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domingo, 9 de septiembre de 2018

"Tengo que estar tranquilo porque si me vuelvo loco les puedo hacer mucho daño a todos ustedes"


Después de la zozobra de la semana anterior, hoy el macrismo quedó como una fachada pseudo-institucional en la que la soberanía real se ha entregado al FMI y el control de la población a las corporaciones mediáticas. Peor que De La Rúa, si macri no cayó en estas semanas es por el extraordinario esfuerzo que los sectores dominantes hacen para sostenerlo, por su fobia al "populismo".

Vista su conducta en las últimas semanas, macri parece entregado a la idea de que el único modo de ocultar su estrepitoso fracaso es empujar a la sociedad a un estado de violencia física, psíquica y civil crecientes. Es mucho más fácil para un proyecto de este grado de barbarie promover destruirlo todo en lugar de construir una mínima cosa política. Quizás se proponga directamente romper la Argentina. Ojo, esto puede volverse un boomerang y que sea él quien termina muy mal.

Desde la dictadura no se ve un régimen entregado con una furia tan maníaca a generar un enfrentamiento civil, una vez advertido que ya no puede superar su ineptitud política. El macrismo manifiesta así su impotencia para gobernar la compleja Argentina. Su desesperado intento de pudrirla es una confesión tácita de que no puede conducir nada.

Las amenazas, la psicopateada sistemática, la burla permanente hacia la población, su extraña mezcla de verdugueo clasista y fallidos comunicacionales, la apuesta por enervar todavía más a los sectores más desquiciados de las clases medias muestran que el macrismo renuncia a toda salida racional. Decidió irse en medio de una debacle auto-provocada.

Ese es todo su plan: dejar tierra arrasada, con una sociedad al borde de la disolución.

Si eso es todo lo que tienen, hay que dejar que el macrismo despliegue toda su furia impotente, no interrumpirlos en su error. La fuerza es el derecho de las bestias. Cada paso que empujen al país hacia el abismo es pedagogía para un pueblo que a la larga no va a olvidar este espanto. Esa es la base de toda confianza en una política popular. Si esta CEOcracia apuesta al borramiento de la memoria, hay que dejar que nuestra memoria haga su faena. Porque contra la memoria del pueblo no están pudiendo ni van a poder.