Leyshon es inglesa, mujer, fundamentalmente dramaturga y ocasionalmente novelista. Eso en su tierra. Aquí, hasta hace poco, no pasaba de completa desconocida. Sexto Piso edita su última novela. Esta novela, la de la foto de la izquierda. Empieza así:
éste es mi libro y estoy escribiéndolo con mi propia mano.en este año del señor de mil ochocientos treinta y uno he llegado a la edad de quince años y estoy sentada al lado de mi ventana y veo muchas cosas, veo pájaros y los pájaros llenan el cielo con sus gritos, veo los árboles y veo las hojas, y cada hoja tiene venas que la recorren, y la corteza de cada árbol tiene grietas, no soy muy alta y mi pelo es del color de la leche, me llamo mary y he aprendido a deletrear mi nombre, eme. a. erre, i griega, así es como se escribe.quiero contarte lo que ha pasado pero tengo que tener cuidado de no apresurarme como hacen las vaquillas en la entrada, porque entonces iré por delante de mí misma y puedo tropezarme y caerme y de todas maneras tú querrás que empiece por donde se debe empezar.y eso es por el principio.
La protagonista, Mary, tiene quince años y un carácter que para sí lo quisieran muchos. Vive para trabajar en una granja miserable con sus hermanas, sus padres y el dulce abuelito. Desde que sale el sol hasta que se pone, todo es currar como una cabrona. Su padre es un tirano que las trata como a mulas y las quiere incluso menos. Él lo que quería era un varón. Mary era, antes de nacer, la última esperanza, en cambio nace como nace y no solo eso: nace albina; del color de la leche, para ser exactos. Amén de encantos, también arrastra una cojera. Es un caso, la Mary. Hablando de casos; el caso es que su padre la cede al párroco a cambio de unas monedillas, para lo sea menester o tenga el señor a bien. Ella, que es muy resuelta y dura como un tojo (la típica ignorante que deviene en simpática sin quererlo), caerá en gracia enseguida al párroco y a su mujer. Será la sal de sus aburguesadas vidas de mierda.
Pasan más cosas, claro, pero tampoco es plan de contarlas todas. Bastante he dicho ya.
¿Qué tiene la novela para venir hoy aquí a defenderla? Fundamentalmente un estilo narrativo muy cercano al del “El gran cuaderno” de Agota Kristoff (aquí) y, si me apuran (no me apuren, se lo ruego), a veces, por momentos, si se presta mucha atención se pueden escuchar ecos de "La niña que amaba las cerillas" de Gaetan Soucy (aquí), que como cumplido ya no está mal. Esas frases cortas, ese limitarse a dar la información estrictamente necesaria; esa parquedad, esa sequedad, ese ir siempre al quid de la cuestión; ese no necesitar 400 páginas para contar lo que se pueden contar en 150. Eso tiene, que no es poco. Nada de hablar de la flora y la fauna, la incidencia de los rayos de sol o el efecto de los rayos gamma en las margaritas. Nopis. Aquí se cuenta lo que se cuenta y lo que no se cuenta se supone o directamente no importa. Hay una razón para esto: Mary, al igual que es resto de familia, es analfabeta. Era, más bien. La novela está escrita por ella, ya lo han visto, por lo que en algún momento (que sí, claro, está en la novela) Mary aprende a leer y a escribir.
escribir lleva mucho tiempo, hay que deletrear y copiar cada palabra encima de la página, y cuando termino tengo que volver a mirar para ver si las he elegido bien.y algunos días tengo que pararme porque tengo que pensar en qué es lo que tengo que decir, y en qué es lo que quiero decir. y en por qué lo estoy diciendo.y tardo más tiempo en escribir sobre algo que ha pasado que lo que tardó en pasar.pero tengo que escribir rápido porque no tengo mucho tiempo.
Y es por eso, porque Mary no tiene mucho tiempo, por lo que se prescinde de todo artificio y decoración, incluyendo las mayúsculas. Lo que queda es una historia, que puede gustar más o menos, y una voz, la de Mary, que no es una voz cualquiera. Y, si quieren, un final impactante, pero esto es, en mi opinión, lo de menos. Prefiero la escalada a las vistas desde la cumbre.
Al señor de este blog le gustan unas veces las historias que van al grano y otras veces las que enredan y juegan a ser laberintos desatados, pero lo que siempre le gusta, al señor de este blog, es que le seduzcan, y Leyshon, al menos la forma que tiene Leyshon de contar esta historia, lo hace.