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lunes, 8 de abril de 2013

Sobre “Genio de extrarradio” de Sergio C. Fanjul

No voy a engañarles: los relatos de Sergio Fanjul no me han interesado más allá de la segunda pieza a excepción, quizá, de la última. Y si he terminado el chisme este con forma de libro ha sido únicamente por dos razones: una, porque se lee en poco más de una hora y dos, porque me comprometí a ello. Esto que viene ahora es la versión un tanto cruel de lo que pasa cuando se publican y leen estas cosas. 

* * * * * 

Vamos a jugar. Suponiendo que Fanjulear sea “la práctica de matar el tiempo escribiendo un relato de escasa o nula importancia”, entonces Hacer un Fanjul debería ser escribir un cuento mortalmente inofensivo. Esto me lo acabo de inventar, claro. En realidad Fanjul es el apellido del escritor cuya cabeza he puesto hoy en la picota, pero me gusta la idea de darle un nombre a lo que ha hecho, a ese indefinible cruce entre microrrelato y relato corto (algo que viene siendo avisado por el formato un tanto ridículo del libro). Genio de extrarradio es, pues, un libro de fanjules de similar calidad y más que relativo interés y el resultado es alguien demostrando que sabe coger un lápiz pero no qué hacer con él. Entiéndase la exageración: que el oficio de prosista no le viene del todo grande pero quizá el de escritor un poco sí. 

Voy a confesarles algo: el primer relato me hizo gracia. La misma gracia -por buscar una comparación poco o nada gratuita- que me hacen las conversaciones que Manuel Vilas tiene con Dios en Facebook. [Nota para desinformados: Manuel Vilas, el escritor, habla con Dios en Facebook o más exactamente reproduce las conversaciones que tiene con Dios en la intimidad supongo que del hogar. En general resultan todas moderadamente simpáticas sobre todo si, tal como me ocurre a mí, Vilas les inspira una ternura casi infantil.] Pues exactamente la misma impresión que tengo al leer esas gracietas es la que tuve con el primer relato de Fanjul. En él, el protagonista, un empleado de comida rápida, es un tipo muy preocupado por la física que tiene por compañero a quien un día será un astro del fútbol, un individuo llamado Albert Einstein. Bien, muy ingenioso, que diría alguno, pero poco más. El resto (del recopilatorio) es la búsqueda infructuosa de repetir la experiencia.

Cierto es que cada uno hace con su tiempo libre lo que le sale de los realísimos y a Fanjul, como a otros doscientos mil seres humanos de este país, le ha dado por escribir. Lo que ya no me parece normal es esta querencia por la chorrada o ese rescatar viejos relatos, aquellos que el mismo autor confiesa juveniles en una entrevista, como si fueran una opción válida o como si uno fuese un Salinger de la vida y aquello mereciese el respeto del genio en su juventud: 

Genio de Extrarradio es una recopilación de relatos que he escrito a través de varios años, cosa que se nota en ciertos cambios en el tono y el estilo. Nunca pensé que formarían un libro, como muchas veces, al parecer, pasa, porque hay muchas cosas raras que acaban formando libros. En este hay relatos más, digamos, dramáticos, con una escritura más florida, porque de más jóvenes siempre vivimos las cosas con una vocación trágica y queremos ser Julio Cortázar. Tenemos, entonces, la vida en alta estima. Los más recientes son más irónicos, incluso humorísticos, porque según te haces mayor, al menos en mi caso, empiezas a verlo todo con una media sonrisa. (Dicho aquí)

Por contarles un poco de qué va la película les diré que son once relatos metidos en un librito de 17x10 y unas 120 páginas. Así de miserable. Son relatos que hablan de cosas, de amor, por ejemplo, de poetas millonarios, de niñas que se caen a un pantano. Se reproducen escenas, van sucediendo acontecimientos y no atienden a ninguna lógica común. Es una colección de relatos absolutamente prescindible que para hacer dedo está bien, pero como inversión no tanto. Es una colección que relatos que no sé exactamente que quiere demostrar. Quizá que el mundo editorial está como está porque se lo ha buscado él solito. 

En definitiva: creo que parte del problema radica en que la mayoría de los cuentos de este recopilatorio padecen lo que podríamos llamar Efecto twitter: son simpáticos pero duran en el recuerdo lo que tardan en leerse y dos semáforos más. Después de eso no queda nada a excepción de una o dos sonrisas, de uno o dos momentos moderadamente interesantes. Todo lo demás es AIRE. Todo lo demás es tiempo que uno pierde de follar.


lunes, 23 de abril de 2012

"Los inmortales" de Manuel Vilas

Tengo un problema con Manuel Vilas. Corrijo: tengo un problema con las novelas (NoVilas, que dice Alvaro Colomer) de Manuel Vilas. Bueno, con dos de ellas, curiosamente las únicas que le he leído. De hecho con Manuel Vilas no he podido tener jamás problema alguno porque no hemos llegado, endejamásdelosjamases, a rozarnos, no digamos ya meternos mano, tener dos palabras o dedicarnos una sonrisa. Es más, si me paro a pensarlo no sé de nadie que haya tenido problemas con él, claro que esto tampoco es algo que me quite el sueño y de hecho hasta hoy no había caído en la cuenta y si lo saco a colación es únicamente porque tiene que ver con cierta malintencionada opinión respecto a lo rotundo de su éxito. Esto se me está yendo de las manos con tanta estupidez, pero ya termino. Yo creo que la apatía o desinterés que se desprende o desprenderá de esta, digamos, reseña tiene que ver con lo poco que me gustó “Los inmortales” que viene a ser poco más o menos lo mismo que me gustó “España”. 

El problema que comentaba más arriba es que Manuel Vilas escribe el tipo de novelas que no me enganchan, que no me entretienen, que no me dicen NADA y si las leo, si repito la experiencia traumática (?) que fue “España”, si le dedico las tres o cuatro horas que podría dedicarle a, por ejemplo, "Una comedia canalla" que dormita desde hace días en mi mesa, si hago ese ejercicio, decía, es para saber si viene realmente a cuento que todo el mundo hable maravillas de lo último del genial escritor y mejor persona que es Manuel Vilas. Y yo les juro por dios que no aguanto este no entender; que me mata no saber si soy yo tonto o me lo quieren hacer. Es decir: es tal la diferencia entre lo que escucho decir a los demás y la impresión que resulta de mi lectura que no me queda otra que dudar de mí mismo y mis circunstancias. Me pregunto si seré yo, que no lo pillo, o que no lo estoy cogiendo con cariño, o que ando siempre en babia o si es que simplemente escribe cosas, Vilas, que no me interesan.  

Lo cierto es que si escribo esta reseña tan chorras es por aquello de hacer tiempo y retrasar la hora de acostarme y es que cuando duermo tengo pesadillas en las que Soto Ivars me persigue al grito de "Vuelve a Cristianía, hijo de puta" por San Petersburgo adelante, arrastrando por una mano el esqueleto putrefacto de Dostoievski y alzando con la otra su nueva novela, Siberia, que quiere obligarme a leer en voz alta en el XXVI Congreso de Los Nuevos Dramáticos. Un Dostoievsky que, dicho sea de paso, es nombrado en Los Inmortales: “A Corman Martínez le gustan los grandes temperamentos filosóficos, las locas hazañas del pensamiento desubicado. Larra y él, Javier Bardem y Santiago Segura, Tolstói y Dostoiesvki. Se acordaba de las fotos de Dostoievski que vio hace años en Moscú, en una exposición sobre la vida del escritor.” A continuación hay plantada una fotografía del escritor ruso porque en las novelas modernas, las modernas de verdad, como esta  y otras de cuyo nombre no quiero acordarme, se incluyen imágenes que no vienen a cuento porque, no me jodan: ¿de verdad alguien cree que el párrafo anterior justifica la inclusión de una fotografía? Quiero pensar que es un chiste que no pillo; espero que ustedes sí porque hay más: Christopher Lambert (el inmortal, ya saben), Ian Curtis (?), Sidney Poitier, el Arcipreste de Hita, un desayuno irlandés completo (¡?), Fogwill, Robespierre, Felipe II, unas montañas escarpadas, Eva Braun, … y bueno, muchas más a cual más inútil que para lo único que valen es para fastidiar a los que quieren piratear la dichosa novela.

Supero las seiscientas palabras y aún no les he dicho de qué trata la susodicha. Aristo Willas (Willas, Vilas… supergracioso esto, no?) es un tipo que vive en el año 22011 (2011, 22011… me parto), cuando los humanos han alcanzado la inmortalidad. Willas encuentra un manuscrito (nótese la poco velada referencia a aquella novelita llamada “El manuscrito encontrado en Zaragoza”, hasta donde yo sé residencia habitual de Vilas) en el que se cuentan una serie de historias que conforman esta novela o lo que sea (siendo lo que sea una sucesión de elaboradísimos chistes que tratan asuntos cómo: Juan Pablo II reencarnado y de compras por El Corte Inglés; Picasso y Van Gogh en una orgía de gordas, o chorrocientas chorradas tipo llevar de putas a Cervantes o enamorarse de la novia de Hitler.) 

En conjunto muy aburrido todo, como de tener más que suficiente con veinte páginas, pero que leído a ratos en el sofá, en los intermedios de Gran Hermano, pues aún da para echarse unas risas con alguna tontería que invita a pensar que igual lo que pasa es que para leerlo hubiese sido mejor estar algo fumado. También puede ser que no esté a la altura, yo, frente a las novelas modernas e inclasificables de Vilas. Seguramente todo. A mí, que se me olvidan los chistes con una facilidad preocupante, sé que se me va a olvidar de aquí a dos semanas o algo menos, tal como ocurrió con “España”. Y esto, se pongan como se pongan, no puede ser bueno.


miércoles, 30 de marzo de 2011

Salinger´s (I): The Ursinus Weekly


Al respecto del artículo de Manuel Vilas publicado recientemente en el ABC (clic) hay una pequeña intrascendencia en la biografía de J.D. Salinger que resulta, en comparación, muy divertida.
 


En 1938 Salinger se matriculó en el Ursinus College (Pensilvania). Tenía 19 años. A pesar de que sus notas eran buenas y su experiencia allí la recordaría siempre con agrado, abandonó los estudios a los seis meses (aunque a finales de ese mismo año tomaría clases de Escritura). (Había decidido ser escritor; vivir de la literatura. Pero esa es otra historia). Entre sus numerosas ocupaciones en la universidad estaba encargarse de la columna de críticas teatrales, y en ocasiones también elocuentes noticias de sociedad universitaria, del semanario del centro, el Urnisus Weekly, que sospecho sería el equivalente a tener un blog hoy en día. Primero la llamó “Meditaciones de un sofista social: el diploma arrojado” pero pronto quedó simplemente como “El diploma arrojado de J.D.S.” Aunque nunca pudo considerarse “literatura” la columna fue un vehículo ideal para desarrollar su vena sarcástica y nunca tuvo reparos en criticar las novelas por ser falsas. De Margaret Mitchell, la autora de “Lo que el viento se llevó” dijo: “Por el amor de Hollywood, sería mejor para la autora reescribir ciertas partes y proporcionarle a la señorita Scarlett O’Hara un ojo ligeramente bizco, un diente roto o una talla 40 de pie”. Tampoco Hemingway se libró de su pluma: “Hemingway ha terminado su primera obra teatral extensa. Esperamos que sea digna de él. A nuestro parecer, Ernest, ha trabajado poco y babeado mucho desde El sol sale también, Los asesinos y Adiós a las armas”. No está mal para un chaval que no tenía ni 20 años. 

Del artículo de Manuel Vilas en el ABC destaco por encima de todo el subtítulo, en este caso también conocido como “la promesa después incumplida de lo que se suponía que iba a tratar el artículo”: “Los blogs son ya una práctica habitual entre los escritores. Un arma de trabajo pero también un arma arrojadiza. La moderna trinchera de la que se sirven para dirimir sus disputas literarias”. Digo “incumplida” porque al leerlo (el subtítulo) pensé que me iba a encontrar con el despelleje de los blogs de escritores que tiraban a matar contra otros escritores en una suerte de guerra secreta de las letras españolas, algo tipo Rafael Reig vs Pérez-Reverte, para que me entiendan. Pero nada más lejos de la realidad: lo que me encontré –y lo que se pueden encontrar ustedes si lo visitasen (no lo hagan, ya les resumo yo)- fue una tontería supina carente de todo interés. Vilas se dedica a contarlos lo que (casi) todo el mundo sabe: que A, B y C tienen blogs, que los usan para hablar de lo bien que les va y lo simpáticos que son. Unos son más divertidos (estos son los favoritos de Vilas –y los míos- y supongo que por eso no hace otra cosa que leerme noche tras noche) que otros, que son mas eruditos y quieren competir en periodismo cultural a golpe de intelectualidad. Yo ese tipo de blogs los uso mucho para curarme el problema del insomnio. No voy a dar nombres porque ya lo hace Vilas y además no es un asunto criticable; cada uno hace con su blog lo que le place. Mírenme a mí, todo el día escribiendo chorradas. Lo que sí es criticable es que nos venga (Vilas) con que los blogs de los escritores “sirven para dirimir sus disputas literarias” cuando ni va a hablar de eso ni se lo cree. Lo que pasa entre los blogs de escritores es un peloteo continuo de yo te leo tú me lees nosotros nos leemos y si no nos gusta nos callamos (o lo disimulamos escribiendo artículos ininteligibles (ahora mismo pienso en uno que leí hace poco sobre el “Richard Yates” de Tao Lin)). 



Bueno, pues todo esto no viene a cuento de nada serio, es que tenía cinco minutos libres y me apetecía compartirlos con ustedes. Quiero decir que la crítica mordaz de verdad, la que pondrá a parir a los blogs literarios de escritores, no es esta. Esa la tengo todavía sin escribir porque cada vez que lo intento me da un ataque de risa y me tengo que ir corriendo al baño a mear para no hacérmelo encima. Pero para que no se vayan ustedes sin moraleja para casa les diré que de todas las críticas feroces de escritores o bloggers o columnistas o articulistas o simples pazguatos me quedo con las de Salinger, que no temía decirle las verdades a monstruos de la talla de Margaret Mitchell o Ernest Hemingway. Imagínense lo que hubiera hecho (de no morirse el pobre y vivir más cerca) con Javier Marías, Julia Navarro, Pérez-Reverte o Matilde Asensi, por poner cuatro ejemplos de escritores que todos conozcamos. Qué pena, qué pena. 





Mi relación con los susodichos: con Salinger tuve siempre -hasta que se me murió - una relación fantástica y estrechísima, como casi todo el mundo. Con Vilas no, y eso que está vivito y coleando. No lo conozco de nada: ni lo amo ni lo odio (aún siendo colaborador de Quimera). Sus electrocardiogramas no me interesan especialmente y lo único que le leí (España) me dejo entre frio y tiritando. Aún así, el mayor de los respetos para él.