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viernes, 3 de agosto de 2018

Xiao Wu: el nacimiento de una visión

La ópera prima de Jia Zhangke este sábado a las 19:30 en el ciclo de cine Cuerpos capturados, en Ayacucho 483


Hay algunas cosas que el joven Jia Zhangke, en las postrimerías del siglo xx y en el inicio de su filmografía, se abstiene de hacer, con una determinación notable para un debutante:

- Dramatizar
- Enfatizar
- Pictorizar
- Verbalizar

Ni él ni nosotros podríamos saber -a esa altura de los 90, cuando el cine había cumplido su primer siglo y Jia, desde una situación extremadamente periférica, en el interior de la China continental postmaoísta, filmando semi-clandestinamente, mientras parece que nadie lo miraba, se ponía a la vanguardia del cine del nuevo milenio- que en los próximos años Jia iba a terminar por volverse uno de los cineastas esenciales de la época.



Ese rango esencial se vincula tanto con las cosas que ya en Xiao Wu (1997), su primera película,  no hizo, como en las que sí: las diversas tradiciones que retomaba para disponerlas de un modo nuevo y original. Su tensión con las historias, con la de China y con la del cine, crecieron en su filmografía en contemporaneidad. ¿Podría saber él que en las siguientes dos décadas iba a registrar esas historias en tiempo real? En Xiao Wu todas sus premisas artísticas y políticas ya estaban dispuestas, pero solo se las podrían identificar retrospectivamente, a medida que se conocieran sus siguientes películas. Un ejercicio posible: volver a verlas todas desde Mountains May Depart (2015) hacia atrás, hasta Xiao Wu, para descubrir que esa ópera prima funciona tanto como arranque así como también se erige en la summa precoz de toda su obra.



Para abarcar a Jia hay que situarlo en su contexto histórico: los 100 años que está cumpliendo el cine, ese período en el que muchos se apuran a decretar su muerte; la por entonces todavía incipiente mutación de la República Popular China desde la era liderada por Mao hacia esa entidad desmesurada y monstruosa en la que parece estar convirtiéndose. La estampita de Mao luce colgada en el espejo del conductor del autobús ya en la primera escena de Xiao Wu. Jia no enfatiza pero esa temprana invocación preside toda su obra. Al final, una manzana entera va a ser derrumbada, mientras dos personajes ocasionales conversan:

- Si los viejos no se apagan lentamente, no saldrá nada nuevo.

- Los viejos van a ser derribados, pero no puedo ver nada nuevo.

Si el siglo xxi va a ser de los chinos, como parece, el cine de Jia se volverá una referencia imprescindible. En cada plano de Xiao Wu, como en los de sus siguientes películas (las igualmente magistrales Platform, Unknown pleasures, The world, Dong, Still life...) Jia filma la China mutante como por casualidad. Pero no es casual sino necesario: no cesa de hacerlo ni en un solo plano. El secreto de su estilo es que parezca una contingencia para irse revelando ante nuestra mirada de forma tenue e inevitable.



A Xiao Wu, el joven carterista que se identifica como un artesano de las manos, hay dos cosas que le resultan difíciles: una es cantar y la otra integrarse al mercado laboral. Jia no lo dramatiza: la historia de Xiao no está enlazada por nexos narrativos fuertes, fluye de manera laxa, renuente a la formación de la tríada aristotélica de planteo, desarrollo y conclusión, sin el arco dramático ostensible al que -a esa altura, 1997- el cine hegemónico nos tenía habituados -y algo aburridos. No hay en cada plano una remisión suspensiva hacia el plano siguiente, según un modelo hitchcokiano. Jia es lo menos hitchcockiano que existe. La tensión que Jia adminstra se da entre la figura humana, Xiao omnipresente, y el espacio circundante, no otro que la China tradicional en demolición, crecientemente invadida por gadgets irrisorios. 

Si el personaje de Xiao porta la muy leve ficción de la película, los edificios agrietados y las callejas escarpadas de la vieja China sostienen su potencia documental. Enteramente filmada en escenarios naturales, con luz crepuscular, colores cenicientos y la fragilidad de un 16 mm granulado, involuntariamente bello -un formato también a punto de extinguirse-, con un elenco de actores no profesionales, Jia sabe en qué tradición abreva: el realismo moderno, más precisamente el neorrealismo italiano. Un poco a la zaga del taiwanés Hou Hsiao Hsien, pone en marcha su post-neorrealismo oriental, sin la vocación melodramática de los italianos de medio siglo atrás.



La deriva sin destino aparente de Xiao en tensión con el espacio circundante remite a la versión más moderna del realismo italiano: a Antonioni, como cada uno en su estilo lo hacen Hou y Tsai Ming-liang en Taiwán. Tan distintos como puede ser el interior de China continental a la isla de Taiwán, es muy tentador poner a dialogar a estos tres maestros del cine de extremo oriente del nuevo siglo.

De los tres, Jia es el que no estetiza: su estilo para construir cada plano elude las composiciones calculadas. Hay algo como desprolijo en sus encuadres siempre descentrados, en los que la belleza óptica se resiste a declararse. Cuando aparece lo hace como por default, al descuido. La oscuridad muchas veces borronea los rasgos de los sujetos y, como Jia no enfatiza, la cámara prefiere guardar una distancia prudencial, para que la mirada del espectador se ponga a detectar los signos en tensión recorriendo cada plano. Como buen postneorrealista, el montaje opera mediante planos secuencia que no insuflan ritmo desde el exterior de los procesos registrados.


Si hay tensión, que no se diga. Y la hay. Jia no verbaliza. El clima crepuscular, el deterioro arquitectónico, la distancia de cámara, los encuadres contingentes metaforizan las imposibilidades del "héroe" (imposible no poner comillas): no cantar, no entrar en el mercado laboral, no ser amado, desesperar. La procesión de Xiao va por dentro y la captura creciente de su personaje solo se declara en la última escena, desoladora.

Este sábado a las 19:30 en Ayacucho 483 vemos y pensamos Xiao Wu, la ópera prima de Jia Zhanke.

lunes, 9 de noviembre de 2015

El cine que nos deja Mar del Plata 2015

Una conversación con José Miccio y Martín Farina, que se puede escuchar clickeando acá 

Cemetery of splendor

Anoche en La otra.-radio estuvimos comunicados con José Miccio, nuestro hombre en Mar del Plata, para que nos fuera haciendo un anticipo de la nota balance del recién terminado Festival Internacional de Cine de esa ciudad (nota que en los próximos días publicaremos). En la charla que pueden escuchar clickeando acá, Miccio nos destaca algunos de los títulos que marcaron su dispar valoración del festival. Martín Farina también estuvo en el festival y apunta algunas de sus preferidas.

En primer lugar, José meciona Cemetery of splendor, de Apichatpong Weerasethakull. "Claramente la mejor película de la cosecha 2015, pero por diferencia descomunal. Es una película de una extremada sencillez. Crece y crece y crece, a partir de unos elementos muy simples, y con el correr de los días sigue afectando la memoria. El 90% deben ser planos fijos, abiertos y de un realismo contundente, y a pesar de esa sencillez la película es una alucinación, una película de viaje, un trance". Parece que Cemetery... tiene una de las escenas de amor más hermosas en mucho tiempo.

The assassin

La dolorosa decepción de este festival: The assassin, de Hou Hsiao-hsien. "Si no es la peor película de Hou, le pega en el palo. Una película académica, preciosista, cuyos planos se olvidan casi inmediatamente que desaparecen de la pantalla, porque están diseñados para agotarse en sí mismos". Miccio es un entusiasta admirador del cine anterior de Hou, sobre quien escribió una extensa nota para revista La otra, que abarcaba desde su primera etapa realista (Los chicos de Feng-kuei), hasta la que considera una de las películas fundamentales del siglo xxi (y coincidimos): Millenium Mambo. Así que la decepción le resultó especialmente desagradable.

The office

Johnnie To en 3D, The office: "To es un tipo que yo adoro, lo sigo con pasión, es de esos directores que combinan sofisticación y género, son populares y geniales, una combinación que el cine necesita siempre. Esta vez, aún siendo una buena película, creo que está bastante por debajo del talento enorme que tiene él. No quiero desestimarla pero es una película menor de un gran director de cine".


Mountains may depart de Jia Zhag-ke: "Una película muy interesante aunque nada perfecta, incluso sumamente discutible. Con un primer episodio extraordinario, por sí mismo es uno de los grandes momentos del festival, que empieza con una canción de Pet Sho Boys, 'Go West'. Después la película se desarma, muta de una manera muy extraña. Pero es una de esas películas que fallan y ganan interés en sus problemas".

Lluvia de Julio

La retrospectiva del ruso Marlen Khutsiev: "Fue sumamente atractiva, son todas buenas, incluso alguna magistral. Pertenece a un período del cine soviético que nosotros conocemos muy mal, el que sigue a la muerte de Stalin, el deshielo. Khutsiev en los 60 tiene dos grandes películas más vinculadas al cine europeo, casi antonioniana. Lluvia de Julio y su película más importante, Tengo 20 años".

Tengo 20 años

Y Martín Farina agrega su comentario sobre Afternoon, la ¿última? película de Tsai Mig-liang, una extensa conversación en un plano fijo del propio director con el actor que ha quedado asociado inevitablemente a su cine, Lee Kang-sheng: Afternoon tiene, según Martín, una ternura conmovedora, al exhibir la íntima relación que une al actor y al director, en lo que Tsai imagina la inminencia de su propia muerte.


En los próximos días, José nos enviará una de sus jugosísimas notas en la que va a desarrollar estos anticipos.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sokurov + Jia Zhang-ke, dos capos del cine actual

Este sábado a las 19:30 en Lambaré 873


por oac
Seguimos con este sensacional ciclo de cine (no es porque lo organicemos nosotros, es porque es simplemente sensacional) con el que terminamos el año de cine en La Tribu a todo trapo. Se trata de dos películas que exploran los límites, los corredores y pasadizos entre la representación de la realidad y la realidad de la representación. Son también dos films sobre la relación entre el cine y la pintura como modos de representación.



Aleksandr Sokurov y Jia Zhang-ke, dos cineastas que no podrían ser más distintos, pero que coinciden al menos en algo: en la radicalidad de sus búsquedas artísticas. Jia Zhang-ke es un apóstol del realismo cinematográfico, sólo que le tocó vivir en un país en el que la realidad está siendo cercada: la China postmaoísta, sometida a una brutal mutación, desde el comunismo hacia no se sabe qué. Jia es el cineasta de los efectos colaterales de esta mutación. Sokurov es indudablemente el militante de otra cosa que no podemos llamar realismo, un artista intempestivo. El viene de otro país (que está de olvido, siempre gris) que alguna vez fue comunista y puede decirse que Sokurov se ha dedicado a filmar el desmoronamiento del mundo soviético (un sueño devenido pesadilla). Ambos, Jia y Sokurov, son, cada uno de forma diferente, post-comunistas.



Elegía de un viaje es el sueño de un viaje, el sentirse de pronto absorbido por una pintura, verse inmerso en un cuadro de otra época. Forma parte de las películas más oníricas de Sokurov, junto con Elegía oriental y El arca rusa. Quizá todas sus películas lo sean, pero Elegía de un viaje debe ser la más onírica. Su onirismo no deja de tener un sentido político: porque Sokurov se vale del sueño para impugnar una cierta fe en el progreso de la historia.


Quizá Dong de Jia recorra un camino inverso: en lugar de impugnar la consistencia del universo diurno internándose en el país de los sueños, la China de Jia es una realidad diurna devenida pesadilla. El sueño de la razón engendra monstruos.



Dos films políticos sobre la historia, las ruinas y los fantasmas. Este sábado en La Tribu, Lambaré 873.

martes, 27 de octubre de 2009

Todavía faltaba el mejor ciclo de cine de este año

Y empieza este sábado en La Tribu

Lambaré 873 - 19:30



La otra presenta:

¿Delirio o realidad? Delirio y realidad.

Un ciclo de películas inclasificables, entre la ficción y el documental, entre el sueño y la vigilia, entre el delirio y la realidad.

- 31 de octubre: AQUEL QUERIDO MES DE AGOSTO, el sorprendente film de Miguel Gomes ganador del último BAFICI.



- 7 de noviembre: ELEGÍA DE UN VIAJE de Alexander Sokurov.



Y DONG de Jia Zhang-ke. Dos maestros del cine contemporáneo exploran los cruces entre cine y pintura, realidad y representación.



- 14 de noviembre: LA SALVAJE Y AZUL LEJANÍA. Desde hace años se viene dudando de si el cineasta Werner Herzog es un genio o un loco: esta película no nos sacará de la duda.



- 21 de noviembre: ALEMANIA EN OTOÑO (film colectivo de Rainer Werner Fassbinder, Alexander Kluge, Volker Schlöndorff, Edgar Reitz y otros). Cuando la realidad política parece una pesadilla.



- 28 de noviembre: EL DESENCANTO, una extraorindaria película de Jaime Chavarri que cambió para siempre al cine documental, última película de este año.

viernes, 19 de diciembre de 2008

SALIÓ LA OTRA N° 20 DE LA IMPRENTA

Por Oscar Alberto Cuervo

Uf, palpita mi corazón: ¡llega La Otra 20! Muchos ayudaron para que salga y alguno que mejor olvidar ayudó para que la salida se complique.

¡20 números de La otra! La revista antecesora, Parte de guerra, sólo llegó al número 19, y en ese momento todos estábamos un poco hartos de hacerla. Ahora sale el 20 de La otra y los que la hacemos estamos tan entusiasmados como la primera vez.

Cuando me avisan que está por llegar cada número de la revista, me empiezo a poner nervioso, el fantasma que siempre sobrevuela es que llegue impresa con un error que la arruine, que las páginas estén mal armadas, que algún texto aparezca trunco, que un fondo demasiado oscuro impida la lectura de una nota, que la tapa esté mal impresa... Una vez que constato que los errores son menores, empieza el proceso de distribución. Como lo encaramos nosotros mismos, la revista va saliendo de a poco. En este caso, a partir del lunes próximo irá apareciendo en algunos kioscos. Y como las próximas dos semanas son difíciles porque están cortadas por las fiestas, tendremos que hacer un esfuerzo extra para que la distribución no se demore tanto.


Inspirados en Susan Sontag, el Rafa Filippelli y Gustavo Noriega, nosotros también somos plagiarios. En este caso nos copiamos de El Amante.-cine y le ponemos a la revista dos tapas, para que cada kiosquero elija de qué lado colgarla. De un lado está Nick Drake, del otro el cantante de Los Gardelitos. Y adentro, además de estas notas, hay entrevistas a Avi Mograbi, Albert Serra, Juan Diego Incardona, Tommy Levrero, Andrea Prodan. Tenemos algunos colaboradores de lujo, como Andrés Di Tella (entrevistando a Serra); Jean-Pierre Rehm, el director del festival de Marsella y habitual redactor de Cahiers analiza la filmografía de Raya Martin; el talentoso Emilio Bernini (del consejo de redacción de Kilómetro 111, la mejor revista de cine de la Argentina) escribe sobre cine gay. José Miccio sigue con sus apasionantes notas sobre el rock argentino en democracia. Coberturas de los festivales de Mar del Plata, Diversa y docBsAs. Nota especial sobre Jia Zhang-ke y comentario sobre la nueva película de Apichatpong Weerasethakul. Dante Palma sigue con sus interesantísimas notas sobre una lectura de la obra de Borges en clave filosófica. Martha Silva inicia una serie de nota sobre teatristas, centrándose esta vez en Andrea Garrote. El precio de tapa: $ 10.-

Atención: la presentación de este número se hace el domingo a la medianoche en La Tribu, Lambaré 873, en nuestro programa La otra.-radio (88.7, http://www.fml/watribu.com) Los que quieran tener su ejemplar de La otra 20 antes de que llegue a los kioscos, se apersonan el domingo a partir de las 23:50 en la radio y se la llevan con precio de descuento.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

El festival de Benitez

A modo de diario. Esto por ahora.

Por Eduardo Benitez

Itinerario cinéfilo en marcha desde el domingo. Dos nombres brillan como estrellas solitarias: Jia Zhang- Ke y Albert Serra. Uno chino, el otro catalán. El joven chino se reafirma como uno de los grandes cineastas contemporáneos, el catalán también.

Hablar de 24 City (la peli de Jia) es hablar de cierta consonancia con el José Luis Guerin de En construcción, de una gran fábrica en proceso de demolición y de la construcción de un complejo en su lugar, de planos gigantes que retratan la lenta y constante mutación de un país gigante, de los presuntos testimonios de los presuntos ex habitantes. Digo presuntos porque el juego entre ficción y documental es cada vez más evidente en sus películas y Jia encauza a sus personajes por una línea que oscila entre la realidad y su representación. Habrá tiempo para pensar la última entrega del monumental cineasta chino.

A Albert Serra lo conocemos por su gran película Honor de Cavallería. El director catalán continúa con las transposiciones de grandes textos populares y a la versión del Quijote se le suma El canto de los pájaros sobre los tres reyes magos. Un canto a la desidia, con unos reyes magos que por lo menos bordean la neurosis obsesiva. Son tres a la deriva, naufragan en cada medida que deben tomar respecto de su marcha, dilatando los tiempos en cada decisión. Con algunas secuencias memorables en las que los tres reyes magos debaten sobre nimias cosas, puntada por un humor exquisito, El canto de los pájaros es lo mejor que pude ver hasta ahora. Es una película de esas que van pasando los días después de su visionado y va gustando más y más.

La gran ilusión (desilusionada)
En lo que llamo gran ilusión desilusionada se puede englobar a dos directores vecinos: Kitano y Brillante Mendoza. Aquiles y la tortuga es la última película de Beat Takeshi, tercera entrega de la trilogía (Takeshi´s y Glory to the filmmaker!) que ya venía evidenciando cierto estancamiento del gran japonés. Kitano sigue reflexionando sobre las mismas cosas que en sus dos películas anteriores: el proceso creativo, el arte como mercancía. En Aquiles y la tortuga retrata el descarnado universo de las artes visuales, el sistema de legitimaciones que se debe soportar para ser uno más en el campo cultural. Con un comienzo más que seductor que quiebra el tono relativamente académico de su inicio hasta virar a la comedia de humor absurdo, la película va agotando poco a poco, conforme van pasando los minutos por una saturación de chistes que al llegar al final resulta hasta molesto. Tal vez la búsqueda de cierto efecto de sentido por medio de la recurrencia sea el nuevo curso estético que Kitano le quiere dar a su obra, o simplemente sea la constatación de un autor que se está quedando sin ideas. De todos modos, no adhiero a la idea de que el Gran Takeshi esté por morir, ni tampoco su obra. Con respecto a Kitano me siento un esperanzado.

Arrastré a un compañero de FM La Tribu hasta una sala casi con promesas de paraíso cinematográfico en la proyección de Serbis, última película de Brillante Mendoza. Una decepción que no se hizo esperar. Tendré que cargar con la culpa del recomienda-bodrios, como pude escuchar a la salida de la función. La película del filipino tiene todo para ser un gran film: familia disfuncional de barrio lúgubre, un cine erótico derruido que es su sustento económico, y el errabundear de personajes lúmpenes que podrían ser pequeñas piedras preciosas como material de subtrama. Una riqueza bastante mal explotada ya que los conflictos interfamiliares no son más que griteríos histéricos. Ni siquiera las esperadas secuencias de sexo explícito que avisa el cartel del cine son tales, sino que son puro pudor disimulado. Una pito al sesgo, una teta filtrada, una fellatio furtiva. Al contrario de lo que sucede con el film de Serra, Serbis cada día que pasa convence menos.

La invasión de los "mirones" de cuerpos
Los pernoctantes no tendría ni que ser digna de mencionarse. Pero la rabia que produce es tal que uno no puede resistirse. Una película que se define a sí misma como "documental de observación", precisamente una observación horrorizada de las miserias con las que convivimos día a día en la ciudad de Buenos Aires. Los cuatro chicos directores egresados de la FUC observan desde la torre de cristal el mundo de cuatro "personajes" que viven en las calles porteñas. Así con la pretensión de hacer un film etnográfico, la película no puede salirse de la descripción sensacionalista del mundo que quiere retratar. Aprendices de Flaherty. Los chicos filman a sus personajes como si fueran esquimales. Se nota que estos esquimales urbanos son habitantes de un mundo totalmente desconocido para ellos. Hasta aquí podría ser admisible. Lo que molesta es que no se vislumbra la más mínima intención de develar ese mundo que observan, de lo que se trata es de poner en escena algunas secuencias desgarradoras, de buscar el shock por el shock mismo. "Me vino el cáncer, lo tengo en el culo, en las tetas, en la chucha", dice gritando a cámara una de las mujeres "observadas". Secuencias que no están lejos del obtuso documental de "investigación" de Rolando Graña.

Habrá que seguir recorriendo.

Mi segundo día en Mar del Plata

Por el Oscar Alberto Cuervo

El cant dels ocells: segunda película de Albert Serra, después de la escandalosa proyección que tuvo su ópera prima, Honor de cavallería, en este festival el año pasado. En aquel momento, la versión libre del Quijote hablando en catalán tuvo una proyección que se convirtió ella misma en un evento artístico: el silencio y la quietud en el que permanecían Quijote y Sancho en la mayor parte del metraje, la oscuridad casi completa de largos tramos del film, el humor absurdo goteado en dosis minúsculas y el lirismo áspero que no se hacía anunciar sino que irrumpía como involuntariamente, todos estos elementos fueron demasiado para una platea que se habría acercado al Auditorium a ver la película de Don Quijote y se encontraba con la aparición de un cineasta dispuesto a refundar el pacto con el espectador en términos absolutamente desdeñosos de cualquier concepto de espectáculo. El espectáculo fue el modo en que la platea se dividió en partes igualmente ruidosas entre quienes abucheaban tantas libertades tomadas sin permiso y quienes defendían su derecho a ver el film en silencio. Algo parecido parece haber pasado en muchos festivales con Honor de Cavallería. Esta vez, con El cant dels ocells, se trata de un público ya advertido, o quizá más cansado. La cuestión es que el segundo largo de Serra se puede ver en silencio, en medio de una platea ya bastante rala desde el comienzo. Algunos se van yendo, pero son pocos los que tiran la bronca.

El cant dels ocells es el relato de la peregrinación de los reyes magos en busca del niño Jesús, María y José. Y una vez más, un relato transitado hasta el cansancio por la cultura occidental vuelve a someterse al tratamiento Serra: mucho silencio, mucho pensar, mucho meditar, nada de evasión, y pensar. La diferencia más notable es que esta vez el catalán opta por un deslumbranbte blanco y negro que dispara el goce hacia alturas siderales. La potencia plástica de los paisajes agrestes por los que transcurren los reyes ayuda a elevar la experiencia a un misticismo que ya podía detectarse en la primera película, pero que aquí se hace inapelable. Está el humor absurdo que se desprende de la sencillez con la que los reyes encaran la magna tarea de ir al encuentro de la divinidad, su aceptación escueta de la presencia de los ángeles, el relato de sus módicos sueños. Serra se pregunta cómo puede aparecer lo sagrado entre la tierra, el cielo y los mortales; y se responde que tiene que ser con una modestia desconcertante. Es una de las películas más hermosas del nuevo siglo, con planos destinados a permanecer en la memoria por todo el tiempo que haga falta: eso para quienes acepten el misticismo y el humor que Serra propone.

La estética del film tiene bastante poco que ver con el tono entre arrogante y cínico con que Serra suele enfrentar al periodismo (o al menos eso es lo que muestran las transcripciones de la prensa). En las páginas de diarios y revistas el catalán suele parecer un tipo demasiado canchero, que dice que el cine no le interesa demasiado y que sólo se dedica a él porque da dinero, es más divertido y más fácil que la literatura. Una de tres: o Serra es un inconciente que no sabe lo que tiene entre manos o es un cretino que convoca a la belleza a pesar suyo, o es un provocador que cultiva dos géneros absolutamente diferenciados: el cine más puro y la boutade periodística más chocante. Hoy a la tarde Andrés Di Tella le hace una entrevista pública a Serra y será la ocasión de ver en directo si Serra es tan canchero como parece en los diarios.

Por otro lado, llegó la primera auténtica decepción: porque se trata de uno de los cineastas más importantes de los últimos años y porque parece haber dado su primer paso en falso, Jia Zhang-ke me deja proecupado por su 24 City. La película se inscribe en la temática habitual de Jia, la impresionante mutación que está experimentando la sociedad China, en tránsito hacia quién sabe dónde, pero dejando en el camino una estela de pequeñas vidas anónimas y de grandes ruinas irónicas. Eso es lo que esperamos del cine de Jia. El problema está en que el tipo que supo encarar la frontera entre el registro documental y la ficcionalización con una sutileza inusual acá parece moverse con una pereza inesperada. El film está estructurado como una sucesión de entrevistas de quienes han estado trabajando en una fábrica aeronáutica en proceso de desmantelamiento, para ser transformada en un complejo inmobiliario. Los entrevistados nos cuentan sus experiencias personales, carentes de la épica que se le suele atribuir a la marcha revolucionaria: esto, como siempre sucede en las películas de Jia. Lo que nunca había sucedido hasta ahora es que el cineasta lo encare de manera rutinaria. Los personajes sentados frente a una cámara fija responden a un entrevistador que permanece fuera de cámara, a la manera de la encuesta televisiva. Y hacen lo contrario de las personas que habitan los films anteriores de Jia: representan sus emociones. Esta representación empieza a sonar cada vez más falsa a medida que las emociones se hacen más novelescas. Entre los entrevistados se puede reconocer a algunas actrices que evidentemente representan una emoción guionada; en otros casos, queda sin saberse si también se trata de actores o de personajes reales. En cualquier caso,los testimonios suenan falsos. Los momentos en los que persiste la maestría del autor de Unknown pleasures son aquellos mudos en los que hablan las ruinas arquitectónicas de la China en demolición, mietras la cámara los recorre en sus panorámicas majestuosas que ya son su marca de estilo.

sábado, 9 de agosto de 2008

Placeres desconocidos



Por Oscar A. Cuervo

Finalmente llegamos al 8 del 8 del 08. Los chinos inauguraron ayer los juegos olímplicos para los que se vienen preparando desde hace años. ¿Vieron la inauguración? Fue inevitable asombrarse por la belleza helada de esta irrupción oficial del futuro. Hay quienes dicen que el siglo XXI será de los chinos. Antes, hace unos 40 años, hubo una época en la que el mundo miraba a la revolución china como si fuera el futuro del hombre. Estaba claro que el capitalismo no era y era evidente que el stalinismo, al que se llamaba “el socialismo real”, había terminado por ser un aberrante fracaso. Mao, entonces.
Y bien: el futuro ya llegó, aunque las cosas no salieron exactamente como se esperaban.

En este paneo por el mundo que dimos en llamar “El estado del cine, el estado del mundo”, le toca este domingo el turno a Jia Zhang-ke, el director del que se puede decir con mayor propiedad que filma el puro presente. Si uno quiere saber cómo marchan las cosas, mejor no poner la CNN, mucho menos TN (ya saben...). Entonces uno puede ver el futuro del hombre, es decir los juegos olímpicos de Beijin. O ver el presente: entonces tiene que ver el cine de Jia.

Su árido realismo parece estar despojando a los acontecimientos de las varias capas de discursos que nos permiten figurar de algún modo un futuro, al menos alguna posibilidad. Lo que queda es ese baldío en el que se está construyendo una autopista que va a conducir a alguna parte, pero que por ahora se termina ahí, en forma abrupta.



Creo que de eso se trata Placeres Desconocidos, la película que proyectamos este domingo a las 19:00 en la Tribu, Lambaré 873.

domingo, 20 de julio de 2008

El estado del cine y el estado del mundo


Por Oscar A. Cuervo

En el número de próxima salida de La Otra, nos dice José Luis Guerín: “Hay un lado fastidioso de la cinefilia, el guiño forzado de muchos cineastas que filman la Gran Vía de Madrid como si fuera la 5ª Avenida de Nueva York, y son incapaces de ver sus calles, alienados por una acumulación de referencias, de miradas que remiten a otras películas. Ese guiño es muy empobrecedor a mi juicio y es lo que menos justicia le hace a los creadores a los que intentan emular, porque aquellos creadores eran tipos libres, capaces de ver sus calles. Y estos ya no ven calles, ven sólo películas. Cuando el cine en lugar de servir para ver mejor la vida y las cosas sirve para no ver, se convierte en algo endogámico, cerrado sobre sí mismo, poco fértil”.

Creo que este párrafo sirve para comprender la posición de Guerín en el cine contemporáneo, que se aprecia perfectamente en películas como En construcción o En la ciudad de Sylvia. Y también se aplica al mejor cine que se está haciendo en el mundo desde hace unos 15 años. Una tendencia que aparece en países sin gran tradición cinéfila (aunque no exclusivamente en ellos), de lo que a veces imprecisamente se llama el “cine independiente”. Ha habido una fundación de la mirada en el cine de los comienzos del siglo 20 , que da lugar al gran cine narrativo norteamericano. Y esa mirada se agota en la década del 80. Sus más dogmáticos defensores (como el crítico argentino Ángel Faretta) identifican ese agotamiento con la muerte del cine, sin más. Probablemente no se tomen el trabajo de ver las películas de Guerín, las de Hou Hsiao Hsien, Jia Zhang-ke, Tsai Ming Liang, Apichatpong Weerasethakul, Lisandro Alonso, Raya Martin, Brilhante Mendoza, tampoco las de Gus Van Sant, Aleksander Sokurov y tantos otros, con la excusa de que eso “ya no es cine”.

Es que este cine se ha desembarazado (no gradualmente, sino de manera súbita) de esa sintaxis cinéfila convertida en “deber ser” que terminó por ahogar la mirada cinematográfica, después de haber dado magníficos frutos durante 8 décadas. El cine contemporáneo es lo que es por su situación histórica: porque coexiste con el imperio aplastante de la imagen televisiva y publicitaria, y porque tiene tras de sí la hermosa estela de un clacisismo al que es imposible volver.



Y el cine contemporáneo tiene muchas otras cosas, pero sobre todo es el que se desarrolla en el contexto de una cultura, una política y una economía globalizadas. Esto lo determina, por un lado, desde las condiciones de su producción, distribución y exhibición: ya no se sitúa en el contexto de una “industria” y hay un intento de recuperar cierta actitud artesanal que la tecnología actual facilita; tampoco resulta muy accesible en las salas comerciales dedicadas casi enteramente a los blockbusters (esta semana, Batman, el caballero de la noche). Se difunde azarosamente en festivales de cine, salas de arte y ensayo, cineclubes; se adquiere muchas veces bajándolo de internet y se esparce por medio de copias caseras.



Y por el otro lado, este estado del mundo determina también aquello que este cine muestra: un mundo donde conviven ruinas, desechos industriales, culturas primitivas en fricción con énclaves futuristas: una neobarbarie post-moderna poblada de gadgets, basura, humo, telefonía celular, casuchas de cartón, gentes que en medio de todo eso viven como pueden. Estos cineastas han vuelto a filmar sus calles, a usar el cine para ver mejor la vida en lugar de dedicarse a ejercer una lengua muerta.



De esto se trata el ciclo de cine contemporáneo que empezamos hoy en La Tribu (Lambaré 873, domingos 19:00). Hoy empezamos con I don't want to sleep alone, de Tsai. Y en las próximas semanas seguimos con

LA MUERTE DEL TRABAJADOR (Michael Glawogger, 2005)
SYNDROMES AND A CENTURY (Apichatpong Weerasethakul, 2007)
MALA NOCHE (Gus Van Sant, 1985)
DEAD OR ALIVE (Takashi Miike, 1999)
PLACERES DESCONOCIDOS (Jia Zhang-ke, 2002)
GOOD BYE SOUTH, GOOD BYE (Hou Hsiao Hsien, 1996)
y otras que se irán agregando, algunas sorpresas y algunas visitas.

sábado, 19 de abril de 2008

BAFICI: highlights

Por Oscar A. Cuervo

I'm not there: Todd Haynes tiene vocación camaleónica y acá encontró el sujeto que mejor le calza: el gran Bob Dylan, que es todos y ninguno de los 6 personajes del film (extraordinarias las caracterizaciones de Cate Blanchett, Heath Ledger y Marcus Carl Franklin). La estructura de puzzle es muy apropiada, mucho más pertinente que si se hubiera propuesto ir desarrollando todos los "Dylan" cronológicamente. Para los dylanianos porteños es como la coronación de una etapa muy feliz, tras su reciente e inolvidable show en Velez, más el disco Modern Times, el libro Crónicas y el doc No direction home. La película tiene un poco de todos y aunque es un tanto irregular, tiene tantas ideas (cinematográficas, musicales, políticas) como no es común encontrar en el cine americano actual. Digamos que Haynes es más creible delineando unas cuantas hipótesis sobre Dylan que tratando de exhumar el cadáver de Douglas Sirk (Lejos del paraíso). Para los fans de Bob, I'm not there está llena de detalles sabrosos, pero quizá también sea una excelente oportunidad para que los no iniciados puedan descubrir su estatura artística y su asombrosa vigencia. Diría que es una de las pocas películas de este Bafici que tiene el estreno asegurado, así que ya tendremos oportunidad de seguir hablando... pero por las dudas traten de verla este fin de semana.


Paranoid Park: Gus Van Sant parece haber dado por terminada su etapa "Bela Tarr" (la de la trilogía integrada por Gerry, Elephant y Last days) para dedicarse a hacer un film menos programático, más cercano a sus inicios (Mala noche, Drugstore cowboy), aunque habiendo integrado orgánicamente el baño de contemporaneidad de sus últimos films. Acá no hay steadycams, ni Arvo Part ni líneas narrativas divergentes, sino un relato espiralado que va acercándose a la escena central sin llegar a ella. Es un Van Sant menos místico, más terrenal, menos europeo, más americano, menos cool, más cálido, que combina las texturas visuales que aporta el gran fotógrafo Christopher Doyle, música popular (muy especialmente Elliott Smith) y referencias inesperadas al tandem Fellini/Nino Rotta (una sorprendente coincidencia con la película de Haynes). Van Sant filma como nadie esos close ups adolescentes, introduce sagaces apuntes políticos y deja ahora algún resquicio para la esperanza.

Useless: Jia Zhang-ke sigue haciendo el cine más delicadamente político del momento. Y la política más delicadamente cinética: "delicadeza"es la palabra que mejor le cuadra a cada plano de sus últimos films. Lo dicho en el catálogo del Bafici no puede dar una remota idea de este ensayo (¡cuánto se extraña el catálogo del Marfici!), que parte del trabajo de una diseñadora top que es un dechado de buenas intenciones que se estrellan contra los límites de su negocio; pero a mitad de la película, la modista se cruza en una ruta con un personaje de la China profunda, esa que aún no se termina de integrar a la modernidad compulsiva que le están imponiendo. Es allí, con esos personajes anónimos, que la cámara de Jia se solaza con toda simpatía, con amor y hasta con erotismo. No hay muchos cineastas capaces de hacer un documental sobre la ropa que usa la gente y picar hacia alturas poéticas siderales, sin dejar nunca de hacer política. Jia es el más dúctil y sensible de los cineastas del nuevo siglo.

Possible lovers: el carácter arrogante de Raya Martin lo lleva a adoptar las texturas sonoras y visuales más ásperas posibles, lo cual irrita a todos los que quieren que el arte sea dócilmente agradable. Pero detrás de esa arrogancia que tanto molesta, se halla un cineasta de gran vigor, que puede encontrar un solo plano capaz de condensar el desasosiego amoroso, el deseo en estado de parálisis, ese quedarse mirando a la persona amada durante toda la noche hasta que salga el sol, sin atinar a nada más. No existe realizador en el mundo que se atreva a filmar esa experiencia de la manera tan brutal como Raya lo hace. Por supuesto que muchos saldrán puteando, porque el constant concept no es pasión de multitudes. Say no more.
Encounters at the End of the World: Herzog sigue floreciendo en esta su segunda juventud, ahora que parece por fin haber encontrado esos mundos vírgenes a la mirada humana, de una belleza extasiante. Su voz tan característica y un uso deslumbrante de la música hacen que cada entrega anual suya nos transporte a regiones desconocidas, salvajes, lejanas y azules.

viernes, 18 de abril de 2008

BAFICI: recta final


Por Oscar Alberto Cuervo

Vamos entrando en la recta final, hay películas que ya no se van a proyectar, pero hay otras que se han agregado en los últimos días. Como no vamos a hacer a tiempo de reseñar todo lo que hemos visto antes de que el festival termine, no quiero dejar de recomendar con entusiasmo algunas de las que para mí son las sobresalientes de entre las que vi. Quizá puedan tratar de verlas:


Paranoid park (Gus Van Sant)
I'm not there (Todd Haynes)
Useless (Jia Zhang-ke)
Possible lovers (Raya Martin)
Morceaux de conversations avec Jean-Luc Godard (Alain Fleischer)
Mala noche (Gus Van Sant).

Las anteriores son las que más me gustaron entre las que hay aún posibilidades de ver.
Pero cuando haga mi top twenty final, no creo que puedan faltar
Liverpool (Lisandro Alonso)
Encounters at the End of the World (Werner Herzog)
En la ciudad de Sylvia (José Luis Guerín)
Unas fotos en la ciudad de Sylvia (José Luis Guerín)
El país del diablo (Andrés Di Tella)
La orilla que se abisma (Gustavo Fontán)
Profit motive and the whispering wind ( John Gianvitto)

Y todavía me faltan ver varias.