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lunes, 27 de agosto de 2012

“La contabilidad privada de Christie Malry” de B.S. Johnson


B. S. Johnson (Londres, 1933-1973) fue narrador, poeta, dramaturgo, crítico literario, realizador cinematográfico y productor televisivo. […] A partir de 1963 Johnson dio a luz una serie de novelas comprometidas con la exploración formal, en muchas ocasiones centrada en aspectos propiamente físicos y tipográficos, y con la honestidad narrativa: no en vano consideraba sus obras «verdades en forma de novela». […] se suicidó a los cuarenta años agobiado por problemas familiares y deprimido por la falta de aceptación de sus propuestas. […] (Fuente: Libros del Silencio



[Sinopsis] Christie Malry es un joven humilde que ambiciona estar cerca del dinero del que carece. Por ello acepta empezar a trabajar como empleado bancario, pero el ambiente gris y asfixiante pronto le convencerá de que debe buscar nuevos escenarios en los que perseguir sus objetivos. Hacerse contable, su siguiente movimiento, no le acercará más al éxito, pero sí le hará descubrir la herramienta esencial para alumbrar la Gran Idea que dará sentido a su existencia: la contabilidad por partida doble, que Christie adoptará para hacer, literalmente, balance de daños y beneficios en su relación cada vez más turbulenta con un mundo que percibe injusto y despiadado, y contra el que se declara en guerra abierta. (Fuente: Libros del Silencio



“El sistema de partida doble es el método o sistema de registro de las operaciones más usado en la contabilidad. Este se asemeja a una balanza ya que tienen que estar en iguales condiciones para estar en equilibrio. Aquí tiene que ver dos palabras: el deber y el haber. El deber es debitar, cargar o deudora, entre otras palabras débito. El haber es acreditar, abonar, entre otras palabras, crédito.” (Fuente: Wikipedia



Capítulo 21
En el que Christie y yo lo revelamos todo;
y que bien pueden ustedes saltarse

- Christie – le previne-. Me parece que esta novela no se puede extender mucho más.
- Tranquilo – dijo amablemente Christie-. No te preocupes. Para nosotros la extensión no es lo importante, ¿no? ¿Para qué derrochar todo el tiempo libre de un mes leyendo una novela de mil páginas, cuando en una sola velada se puede tener la experiencia estética comparable en el teatro o el cine? Escribir una novela es en sí un acto anacrónico: solo era relevante para una sociedad y un conjunto de condiciones sociales que ya no existen.
- Me alegra que no te cueste entenderme –dije aliviado.
- Hoy la novela únicamente debería proponerse ser divertida, brutal y corta –epigramatizó Christie
- Ni yo lo mismo lo hubiera expresado mejor –dije, complacido- Ya he dicho todo lo que tenía que decir, o en todo caso lo habré dicho en veintidós páginas más, así que probablemente…
- ¿O sea que me queda muy poco? –interrumpió Christie
- Sí, Christie. Pero sigues hasta el final –lo tranquilicé, y continué yo también-. Seguro que ningún lector ni lectora querrá que invente más cosas. No le será nada difícil extrapolar a partir de lo que ha pasado hasta aquí.
- Si es que hay lectores –dijo Christie-. La mayoría no va a querer leerla.
- Los políticos, la policía, ciertos educadores y muchos otros tratan a la “mayoría” como idiotas.
- ¿Entonces los novelistas también pueden?
- Al contrario. “La mayoría” hace bien en no leer más novelas.
- Eso ya lo habías dicho.
- Y es muy probable que lo diga de nuevo, porque es cierto.
Una pausa. Luego Christie dijo de golpe:
- ¿Tu obra es un constante diálogo con la forma?
- Si quieres –contesté con timidez.
- En varias cosas más que eso –dijo generosamente Christie-. Ah, llegar a ser crítico, ¡qué aspiración sublime! Cierto que esta novela hay demasiados signos de admiración.
Otra pausa. En lo que parecía el burdel de enfrente, una muchacha tendió la camisa de alguien a quien llamaremos su chulo. Christie sonrió, benévolo, y se volvió hacia mí.
- Pero sigo un rato más, ¿no?
- Desde luego –volví a tranquilizarlo.
- ¿Hasta que lo tenga todo?
- Sí, Christie, hasta que lo tengas todo.



y 5 
la reseña 

“La contabilidad privada…” es una novela chiquitita -unas doscientas páginas- que no supera las 25 o 30 mil palabras. La historia ya la han visto más arriba: Christie es un joven que tiene la feliz idea de aplicar en su vida diaria el sistema contable de partida doble: anota en el debe los agravios que le infringe la sociedad y en el haber aquellos que él provoca con ánimo de compensar la injusticia y desigualdad del balance resultante. La pregunta es, ¿cómo se las arreglará Christie para devolverle a la sociedad el mal que ésta le ha hecho? Pues si quieren saberlo, se leen ustedes la novela. 

Una propuesta interesante, esta. De hecho lo mejor de la novela es la forma, sin desmerecer el fondo, tan de actualidad, por otro lado, ya verán: basta imaginar qué ocurriría si a todos nosotros, con la que estamos recibiendo últimamente, nos diera por hacer también balance, anotando en el debe los continuos agravios y planeando las compensaciones del haber. Es de suponer que, viendo lo desmedido del asunto, acabaríamos teniendo que recurrir a métodos un tanto expeditivos tipo bombardear senados, congresos, diputaciones, ayuntamientos y bancos, claro, muchos bancos. 

Tengo que reconocer que el estilo de Johnson me pilló completamente por sorpresa y supongo que esto ha jugado en favor de mi valoración de la novela. Quiero decir que todo eso que les cuento en los cuatro apartados anteriores era algo que yo ignoraba completamente (mi acercamiento a algunas novelas es puramente instintivo) y fue leyendo cómo descubrí la divertida propuesta del hasta ahora desconocido señor Johnson: meter la nariz en la novela, jugar con el lector, animarlo, estimularlo, provocarlo, nunca burlarse de él sino todo lo contrario, hacerle comprender que todo lo que se dice es de vital importancia y ahorrarle (algo digno de admiración) aquellas partes inútiles tan propias de la novela tipo descripción de personajes e inutilidades argumentales varias. En este sentido me recordó mucho al Tom Jones de Fielding (verborrea aparte) lo cual viene a ser un cumplido de morirte. 

Christie, pues, era de silueta, altura, peso, complexión y tez corrientes. Que cada cual haga de él lo que quiera: probablemente lo hará a imagen de sí mismo. Sobre todo, tienen ustedes libertad total en cuestión de lunares y máculas, siempre y cuando tenga al menos uno por cada grupo.