por Martha Silva
Sociedades pequeñas que hacen visibles los siniestro, que en las ciudades quizás no sean peores. La diferencia está en que en el pueblo nadie desconoce las miserias, la historia turbia, el momento de debilidad del vecino. Por consiguiente, la posibilidad de afrontar esa vida nueva -a la que alude el título- es tan difícil, que solo se puede poner en practica emigrando. Intentando realizar esa existencia diversa en otra parte, donde no exista esa alucinante exposición.
En La vida nueva, de Santiago Palavecino*, el hilo se corta por lo más delgado: son los jóvenes los que protestan en forma más directa, los que no disimulan, los que arriesgan su vida y ponen de manifiesto los odios, las pasiones que los grandes disimulan.
Para algunos la decisión pasará por irse. Salvarse.
La ciudad y su anonimato es una posibilidad.
En este film, el ejercicio de la violencia juvenil quedará sofocado por el accionar del que es virtualmente el dueño del pueblo: todos callarán, asentirán, nadie habrá visto nada. Pero el siniestro ocultamiento barrerá con los implicados y los que no lo están y tendrá un efecto dominó.
* Santiago Palavecino estará en la medianoche de hoy en La otra .-radio. FM La Tribu. Escuchar on line.