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jueves, 17 de octubre de 2013

Una aproximación a "Última temporada" (una antología)

Bueno, pues nada. Juguemos.

LA INTRODUCCIÓN
(o el inconveniente de intentar meterla doblada)

El 25 de septiembre de 2013 Alberto Olmos reinicia actividad en Hikikomori (su blog personal) que venía arrastrando un silencio administrativo largo tiempo lamentado por incondicionales y amigos, por lo que cabe esperar que pronto saque novela nueva. Desde entonces la ha ido llenando de entradas pequeñas como mocos que llamaremos #raudos

El #raudo del 11 de octubre es una foto con la portada del libro que nos ocupa y un pie de página: "seguimos intentándolo, amigos" (lo de "amigos" no es nada personal, simplemente es una coletilla que se le ha pegado) con el que arranca, rauda y veloz, la campaña de promoción de Última temporada a la que hoy se suma este blog. 

En el #raudo 18 publicado el día 12 de octubre se habla de un parásito. El parásito ya tiene el libro, dice, se lo han pasado. Alb no lo intuye, no lo sospecha. Alb LO SABE. Ha visto señales que no dejan lugar a dudas. Los enchufes de su casa le susurran: el parásito malo quiere acabar con tu libro, leerlo y difamarlo, regalarlo, hundir el negocio de trapo. Se quiere comer tu tesoro. Porque al parásito feo no le gustan los libros de Alberto Olmos, dice. Porque al parásito horrible no le gustan los libros de Lengua del Trapo, dice. Porque el parásito ODIA la literatura y quiere acabar con ella. Qué mal bicho, el parásito. Quisiera Alb ser insecticida.

Por si se lo preguntaban, el parásito al que se hace referencia soy yo.

Cuestión número uno: Alb me acusa, veladamente y basándose en ridículas suposiciones, de estar distribuyendo una copia digital por la red con ánimo de hundir las ventas de un libro: «enviando alegremente el documento, por ver si en lugar de 500 vendemos 450 y así, con suerte, no estamos aquí el año que viene». Ya tengo que tener buen carácter para no enfadarme por esta chiquillada. No sospecha, no cree, SABE que una mano negra me ha hecho llegar el libro en formado pdf. Sólo así, argumenta, puedo conocer el orden exacto de los nombres del índice (que subí a los comentarios de esta medicina hace algún tiempo). Debe creer que soy una loca furiosa que vive de lanzar pdfs a las redes de intercambio, que este es el primero que me llega, que me quema en las manos. Que lo busque, Alb, a ver si lo encuentra y que se asegure, Alb, de paso, que no es el suyo.

Por dejarlo claro: nunca he recibido un pdf de este libro. Ni ganas. Sí una foto; concretamente un pantallazo de unas páginas del índice. Una puta foto. Todo lo demás es una paja mental del bueno de Alb. Todo lo demás es algo que Alb podía haber preguntado, claro que entonces no tendría maldita la gracia. Por otro lado, ¿por qué iba nadie a molestarse por una acusación vertida en blog, por un desahogo infantil, por una pataleta?

Puesto que todo va de suponer; supongan ustedes la respuesta. 


Cuestión número dos (y atentos, que ya vamos entrando en materia): le dice Lengua de Trapo a Alb que no saben dónde estarán el año que viene. Alb se indigna ante tamañan injusticia y tiene una rabieta que se traduce en el mencionado #raudo 18. Ahora, lean y lloren, que para eso lo ha escrito: 

«[…] será tan simpático, tan miserable, leer, el año que viene, las condolencias del sujeto que vive a costa de y del autor o de la autora que hace con el libro de todos lo que no haría con su propio libro, plañidos y quebrantos como ay-dios-mío-qué-pena otra editorial pequeña que cierra, ay-virgen-santa-qué-contrariedad otro sello independiente que desaparece, ay-ay cada vez se estrecha más el abanico de posibilidades para que publiquen los autores jóvenes y las voces experimentales y los escritores minoritarios, ay qué pena tan auténtica nos dan los caídos por la crisis económica; sí, amigos, qué simpático va a ser oírles, qué miserable.»

Para empezar, y sin ánimo de ofender, el parásito aquí presente no lamentará nunca que los jóvenes autores dejen de publicar. Tiene, el parásito, mejores cosas que lamentar. El parásito lloró la muerte de Libros del Silencio porque al parásito le gustaba el papel que utilizaba y la narrativa extranjera que publicaba, no así la nacional que, salvo puntual excepción, detestó con enfermiza pasión juvenil desde que tuvo uso de razón. Guarda en cambio, este parásito, un recuerdo nada agradable de (casi) todas cuantas lecturas recuerda de Lengua de Trapo, editorial de la que, por cierto, recibió no hace mucho un libro a pesar de ser, el mencionado parásito, el mayor mal conocido. Quién sabe, tal vez no seamos ni los unos tan feos ni los otros tan dignos. Y ninguno tan tonto, por descontado. Resumiendo: que al parásito aquí presente lo que le jode es que la crisis económica o la crítica feroz o un fichero que alguien ha visto volar sin alas, vayan a ser ahora la excusa para justificar el fin de los tiempos de según quienes, como si éstos no tuvieran culpa de nada, como si fuera algo nuevo engordar las cifras de la traición. Por eso, el parásito aquí presente, que se ha levantado hoy un poco hijo de puta, promete no llorar la muerte de ninguna pequeña editorial, especialmente de aquellas que presuman de experimentación, iniciativa y buena voluntad. Que a ver si ahora va a resultar que ha sido caridad haber publicado los libros de, por ejemplo, Alberto Olmos. Ya sería casualidad también. 

Y ahora veamos qué pasa con ese puto libro, no vaya a caer en saco roto tanta desinformación, tanta mala intención, tanta promoción y tanta provocación. Tanto lamento.



LA APROXIMACIÓN 
(o cómo evitar leer un libro)

A Alberto Olmos le encarga, Lengua de Trapo, una antología de jóvenes nacidos entre 1980 y 1989 que pueden o puedan tener cierta importancia en el mundo de las letras. Lo hará gratis, Alb, porque Alb ama a Lengua de Trapo. Su recompensa será el cariño del editor y de Aixa de la cruz, Matias Candeira, Roberto de Paz, Guillermo Aguirre, María Zaragoza, Salvador Galán, Jimina Sabadú, María Folguera, Pablo Fidalgo, Aloma Rodríguez, Daniel Gascón, Jenn Díaz, Paula Cifuentes, Victor Balcells, Juan Gómez Bárcena, Rebeca Le Rumeur, Juan Soto Ivars y Cristina Morales. También de Miqui Otero y Laura Fernández, sí.

Todos quieren a Alb a pesar de que Alb antologa sin interés, sin muchas ganas y, recuerden, SIN recompensa económica. A Alb lo joven le aburre, le entristece, le da una pereza terrible. Los niños huelen a meados. ¿Será por eso que el PROLOGO parece un acto de venganza? Pues será. 

«En ningún caso se ha buscado aquí la predicción, ni tan siquiera la prescripción, sino solamente el zarandeo de nombres al objeto de reavivar el anquilosado censo de creadores de nuestro país, necesitado, no ya de voces nuevas, sino de una promesa de continuidad.»

Para Alb los escritores jóvenes del calibre que nos ocupa son víctimas de las redes (sociales, fundamentalmente) y las becas; son feladores experimentados. No son de raza. Las nuevas generaciones son espontáneas; no se han hecho a sí mismas; no son como él, que a los veintipocos ya era finalista del Herralde. El Herralde, joder. A un lado él, al otro Bolaño. Bolaño, joder. Qué gran momento inmortalizado. Qué suerte de inmortalización. Tal vez todavía guarde la foto, Alb, en su carterita; tal vez cada día la quite, de la carterita, y cada día la mire, la acaricie y le quite una doblez y si no supiera que ya la has visto mil veces, mil veces la volvería a sacar, la fotito, de la carterita, para hacerle otra caricia, para quitarle otra doblez. Para hacértela tragar. 

Promesa de continuidad”, amigos o amigas, es posar en una foto con Roberto Bolaño; lo demás son hostias.

«[…] ¿qué tiene reservado el futuro para la generación de los 80 […]? Quizá la respuesta aquí podría condensarse en una sola palabra: becas. […] una generación cuya herencia modal son las becas y esos «padrinos» que se exigen para conseguirlas no podrá nunca irrumpir en la escena cultural, pues los años previos a su estreno como escritores han constituido una suerte de amaestramiento, de doma, de aclimatación a la normativa literaria dominante. Por ello, nunca irrumpirán, sino que, muy exactamente, serán «presentados en sociedad».

Nos advierte, Alb, en el prólogo, que tengamos cuidado con los falsos artistas. Que no nos fiemos porque se hayan arreglado para la foto. Putos niños-bien. Seis de ellos han pasado por la Fundación Gala y varios más han solicitado su ingreso en algún momento en esa y otras casas. Dice Alb: «Determinados autores jóvenes cuentan con el beneplácito de jerifaltes (la errata es suya) culturales incluso mucho antes de que su primera obra vea la luz.» Como ejemplo de autores que han visto publicada su obra en grandes sellos (sabrán ellos las razones) pone a Antonio J. Rodriguez y a Laura Fernández — a pesar de que el primero rechazó participar en la antología y no venía mucho a cuento traerlo a colación—. El resto, dice Alb, son carne de «vida literaria» y lo suyo es dejarse «ver por saraos y presentaciones de libros (¿suponemos que las de Olmos también?), estableciendo contacto directo con autores consolidados (supusimos bien) y con editores.» 

Y todo esto bajo la atenta mirada del editor de Lengua de Trapo, la editorial que no sabe si estará aquí (en este mundo editorial, se entiende) el año que viene. No sé qué clase de editor es ese que no se deja la piel del escroto por sus autores, aunque no sean más que casuales, aunque no sean más que proyectos de futuro, aunque no sean más que gusanos. 


* * * * * * *


Soy el menos indicado para defender a esta generación de escritores a la que, por norma, ataco un día sí y otro también. Lo cierto es que me da igual. A mí lo que me alucina es ser testigo del menosprecio por su trabajo que demuestra un editor permitiendo un prólogo como este mientras lamenta su inevitable caída, no entendiéndola o echándole la culpa de todo al parásito de turno o a la piratería, ese lugar común que permite cuantificar pérdidas exorbitantes en la cuenta de resultados así como aliviar el peso de la conciencia por haber hundido tu propio barco con apuestas injustificables (premios incluidos). Pero lo que realmente me tiene alucinado, el motivo primero de este post (entiéndase el dramatismo, no vayan a creer que en el fondo todo esto tiene maldita importancia) es que quien fue el crítico más rudo de la blogosfera hasta que salió del armario y hubo de enfrentarse a las miradas reprobatorias de otros críticos y escritores y, sobre todo, editores, y hasta que metió su piececito en una gran editorial, por mor de una bitácora malherida, no lo olvidemos, de una «vida literaria» cultivada y regada durante años en la red… me alucina, decía, que venga ahora, ese crítico voraz a dar cachetes a los niños, a reprenderles por el Twitter, el Facebook, el Formspring, el blog, el otro blog o la fotito con Bolaño, que venga a dar lecciones, nada menos que Juan Malherido, de lo que se puede o no decir para evitar el desastre, para que no se hundan las editoriales, para que no explote la enésima burbuja, para que así todos tengan oportunidad de publicar en sellos experimentales con apuestas rupturistas e innovadoras como debió ser la suya, hace ya tanto tiempo.

Pero no hay que descartar nada; también puede ser que yo esté equivocado y que Alb esté haciendo todo esto porque, tal como dice en el #raudo de hoy (casualidades de la vida), «lo mejor que se puede decir de los amigos, lo más elogioso, es que no son los mejores escritores del mundo».

Alb es amor.