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viernes, abril 05, 2013

Juan Bonilla / Esto quería ser un poema de amor





Esto quería ser un poema de amor

Tiras de las dos asas amarillas
Y la bolsa se cierra.
Luego haces dos nudos
Sobre las mondas de naranja y las cáscaras de plátano,
Las sobras de la cena,
Unas cuantas docenas de colillas
Y una planta que ha muerto.
Son doce pisos luego y unos cuarenta pasos
Hasta el contenedor –en el que apenas cabe ya ninguna bolsa.
En el momento de depositarla allí
Se ha iluminado un número en tu mente:
Setenta y seis. Son pocas todavía
Las bolsas de basura que habéis llenado juntos
Si las comparas con las más de mil
Que Laura y tú llenasteis;
Son muchas, desde luego, un escorial, si las comparas
Con las apenas diez
Que de aquel sótano de Londres donde Marge,
Sacabas rumbo a un minúsculo depósito en el patio.
En La Habana Amarilis
Cada noche colgaba la basura de las ramas de los árboles
–para evitar la proliferación de ratas–:
llenasteis juntos veintitantas bolsas.
Es fea, bien lo sabes, tu costumbre
De computar amores en bolsas de basura.
Tal vez un día de estos se te olvide.
Doce pisos arriba hay una luz: es tu cocina.
En el cubo hay una nueva bolsa que mañana llenaremos.

Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, 1966), en poesiargentina

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Foto: Juan Bonilla en La clave cultural

martes, febrero 12, 2013

Juan Bonilla / Galería comercial




Galería comercial

Se le pondrá cara de luna por el tratamiento
de cortisona, es por lo de sus manchas en la piel…
Escucho las conversaciones de los desconocidos
llenas de información preciosa sobre desconocidos
a los que me gustaría conocer,
o sobre ofertas increíbles
llenas también de la insignificancia
maravillosa que construye el existir de todos,
la pobre Lucy decidió dejar por fin al pelma de su novio
y ha conocido a un policía
y en Cortefiel rebajan los abrigos
y por la compra de tres libros te regalan un tatuaje donde quieras.

Vida. Vida por todas partes, vida sola,
sin arrebatos de esperanza, sin doctrinas
marchitas, sin banal ideología.
La mera inercia que desliza cada cosa hacia su fin
mientras chillan las piedras en el sueño del enfermo
que nos habita y no sabe conformarse y se pregunta ingenuo:
¿quién dijo que tengamos que morirnos?
Y se promete escalar el precipicio donde se hunde su alma
o se gasta en amar a quien no puede amarle.

Se está muy bien aquí, en la intemperie del ahora,
sin sitio adonde ir y sin memoria de dónde estuvimos,
mirando escaparates, soñando viajes a islas nuevas,
enterándote de que Lucy ya ha dejado al pelma de su novio,
de que a alguien va a ponérsele cara de luna por la cortisona,
y en Cortefiel rebajan los abrigos.
Se está muy bien aquí. No vamos a morirnos.

Es tan sencillo que da miedo.
Es dejarse llevar por los pasillos de este centro comercial
aceptándolo todo como el bien pagado actor protagonista
de una tragicomedia a la que no le hacen falta buenas críticas.
Hacer tiempo si es que es posible que el tiempo se haga,
si no es vivir precisamente deshacerse en tiempo.
Es tan sencillo que da miedo.
No vamos a morirnos. No se puede.

Vida por todas partes, vida sola. Tan insignificante y obvia
como un rostro hermoso al que adjudicamos un misterio
para enaltecer de alguna forma su descarada falta de misterio.

Juan Bonilla (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1966), Cháchara, Ed. Renacimiento, Sevilla, 2010

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Foto: Juan Bonilla s/d