La lechuza
Así la llaman porque se asemeja
al ave de rapiña. Ella lo sabe.
Y por eso quizá la pobre vieja
es cada vez más parecida al ave.
Gracia plena, 1923
Canto al camionero nocturno
Hay barcos, muchos barcos, de hermosos nombres.
Nombres que no se olvidan, llegan, se van.
También hay trenes para nombrar soñando:
“El tren azul”, “El escocés volante”, “El internacional”. . .
Este va de un país a otro país.
Es como el huracán.
Hace temblar el suelo y deshoja los árboles.
Yo lo he visto pasar,
y lo he corrido con mi caballo
en clara noche, además.
Volvía con mujeres de otras tierras.
Cruzaba el campo como un gran collar.
Pero ni tren, ni barco, ni poema
tienen un nombre igual
a aquel que el camionero de mi pueblo
le ha puesto a su camión para viajar.
Trigo del año y sobre el trigo hombres
van a la capital.
“Voy hacia ti” los lleva por montes y limpiadas,
una luz roja atrás.
Labradores que están sobre el camino
oyen y dicen: “Ahí va”.
Lo dice el pescador cuando el camión
pasa el gran puente de metal,
y lo dice la niña que está sola y no duerme
porque es su tiempo de esperar.
Ella se arregla cada vez.
Sueña con la ciudad.
Si está en la puerta, deja que la luz
la deslumbre al pasar.
El camionero es joven, fuerte, valeroso.
Ama la libertad.
Tiene el viento del campo en el cabello;
el verano en la faz.
“Voy hacia ti” se llama su camión.
El camión llegará.
Su luz ciega las sombras
con un largo puñal.
El camionero es joven, ágil, animoso.
Ama la vida, ama la paz.
Tiene los ojos que no mienten;
el corazón fuerte, leal.
“Voy hacia ti” se llama su camión.
El camión llegará.
No importa que la lluvia se adelante,
que el árbol caiga, colosal;
que el motor haga alto
como la burra de Balaam. (*)
El camionero de mi pueblo
sabe esperar.
Deja que se le acerque y lo rodee
el silencio total;
pone la cara sobre el brazo y mira
un día entero o más;
dialoga con la bestia que lo observa,
sobre el bien, sobre el mal,
o se echa a dormir entre las ruedas,
como en can.
Ya se oirá decir a los que esperan:
“Ahí va; Ahí va”.
El camionero es joven, fuerte, valeroso.
Ama la libertad.
Tiene un amigo en el umbral del monte,
que agua y aire le da.
En el umbral del monte están hablando
dos hombres de verdad.
Están hablando al pie de una figura,
el guía de metal;
hablan de una paloma que se ha ido
y que hay que alcanzar.
Una mujer con niño los contempla.
Se la ve hermosa y en paz.
Ni tren, ni barco, ni poema hermoso
tienen un nombre igual
al del camión que ya atraviesa el monte
con una estrella atrás.
Va en busca de la luz entre las sombras.
La va a encontrar.
Lleva el amor bajo una blanca lona,
lleva cereal.
El camino es de liebre sorprendida;
de casa sola, aquí y allá;
de niebla echada sobre el paso
y de lejano cantar.
El hombre escucha, la mujer escucha;
la garza escucha, ángel de paz.
Todos escuchan en la noche,
hasta el muñeco de metal.
El camión va trillando las tinieblas.
El camión llegará.
(*) Balaam, profeta bíblico. El pasaje de Balaam y su burra
se encuentra en Números 22 – Vers. 21 a 27 de la Biblia.
Cantos del hombre, 1960
Máquina de coser
Ella hacía la lluvia que no existe,
para tu sueño, hermana, y para el mío.
Era muy bella, pero bella y triste.
Su pelo era de sauce sobre el río.
Tenía un costurero de amapola;
de pechirrojo un corazón colgado.
Era muy bella, pero bella y triste.
Su pelo era de sauce despeinado.
¿Cuándo dormía aquella dolorosa,
siempre doblada sobre quien dormía,
siempre callada y para siempre hermosa?
Se deshojaba un día y otro día.
Sus hojas por el suelo eran de rosa.
Pero ella era la rosa que volvía.
Tenía un costurero de arvejilla;
de pechirrojo su corazón clavado,
y siempre en una aguja con colilla
el hemisferio del dedal dorado.
En una caja de cartón que olía
al ramito de brezos de la tapa,
todos los hilos de esperar tenía,
del blanco puro al negro de solapa.
Y degollada en rojo de grosella
tenía una paloma en un pañuelo
que siempre estaba donde estaba ella.
Porque para llorar era su pelo.
Lluvia con sol y lluvia con estrella.
Siempre su dulce lluvia en nuestro cielo.
El nivel y su lágrima, 1963