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domingo, noviembre 24, 2013

Gerard Manley Hopkins / El eco plomizo





















¿Cómo conservarla... hay algo, algo, no hay nada
en ningún lugar conocido, lazo o broche o trenza
o traba, cuerda, cerrojo o pasador o llave para retener
la belleza, preservarla, belleza, belleza... de
la disolución?
Oh, ¿no hay un medio de alisar estas arrugas,
                      estriadas arrugas profundas,
de alejar estos funestísimos mensajeros, callados
                     mensajeros,
tristes y furtivos mensajeros del gris?
No, no hay ninguno, no hay ninguno, oh, no hay
                     ninguno,
ni por mucho tiempo podrás, como ahora, ser
                     llamada bella,
a pesar de cuanto puedas hacer, de que hagas lo que
                      puedas,
es sabiduría desesperarse por anticipado:
comienza, pues, tú; ya que no, nada puede hacerse
para tener a raya
los años y los males de la edad, cabellos blancos,
pliegues y arrugas, la declinación, el morir, el
                     detrimento
de la muerte, sudarios, tumbas y gusanos y el
                      desplomarse
de la disolución;
de modo que comienza, comienza a desesperar:
Oh, no hay nada; no, no, no, no hay nada:
comienza a desesperar, a desesperar,
desespera, desespera, desespera.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889), Alberto Girri, Versiones, Corregidor, Buenos Aires, 1974

 Imagen: Gerard Manley Hopkins en 1880, por Forshaw & Coles National Portrait Gallery

sábado, mayo 07, 2011

Gerard Manley Hopkins / Despierto y siento la pelambre...


















(Despierto y siento la pelambre…)

Despierto y siento la pelambre de la sombra, no del día.
¡Qué horas, oh qué horas tan negras pasamos
esta noche! ¡Qué visiones, corazón, has visto, qué caminos caminado!
Y muchos más vendrán, hasta la luz última y tardía.

Doy fe de lo que digo. Pero donde digo
horas quiero decir años, decir vida. Y mi lamento
es reclamo innumerable, cartas muertas que yo intento
enviar al tan distante, ¡ay!, y más amado amigo.

Soy pura hiel, ardor de estómago. Los más hondos decretos
de Dios me hicieron probar sabor amargo: yo era mi sabor;
los huesos en mí se apuntalaron, la carne se llenó, la sangre colmó la maldición.

El leudante del espíritu fermenta una masa sosa. Veo
que así son los condenados, y sus flagelos son
como yo el mío, sus propios yóes sudorosos, mas peor.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889), Mirta Rosenberg, "Conversos", El árbol de las palabras. Obra reunida 1984/2006, editorial Bajo la Luna, Buenos Aires, 2006

Imagen: Gerard Manley Hopkins a los 19 años, por George Giberne National Portrait Gallery, Londres


(I wake and feel the fell…)

I wake and feel the fell of dark, not day.
What hours, O what black hours we have spent
This night! what sights you, heart, saw; ways you went!
And more must, in yet longer light’s delay.

With witness I speak this. But where I say
Hours I mean years, mean life. And my lament
Is cries countless, cries like dead letters sent
To dearest him that lives alas! away.

I am gall, I am heartburn. God´s most deep decrees
Bitter would have me taste: my taste was me;
Bones built in me, flesh filled, blood brimmed the curse.

Selfyeast of spirit a dull dough sours. I see
The lost are like this, and their scourge to be
As I am mine, their sweating selves, but worse.

jueves, mayo 05, 2011

Gerard Manley Hopkins / Consuelo de la carroña



Consuelo de la carroña

No. Desesperación, no, podrido alimento, no haré de ti mi banquete;
no quiero desatar -por flojas que estén- estas últimas ligaduras del hombre
en mí, ni, en la extrema fatiga, gritar: no puedo más. Puedo;
algo puedo: esperar, desear que llegue el día, no elegir no ser.
Pero ah, pero oh tú, terrible, ¿por qué rudamente quieres sobre mí
grabar cono en la roca tu pie derecho, retorcedor del mundo?
/¿Clavar en mí una garra de león? ¿Hurgar
con tenebrosos ojos en mis huesos quebrados? ¿Aventarme, oh,
en remolinos de tempestad, amontonarme allí, furioso por esquivarte y escapar?
¿Por qué? Para que mi paja se disperse, mi grano permanezca limpio y puro.
Más aun, en toda ese pena, esa tortura desde que (parece) besé el látigo,
antes bien, la mano, mi corazón, ¡oh, mira!, mi fuerza replegada,
/furtiva mi alegría, quisiera reír, vivar.
¿Vivar a quién? ¿Al héroe cuyo gesto me precipitó abajo, su pie
me aplastó? ¿O a mí que combatí? ¿Cuál de los dos?
¿El uno y el otro? Aquella noche, aquel año
de tinieblas ahora disipadas, me tendí, miserable, luchando (¡oh Dios mío!)
/con mi Dios.

Gerard Manley Hopkins (Essex, 1844-Dublin, 1889), Alberto Girri, "Lírica de percepciones. G. M. Hopkins: cuatro poemas", 1983, Obra poética IV, Ediciones Corregidor, 1984


40. (Carrion Comfort)

NOT, I’ll not, carrion comfort, Despair, not feast on thee;
Not untwist—slack they may be—these last strands of man
In me ór, most weary, cry 
I can no more. I can;
Can something, hope, wish day come, not choose not to be.
But ah, but O thou terrible, why wouldst thou rude on me
Thy wring-world right foot rock? lay a lionlimb against me? scan
With darksome devouring eyes my bruisèd bones? and fan,
O in turns of tempest, me heaped there; me frantic to avoid thee and flee?

Why? That my chaff might fly; my grain lie, sheer and clear.
Nay in all that toil, that coil, since (seems) I kissed the rod,
Hand rather, my heart lo! lapped strength, stole joy, would laugh, chéer.
Cheer whom though? the hero whose heaven-handling flung me, fóot tród
Me? or me that fought him? O which one? is it each one? That night, that year
Of now done darkness I wretch lay wrestling with (my God!) my God.

Poems of Gerard Manley Hopkins now first published, edited with notes by Robert Bridges. London, Humphrey Milford, 1918.
Bartleby.com

Ilustración: Jonás, 1511, Michelangelo Buonarroti, Capilla Sixtina

lunes, agosto 31, 2009

Gerard Manley Hopkins / Perfección





















El hábito de la perfección

Silencio elegido, canta para mí
Y bate en mi oreja de caracol,
Condúceme a calmas pasturas y sea
Tu música la que guarda el corazón.

No den forma a nada, labios, amorosamente mudos:
Es el cierre, el toque de queda enviado
Desde donde vienen todas las capitulaciones
Lo único que los hace elocuentes.

Cubiertos sean los ojos por doble penumbra
Y encuentren la luz no creada:
Esa muchedumbre vacilante que observas
Enreda, roba, se burla de la simple visión.

¡Paladar, conejera de sabrosa lujuria,
No desees ser lavado con vino:
Debería ser tan dulce su cántaro, su piel
Tan fresca como la del divino ayuno!

¡Fosas de la nariz, el descuidado aire que gastan
Sobre la agitación y las torres del orgullo
Con qué deleite dispersarán los incensarios
A lo largo de las naves del santuario!

Oh manos como prímulas al tacto, pies
Que quieren pisar el césped afelpado;
Pero tú caminarás la calle dorada
Y tú revelarás y hospedarás al Señor.

Y, Pobreza, sé tú la esposa
Inicia ahora la fiesta de bodas,
Y ropas del color de los lirios trae
A tu esposo, no trabajadas ni tejidas.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889)
Versión de J. Aulicino

The Habit of Perfection
Elected Silence, sing to me / And beat upon my whorlèd ear, / Pipe me to pastures still and be / The music that I care to hear. // Shape nothing, lips; be lovely-dumb: / It is the shut, the curfew sent / From there where all surrenders come/ Which only makes you eloquent. // Be shellèd, eyes, with double dark / And find the uncreated light:/ This ruck and reel which you remark / Coils, keeps, and teases simple sight. // Palate, the hutch of tasty lust, / Desire not to be rinsed with wine: / The can must be so sweet, the crust/ So fresh that come in fasts divine! // Nostrils, your careless breath that spend / Upon the stir and keep of pride, / What relish shall the censers send / Along the sanctuary side!// O feel-of-primrose hands, O feet / That want the yield of plushy sward, / But you shall walk the golden street / And you unhouse and house the Lord. // And, Poverty, be thou the bride/ And now the marriage feast beguin, / And lily-coloured clothes provide / Your spouse not laboured-at nor spun.

PoemHunter

Retrato: G.M. Hopkins, por Anne Eleanor Hopkins, 1859 National Portrait Gallery, Londres

miércoles, febrero 07, 2007

Gerard Manley Hopkins / La noche estrellada


La noche estrellada

¡Mira las estrellas! ¡Mira, mira arriba hacia el cielo!
¡Oh, mira ese pueblo de fuego posándose en el aire!
¡Las villas luminosas, las ciudadelas circulares!
Abajo, en sombríos bosques, las minas de diamantes, los ojos de los elfos,
el césped gris helado allí donde el oro, el oro veloz yace.
¡Mostellares batidos por el viento! ¡Etéreos álamos encendidos en llamas!
Copos de palomas se lanzan flotando para sobresalto del corral.
¡Ah bien! todo eso está en venta, todo eso tiene un precio.
¡Compra entonces, oferta entonces! —¿Cómo?— con oraciones, paciencia, limosnas, votos.
¡Mira, mira, el revuelo de mayo sobre las ramas del huerto!
¡Mira, marzo en flor sobre los sauces alimentados de amarillo!
Éstos son en verdad el granero; puertas adentro de la casa
las mieses. La empalizada brillante encierra a los esposos:
Hogar de Cristo, Cristo y su madre y todos sus santos.

Gerard Manley Hopkins (Essex, Inglaterra, 1844-Dublin, 1889)
Traducción: Delia Pasini

Foto: Gerard Manley Hopkins, 1880 Forshaw & Coles/National Portrait Gallery