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lunes, julio 22, 2024

Hart Crane / De "El puente"




V. Tres canciones

        "Una es Sestos, la otra la altísima Abidos."
                                                        Marlowe

La Cruz del Sur

Yo te deseaba, Mujer del Sur, sin nombre,
no eres espectro, sino absoluta -aún más sola
que la Cruz del Sur cuando toma la noche
y le quita las fajas, una a una-
alta, serena,
            lejos del lento fuego humeante
de los cielos bajos-
                   ¡vaporosas cicatrices!
¡Eva! ¡Magdalena!
¿o eres María?

Llamémosla como queramos -su nombre cae, vano, sobre la ola.
¡Ay, Venus simiesca, Eva desamparada,
si casar, vacilante, sin jardín, que te lamentas
por siempre con guitarras arrebatadas por el viento sobre cubiertas
     soltiarias,
¡por fin todas responderán en una misma tumba!

¡Y esa larga estela de fósforo,
iridiscente
surco de nuestro viaje, rezagado escarnio!
Ante su beso se desintegra la mirada. Su lento conjuro
provoca un alarido. Obsesionada por esa visión pasada
la mente se deshace en saliva, y murmura el infierno.

Yo te deseaba... Las ascuas de la Cruz
trepaban al sesgo y se apiñaban, aromáticas.
Es sangre recordar; es fuego
volver a balbucear... Es
Dios-tu falta de nombre. Y la estela-
la noche entera el agua se encrespaba con negra
insolencia. Tú escurrías, sosegada, consumada.
El agua batía esa atormentante espiral, tu

acariciado pelo-dócil, ¡ay! de tantos brazos.
Sí, Eva, ¡espectro de mi simiente no amada!

La Cruz, un fantasma, curvada-caía bajo la aurora.
La luz sofocaba los líticos trillones de tu desove.


Jardín Nacional de Invierno

Contundentes traseros con rosados abalorios
invitan el necesario forcejeo nebuloso
de aviesos ojos... Aquí no hay trapos que amortigüen:
el mundo es algo fácil, flagrante y sudoroso.

Y mientras las piernas provocan ensaladas en la mente
uno prolijamente elige a su rubia entre el humo.
Sin embargo, siempre se espera a otra persona, siempre -
(luego uno se dirige a la primera salida entre el humo).

Siempre y por fin, antes del último son,
cuando estallan los fuegos de artificio, comienza
en algún lado una escaramuza retumbante de violines,
un eco barato de todo eso comienza.

Y ¿diremos que es más blanca que la nieve?
Rociada primero de rubí, luego de brillo esmeralda,
menos llorosa y menos feliz (¿quién conoce su sonrisa?)
el desliz de una mirada muestra su arenisca gris.

Sus ojos existen en el menear de sus tetas,
las perlas sacuden sus caderas como aluvión de remolineantes
     sartas.
Sus inanes anillos serpenteantes entre ellos se montan,
falsas turquesas en manos de oropel.

Esperamos que caigan las perlas en un contorsionante charco
-todo, salvo su panza, en el piso se ha desmoronado-
y con el lascivo azote del último compás enmudecido
huimos de sus espasmos por un portal descarnado...

Pero al vacío trapecio de tu carne,
¡ay Magdalena! para morir solos volvemos al redil.
LUego tú, parodia de nuestra lascivia-y de nuestra fe-
nos arrastras de vuelta a la vida, hueso tran infantil hueso.


Virginia

Ay, lluvia a las tres,
cheque a las diez-
sonríe y rechaza a tu jefe,
¿qué harás, María?
Pasan las tres, pasan las diez,
y te aguardo todavía-

¡Ay María de los azules ojos y el clarete chal,
María de los sábados, mía!

¡Agudo carrillón
de campanas de rosetón!
Palomas por un millón
y en la calle del Príncipe es primavera
y el verdor de los higos reverbera
junto a las ostras.

¡Ay, María, asomada a la alta torre güera,
suéltate la rubia cabellera!

En lo alto del mediodía de primavera
sobre las cornisas de narcisos
brotan, descarriadas, las violetas.
En Bleecker juegan a los dados las pandilas-
peonías con crines de caballo-
y hay nomeolvides en los cristales:

¡Desde la alta torre resplandece,
María de las Catedrales,
resplandece!

[1930]

Hart Crane (Garretsville, Ohio, Estados Unidos, 1899 - Golfo de México, 1932), "El puente", Hart Crane y El puente, Colihúe, Buenos Aires, 2008
Introducción y versión de Rolando Costa Picazo

Más poemas de Hart Crane en

Se puede consultar la obra poética de Hart Crane en inglés en Voetica y en Internet Archive


V. THREE SONGS 

The one Sestos, the other Abydos hight
Marlowe


SOUTHERN CROSS 

I WANTED you, nameless Woman of the South, 
No wraith, hut utterly — as still more alone 
The Southern Cross takes night 
And lifts her girdles from her, one by one — 
High cool, 
       wide from the slowly smoldering fire 
Of lower heavens, — 
       vaporous scars! 

Eve! Magdalene! 
or Mary, you? 

Whatever call—falls vainly on the wave. 
0 simian Venus, homeless Eve, 
Unwedded, stumbling gardenless to grieve 
Windswept guitars on lonely decks forever; 

Finally to answer all within one grave! 

And this long wake of phosphor, 
iridescent 
Furrow of all our travel—trailed derision! 
Eyes crumble at its kiss. Its long-drawn spell 
Incites a yell. Slid on that backward vision 
The mind is churned to spittle, whispering helL 

I wanted you . . . The embers of the Cross 
Climbed by aslant and huddling aromatically. 

It is blood to remember; it is fire 
To stammer back ... It is 
God—your namelessness. And the wash — 
All night the water combed you with black 
Insolence. You crept out simmering, accomplished. 
Water rattled that stinging coil, your 

Rehearsed hai—docile, alas, from many arms. 
Yes, Eve—wraith of my unloved seed! 

The Cross, a phantom, buckled — dropped below the dawn. 
Li^t drowned the lithic trillions of your spawn. 


NATIONAL WINTER GARDEN 

Outspoken buttocks in pink beads 
Invite the necessary cloudy clinch 
Of bandy eyes. ... No extra mufflings here: 
The world’s one flagrant, sweating cinch. 

And while legs waken salads in the brain 
You pick your blonde out neatly through the smoke. 
Always you wait for someone else though, always — 
(Then rush the nearest exit through the smoke). 

Always and last, before the final ring 
When aU the fireworks blare, begins 
A tom-tom scrimmage with a somewhere violin. 
Some cheapest echo of them all—begins. 

And shall we call her whiter than the snow? 
Sprayed first with ruby, then with emerald sheen — 
Least tearful and least glad (who knows her smile?) 
A cau^t slide shows her sandstone grey between. 

Her eyes exist in swivellings of her teats, 
Pearls whip her hips, a drench of whirling strands. 
Her silly snake rings begin to mount, surmoimt 
Eadi other — turquoise fakes on tinselled hands. 

We wait that writhing pool, her pearls collapsed, 
— All but hmr belly buried in the floor; 
And tibe lewd trounce of a final muted beat! 
We flee her spasm through a fleshless door...

Yet, to the empty trapeze of your flesh, 
0 Magdalene, each comes back to die alone. 
Then you, the burlesque of our lust — and faith, 
Lug us back lifeward—bone by infant bone. 


VIRGINIA 

0 RAIN at seven, 
Pay-check at eleven — 
Keep smiling the boss away, 
Mary (what are you going to do?) 
Gone seven— gone eleven, 
And I’m still waiting you — 

0 hlue-eyed Mary with the claret scarf, 
Saturday Mary, mine! 

It’s high carillon 
From the popcorn bells! 
Pigeons by the million — 
And Spring in Prince Street 
Where green figs gleam 
By oyster shells! 

0 Mary, leaning from the high wheat tower. 
Let down your golden hair! 

High in the noon of May 
On cornices of daffodils 
The slender violets stray. 
Crap-shooting gangs in Bleecker reign, 
Peonies with pony manes — 
Forget-me-nots at windowpanes; 

Out of the way-up nickel-dime tower shine. 
Cathedral Mary, 
shine! — 
---

domingo, julio 21, 2024

Hart Crane / Dos poemas




Extracto del jardín 

La manzana en su tallo es el deseo de ella,
suspensión brillante, mímica del sol.
El tallo ha capturado el aliento de ella, y su voz,
silenciosamente articulada en la inclinación y la subida
de rama en rama hacia arriba, enturbia sus ojos.
Está presa del árbol y de sus dedos verdes.

Y entonces ella viene a soñar que es el árbol,
el viento poseyéndola, trenzando sus nervaduras jóvenes,
alzándola hasta el cielo y su azul vivo,
sumergiendo la fiebre de sus manos en la luz del sol.
No tiene memoria ni miedo ni esperanza
más allá de la hierba y las sombras a sus pies.

[The Little Review, vol. 7,  n° 3, 1920 / Poems Org.]


Un nombre para todo
 
Mariposa y langosta que huyen de nuestra página
y aún aletean, no empañadas por el nombre
que sujetamos a sus cuerpos para aplacar
nuestra envidia de su libertad -̶ debemos mutilar 

porque somos usurpadores afligidos-̶ ,
omamos el ala y la marcamos sobre la mano.
Nombres que tenemos, incluso, para aplaudir en el viento;
pero debemos morir, como ustedes, para entender.
 
Soñé que todos los hombres abandonaban sus nombres y cantaban
como solo pueden alabar quienes construyen sus días
con aleta y pezuña, con ala y colmillo endulzado
descubiertos, libres y sagrados, en un solo Nombre siempre.

[Key West, póstumo; c.1932]

Hart Crane (Garretsville, Ohio, Estados Unidos, 1899 - Golfo de México, 1932), Otro Páramo, n° 24
Traducción de Yanina Audisio

Más poemas de Hart Crane en

Se puede consultar la obra poética de Hart Crane en inglés en Voetica y en Internet Archive


Garden Abstract 

The apple on its bough is her desire,—
Shining suspension, mimic of the sun.
The bough has caught her breath up, and her voice,
Dumbly articulate in the slant and rise
Of branch on branch above her, blurs her eyes.
She is prisoner of the tree and its green fingers. 

And so she comes to dream herself the tree,
The wind possessing her, weaving her young veins,
Holding her to the sky and its quick blue,
Drowning the fever of her hands in sunlight.
She has no memory, nor fear, nor hope
Beyond the grass and shadows at her feet.


 A Name For All 

Moonmoth and grasshopper that flee our page
And still wing on, untarnished of the name
We pinion to your bodies to assuage
Our envy of your freedom—we must maim 

Because we are usurpers, and chagrined—
And take the wing and scar it in the hand.
Names we have, even, to clap on the wind;
But we must die, as you, to understand. 

I dreamed that all men dropped their names, and sang
As only they can praise, who build their days
With fin and hoof, with wing and sweetened fang
Struck free and holy in one Name always.
---

jueves, octubre 02, 2008

Hart Crane / Al puente de Brooklyn


"De ir de un lado a otro por la Tierra y caminar de arriba a abajo por ella."
La Biblia, Job 


Cuántas alboradas frías desde su ondeante nido
descenderían las alas de la gaviota para girar en torno,
esparciendo blancos anillos de tumulto, erigiendo en alto
a la Libertad sobre las aguas de la bahía encadenada;

luego, con inviolada curva, abandonarán nuestra mirada,
apariciones como velámenes que cruzan
alguna página de números que ha de ser archivada;
hasta que el ascensor nos deje caer de nuestro día...

Pienso en los cines, panorámicos artificios
con multitudes inclinadas hacia una escena titilante
nunca revelada, pero a la que se regresa apresuradamente,
augurada ante otros ojos en idéntica pantalla;

y tú, al otro lado del puerto, con plateados pasos,
como si el sol se apartara y sin embargo dejara
un movimiento nunca agotado en tu camino,-
¡allí deteniendo tu libertad implícita!

De la escotilla de algún subterráneo,celda o desván
un demente corre hasta tus parapetos,
por un momento se inclina, la chillona camisa inflada como un globo.
Una danza cae desde la caravana sin palabras.

En Wall Street el mediodía se filtra desde las vigas hasta la calle,
resquicio del acetileno del cielo;
toda la tarde giran los malacates de nubes voladoras...
Tus cables aún respiran el Atlántico del Norte.

Y sombría como aquel cielo de los judíos
es tu recompensa... Confieres un atributo
de anonimato que el tiempo no podría incrementar;
exhibes la remisión y el perdón siempre vibrantes.

Ay, arpa y altar, de la furia fusionados,
(¿cómo podría el mero esfuerzo alinear el coro de tus cuerdas?)
umbral tremendo de la promesa del profeta,
plegaria del paria, y clamor del enamorado,-

otra vez las luces de tránsito que rozan tu veloz
idioma sin fracturas, suspiro inmaculado de estrellas
que perlan tu sendero, la eternidad condensan:
y hemos visto a la noche erguida entre tus brazos.

Bajo tu sombra entre los muelles yo aguardaba:
tu sombra solo en la oscuridad es clara.
Con los feroces paquetes de la Ciudad desatados
la nieve ya sumerge un año férreo...

Ay, insomne como el río que hay debajo,
bóveda del mar y de la tierra de la pradera soñadora,
extiéndete alguna vez hacia nosotros los humildes, desciende,
y de la curvatura préstale un mito a Dios. 

Hart Crane (Garretsville, Ohio, Estados Unidos, 1899-Golfo de México 1932), "El puente", Rolando Costa Picazo, Hart Crane y El puente, Colihue, Buenos Aires, 2008

Notas del Administrador:
1) El poema es el proemio a los ocho cantos en que se divide la obra El puente.
2) El sentido de la cita inicial se hace más complejo y significativo si se lee el versículo entero: "El Señor le dijo: '¿De dónde vienes?'. El Adversario respondió al Señor: 'De rondar por la tierra, yendo de aquí para allá.'" Job:1:7, El Libro del Pueblo de Dios, La Biblia, Ediciones Paulinas, Madrid, 1997.
3) Crane, considerado un modernista a veces demasiado impregnado aún de romanticismo y de impresionismo, presa de un espíritu profético, publicó el largo poema El puente en 1930. En 1932, mientras regresaba de México a Nueva York, recibió una paliza a bordo de un barco en el que intento seducir a un marino. Se arrojó al mar. Admiraba por igual a Walt Whitman y a T.S. Eliot, aunque la inmutabilidad irónica de éste lo crispaba. Oscuro aún, su poema mayor, una de las grandes obras del siglo XX en los Estados Unidos, se aclara como un poema vanguardista, polifacético, en el que la sugerencia y las connotaciones son llevadas a un extremo, aunque siempre con una rara lógica simbólica y sobre una base de imágenes concretas, consecuencia ésta del impacto que le produjo también la poesía imagista. La edición bilingüe de Costa Picazo, precedida de un estudio, se puede considerar un acontecimiento importante en la Argentina en la primera década del siglo XXI.
4) La primera edición de El puente, en 1930, fue la ocasión del debut de Walker Evans como fotógrafo. El sitio Modern American Poetry da cuenta de la preferencia de Crane por la fotografía y de cómo no se plasmó una asociación gráfica con el pintor futurista Joseph Stella, cuyas visiones del puente de Brooklyn parecían, en una mirada superficial, más apropiadas para acompañar el texto de Crane.

To Brooklyn Bridge
How many dawns, chill from his rippling rest /The seagull's wings shall dip and pivot him,/Shedding white rings of tumult, building high/Over the chained bay waters Liberty--// Then, with inviolate curve, forsake our eyes/As apparitional as sails that cross/Some page of figures to be filed away;/--Till elevators drop us from our day...// I think of cinemas, panoramic sleights/With multitudes bent toward some flashing scene/Never disclosed, but hastened to again,/Foretold to other eyes on the same screen;// And Thee, across the harbor, silver-paced/As though the sun took step of thee, yet left/Some motion ever unspent in thy stride,--/Implicitly thy freedom staying thee!// Out of some subway scuttle, cell or loft/A bedlamite speeds to thy parapets,/Tilting there momently, shrill shirt ballooning,/A jest falls from the speechless caravan.// Down Wall, from girder into street noon leaks,/A rip-tooth of the sky's acetylene;/All afternoon the cloud-flown derricks turn.../Thy cables breathe the North Atlantic still.//And obscure as that heaven of the Jews,/Thy guerdon . . . Accolade thou dost bestow/Of anonymity time cannot raise:/Vibrant reprieve and pardon thou dost show.// O harp and altar, of the fury fused,/(How could mere toil align thy choiring strings!)/Terrific threshold of the prophet's pledge,/Prayer of pariah, and the lover's cry,--// Again the traffic lights that skim thy swift/Unfractioned idiom, immaculate sigh of stars,/Beading thy path--condense eternity:/And we have seen night lifted in thine arms.// Under thy shadow by the piers I waited;/Only in darkness is thy shadow clear./The City's fiery parcels all undone,/Already snow submerges an iron year . . .//O Sleepless as the river under thee,/Vaulting the sea, the prairies' dreaming sod,/Unto us lowliest sometime sweep, descend/ And of the curveship lend a myth to God.

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Foto: s/d