Hoy, segunda de las cuatro partes en que, por razones evidentes, he considerado oportuno dividir el habitual resumen de lecturas del mes.
Ominosus de Bear, Kiernan y Barron
Decíamos el otro día que «probablemente lo mejor que una editorial puede conseguir con la publicación de una antología de relatos es (además de recuperar la inversión) que el lector ocasional (descartemos incondicionales, para no contaminar esta frágil teoría) se interese por alguno de los autores que participan en ella. En ese sentido, Ominosus es impecable. Si te gusta el terror, claro».
Bueno, pues sí. Ominosus son tres relatos de tres escritores que merodean por el Universo Lovecraft, homenajeando, adaptando o reinventando (o lo que se tercie) breves historias de monstruos, bosques y fosas abisales. Interesante.
Nota: entonces, cuando leí este libro, no lo sabía pero el tercer relato, el de Laird Barron, El don de la oportunidad cuenta una historia que funciona como un prólogo perfecto (repito, perfecto) de una novela de la que hablaremos un poco más abajo o en próximos días, también del mismo autor, llamada El rito. Y cuando digo “perfecto” lo que quiero decir es que deberían, en la medida de lo posible, leer este relato antes de la novela. No es imprescindible, pero enriquece. Háganme caso.
En las montañas de la locura de H.P. Lovecraft
Hacía como un millón de años que no leía al nuevo escritor de moda: Lovecraft. Sí, de moda. No tienen más que filtrar, en Amazon, por ejemplo, todas las reediciones de sus obras publicadas en 2014. Se cansarán de pasar páginas.
El caso es que yo, no queriendo ser menos y viniendo como venía de leer cosillas sobre los shoggots (unos bichos lovecraftianos), entre otros, me fui directo a por una lectura de juventud (o algo que se parecía bastante a la juventud): En las montañas de la locura. Horror. No recordaba lo mal escritor que era Lovecraft ni lo mal lector que era yo. Afortunadamente la historia, si la dejas en pañales, es una estupenda mezcla de terror y ciencia ficción donde unos señores encuentran unas montañas que ocultan un terrible y magnífico secreto. Toda la novela es el narrador tratando de convencernos de que no debemos ir allí a ver todas aquellas maravillas, no vayamos a morirnos. Menudo cabrón egoísta.
Recomendada a entusiastas, incondicionales o nostálgicos de las primeras lecturas.
En el café de la juventud perdida de Patrick Modiano
Y en esto que estaba yo leyendo en Lovecraft cuando Patrick Modiano ganó el Nobel, que tampoco es algo que se gane todos los días. Y pensé: ¿y si nos leemos a Modiano de una puta vez? Y, bueno, nada, que maldita la hora, yo, que tan feliz estaba con mis horrores.
La novela no puede ser más aburrida. Con esto ya les sobran argumentos para no acercarse a ella. Miren si será ladrillo que me he quedado dormido cuatro veces tratando de recordar su argumento.
Creo —no estoy seguro, tal es la bruma que cubre mis ojos, tal el bloqueo mental autoimpuesto— que la cosa iba de unos que iban a tomar café a un cafetería y una chica muy mona que se les unía. Ellos, típicos gilipollas de la época, pedantes e insoportables; ella, dulce y misteriosa mujer que ocultaba un secreto. La cosa va de descubrirlo. El secreto, digo, para lo cual diferentes narradores van contado lo que saben, montando un puzle (qué original) de cuatro piezas que el lector deberá encajar total para descubrir que todos es más o menos como se lo imaginaba. De fondo, París, qué bien.
Dicen que lo mejor de Modiano es su forma de narrar. Será.
Más allá del espejo de John Connolly
Y tras esa injustificada pausa para adentrarme en la literatura de altura, tocaba volver a las andadas. Y qué mejor, para pecar, que John Connolly.
Descubrí a Connolly hace años, no sé cuantos, por esa serie que tiene del detective Charlie Parker. Leí, casi del tirón, los cuatro primeros, digamos, episodios. Y bien, bueno, entretenido. Da lo que promete, que ya no es poco. Lo que pasó fue que cuatro seguidos (o casi, fue hace tiempo) se hizo un poco demasiado y ahí lo dejé y nunca más volví hasta que el otro día, por algún razón desconocida o inconfesable, me dio por librarme de viejas espinas.
“Más allá del espejo” es el episodio 4,5 de la serie de Charlie Parker, que es el nombre del detective protagonista. 4,5 porque aunque cronológicamente se sitúa entre el cuarto y el quinto episodio, se publicó mucho después. Aquí, al menos, en nuestro país. No me interesa tanto el tema como para investigar si ocurrió lo mismo en USA pero no me extrañaría en absoluto porque Más allá del espejo parece una novela fallida que se publica igualmente por aquello de aprovechar el tirón de ser un éxito superventas.
La historia tiene el estilo habitual (quienes lo han leído lo conocerán y quienes no, lo supondrán, seguramente con éxito) y sigue los patrones del resto de la serie: malos malísimos despiadados, buenos buenísimos atormentados, el humor sin gracia de quien es más duro que una nuez, una mujer enamorada y dos gays con pistola. Aquí, en esta novela, secuestran una niña o están a punto de hacerlo o eso parece. Se trata, por tanto, de evitar que secuestren a no se sabe quién, no se sabe dónde no se sabe porqué (que por algo es una novela de intriga) y todo porque hay una casa abandonada en un bosque, que es una cosa nunca vista antes, donde los malos eran todavía peores cuando se miraban al espejo, como en Poltergeist 3.
La novela, dentro sus tópicos (violencia, violencia, violencia) y aceptando pulpo como animal de compañía, se desarrolla con la normalidad habitual del universo de los asesinos en serie que creen a pies juntillas en fantasmas hasta que llega un momento, cerca ya del final, en que parece que al autor se harta de la historia o se le ocurre otra mejor y decide echar un cierre precipitado en el que la tensión brilla por su ausencia.
(Continuará)