Hoy toca celebrar la reedición de la primera novela de Alberto Olmos ("A bordo del naufragio") en los Compactos de Anagrama con una reseña de lo ultimísimo. Que no se diga que aquí no nos gusta la fiesta.
Pose es un libro chiquito, tamaño tarde de playa, que incluye dos cosas que tienen forma de artículos o memorias o diarios o algo que tiene que ver con la cruda realidad sin serlo necesariamente. Con Pose no se aprende nada. Lo cierto es que ni siquiera es especialmente interesante. Lo que sí puede pasar con Pose es que uno acabe hasta los cojones de Alberto Olmos. Esto no lo digo porque sí, lo digo porque Pose es puro Olmos del mismo modo que Olmos es pura Pose.
A ver si a lo tonto a lo tonto, he dado con el quid de la cuestión.
Pero hablábamos de Olmos Pose.
El libro contiene dos fragmentos de la vida del escritor. No son grandes momentos pero hubieran podido serlo. Cualquier momento puede ser un gran momento. El caso es querer y aquí no se quiere. Más bien lo contrario: los momentos, que podrían haber sido geniales, no valen ni como autoedición cutresalchichera en Amazon en una antología de escritores-nóveles-imberbes-absolutamente-desconocidos. Sería incluso demasiado. Ventajas de hacerse un nombre, supongo.
Esto de hoy me está quedando un poco bestia pero a ver si me hago entender.
Esto de hoy me está quedando un poco bestia pero a ver si me hago entender.
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JAPÓN 2005
El primero de los relatos tiene lugar en Japón en el año 2005 de nuestro señor. Es como la versión monedero de Trenes hacia Tokio. Cosillas de hace ochos. Vamos a limpiar los cajones.
En esa historia un chaval que parece Alberto Olmos (quiera dios que no lo sea) es un tipo anodino y vulgar. Unas veces parece duro como una avellana (Me encanta ser racista en los parkings después de cenar), otras veces parece un pasmarote (González vuelve con el cedé de Oasis y uno que se titula The best of Earth, Wind and Fire. Me pasa los cedés y me quedo mirando las portadas) y otras directamente no se sabe: Kaori abre una botella de vino blanco y todos ponderamos su dipsomanía. Las fiestas en casa de Alberto tienen que ser el novamás siempre que no se te caiga una errata en la sopa.
En cualquier caso, da igual, no importa: no funciona. Para que se hagan una idea voy a decir una pequeña salvajada: este diario o crónica o lo que sea, aburre más que una novela de Tao Lin. Dicho queda. No me creen, lo sé. No es fácil. Créanme ahora. Créanme así:
“Ahora miro fotos. González me ha preguntado si quiero ver unas fotos de su aventura en Estados Unidos y yo le he dicho que sí quiero ver unas fotos de su aventura en Estados Unidos. Fue a la costa Oeste en 1994. Hay un montón de fotos de cómo era la costa Oeste en 1994. Era grande. El mar es grande y las canchas de baloncesto son grandes. En la tienda-museo de Nike sale un Michael Jordán bien grande. ¿Y esta foto dónde es?, le pregunto. En San Diego, responde. Ah, hay un zoo muy grande en San Diego, a que sí.”
Ya lo ven: LITERATURA.
Literatura que sale de dentro, de las entrañas. Literatura de altura; la que nace del dolor.
Literatura que sale de dentro, de las entrañas. Literatura de altura; la que nace del dolor.
“El personaje habla, lo que dice está bien, pero no es suficiente, entra más dentro de mí, personaje, reviéntame, sigo tecleando, reviéntame, escribo cinco palabras que me hacen llorar, sigo tecleando, sigo llorando, el personaje está por fin diciendo algo que es verdad y yo estoy llorando mientras tecleo y ya sé que nadie nunca me va a enseñar nada de literatura que supere lo que he aprendido hoy, a esas cinco palabras que, cuando termino de escribir, releo y releo para seguir llorando, cinco palabras que son como el código genético de mi vida. Cinco palabras que dicen: Sabes que vas a fracasar.”
Si con esto no lloran, es que no tienen corazón.
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MÉXICO 2010
Por este relato leí el libro; lo anterior me daba igual. Me interesaba la FIL, pero más que la FIL me interesaba la versión malherida de la FIL. Y de eso debería ir ello: Alberto Olmos haciendo turismo en la Feria del libro de Guadalajara podía perfectamente ser la hostia. Y llamándose el libro POSE, la rehostia. Podía ser oro puro. Tenía que serlo. Ya podía oler la sangre, el sudor y las lágrimas. Podía ver las cabezas rodar antes incluso de ser cortadas.
Pero no pudo ser. Alberto Olmos es un osito de peluche disfrazado de Juan Malherido.
Lo sé, parece una broma. Y quién sabe, quizá lo sea. ¿Conocen esos chistes de Chuk Norris que circulan por ahí tipo Chuck Norris puede dividir por cero o Chuck Norris puede derretir M&M´s con las manos? Pues atentos a las siguientes citas de esta crónica que juro por dios verdaderas y no adulteradas ni sacadas de contexto ni nada que tenga que ver con las ganas de hacer llorar a nadie:
“A Alb le va Barcelona.”
“Alb nunca deja propina."
“Alb nunca duerme en los aviones.”
“[...] a Alb, algunas veces, le gusta practicar el desprecio por la carne, por las jovencitas más seguras de sí mismas, sólo por joder.”
"Alb es puntual; infinitamente puntual.”
Se lo juro por mi gato: tal cual.
¿Y que hace Alb en la FIL si para Alb la FIL era “una concatenación de detalles malintencionados, un crucigrama abierto a respuestas libres; una lectura torticera”? Nada. Nothing the nothing. Ni una pinche cosa. Podía cagarse en todo pero no, decide dormir, callar, tal vez morir. Si acaso comprar sus propios libros para regalárselos a no sé quién. Palabrita del niño Jesús.
Lo que no esperaba Alb de su fatal destino era que él mismo fuera a tener que comprar sus propios libros. No hay muchos autores que acudan a una feria internacional del libro y se conviertan en los únicos que compran sus propios libros: admitámoslo.
Se puede caer más bajo, pero hay que agacharse mucho.
Alb es un lindo gatito
El problema es la actitud. Alb se marcha a México como otros van al dormitorio y así no se puede. La FIL, en el relato de Alb, es de cartón piedra y la cámara sólo enfoca la falta de interés de Alb. Sabremos por Alb que en la FIL hay stands y que se venden o se intentan vender libros y que el espacio de Lengua de Trapo es como de un metro cuadrado. Sabremos también que libros, de Alb, no hay muchos, apenas alguno, si acaso los regalados. Y no sabremos mucho más. No al menos por Alb.
Guadalajara, su cogollito, le pareció a Alb muy sudamericana. Y poco más. Alb se sentía dentro de su propia imagen de Latinoamérica, formada a base de documentales vistos mientras se hace zapping, reportajes de El País Semanal y películas de John Sayles. Alb, insatisfecho, echó a correr por las calles y dobló con determinación algunas esquinas, pero siguió sintiéndose, allá en Latinoamérica, dentro de su propia imagen preconcebida de Latinoamérica. La vida era como la televisión, pero contigo dentro. Concluyó que el turismo no era su fuerte, y entró a un bar.
Nuestro héroe consideró que, dado que su vida entera hasta fechas muy recientes, había sido quedarse en su cuarto leyendo libros, la vida en la que pasan cosas (la vida en la que pasan cosas) se le atragantaba un poco.
CONCLUSION, REFLEXIÓN, CRUCIFIXIÓN
Desde fuera da la impresión de que Alberto Olmos ha tocado techo. Tampoco es que fuese un techo muy alto. Me explico: creo que lo que Alb tenía que decir como novelista de ficción ya lo ha dicho. Lo ha dicho en Anagrama, lo ha dicho en Lengua de Trapo, lo ha dicho en Mondadori y en algún sitio más. Creo que aquí, en La Uña Rota, ha salido el nuevo Alberto Olmos, Alb para los amigos, un personaje autobiográfico y moderno donde los haya que, tal como ocurre con Tao Lin (la referencia anterior no fue en absoluto gratuita) tiene de interesante lo que él ponga de su parte. Alb es el tema, now. Con sus defectillos, sí, y sus complejillos, sus contradicciones; con esa apatía general y ese ombliguismo tan poco disimulado pero cualquier caso fiel reflejo de la realidad de ser humano, relativamente joven y de Segovia. Seguro que dentro de 50 años lo tendrán en cuenta para alguna antología de toros pasados y hasta el posible que se lean algún libro suyo, pero de momento, aquí, en este presente continuo, lo que hacemos, más que leerlo, es (com)padecerlo. Porque sabemos (tenemos pruebas) que se puede ser Alb y ser interesante es por lo que no podemos perdonarle esta Pose. Y porque para leer a Tao Lin ya tenemos a Tao Lin, qué coño.
Releyéndome compruebo que no ha salido del todo bien, pero este último párrafo quería parecerse a un cumplido.