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miércoles, 17 de julio de 2013

“Batman desde la periferia” VVAA (Alpha Decay)

“Batman desde la periferia”, editado por Laura Fernández, Enric Cucurella y Ana S. Pareja lleva el siguiente subtítulo: “Un libro para fanáticos o neófitos”. Cuando dicen fanáticos y cuando dicen neófitos debemos entender que se refieren tanto los expertos como a los que acaban de llegar. Esto está muy bien; mismas condiciones para todos. Además ayuda a vender libros. Ahora bien, de verdad tiene lo justo tirando a poco. Tirando a NADA, más bien. Esto lo digo desde mi posición de no-fanático no-neófito, o lo que es lo mismo, como ex lector de las aventuras del murciélago y como desconfiador no oficial de los productos de la marca Alpha Decay.

El libro de escasas doscientas páginas contiene diez, digamos, ensayos que tratan diversos temas con un denominador común. No me detendré el mismo tiempo en todos porque no todos merecen la misma atención. De hecho algunos no merecen ninguna. En cualquier caso no estará de más prevenir, no vayamos luego a lamentar. 

Slavoj Zizek cierra el recopilatorio con un interesante ensayo en el que echa mano de la última película de Batman para hacer un análisis de la problemática social actual que incluye a los llamados OWS (Occupy Wall Street). Como broche final está francamente bien. La pena es que el resto, todo lo anterior, salvo excepciones, no esté ni remotamente a la altura.

En el primer ensayo, Juan Francisco Ferré trata de demostrar que “Batman y todos esos otros patrióticos y disfrazados luchadores contra el crimen son realmente sociópatas violentos con inclinaciones fascistas además de mesiánicas y una perversa fetichización de los calzones”, que como descubrimiento va un poco pillado. Se hace un repaso ligero de su vida, obra y milagros a través de una serie de archiconocidos comics y las películas que cualquiera con más de veinte años habrá visto un par de veces así como del famoso relato de Barthelme que lamento confesar no he releído para la ocasión. 

Blake Butler (autor de “Nada”, publicado por Alpha Decay), firma un artículo en el que habla de su relación con Batman: “Compré dos ejemplares del cómic simplemente porque sabía que su valor sería en el futuro muy superior al de salida; ni siquiera los leí, muchísimos de los cómics que compré en aquella época no los leí jamás y no los compraba por ningún otro motivo que por una cierta idea de inversión. […] lo único que deseaba era poseer algo de valor creciente, objetos únicos de producción limitada creados para venderse en comercios específicos donde los niños como yo entraban y se gastaban todo su dinero en lugar de hacerlo en mierda deportiva o comida o cualquier otra cosa que les guste comprar a los preadolescentes.” Cuenta más cosas, claro: que tuvo un pijama/disfraz, que le gustan los superhéroes sin superpoderes y otras consideraciones personales que como diario de algo de algo están bien pero como ensayo vuelven a ser un tema más que discutible.

Greg Baldino, crítico de comics conocido en su casa a la hora de comer, defiende la teoría de que lo que realmente hace de Batman un gran personaje son sus villanos. Este asunto es tan poco discutible y da tan poco juego que me niego a perder ni un minuto más con él.

Eloy Fernández Porta, su artículo, al menos, es directamente insoportable. No se me ocurre ni una sola razón para leer esta suerte de análisis del arte que rodea a la figura de Batman, y mucho menos desde la pedante perspectiva del filósofo que confunde verborrea con algo que tiene que ver con el sincero interés de un lector neófito: “El biomorfismo cobra una nueva dimensión cuando se despliega en el tiempo de la secuencia: en esa nueva serialidad que Andrei Molotiu denomina abstract comics, y en la que ve, en una concepción más formalista que la de Fahlstrom, la prolongación, por otros medios, del legado greenbergiano.” Pues esto así durante 6.707 palabras que se acompañan de fotos de figuritas de Batman tras una vitrina de mariposas, reproducciones de Mark Chamberlain o un fotograma de Batman chupándosela a Robin que parece ser poco más o menos lo que obsesiona a casi todos.

Laura Fernández, antologadora del presente volumen, habla de las chicas murciélago. Es la aportación feminista o feminoide del recopilatorio y como tal hay que tratarla. Esto es un poco como lo de meter un negro haciendo de Kingpin en Daredevil: se hace porque se tiene que hacer, para cumplir con los mínimos, r no porque tenga razón de ser. Por aquello de darle continuidad al chiste quisiera poder decir lo mismo de la aportación de Elisa G. McCausland, pero maldito si me acuerdo de qué hablaba más allá de darle otra (o la misma) vuelta de tuerca a las Batgirls y Batwomans. Así de interesante debía ser.

Igual o parecida basura es el ensayo del fallecido Aaron Swartz llamado “Lo que sucede en El Caballero Oscuro”. Y digo basura y digo bien porque eso es exactamente lo que es: un resumen del argumento, diálogos escogidos incluidos. Esto ayuda a dar una idea de lo mal que se puede editar un libro. Es una pena que el muchacho haya muerto tan joven, pero eso no quita para que sólo por eso vayamos ahora a leernos todas sus chorradas. Es importante recordar una cosilla insignificante: uno no siempre se revaloriza cuando se muere. Para que quede claro: Porta, Laura Fernández y este completo desconocido se cargan solitos ellos la antología. Si yo fuese Ferré o Zizek les retiraba la palabra a los editores por juntarme con semejante banda. 

También puedes ser Calvo o Claro (como el anuncio de atún), y que te dé todo igual. Ir a tu puta bola. Javier Calvo, por ejemplo, escribe sobre la etapa de Grant Morrison en Batman que es precisamente la etapa que yo interrumpí cuando dejé de leer comics (una decisión que entonces creía yo temporal). Digamos que como artículo no está mal, resulta interesante sobre todo para quienes, insisto, fuimos lectores de la saga, pero no deja de ser un artículo que no tiene nada que ver con la periferia desde la que se observa a Batman. De hecho, es todo lo contrario: es un artículo que únicamente leerán y disfrutaran aquellos que estén de vuelta y media. 

Claro (Christophe Claro) con quien ya me crucé durante la no-reseña de Nada de Blake Butler que publicó en su momento Diario Kafka, escribe algo que parece un guión para un comic de Batman. Es un texto muy divertido, tanto, que lleva a desear que Claro sea publicado de una puta vez por estos lares. En mi opinión este relato es, junto con el ensayo de Zizek, lo único que vale medianamente la pena.

En resumen: una mierda pinchada en un palo. Para qué vamos a darle más vueltas si yo lo que quiero es irme de vacaciones.

lunes, 1 de julio de 2013

“Todo va bien” de Socrates Adams

La cuestión va de ser un tubo o qué. 

Nos quejamos (no todos, no siempre) de que la narrativa actual vive en una nube de algodón anestesiante que adormece los sentidos y evita que caigamos en la insondable profundidad de una reflexión. Se habla mucho de novelas vacías de contenido, ricas en prosa pero faltas de todo lo demás.  Esto porque queremos. Si pusiéramos un poquito de nuestra parte podríamos ver la trascendencia de las novelitas infumables tipo las que escribe Tao Lin, el hombre de los 50.000 dólares y genio de la reventa de pilas por Ebay. En general, hay exceso de ruido mediático y abuso de herramientas sociales de promoción salvaje.

Con Todo va bien, Pálido Fuego nos dice que estamos equivocados, que la sombra de Wallace es alargada. Y también la de Barthelme y la de Kafka y la de Hamsun y la de Orwell y la de Brautigan, que son los nombres que suenan cuando se habla de Sócrates Adams (leer Nota de Prensa para más información). Y todo esto está bien y todo esto está mal. Bien por unos y mal por otros, porque junto a los arriba mencionados, se incluye a Tao Lin y Blake Butler (héroes modernos de Alpha Decay) como parte de ese movimiento literario al que se apunta Adams: el “ALT-LIT” o “literatura alternativa”. Será por generaciones espontáneas...

* * * * * * * * * * *

Pero hablábamos de contenido. Y la verdad es que la novela de Sócrates Adams, maldades aparte, lo tiene. Habla, lo dije al comienzo, de ser un tubo. O qué.

Me explico. Ian, el protagonista es un drone (“individuo asalariado y alienado de la revolución postindustrial” aka comemierda) que desarrolla la aburrida y monótona tarea de vender tubos de PVC. Al no cumplir los objetivos es degradado a “encargadillo de mierda”, tarea consiste en mirar una pantalla que tiene un contador que va del veinte al uno. Debe asegurarse que “todo va bien”. También, a modo de lección, ha de ocuparse de cuidar, como si fuera su propia hija, de un tubo al que llamará Mildred y que se convertirá en la segunda voz narradora, una voz, todo hay que decirlo, mucho más interesante que la de Ian, con lo que esto significa. A todo esto el chico se enamora de una agente de viajes que le coloca un vuelo a los Alpes Italianos, cuando lo que él quería era ver los franceses. Etcétera. Va más o menos de eso. Los detalles no son importantes, lo que importa es la intención y la intención (de la novela) es dejar clara una cuestión que el autor pone en boca de Mildred:

“El estado natural de un tubo es formar parte de un sistema de fontanería, o, más específicamente, llevar algo de un sitio a otro sitio. Cuando no forma parte de un sistema de fontanería, el tubo dará vueltas y estorbará y se convertirá en un incordio, pues no está haciendo lo que se supone que tiene que hacer. No está haciendo aquello para lo que fue fabricado.
El problema de los humanos es que no saben para qué fueron fabricados. Ninguno sabe cuál es su estado natural.
Por eso hay tantos que dan vueltas y provocan molestias y acaban no haciendo nada en toda su vida.
Adiós, Ian.
He aborrecido cada momento que he pasado contigo, pero no se trata de nada personal.”

Y bueno, poco más. Se trata de un tipo que es un mierda, que tiene un trabajo de mierda en un país de mierda y con unos objetivos vitales de mierda, que un día cree descubrir, medio por casualidad, que lo suyo es más de ser antisistema. Un antisistema pasivo, en cualquier caso. Ojo, esto no va de revoluciones, ni de sentar las bases de un levantamiento popular; va de ser un código de barras. En los Alpes entra en comunión con la naturaleza hasta que se le acaban las latas de judías y comprende que lo suyo es más de beber café mientras se asegura que el contador no falle, cobrar a fin de mes y dormir a pierna suelta. Al terminar la novela, decide escribir un libro para contar su experiencia en los Alpes, que ya es lo más bajo que puedes caer. Así de miserable todo.

Resumiendo: Todo va bien es una novela en la que uno aprende que la vida es eso que tiene lugar mientras no estás trabajando, sobre todo si eres un currito de mierda. Imagino que ser una abeja y que te toque limpiar la colmena tampoco es divertido pero al menos ellas no saben escribir.

La novela se lee en una patada y deja una huella con la profundidad de un plato de sopa. Después de eso uno vuelve a su trabajito de mierda, se alegra de que Sócrates Adams haya aprendido la lección y a cosa  mariposa. Será la novela del año para todos aquellos que elijan sus lecturas con el culo. Para todos los demás, un entretenimiento ligero.


martes, 18 de diciembre de 2012

Ventajas de no entender Nada

UNO

Nada. Retrato de un insomne es una novela de Blake Butler editada en noviembre por Alpha Decay, la editorial más cool del panorama actual, dirigida por dos seres humanos que admiten sin asomo de rubor que les gusta editar a sus amigos, a la gente que les cae bien y que toleran intelectualmente. Bien por ellos. Esto no les asegurará el éxito (hay que tener amigos rematadamente buenos para que tal cosa ocurra) pero sí un lugar donde caerse muertos llegado el caso de verse en lo peor.

Nada, la novela, son los pensamientos escritos de un insomne una noche de tantas. Nada es lo que pasa por la cabeza de Butler cuando Butler no puede dormir, que es casi siempre. Nada es también la protagonista de una contracrítica de lo más sutil (Babelia vs. Quimera vs. blogs) que me ha llevado a escribir hoy sobre ella. Nada es un libro que me interesa mucho pero que me niego a leer por culpa de los 28 euros que cuestan sus casi 400 páginas y eso a pesar de que los editores aseguraban hace poco en una entrevista que su meta era conseguir que los libros llegasen a las librerías a un precio inferior, y cito textualmente, “ahora que la gente no tiene un duro”. Comparen 28 euros con no tener ni un duro y busquen las 28 diferencias. En resumen: este artículo es lo que ocurre cuando me planteo leer un libro: es la exploración descarnada de una investigación crítica.