Este mes de septiembre en la sección “El tema del mes” de la revista Qué leer se trata es espinoso asunto de la “crítica literaria”. El artículo, firmado por Milo Krmpotic, lleva el titular “Internet, la crítica y la mujer de César” en clara referencia a la famosa frase que Plutarco dice que Cesar la espetó a su mujer después de que un patricio hubiese tratado infructuosamente de seducirla: "No basta que la mujer del César sea honesta; también tiene que parecerlo". La pobre infeliz no había hecho nada digno de reprobación pero la frase de César se refiere precisamente a eso: ser fiel no es suficiente por más que la sumisión sea ejemplar. No me quiero imaginar la tesitura en que de la noche a la mañana se encontró la buena de la mujer. Ya supongo que nada de salir sola, adiós a las cenas con amigas en los bares del puerto y “si vas de compras que te acompañe mi madre”.
Pues la crítica igual. De un tiempo a esta parte -y siendo el comprador el único exento de culpa- la crítica literaria de revistas y suplementos culturales varios (amén de ciertas bitácoras literarias) es sospechosa de -por decirlo de un modo que todo el mundo lo entienda- mentir, adornar, embellecer. Extraigo de ese artículo una primera cita que habla por sí misma:
“Por un lado, ante al tono académico de algunas voces "oficiales", blogs como el citado Tongoy reaccionan clamando contra el elitismo y reivindicando las opiniones del sujeto a pie de calle. Y, por otro, uno de los grandes caballos de batalla es el ya clásico apartado de la endogamia, donde las relaciones de conocimiento o amistad que con toda lógica tienden a establecer los miembros de un mismo gremio son interpretadas como una prueba flagrante del amiguismo o nepotismo que preside el ámbito de la reseña (de forma inversa, curiosamente, la industria suele adjudicar los juicios negativos a una supuesta antipatía del crítico hacia el autor o el sello que han sido objeto de su diatriba).”
Puntualizo: “las relaciones de conocimiento o amistad que con toda lógica tienden a establecer los miembros de un mismo gremio” no “son interpretadas” [por quien esto escribe] “como una prueba flagrante del amiguismo o nepotismo que preside el ámbito de la reseña” sino como un motivo más que suficiente para sospechar de que dicho amiguismo tenga las consecuencias que todos estamos pensando.
El artículo continúa haciendo referencia a las reseñas ofrecidas por Vicente Luis Mora en su blog que suelen culminar especificando la relación personal de éste con los escritores o editoriales protagonistas. Milo, consciente de que su revista (y no sólo ella, cómo veremos después) es también sospechosa por motivos harto evidentes propone a sus críticos hacer lo propio “a modo de post mensual en la bitácora de la revista”. La respuesta es NO. Las razones esgrimidas fueron las siguientes:
[Razón número 1] "Es inevitable que el crítico mantenga relaciones de algún tipo con autores, editores o jefas de prensa, pero la simpatía personal no tiene por qué traducirse en un aumento del número de tinteros: los futbolistas de distintos equipos también salen de copas juntos y luego cada uno defiende sus intereses"
A Milo debe gustarle mucho el fútbol porque este símil ya se lo había escuchado alguna que otra vez. Le digo lo mismo que le dije o debí decirle entonces: los intereses que defiende un futbolista no me parece que sean los mismos “intereses” que defiende un crítico por la sencilla razón de que no estamos hablando de contrincantes sino de "jugadores vs. árbitro". El error está en considerar al crítico un jugador más. Es más: cuando eso ocurre -cuando el árbitro se cansa a mitad del partido de ser un simple “espectador” y se quita el traje negro y se pone el de luces y se echa al campo a jugar del bando que sea- es cuando yo me quejo de que los propios escritores ejerzan también de críticos y reseñen novelas de compañeros de profesión, especialmente cuando éstos puedan ser habituales de saraos y firmas en casetas varias. Quiero decir con esto que lo que Vicente Luis Mora -por seguir con la referencia de Milo- pueda decir de Pynchon o Roth me parecerá siempre de agradecer, no así cuando reseñe a Muñoz Molina (por ejemplo) si sé (no es el caso) que han estado firmado libros juntos y luego se han ido de copas y a cenar. Que sólo se reseñen buenas novelas puede ser verdad, el pago de un favor o una simple caricia.
[Razón número 2] "Aun así, pase lo que pase, siempre habrá quien dude del buen hacer del crítico."
Claro. De esto el refranero y lo que tiene de cultura popular es en parte culpable: lo de piensa mal y acertarás. Pero esto no justifica nada. Yo también he recibido libros de los denominados "promocionales". En ocasiones me llegan desde la propia editorial y en otras es un ejercicio de insensatez por parte de los escritores que piden mi opinión y corren con los gastos a título personal. Siempre hago la misma advertencia que tiene que ver con la fea costumbre que tengo de poner a parir lo que sea pero algunos no se acojonan a tiempo y me lo envían igualmente. Mi compromiso de honestidad (así como el sentimiento de culpa) es sincero -por más que no me haya traído más que disgustos- fundamentalmente porque no es imposible leer los mismos libros que me han enviado de un modo completamente gratuito a través de bibliotecas estatales. Porque mi posición como usuario de lo público no debe ser en modo alguno diferente a la de los demás reseñistas es por lo que creo que todo aquel que caiga en el ejercicio de "cumplido por compensación" no merece demasiado respeto. Quiero decir con esto que entiendo que no se escriban ciertas reseñas de ciertos libros pero que de hacerlo, si realmente va a hacerse, ha de hacerse bien; ha de hacerse con sinceridad. Y las editoriales han de saberlo y aceptar las consecuencias.
[Razón número 3] "En cualquier caso, es responsabilidad del crítico en particular, y no de Qué Leer en general, asegurar la honorabilidad de cada reseña. […] Asimismo, contribución a contribución, fueron surgiendo una serie de posicionamientos éticos quizá evidentes (no incurrir en posibles conflictos de intereses reseñando títulos de una editorial que por ejemplo esté evaluando la posibilidad de editar uno de tus libros) pero también destinados a facilitar la conclusión final: un pacto entre coordinador y colaboradores para evitar situaciones que puedan ser percibidas como corruptas. Uno y otros deseamos ser la mejor mujer del César posible."
En definitiva, básicamente me alegra haber sido en parte culpable de la reflexión que ha hecho la Qué Leer pero también me da un poco de pena que al final todo quede como estaba y vayamos a seguir viendo más de lo mismo donde sea que miremos. Allá cada cual. Si ellos no cambian de actitud, yo tampoco cambiaré de opinión. Sí es verdad que haber perdido esta batalla invita al desánimo y está por ver si no será mejor perder el tiempo leyendo cosas que valgan realmente la pena y no escribiendo sobre otras que no sirven ni para regalar al enemigo y que a la larga, tienen razón algunos, acaban por hacer la misma publicidad.
Y TERMINO CON UN EJEMPLO
Este mes de septiembre la revista Quimera dedica cinco columnas a la reseña del libro de Ernesto Castro llamado “Contra la posmodernidad” que Alpha Decay publica en formato Alpha-mini por aquello de no tener nada más que cien páginas. Aclaro antes de seguir que todavía no he leído el ensayo y no puedo opinar sobre él. Lo mismo con Castro, a quién no tengo el placer. La nota discordante es la siguiente: ¿cuál puede ser la razón para una reseña elogiosa de cinco columnas sobre un mini-libro? Espero que sea porque es cojonudo porque la otra opción (en la que yo pienso porque soy malo por naturaleza y veo conspiraciones por todas partes) sería sospechar que las cinco columnas y el elogio desmedido tienen algo que ver con el hecho de que el escritor (Ernesto Castro) sea también colaborador habitual de la revista Quimera. “Nosotros nos lo guisamos, nosotros nos los comemos”: no somos grandes porque estemos juntos sino que estamos juntos porque somos inmensos. Quimera va camino de convertirse en la revista de unos pocos para sí mismos.
Mención aparte merece la crítica en sí. No sólo por querer colocar a Castro como el Zizek español sino porque adolece de lo mismo por lo que yo he sido criticado tantas y tantas veces lo cual debo confesar que viniendo de Quimera y más concretamente de esta crítica supone un triste consuelo. Dejo una cita para que juzguen ustedes mismos:
"El ejercicio de la crítica literaria obliga a eludir la presencia del hermeneuta para simular que la crítica emerge de una observación desapasionada, sin implicación personal por parte de quien la escribe. Así es en muchos casos, y así debería ser en la mayoría. Pero hay otros en que hacerse presente en la crítica, más que un acto de arrogancia, pasa a ser un acto de honestidad. Contra la postmodernidad entra dentro de esos casos. Quizás porque los argumentos para explicar la importancia de este libro no se entenderían si no explicara porque es importante para mí. En contadas ocasiones, vivimos experiencias colectivas, actos que nos transforman íntimamente en la misma dirección. Leyendo este libro, siento la misma empatía que con las manifestaciones de miles de personas que estos días desempolvan o se inventan su conciencia política, y la proclaman por todos los medios que tienen a su alcance; la misma complicidad que ha encendido las calles de medio mundo durante los últimos meses, llevándose por delante décadas de pasividad política por parte de los jóvenes."