El argumento, para los que no lo sepan, gira en torno a una replicante (ver Blade Runner para más información) a la que otra replicante le encargan la investigación de una serie de crímenes llevados a cabo por (adivinen) otros replicantes. Un replicante, dos replicantes, tres replicantes…. Así todo el rato. Con esto no tengo ningún problema. Con todo lo demás sí.
Rosa Montero afirmaba en una entrevista que se publicó hace uno o dos meses en la “Que Leer” que su intención había sido la de construir un mundo al que evadirse cuando le apeteciese. Hablo de memoria, pero creo que envidiaba a J.K.Rowling por haber creado un universo como el de Harry Potter en el que poder sumergirse a placer. Se le ocurrió entonces la genial idea de hacer más o menos lo mismo: la Spanish Versión de un mundo alternativo anglosajón de corte fantástico donde la magia fuese sustituida por la ciencia. O lo que en su caso viene a ser lo mismo: la versión cutresalchichera de Blade Runner/Star Wars/Avatar/Pokemon.
Esto en lo que se traduce es en una novela en la que se evidencia una notable falta de imaginación. La autora parece recurrir a todos cuantos tópicos de ciencia ficción que le han parecido interesante a lo largo de su vida: así es como se nos dibuja un mundo en el que existen planetoides artificiales flotantes (Avatar) en el conviven humanos y replicantes (Blade Runner) pero también extraterrestres de varias clases (Star Wars) y lo que es peor (aquí solté mi primer grito de espanto): Pokemons. Esta secuencia en concreto es hilarante y por eso le voy a dedicar dos minutos (tres más de los que merece): Bruna Husky, la protagonista, entra en su apartamento (que, como todo apartamento del futuro incluyo ordenador de a bordo y responde a las órdenes de voz) y descubre que todo está patas arriba. Armada con un cuchillo se aproxima al origen del ruido, su habitación, en el que descubre una cosa con forma de “animalillo de quizá medio metro de altura, con un cuerpo parecido al de un pequeño mono, pero sin cola, barrigón y cubierto de hirsutos rizos rojos por todas partes; luego venía un cuello demasiado largo y una cabeza demasiado pequeña, triangular, de grandes ojos negros que recordaba vagamente a la de los avestruces, sólo que velluda y con una nariz aplastada en lugar de pico”. Un tragón. Es su nombre. Pero lo mejor viene después: “La rep wikeó en su móvil el término tragón y en la pantalla apareció la imagen de un ser muy parecido al que tenía delante y un artículo:”. Inmediatamente después se reproduce, durante casi toda un página, el contenido del artículo del wikisitio. Apenas dos días antes yo veía un episodio de la serie Pokemon con mi hija en el que unos niños entraban en un bosque y se daban de bruces con un bicho enorme, redondeado y peludo que dormía a pierna suelta. El niño de la visera, que aparentaba ser el más listo, echaba mano de su ordenador de mano que nos daba todo lujo de detalles sobre el pokemon en cuestión. Convendrán conmigo en que el parecido entre ambas escenas supera lo razonable para adentrarse en lo vergonzante.
Pero el párrafo anterior es sólo un ejemplo. Durante el resto de la novela no (me) nos abandonará la sensación de estar frente a un conglomerado deforme y mal desarrollado de tópicos futuristas y personajes estereotipados: villanos que no lo parecen, amigos que no lo son tanto, feos que invitan al amor y una detective arruinada, alcohólica y promiscua que se encamina a los infiernos de su vida. La contradicción y la ambigüedad a cada paso como receta para sostener una trama que adolece de un misterio demasiado vago. Es imperativo, si la novela cuenta -tal como le ocurre a esta- con más de 450 páginas, que incluya alguna sospecha de conspiración gubernamental y un villano cruel y despiadado que surja de la nada en cualquier momento para darnos el susto de nuestra vida. También golpes, técnicas de asalto, armas mortales de mujer. En definitiva, todo lo que ustedes esperen de una película de Jerry Bruckheimer y que me sorprende descubrir en una escritora como Rosa Montero a quien le supongo cierta experiencia y capacidad para crear algo más que “esto” (siendo “esto” algo que se parece bastante a la primera novela de un frikinabo espacial falto de imaginación y especialmente poco dotado para las letras).
La mala experiencia que ha sido esta lectura ha derivado en algo quizá demasiado cruel. Se lo digo siempre y no me importa repetirlo: lo mejor que pueden hacer es comprobarlo por sí mismos leyéndose la novela aunque tampoco pasa nada si buscan cualquier otra alternativa que tenga un mínimo de interés. Se lo pongo fácil, no se quejen.