No voy a engañarles: los relatos de Sergio Fanjul no me han interesado más allá de la segunda pieza a excepción, quizá, de la última. Y si he terminado el chisme este con forma de libro ha sido únicamente por dos razones: una, porque se lee en poco más de una hora y dos, porque me comprometí a ello. Esto que viene ahora es la versión un tanto cruel de lo que pasa cuando se publican y leen estas cosas.
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Vamos a jugar. Suponiendo que Fanjulear sea “la práctica de matar el tiempo escribiendo un relato de escasa o nula importancia”, entonces Hacer un Fanjul debería ser escribir un cuento mortalmente inofensivo. Esto me lo acabo de inventar, claro. En realidad Fanjul es el apellido del escritor cuya cabeza he puesto hoy en la picota, pero me gusta la idea de darle un nombre a lo que ha hecho, a ese indefinible cruce entre microrrelato y relato corto (algo que viene siendo avisado por el formato un tanto ridículo del libro). Genio de extrarradio es, pues, un libro de fanjules de similar calidad y más que relativo interés y el resultado es alguien demostrando que sabe coger un lápiz pero no qué hacer con él. Entiéndase la exageración: que el oficio de prosista no le viene del todo grande pero quizá el de escritor un poco sí.
Voy a confesarles algo: el primer relato me hizo gracia. La misma gracia -por buscar una comparación poco o nada gratuita- que me hacen las conversaciones que Manuel Vilas tiene con Dios en Facebook. [Nota para desinformados: Manuel Vilas, el escritor, habla con Dios en Facebook o más exactamente reproduce las conversaciones que tiene con Dios en la intimidad supongo que del hogar. En general resultan todas moderadamente simpáticas sobre todo si, tal como me ocurre a mí, Vilas les inspira una ternura casi infantil.] Pues exactamente la misma impresión que tengo al leer esas gracietas es la que tuve con el primer relato de Fanjul. En él, el protagonista, un empleado de comida rápida, es un tipo muy preocupado por la física que tiene por compañero a quien un día será un astro del fútbol, un individuo llamado Albert Einstein. Bien, muy ingenioso, que diría alguno, pero poco más. El resto (del recopilatorio) es la búsqueda infructuosa de repetir la experiencia.
Cierto es que cada uno hace con su tiempo libre lo que le sale de los realísimos y a Fanjul, como a otros doscientos mil seres humanos de este país, le ha dado por escribir. Lo que ya no me parece normal es esta querencia por la chorrada o ese rescatar viejos relatos, aquellos que el mismo autor confiesa juveniles en una entrevista, como si fueran una opción válida o como si uno fuese un Salinger de la vida y aquello mereciese el respeto del genio en su juventud:
Genio de Extrarradio es una recopilación de relatos que he escrito a través de varios años, cosa que se nota en ciertos cambios en el tono y el estilo. Nunca pensé que formarían un libro, como muchas veces, al parecer, pasa, porque hay muchas cosas raras que acaban formando libros. En este hay relatos más, digamos, dramáticos, con una escritura más florida, porque de más jóvenes siempre vivimos las cosas con una vocación trágica y queremos ser Julio Cortázar. Tenemos, entonces, la vida en alta estima. Los más recientes son más irónicos, incluso humorísticos, porque según te haces mayor, al menos en mi caso, empiezas a verlo todo con una media sonrisa. (Dicho aquí)
Por contarles un poco de qué va la película les diré que son once relatos metidos en un librito de 17x10 y unas 120 páginas. Así de miserable. Son relatos que hablan de cosas, de amor, por ejemplo, de poetas millonarios, de niñas que se caen a un pantano. Se reproducen escenas, van sucediendo acontecimientos y no atienden a ninguna lógica común. Es una colección de relatos absolutamente prescindible que para hacer dedo está bien, pero como inversión no tanto. Es una colección que relatos que no sé exactamente que quiere demostrar. Quizá que el mundo editorial está como está porque se lo ha buscado él solito.
En definitiva: creo que parte del problema radica en que la mayoría de los cuentos de este recopilatorio padecen lo que podríamos llamar Efecto twitter: son simpáticos pero duran en el recuerdo lo que tardan en leerse y dos semáforos más. Después de eso no queda nada a excepción de una o dos sonrisas, de uno o dos momentos moderadamente interesantes. Todo lo demás es AIRE. Todo lo demás es tiempo que uno pierde de follar.