Hace aproximadamente un año -concretamente el seis de mayo de 2012- Iván Humanes publicó en su blog una entrevista a Juan Vico con motivo de la publicación de su primera novela, Hobo. Anunciaba también que el día 10 de ese mismo mes, el libro sería presentado en La Central del Raval por Fernando Clemot y Ginés S. Cutillas. Hasta aquí todo bastante mediocre, toda vez que los mencionados son unos seres humanos tirando a desconocidos. Pero, he aquí que Fernando Clemot, Gines S. Cutillas, Juan Vico e Iván Humanes son, ahora, ya, en este momento, cuatro de los seis colaboradores de la nueva etapa de la revista QUIMERA que arranca en el mes de mayo. Haberemus (si no las habemus ya) amiguismos y mamadas a cascoporro, ya verán.
Pero -¡orjanisasión!- vayamos por orden.
La Nocilla herida por el rayo
Pues resulta que a Jaime Rodríguez Z, que hasta ayer había sido director de la revista Quimera, le han dado dos señoras patadas: una en el culo (de patitas a la calle, lo han dejado) y otra en los huevos (fruto inmediato de una traición). Esto de ahora es un relato de los haceres y quereres de un par de seres humanos, a la sazón editores o escritores o arribistas culturales, pero en cualquier caso amigos y colaboradores, en las 24 horas siguientes al primero de los dos acontecimientos literarios del semestre:
El miércoles 17, Jaime Rodriguez Z. anuncia en Facebook que ha sido fulminantemente destituido como director de Quimera. Dice que no sabía nada, angelito, aunque la cosa iba fatal; que el editor, Miguel Riera, le contó que estaba pensando cerrar la revista porque trabajaba a pérdida. Esto hace semanas. Hace días, Clemot, Fernando Clemot, anuncia que toma las riendas de la revista y hace pública la composición del nuevo equipo. (Ya llegaremos a eso.) Jaime, estupefacto, habla con Clemot pero Clemot no habla con Jaime y la cosa acaba en monólogo. Conclusión: todo el mundo pasa de Jaime, por lo que Jaime, herido, mete entre las piernas el rabo y se lanza al Facebook en busca consuelo, que para sentirse querido es un sitio ideal de la muerte.
La respuesta es inmediata. Y masiva. ¡Todos quieren a Jaime! ¡Jordi Carrión (excodirector) quiere a Jaime, y Juan Trejo (excodirector) también, y Ernesto Castro y Luis Gámez y Vicente Luis Mora y Marc García (éste, muchísimo) y Manuel Vilas y…! bueno, en fin, media España quiere a Jaime. La media España de siempre, se entiende. Es una lástima que siendo tan majo, Jaime, no haya sido también mejor profesional. Me explico: hay en todo esto, un algo muy curioso: todos sus amigos, esos que lo apoyan incondicionalmente y le recuerdan lo grande que es, lo mucho que ha hecho, la increíble labor de estos últimos siete años (siete años, ya) no será olvidada, parecen no tener en cuenta que la revista pasa (o eso dicen, que habría que verlo) por una complicada situación económica. (Que ya tiene cojones, que una revista literaria que no paga por las colaboraciones no sea capaz de generar ingresos.) Si eso es así -vamos a suponer que sí- será porque hay alguien aquí que últimamente lo habrá estado haciendo como el culo, y el editor (un cobarde, un canalla y un impresentable, sí), que ha sido capaz de tener trabajando gratis durante años a un montón de gente con el cuento de hacerles el currículum, no puede ser el único culpable.
Luego está Espigado, que es como un caso aparte.
Espigado como caso aparte
Lo de Miguel Espigado no es normal. Ya lloró lo suyo cuando le dijeron no podía jugar en Diario Kafka y ahora vuelve a las andadas. Por el amor de Dios, que alguien abrace a este chico.
Pero no hagamos sangre -bastante tiene con lo suyo-. Ahora bien, tampoco dejemos pasar un par de cosas interesantes que dice en un post de su blog.
Lo primero es felicitarlo. Se ha hecho un hombre. Ha descubierto (un poco porque se lo han soplado, no se crean) que no se debe trabajar sin cobrar para un empresario, sobre todo si éste ha demostrado ser un canalla y un ladrón tanto en el pasado como en el presente. Aplauso. Cuesta creer que hubiese gente que todavía no lo sabía, pero así es. Lo bueno es que los tenemos localizados: trabaja(ba)n casi todos en Quimera. A Espigado, como a los demás, les hacía ilusión verse cada mes en la revista. “Qué coño, nos hacía ilusión ver nuestros textos en letra impresa; buscábamos méritos para el currículum profesional; queríamos visibilidad y promoción como escritores o críticos; sentíamos que el prestigio heredado de Quimera nos daba cierta pertenencia a la familia literaria española.” Ahora, si me perdonan un segundo, me voy a partir el culo de risa en la intimidad.
Tiene gracia que todos estos se quejen ahora que ya no están ahí para seguir haciendo el memo, con perdón. Durante años el prestigio, la visibilidad, la promoción, los méritos y sobre todo el halo de estupidez consustancial que acompaña siempre al crítico literario y al colaborador ocasional, eran suficiente recompensa. Ahora que están en la calle, no. Ahora resulta que han sido engañados, como si fuesen críos durante una pataleta. Niños, niñas, colaboradores de Quimera, es mejor que lo sepáis: el Ratoncito Pérez no existe.
La otra cosa interesante (y ya vamos llegando al fondo de la cuestión) que dice Espigado no la dice Espigado (esto es lo mejor) sino Clemot. Es un fragmento de la respuesta que da el segundo a las preguntas que le formula el primero: “[...] ¿qué hicieron los antiguos directores de la revista con los colaboradores de la otra etapa, la anterior a la anterior? ¿Les escribieron? ¿Les dijeron algo? Tengo testimonios si quieres y muchos. Te pueden interesar ya que buscas contrastar. Porque buscas eso, ¿no?”
A Espigado esto le da igual, al fin y al cabo no le falta razón cuando dice que él no tiene la culpa de aquello, pero no hubiese estado de más, al ver las barbas de tus vecinos cortar y aun habiendo pasado más de seis años, poner las tuyas a remojar o haberlas puestos ya en su momento. Decía que a Espigado le da igual, pero a mí, no.
Y a partir de aquí, todo suposiciones.
Por el comentario anterior Clemot parece estar muy bien informado. Sí, ya sabemos que en este mundillo no hay secreto que valga, pero hay en su forma de hablar un deje, un asomo de rencor solidario que no parece encajar con la imagen de independencia que debería dar el gran jefe indio de la nueva directiva de Quimera.
Hagamos un poco de historia. Antes de que Jordi Carrión, Juan Trejo y Jaime Rodriguez Z. se hiciesen con las riendas de Quimera, la revista estaba dirigida por Fernando Valls (en la foto). A mí todo esto me pilla de oídas, pero piensa mal y acertarás. Pues bien, aquello, dicen, fue un golpe de estado muy similar a este: se cortó (Miguel Riera, cortó) la cabeza de quien decían que había hecho grande la revista (Valls), se arrancó la raíz seca (colaboradores) e inmediatamente después se plantó el combinado de leche, cacao, avellanas y azúcar por todos conocido y se dejó al aire para que le diese el sol. Se quemó, claro.
Y es más o menos por aquí cuando se me enciende la lucecita (que es como un diablillo que descansa sobre mi hombro y que me sopla indecencias al oído) y, bendito Google, voy haciendo sumas y restas y doy con lo que parece una buena relación entre Valls y Clemot que me da que pensar o cuando menos explica este silencio con pinta de Acto de Venganza Tardío. Un ejemplo: seguramente Valls anuncia en su blog el nuevo libro de Clemot porque le parece un joven prometedor y no porque lo conozca personalmente, trabaje con él y/o sea su amigo. He aquí un fragmento de una entrevista que Juan Luis Tapia le hace para el diario Ideal de Granada: “Nocilla fue una mera operación de medro a cargo de vendedores de humo disfrazados de vanguardistas... Sí hay, en cambio, otros narradores españoles nuevos de gran interés, como Andrés Neuman, Berta Vias Mahou, Ricardo Menéndez Salmón, Isaac Rosa, Pilar Adón, Elvira Navarro, Fernando Clemot o Ignacio Ferrando, por solo citar unos pocos nombres.” Estamos en lo de siempre: qué bueno es este chico y qué suerte que sea mi amigo.
Respecto a la banda de Clemot, ¿qué decir? Los amigos están para las ocasiones. No parece el modo más profesional de trabajar pero la impresión es que, tal como decía cierto cuentista, esto va por manadas. Lo que aquí ha ocurrido es lo que ocurre siempre: la manada C ha expulsado a la manada Z de la charca del señor R, que es un señor que debe estar encantado con este permanente ir y venir de manadas y mamadas.
Y es de esperar, Clemot querido, que a tu manada se la coma, de aquí a equis años, otra, quizá un grupúsculo literario a día de hoy demasiado joven y estúpido pero en vías de formación y posicionamiento. Y no miro para nadie. Yo, si fuese tú, iría preparando, ya, el discurso de despedida para cuando toque buscar consuelo en la red social de turno. En cualquier caso, mi más sincera enhorabuena.