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jueves, 23 de junio de 2011

"Sin límites" de Alan Glynn


Esto es exactamente lo que parece, ni más ni menos. Habrá quien diga que "más": una rara avis literaria, seguramente, porque [esto es mío] Hollywood no acostumbra a producir películas comerciales de buenas novelas. Se ve que en esta ocasión la diosa fortuna nos ha sonreído. Las razones podrían ir desde lo actual de su temática, vigente a pesar de tener diez años; que trata los temas que más interesan al hombre moderno o porque pone en evidencia los verdaderos valores sociales: el amor, el sexo, el dinero. Les venderán una moto tras otra y todas y cada una de ellas no tendrán otro objetivo que tratar de reconciliar los enemigos públicos que han sido siempre la narrativa contemporánea y la novela de género. Paparruchas. Esto es un betseller de toda la vida de dios y no hay nada que reconciliar. No pasa nada; no es la primera vez que crítica y público, editores y productores, lectores y cinéfilos están de acuerdo. Esto lo digo como advertencia: hagan caso: la novela, en su condición de betseller, vale la pena en la medida que lo vale una novela de entretenimiento que aún cayendo en lo de siempre no toma por imbécil al lector.

Supongo que echan de menos un resumen. Bien, esto va de un tipo vulgar, soltero y fondón, que ocupa el escalafón más bajo en una modesta editorial. Un día se encuentra en la calle con el hermano de su exmujer y por razones que no vienen al caso se acaba tomando una pastillita mágica, una droga sintética que lo hace inteligente durante un período de tiempo x. Cuando digo inteligente quiero decir muy inteligente; del tipo: "aprenda un idioma en un par de días". Así de listo. El resto no se lo cuento porque sería hacerles una putada y prefiero que quedemos como amigos, pero ya se pueden imaginar que con tanta inteligencia uno no se dedicar a escribir poesía, cuidar niños leprosos o limpiar culos en un geriátrico. Lo ideal es aprender mucho y muy rápido, ¿para qué niños? Para ganar dinero efectivamente, que para eso nos educan. Dinero, dinero, dinero. Eso es lo que hace la gente inteligente. 

Y ahora permitan que comparta con ustedes algo que desde hace unos días me tiene ligeramente perturbado. Mientras leía la novela detecté lo que en su momento entendí como un error argumental. Digo "en su momento" pero aún hoy esto está siendo motivo de duda y quisiera que ustedes me diesen su opinión aunque lo más probable es que no exista ninguna respuesta aceptable. Verán, cuando el protagonista empieza a tomar las drogas entra inmediatamente en una dinámica evidentemente destructiva: yo no soy mucho de drogarme pero por muy bonito que sea el diseño de la droga en cuestión lo más probable es que nos acabe llevando por la calle de la amargura, máxime si, como el protagonista, no es la primera vez que se peca. Pues bien. Si el suministro de droga es limitado (no entraré en detalles) y las probabilidades de encontrar esa mercancía en la calle se sitúan entre el 0% y 0,0000001%; si esta droga proporciona al consumidor una inteligencia sobrehumana, ¿no sería lo más lógico, amén de otras actividades, tratar, aunque sea en pequeños ratos, de encontrar una solución a ese “pequeño” inconveniente? Pues nuestro protagonista ni se lo plantea; no al menos  cuando debería. Esto que parece una estupidez me estuvo amargando la lectura durante dos de los tres días que me duró el libro y aún hoy me quedo con las ganas de saber si es un fallo argumental o un recurso sutil (sutilísimo) de establecer un paralelismo entre esto y una actividad económica, muy presente durante todo el relato, en la que impera la urgencia por enriquecerse, por llegar lo más alto y lejos que se pueda obviando en todo momento las consecuencia futuras. Un poco lo de la burbuja económica y eso de que debimos verla venir. Me quedo con lo primero: en el error voluntario. Creo que desarrollar esa línea argumental hubiese repercutido negativamente en la tensión deseada (que es notable, ya lo verán) y si se lo perdono es simplemente porque yo a los betsellers, cuando me entretienen, les perdono casi todo. En compensación les castigo siempre con notas bajas por muy bien que me lo hayan hecho pasar.

En definitiva, novela de género para leer y pasar un buen rato. Ideal para el parque, la playa o la piscina. Yo, si fuese ustedes, no esperaría nada más que un betseller medianamente inteligente, que atiende a todos los tópicos (y esto lo digo como un cumplido) sin llegar a caer nunca en el “esto ya lo he visto antes” aunque sí lo hayamos hecho. Como cien veces, además. Que repita esquemas habituales no desmerece el resultado siempre y cuando hayamos sido prevenidos, como es el caso. Leyendo “Nuestro trágico universo” de Scarlett Thomas encuentro un párrafo que habla de algo que dijo Nietzsche (no he localizado la cita) respecto al arte y la literatura: venía a ser algo así como que ambas deberían hacer algo más profundo que limitarse a mostrarnos alguien que pierde y encuentra una botella de aceite. No veo aquí nada más que eso, sinceramente, pero tampoco esperaba encontrarlo.