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sábado, marzo 09, 2024

Carlos Martínez Rivas / Poemas




Hogar (con luz roja)

                    a Pilar y las chicas

Los escalones de madera, inseguros
para el extranjero en la oscurana, son
fácil camino para el hijo.
Alrededor de la mesa, congregada
juega a las cartas la familia; las fichas
chocan en el centro del tapete en donde
cae la luz. Discreta zumba la radio. 
Porque es pacífico este hogar, temeroso
y sólo al amor consagrado.
Llega el hijo y los hermanos del hijo
y las hermanas de los hijos acuden
a la llamada del timbre, y esperan
dichosas, con agitado pecho, en medio
del saloncito de mobiliario eterno:
los cojines color naranja y el cromo
con la góndola de Cleopatra en el Nilo.


Pequeña moral

               a Elvira

Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:

la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, sin la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia

todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.


Ars poética

¿Que eres reacia al Amor, pues su manía
de eternidad te ahuyenta, y su insistente
voz como un chirriante ruiseñor
te exaspera y quieres solamente
besar lo pasajero en la cambiante
eternidad de los fugaz? -entonces
¡soy tu hombre! Pues más hospitalario
que el mío un corazón no halló jamás
para posarse el falso amor. Igual
que llegué, parto: solo, y cuando mudo
de cielo mudo también de corazón.
Pero, atiende: no vas a hacer traición
a tu alma infiel. No intentes, si una chispa
del hijo del hombre ves en mis ojos,
descifrarla, ni trates de inquirir mucho
en mi acento y el fondo de mi vida.

Donde quiero destierro y silencio
no traspases la linde. Allí el buitre
blanco del Juicio anida y sólo el
ceño de la vida privada ¡canta!


Dicho de agur

Tras cosas me han impresionado
y una cuarta sin descifrar:

el choque sin persona de un muerto echado al agua.
Un vítor de volátil o silbato de policía en la selva.
El ¡clic! de un revólver al montarse.
Y la palabra APORIA, empleada 
por el Dr. Pedro Laín Entralgo en uno de sus ensayos,

Carlos Martínez Rivas (Ciudad de Guatemala, 1924 - Managua, 1998), Diario de Poesía n° 25, Buenos Aires, verano de 1992

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viernes, octubre 06, 2023

Rubén Darío / De "Epístolas y poemas" y de "El canto errante"




Introducción 
(a "Epístolas y poemas", fragmentos)

*

¡Lloriqueos en el cántico,
salmodias y triste queja!
Esto conocer os deja
que es algún vate romántico,
vaporoso y aeromántico,
de mucha imaginación,
el que os hará gracia con
las coplas de su talento...
Señores, ¿sabéis el cuento
del gaitero de Gijón?


*

Al par que ser sacerdote
es urgente ser verdugo;
imponer un férreo yugo
y con el yugo el azote;
hacer que del arpa brote
la sátira en la canción,
y demostrar con razón
al enjambre mundanal
que si hacemos el panal
tenemos el aguijón.

Epístolas y poemas, 1885


La bailarina de los pies desnudos

Iba en un paso rítmico y felino
a avances dulces, ágiles o rudos,
con algo de animal y de divino
la bailarina de los pies desnudos.

Su falda era la falda de las rosas,
en sus pechos había dos escudos.. .
Constelada de casos y de cosas. ..
La bailarina de los pies desnudos.

Bajaban mil deleites de los senos
hacia la perla hundida del ombligo,
e iniciaban propósitos obscenos
azúcares de fresa y miel de higo.

A un lado de la silla gestatoria
estaban mis bufones y mis mudos. . .
¡Y era toda Selene y Anactoria
la bailarina de los pies desnudos!


Esquela a Charles de Soussens *

A la vista del blanco lucero matutino,
a tu amistad envío mi saludo cordial,
pues tus dedos despiertan el alambre divino
sobre la lira, sobre el tímpano inmortal.

Tu Suiza, coronada de un halo diamantino,
circundada en abismo de torres de cristal,
alzará un día, para tu numen peregrino,
un busto blanco y fino de firme pedestal.

Compañero, que traes en tu lira extranjera
caras rosas nativas a nuestra primavera,
y que tu Ranz nos cantas en el modo español,

¡que la América escuche tu noble melodía
y a Suiza, Buenos Aires pueda enviar algún día
tu cabeza lunática coronada de sol!

El canto errante, 1907

Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Nicaragua, 1867 - León, Nicaragua, 1916), Poesías completas, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1967

* Puede verse aquí el poema que también Baldomero Fernández Moreno dedicó a Charles de Soussens (Friburgo, Suiza, 1865-Buenos Aires, 1927), figura singular de la bohemia porteña que acumulaba sus poemas en un Castillo lírico destinado a la posteridad


Foto: Rubén Darío en Nueva York, 1915. Abajo, la foto entera con dedicatoria y firma Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes




lunes, septiembre 04, 2023

Joaquín Pasos / Tres poemas




Poema inmenso

En estas tardes tu perfil no tiene línea precisa
pues no hay un límite en tu gesto para el principio de tu sonrisa
pero de repente está en tu boca y no se sabe cómo se filtra
y cuando se va nunca se puede decir si está allí todavía
lo mismo que tu palabra de la cual jamás oímos la primera sílaba
y nunca terminamos de escuchar lo que decías
porque estás tan cercana en esta lejanía
que es inútil preguntar cuándo vino tu venida
pues entonces nos parece que has estado aquí toda la vida
con esa voz eterna con esa mirada continua
con ese contorno inmarcable de tu mejilla
sin que podamos decir aquí comienza el aire y aquí la carne viva
sin conocer aún dónde fuiste verdad y no fuiste mentira
ni cuándo principiaste a vivir en estas líneas
detrás de la luz de estas tardes perdidas
detrás de estos versos a los cuales estás tan unida
que en ellos tu perfume no se sabe ni dónde comienza ni
dónde termina


Los indios viejos

Los hombres viejos, muy viejos, están sentados
junto a sus cabras, junto a sus pequeños animales mansos.
Los hombres viejos están sentados junto a un río
que siempre va despacio.
Ante ellos el aire detiene su marcha,
el viento pasa, contemplándolos,
los toca con cuidado
para no desbaratarles sus corazones de ceniza.

Los hombres viejos sacan al campo sus pecados,
éste es su único trabajo.
Los sueltan durante el día, pasan el día olvidando,
y en la tarde salen a lazarlos
para dormir con ellos calentándose.


Cementerio

La tierra aburrida de los hombres que roncan
es aquella que habitan los pájaros pobres,
las gallinas que comen las piedras,
las lechuzas que braman de noche.
Una jícara negra, una seca tinaja,
un carbón, una mierda, una cáscara.

En la tierra aburrida de los hombres que roncan,
donde viven los pájaros tristes, los pájaros sordos,
los cultivos de piedras, los sembrados de escobas.
Protejan los escarabajos, cuiden los sapos
el tesoro de estiércol de los pájaros pobres.
Los pájaros enfermos, los vestidos de sombra,
los que habitan la tierra de los hombres que roncan.

Tengo un triste recuerdo de esa tierra sin horas,
la picada de pájaros, la que se desmorona.
Con murciélagos me persigue de noche
su horizonte de barro y su luna de broza.
En la tierra aburrida de los hombres que roncan
se hizo piedra mi sueño, y después se hizo polvo.

Joaquín Pasos (Granada, Nicaragua, 1914 - Managua, 1947), Poemas de un joven, edición de Ernesto Cardenal. Fondo de Cultura Económica, México, 1962


Foto: Altazor s/d

domingo, marzo 26, 2023

Pablo Antonio Cuadra / Tres poemas



Pedro Urdemales

Pedro Urdemales, profesor
de aquella misteriosofía
mágica, dulce mentira
que hizo verdad tu boca de hablador.

¡Tus cuentos, Pedro Urdemales:
pantalón de prosa y camisa
de fantasía! ¡Refrán con sombrero
de palma! Fuiste burlero
metiéndote en berenjenales
y llenando de mentira y risa
los caminos de Chontales.

Con tu olor a monte y a sajino
-caminero, logrero, palabrero-
vendedor de cotonas y cususa
cruzaste las lomas
y los llanos. Terror
de los alcaravanes.
Ladino.
Inventor
de los cuentos de camino.
 

Por los caminos van los campesinos

De dos en dos,
de diez en diez,
de cien en cien,
de mil en mil,
descalzos van los campesinos
con la chamarra y el fusil.

De dos en dos los hijos han partido,
de cien en cien las madres han llorado,
de mil en mil los hombres han caído,
y hecho polvo ha quedado
su sueño en la chamarra, su vida en el fusil.

El rancho abandonado,
la milpa sola, el frijolar quemado.

El pájaro volando
sobre la espiga muda
y el corazón llorando
su lágrima desnuda.

De dos en dos,
de diez en diez,
de cien en cien,
de mil en mil,
descalzos van los campesinos
con la chamarra y el fusil.

De dos en dos,
de diez en diez,
de cien en cien,
de mil en mil,
¡por los caminos van los campesinos
a la guerra civil!
 
Canciones de pájaro y señora, 1929-31 y 1935


La noche es una mujer desconocida

Preguntó la muchacha al forastero:
-¿Por qué no pasas? En mi hogar
está encendido el fuego.

Contestó el peregrino: -Soy poeta,
sólo deseo conocer la noche.

Ella, entonces, echó cenizas sobre el fuego
y aproximó en la sombra su voz al forastero:
-¡Tócame! -dijo-. ¡Conocerás la noche!

El jaguar y la luna, 1958 -1959

Pablo Antonio Cuadra (Managua, 1912 - 2002), vía Poetas Famosos Nicaragüenses


Foto: Carátula

domingo, marzo 12, 2023

José Coronel Urtecho / Oda a Rubén Darío

       
                         
                                     "¿Ella? No la anuncian. No llega aún".
                                                           Rubén Darío. Heraldos

I

(Acompañamiento de papel de lija)

Burlé tu león de cemento al cabo.
Tú sabes que mi llanto fue de lágrimas,
i no de perlas. Te amo.
Soy el asesino de tus retratos.
Por vez primera comimos naranjas.
Il n’y a pas de chocolat -dijo tu ángel de la guarda.

Ahora podías perfectamente
mostrarme tu vida por la ventana
como unos cuadros que nadie ha pintado.
Tu vestido de emperador, que cuelga
de la pared, bordado de palabras,
cuánto más pequeño que ese pajama
con que duermes ahora,
que eres tan sólo un alma.

Yo te besé las manos.
"Stella -tú hablabas contigo mismo-
llegó por fin después de la parada",
i no recuerdo qué dijiste luego.
Sé que reímos de ello.

(Por fin te dije: "Maestro, quisiera ver el fauno".
Mas tú: "Vete a un convento").

Hablamos de Zorrilla. Tu dijiste:
"Mi padre" i hablamos de los amigos.
"Et le reste est literature" de nuevo
tu ángel impertinente.
Tú te exaltaste mucho.
"Literatura todo -el resto es esto".
Entonces comprendimos la tragedia.
Es como el agua cuando
inunda un campo, un pueblo
sin alboroto i se entra
por las puertas i llena los salones
de los palacios -en busca de un cauce,
del mar, nadie sabe.

Tú que dijiste tantas veces "Ecce
Homo" frente al espejo
i no sabías cuál de los dos era
el verdadero, si acaso era alguno.
(¿Te entraban deseos de hacer pedazos
el cristal?) Nada de esto
(mármol bajo el azul) en tus jardines
-donde antes de morir rezaste al cabo-
donde yo me paseo con mi novia
i soy irrespetuoso con los cisnes.

II

(Acompañamiento de tambores)

He tenido una reyerta
con el Ladrón de tus Corbatas
(yo mismo cuando iba a la escuela),
el cual me ha roto tus ritmos
a puñetazos en las orejas…

Libertador, te llamaría,
si esto no fuera una insolencia
contra tus manos provenzales
(i el Cancionero de Baena)
en el "Clavicordio de la Abuela"
-tus manos, que beso de nuevo,
Maestro.

En nuestra casa nos reuníamos
para verte partir en globo
i tú partías en una galera
-después descubrimos que la luna
era una bicicleta-
y regresabas a la gran fiesta
de la apertura de tu maleta.
La Abuela se enfurecía
de tus sinfonías parisienses,
i los chicuelos nos comíamos
tus peras de cera.

(Oh tus sabrosas frutas de cera)

Tú comprendes.
Tú que estuviste en el Louvre,
entre los mármoles de Grecia,
y ejecutaste una marcha
a la Victoria de Samotracia,
tú comprendes por qué te hablo
como una máquina fotográfica
en la plaza de la Independencia
de las Cosmópolis de América,
donde enseñaste a criar Centauros
a los ganaderos de las Pampas.

Porque, buscándome en vano
entre tus cortinajes de ensueño,
he terminado por llamarte
"Maestro, maestro",
donde tu música suntuosa
es la armonía de tu silencio…
(¿Por qué has huido, maestro?)
(Hay unas gotas de sangre
en tus tapices).

Comprendo.
Perdón. Nada ha sido.
Vuelvo a la cuerda de mi contento.
¿Rubén? Sí. Rubén fue un mármol
griego. (¿No es esto?)

"All’s right with the world", nos dijo
con su prosaísmo soberbio
nuestro querido sir Roberto
Browning. Y es cierto.

FINAL

(Con pito)

En fin, Rubén,
paisano inevitable, te saludo
con mi bombín,
que se comieron los ratones en
mil novecientos veinte i cin-
co. Amén.

[1927]

José Coronel Urtecho (Granada, Nicaragua, 1906 – Los Chiles, Costa Rica, 1994),  Oda a Rubén Darío. Poemas selectos, prólogo de Cintio Vitier, selección de Víctor Rodríguez Nuñez, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 2005, vía Semanario Universidad

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Foto: Altazor

viernes, noviembre 12, 2021

Pablo Antonio Cuadra / De "El jaguar y la luna"



Jeroglífico en la pared de un templo maya

¿Soy, acaso -como el Maya-
            la blanca
            esbelta
            intacta
            ruina
ahogada por el tiempo
            o soy
       ese verde fervor
que oculta templos
            vacíos
        y ciudades
dulcemente perdidas?
            En el glifo
         del puro existir
             mis signos
      vienen del olvido
    y van a lo inefable


Interioridad de dos estrellas que arden
                     ´
                                 A Mario Cajina Vega

Al que combatió por la Libertad
se le dio una estrella, vecina
a la luminosa madre muerta al alumbrar.
-¿Fue grande tu dolor? -preguntó
el Guerrero.
     -No tanto como el gozo
de dar un nuevo hombre al mundo.
-¿Y tu herida -dijo ella-
fue honda y torturante?
                     -No tanto
como el gozo de dar al hombre un mundo nuevo.
-¿Y conociste a tu hijo?
                     -¡Nunca!
-¿Y conociste el fruto de tu lucha?
                                  -Morí antes.
-¿Duermes? -preguntó el Guerrero.
-Sueño -respondió la madre.  


En el suburbio se recuerda a Rubén

Recojo una tuerca
-porque hay muchas-
¡más que espigas!
y un hueso
-porque hay muchos-
porque
hay muchos
entre los desechos de la industria
-Debes sentirte profeta
me dice el recién graduado
     en Business Administration
pero el lago oscuro
sus aguas gruesas
     mueve
envenenado.
-La palabra es número dice
                         mientras los niños
                         buscan desnudos
                         en el hediondo detritus. 
                          -Delicadezas
oprimieron el corazón de tus semejantes
Ahora ya estás libre
                    y vuelvo
los ojos cuando los niños gritan
                    y levantan
                    (no sin esfuerzo)
del fango
el pesado cisne muerto. 

Pablo Antonio Cuadra (Managua, 1912-2002), "El jaguar y la luna", 1959, Obra poética completa, volumen III, Libro Libre, San José, Costa Rica, 1984. Se puede ver versión en PDF


Foto: Altazor

martes, marzo 03, 2020

Ernesto Cardenal / Cuatro poemas














de Gethsemaní, Ky, UNAM, Ciudad de México, 1961:

9.
2 a.m. Es la hora del Oficio Nocturno, y la iglesia
en penumbra parece que está llena de demonios.
Esta es la hora de las tinieblas y de las fiestas.
La hora de mis parrandas. Y regresa mi pasado.
                       "Y mi pecado está siempre delante de mí".


Y mientras recitamos los salmos, mis recuerdos
interfieren el rezo como radios y como roconolas.
Vuelven viejas escenas de cine, pesadillas, horas
solas en hoteles, bailes, viajes, besos, bares.
Y surgen rostros olvidados. Cosas siniestras.
Somoza asesinado sale de su mausoleo. (Con
Sehón, rey de los amorreos, y Og, rey de Basán).
Las luces del Copacabana rielando en el agua negra
del malecón, que mana de las cloacas de Managua.
Conversaciones absurdas de noches de borrachera
que se repiten y se repiten como un disco rayado.
Y los gritos de las ruletas, y las roconolas.
                       "Y mi pecado está siempre delante de mí".


Es la hora en que brillan las luces de los burdeles
y las cantinas. La casa de Caifás está llena de gente.
Las luces del palacio de Somoza están prendidas.
Es la hora en que se reúnen los Consejos de Guerra
y los técnicos en torturas bajan a las prisiones.
La hora de los policías secretos y de los espías,
cuando los ladrones y los adúlteros rondan las casas
y se ocultan los cadáveres. Un cuerpo cae al agua.
Es la hora en que los moribundos entran en agonía.
La hora del sudor en el huerto, y de las tentaciones.
Afuera los primeros pájaros cantan tristes,
llamando al sol. Es la hora de las tinieblas.
Y la iglesia está helada, como llena de demonios,
mientras seguimos en la noche recitando los salmos.

10.
Como latas de cerveza vacías y colillas
de cigarrillos apagados, han sido mis días.
Como figuras que pasan por una pantalla de televisión
y desaparecen, así ha pasado mi vida.
Como los automóviles que pasaban rápido por las carreteras
con risas de muchachas y música de radios...
Y la belleza pasó rápida, como los modelos de los autos
y las canciones de las radios que pasaron de moda.
Y no ha quedado nada de aquellos días, nada,
más que latas vacías y colillas apagadas,
risas en fotos marchitas, boletos rotos,
y el aserrín con que al amanecer barrieron los bares.

14.
Detrás del monasterio, junto al camino,
existe un cementerio de cosas gastadas,
en donde yacen el hierro sarroso, pedazos
de loza, tubos quebrados, alambres retorcidos,
cajetillas de cigarrillos vacías, aserrín
y cinc, plástico envejecido, llantas rotas,
esperando como nosotros la resurrección.


de Salmos, Editorial Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1972:

Salmo 1

Bienaventurado el hombre que no sigue las consignas del Partido
ni asiste a sus mítines
ni se sienta en la mesa con los gánsteres
ni con los Generales en el Consejo de Guerra.
Bienaventurado el hombre que no espía a su hermano
ni delata a su compañero de colegio.
Bienaventurado el hombre que no lee los anuncios comerciales
ni escucha sus radios
ni cree en sus slogans
Será como un árbol plantado junto a una fuente.

Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925-Managua, 2020)

Otra Iglesia Es Imposible - Izquierda Diario - BBC/La NaciónEcu Red - UNAM - esQuissesA Media Voz - Poesías 
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Foto: Ernesto Cardenal, 2019 Inti Ocon/AFP/Sputnik

domingo, abril 23, 2017

Joaquín Pasos / Dejadlo todo










Dejadlo todo, ya. Dejadlo todo.
Hay nuevas ocupaciones, rápidas labores de última hora,
parece que vamos a perder el tren, que llegaremos
tarde al naufragio que nos corresponde,
ese naufragio que nuestra familia tiene señalado en el mapa
y en el cual el viejo criado tendrá a su cargo el trabajo
de recoger los zapatos de los muertos.

Joaquín Pasos (Granada, Nicaragua, 1914-Managua, 1947), Tres poetas centroamericanos, Casa de las Américas, La Habana, 1987
Envío de Jonio González

Foto: s/d

miércoles, febrero 22, 2017

Ernesto Cardenal / De "Gethsemani, Ky"















1.
En Pascua resucitan las cigarras
-enterradas 17 años en estado de larva-
millones y millones de cigarras
que cantan y cantan todo el día
y en la noche todavía están cantando.
Sólo los machos cantan:
las hembras son mudas.
Pero no cantan para las hembras:
porque también son sordas.
Todo el bosque resuena con el canto
y sólo ellas en todo el bosque no los oyen.
¿Para quién cantan los machos?
¿Y por qué cantan tanto? ¿Y qué cantan?
Cantan como trapenses en el coro
delante de sus Salterios y sus Antifonarios
cantando el Invitatorio de la Resurrección.
Al fin de mes el canto se hace triste,
y uno a uno van callando los cantores,
y después sólo se oyen unos cuantos,
y después ni uno. Cantaron la resurrección.

2.
Ha llegado al cementerio trapense la primavera,
al cementerio verde de hierba recién rozada
con sus cruces de hierro en hilera como una siembra,
donde el cardenal llama a su amada y la amada
responde a llamada de su rojo enamorado.
Donde el reyezuelo recoge ramitas para su nido
y se oye el rumor del tractor amarillo
al otro lado de la carretera, rozando el potrero.
Ahora vosotros sois fósforo, nitrógeno y potasa.
Y con la lluvia de anoche, que desentierra raíces
y abre los retoños, alimentáis las plantas
como comíais las plantas que antes fueron hombres
y antes plantas y antes fósforo, nitrógeno y potasa.
Pero cuando el cosmos vuelva al hidrógeno original
-Porque hidrógeno somos y en hidrógeno nos hemos de convertir-
no resucitaréis solos, como fuisteis enterrados,
sino que en vuestro cuerpo resucitará toda la tierra:
la lluvia de anoche, y el nido del reyezuelo,
la vaca Holstein, blanca y negra, en la colina,
el amor del cardenal, y el tractor de mayo

11.
La bocina de este auto en la carretera me es familiar
y este viento silbando en los pinos
y estremeciendo el techo de zinc del noviciado
me recuerda mi casa. Alguien llama desde el auto.
Pero mi casa, junto a la carretera
donde estaban siempre pasando los autos,
hace años fue vendida y en ella viven extraños.
El auto era desconocido y ya se fue.
Sólo el viento es el mismo. Sólo el silbido
de esta tarde lluviosa de otoño es familiar.

Ernesto Cardenal (Granada, Nicaragua, 1925-Managua, 2020), Gethsemani, Ky, Ediciones UNAM, Ciudad de México, 1961
Envío de Jonio González

Actualizado

sábado, enero 30, 2016

Rubén Darío / Divina Psiquis















1
¡Divina Psiquis, dulce mariposa invisible
que desde los abismos has venido a ser todo
lo que en mi ser nervioso y en mi cuerpo sensible
forma la chispa sacra de la estatua de lodo!
  Te asomas por mis ojos a la luz de la tierra
y prisionera vives en mí de extraño dueño:
te reducen a esclava mis sentidos en guerra
y apenas vagas libre por el jardín del sueño.
  Sabia de la Lujuria que sabe antiguas ciencias,
te sacudes a veces entre imposibles muros,
y más allá de todas la vulgares conciencias
exploras los recodos más terribles y oscuros.
  Y encuentras sombra y duelo. Que sombra y duelo encuentres
bajo la viña en donde nace el vino del diablo.
Te posas en los senos, te posas en los vientres
que hicieron a Juan loco e hicieron cuerdo a Pablo.
  A Juan virgen y a Pablo militar y violento,
a Juan que nunca supo del supremo contacto;
a Pablo el tempestuoso que halló a Cristo en el viento,
y a Juan, ante quien Hugo se queda estupefacto.

2
Entre la catedral y las ruinas paganas
vuelas, ¡oh Psiquis, oh alma mía!
-Como decía
aquel celeste Edgardo,
que entró en el paraíso entre un son de campanas
y un perfume de nardo-.
Entre la catedral
y las paganas ruinas
repartes tus dos alas de cristal,
tus dos alas divinas.
Y de la flor
que el ruiseñor
canta en su griego antiguo, de la rosa,
vuelas, ¡oh, Mariposa!,
a posarte en un clavo de Nuestro Señor.

Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, Nicaragua, 1867-León, Nicaragua, 1916), "Cantos de vida y esperanza", 1905 *, Poesías completas, ordenadas por Luis Alberto Ruiz, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1967

* El libro está dedicado a Nicaragua y a la República Argentina [N. del Ad.]

Foto: Rubén Darío c.1914. Biblioteca Nacional de Chile

domingo, marzo 16, 2014

Edwin Yllescas / A la misteriosa, andantes III y IV
















A la misteriosa
(Andante III)

Breve fue su tiempo, acaso súper y restaurante.
Temerosa del gentío al lado, el vino fue casero
blanco, o tinto siempre asaz calentó la palabra.
Los avíos de cena llegaron special delivery.
Sentencia atroz, rodó cabeza y cuerpo tumultuoso.
Colgaron y nunca nadie advirtió la horca soleada
su sistema de cuerdas y contra pesos, nadie lo vio.
Adversos al murmurador, su chiribitil fue extraño;
lobos de Gubia permanecieron en su risco
rapada en su lana negra, ella devoró oveja y pastor
vesperal siempre hubo en él, hueso por lamer y roer.
Tal como uno que sueña haber soñado con Dios
temerosos guardaron astillas para más adelante
y como no sabían dónde queda el espacio en el tiempo
buscaron redomada batalla, apenas reposo, orillados
en la puerta del más adelante. Siempre supieron, al pretérito
sólo suyo pertenece el vacío, el hollejo chupado, relamido.
Después de todo qué podía esperar el vejete.
Acaso, liar los bártulos rumbo al habitual desengaño
a la puerta eterna, otra vez contra la nariz de la vida.

19, 9, 13


A la misteriosa
(Andante IV)

Tenía una vida en Managua. La eche a perder.
Seguro, la  habría echado a perder en cualquier parte
Dada por el azar de mis padres, no la supe conducir
perdí mis años en cantinas y paliduchas de callejón.
Ahora ya todo pasó. No me queda nada.
Estoy más solo que durante aquellos años lapidarios.
Me quedé sin acordeón parisino, sin conservatorio romano.
Mi tiempo pasa lento, estoy ido en lo que pude ser sí ganaba
mi propia batalla contra mí. Confieso que perdí
Siempre hablo de esas cosas y, realmente,
por donde la busque ya no tiene salida el asunto.
Moriré un día de éstos y aún pienso que ganaré la guerra
ya perdida cuando andaba en mis alegres bermejas.
O guam tristis et afflicta voy por mi silencio desierto
pero no te enlutes, tú siempre tendrás París.

26, 09, 13


Edwin Yllescas (Managua, 1941), inéditos, Periódico de Poesía, UNAM, México

domingo, junio 16, 2013

Poemas elegidos, 29


Pablo Seguí
(Córdoba, Argentina, 1973)

Sinfonía en gris mayor, de Rubén Darío
Tenía 17 años cuando dejé de estudiar violín (música clásica) y comencé a escribir. Habían sido 9 años de relacionarme con Vivaldi, con Bach, con Schubert, con Beethoven; es decir, con artistas que habían creado sus obras hará quizá 300 años o más, a veces... Cuando decidí pasarme a la poesía, fue lo más natural del mundo tomar los manuales Estrada de historia de las literaturas española e hispanoamericana y argentina, e informarme sobre quiénes habían descollado en el arte del verso...
Me llamó la atención el modernismo, como “primer movimiento artístico que va de América a España”. Eso de que, en el poema y concretamente, hubiera una cláusula (tatáta), monótona y previsible, tenía que ver con mínimas estructuras que hacían y todavía hacen a mucha de la música de todas las épocas. Había allí noción de forma, fácilmente tangible. Escribí varios poemas con esa cláusula, intentando la rima, empezando a sentirle el gusto a la materialidad de las palabras: aliteraciones, acentos, etc.
A lo largo de los años también me di, obviamente, al verso libre. Y al verso sin sentido y hasta al caótico (algo que para mí llamo “versos para el lector ágrafo”). Pero de hace unos años a esta parte necesité recuperar el ritmo, la medida (once y siete -casi Fito-, y a veces catorce), junto a la profundización en la búsqueda de sentido (cuando ello era posible). Quién sabe qué vendrá después.
Resumo: hubo una continuidad entre mi experiencia con la música y mi práctica de la poesía. Con respecto a la primera, escucho regularmente, no sólo lo tradicional, sino también las cosas más “osadas” de la música clásica contemporánea, y en lo que hace a los versos, leo absolutamente de todo (aunque procuro hacerlo mayormente en la lengua original, con lo que quedo limitado al castellano y, por desdicha, nada más que al francés); pero necesito anclarme, de algún modo y cuando escribo, en el sentido a través de, al menos, ciertos atisbos de métrica.



Sinfonía en gris mayor 

El mar como un vasto cristal azogado
refleja la lámina de un cielo de zinc;
lejanas bandadas de pájaros manchan
el fondo bruñido de pálido gris.

El sol como un vidrio redondo y opaco
con paso de enfermo camina al cenit;
el viento marino descansa en la sombra
teniendo de almohada su negro clarín.

Las ondas que mueven su vientre de plomo
debajo del muelle parecen gemir.
Sentado en un cable, fumando su pipa,
está un marinero pensando en las playas
de un vago, lejano, brumoso país.

Es viejo ese lobo. Tostaron su cara
los rayos de fuego del sol del Brasil;
los recios tifones del mar de la China
le han visto bebiendo su frasco de gin.

La espuma impregnada de yodo y salitre
ha tiempo conoce su roja nariz,
sus crespos cabellos, sus bíceps de atleta,
su gorra de lona, su blusa de dril.

En medio del humo que forma el tabaco
ve el viejo el lejano, brumoso país,
adonde una tarde caliente y dorada
tendidas las velas partió el bergantín...

La siesta del trópico. El lobo se aduerme.
Ya todo lo envuelve la gama del gris.
Parece que un suave y enorme esfumino
del curvo horizonte borrara el confín.

La siesta del trópico. La vieja cigarra
ensaya su ronca guitarra senil,
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín.

                           Rubén Darío, 1891

Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, 1867-León, Nicaragua, 1916)

Foto: Pablo Seguí en FB

lunes, junio 10, 2013

Poemas elegidos, 18


Santiago Sylvester
(Salta, 1942)

Los bufones, de Rubén Darío
No es necesario (creo)  justificar la importancia de Rubén Darío en la poesía de la lengua, y sobre todo en la modernidad de Latinoamérica. Por razones paradojales, se lo suele considerar demasiado pendiente de cisnes, de qué tendrá la princesa, y de la marquesa que ríe, ríe y ríe.
El soneto que elijo es lo contrario: un resumen denso de la América profunda, que nunca descuidó. Es un poema que obliga a situar a este poeta como testigo implacable, desde dentro, del tejido americano. Y es curioso cómo, siendo uno de los más contundentes del autor, casi no ha encontrado cabida en las antologías que se le han dedicado: tengo varias y en ninguna está.


Los bufones

Recuerdo, allá en la casa familiar, dos enanos
como los de Velázquez. El uno varón era
llamado “el Capitán”. Su vieja compañera
era su madre. Y ambos parecían hermanos.

Tenían de peleles, de espectros, de gusanos;
él cojeaba, era bizco, ponía cara fiera;
fabricaba muñecos y figuras de cera
con sus chicas, horribles y regordetas manos.

También fingía ser obispo y bendecía,
predicaba sermones de endemoniado enredo
y rezaba contrito Pater y Ave María.

Luego enano y enana se retiraban quedo;
y en tanto que la gente hacendada reía,
yo, silencioso en un rincón, tenía miedo.

Félix Rubén García Sarmiento, Rubén Darío (Metapa, hoy Ciudad Darío, 1867-León, Nicaragua, 1916)

Foto: Santiago Sylvester en el programa televisivo Dar de Nuevo

domingo, enero 02, 2011

Rosario Murillo / Que la boca aprenda




Pájaros del sueño

Que la boca aprenda la palabra
que el cielo enseñe sus dientes y sus horas
que el grito no atraviese mi pecho
que el asombro no vaya a ser mayor o menor
que se asiente, que se afirme

Un principio de mundo asoma por la rama del sauce
llora, todavía en aguas que no rompen
piensa la noche una melodía mejor
pero no tiene sonido, o lenguaje
no es posible transcribir la luz, el nido
la rama donde se clavan las avispas
a morir
Sobre un pedazo de pared,
comida por las bombas
la rayería escribe una sinfonía
para voces
Nosotros, preparamos coro y orquesta
Haremos sacro el funeral
de los que no murieron hoy sino siempre
Los acordes, sin referencias
los espejos ya no reflejan puertas
o ventanas
las fuentes dejan un sabor ácido
a sol, a demasiado tiempo en cadena
Todo a punto de romperse
y todo igual

Junio 27, 2005

Rosario Murillo (Managua, 1951), Pájaros de obsidiana, Bolsa de Noticias, Managua, julio 2010

Foto: Murillo, Bolsa de Noticias

domingo, abril 25, 2010

Ernesto Mejía Sánchez / Dos poemas




La vida espiritual

La podredumbre de vivir, el sueño,
la alegría del sol en los ojos abiertos,
la nada esperada y satisfecha:
todo esto dado sin pedirlo
ni merecerlo, menos la desilusión,
la desdicha, porque mientras ponías
la pluma en el papel (¿para qué?)
o la copa en el mantel, sentías
que estabas descifrando el universo,
o lo que tú creías que era el universo.


Las manchas del tigre

¿Qué orden prescribe nuestra
congregación? Sin contorno y
sedosa la escurridiza piel
de nuestro monarca, tensa al menor
movimiento, desde adentro esculpida,
existe por nosotras. Y todo es
lanzado a la rápida ferocidad
del tirano que entigrecemos.
No se puede evitar la presencia
de nuestra escritura que dibuja
el rencor para hacerlo visible.
Decoramos lo inútil destructor,
el descenso de la bondad sin motivo.
Vamos a cuestas del resentimiento
delirante. Somos llevadas sin consulta.
No somos más que manchas. Manchas
puras llevadas y traídas por
el sin gobierno de lo sanguinario.
La belleza cargando con la culpa
de su criatura en rebeldía.


Ernesto Mejía Sánchez (Masaya, 1923-Mérida, México, 1985), Jorge Rodríguez Padrón, Antología de poesía hispanoamericana (1915-1980), Espasa Calpe, Madrid, 1984


Ilustración: Homenaje a La Tour, 1998, Fernando Botero


De Mejía Sánchez en este blog:
La mordedura de las uvas menudas...

miércoles, octubre 28, 2009

Ernesto Mejía Sánchez / "La mordedura de las uvas..."



3
[De "Epitalamio"]


La mordedura de las uvas menudas
en el lecho, el calor que guardan
en su lado contrario las almohadas,
el cabello de Ester, dan cuerpo
a mis delirios. Elfos que sitian
lo indispensable de mi alegría,
me cuerpo enemigo del bien, los desvelos
del rey, la ignorancia de la virgen,
son los sueños que el mundo puso
en el corazón del escogido.
Dijo uno que amó: El corazón
de la mujer está cerrado.
Innoble, como siempre, el hombre
mintiendo su verdad con las primeras
palabras que le vienen a la boca.

Ernesto Mejía Sánchez (Masaya, 1923-Mérida, México, 1985)"La impureza", 1951, Pájaro relojero, poetas centromericanos, selección y prólogo de Mario Campaña, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona, 2009

Foto: Mejía Sánchez 400 Elefantes, Nicaragua

jueves, octubre 08, 2009

José Coronel Urtecho / de "Po-la d'Anánta, Katánta, Paránta. Dedójmia T'élson"




Escrito en la corteza de una ceiba


Esta Ceiba que da sombra a mi casa
es propiamente heráldica. Sería
el emblema perfecto de tu escudo
si esto que grabo aquí fuera tu lema:
Ella no sabe de lo que de ella escribo
pues ser lo que es y no saberlo es ella.


Plegaria del statuquoista

Señor
te doy las gracias
por este día
igual a todos los anteriores
y te pido
que todos los días futuros
sean iguales a éste
por los siglos de los siglos
Amén


Autorretrato

Cuando al mirarme en el espejo
Veo en mi cara la de mi padre
Absurdamente tengo miedo.


Soneto a María Kautz en sus 73 años

Admirable María que has vivido
Sin un solo momento inocupado
Sin un solo quehacer inacabado
Sin un segundo de tiempo perdido

Nunca has amado lo que no has querido
Pero lo que has querido lo has amado
Y por eso tu mundo se ha poblado
De seres llenos de amor y sentido

Subiendo, a la par tuya, sus peldaños
Yo he llevado la cuenta de tus años
Y aún la llevo sin darla por concluida

Cada vez más feliz, más admirado
De verte y ver en ti cómo has logrado
A tanta edad llegar con tanta vida.

de Po-la d'Anánta, Katánta, Paránta. Dedójmia T'élson, 1970

José Coronel Urtecho (Granada, Nicaragua, 1906-Managua, 1994), Pájaro relojero. Poetas centroamericanos, Selección y prólogo de Mario Campaña, Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2009

Foto: Coronel Urtecho IHNCA/La Prensa, Nicaragua

Act. 2023

martes, octubre 06, 2009

Salomón de la Selva / de "El soldado desconocido"


Granadas

Porque me parecieron
pájaros que volaban las granadas
-golondrinas de los atardeceres-,
me sorprendió como cosa de magia
ver que en donde caían
con un estruendo vasto, levantaban
espirituales árboles de tierra
maravillosos de troncos y de ramas.
En el ramaje aéreo de esos árboles,
escondido en el follaje de barro,
hizo su nido un instante
un deseo olvidado:
Tal vez de dormir en medio de un bosque,
quizá de tener alas;
¡tantos deseos caben en sólo uno
cuando se está casi muerto de cansancio!


Granadas de gas asfixiante

Plo-plo-plo-plo hacen las granadas,
y cuando caen, plum.
Y en los días de sol su humo es una nube amarillosa,
y en los dias lluviosos de una blancura esplendorosa.
¿Quién no se acuerda de los cuentos de hadas?
¿De los genios, de los duendes, de los gnomos?
¡Plo-plo-plo-plo... plum!
¡Plo-plo-plo-plo...
Plo-plum-plo!


El gas que he respirado
me dejó casi ciego,
pero olía a fruta de mi tierra,
unas veces a piña y otras a mango,
y hasta a guineos de los que sirven para hacer vinagre;
y aunque de sí no me hubiera hecho llorar,
sé que hubiera llorado.

de El soldado desconocido, 1922

Salomón de la Selva (León, Nicaragua, 1893-París, Francia, 1959), Pájaro relojero. Poetas centroamericanos, Selección y prólogo de Mario Campaña, Círculo de Lectores-Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2009

Noticia: Salomón de la Selva publicó su primer libro de poemas en inglés, en Nueva York, donde se radicó a los 13 años con una beca gubernamental. Fue profesor del Williams College y más tarde secretario del líder sindical Samuel Gompers. Combatió en la Primera Guerra Mundial, al servicio de la Corona de Gran Bretaña. Se vinculó al sindicalismo también en su país. Deportado, se estableció en México en 1935 y allí actuó como consejero del presidente Miguel Alemán (1946-1952). Fue finalmente embajador de Nicaragua en Francia.

Foto: De la Selva El Nuevo Diario, Managua

sábado, febrero 07, 2009

Rubén Darío / Alababa los ojos negros de Julia


¿Eva era rubia? No. Con negros ojos
vio la manzana del jardín: con labios
rojos probó su miel; con labios rojos
que saben hoy más ciencia que los sabios.

Venus tuvo el azur en sus pupilas,
pero su hijo no. Negros y fieros,
encienden a las tórtolas tranquilas
los dos ojos de Eros.

Los ojos de las reinas fabulosas,
de las reinas magníficas y fuertes,
tenían las pupilas tenebrosas
que daban los amores y las muertes.

Pentesilea, reina de amazonas;
Judith, espada y fuerza de Betulia;
Cleopatra, encantadora de coronas,
la luz tuvieron de tus ojos, Julia.

La negra, que es más luz que la luz blanca
del sol, y las azules de los cielos.
Luz que el más rojo resplandor arranca
al diamante terrible de los celos.

Luz negra, luz divina, luz que alegra
la luz meridional, luz de las niñas,
de las grandes ojeras, ¡oh luz negra
que hace cantar a Pan bajo las viñas!

Félix Rubén García Sarmiento: Rubén Darío (Metapa,1867 - León, Nicaragua, 1916), "Prosas profanas", 1896, Poesías completas, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1967

N. de R: Ayer se cumplieron 113 años de la muerte del numen del modernismo 

En este blog:  "Disfrazado de embajador o de mono", homenaje de Enrique Molina 

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Foto: Rubén Darío a los 25 años, 1892 Archivo del Escritor, Salas Virtuales, Chile

sábado, octubre 11, 2008

Enrique Molina / Disfrazado de embajador o de mono


















Francisca Sánchez 
(Fragmento)
      
       Lazarillo de Dios en mi sendero
      ¡Francisca Sánchez acompáñame! *
                                            Rubén Darío


Disfrazado de embajador o de mono
O de duque de los confines de la lujuria
Nada apaga las constelaciones del trópico
Los enceguecedores volcanes
Que fermentan henchidos de flores
En su corazón
- ¡Oh amado Rubén!-
              Y de pronto
La criada fosforecente cantando por los pasillos
De una pensión de Madrid
La arisca mata de pelo sobre la nuca de vértigo
Tantas noches
Envuelto en sombras venenosas
Se propagan aúllan los fantasmas
En su sangre aterrada
En tales cuartos amueblados del insomnio
Ella aparece desnuda entre los montículos
Del campo lentamente desnuda
Devorado ahora por el éxtasis
Con las venas llenas de brasas
Junto a ese cuerpo gemelo en la oscuridad
              Francisca Sánchez
Sola en la hierba de las caricias
Sola en su instinto de rescoldo
El viento reconstruye sus risas abrazos de loba
Labios predestinados
A ese rey de la fascinación de vivir
El fastuoso poeta al borde de la catástrofe y la gloria.

Enrique Molina (Buenos Aires, 1910-1997), "Las bellas furias" (1966), Obra poética, Corregidor, Buenos Aires, 1987

* Francisca Sánchez "acompañó" a Darío desde 1899 hasta 1916. Breves biografías la describen como "sencilla, analfabeta, de origen campesino". Darío testó tres veces en su favor, la última en 1914, según documentos que obran la Universidad Complutense de Madrid. Tuvo con ella un hijo, Rubén Darío Sánchez. La relación con Francisca Sánchez coincide con la etapa diplomática de la vida de Darío y con su mayor gloria: cuando regresó a Nicaragua en 1907 para divorciarse de su segunda mujer, Rosario Murillo, se lo recibió con honras oficiales y se dictó "causal de larga separación" únicamente para que pudiera cumplir con su cometido. No obstante, Murillo le hizo pleito y el divorcio no se concretó. En sus tempranos últimos años Darío estuvo obsesionado por la muerte. Padeció delirium tremens y tuberculosis, cuyos primeros síntomas aparecieron en 1906. En 1916 otra vez viajó a Nicaragua. Murió ese año en León, cerca de donde había nacido, en casa de Rosario Murillo, a los 49 años.
Seis poemas, o un poema en seis partes, dedicados a Francisca Sánchez, figuran entre las obras póstumas de Rubén Darío. Sin fecha segura de composición, son versos que revelan su temprana angustia mortal a la vez que la clara percepción de su propia valía como poeta. El tercero finaliza: "Alma socoral y oscura , /con tus cantos de España, / que te juntas a mi vida /rara, /y a mi soñar difuso, /y a mi soberbia lira,/ con tu rueca y tu huso, /ante mi bella mentira,/ ante Verlaine y Hugo, /¡tú que vienes /de campos remotos y oscuros!" Pero Molina cita el sexto:


Ajena al dolo y al sentir artero,
llena de la ilusión que da la fe,
lazarillo de Dios de mi sendero,
Francisca Sánchez, acompáñame...
En mi pensar de duelo y de martirio,
casi inconsciente me pusiste miel,
multiplicaste pétalos de lirio
y refrescaste la hoja de laurel.
Ser cuidadosa del dolor supiste
y elevarte al amor sin comprender;
enciendes luz en las horas del triste,
pones pasión donde no puede haber.
Seguramente Dios te ha conducido
para regar el árbol de mi fe;
hacia la fuente de noche y de olvido,
Francisca Sánchez, acompáñame...

Poesías completas de Rubén Darío, Ediciones Antonio Zamora, Buenos Aires, 1967