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jueves, 7 de febrero de 2013

Píldoras críticas: Danill Jarms y Sophie Divry

Hoy toca autorrescate. Me va perdonar que recupere un par de reseñas de ese pozo sin fondo que es el borrador de blogger. Ni se imaginan la mierda que guardo allí. Hay cosas de Tolstoi, de Dostoievski, Camus, Sartre, Dickens, Yasmina Reza, Román Piña, Marc Pastor, Paul Viejo, Buzatti, Royuela y hasta de un japonés llamado Kobayashi, amén de otras chorradas (más chorras que esta, quiero decir). Eran tiempos de vacas gordas. Hoy, con DK, todas son flakas. Por eso y mientras busco tiempo para reseñar los doscientos millones de libros que tengo pendientes, voy a sacar conejos de la conejera. No es un gran truco, pero ayudará a pasar el rato.

Me llaman Capuchino” de Daniil Jarms 

A comienzos de octubre (ya llovió) me encontraba yo leyendo un extraño libro llamado "Me llaman Capuchino" de un ruso seudonominado Daniil Jarms que tiene cuentos tan breves como este: 
En cierta ocasión un hombre iba al trabajo y, de camino, se encontró con otro hombre que, tras comprar una barra de pan polaco, iba de vuelta a casa. Y eso es todo, realmente.” 
No me gustan los cuentos, menos aún los microcuentos y los haikus ni me los menten, pero los relatos de este recopilatorio tienen un algo tan absurdo que invita a perdonarle un poco la tontería de no parecer nada más que las anotaciones que un loco de atar hacía en las servilletas de los bares a los que iba con sus camaradas. 

Extraña e irregular recopilación de una editorial a la que todavía no acabo de cogerle el punto, el mérito de Jarms está en no permitir que el lector se sienta del todo estafado, entre otras razones porque son cuentos que no se extienden más allá de lo justo y necesario, que viene siendo lo que tarda un chiste en dejar de hacer gracia. Pero esto no libra a Jarms de nada. En todo caso se le perdonan estos cuentos tan de entrelecturas por la chispa con que los escribe y por la desvergüenza con que son ahora publicados. Lo mejor del autor es que, tal como señala la solapa del libro, lo mataron de hambre sus compatriotas por antisoviético durante “el asedio de Leningrado por parte del ejército naci” (la errata es de la solapa del libro, no mía) que eso es algo que siempre queda muy bien en el currículum, muy por encima del suicidio. 

Insuficiente, en cualquier caso, este rescate de Automática Editorial, aunque se le agradece el gesto de salvar del olvido obras no sabe uno si inéditas o anecdóticas y no limitarse a volver a traducir clásicos populares. Y no miro para nadie.

* * * * * * * * * * 

"Signatura 400" de Sophie Divry 

Me leí esta novela, hace ya algún tiempo (siendo algún tiempo, año y medio), en apenas hora y pico. Sale la tontería por 17 euros (no a mí; yo soy mucho más listo que eso). Confieso que, quizá por ciertas naturales reservas, lo leí con escaso cuando no directamente nulo placer y eso que me iba deslizando por la historia sin tener que andar montando puzzles por el camino, que es una cosa que quieras que no también se agradece. Diré en su favor que cuenta con la ventaja añadida de poder atender a la noticias de la televisión sin perder el hilo de la narración en ningún momento si acaso previamente ha podido encontrarse. Pueden considerar esto un insulto, si quieren; dependerá de sus hábitos de lectura. 

La historia es una estupidez, para qué nos vamos a engañar. Va de una bibliotecaria que se ocupa de la sección de Geografía. Un día llega al trabajo y se encuentra un tipo durmiendo, allí, en el suelo, y en lugar de follárselo, que sería lo más lógico, le invita a café y le cuenta lo primero que se pasa por la cabeza: cosas como que se enamorado locamente de un habitual de la biblioteca que tiene un cogote precioso. La típica soplapollez de psicópata reprimida. Le habla también de las dificultades de ascender a la sección de Novelas o Historia y las riega con digresiones sobre la nueva Narrativa Francesa, que es toda una mierda (también allí, SÍ). La novela viene a ser un intento de elogio a los clásicos de siempre; a casi todos, al menos. Nada concreto; no se dicen nombres pero se sobreentiende la generalidad. Lo raro es que la autora, esta muchacha tan joven, no esté del lado de la posmodernidad y si lo está que no lo parece. También puede ser una infiltrada y tengamos que matarla. 

Ideal para bibliotecarios, usuarios de lo público y la letra impresa, amantes del amor y mujeres solteras con gato y sin plan. Perfecto también para la playa, leer asomado a la ventana o un banco de la Fnac. Se olvidarán de ella antes de acabar la semana, garantizado. Así de ligera. O más. Y prescindible ya ni les cuento.