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domingo, 22 de octubre de 2023

El final de la filosofía y la tarea del pensar


Bajo formas distintas, el pensamiento de Platón permanece como norma, a lo largo y ancho de toda la historia de la filosofía. La metafísica es platonismo. Nietzsche caracteriza su filosofía como platonismo al revés. Con la inversión de la metafísica, realizada ya por Karl Marx, se alcanza la posibilidad límite de la filosofía. Esta ha entrado en su estadio final. En la medida en que se intente todavía un pensamiento filosófico, sólo se llegará a una variedad de renacimientos epigonales. Entonces, y a pesar de todo, ¿no será el «final» de la Filosofía un «cesar» de su manera de pensar? Sería precipitado sacar esta conclusión. El final, como acabamiento, es la consumación en las posibilidades de su límite. Tendremos una idea muy limitada de ellas, si es que tan sólo esperamos un desarrollo de nuevas filosofías al antiguo estilo. Olvidamos que, ya en la época de la filosofía griega, apareció un rasgo determinante de la filosofía: la formación de ciencias dentro del horizonte que la filosofía abría. La formación de las ciencias significa, al mismo tiempo, su emancipación de la filosofía y el establecimiento de su autosuficiencia. Este suceso pertenece al acabamiento de la filosofía. Su desarrollo está hoy en pleno auge en todos los ámbitos de lo que hay. Parece la pura y simple desintegración de la filosofía, cuando es, en realidad, justamente su acabamiento. 

Baste con señalar la independencia de la psicología, de la sociología, de la antropología como antropología cultural, el papel de la lógica como logística y semántica. La filosofía se transforma en ciencia empírica del ser humano, de todo lo que puede convertirse para él en objeto experimentable de su técnica, gracias a la cual se instala en el mundo, elaborándole según diversas formas de actuar y crear. En todas partes, esto se realiza sobre la base, según el patrón de la explotación científica de cada una de las regiones de lo que hay. No hace falta ser profeta para saber que las ciencias que se van estableciendo, estarán dentro de poco determinadas y dirigidas por la nueva ciencia fundamental, que se llama cibernética. Ésta corresponde al destino del ser humano como ser activo y social, pues es la teoría para dirigir la posible planificación y organización del trabajo humano. La cibernética transforma el lenguaje en un intercambio de noticias. Las artes se convierten en instrumentos de información manipulados y manipuladores. El despliegue de la filosofía en ciencias independientes, aunque cada vez más decididamente relacionadas entre sí, es su legítimo acabamiento y consumación. La filosofía finaliza en la época actual, y encontró su lugar en la cientificidad de la humanidad que opera en sociedad. Sin embargo, el rasgo fundamental de esa cientificidad es su carácter cibernético, es decir, técnico. Presumiblemente, se pierde la necesidad de preguntarse por la técnica moderna, en la misma medida en que ésta marca y encauza los fenómenos del mundo entero y la posición del ser humano en él.

Las ciencias interpretarán según las reglas de las ciencias -es decir, técnicamente- todo lo que todavía recuerde, en su construcción, su origen a partir de la filosofía. Entiende las categorías instrumentalmente, como hipótesis de trabajo. Su verdad no se medirá sólo por el efecto que produzca al ser aplicada dentro del progreso de la investigación: la verdad científica se equiparará a la eficacia de estos efectos.  (...)

Completo:

MARTÍN HEIDEGGER, “El final de la filosofía y la tarea del pensar”, ponencia presentada en Kierkegaard vivo. Coloquio organizado por la Unesco en París, del 21 al 23 de abril de 1964. Publicado en Alianza, Madrid, 1968.

jueves, 2 de marzo de 2023

Lecturas riesgosas: la filosofía de Nietzssche, Heidegger y el fascismo

 

Lou Andreas Salomé, Paul Ree y Nietzsche

- Mirá esta foto de Calamaro y Juan Grabois sentados en Café Tabac. Calamaro está leyendo el nuevo libro de Grabois, Los peores; y Grabois lee el diario La Nación.

- Bueno, pero ¿qué problema ves? Cristina, calculo, también por obligación debe leer La nación,el Clarín y todas esas porquerías. Lamentablemente deben de hacerlo por una cuestión estratégica. 

 - Sí, subí la foto sin intención persecutoria. Calamaro en twitter todos los días sube una foto de su mesa en Tabac, con un pocillo de café, una medialuna y la editorial de La Nación. Le gusta jugar con la provocación. Esta vez se habrá puesto de acuerdo con Grabois para leer Los peores. La foto justamente da qué pensar sobre el acto de lectura, leer algo no implica adherir a lo que se lee. Por suerte Calamaro no se fotografió con Milei ni Grabois le llevó el libro a macri. David Viñas leía La Nación. No estoy tratando de denunciar nada. Yo leo a Nietzsche a pesar de que algunas ideas conducen al fascismo. 

- Uhh.. Vos me tirás esas frases fuertes. Siempre creí que esa era una lectura tergiversada de Nietzsche, que en realidad la hermana era la de ideas fascistas. No tengo muchos elementos para debatir con vos, porque a Nietzsche lo leí poco. 

 - Bueno, a Nietzsche lo tergiversaron los nazis en parte, pero sobre la base de un pensamiento que tenía semillas de fascismo. Los franceses lo quisieron disimular, pero leé La genealogía de la moral, libro publicado en vida por Nietzsche sin manipulación posible de su hermana. Tratá de poner esas ideas en práctica en Argentina y después hablamos. Pero no todo en Nietzsche conduce al fascismo. El tenía un lado fascista y otro cristiano y otro gay y otro iluminista. No estaba bien del mate y según los días uno predominaba sobre los otros. 

 - Entonces ¿no es verdad que su hermana manipuló sus textos? 

 - Te paso un dato decisivo: todos los textos que circulan atribuidos a Nietzsche fueron escritos por él, salvo Mi hemana y yo que es una patraña muy posterior a su muerte. Entre las cosas que los franceses y los porteños afrancesados trataron de confundirnos está la idea falsa de que la hermana agregó en los fragmentos póstumos algunos textos pro-nazis que Federico no escribió. Falso de toda falsedad. Elizabeth Nietzsche en en la década de 1930, ya anciana, negoció el financiamiento del archivo Nietzsche con el régimen nazi y esto implica que ella incidió en qué textos se daban a conocer y cuáles no, de modo que ocultó fragmentos donde Nietzsche abominaba del nacionalismo alemán o bien atacaba despiadadamente a los antisemitas, cosas así escritas por FN que al nazismo no le convenía que se difundieran. Pero mucho antes, a fines del siglo xix, después de que Nietzsche tuviera el brote psicótico en Turín, ella colaboró con Heinrich Köselitz, el amigo de su hermano conocido por su pseudónimo Peter Gast y juntos se encargaron de hacer una selección extraída de los cuadernos que contenían miles de fragmentos póstumos. Esa selección fue en realidad comandada por Gast y la hermana más que nada contribuyó aportando los cuadernos que había conservado y encargándose del laburo de "marketing", cuando fue publicada años después con el título La voluntad de poder, obra controversial sobre cuya autoría se hizo caer la idea de que Nietzsche había sido manipulado en favor de los nazis. La arquitectura de ese libro como tal, con ese título, Nietzsche nunca la decidió, pero cada una de las palabras que aparecen fueron escritas por él, sin ningún agregado. Lo que Elizabeth y Gast hicieron fue darle una estructura que su hermano no había decidido. Y ocultaron fragmentos que no iban bien con el antisemitismo que ella sí profesaba. Pero jamás puso una palabra que su hermano no haya escrito. Así que cuando uno lee cosas espantosas como que una civilización para enaltecerse debe sacrificar a los deformes y malogrados, este tipo de aberraciones no es un agregado de Elizabeth sino una idea original del pobre Federico, quien quizá no habría sobrevivido a un régimen que se basara en sus ideas: lo habrían tenido que sacrificar por degenerado. Pero los franceses y los porteños afrancesados usaron este entuerto para hacernos pensar que Nietzsche era un crítico del poder, un postmarxista de centroizquierda como Foucault o Deleuze, digamos. Pero no: en vida fue un furioso anticomunista, antisocialista, contrario a la idea de derechos humanos, aristocratizante, despreciador de lo que llamaba la plebe. Después, los franceses postestructuralistas nos explicaron que cuando FN se burlaba así de la plebe en realidad se estaba refiriendo a otra cosa, a no sé qué cosa fea que no era el pueblo. Después de todo lo dicho, sostengo que a Nietzsche hay que leerlo con mucha atención, sobre todo para pensar sus inconsistencias y la razón por la cual nunca iba a poder terminar de darle forma a lo que llamaba su "obra capital".

- ¿Entonces sostenés que la hermana fue inocente de la manipulación a posteriori que hizo el régimen nazi de Nietzsche?

-Respecto a los detractores de Elizabeth: - es verdad: negoció con el régimen nazi el financiamiento del archivo; - es verdad, era antisemita; - es verdad, estaba casada con un nazi que vino a fundar una demencial colonia germánica en Paraguay. Pero hay una cosa que ni Foucault ni nadie podrá jamás negar: si no fuera porque ella con devoción guardó ese montón de manuscritos que Nietzsche alguna vez manifestó su decisión de tirar a la basura hoy no conoceríamos una parte fundamental de la obra de Nietzsche, que los actuales académicos de estudios nietzscheanos le consagran una próspera industria extractivista. Así que yo a Elizabeth Nietzsche no la cancelo. Por eso tampoco me voy a ofender si Grabois o Calamaro leen La Nación...

Heidegger en su cabaña de Messkirch

- Sí, después de estos argumentos, que Grabois o la misma Cristina lean La Nación no te escandaliza nada, che. Tendré en cuenta lo que decís cuando me ponga a leer a Nietzsche. No voy a negar que en muchos debates, también en la facultad, se habló de una lectura de Nietzsche en términos fascistoides, pero siempre alegaron que fue la hermana quién pudo haber intervenido en ello. Ahora voy a leerlo con esta data. Entonces, última pregunta: ¿a Heidegger también hay que leerlo atento a un despliegue de ideas fascistas? 

-Según yo entiendo Heidegger no es fascista ni mucho menos antisemita en los textos donde expone sus pensamientos fundamentales: Ser y tiempo, Carta sobre el humanismo, Arte y verdad, La cuestión de la técnica. Ahora, te complico más las cosas: él fue contemporáneo del nazismo e incluso en 1933 se afilió al Partido Nacionalsocialista Alemán. En algunos pasajes no decisivos de la orientación de su obra se refiere al Führer. Durante nueve meses de 1933 fue rector de la universidad de Friburgo, en esos meses manifestó públicamente su mayor entusiasmo por el nazismo, que no dejó escrito en ninguna obra filosófica de peso; podés encontrar alguna declaración suelta en algún libelo que no se estudia en ninguna parte, porque carece de relevancia filosófica. Ese entusiasmo no lo encuentro en sus libros. Un acto que lo deja mal parado: la primera edición de Ser y Tiempo, publicada antes del régimen nazi, estaba dedicada a su maestro en la escuela fenomenológica y antecesor en Friburgo Edmund Husserl, que era judío; pero en la segunda edición, con el nazismo ya entronizado, Heidegger omite esa dedicatoria, que volverá a introducir una vez terminada la guerra. Si me preguntás, lo veo antes como un acto de cobarde oportunismo político que como una manifestación de antisemitismo. Nueve meses dura como rector de Friburgo, renuncia por discrepancias con la política académica nazi y empieza un gradual distanciamiento del régimen. Desde 1936 da cursos sobre Nietzsche en los que polemiza veladamente contra la interpretación que los intelectuales orgánicos del nazismo hacían de Nietzsche: es decir: en sus cursos Heidegger niega la lectura de Nietzsche que hacían los nazis. Incluso después dijo sospechar que a esos cursos asistían infiltrados espías del régimen que lo estaban vigilando. Una en contra: nunca se desafilió del partido nacional socialista. Cuando termina la guerra, los vencedores empiezan un proceso de desnazificación que le impide dar clases durante algunos años. Por ese entonces, empieza en Europa occidental, sobre todo en Francia, un movimiento para "descancelar" a Heidegger, por considerarlo un gran filósofo. Ese movimiento de reivindicación es encabezado por Sartre con su breve libro El existencialismo es un humanismo. El argumento principal que usa Sartre para salvar a Heidegger es que el alemán era un existencialista ateo y que el existencialismo era en realidad una filosofía humanista. Curiosamente, Heidegger escribe una célebre Carta, donde niega la interpretación bienintencionada que había hecho Sartre de él. En Carta sobre el humanismo Heidegger desmiente a Sartre en tres puntos fundamentales que podrían haber acelerado su rehabilitación: - dice que él no es existencialista; - dice que él no es ateo; - ¡y dice que él no es humanista! Es decir, no cede ante la versión pasteurizada que Sartre y favorecedores intentaron. De todos modos, si me preguntás, yo creo que en los libros filosóficos de Heidegger no hay rastros del nazismo y que él es en realidad el pensador fundamental para criticar la civilización tecnocientífica que en el mundo globalizado se extiende por el planeta. Me parece que nadie antes ni mejor que él pensó los problemas actuales de la informática No creo que leyendo ningún libro de Heidegger caigas en la tentación de volverte nazi.

miércoles, 22 de junio de 2022

Van Gogh Drugstores

(Así te lo venden)

por Ezequiel González

Los herederos de las cosas son el peligro de la marca. Esto que parece una máxima del Tao es eso de que lo mejor que puede hacer uno es ser nadie. Así, si uno tiene hijos, no les dará el rótulo de “hijos de famosos”, o más bien no vendrán hijos a dilapidar cualquier capital que se tenga, sea simbólico o un departamentito en Necochea. 

Pienso en Picasso, cómo su firma va detrás de una minivan Citroën que parece una papa. Y como este siglo es el de la imagen, pienso en la muestra que fui a ver el otro día en La Rural sobre Van Gogh, que comenzó en febrero y va hasta julio (de 12 a 21 hs) y La entrada está a 4 lucas, pero, ¿para ver qué? ¿de qué va el happening? ¿ya estás haciendo números? 

El Evento se llama Imagine Van Gogh. ¿Algo de Lennon el título? Qué importa. Cuando uno entra hay unos carteles colgados con hilo transparente, con tanza. Carteles que en realidad son esas lonas impresas, creo que les dicen banners, que cuentan la biografía del pintor. El guiño palermitano es que esos banners tienen marcos de cuadros. Bueno, así que hay que leer como ocho páginas A4 para darle un marco a lo que se verá en el acto 2. Esto, que podría ser un prólogo, parece la General Paz a la salida de los que tienen trabajo. Lleno de gente haciendo cola para leer que nació, murió y otras anécdotas. Sí, Wikipedia, pero impresa en banners.

Después, se entra al curro, digo a la exposición, a la Imagine. En este acto 2, luego de tener los ojos secos de tanta lectura se pasa a ver las “obras”. Retratos, fotos y sus obras máximas. Se las ve grandes, así los fanas no ladran. Todo esto dura unos 20 minutos. Todo esto con música clásica de fondo en constante loop. No te echan, pero tampoco hay mucho para hacer. Caminás y ves lo mismo. Yo me quedé como dos horaspara hacer rendir la inversión. 

Las imágenes son escupidas por proyectores que las lanzan sin ganas. Con una definición de TV de 14 pulgadas. Estiradas. Después nos enteramos que la muestra viene de USA y Europa, pero acá llegó en forma de estafa. En otros países pusieron superpantallas gigantes, tipo LED. Acá con 20 proyectores intentan simular las pantallas en lonas blancas. En Argentina, siempre llega el eco de la idea. 

Al salir de esta sala queda el último acto: la tienda de merchandising y listo: a casa. 

Lo que sí había, mucha gente, niños y grandes sacándose fotos para las redes sociales. Lindo lugar les quedó a estas cosas de “arte” o “museos”: lugares donde sacarse selfies. Como las imágenes solo estaban unos segundos, se peleaban por tener la toma con la menor cantidad de gente posible. 

Pobre Vicente, vivió y murió en su pobreza y hoy sus cuadros son los más caros del mercado. Encima hacen estos kioscos ambulantes para recaudar. 

Yo no pagué la entrada, pero qué estafado todo. Se podría mejorar. Pensé: que traigan un original. O una copia. Total, los monos que vamos ni nos daremos cuenta. Pero no es mala idea: como último acto un cuadro alumbrado en un cuarto oscuro al lado del cartel de EXIT. Pero, bueno, la pantalla es el símbolo de la época, vemos la vida mediada por una. Es la ventana donde buscamos ávidos de novedades. Pero ya no hay nada, solo estafas. 

PD: Creo que el Holograma del rapero TupAc en 2012 fue el primero en aparecer y dar un concierto. Esto habilitó a seguir currando. Bandas descompuestas por el paso del tiempo serán reunidas por la técnica y seguirán de gira en el apocalipsis que nos quede. 

¿Qué nos querrá decir el arte hoy? Dios sabrá, porque solo queda humo y nada. 


Postdata de La otra: El texto de Ezequiel me llevó a pensar en otro texto, escrito hace casi 60 años por Martin Heidegger en un tono diferente, pero que puede complementar perfectamente la mirada de Ezequiel sobre la instalación Imagine Van Gogh. Decía Heidegger:

"¿Qué sucede con el arte en la sociedad industrial, cuyo mundo ha comenzado a transformarse en cibernético? ¿Se convertirán los enunciados del arte en algún tipo de información en y para este mundo? ¿Se irán a determinar sus producciones por el solo hecho de que satisfagan el carácter procedimental del círculo regulador industrial y su constante consumación? Si así fuera, ¿puede la obra de arte seguir siendo obra todavía? ¿Acaso no tendrá su sentido en quedar rezagada, ya desde antes, al servicio de la ejecución continua del proceso creativo, el que se regula solamente desde sí mismo y, de ese modo, sigue estando encerrado en sí mismo? ¿Se presenta el arte moderno como una retroalimentación de informaciones en el círculo regulador de la sociedad industrial y del mundo científico-técnico? ¿No recibirá incluso desde allí, la muy mentada “industria cultural” su legítima fundamentación? 

"Estas preguntas nos acosan como preguntas. Y convergen en una única, que dice: 

"¿Qué pasa con el encierro del hombre en su mundo científico-técnico? ¿No impera en este encierro, quizá, el retraimiento del hombre frente a eso que lleva al hombre recién a su determinación más propia, para que él se disponga lo justo, en vez de disponer en forma calculadora, tecno-científicamente, de sí mismo y de su mundo, de sí mismo y la propia fabricación técnica de sí mismo?

Martín Heidegger, "La proveniencia del arte y la determinación del pensar",
Atenas, 4 de abril de 1967

lunes, 25 de mayo de 2020

Los zapatos en el poster y la filosofía en la radio





Hacer filosofía por radio es una de las cosas más lindas que te pueden pasar en la vida, le digo a mis excolegas académicos. La radio es un ambiente aéreo muy apropiado para lanzarse a pensar sin tener el espiche guionado. Así que cada vez que Maxi Diomedi me invita a armar una serie de columnas sobre filosofía para las tardes otoñales de Patologías en FM La Tribu me siento un poco Walter Benjamin en la radio, un poco Hanna Arendt en Radio Baviera y un poco Orson Welles también haciendo la guerra de los mundos. Siempre estamos haciendo la guerra de los mundos. La palabra que sale de la boca, que da contra el micrófono y sube por la antena, que se propaga por el cielo cuando está anocheciendo queda rebotando en alguna oreja, tampoco hacen falta tantas.

Y ahora han inventado los archivos digitales en los que las palabras quedan. Aun si quedaran para nadie.

Hacía varios sábados que veníamos probando hasta llegar al afamado cuadro de los zapatos de la campesina pintado por Van Gogh, del que Heidegger se valió a mediados de los años 30 para dar su célebre conferencia "El origen de la obra de arte". Ya la cosa nació mal, porque todo transcurría en medio del Tercer Reich, porque a Heidegger no se le ocurrió mejor idea que usar la palabra origen que caería en el descrédito cuando los franceses pasteurizaron a Nietzsche. Che, no digas origen, decí genealogía que queda más piola, la usa Foucault y en Buenos Aires del siglo xxi todavía la usan muchos para darse aires de postfilósofos, que no van al origen ni saben qué corno es la genealogía, pero saben qué palabra queda mejor decir. Y para colmo Heidegger en los zapatos de la campesina pintados por Vincent no ve solo zapatos ni meramente la cosidad de la cosa: ve los senderos solitarios cuando cae el sol, ve la humedad de la tierra que fatiga el pie de la campesina, ve la alegría de la mujer que venció una vez más la miseria, hasta el día siguiente, ve la angustia ante la espera del parto y el temor de la muerte. La mirada de Heidegger se alínea con la de Van Gogh para correr el velo del mundo de la campesina. Los zapatos son útiles para ella así que los comprende sin pensarlos, los comprende cuando forman parte de su tarea: solo pensaría en los zapatos si dejaran de serles útiles. Ahora bien: la figura del útil apropiada para los zapatos no lo es para el cuadro de Van Gogh. Nosotros decimos "cosas" para los zapatos y para el póster del cuadro y para el libro de Heidegger. También decimos cosa para un programa de radio. La cosa es que el tremendo arco narrativo que Heidegger tiende a partir de los zapatos que la campesina dejó tirados en un rincón son inmediatamente objetados por Adorno, discípulo rencoroso de Heidegger que encuentra en este pasaje ciertamente elegíaco una prueba de que Heidegger era nazi. O sea que todo mal. Igual pocos recuerdan el libelo que Adorno escribió para burlarse del estilo de Heidegger, titulado "La jerga de la autenticidad". Pocos, muchos menos que los que recuerdan el hermoso arco narrativo que Heidegger tiende en su elegía de la vida rural. Adorno creía que al burlarse del estilo de Heidegger lo cancelaba como filósofo y lo nazificaba. Pero no fue tan así. Entre los pocos que se acuerdan estoy yo, que el sábado cuando hablaba del origen -perdón- de la obra de arte me acordé que Adorno decía que hacer una elegía de la vida de una campesina era mostrarse como un retrógrado.

A veces el pasado nos espera al dar vuelta la esquina y todo el desarrollo de fuerzas productivas tambalea si un virus suspende el funcionamiento de la economía. Quizás la meditación acerca del cuadro de Van Gogh y los zapatos que Vincent dejó en la memoria de su posteridad sean más necesarios que el folleto burlesco de Adorno para pensar qué puede pasar cuando el mundo empieza a mostrar que el funcionamiento se detiene. Entonces lo retrógrado puede ser un bucle para anticiparse lo que todavía nos está esperando. El progreso es un gran tema filosófico político de los últimos doscientos años y el loco Van Gogh pintó el cuadro de esos zapatos de una campesina que no pudo vnedérselos a nadie. Van Gogh era un pintor que no funcionaba, origen es una palabra que no se usa, como bien nos explicó Foucault. Pero igual gracias a la invitación de Maxi logramos hacer una serie de cuatro microprogramas filosóficos que logramos culminar (sin resolver ningún problema) el último sábado de mayo. Veinticinco minutos hablando de filosofía en la radio pueden ser mucho o muy poco según como se oigan. Los lectores de este blog lo pueden oír haciendo click en el botón azul arriba de estos párrafos. Gracias, amigos, por darme otra oportunidad.

domingo, 17 de mayo de 2020

Unos zapatos y el mundo en el que algo ya no funciona

Patologías Culturales - Arte y Verdad III - 16 de mayo de 2020


[Viene de acá] En la era del funcionamiento total, ¿podemos pensar el arte como algo que "funciona"? ¿Cuál es el lugar que ocupa el arte en nuestro propio funcionamiento? ¿Acaso una obra puede ayudarnos a funcionar? Pero ¿qué mundo es este donde el mandato irrevocable es que todo tiene que funcionar, el arte mismo, nosotros mismos?

Entendámonos: la época del funcionamiento total no implica necesariamente que todo funciona, porque de hecho percibimos que algo no funciona. Sin embargo, el mandato es categórico y totalizante: todo lo que hoy pugna por ser se rige por su cumplimiento de la orden de funcionar. Preguntarnos por la posibilidad de que el arte no funcione, asomarnos a un abismo en el que algo en nuestra existencia no funcione puede dejar a la vista el revés de trama del funcionamiento total: el terror. El suelo nos falta. ¿Y si no funcionamos?

Después de tantos años de que estas preguntas fueron hechas (Heidegger, El origen de la obra de arte, 1936), en medio de una pandemia hasta hace poco imprevisible  -qué confiados parecíamos estar sobre el funcionamiento del mundo-, es tan ruidosa como nunca la voz de imposición de los grandes poderes mundiales para que el funcionamiento no pare, tanto como su impotencia ante la sospecha de que este mundo magnífico podría dejar de funcionar por la aparición de algo inesperado. No un cataclismo de enorme magnitud, sino la irrupción de un ente microscópico, capaz de hacer tambalear la estructura completa del funcionamiento.

¿Y si al sentir el arte como una rasgadura a través de la cual se filtra lo incalculable, lo renuente a funcionar, Van Gogh hubiera dado no con su propio límite, sino con el límite del mundo que ordena el funcionamiento total, cuya imposibilidad de cumplimiento lo llevara al terror? ¿Y si por aquella época de la prepotencia de la revolución industrial aparecieran deambulando por Europa todos estos locos malditos juntos que sintieron el terror que esconde el mandato del funcionamiento? Nietzsche sentía el terror casi al mismo tiempo en que Van Gogh pintaba el campo de trigo cuyo cielo se cubre de cuervos color borravino.


Treinta años después de haberse hecho estas preguntas por primera vez, Heidegger todavía se topa con lo mismo. Años 60, en la célebre entrevista con la revista SPIEGEL Heidegger insiste en señalar la extrema ambivalencia de la situación mundial en la que todo tiene que funcionar.

SPIEGEL: Sin embargo, se le podría objetar de manera completamente ingenua: pero, ¿qué es lo que está aquí dominado? Todo funciona. Cada vez se construyen más centrales eléctricas. Cada vez se producirá con mayor destreza. En la parte del mundo altamente tecnificado los hombres están bien atendidos. Vivimos en un estado de bienestar. ¿Qué falta en realidad?

HEIDEGGER: Todo funciona. Esta es precisamente la intemperie, que todo funciona y que el funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento, que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga. No sé si usted se espantó, pero yo desde luego me espanté cuando vi las fotos de la Tierra desde la Luna. Ya no necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre es un hecho. Sólo nos quedan puras relaciones técnicas. Donde el hombre vive ya no es la Tierra.

La pregunta del periodista de SPIEGEL revela una suficiencia ante los cuestionamientos de Heidegger que hacen aparecer al filósofo fuera de lugar. En el corázón de la Europa rica donde -casi- todo funciona, ¿qué plantea este hombre como objeción ante el funcionamiento irrestricto? Treinta años antes -estamos moviéndonos en círculos- en sus lecciones de Introducción a la metafísica, Heidegger había elegido precisamente para hacer aparecer la falla ante el funcionamiento total la extrañeza por un cuadro de Van Gogh:

"Aquel cuadro de Van Gogh: un par de zapatos rústicos, nada más. De hecho, esa imagen no representa nada. Sin embargo, uno se encuentra enseguida a solas con lo que hay ahí, como si uno mismo, al caer la tarde otoñal, regresara cansado del campo a casa, con el pico en la mano y a la débil luz de las últimas brasas de la hojarasca de papa quemada. ¿Qué es aquí lo que hay? ¿La tela? ¿Los trazos del pincel? ¿Las manchas de color?". (Ver más sobre estas cuestiones acá).


¿Dónde está la obra? ¿En la tela? ¿En la materia de las pinturas con la que luchaba Van Gogh para obtener sus azules, sus amarillos? ¿En el nervio con el que manejaba el pincel cuya presión todavía se percibe? ¿En el impulso que lo movía a pintar sin parar y sin poder él saber bien por qué? ¿Colgado en la pared del museo? ¿En nuestra mirada que se alínea con la suya cuando nos detenemos a observar con extrañeza esos zapatos? ¿En los zapatos? ¿Los zapatos de quién? ¿Qué es la obra misma que suscita todas estas preguntas?

En Patologías Culturales de ayer a la tarde nos preguntábamos, en esta conversación que venimos manteniendo con Maxi Diomedi desde hace ya varias semanas: “¿No estaremos violentando al arte si le exigiéramos funcionar de la misma manera en que se lo exigimos a la naturaleza, a los ríos, a los bosques, a los campos y a nosotros mismos? ¿El arte no será eso que se resiste al funcionamiento? ¿Pedirle al arte que funcione no será violentarlo?”. Pueden escuchar la conversación radial en el siguiente fragmento radial:


*****

En el resto del programa ustedes pueden escuchar la entrevista que Maxi Diomedi le hizo a Sergio Alejandro Pujol, autor de El año de Artaud. Rock y política en 1973. También Jimena García Blaya, Soledad Pérez Tranmar y Valeria Martinez hicieron un primer balance de la extraña y estimulante edición del Festival Internacional de Danza Emergente (fide.ba) realizada por estos días íntegramente on line. Escuchen el programa completo acá:


domingo, 10 de mayo de 2020

Funcionamiento y terror

Una conversación radial en Patologías Culturales: 9/5/2020


SPIEGEL: Sin embargo, se le podría objetar de manera completamente ingenua: pero, ¿qué es lo que está aquí dominado? Todo funciona. Cada vez se construyen más centrales eléctricas. Cada vez se producirá con mayor destreza. En la parte del mundo altamente tecnificado los hombres están bien atendidos. Vivimos en un estado de bienestar. 
¿Qué falta en realidad?

HEIDEGGER: Todo funciona. Esto es precisamente lo inhóspito, que todo funciona y que el funcionamiento lleva siempre a más funcionamiento y que la técnica arranca al hombre de la tierra cada vez más y lo desarraiga. No sé si Vd. estaba espantado, pero yo desde luego lo estaba cuando vi las fotos de la Tierra desde la Luna. No necesitamos bombas atómicas, el desarraigo del hombre es un hecho. Sólo nos quedan puras relaciones técnicas. 
Donde el hombre vive ya no es la Tierra.

[Viene de acá] En las tardes radiales de los sábados seguimos conversando con Maxi Diomedi sobre arte y verdad, cruzando algunas lecturas,  pensamientos y preguntas que nos insisten. Ya es una costumbre para nosotros ponernos en el aire a hablar desde estas perspectivas filosóficas de nuestras propias experiencias.

Desde hace tiempo venimos siguiendo algunas huellas: Van Gogh, Artaud, Heidegger. En realidad estamos pensando en nosotros. La sospecha es que desde hace años, desde antes que naciéramos, la civilización se está moviendo en un círculo de funcionamiento y terror, círculo cuyo centro desconocemos.

Van Gogh aparece en nuestra conversación a partir de unos zapatos que él pintó, de unos cuervos sobre un campo de trigo que él pintó, a partir de lo que Artaud o Heidegger tuvieron para decir sobre lo que él pintó. Van Gogh se recorta en la época del maquinismo, junto con otros locos malditos que andaban deambulando por Europa, enloquecidos casi al mismo tiempo, sin saber uno de los otros, en la época en la que Europa se propuso que las máquinas hicieran que todo funcione: el farol de la locomotra del progreso avanzaba en la noche abriendo la oscuridad y las chimeneas lanzaban un humo negro y espeso que era pura promesa de progreso. La pintura de Van Gogh, la poesía de Baudelaire o Rimbaud, la filosofía de Nietzsche no lograban funcionar.

El siglo xx los aceptó a su manera cuando  ya no estaban, pero habían dejado obra. El siglo xx fue un intento serio de funcionamiento total. Pero junto con eso, también se manifestó el terror, no como agujero en la malla apretada del funcionamiento, sino como su complemento necesario: cuanto más apretada la malla del funcionamiento, más terror. Van Gogh, Nietzsche, después Artaud, no estaban locos: presentían esa relación íntima .

Estamos hablando de nosotros, ahora. De este impasse en el funcionamiento en medio de la pandemia: con necesidad de mirar hacia atrás todavía, de no predecir todavía nada. ¿Cómo llegamos hasta acá?

La conversación va por senderos que cuesta escribir, que  la escritura no logra captar. Mejor escuchen.


lunes, 4 de mayo de 2020

Hay una grieta en todas las cosas y es por ahí que la luz entra

Patologías culturales, programa del sábado 2 de mayo de 2020

- Para la tarde de hoy quería proponerte -me dice Maxi Diomedi- un recorrido que seguramente la exceda y que nos lleve de aquí a algunos otros programas, pensando también en un texto al que llegué de una manera un poco oblicua. Por un lado, leyendo el libro de Sergio Pujol, que se llama El año de Artaud. Rock y política en 1973; y gracias a ese libro llegué a reconectar otra vez con El origen de la obra de arte, esa conferencia de Heidegger de 1935. Pujol dice en su libro que cuando está Perón por llegar Spinetta meditaba ir a recibirlo, dato no menor y que a la vez Spinetta pasaba sus tardes leyendo Heliogábalo, el anarquista coronado y Van Gogh, el suicidado por la sociedad, dos libros de Artaud. Le interesaban esos "locos" por inadaptados porque de alguna manera se sentía tan incomprendido como ellos. Y además, claro está, la tapa del disco Artaud es una referencia de esto, le fascinaban las pinturas de Van Gogh. Así que leyendo ese libro me acordé de Heidegger [de aquel pasaje en el que escribe sobre el cuadro de Van Gogh]. Pero también me acorde porque en estos días vengo escuchando y viendo muchas recomendaciones de películas, sobre todo, pero también de música y de libros, en las radios, en la tele, en las redes, y se recomiendan cosas que, según yo veo, refuerzan bastante el gusto que ya está imperando en el presente. Y piensan el arte como una manera de recreación útil, digamos. Yo no niego el costado de entretenimiento que tiene el arte, pero me gustaría repensar qué es para nosotros el arte. Y por qué, además de tener que ver con la belleza, el arte tiene que ver con la verdad. Y por eso es que me acordé de esa conferencia, El origen de la obra de arte, porque en un momento Heidegger hace hincapié en lo que tiene o no tiene de útil el arte. Así que te invito que tracemos un recorrido por ese texto para recordar qué puede el arte, qué nos puede revelar, por ejemplo, ponernos frente a un cuadro de Van Gogh. ¿Te parece?


Muchos años de amistad, gran parte de los cuales los pasamos conversando en el aire -la radio ha sido el lugar que nos amistó y nos animó a hacer estos cruces que probablemente se producen solo entre nosotros: Spinetta-Perón-Artaud-Van Gogh-Heidegger (después en mi respuesta yo voy a agregar a Leonard Cohen y a los deleuzianos): desafío a los lectores de La otra u oyentes de Patologías culturales a que nos citen otra conversación en la puedan cruzarse estos personajes con tanta confianza o desfachatez como la que nosotros los cruzamos. Maxi me propone ese recorrido. Yo respondo, no necesariamente siguiendo al pie de la letra el reecorrido que él me propone, me voy deslizando de a poco por una pendiente que andá a saber dónde termina.

Mi respuesta la pueden escuchar acá.



Diseño: Ceci Gammacurta
Foto: Pablo Pintor

El programa completo tuvo otros ingredientes.

Escuchamos la entrevista que Maxi hizo a Montarosa, a propósito de su muy buen disco Fuega camina conmigo: “A veces pienso que estamos cantando para decir algo y eso está siempre presente, es superador incluso a los instrumentos que usemos. La cabeza está puesta en qué queremos decir y cómo decirlo de la mejor manera posible”, dijo.

- La Subdirectora General de Cultura de la Cámara de Diputados Natalia Calcagno habló de uno de los temas más importantes a pensar desde el sector cultural: posibles acciones y regulaciones del entorno digital.

- Maxi también se refirió a la situación alarmante que se vive en las villas de CABA durante esta pandemia. A la imposibilidad de llevar a cabo un aislamiento domiciliario debida a las condiciones precarias de las casas se suman cortes de provisión de agua corriente que vuelve imposible la tan repetida invitación a lavarse las manos para evitar el contagio. El gobierno de Larreta sabe lavarse las manos en estos casos.

El programa de punta a punta, acá:


miércoles, 14 de junio de 2017

La cuestión ecológica

Este sábado a las 18:00 se presenta en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino (Uriburu 1345 Piso 1°) el libro Heidegger y la cuestión ecológica, compuesto por ensayos de Gianni Vattimo, Mónica Giardina y Ricardo Pobierzym.

Participarán como panelistas Dina Picotti, Leandro Pinkler y Esteban Ierardo. La entrada es libre y gratuita.

Dice Dina Picotti

Esta obra ofrece, a través de sus tres autores, un lúcido y sustantivo planteo con respecto a las preocupaciones ecológicas de nuestra época. Sin desconocer los aportes de diversas ciencias, su reflexión filosófica se orienta a caracterizar la actitud y el accionar humano que dan lugar a tales preocupaciones en el gestarse de un tipo de racionalidad objetivante y dominadora y un orden de un mundo globalizado que la despliega provocando la devastación de la naturaleza y, consecuentemente, del mismo ser humano. Analizan distintos aspectos resaltados por diversos autores que se han ocupado del tema, deteniéndose sobre todo en la caracterización del modo de pensar metafísico y su actual acabamiento, hecha por Heidegger, junto con el pertinente intento de superación. 

sábado, 27 de mayo de 2017

Todo el mundo conoce obras de arte, ¿no es cierto?

Filosofía en la radio




por Oscar Cuervo

¿Por qué nuestras conversaciones filosóficas radiales de los sábados a la tarde llevan por título "Arte y verdad"? ¿Qué tiene que ver el arte con la verdad?

Para el sentido común, el arte se relaciona con la experiencia subjetiva de la creación del artista y del gusto del espectador, mientras que la verdad se encuentra más claramente en la objetividad científica. A menos que retomemos el camino propuesto por Nietzsche a fines del siglo xix, para quien la verdad y el conocimiento científico son también productos de la invención: el hombre crea la verdad así como el artista crea la obra. Para Nietzsche, al menos para una de sus versiones más difundidas, la invención de la verdad se parece a la de la creación artística. En ambos casos, sostiene un nietzscheanismo hoy de moda, se trata de inventos humanos, demasiado humanos. No es que el arte nos acerque a una experiencia verdadera, sino que toda pretensión de verdad es pensada bajo el modelo de una creación artística. Esta versión de Nietzsche ha tenido un gran éxito en ámbitos académicos vinculados a los estudios culturales, mientras en las ciencias duras sigue adjudicándosele a la ciencia y solo a ella la posibilidad de fundar la verdad.

Pero estas dos consideraciones sobre la verdad, aparentemente opuestas, tienen sin embargo algunos puntos en común: por ejemplo, que ya se sabe qué es el arte, esto es: una invención subjetiva; también coinciden ambas posturas, la cientificista y la nietzscheana, en que por "verdad" se entiende una objetividad clara e impersonal, independiente del sujeto que la conoce. La diferencia entre ambas posiciones radica en que Nietzsche dice que esta noción de verdad, la única que él concibe (en coincidencia con el cientificismo), es una mentira o un error (y solo en eso se diferencia del cientificismo).

Nietzsche dice que la verdad es un error, por lo cual mantiene el mismo concepto de verdad de la tradición filosófica dominante en la cultura occidental, sólo que para declarar que es un engaño. Mientras para los cientificistas estaría, por un lado, la verdad objetiva y desencarnada y, por el otro, el arte como una invención del artista, para Nietzsche, que admite el modo de ser que el cientificismo les atribuye al arte y a la verdad, dice que la verdad solo es posible como invención. Es decir: no va más allá de ninguna de las dos nociones usuales, solo que reduce ambas a una de ellas.


Heidegger en el siglo xx introdujo otra perspectiva para problematizar el asunto. Dice que a esta altura todavía no hemos pensado bien a fondo ni qué es una obra de arte ni qué es la verdad. Sostiene que ambas nociones, entre las que pendulan los cientificistas y Nietzsche, están encallecidas, endurecidas por siglos en los que se dio por sentado que los conceptos de arte y de verdad se entienden solos. Pero ese entendimiento aparentemente tan sencillo encubre una renuncia al pensamiento, que siempre es pregunta.

En ese des-entendimiento, que es un extravío, podemos tomar partido por la opinión de que tenemos un acceso garantizado a las cosas, a nuestra propia subjetividad humana, a las obras de arte, al modo de ser de los artistas, a los meros objetos, a la naturaleza, a la cultura. Después, fingimos que ordenamos todas esas piezas de una manera o de otra. Unos, más objetivistas, pondremos al arte por debajo de la ciencia; otros, más subjetivistas, como Nietzsche, diremos que todo es un invento subjetivo.

Heidegger sostiene que ambas posturas renuncian a arrojarse al abismo de la pregunta. No sabemos ni podremos saber qué es la verdad, mientras la asociemos livianamente a la objetividad. Menos aún entendemos qué es una obra de arte y qué es un artista si pensamos a la obra como una invención de un sujeto artístico que le precede y le da existencia. Todos estos son prejuicios asentados por mucho tiempo.

Si nos animáramos a repensar qué es la verdad y qué es una obra, y por qué la humanidad del ser humano no se llega a pensar ni como sujeto de conocimientos objetivos ni como sujeto de invenciones artísticas, podríamos descubrir en la obra un punto de acceso a la verdad que no responde al modelo de objetividad científico ni al modelo de invención artístico.

Habría que romper con la inercia de las opiniones impuestas por tradición y con la engañosa naturalidad del sentido común imperante. Y así, con una mirada extrañada, sin garantías de llegar a un fundamento último, como quien se pierde por los senderos de un bosque, podríamos desencubrir qué experimentamos ante una obra de arte y por qué ella no se deja pensar como cosa inventada por un humano.

De estas cuestiones venimos charlando desde hace varias semanas en nuestro espacio filosófico radial de los sábados en Patologías Culturales (FM la Tribu, 88,7, online acá), conducido por Maxi Diomedi. Las tardes de sábados de este casi invierno pueden ser un momento propicio para entregarse a la apasionante aventura de pensar sin garantías. Ya llevamos varios capítulos. Los dos primeros los encuentran clickeando acá.

En este post incluyo desde el tercero al sexto.









Esta tarde a las 17:00 vamos por el séptimo capítulo. Los invito a escucharnos.

Como un anticipo de lo que pensó Heidegger hace más de 80 años, dejo acá un pasaje de su texto "El origen de la obra de arte", publicado en su libro Caminos del bosque.

"Todo el mundo conoce obras de arte. En las plazas públicas, en las iglesias y en las casas pueden verse obras arquitectónicas, esculturas y pinturas. En las colecciones y exposiciones se exhiben obras de arte de las épocas y pueblos más diversos. Si contemplamos las obras desde el punto de vista de su pura realidad, sin aferrarnos a ideas preconcebidas, comprobaremos que las obras se presentan de manera tan natural como el resto de las cosas. El cuadro cuelga de la pared como un arma de caza o un sombrero. Una pintura, por ejemplo esa tela de Van Gogh que muestra un par de botas de campesino, peregrina de exposición en exposición. Se transportan las obras igual que el carbón del Ruhr y los troncos de la Selva Negra. Durante la campaña los soldados empaquetaban en sus mochilas los himnos de Hölderlin al lado de los utensilios de limpieza. Los cuartetos de Beethoven yacen amontonados en los almacenes de las editoriales igual que las patatas en los sótanos de las casas".


jueves, 8 de septiembre de 2016

Nietzsche: ciencia jovial y terror en el mundo contemporáneo


Grupo de estudio
Coordinado por Oscar Cuervo
Red Colegiales. Av. Alvarez Thomas 1093
Inicio: próximo miércoles 14 de septiembre a las 19:30
Reuniones semanales: todos los miércoles a las 19:30
Aranceles especiales para estudiantes y jubilados
Informes e inscripción: por mail a tallerlaotra@gmail.com ó a la página de facebook de Red Colegiales

"¿Dónde está Dios? ¡Se los voy a decir! ¡Lo matamos - ustedes y yo! ¡Todos somos sus asesinos! (...) y como precisamente se habían juntado ahí muchos que no creían en Dios, sus gritos provocaron risas. ¿Se te perdió?, dijo uno. ¿Se extravió como un niño?, dijo otro. ¿No estará escondido en algún sitio? ¿Nos tiene miedo? ¿Se ha embarcado? ¿Emigró? -así gritaban y se reían a coro".

Friedrich Nietzsche, "El loco", La gaya ciencia

Globalización, poder tecnológico, muerte de la verdad, terror: Europa, el continente en el que nació el proyecto de la globalización mundial que en 2000 años se propagó por el mundo es hoy un teatro del terror. El terror forma parte de la experiencia cotidiana del mundo civilizado. No es ningún estado de excepción sino su normalidad. No se trata de "el mundo en guerra". Estamos en un momento en que el estado de guerra y el estado de paz se volvieron indiscernibles. Por eso, los pasajes en los que Nietzsche profetiza el temblor de tierra que acompaña al reinado del nihilismo no nos suenan exagerados.

Nietzsche es un pensador en tensión, no el ligero autor de una doctrina de la jovialidad, ni apenas un tecnólogo del cuidado de sí. En la medida en que Nietzsche piensa la conmoción de esta época, hay que reconocer en su propia escritura las marcas de esa conmoción. El acto de leerlo requiere discutir con él, tal como él discutía consigo mismo. Nietzsche contra Nietzsche.

Las lecturas postmodernas de Nietzsche reducen su pensamiento tenso y vacilante a la idea de una "pura positividad" vital que desconoce el terror ante el cual Nietzsche erige su "ciencia jovial". Nietzsche diagnostica el advenimiento del nihilismo, una catástrofe que da pavor. Incipit tragoedia: empieza la tragedia: con este inquietante anuncio termina La Gaya Scienza y es de cara a ella que hace falta tenerse en pie -porque Nietzsche sabe bien que corre el riesgo de desmoronarse. No hay jovialidad sino como intento de sobreponerse al terror del nihilismo. 

¿No hay verdad? ¿Solo interpretaciones?

Buscar una vía de acceso a la verdad de la realidad sería no quedarnos en la mera enumeración de sucesos sino preguntarnos si hay una conexión interna entre globalización, muerte de la verdad y terror. Nietzsche en los últimos años del siglo xix y Heidegger en la década del 30 del siglo xx ya vislumbran este círculo cuyo centro desconocemos. La extensión planetaria de una voluntad de poder omnímoda corporizada en los dispositivos tecnológicos aparece desde hace décadas vinculada en estos pensadores con el terror y con el olvido. Heidegger le pone este nombre: la cuestión de la técnica. E imprime esta cuestión (una pregunta por el sentido de la técnica) sobre la voluntad de poder cuyo desencadenamiento Nietzsche pregona con júbilo y también con miedo.

Módulo 1: Desde el 14 de septiembre.
¿Nietzsche filólogo? Apolo y Dionisos. El Nietzsche de Wagner. La invención del conocimiento: el instante más orgulloso y mentiroso de la historia del universo. El problema de la ciencia.

Módulo 2: Todos los miércoles de octubre.
Tensión interna del pensamiento nietzscheano. El Iluminismo de Nietzsche. ¿Nietzsche científico? La fría mirada del científico y la ruptura con Wagner. La Gaya Scienza: júbilo y terror.

Módulo 3: Miércoles de noviembre.
Voluntad de poder y nihilismo. El soliloquio de Zaratustra. La Obra Capital que no fue. El colapso en Turín. Nietzsche y Heidegger. La cuestión de la técnica.

Bibliografía:
F. Nietzsche, El nacimiento de la tragedia
F. Nietzsche, "Sobre verdad y mentira en sentido extramoral"
F. Nietzsche, La Gaya Scienza
F. Nietzsche, Así hablaba Zaratustra
F. Nietzsche, Más allá del bien y del mal
M. Heidegger, Nietzsche
Curt Paul Janz, Friedrich Nietzsche

miércoles, 27 de julio de 2016

El Terror (el Nietzsche de Heidegger)

Nietzsche en la radio: Capítulo xv en Patologías Culturales, para escuchar clickeando acá




Lectores de Nietzsche. La obra de Nietzsche reclama lectores -el mismo Nietzsche es un lector de sí mismo cuando escribe los prólogos a las segundas ediciones de sus obras-, ya que es un pensamiento en tensión que no termina de resolverse. El sentido de su escritura queda en la región de lo posible y ese es el espacio en el que se desenvuelve un lector.

Lectores que interpretan a Nietzsche: eso pasa a lo largo de todo el siglo xx. Lectura discrepantes, que realzan algunos tramos de su inquietud y la aquietan.

El vitalismo. Una de las primeras lecturas que Nietzsche recibe es la del vitalismo, "filosofía de la vida", reacción post-romántica al cientificismo y a la vez penúltimo avatar del iluminismo: exaltación de la movilidad y la fluidez de la vida frente a la rigidez de los ideales del racionalismo y/o de la cristiandad (contra todo eso junto, junto a todo eso). A esta especie de lectores les viene bien citar algunas frases del Zaratustra: "Diga vuestra voluntad: ¡sea el Superhombre el sentido de la tierra!". Nietzsche escribe Así habló Zaratustra para permitirse el uso de parábolas. Así deja un amplio margen de indeterminación acerca del presunto sentido de la tierra, puesto que la tierra no habla. Probablemente la tierra esté puesta aquí contra el reino de los cielos. Zaratustra y sus discursos pueden leerse como una parodia de los sermones cristianos. El éxito que Nietzsche cosechará en la contracultura de la segunda mitad del siglo radica en esta lectura vitalista. Es una lectura simplificadora, hay muchas ideas que Nietzsche dice, sugiere, ordena o propicia que quedan afuera de este vitalismo.



El Nietzsche de los nazis. La hermana de Nietzsche, Therese Elisabeth Alexandra Förster-Nietzsche (10 de julio de 1846 – 8 de noviembre de 1935), es la administradora de su legado ya desde el momento en que él enloquece, a principios de 1889, durante la década en que él sobrevive a su colapso (él muere en 1900) y hasta la muerte de ella. Elisabeth crea y dirige los Archivos Nietzsche que contienen una profusa cantidad de fragmentos póstumos que se había encargado de salvar del fuego, en algún momento en que él quería quemarlos. Con una selección oportunista de esos póstumos ella edita las primeras ediciones de La voluntad de poder. Casada con el fanático antisemita Bernhard Förster, Elisabeth habilitará ese legado a los doctrinarios del nazismo, como Alfred Rosenberg, Alfred Bäumler y Ernst Krieck. Para construir un Nietzsche que respalde la doctrina nazi, deberá ocultar los fragmentos en los que él se refiere a la estupidez de los alemanes, se reivindica como descendiente de la nobleza polaca -filiación apócrifa- o expresa su repulsión a los antisemitas. En cambio, a los nazis les serán muy útiles algunos fragmentos inéditos conservados por su hermana, como este: "Se trata de ganar aquella enorme energía de la grandeza, a fin de que, mediante el cultivo de la especie -y, por otra parte, de la destrucción de millones de malogrados- se configure el hombre futuro, y no perezcamos por el sufrimiento que producimos, un sufrimiento de tal tamaño como no lo hubo con anterioridad" (ver más acá).

La interpretación que hace Martin Heidegger de Nietzsche. Heidegger es un lector eminente de Nietzsche. A seguir el rastro de su pensamiento Heidegger dedicará una década entera, desde mediados de los años 30 hasta el fin de la segunda guerra. Heidegger era reconocido como la figura filosófica más importante de Alemania y en 1933 fue resonante su decisión de afiliarse al partido nacionalsocialista y aceptar el rectorado de la Universidad de Friburgo. Unos años antes, con la publicación de Ser y tiempo, habría resultado difícil prever este extraño giro de su vida cívica. Heidegger no llegará a durar un año como rector de Friburgo, nunca se desafiliará del partido nazi y este episodio dará pie a una controversia persistente y el obstáculo más difícil para evaluar su aporte -crucial- a la filosofía del siglo xx. Curiosamente, en sus cursos entre 1935 y 1944, Heidegger desarrolló su lectura de Nietzsche veladamente en contra de la que hacían los doctrinarios nazis. Esta es una dimensión coyuntural del problema. De alcance más largo -hasta el punto en que sus ecos llegan hasta la filosofía actual- es el modo en que Heidegger se mide con Nietzsche en su discrepancia acerca del sentido histórico de la metafísica europea y la posibilidad de su superación. ¿Nietzsche superó a la metafísica, tal como él mismo proclamó numerosas veces, o quedó atrapado en su trama, como plantea Heidegger?



Al acceder a una cantidad de fragmentos póstumos de Nietzsche, que aún en los años 30 permanecían inéditos, Heidegger hace emerger a otro Nietzsche, menos bucólico que el de los vitalistas, menos funcional que el de los doctrinarios nazis, más incisivo para el siglo. Heidegger coloca a Nietzsche en una posición clave de la historia de la filosofía: en la consumación de la metafísica y el advenimiento del nihilismo. Para Heidegger, la filosofía no es esencialmente una disciplina académica a la que pueda medirse como una especialización cultural, sino la zona en que se decide la dirección íntima de la historia europea. La filosofia es la dirección secreta de la historia. Europa aparece a partir de los cursos que Heidegger da sobre Nietzsche como un problema filosófico, una tradición a la que interrogar por sus olvidos y sus ocultamientos. Con Nietzsche como pre-texto, Heidegger está pensando 2500 años de historia europea, su propia actualidad acuciante y su proyección catastrófica. Hay un clima terrorífico en los cursos de Heidegger sobre Nietzsche. El terror puede leerse todavía en la recopilación de esos cursos que en los años 60 fueron publicados como un libro en dos tomos, titulados simplemente Nietzsche, traducido al castellano en 2000, una obra indispensable para volver a pensar a Nietzsche, al propio Heidegger y al terror que campea hoy en Europa.

Heidegger le dedica 9 años a Nietzsche. Es mucho tiempo, mucho más que el que le dedicó a ningún otro autor de la historia de la filosofía, tiempo destinado a que Heidegger ajuste cuentas también consigo mismo.  Aquí reaparecen la muerte de Dios y el advenimiento del nihilismo, pero en el Nietzsche de Heidegger hay drama, como no lo había en Zaratustra, porque aquí hay dos: Nietzsche y Heidegger, y ninguno de ambos ha decidido aún quién es. El Nietzsche de Heidegger recusa el modo en que se ha leído a Nietzsche hasta ese momento y a la vez despliega su tesis sobre varios milenios de historia europea. Heidegger se convence de que esta historia está fundada en un olvido y en un ocultamiento, olvido y ocultamiento que sitúa muy cerca del surgimiento mismo de la filosofía, en la antigüedad helénica. La filosofía tiene un momento inicial entre los presocráticos y en seguida acomete un desvío. Ese desvío se llama metafísica y ya se detecta en Platón y Aristóteles. Lo que sigue hasta el siglo xx es la consecución del olvido. ¿De qué se trata este olvido?



Podríamos decir, tratando de evitar la jerga con que desafortunadamente se lee a Heidegger en castellano, que para este pensador el corazón palpitante de la filosofía es preguntar cuál es la verdad de la realidad. Todos tenemos acceso a la realidad. Según una opinión común, la realidad nos es inmediatamente accesible, esa que tenemos a nuestro alrededor, con la que cualquiera puede negociar. Con solamente mirar estamos en la realidad. Pero puede ser que la realidad tenga una verdad que está velada y que tomar contacto con ella no sea tan fácil como parece, que sea necesario pensar para quitar ese velo. Lograr ese contacto, correr el velo, es producir la verdad. La verdad, según Heidegger, es desvelamiento (en griego: aletheia). No es una simple descripción ocular de lo que nos rodea. Podríamos hablar de las tapas de los diarios de hoy. Hablar de los libros que se publican sobre las cosas que están pasando en la actualidad en Argentina o en el mundo, sin llegar nunca al corazón de la realidad. ¿Cuál es el corazón de la realidad en este momento en que nosotros estamos sumergiéndonos de nuevo en el imperio del neoliberalismo, en un contexto global en el que el neoliberalismo mantiene un dominio total sobre la tierra y esto viene acompañado por un auge del terrorismo en la estructura de la vida cotidiana? Globalización, neoliberalismo y terror nos aparecen juntos. ¿Cuál es la unidad que los anuda? ¿Hasta qué punto nosotros comprendemos qué relación hay entre estos tres fenómenos?

Estamos globalizados, parecería que a través de las redes sociales tenemos un acceso inmediato a la realidad global y que podemos manipular flujos de información, imágenes, operaciones financieras. Sabemos que el neoliberalismo es la figura del poder imperante en el mundo, en el que a veces aparecen algunas anomalías que la globalización procura sofocar prontamente. En este día experimentamos en Argentina una muy vívida percepción de nuestra violenta reinserción en el neoliberalismo imperante. Esta reinserción nos anoticia de una proximidad con el terror que estalla en Europa, fuerzas desencadenadas de las que de ningún modo podemos sentirnos a salvo. Conocemos bien el terror de estado argentino, sus consecuencias sobre nuestra arquitectura histórica, tanto como los atentados terroristas ocurridos hace dos décadas que todavía quedan impunes y gravitan sobre las maniobras que el régimen gobernante provoca.



Pero la simple descripción de estos fenómenos -globalización, neoliberalismo y terror- todavía no nos muestra su co-pertenencia íntima. Europa, el continente en el que nació el proyecto de la globalización mundial que en 2000 años se propagó por el mundo, es hoy un teatro del terror. El terror forma parte de la vivencia cotidiana del mundo más civilizado. No es ningún estado de excepción sino su normalidad. Por eso el clima tétrico en el que se desenvuelven los cursos de Heidegger sobre Nietzsche nos suena familiar. No se trata de "el mundo en guerra", como una época que hubiéramos dejado atrás. Estamos en un momento en que el estado de guerra y el estado de paz se han vuelto indiscernibles. Por eso, los pasajes en los que Nietzsche profetiza el temblor de tierra que acompaña al reinado del nihilismo nos resultan verosímiles.

Acceder a la verdad de la realidad sería no quedarnos en la mera enumeración de estos sucesos sino pensar si hay una conexión interna entre ellos. Heidegger en la década del 30 y Nietzsche en los últimos años del siglo xix, sin usar los términos con los que caracterizamos estos sucesos -excepto el terror, que aparece claramente en ambos- ya vislumbran este círculo cuyo centro desconocemos. La extensión planetaria de una voluntad de poder omnímoda corporizada en los dispositivos tecnológicos aparece desde hace décadas vinculada en estos pensadores con el terror y con el olvido. Heidegger le pone este nombre: la cuestión de la técnica. E imprime esta cuestión (una pregunta por el sentido de la técnica) con la voluntad de poder cuyo desencadenamiento Nietzsche pregona con júbilo y también con miedo.

Por este camino hemos de seguir transitando en los próximos capítulos de Nietzsche en la radio. El capítulo xv puede escucharse clickeando acá.