Este es el segundo tomo de la extensa biografía que Joseph Frank dedica a investigar la vida, obra y milagros de Dostoievski. Hablamos de cinco tomos que suman un total aproximado de 3000 páginas. Obviamente no espero convencer a nadie de su lectura máxime cuando la broma sale por casi 200 euros pero aquí uno se ha propuesto leerlo y se niega a dejar de comentarlo.
Resumidísimamente este volumen se ocupa de los 10 años que Dostoievsky pasa en Siberia, primero en una prisión de trabajos forzados y más tarde, cuatro años más tarde, ocupando el más bajo escalafón del ejército.
En prisión acabó por algo, claro. A principios de los años cuarenta el clima sociocultural ruso pasó del romanticismo al realismo social y, tal como Herzen escribió cinco años después de la publicación de la primera novela de Dostoievski (que recordemos [enlace] que había sido considerada por Belinski, el crítico literario más importante de la época, como “la primera tentativa de novela social”), las obras se vieron “imbuidas por inspiraciones y tendencias socialistas”. Estas tendencias, dice Frank, “habían requerido bastante tiempo para surgir en Rusia, y tal vez puede afirmarse que fueron inicialmente estimuladas por las escandalosas injusticias cometidas con la servidumbre, institución que durante largo tiempo perturbó las conciencias de los mejores miembros de la sociedad rusa culta, y suministró uno de los motivos para la abortada sublevación de los decembristas, en noviembre de 1825”. (1) Es decir, que la cosa venía de lejos y Dostoievski, que además de haber tenido contacto personal con las brutalidades infligidas a los campesinos estaba también muy afectado por la lectura progresista, humanitaria y vagamente utópica literatura socialista de autores como Victor Hugo, George Sand o Eugene Sue, entre otros, hizo algo más que limitarse a escribir novelas sociales de inspiración socialista o participar en un movimiento exclusivamente literario: “a partir del invierno de 1848 empezó a asistir regularmente a las reuniones del círculo de Petrashevski, formado por un grupo de hombres jóvenes que se reunían en la casa de Mijail Butashevich-Petrashevski para discutir todos los grandes temas del día que la amordazada prensa rusa tenía prohibido mencionar.”
El zar Nicolás I ordenó la detención de círculo Petrashevski y con él al joven Dostoievski. Todos fueron juzgados y condenados a muerte, una pena de muerte que sería conmutada enseguida aunque igualmente, a modo de escarmiento, se organizó el fusilamiento. Sólo antes de apretar el gatillo, cuando los presos estaban frente al paredón, se les informó de que sus penas habían sido rebajadas en diferentes grados. Dostoievski, condenado inicialmente a ocho años de trabajos forzados, vio reducido este período a cuatro años, después de los cuales tendría que servir en el ejército ruso durante tiempo indeterminado. Así fue como acabó en Siberia. Dostoievski, en una la carta que escribió a su hermano Mijail el 22 de febrero de 1854, apenas una semana después de haber sido liberado del campamento de condenados, le cuenta, entre otras muchas cosas, detalles del lugar:
"Vivíamos apretujados, todos juntos en una sola barraca. Imagínate una construcción de madera, vieja y ruinosa, que se suponía debía haber sido derribada mucho tiempo atrás, que ya no era adecuada para usarse. En verano había una intolerable proximidad; en invierno, un frío insoportable. Todos los pisos estaban podridos. La mugre en los pisos tenía casi tres centímetros de espesor. Uno podía resbalarse y caer. Las ventanitas estaban tan cubiertas de escarcha que era imposible leer en ningún momento del día. Casi tres centímetros de hielo en los cristales. Goteras en el techo, corrientes de aire por todas partes. Nos hallábamos apiñados como sardinas en lata. En la estufa cabían seis leños, pero no había tibieza (el hielo dentro de la barraca casi no se derretía), sino sólo insufrible humo. Y esto duraba todo el invierno. Los reos lavaban en la barraca su ropa, y todo el lugar estaba salpicado con agua. No había espacio para darse la vuelta. Desde el anochecer hasta el amanecer era imposible no comportarse como cerdos porque, después de todo; 'somos seres humanos vivientes.' Dormíamos sobre tablas desnudas y se nos permitía únicamente una almohada. Extendíamos sobre nuestros cuerpos el abrigo de piel de oveja, durante la noche permanecían descubiertos nuestros pies. Temblábamos toda la noche. Pulgas, piojos, cucarachas, a montones. En invierno usábamos abrigos cortos de piel de oveja, con frecuencia de la peor calidad, que casi no proporcionaban ningún calor; y en nuestros pies, botas de media caña."
Gran parte del resto del tomo lo dedica Joseph Frank a relatar todo aquello que tuvo lugar en prisión y que perfectamente nos podemos imaginar. Podía ser un buen momento para hablar de “Apuntes de la casa muerta”, la novela donde Dostoievski pone en boca de una tercera sus propias experiencias, pero el autor del ensayo prefiere dejar para el tomo siguiente el análisis literario de la obra, ya que esta fue escrita algún tiempo después. Esto es debido a que otro de los castigos sufridos fue la prohibición de escribir ni una coma, por lo que producción fue casi nula, a excepción de un pequeño relato bastante mediocre y una comedia con muy poca gracia que escribió al final de este ciclo un poco de mala gana y tras haberse comprometido con la que sería su dinámica habitual: pedir un anticipo: “No se puede escribir lo que se quiere escribir, y se escribe algo sobre lo que ni siquiera se desea pensar, si no se necesitara dinero. Y debido al dinero me veo obligado a inventar relatos intencionalmente. Ser un escritor necesitado en un oficio asqueroso." Es importante destacar que lo que ocurre durante esos años es de una importancia vital, ya que es aquí dónde Dostoievski cambia de actitud -no podemos decir que radicalmente, ya que venía apuntando maneras- y sienta las bases del pensamiento que más adelante se reflejará en su obra.
También tiene lugar su famosa conversión religiosa, un tema al que Frank dedica muchas páginas y que insisten en relacionar con los ataques epilépticos que desde su encierro se multiplicaron alarmantemente. Frank no cuestiona la verdad o falsedad de las creencias que intervienen en la conversión pero sí sostiene la teoría de que las “penalidades de la vida carcelaria, a pesar de lo bien que pudo haberse adaptado a ellas con el tiempo, lo sometieron precisamente al tipo de tensión que conduce a la desorganización de las funciones cerebrales” lo que unido a las teorías neuropsiquiatricas que analizan los mecanismos piscofísicos de los cuales se obtienen las conversiones, da una idea de qué es lo que el autor cree que le llevó al cambio a esa religiosidad, una religiosidad que, según Wrangel (compañero de armas) “parece haber sido muy personal, vagamente deísta y con una pincelada de panteísmo, pero al mismo tiempo centrada en Cristo”. (2)
En cualquier caso y cuestiones de fe al margen, Dostoievski sale de prisión convertido en otro hombre. Son demasiados temas y demasiado complejos como para poder resumirlos en mil palabras, que era la intención inicial de este post, pero quédense con la idea de un Dostoievski que pasa de occidentalista a eslavófilo por culpa de un contacto directo con los siervos, en los que encuentra a la verdadera madre patria:
“Pueden ustedes haber tenido contacto durante toda su vida con los siervos—dice el narrador de “La casa de los muertos”—, pueden haberse asociado con ellos día tras día durante cuarenta años, de manera oficial, por ejemplo, de acuerdo con las regulaciones administrativas, o, simplemente, en forma amistosa, como benefactores, o en cierto sentido, como padres; pero, a pesar de todo, jamás los conocerán realmente. Será una ilusión óptica y nada más. Sé que todos los lectores pensarán que exagero. Pero estoy cabalmente convencido de esta verdad. He llegado a esta convicción, no mediante libros, no mediante teoría abstracta, sino mediante la realidad, y he tenido abundante tiempo para comprobarla"
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Este segundo tomo es, tal como ocurría en el anterior, un exceso de información imposible de resumir, ya que además de profundizar en la psique del escritor en busca de todo aquellos que de un modo u otro pudiese llevarlo a pensar de esta u otra manera, da muchísima importancia al contexto histórico. Esto se traduce en ciento de páginas de información sobre lo que ocurría dentro del marco social y político ruso. Así es como llega, en la última parte del libro, al conflicto surgido por culpa de Chernishevski con la publicación de su tesis doctoral –después de otros muchos artículos periodísticos— llamado “La relación estética entre el arte y la realidad” donde atacaba la llamada “religión del arte”:
“Los idealistas estéticos (Hegel y F. T. Vischer) consideraban el arte como una función del deseo humano de enmendar las imperfecciones de la naturaleza en nombre del ideal. Chernishevski, aportando el punto de vista opuesto, afirmaba categóricamente que "belleza es vida", y que la naturaleza, lejos de ser menos perfecta que el arte, constituía la única fuente de placer verdadero, y era infinitamente superior al arte en todo sentido. De hecho, el arte existe únicamente porque le es imposible al hombre satisfacer siempre sus requerimientos reales. Por consiguiente, el arte es útil, pero sólo como un substituto mientras lo genuino se obtiene.”
Esta encendida polémica, este “reto a la hegemonía moral-espiritual de los intelectuales liberales de la pequeña nobleza”, mantuvo entretenido al mundillo literario durante toda la década de 1860-1869, y dando a luz una serie de obras de los escritores más notorios de la literatura rusa. “La víspera” y “Padres e hijos”, de Turguenev; “Los hombres superfinos y el bilioso”, de Herzen; “¿Qué hacer?”, de Chernishevski; y “Memorias del subsuelo”, de Dostoievski fueron el resultado de este combate. Al finalizar la década, el debate fue finiquitado por “Los demonios”. Pero de todo esto ya hablaremos más adelante, durante los tomos tres y cuatro de esta biografía.
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Resumiendo: independientemente del cariño que uno le tenga a Dostoievski y de lo más o menos que interesen sus obras, este volumen mantiene el nivel de calidad del anterior, que ya no es poco, y a pesar de lo aparentemente aburrido de la premisa de la que arranca (el pormenorizado relato de los diez años más improductivos del escritor) el resultado es un texto apasionante unas veces, repetitivo otras pero siempre interesante.
El tercer volumen se ocupará del regreso de Dostoievski a primera línea con obras como “Humillados y ofendidos”, “La casa de los muertos”, “Memorias del Subsuelo” o “Crimen y castigo”, novelas estás que habrá que ir leyendo unas y releyendo otras y comentando con la calma que merecen.
(1) Salvo que se indique lo contrario, todas las citas pertenecen a Joseph Frank.
(2) “Las memorias de Wrangel son más bien prosaicas. La mayor parte de lo que relata de Dostoievski se relaciona con los incidentes rutinarios que les acontecían en la vida diaria, lo cual ofrece un vislumbre de un Dostoievski ordinario que raramente encontramos en otras fuentes, y es útil para que ocasionalmente recordemos que él también se comportaba como cualquier mortal común.”
(3) La imagen es robada. Está dibujada por Jorge González y será incluida en la edición de Memorias del Subsuelo que editará Sexto Piso en 2013.
(3) La imagen es robada. Está dibujada por Jorge González y será incluida en la edición de Memorias del Subsuelo que editará Sexto Piso en 2013.