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sábado, abril 17, 2021

Diego Brando / De "El reino de los peces"



6

Nadie responderá el teléfono, nadie
tampoco va a llamar. Somos personas
desperdigadas, material que dejó la guerra.
Y sobre nosotros torres de alta tensión,
kilómetros que nos separan de nuestros parientes.
¿Oíste el último estallido? ¿Viste el ganado
desvanecerse entre la niebla?
El agua ya no apacigua,
el dinero vale menos que una pizca,
y la voluntad se pudrió en el último diluvio.
Dios sabe de castigos, y es un energúmeno;
un ser que vive en un cielo más alto de lo que creíamos.
Por eso, hermano, vos que huís de la tierra que habitaste,
retomá tu arado y salí a caminar,
en las rutas te esperan los baches y los bueyes.


13

Recuerdo el miedo,
mi padre en la terraza saludaba
con su mano izquierda
mientras oprimía el futuro con la derecha.
Y hubo que mudar, replantearse,
extranjerizarse hasta el sur de la tierra,
y luego ver el ocaso seguido de la aurora.
Nieve por todas partes
aunque no la hayamos visto nunca,
cenizas de papel en el piso.
Bastaba el aire. Ya no.

Diego Brando (Leones, Córdoba, Argentina, 1987)

El reino de los peces
,
Barnacle,
Buenos Aires, 2021









martes, septiembre 24, 2019

Diego Brando / Dos poemas














Ruido de ángeles cayendo en el patio
y de insectos tragados por las arañas.
Los frutos crecen y absorben la noche
y destilan el azul más bravo del universo.
He oído demasiado caerse
el mundo sobre la casa,
y cargar con sus cimientos sería
darle de comer a los chacales.
Se precipita la lluvia y las gotas golpean
sobre el cobertizo, como un oro pálido.
Huyo entre la bruma y pienso en no regresar;
detrás cuelgan las ropas de los muertos.
Qué loca idea fue nacer, madre,
en noche de tormenta y lloviznas.
Algo se quebró desde el principio.

[inédito]

*

El cuerpo pide que lo rieguen
como esas plantas al comenzar el verano,
hojas y flores apuntando hacia la tierra.
El pequeño demonio que se posa
sobre la nuca y los brazos deja marcas
que arden al contacto con la lluvia,
y es preciso correr por las avenidas
del pueblo hasta refugiarse
en un pequeño alero de alguna casa ajena.
Somos jóvenes del interior,
vivimos entre la pereza y la insolación,
y correr resulta un acto desesperado.
Pero corremos y miramos quién se adelanta,
quién se queda detrás, y sonreímos.
Encontramos oro en una tierra abandonada.

de Frontera, Vilnius, Córdoba, Argentina, 2016

Diego Brando (Leones, Córdoba, Argentina, 1987)

Ref.:
Editorial Vilnius
El Poeta Ocasional
Poesía
El Furgón
Op. Cit.
De lo que no Aparece en las Encuestas
Otra Iglesia Es Imposible

Foto: Diego Brando Facebook

domingo, marzo 04, 2018

Diego Brando / Detrás de nosotros, palomas...

















Detrás de nosotros, palomas blancas y negras
sobre los galpones abandonados
que antes conservaban intactos camiones de acero.
Volvos de todo tipo: Frontal, Titán y Deux.
Conmigo el electricista que instala en el fondo del patio
un farol restaurado para darle seguridad a mi familia.
Me dice: “Hay que pintar el techo, las paredes,
sacar el barro que se junta y que te agrieta la casa”.
Yo pienso que sí, que ya lo voy a hacer,
mientras me acomodo el gorro polar sobre la cabeza.
Cuando termine y se vaya, prenderé un cigarrillo
y esperaré la noche. Más tarde, sentiré el arrullo de las palomas
y sabré finalmente cuánta pena valió
haber dado luz sobre el desastre.

[inédito]

Diego Brando (Leones, Argentina, 1987)

Ref:
Op.Cit.
Poetas Argentinos
El Poeta Ocasional

sábado, enero 28, 2017

Diego Brando / Dos poemas
















de "Verano"

El ruido del tren en el paso a nivel más cercano
y la sombra proyectada de todo un grupo de álamos,
plantados pero no podados, sobre nuestras siluetas,
ponen en duda, una vez más, nuestra existencia.
¿Estaremos allí, de verdad presentes, o seremos
personajes de un pequeño drama imaginario?
En las noches del pueblo donde residimos
o, más bien, en el que soportamos las bromas
de un dios urbano que quiere por momentos borrarnos,
intentamos, a pesar del ruido, conversar
sobre nuestras vidas, o lo que sería de ellas
si las sombras y los sonidos no nos ocultaran.
Brillamos en el interior de nuestras casas
pero afuera somos apenas sombras de nada.
Levantamos la voz, nos corremos del lugar oscuro
buscando la luz, pero no es suficiente,
la escenografía de un teatro divino nos eclipsa
y un pequeño telón parece cerrarse ante nosotros.

*

Cuando mi madre hace un silencio
es porque sobrevuela sus flores
un colibrí de tonos azules.
Las tardes de verano en el patio
con los gatos extendidos a la sombra
de un aromo que crece enorme
suelen tener esa manifestación divina.
El pájaro puede irse y luego volver
construyendo otro silencio.
Yo solo pienso y contemplo,
así ha sido la vida de mi madre:
un momento detenido tras otro
en el que la muerte se ha querido posar en ella
con la prestancia de un pájaro eléctrico.

Diego Brando (Leones, Argentina, 1987)

Frontera,
Vilnius,
Córdoba, Argentina, 2016









Foto: Diego Brando en FB