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lunes, 16 de enero de 2012

Lo odioso de las comparaciones




"Cuando Dickens se decidió a leer en público, cuando apareció por primera vez cara a cara ante sus lectores, Inglaterra fue presa del delirio. La gente asaltó la sala, la llenó hasta los topes, algunos entusiastas se colgaron de los pilares, otros se arrastraron bajo la tribuna, sólo para poder oír al adorado escritor. En Estados Unidos la gente durmió sobre colchones extendidos ante la taquilla las noches más rigurosas de invierno y los camareros le traían comida de los restaurantes cercanos, pero la aglomeración fue imparable. Todas las salas resultaban demasiado pequeñas y finalmente se tuvo que acondicionar una iglesia de Brooklyn como sala de conferencias para el escritor." 

[...]


"Respecto de las grandes obras de arte no hay que preguntar sólo por su intensidad, no sólo por el hombre que estaba detrás de ellas, sino también por su extensidad, por el efecto que produjo en las multitudes. Y de Dickens se puede decir más que de cualquier otro escritor de nuestro siglo que ha aumentado la alegría en el mundo. Lágrimas de millones de ojos han centelleado con sus libros; a miles cuya sonrisa se había marchitado o perdido se la plantó de nuevo en el pecho: su influencia iba más allá de lo literario. Gentes ricas reflexionaron e hicieron donaciones después de leer sobre los hermanos Chereby; corazones duros se ablandaron; con la publicación de Oliver Twist, los niños—es auténtico—recibían más limosnas en la calle; el gobierno mejoró los asilos para pobres y controló las escuelas privadas. La compasión y la benevolencia se acrecentaron en Inglaterra gracias a Dickens, muchísimos pobres e infelices vieron aliviado su destino. Ya sé que estos efectos extraordinarios nada tienen que ver con el valor estético de una obra de arte. Pero son importantes, porque demuestran que toda gran obra trasciende el mundo de la imaginación, donde todo creador puede dar rienda suelta a su fantasía y su magia, y contribuir también a transformar la vida real. Cambios en lo esencial, en lo visible y también en la temperatura de los sentimientos. Dickens, al contrario que los autores que piden compasión y aliento para sí mismos, incrementó la alegría y el goce de su tiempo, estimuló su circulación sanguínea. El mundo se hizo más claro desde el día en que el joven taquígrafo del Parlamento cogió la pluma para escribir acerca de hombres y destinos."
Stefan Zweig "Tres Maestros (Balzac, Dickens, Dostoievski)"