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lunes, 11 de noviembre de 2013

“Dostoievski: los años de prueba, 1850-1859” de Joseph Frank

Este es el segundo tomo de la extensa biografía que Joseph Frank dedica a investigar la vida, obra y milagros de Dostoievski. Hablamos de cinco tomos que suman un total aproximado de 3000 páginas. Obviamente no espero convencer a nadie de su lectura máxime cuando la broma sale por casi 200 euros pero aquí uno se ha propuesto leerlo y se niega a dejar de comentarlo.

Resumidísimamente este volumen se ocupa de los 10 años que Dostoievsky pasa en Siberia, primero en una prisión de trabajos forzados y más tarde, cuatro años más tarde, ocupando el más bajo escalafón del ejército. 

En prisión acabó por algo, claro. A principios de los años cuarenta el clima sociocultural ruso pasó del romanticismo al realismo social y, tal como Herzen escribió cinco años después de la publicación de la primera novela de Dostoievski (que recordemos [enlace] que había sido considerada por Belinski, el crítico literario más importante de la época, como “la primera tentativa de novela social”), las obras se vieron “imbuidas por inspiraciones y tendencias socialistas”. Estas tendencias, dice Frank, “habían requerido bastante tiempo para surgir en Rusia, y tal vez puede afirmarse que fueron inicialmente estimuladas por las escandalosas injusticias cometidas con la servidumbre, institución que durante largo tiempo perturbó las conciencias de los mejores miembros de la sociedad rusa culta, y suministró uno de los motivos para la abortada sublevación de los decembristas, en noviembre de 1825”. (1) Es decir, que la cosa venía de lejos y Dostoievski, que además de haber tenido contacto personal con las brutalidades infligidas a los campesinos estaba también muy afectado por la lectura progresista, humanitaria y vagamente utópica literatura socialista de autores como Victor Hugo, George Sand o Eugene Sue, entre otros, hizo algo más que limitarse a escribir novelas sociales de inspiración socialista o participar en un movimiento exclusivamente literario: “a partir del invierno de 1848 empezó a asistir regularmente a las reuniones del círculo de Petrashevski, formado por un grupo de hombres jóvenes que se reunían en la casa de Mijail Butashevich-Petrashevski para discutir todos los grandes temas del día que la amordazada prensa rusa tenía prohibido mencionar.

El zar Nicolás I ordenó la detención de círculo Petrashevski y con él al joven Dostoievski. Todos fueron juzgados y condenados a muerte, una pena de muerte que sería conmutada enseguida aunque igualmente, a modo de escarmiento, se organizó el fusilamiento. Sólo antes de apretar el gatillo, cuando los presos estaban frente al paredón, se les informó de que sus penas habían sido rebajadas en diferentes grados. Dostoievski, condenado inicialmente a ocho años de trabajos forzados, vio reducido este período a cuatro años, después de los cuales tendría que servir en el ejército ruso durante tiempo indeterminado. Así fue como acabó en Siberia. Dostoievski, en una la carta que escribió a su hermano Mijail el 22 de febrero de 1854, apenas una semana después de haber sido liberado del campamento de condenados, le cuenta, entre otras muchas cosas, detalles del lugar:

"Vivíamos apretujados, todos juntos en una sola barraca. Imagínate una construcción de madera, vieja y ruinosa, que se suponía debía haber sido derribada mucho tiempo atrás, que ya no era adecuada para usarse. En verano había una intolerable proximidad; en invierno, un frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La mugre en los pisos tenía casi tres centímetros de espesor. Uno podía resbalarse y caer. Las ventanitas estaban tan cubiertas de escarcha que era imposible leer en ningún momento del día. Casi tres centímetros de hielo en los cristales. Goteras en el techo, corrientes de aire por todas partes. Nos hallábamos apiñados como sardinas en lata. En la estufa cabían seis leños, pero no había tibieza (el hielo dentro de la barraca casi no se derretía), sino sólo insufrible humo. Y esto duraba todo el invierno. Los reos lavaban en la barraca su ropa, y todo el lugar estaba salpicado con agua. No había espacio para darse la vuelta. Desde el anochecer hasta el amanecer era imposible no comportarse como cerdos porque, después de todo; 'somos seres humanos vivientes.' Dormíamos sobre tablas desnudas y se nos permitía únicamente una almohada. Extendíamos sobre nuestros cuerpos el abrigo de piel de oveja, durante la noche permanecían descubiertos nuestros pies. Temblábamos toda la noche. Pulgas, piojos, cucarachas, a montones. En invierno usábamos abrigos cortos de piel de oveja, con frecuencia de la peor calidad, que casi no proporcionaban ningún calor; y en nuestros pies, botas de media caña."

Gran parte del resto del tomo lo dedica Joseph Frank a relatar todo aquello que tuvo lugar en prisión y que perfectamente nos podemos imaginar. Podía ser un buen momento para hablar de “Apuntes de la casa muerta”, la novela donde Dostoievski pone en boca de una tercera sus propias experiencias, pero el autor del ensayo prefiere dejar para el tomo siguiente el análisis literario de la obra, ya que esta fue escrita algún tiempo después. Esto es debido a que otro de los castigos sufridos fue la prohibición de escribir ni una coma, por lo que producción fue casi nula, a excepción de un pequeño relato bastante mediocre y una comedia con muy poca gracia que escribió al final de este ciclo un poco de mala gana y tras haberse comprometido con la que sería su dinámica habitual: pedir un anticipo: “No se puede escribir lo que se quiere escribir, y se escribe algo sobre lo que ni siquiera se desea pensar, si no se necesitara dinero. Y debido al dinero me veo obligado a inventar relatos intencionalmente. Ser un escritor necesitado en un oficio asqueroso." Es importante destacar que lo que ocurre durante esos años es de una importancia vital, ya que es aquí dónde Dostoievski cambia de actitud -no podemos decir que radicalmente, ya que venía apuntando maneras- y sienta las bases del pensamiento que más adelante se reflejará en su obra. 

También tiene lugar su famosa conversión religiosa, un tema al que Frank dedica muchas páginas y que insisten en relacionar con los ataques epilépticos que desde su encierro se multiplicaron alarmantemente. Frank no cuestiona la verdad o falsedad de las creencias que intervienen en la conversión pero sí sostiene la teoría de que las “penalidades de la vida carcelaria, a pesar de lo bien que pudo haberse adaptado a ellas con el tiempo, lo sometieron precisamente al tipo de tensión que conduce a la desorganización de las funciones cerebrales” lo que unido a las teorías neuropsiquiatricas que analizan los mecanismos piscofísicos de los cuales se obtienen las conversiones, da una idea de qué es lo que el autor cree que le llevó al cambio a esa religiosidad, una religiosidad que, según Wrangel (compañero de armas) “parece haber sido muy personal, vagamente deísta y con una pincelada de panteísmo, pero al mismo tiempo centrada en Cristo”. (2)

En cualquier caso y cuestiones de fe al margen, Dostoievski sale de prisión convertido en otro hombre. Son demasiados temas y demasiado complejos como para poder resumirlos en mil palabras, que era la intención inicial de este post, pero quédense con la idea de un Dostoievski que pasa de occidentalista a eslavófilo por culpa de un contacto directo con los siervos, en los que encuentra a la verdadera madre patria:

“Pueden ustedes haber tenido contacto durante toda su vida con los siervos—dice el narrador de “La casa de los muertos”—, pueden haberse asociado con ellos día tras día durante cuarenta años, de manera oficial, por ejemplo, de acuerdo con las regulaciones administrativas, o, simplemente, en forma amistosa, como benefactores, o en cierto sentido, como padres; pero, a pesar de todo, jamás los conocerán realmente. Será una ilusión óptica y nada más. Sé que todos los lectores pensarán que exagero. Pero estoy cabalmente convencido de esta verdad. He llegado a esta convicción, no mediante libros, no mediante teoría abstracta, sino mediante la realidad, y he tenido abundante tiempo para comprobarla"

* * * * * * * * 

Este segundo tomo es, tal como ocurría en el anterior, un exceso de información imposible de resumir, ya que además de profundizar en la psique del escritor en busca de todo aquellos que de un modo u otro pudiese llevarlo a pensar de esta u otra manera, da muchísima importancia al contexto histórico. Esto se traduce en ciento de páginas de información sobre lo que ocurría dentro del marco social y político ruso. Así es como llega, en la última parte del libro, al conflicto surgido por culpa de Chernishevski con la publicación de su tesis doctoral –después de otros muchos artículos periodísticos— llamado “La relación estética entre el arte y la realidad” donde atacaba la llamada “religión del arte”: 

“Los idealistas estéticos (Hegel y F. T. Vischer) consideraban el arte como una función del deseo humano de enmendar las imperfecciones de la naturaleza en nombre del ideal. Chernishevski, aportando el punto de vista opuesto, afirmaba categóricamente que "belleza es vida", y que la naturaleza, lejos de ser menos perfecta que el arte, constituía la única fuente de placer verdadero, y era infinitamente superior al arte en todo sentido. De hecho, el arte existe únicamente porque le es imposible al hombre satisfacer siempre sus requerimientos reales. Por consiguiente, el arte es útil, pero sólo como un substituto mientras lo genuino se obtiene.”

Esta encendida polémica, este “reto a la hegemonía moral-espiritual de los intelectuales liberales de la pequeña nobleza”, mantuvo entretenido al mundillo literario durante toda la década de 1860-1869, y dando a luz una serie de obras de los escritores más notorios de la literatura rusa. “La víspera” y “Padres e hijos”, de Turguenev; “Los hombres superfinos y el bilioso”, de Herzen; “¿Qué hacer?”, de Chernishevski; y “Memorias del subsuelo”, de Dostoievski fueron el resultado de este combate. Al finalizar la década, el debate fue finiquitado por “Los demonios”. Pero de todo esto ya hablaremos más adelante, durante los tomos tres y cuatro de esta biografía.

* * * * * *

Resumiendo: independientemente del cariño que uno le tenga a Dostoievski y de lo más o menos que interesen sus obras, este volumen mantiene el nivel de calidad del anterior, que ya no es poco, y a pesar de lo aparentemente aburrido de la premisa de la que arranca (el pormenorizado relato de los diez años más improductivos del escritor) el resultado es un texto apasionante unas veces, repetitivo otras pero siempre interesante.

El tercer volumen se ocupará del regreso de Dostoievski a primera línea con obras como “Humillados y ofendidos”, “La casa de los muertos”, “Memorias del Subsuelo” o “Crimen y castigo”, novelas estás que habrá que ir leyendo unas y releyendo otras y comentando con la calma que merecen.


(3)



(1) Salvo que se indique lo contrario, todas las citas pertenecen a Joseph Frank.

(2) “Las memorias de Wrangel son más bien prosaicas. La mayor parte de lo que relata de Dostoievski se relaciona con los incidentes rutinarios que les acontecían en la vida diaria, lo cual ofrece un vislumbre de un Dostoievski ordinario que raramente encontramos en otras fuentes, y es útil para que ocasionalmente recordemos que él también se comportaba como cualquier mortal común.

(3) La imagen es robada. Está dibujada por Jorge González y será incluida en la edición de Memorias del Subsuelo que editará Sexto Piso en 2013.


miércoles, 21 de diciembre de 2011

"Dostoievski : las semillas de la rebelión, 1821-1849" de Joseph Frank


En el breve ensayo llamado “El Dostoievski de Joseph Frank” (incluido en “Hablemos de Langostas”, editado por Mondadori) David Foster Wallace da una razón más que suficiente para leer el "Dostoievski" de Joseph Frank: 

[…] al profesor Frank […] se le empieza a ocurrir la posibilidad de usar la narrativa de Dostoievski como una especie de puente entre dos formas distintas de interpretar la literatura: un acercamiento estético puramente formal versus una crítica social barra ideológica que solo se preocupe por los temas y los supuestos filosóficos que hay detrás de ellos (*). 
(*) Por supuesto, la teoría literaria contemporánea consiste básicamente en demostrar que no existe ninguna distinción real entre estas dos formas de leer: o mejor dicho, en demostrar que la estética casi siempre se puede reducir a ideología. Para mí, una razón de que el proyecto general de Frank valga tanto la pena es que muestra una forma completamente distinta de aunar lecturas formales e ideológicas, un método que no es ni de lejos tan abstruso ni (a veces) simplista ni (demasiado a menudo) destructor del placer como la teoría literaria. 

De las lecturas formales o ideológicas hablamos cuando ustedes quieran, sin que tenga que ser necesariamente hoy ni necesariamente aquí porque lo cierto es que esta entrada quiere ser nada más que una reseña del primer tomo de la biografía de Dostoievski, de la que estos días me habrán leído escribir bastante. 

La cita anterior es, o pretende ser, la “razón más que suficiente” para leer a Joseph Frank pero soy consciente de que no todo el mundo está dispuesto a afrontar las casi 3.000 páginas que suman los cinco volúmenes de esta monumental obra (ni los doscientos euros que pueden llegar a costar) simplemente para conocer los secretos que puedan ocultar las obras del escritor ruso. Hay una tercera razón que estoy convencido que a muchos entusiasmará. Cito por enésima vez a Wallace: 

Al terminar de leer los libros de Frank, sin embargo, creo que cualquier lector/escritor americano serio se verá a sí mismo impelido a pensar muy seriamente en qué es exactamente lo que hace que muchos de los novelistas de nuestro país y nuestra época parezcan tan superficiales y pusilánimes en sus temas, tan moralmente empobrecidos, en comparación con Gogol o Dostoievski (o aunque sea con luminarias más tenues como Lermontov o Turguéniev). La biografía de Frank nos hace preguntarnos por qué parece que en nuestro arte necesitemos distanciarnos mediante la ironía de las convicciones profundas o de las preguntas desesperadas, de forma que los escritores contemporáneos tienen que convertirlas en bromas o bien intentar abordarlas bajo el disfraz de algo como la cita intertextual o la yuxtaposición incongruente, metiendo las cosas realmente urgentes entre asteriscos como parte de alguna floritura multivalente de desfamiliarización o alguna mierda parecida. 

Cualquier obra que ponga en evidencia (una vez más) las miserias de la narrativa actual por fuerza ha de suscitar interés. Ocurre a menudo que me pregunto qué pasa que no me acaba de convencer casi nada de lo que se escribe últimamente y me resisto a creer que pueda tratarse simplemente de una actitud negativa por mi parte frente a las tan nuevas y espontáneas generaciones literarias y sus subproductos condenados al olvido. Será que ya no quedan cosas que contar. Será. O que hay saber contarlas. Será. 


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Dostoievski : las semillas de la rebelión, 1821-1849 


Decía antes que esto quería ser una reseña del primer volumen de la biografía pero lo cierto es que desde que he empezado no he hecho otra cosa que alejarme cada vez más de mi objetivo primero. Me disculpo, pero entiendan que hay veces que evitar una digresión es evitar el que puede llegar a ser un interesante debate. Ahora, una vez planteado, procedo con lo siguiente: 

Las semillas de la rebelión aborda el período que va desde el nacimiento de Dostoievski hasta que roza los treinta años, justo después de haber publicado “Netotchka Nezvánova”, su tercera novela siempre y cuando aceptemos ésta y “El doble” como tal. A esa edad ya ha "sufrido" el éxito pero también el más estrepitoso de los fracasos; ha sido adorado y ensalzado pero también ridiculizado, insultado y odiado con una vehemencia como el propio Dostoievski no creía posible. Este primer volumen podríamos perfectamente dividirlo en tres grandes bloques. El primero sería aquel que abarca su infancia y juventud hasta la publicación de su primer libro y que salvo por esa última parte sería de los tres el menos interesante. En el segundo, que ocuparía la parte central del libro, Joseph Frank dedica cantidades ingentes de información y esfuerzo a explicar la formación y consolidación de las ideas socialistas de Dostoievski. Por último, el final de libro se ocupa de analizar algunos cuentos y un par de novelas más. 

Acabada la primera mitad de este primer volumen Dostoievski no es un tipo que nos caiga especialmente bien. Tras su primera novela sufre un exceso de confianza y su actitud se vuelve directamente... despreciable, digamos: un engreimiento supino con querencia a la gilipollez. Su posición social, sin ser especialmente buena, le había permitido vivir hasta el momento sin sobresaltos ni grandes penurias, todo gracias a los esfuerzos económicos de un padre con el que tiene muy poca relación. Su muerte (la del padre) amenaza con sumirlo en la miseria pero el éxito de crítica (que no llegará a materializarse, no al menos cómo él esperaba) de “Pobre Gente”, su primera novela, le hace ver un rayo de esperanza en el horizonte de su futuro de mierda. La historia de su caída la contaré en otra ocasión que venga más a cuento (con la reseña de “El doble” probablemente) pero sepan que es muy interesante ver cómo en la segunda mitad del volumen y a raíz de este fracaso, su actitud cambia radicalmente: se adivinan señales de hechos lo bastante relevantes para que en el futuro los incluya, de las más diversas maneras, en sus obras. Así es como podemos entender, por ejemplo, porqué caricaturizar a Turgueniev en “Los demonios” es un acto de justicia y no una maldad gratuita. 

La tercera parte de esta división imaginaria que me acabo de inventar la dejaré para cuando comente los libros en cuestión pero respecto a la segunda no basta decir que debería ser lectura obligada para todo aquel que quiera entender mínimamente el germen ideológico de Dostoievski. No se trata simplemente de explicar a qué teoría filosófica se adscribía el ruso sino qué personajes de su esfera le influían más y de qué manera. Belinski, por ejemplo, fue uno de ellos, sin duda el que más, pero hubo otros (Petrashevski, por ejemplo) y Joseph Frank no escatima tiempo ni espacio para explorar los orígenes de esos hombres en un esfuerzo por tratar de sentar unas bases lo más firmes posibles, ya que soportarán (me anticipo un poco) parte del peso de los siguientes tomos. Conocemos también la [cuando menos] curiosa etapa de militancia radical de Dostoievski, una militancia que desembocaría en su primera detención y que sin duda marcará su futuro. Pero de todo esto ya habrá tiempo para hablar en el futuro.



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UN PROYECTO MUY  PERSONAL 

Empecé a leer esta biografía por culpa de una casualidad que conté no hace mucho (aquí) pero según iba leyendo fui cayendo en la cuenta del absurdo que estaba siendo planteármela como si de un libro de texto  se tratase cuando era a todas luces evidente el desperdicio que esto suponía. Inicialmente yo sólo iba a leer “Memorias del subsuelo” y luego el resto de las Grandes Obras del ruso. Hoy no. Hoy quiero leerlo todo, absolutamente todo para tratar saberlo todo o al menos entenderlo todo (en la medida de lo posible). Bueno, quizá “todo” no, porque los cuentos, por ejemplo, no me suscitan especial interés -aunque no descarto su lectura en un futuro por determinar- y preveo que los “Diarios” serán un punto y aparte. 

El experimento empezó con “Pobre Gente”, su primera novela, (aunque unos días antes había terminado “Memorias de la casa muerta”). Llegado el momento del análisis que le hace Frank interrumpí la lectura para ponerme con ella y una vez acabada continué con el ensayo. Les diré que el resultado no pudo ser mejor, más gratificante ni más enriquecedor (una experiencia que compartiré en breve). Después, con “El doble”, invertí los papeles: primero leí el ensayo y luego la novela (y así me fue). Ahora debería continuar con “Noches Blancas” y “Netotchka Nezvánova” que en su momento -hará unos veinte años- me parecieron poco menos que infumables no recuerdo ya por qué y me alejaron -creía yo que para siempre- del escritor.


CONCLUSIÓN 

Independientemente de mis “neuras” y obsesiones personales y estos arrebatos temáticos de una vez al año no puedo menos que recomendar con entusiamo este volumen en concreto, no sólo por el tratamiento exhaustivo que hace de sus primeras obras sino porque nos permite entender que era “eso” que pasaba por la cabeza de Dostoievski, cuál era el entorno y cuáles las motivaciones; qué hay de leyenda en sus orígenes y qué de verdad. 

Del resto de los volúmenes… 
(a saber: “Los años de prueba, 1850-1859”, “La secuela de la liberación, 1860-1865”, “Los años milagrosos, 1865-1871”, “El manto del profeta, 1871-1881”) 
... quisiera ir dando cumplida información a medida que los vaya terminando (no prometo nada) lo mismo que de las novelas que en ellos se analicen. Un proyecto que, a pesar del exceso que supone, me entusiasma y aunque este blog ya se ha declarado oficialmente en pausa (llamémosle así) eso no quita que no vaya a publicar las reflexiones que salgan, si salen, de la lectura.


lunes, 5 de diciembre de 2011

Una aproximación a “Memorias del subsuelo” de Fiodor M. Dostoievski a través de DFW y Joseph Frank


Hace un par de meses, mientras reorganizaba una estantería, me senté a ojear un recopilatorio de ensayos de David Foster Wallace llamado “Hablemos de langostas” (Mondadori, 2007). Quiso el azar que lo abriese exactamente en uno llamado “El Dostoievski de Joseph Frank” cuya lectura obvié en su momento y que más o menos empieza del siguiente modo: 

«Tal como puede confirmar cualquiera que la haya leído, Memorias (1864) es una novelita impresionante pero considerablemente extraña, y estas dos cualidades tienen que ver con el hecho de que el libro resulta al mismo tiempo universal y particular. […] Notas del subsuelo y su Hombre del Subsuelo son en realidad imposibles de entender sin conocer el clima intelectual de Rusia en la década de 1860, sobre todo el momento álgido del socialismo utópico y el utilitarismo estético que estaban de moda por entonces entre la intelectualidad radical, unas ideologías que Dostoievski odiaba con esa pasión con que solamente podía odiar Dostoievski.» 

Para ponerse al corriente del clima intelectual ruso, entender la importancia del socialismo utópico y el utilitarismo estético de entonces no es suficiente con visitar dos o tres enlaces de la wikipedia o enciclopedia similar. Se lo digo por experiencia. Tampoco es suficiente repasar el contexto histórico y los apuntes biográficos de los prólogos que se incluyen en algunas ediciones (pienso en Cátedra) de según qué novelas de Dostoievski (pienso en Crimen y Castigo). No es suficiente. En un principio, en mi bendita ignorancia, creí que sí pero resultó ser que no. No fui consciente de ello hasta hace unos días cuando leyendo el ensayo de Frank al que hace referencia Wallace, di con la parte en que se trata este asunto con detalle al tratar de explicar las razones del relativo éxito de la primera novela de Dostoievski. Con esto no quiero decir que no se pueda leer esta novela sin tener esa información, pero sí es verdad que cuesta más entender lo que Dostoievski quería decir si no es así. Pero sigamos con Wallace:

«Lo que pretende [Joseph] Frank es mostrar que es imposible hacer una lectura exhaustiva de la narrativa de Dostoievski sin una comprensión detallada de las circunstancias culturales en que se concibieron los libros y a las que estos querían contribuir. Esto, explica Frank, se debe a que las obras de madurez de Dostoievski son fundamentalmente ideológicas, y no se pueden apreciar plenamente a menos que uno entienda las intenciones polemistas que las animan. En otras palabras, la mezcla de universal y particular que caracteriza Memorias del subsuelo (*) marca en realidad la mejor obra de FMD, un escritor cuyo «deseo evidente», dice Frank, es «dramatizar sus temas morales y espirituales usando como telón de fondo la historia de Rusia.» 

Si sigo por este camino les acabaré pegando el ensayo íntegro y los de Mondadori se van a enfadar conmigo, pero hay que hacer lo que hay que hacer y yo no conozco mejor manera de contarles esta película y por eso les voy a poner uno más, el penúltimo: el pie de página que hace referencia directa a la novela en cuestión y que acabo de señalar con un asterisco en el párrafo anterior. 

(*) «El volumen tercero [de la biografía de Dostoievski escrita por Joseph Frank], La conmoción de la liberación (2), incluye una muy buena lectura explicativa de Memorias [del subsuelo], que localiza la génesis del libro en una réplica al «egoísmo racional» que puso de moda el libro ¿Qué hacer? de N. G. Chernishevski e identifica al Hombre del Subsuelo como básicamente una caricatura paródica. La explicación que da Frank de la mala lectura generalizada que se hace de Memorias (mucha gente no lee el libro como un conte philosophique, y da por sentado que Dostoievski ideó al Hombre del Subsuelo como un arquetipo serio al nivel de Hamlet (3)) también contribuye a aclarar por qué las novelas más famosas de FMD a menudo se leen y se admiran sin apreciar en absoluto sus premisas ideológicas: «La función paródica del personaje [del Hombre del Subsuelo] siempre ha quedado encubierta por la inmensa vitalidad de su encarnación artística». Es decir, que en cierto sentido Dostoievski era demasiado bueno para lo que le convenía.» 

(Las frases lapidarias con las que Wallace termina algunos párrafos son impagables.) Busqué sin éxito -y sin especial interés- la novela de Chernishevski, aunque sí descubrí que guarda una estrecha relación con otra novela de Dostoievski, “Humillados y ofendidos”, de inminente lectura, como tantas otras. En cambio sí localicé en diferentes bibliotecas cuatro de los cinco tomos de la edición completa del “Dostoievski" de Joseph Frank (4), el primero de los cuales me traje para casa hace un par de meses y devolví a medio leer convencido de la necesidad de hacerme con él. (5) Del prefacio de ese primer tomo extraigo la siguiente cita del propio Frank: 

«En aquel tiempo estaba yo muy interesado en la nueva literatura existencialista […] así que elegí como tema para mi disertación “Los temas existencialistas en la literatura moderna”. Con el fin de establecer un marco histórico, inicié mi exposición con un análisis de Memorias del subsuelo, de Dostoievski, obra considerada precursora de las teorías y de los temas que encontramos en el existencialismo francés. Mi interpretación de esa obra se deriva de los escritos de Leo Shestov y de Nikolái Berdyaev: subrayaba yo la irracionalidad y la amoralidad del hombre marginado y lanzado a la clandestinidad, en tanto que éste, trágica y retadoramente, conserva la libertad de su personalidad frente a las leyes de la naturaleza, sin importarle el costo que esto signifique para él y para los demás.» 

Leer las historias que cuentan cómo nacen algunos libros es una actividad francamente adictiva, en ocasiones mucho mejor que la lectura de la propia novela. No es el caso. "Memorias del Subsuelo" es un relato excelente, una novela que empieza cómo ya no empiezan las novelas (6)

«Soy un enfermo. Soy un malvado. Soy un hombre desagradable. Creo que padezco del hígado. Pero no sé absolutamente nada de mi enfermedad. Ni siquiera puedo decir con certeza dónde me duele.» 


(En esta reseña -no así en las siguientes que había proyectado dedicar al escritor- voy a obviar casi completamente (la excepción está en la tercera nota a pie de página) los comentarios de Vladimir (“estoy deseoso de desmitificar a Dostoievski”) Nabokov en “Curso de literatura rusa” en el que afirma que “Dostoievski no es un gran escritor, sino un escritor bastante mediocre; con destellos de excelente humor, separados, desgraciadamente, por desiertos de vulgaridad literaria" ya que lo que hoy realmente me interesaba, más que hablar de “Memorias del subsuelo,” era contarles los motivos que me llevaron a leerla. Ya habrá tiempo para lo otro. Tampoco quiero dar la impresión de haber tomado ya partido por uno de los bandos. No es eso, simplemente me reservo el derecho de apasionarme con Dostoievski antes de odiarlo.) 


* * * * * * * * * * * * * * * * * * 


(1) Esto es medio verdad, medio mentira. Este post es también la doble excusa de no saber cómo hablar de un clásico como este y la de la certeza de estar lejos de poder interpretarlo correctamente. 

(2) Editado, en castellano como “Dostoievski. La secuela de la liberación 1860-1865” editado por el Fondo de Cultura Económica en 1993, reeditado en 2010 y realmente difícil de conseguir no digamos ya de encontrar disponible en librerías. 

(3) Es probable que esta frase sea una maldad de Wallace refiriéndose al abiertamente crítico con Dostoievski Vladimir Nabokov, que en “Curso de literatura rusa” dice lo siguiente (y perdonen la extensión de la cita): “Cuando un artista se pone a trabajar en una obra de arte, se ha propuesto un problema artístico concreto que pretende resolver. Escoge sus personajes, su tiempo y su lugar, y busca después aquellas circunstancias particulares y especiales que permitan que esos sucesos que a él le interesan ocurran de forma natural, desplegándose, por así decirlo, sin violencia alguna por parte del artista para forzar la consecuencia deseada, desprendiéndose de forma lógica y natural de la combinación e interacción de las fuerzas que el artista ha puesto en juego. El mundo que el artista crea con esa finalidad puede ser totalmente irreal —como lo es, por ejemplo, el mundo de Kafka, o de Gógol—, pero hay una exigencia absoluta que tenemos derecho a plantear: ese mundo, en sí y mientras dure, tiene que ser verosímil para el lector o espectador. Carece totalmente de importancia, por ejemplo, que Shakespeare introduzca en Hamlet al espectro del padre de Hamlet. Tanto si coincidimos con esos críticos que dicen que los contemporáneos de Shakespeare creían en la realidad de los fantasmas, y por lo tanto Shakespeare hacía bien en meterlos en sus obras como realidades, como si damos por sentado que esos fantasmas son algo así como unas propiedades del escenario, es lo mismo: desde el momento en que el espectro del rey asesinado entra en la obra, le aceptamos y no ponemos en duda que Shakespeare estaba en su derecho al introducirle en la obra. De hecho, la verdadera medida del genio está en la medida en que el mundo que ha creado es suyo propio, un mundo que no existía antes de él (al menos aquí en la literatura), y, lo que es más importante, en que haya conseguido hacerlo más o menos verosímil. Quisiera que considerasen ustedes el mundo de Dostoievski desde este punto de vista. […] En segundo lugar, ante una obra de arte hemos de tener siempre presente que el arte es un juego divino. Ambos elementos, el de lo divino y el del juego, son igualmente importantes. Es divino porque éste es el elemento en que el hombre se acerca más a Dios, conviniéndose en auténtico creador por derecho propio. Y es juego porque seguirá siendo arte sólo en tanto se nos permita recordar que, en el fondo, todo es ficción, que la gente del escenario, por ejemplo, no es asesinada de verdad; dicho en otras palabras, sólo en tanto que nuestros sentimientos de horror o de repugnancia no oscurezcan nuestra comprensión de estar participando, como lectores o espectadores, en un juego complicado y delectable. En el momento en que ese equilibrio se rompe tenemos, sobre la escena, un melodrama ridículo, y en un libro una descripción truculenta de pongamos, un caso de asesinato que estaría mejor en las páginas de un periódico. Y dejamos de experimentar esa sensación de placer y satisfacción y vibración espiritual, ese sentimiento combinado que es nuestra reacción al arte auténtico. Por ejemplo, no sentimos repugnancia ni horror ante el sangriento final de los tres mejores dramas de todos los tiempos: el ahorcamiento de Cordelia, la muerte de Hamlet, el suicidio de Otelo nos dan escalofríos, pero escalofríos que llevan en sí un elemento intenso de deleite. Ese deleite no procede de que nos alegremos de ver perecer a esas personas, sino simplemente de que gozamos con el genio abrumador de Shakespeare. Quisiera que estudiasen ustedes Crimen y castigo y las Memorias de una ratonera, que también se conocen con el título de Apuntes del subsuelo (1864), desde este segundo punto de vista: el placer artístico que encuentran en acompañar a Dostoyevski en sus incursiones en las almas enfermas de sus personajes, ¿es constantemente mayor que cualesquiera otras emociones, los repeluznos de repugnancia, el interés mórbido que produce una historia de crímenes? En las otras novelas de Dostoievski hay todavía menos proporción entre el logro estético y el elemento de crónica de sucesos." 


(4) La que falta me vi obligado a pedirla porque (vean que mala suerte) es precisamente esa la que contiene la lectura explicativa que hace Frank de “Memorias del subsuelo”. Me rechazaron la desiderata días después alegando que era de 1993, como si 18 años fuesen toda una vida. Finalmente la conseguí, por si les interesa, y si omito lo que aprendí de ella es simplemente porque este post habla de un momento muy concreto y no viene a cuento de nada alargarlo más o me quedaré sin argumentos cuando reseñe el libro en cuestión. 


(5) Ese mismo tomo -y el siguiente- volví a rescatarlo hace apenas quince días para acompañar la inminente lectura de las dos primeras novelas de Dostoievski (“Pobre gente”(*) y “El doble”) por lo que es de suponer que no tardaré en volver a escribir sobre el asunto. 
(*) Tengo que publicar este post de una santa vez. Cuando escribo estas palabras ya he terminado “Pobre Gente”, leo "El Doble" y he hecho bastante más que superar el ecuador del primer tomo de Joseph Frank.
(6) Lamento no poder señalar cuál fue exactamente la edición que leí ni dar el nombre del traductor ya que este libro fue un préstamo que devolví hace mucho tiempo y no tengo forma de consultarlo.