como si hubiera quien sabe cuántos otros Monstruos para matar;
no hubo más, como era natural;
el que había vencido en los bosques de D. fue un caso único;
pero no importa, nuestros pechos igual estaban llenos
de alegría y de certeza del futuro.
Y ahora estoy aquí, la vida se fue,
tengo la edad de aquel viejo carcamal del rey de Dinamarca
que me había llamado, lleno de dolor y ansia por su pueblo
(que creyese yo en esas cosas, está bien, ¡pero él, el viejo sabio!)
y escucho las fatales antífonas
que no se puede propiamente decir que sean alegres;
estoy muriendo,
pero no de muerte natural:
muero de heridas:
he matado de hecho (¡¡a mi edad!!) un nuevo Monstruo;
sí, piensen, en las forestas en torno a mi ciudad, a F.,
se ha presentado un Monstruo: un segundo caso único, es evidente:
lo enfrenté, como cuando tenía veinte años -
¿qué podía hacer?- ¡y logré dejarlo fuera de combate otra vez!
Increíble: pero la victoria no la gozo esta vuelta;
no se bebe, no hay francachela,
no se mira con los ojos ebrios un largo mañana;
ha sido una victoria infeliz:
aunque los Monstruos hayan sido dos, y dos las victorias,
¡un hombre no goza más que de una victoria en la vida!
Pier Paolo Pasolini (Bolonia, Italia, 1922-Ostia, Italia,1975) "Appendice a Trasumanar e organizzar", Tutte le poesie, Mondadori, Milán, 2003
Versión: Jorge Aulicino
Otra Iglesia Es Imposible: Pasolini - Círculo de Poesía - Calle del Orco - Quimera - ABC
Foto: Télam
Aneddoto dei vecchi Re
Capperi, si cantava a D.,
soldati, ufficiali, uomini di governo;
sul mare del Nord brillava un'insolita giornata di sole;
avevo vent'anni
e da poco ero Re;
consideravo il Re di Danimarca come mio padre -
o uno dei padri, ché di padri abbiamo un intero esercito;
a vent'anni essi ci guardano o con distacco o con odio,
ma sempre con una dissennata voglia d'insegnare - che cosa poi?
Adesso ho la loro età;
qui a F. altro che canti militari di gioia!
Altro che banchetti ufficiali per uomini soli
che si ubriacano e si danno manete sulle spalle!
Qui se cantano strane antifone;
e naturalmente sono presenti, di diritto, preti e femmine.
Avevo vent'anni
e avevo ucciso il Mostro;
gliel'avevo fatta
da bravo eroe como son tanti giovani e non lo sanno;
e perciò grandi feste, grandi amori;
il domani toccava a noi;
come se ci fossero chissà quanti altri Mostri da ucccire;
non ce ne furono più, com'era naturale;
quello che avevo vinto, nelle foreste di D., era un caso unico;
ma non importa, i nostri petti erano ugualmente pieni
di gioia e di certeza del futuro.
E ora sono qui, la vita se n'è andata
ho la età de quel vecchio bacucco del re di Danimarca
che mi aveva chiamato, pieno di dolore e ansia per il suo popolo
(che ci credessi io a queste cose va bene, ma lui il vecchio saggio!)
e ascolto le fatali antifone
che non si può proprio dire che siano allegre;
sto morendo,
ma non di morte naturale:
io muoio di ferite:
ho ucciso infatti (alla mia età!!) un nuovo Mostro;
sì, pensate nelle foreste intorno alla mia città, a F.,
si è presentato, un Mostro: un secondo caso unico, è evidente:
l'ho affrontato, come quando avevo vent'anni -
cosa dovevo fare? - e son riuscito a farlo fuori un'altra volta!
Incredibile: però la vittoria stavolta non me la godo;
non si beve, non si fa bisboccia,
non si guarda con gli occhi ubriachi a un lungo domani;
è stata una vittoria infelice:
anche si i Mostri sono stati due, e due le vittorie,
un uomo non gode che una sola vittoria nella vita!