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jueves, mayo 06, 2021

Hernán Miranda / Dejo a la luna girando alrededor de la tierra




















Dejo a la luna girando alrededor de la tierra
Y las estrellas iluminando el cielo
Igual como lo hicieron hace un millón de años
Dejo el océano siempre en movimiento
Los ríos depositando su agua en el mar
Y los volcanes explotando por aquí y por allá
Dejo a las ciudades
En riesgo de desaparecer o ser absorbidas por otras
Que vendrán a ocupar el espacio disponible 

Dejo los días de la semana transcurriendo inmutables
Los bosques en extinción inexorable 

Dejo el sol que alumbrará por millones de años
Hasta convertirse en una estrella amarilla
Y terminar como una roca muerta 

Dejo a la sonda Voyager 1 navegando
En dirección a la constelación de Ofiuco
Que en 40 mil años más se acercará a la estrella
AC +79 3888
Aunque no sabemos qué será entonces de nuestro planeta 

En cuanto a la Voyager 2
Me aseguran que
En unos 296 mil años pasará a la cuadra de Sirius
La estrella más brillante del cielo
Y no se descarta que en su trayecto
Voyager 2 sea avistada por seres inteligentes
Con los que seguramente nunca nos podremos comunicar
 
Dejo a mi corazón latiendo hasta
Tanto la enfermedad de Chagas lo permita
Y el recuerdo de viejos amores permanezca intacto…

Hernán Miranda (Quillota, Chile, 1941), Plaquettes de la Cuarentena, Ediciones Tácitas, Santiago de Chile, 2020. Vía Cine y Literatura


Foto: Hernán Miranda en la portada de Bar abierto, Ediciones UDP, Santiago de Chile, 2014

viernes, octubre 10, 2008

Solo con mis escalpelos


A nadie daré una droga mortal

Aquí estoy solo con mis pócimas, mis escalpelos,
mis uñas rotas, mis salpicaduras.
Aquí con mi intranquila conciencia.
Aquí con mi mundo perturbado.

Aquí, con mi cadáver desnudo sobre el mármol
y el tiempo que aquí debería ser abolido.
Somos los mismos. Los que tuvimos un día
la capacidad de asombrarse.

Cartílagos sólo hay, sólo huesos.
Debo suturar desgarros que yo no produje.
Debo hacer coincidir las piezas de un cráneo.
Soy demasiado humano para vivir en paz.

Pero quién se sonreirá por ti algún día.
Pero quién repetirá después las cosas que tú dijiste.
Pero quién cometerá tus mismos errores.
Pero quién asumirá tu desencanto.

Morirse pero contemplar tu propio funeral.
Pero huir y ser testigo de tu fuga.
Pero perderse y participar de tu propia búsqueda.
Pero se trata de estar aquí y en otras partes.

Pero yo soy un cirujano fiel a su juramento
y seguiré cortando tendones, removiendo vísceras
sin lograr ver en ellas el futuro,
y a nadie daré una droga mortal.

Hernán Miranda (Quillota, 1941), Arte de vaticinar, Ediciones Clavileño, Santiago de Chile, 1970