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miércoles, 21 de octubre de 2020

Nietzsche / Kierkegaard

Hoy 19 hs: acá meet.google.com/dbm-yshf-dfd

Encuentro online, libre y gratuito


Filosofía y doctrina. Hay una discusión que atraviesa la historia de la filosofía acerca de si es preciso fijar una doctrina -¿es la filosofía una teoría?-, o si el pensamiento es otra cosa que puede soportar una tensión, un suspenso que no debe ser fijado en una doctrina. La línea dominante de la filosofía occidental optó por el mandato de que la filosofía se realice como doctrina, es decir: como un conjunto de afirmaciones teóricas que dan cuenta de la realidad de una forma racional y consistente. La filosofía así se "realiza", es decir: se cosifica. Pero ¿qué pasa si una tensión no está históricamente resuelta, si no se deja fijar como una masa doctrinaria? De ser así, toda doctrina filosófica manifiesta un odio hacia la verdad, porque prefiere las teorías aplacadas antes que las tensiones reales.

Kierkegaard era consciente de que la parte decisiva del pensamiento se juega en la comunicación: es decir en los recursos de su escritura y en los lectores posibles. Kierkegaard fue un pensador tenso, pero logró disponer sus tensiones en su dispositivo literario.

Nietzsche manifestó más de una vez con mucha claridad esa desconfianza hacia las doctrinas teóricas y supo detectar ese odio a la verdad que esconde la posición del teórico. Sin embargo, en otros momentos de su vida Nietzsche mismo se dejó tentar por la posibilidad de formular su propia doctrina, la del Eterno Retorno de lo Mismo, la de la Voluntad de Poder, la de la Transvaloración de los Valores. Conceptos que acuñó sin lograr despejarlos. Nombres para sus derrotas. De hecho, no pudo resolver cuál de esos conceptos se sobreponía al otro. Y, a pesar de que durante sus últimos meses de producción filosófica lo ganó una ansiedad incontenible por plasmar una "Obra Capital", el colapso que sufrió en 1889 le impidió llegar a formularla.

El problema de los postnietzscheanos es el deseo de matar esa tensión y fijarla en una doctrina. La tentación doctrinaria está en el propio Nietzsche, pero es su fracaso lo que todavía nos incita a pensar. (Ver Nietzsche Largo acá).

La tensión que le impidió formular una doctrina acabada no es un fracaso o, si lo es, es el fracaso virtuoso de la filosofía misma. Es una inconclusión fértil para nosotros. Si él piensa cuestiones que la época no resolvió y sigue sin hacerlo -el poder de la técnica, la verdad de la ciencia, la voluntad de poder-, si eso no está resuelto en el mundo, no puede estar resuelto en la filosofía. 

Hoy lo conversamos en nuestro encuentro virtual en meet.google.com/dbm-yshf-dfd. Libre y gratuito.


miércoles, 19 de agosto de 2020

Escuchar voces

Hoy 19:00 hs. meet.jit.si/LasObrasDelAmor: virtual, gratuito y amable

General Villegas, la ciudad de Puig

Kierkegaard es el pensador de la falla. Esto no sería extraño dado que, después de todo, la filosofía, desde sus propios inicios, siempre ha brotado de la experiencia de una falla: se piensa allí donde se reconoce una precariedad constitutiva, una distancia respecto de sí, un temblor en el suelo, una grieta en la pared. Se piensa allí donde no se sabe. Toda la historia de la filosofía brota, entonces, de la falla. Es cierto que los filósofos a menudo han intentado tapar sus grietas, una vez que las han detectado. Y allí parece radicar la singularidad kierkegaardiana: este pensador ha preferido dejar sus grietas expuestas; para ello ha ideado una forma de escritura, una textura, que haga patente las grietas.

Esta historia, que nunca termina de dejarse atrás, va configurándose de un modo diferente en cada época. Y la época de Kierkegaard (¿nuestra época, todavía?) es la de la falla de la modernidad. Su pensamiento no cesa de señalar la inconsistencia sobre la que se apoya la distinción, típica de la época moderna, entre lo general y lo individual; dicho en términos políticos: entre lo público y lo privado. La subjetividad moderna se halla fracturada entre uno y otro polo, y la experiencia del hombre moderno parece disociarse en dos ámbitos no integrables.

Hay filósofos que reivindican los derechos del individuo y otros que toman partido por lo general. Erróneamente se ha atribuido a Kierkegaard la posición de un individualismo extremo: ello evidencia la incomprensión de su planteo. Kierkegaard impugna la oposición misma entre lo general y lo individual. No es en modo alguno un individualista, puesto que su esfuerzo filosófico se encamina a nombrar, con la máxima precisión posible, la experiencia de la singularidad. El singular (Enkelte) no es un individuo. En la palabra “individuo” se alude a la unidad in-divisible de un yo que coincide consigo mismo, un sujeto consistente, capaz de ir en pos de su interés egoísta. Pero con la figura del singular Kierkegaard señala la inconsistencia del yo, su doble desesperación: el querer ser sí mismo y el no querer ser sí mismo. La finitud de ser humano singular no es la de un ente que acepta reposar dentro de sus propios límites, sino la del que experimenta esos límites como una inquietud insanable. Cuando Kierkegaard dice “el yo es una síntesis de finitud e infinitud” no habla de una conciliación de opuestos en una unidad abarcadora, sino de una tensión irresoluble.

Y no se trata de que alguna vez en la historia del pensamiento occidental el yo hubiera aparecido una unidad consistente y que al cabo de un desarrollo esa consistencia empezó a agrietarse: hemos citado aquí el comienzo de la Meditación Segunda de Descartes, la inminencia del descubrimiento del yo: “he quedado suspendido en un estado de posibilidad. Incluso asoma el temor de ya no poder olvidar estas dudas”. He aquí la grieta. La certeza cartesiana se funda en el temor de no poder olvidar las dudas, de no poder cerrar la grieta. Sin ese temor (ese temblor), el yo no habría emergido. “Estoy cierto de mi inquietud, ergo soy”: esa es la fórmula del yo con el que Descartes da comienzo a la filosofía moderna.

Es conocida la continuación de esa historia: desde ese temor toma impulso la necesidad de tapar la grieta. Eso lo intenta Descartes y lo sigue intentando Hegel, un siglo y medio después. La filosofía aparece, en la época de Kierkegaard, como la empresa de construcción de una pared lisa e impenetrable: así es como el autor de Temor y Temblor ve al sistema hegeliano. Y Kierkegaard protesta contra ese alisamiento, quiere dejar expuestas las fracturas. La invención formal de los seudónimos da la palabra a las voces que se filtran por entre las grietas, las deja hablar. Si esta hipótesis no está descaminada, no hay un Kierkegaard al que se reduzcan todas sus voces, así como no existe una conciencia ante la cual se manifieste el sentido de una Historia Universal. Hay voces.

Oscar Cuervo, Kierkegaard: Escuchar una voz, Epílogo [libro completo acá]

Jutlandia, Dinamarca

En el cuerpo de un niño resuena la voz de una tía que dice banalidades. Puig se inicia en la literatura a partir de una voz que le resuena, que escucha, que rescata. En esas banalidades se pintaba de cuerpo entero la conciencia de toda una clase social, de toda una generación. Esa modalidad de escritura, esa capacidad de escuchar una voz, es la que convirtió a Puig en escritor.

El mismo Puig lo señala en una entrevista: “Para escribir necesito silencio porque al escribir estoy escuchando una voz, un ritmo. Y cuando corrijo me pasa lo mismo: al leer, voy escuchando lo que leo, tengo la oreja alerta. Cualquier cosita la estoy escuchando”. En toda su obra se puede videnciar una fascinación por la voz de otros: en esa actitud de escucha está la toda la potencia del acto creativo de la palabra.

En las jornadas sobre su obra que se hicieron tres meses antes de su repentino fallecimiento, Puig afirma algo aún más relevante para lo que queremos apuntar hoy: “cuando estoy escribiendo tengo que creer en la voz que me está contando la historia, tiene que ser alguien que me habla y yo le crea. Cómo saber que la voz que se escucha es la verdadera? Pues, cuando la escucho la reconozco, sé que es esa”. Creer en la voz por oír la palabra: la palabra que transforma es la palabra que al oírla nos infunde fe, la palabra a la que creemos por sólo escucharla.

Patricia Bargero y Graciano Corica, "La carne se hace verbo": 
El lugar de la palabra en la filosofía de Soren Kierkegaard y la literatura de Manuel Puig", 
completo acá.

lunes, 23 de julio de 2018

Cuerpos que importan: Judith Butler, Althusser, Lacan, Kierkegaard



Judith Butler escribe "El género en llamas: cuestiones de apropiación y subversión", un interesante capítulo de su libro Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del "sexo" (Buenos Aires, Paidós, 2002), en el que analiza largamente la película de Jennie Livingston Paris is burning (la película que vamos a proyectar este sábado en el ciclo Cuerpos Capturados, a las 19:30 en Ayacucho 483). En ese capítulo de su libro, Butler empieza con sendos epígrafes de Louis Althusser (Ideología y aparatos ideológicos del estado) y Friedrich Nietzsche (La genealogía de la moral). Es curioso que su análisis de la constitución del yo a partir de la interpelación de la voz de un otro que constituye el yo tenga un inconfundible aroma kierkegaardiano. Es probable que Althusser tomara estas ideas de Lacan, cuya filiación kierkegaardiana está largamnete acreditada. Butler conoce bien a Althusser y a Lacan. No puedo asegurar que también hay leído a Kierkegaard. En estos pasajes no se menciona.

Kierkegaard instala esta idea de la interpelación de la voz de un otro como constitutiva del yo en al menos dos de sus textos cruciales: en Temor y Temblor, del pseudónimo Johannes de Silentio, Abraham escucha el mandato de Dios de sacrificar a Isaac, a partir del cual puede asumir la posibilidad de constituirse como Padre de la Fe.

Más explícitamente el curso de pensamiento que va a ser retomado por Lacan (en el que luego se inspirarán sucesivamente Althusser y Butler), en El concepto de angustia el pseudónimo Vigilius Haufniensis comenta el pasaje del Génesis en el que Jehová comunica a Adán la prohibición de comer el fruto del árbol del saber del bien y del mal. Hasta ese momento Adán vivía en estado de inocencia, instancia que Vigilius interpreta como un no saber acerca de sus propias posibilidades. Al escuchar de Jehova que hay algo que no debe hacer, Adán no es posible que entienda de qué se trata eso que le ha sido prohibido, ya que aún no ha probado el fruto del saber. Pero sí comprende que hay algo que no debe hacer. Esta prohibición le permite ver su posibilidad de hacer eso que se le prohíbe. Una prohibición solo tiene sentido -cualquiera fuera el acto prohibido- si es posible llegar a hacer aquello que se me prohíbe. Así, dice Kierkegaard a través de su pseudónimo, el espíritu del hombre se despieta al descubrir su ser posible. Adán aún no sabe  en qué consiste el acto prohibido, pero advierte su posibilidad de cometerlo. Al percibir su posibilidad de obedecer o no la prohibición nace su angustia. Este es el texto:


"Todavía reina la inocencia en este momento, pero basta el sonido de una sola palabra para que se concentre inmediatamente la ignorancia. La inocencia, como es obvio, no puede entender esa palabra, mas la angustia ha hecho con ello, por así decirlo, su primera presa y ya posee en lugar de la nada una palabra enigmática. En este sentido, cuando en el Génesis se afirma que Dios dijo a Adán: «pero no comas del árbol de la ciencia del bien y del mal», es claro de todo punto que Adán no comprendió lo que significaban esas palabras. Pues, ¿cómo podía entender la distinción del bien y del mal, si tal distinción no existía para él antes de haber gustado el fruto del árbol prohibido?

"Si se supone, pues, que la prohibición es la que despierta el deseo, entonces tenemos ahí un saber en vez de la ignorancia, ya que Adán, necesariamente, tuvo que poseer un saber acerca de la libertad desde el momento en que había experimentado el deseo de usarla. Por consiguiente, ésta es una explicación a destiempo. No, la prohibición le angustia en cuanto despierta en él la posibilidad de la libertad. Lo que antes pasaba por delante de la inocencia como nada de la angustia se le ha metido ahora dentro de él mismo y ahí, en su interior, vuelve a ser una nada, esto es, la angustiosa posibilidad de poder. Por lo pronto, Adán no tiene ni idea de qué es lo que puede; en otro caso se supondría ciertamente —cosa que sucede con harta frecuencia— lo que viene después, a saber, la distinción entre el bien y el mal. Sin embargo, en tal estado primitivo sólo existe la posibilidad de poder como una forma superior de ignorancia y como una forma superior de angustia, ya que en cierto sentido más eminente cabe afirmar que en Adán hay y no hay esa posibilidad y que, en el mismo sentido, él la ama y le huye". [S. Kierkegaard, El concepto de la angustia, Cap I, 5]

Clickeando sobre el siguiente título pueden encontrar el fragmento de Judith Butler del capítulo, en que aplica estas nociones a su teoría del género:



domingo, 8 de abril de 2018

La comunicación indirecta

por Oscar Cuervo

La repetición

Gjentagelsen es un libro que Søren Kierkegaard editó el 16 de octubre de 1843 bajo el pesudónimo de Constantin Constantius. Ese mismo día también editó Temor y temblor, bajo el pseudónimo de Johannes de Silentio. Los habitantes de Copenhague no supieron hasta años después que los dos libros habían sido escritos por la misma mano. Esta coincidencia cronológica podría parecer exterior a los asuntos tratados en ambos libros. Pero por supuesto no se trata de una casualidad. Por un motivo que Kierkegaard silencia y que queda para los lectores despejar, su aparición simultánea indica que hay una conexión interna entre los dos libros. Hay una frase que es común a ambos: "todo está perdido". Sin embargo, no es lícito decir que Kierkegaard sea el sujeto que enuncia esta proposición. En cambio, él se vale de estos pseudónimos para echar a rodar una comunicación indirecta. El lector que quiere interpretar ambos libros asgignándole  a Kierkegaard lo que en ellos se dice pierde de vista ese motivo silenciado que sostiene la convergencia y la divergencia de los dos libros y la distancia rónica que Kierkegaard se reserva respecto de ellos.

Los lectores de habla castellana tienen otro obstáculo a remover: el título Gjentagelsen fue desde el principio traducido como La repetición. Estos también sucede con los lectores de habla inglesa, que lo conocen como Repetition, mientras que en francés se publicó durante muchas décadas como La Répétition *. Sin embargo, en el idioma danés existe la palabra de raíz latina repetition que Kierkegaard se abstiene de usar. Opta por gjentagelse, que permite usarse como sinónimo. Sin embargo, gjentagelse significa literalmente re-toma o re-cuperación. La tenaz renuencia de Kierkegaard a usar repetitio solo puede hacerse visible -y por ende significativa- para quien conozca la existencia de las dos palabras danesas. Cuando solo se lee "repetición" y se construye una interpretación que desconoce el matiz que diferencia las dos palabras, hay un juego semántico que queda perdido en las traducciones. Kierkegaard en ninguna parte expone los motivos por los que usa una y no otra palabra. Hace silencio también sobre esto. Una vez más, se trata de comunicación indirecta.

Leí este libro varias veces y siempre me quedó la sensación de que la cuestión decisiva está elidida, solo indicada de manera indirecta. Kierkegaard logra ese efecto enigmático a través de la disposición formal de su obra: Constantín Constantius, el que cuenta la historia, nunca termina de entenderla. ¿Cómo sonaría una historia contada por un narrador que no la comprende del todo? Así funciona la comunicación indirecta: merodear el asunto sin poder abarcarlo. Cuando le comenté mi idea a otros expertos en estudios kierkegaardianos, no fue muy bien recibida. Los lectores de filosofía están acostumbrados a leer libros en los que quien enuncia dice saber de qué está hablando. En cambio, la idea de un narrador que no comprende bien su historia no es tan extraña para una literatura no filosófica.

¿Podríamos a esta altura de nuestras lecturas retitular la traducción y empezar a hablar de un libro llamado La recuperación? No sin descalabrar toda una literatura de comentaristas que giraron durante más de un siglo alrededor del concepto de repetición. ¿Sería una traición a Kierkegaard traducirla como La recuperación? No. ¿Haría ese pequeño cambio más comprensible el libro? Puede ser. ¿Qué hacemos con los lectores célebres que en la filosofía y en el psicoanálisis hicieron girar todos sus desarrollos a partir de la repetición? Dejar que sigan. ¿Entienden bien aquello a lo que Kierkegaard apuntaba al crear al autor Constantin Constantius? Quizás no. ¿Es este malentendido subsanable? Es un poco tarde. ¿Podemos volver a empezar a leer a Kierkegaard prescindiendo de un siglo y medio de lectores? Debemos volver a empezar a leerlo prescindiendo de todos los lectores anteriores.

¿Cambiar el título La repetición por La recuperación hará que ahora sí lo entendamos? No es seguro. Es posible que Kierkegaard haya inventado a un escritor que no entiende a su personaje y que el resultado sea que el modo adecuado de entender el libro sea no entenderlo del todo.

* Solo en 1990 aparece en Francia la traducción de Nelly Viallaneix La reprise, que cuestiona a la tradicional La Répétition. De todos modos, la opción francesa por reprise no encuentra un equivalente preciso en español, por lo que soy partidario por optar por "recuperación".

Ilustración: Carmen Cuervo

NOTA
Este es un fragmento del texto Desesperación y Recuperación, publicado en el blog Kierkegaard Buenos Aires. Al mismo tiempo, Desesperación y Recuperación es el tercer capítulo del libro digital Kierkegaard: escuchar una voz (2018), que está apareciendo por entregas es dicho blog. Hasta el momento ya se llevan publicados cuatro capítulos:

- Kierkegaard: Escuchar una voz (I). Clickear acá.
- Me angustio, soy (II) Clickear acá.
- Desesperación y Recuperación (III). Clickear acá.
- El signo de contradicción (IV). Clickear acá.

La obra se completará con otros dos capítulos en preparación que van a ser publicados en las próximas semanas.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Esa voz

Kierkegaard: Escuchar una voz - Nueva edición - Libre - Online

Ilustración: Carmen Cuervo

por Oscar Cuervo

En el año 2009 la editorial Quadrata de Buenos Aires me encargó la redacción de un libro introductorio sobre el filósofo Søren Kierkegaard, en el marco de la colección Pensamientos Locales. Fue editado finalmente en 2010 como Kierkegaard. Una Introducción. Escuchar una voz (Escuchar una voz es el título que yo prefiero) y pronto su stock se agotó, o al menos eso es lo que me comunicaron los representantes de Quadrata que me encargaron el libro.

En Mercado Libre circulan todavía algunos ejemplares a precios a veces desmesurados. En algunas librerías de Buenos Aires puede encontrarse ocasionalmente algún ejemplar perdido. Googleando de manera casual, hace poco encontré que en España se ofrecía el libro Kierkegaard. Una Introducción, atribuyéndome la autoría, pero fechada en 2017 por Libros de la Araucaria. No sabía que yo había editado el año pasado un libro en Madrid con el mismo título e idéntica tapa al porteño de 2010. Pedí una explicación a mis editores en Buenos Aires y me dijeron algunas frases sobre un traspapelamiento, errores u olvidos, cosas que no llegué a entender. Cosas que otros me comentan que son usuales con la obra de escritores que jamás pueden controlar la circulación de sus libros. Según me dicen ahora, solo hay 200 ejemplares en España correspondientes a aquella primera edición de 2010, que se presentan a sus posibles compradores españoles como un libro de 2017. Puedo atestiguar que yo no escribí hasta hoy nada nuevo con este título ni tampoco recibí compensación económica por ello. Cuando los editores de la versión original porteña me explicaron lo del traspapelamiento y los olvidos, me dijeron que si tuvieran que pagarme los derechos de autor por esos ejemplares que circulan por España, una vez aplicadas todas las deducciones de impuestos, beneficios para los diversos editores involucrados y las librerías y otros costos de intermediarios, la suma que me correspondería sería tan exigua que me dejaría al borde de tener que pagar yo unos pesos a quienes me editaron y están vendiendo mi libro en España y otras localidades.

En fin. Ya no pretendo controlar este negocio editorial. Entonces tomo mi texto de 2009, lo corrijo, le cambio algunas expresiones que hoy me parece que se podrían decir mejor, le agrego alguna frase que me parece más precisa, hago una discreta corrección de estilo y, dado que después de todo yo lo escribí y es difícil de conseguir a un precio razonable en mi ciudad, lo subo a la web en forma gratuita: lo que ustedes pueden leer a partir de aquí es la versión revisada de Escribir una voz, el libro que escribí en 2009. Esta sí es una versión actualizada en 2018. Va a publicarse en capítulos en las próximas semanas en el blog Kierkegaard Buenos Aires. No descarto que al final de la publicación de los capítulos preexistentes, ahora revisados, agregue algún epílogo con consideraciones que en 2018 me despierta la lectura de este libro escrito hace casi diez años. Ustedes pueden elegir entre comprar esas versiones que circulan en Mercado Libre a precios irrazonables o imprimir el texto que aquí dejo en forma gratuita. Solo espero que por publicar mi texto en este blog no tenga que pagarle derechos a algún editor español o de otra nacionalidad...

A continuación, un párrafo del texto escrito especialmente para esta edición 2018 (es decir: no está incluída en las versiones impresas). Solo como muestra:

¿Tiene razón Kierkegaard en sus objeciones contra Hegel? ¿O es que no conoce con precisión el horizonte de problemas en el que se debate el filósofo alemán? Hay intérpretes que sostienen que Kierkegaard discute no con Hegel sino con la versión vulgarizada que en Dinamarca se había instalado de esa filosofía. Incluso algunos críticos de Kierkegaard sostienen que toda su posición filosófica podría subsumirse en una de las categorías hegelianas, la de la conciencia desgarrada. Quizás no sea ni tanto ni tan poco: que ni Kierkegaard alcance a desvelar el núcleo candente que mueve a la filosofía hegeliana, ni su cuestionamiento a la voz filosófica pueda reducirse a la ilustración de un mero momento del sistema. Quizás estas desavenencias respondan a un temblor de la tradición filosófica occidental que los sacude a ambos a su manera. Poner en continua fricción las filosofías de Hegel y Kierkegaard (o de Hegel y Marx; o de Hegel y Nietzsche; o de Hegel y Heidegger) puede que sea una tarea pendiente para hacer aparecer un problema no declarado que obra agazapado en la intimidad de estas desavenencias. Hacerlo no para terminar de interpretar con corrección a cada uno de ellos (como si tal cosa fuera posible de modo inequívoco), sino para encontrar en qué punto se halla nuestra época ante las cuestiones que estos filósofos señalaron con sus propias palabras. Puede que ninguno (Hegel, Kierkegaard, Marx, Nietzsche, Heidegger) tenga razón, ni tampoco que todos estén equivocados, sino que no sea apropiado acercarse a la filosofía con la intención de dirimir estas disputas tomando partido por uno cualquiera de ellos, sin reconocer que sus voces responden a tensiones a las que todavía no alcanzamos a visualizar. La filosofía podría no ser la busca de una tesis correcta, sino una manifestación oscilante en la que todo fundamento se nos escurre continuamente. [Completo acá].

En Kierkegaard Buenos Aires ya fueron publicados los dos primeros capítulos.

Capítulo 1: Escuchar una voz (I), acá.

Capítulo 2: Me angustio, soy (Escuchar una voz II), acá.

martes, 13 de marzo de 2018

¿Quién habla cuando canto?

Liliana Herrero en La otra.-radio: para escuchar clickeando acá

Foto: Kalo Santos Cabrera

Cuando pensamos en Kierkegaard Buenos Aires decidimos sustraerlo del mundo de los estudios académicos en el que está confinado y que siempre le fue profundamente ajeno. Kierkegaard piensa, dentro del marco de un siglo historicista como el xix, en un encuentro en contemporaneidad, no como una simple coincidencia cronológica de dos personas que ocasionalmente se cruzan como las agujas de un reloj.

Soy contemporáneo de toda palabra que puede invocarme, que oigo dirigida a mí, cuando puedo decir: es a mí a quien se me está hablando. La época de la que un autor procede no tiene por qué cercarlo en el rincón de las cosas pasadas, ya muertas, aplastado en el cruce de coordenadas socioculturales. Si estuviera en una única idea, ahí está Kierkegaard. Él denomina esa dimensión con una palabra a la vez antigua y equívoca: eternidad. No una simple perduración indefinida, como una suma de momentos sucesivos, como una línea de puntos a la manera geométrica. No. La extrañeza de Kierkegaard en la época del historicismo y del progreso indefinido, su rechazo a la versión pueril de la cristiandad, es que la eternidad aparezca en este instante.

Por eso, al hacer Kierkegaard Buenos Aires, buscamos su encuentro en contemporaneidad. El escritor danés es bastante escurridizo, oblicuo, ajeno a los claustros, como para poder hallar su presencia en modos de vivir la interrogación que la vida académica evita.

Un modo de vivir el compromiso político, por ejemplo, que se desliga del resultadismo, porque toda ventaja y toda derrota son pasajeras. Kierkegaard Buenos Aires significa entonces un modo de habitar la polis que no se rige por mediciones de encuestas, cantidad de likes ni de retuits, por ningún intento de manipulación técnica de mi posición ante los otros. Nada de Big Data.

También encontramos en el propio Kierkegaard más de una indicación de que esa eternidad puede hallarse en el arte. En la poesía o en la música, por ejemplo. No nos remitimos a ninguna cita textual. Esta indicación brota en las fisuras de los textos que Kierkegaard escribe, en sus silencios, el silencio que él, antes que otros filósofos, supo resaltar como una instancia decisiva del pensamiento.

Por eso, más que traer a algún catedrático que descuartizara filológicamente los textos de Kierkegaard como trozos que remiten a cantidad de referencias eruditas, antes que tratarlo como cosa del pasado, decidimos recuperarlo como contemporáneo: quizá no otra cosa haya que hacer con cualquier filósofo o artista, con un auténtico testigo de la verdad de la época que sea, ahora que cada novedad parece disolverse en la sucesión de lo indiferente. Esta inquietud no significa desconocer la historia, sino invocarla como lo que nos sigue aguardando.

Que a KBA viniera una artista del canto popular como Liliana Herrero -que además fue profesora de filosofía y nos contó que alguna vez supo estremecerse dando una clase sobre Temor y temblor- es justo lo que buscábamos y quizás más. Hace pocos días ella vino a KBA. En un hermoso atardecer estival, su sensibilidad artística y su compromiso político mostraron comprender el pensamiento kierkegaardiano como quizá un profesional de la filosofía no sería capaz de hacerlo. El encuentro tuvo muchos momentos intensos, graciosos, emocionantes. 



En el último programa de La otra.-radio revivimos algunos de esos momentos:

Un filósofo que titula su libro Temor y temblor para mí es fascinante -nos decía Liliana Herrero-, porque la música para mí es eso. Para Kierkegaard es el estado del hombre ante Dios y para mí es la música. Es un horizonte absolutamente abstracto, pero que yo insisto y persisto en traerlo a un tiempo histórico concreto, a un territorio y a un tiempo. Es un estado Temor y temblor, cuando el individuo se encuentra en su relación con la eternidad. Yo creo que hay momentos en un concierto de una hora y media, tal vez sean tres minutos, tres minutos donde uno ya no está ahí. Ya no estás pensando, es la música la que piensa por vos. Creo encontrar una homologación posible entre esa idea de Kierkegaard y ese momento de la música cuando descubrís un acorde.

Kierkegaard me lleva al drama de Abraham e Isaac. ¿Por qué? Abraham le pide por favor a Dios que le dé un hijo. Y Él se lo da. Pero después Él pide que lo mate. Abraham está dispuesto a hacer eso. Es extraordinario. Podríamos decir que es un asesino, pero eso pertenecería al estadio ético. Entonces, el silencio.

Esto puede sonar un poco ridículo, pero muchas veces, cuando estoy viendo una música, trato de evitar los acordes que me llevan de un lugar al otro, trato de evitar el pasaje y dar el salto, tocar poco, también, el silencio.

Entre la conciencia individual de Abraham y Dios no media nada. Nadie podría pensar que Abraham no estuviera desesperado al tener que matar a su hijo. Esta es la paradoja. Uno se zambulle en esa paradoja y en ese silencio.

Es un absurdo que uno espera, miren qué paradoja. Esto es lo extraordinario: es un absurdo que uno espera. Yo, que estoy en contacto con la música, espero ese absurdo, espero que se produzca ese momento.

Dios llama a Abraham y Abraham dice: 'Heme aquí'. ¿Quién habla?


Preguntémonos quién habla. ¿Quién habla cuando canta? ¿Qué me importa como se llame?

¿Quién habla cuando yo canto? ¿quién habla?

Es toda la memoria argentina hablándome a mí, compañera. Y la historia personal es una multiplicidad infinita de personas, de felicidades y de torturas. No se sabe quién es que habla.

¿Soy yo la que hablo? ¿Soy yo? ¡No, es una multiplicidad de voces! ¿Quién habla cuando canto? Eso es Kierkegaard.

Tanto que me preparé todo esto [Liliana sacude unos papeles que trajo manuscritos], te lo digo así, emocionada, porque también trato de entender, a la vejez viruela, trato de entender, trato de entender muchas cosas -su voz se quiebra.

Y hay cosas que no logro comprender, no sé cómo explicármelas a mí misma.

¿Qué pasará con mis nietos? ¿qué pasará con mi hija? ¿qué pasará con este país? ¿cómo serán, cómo seremos? ¿Y estas preguntas de Kierkegaard deberemos abandonarlas? ¡Ni ahí! ¡Ni ahí! Son las preguntas de los grandes filósofos, de los grandes artistas que nos sostienen en la vida.

Eso es lo que yo siento. En este instante preciso, como diría Violeta.

En este tiempo oscuro, con seres profundamente siniestros.

¿Qué hago? Es una pregunta individual. Todos los días me lo pregunto. ¿Me retiro? ¿me retiro? Todos los días me lo pregunto.

Yo digo: el individuo no debe retirarse pero. en el no retiro. debe insistir en el repliegue de sí mismo para temer, para temblar, para amar y para estar en la disposición con algo precioso, innombrable.

 Eso es Kierkegaard para mí. Esa es mi vida - dice Liliana.

Apenas algo de lo que Liliana Herrero dijo hace pocas tardes en Kierkegaard Buenos Aires y volvimos a emitir en La otra. Que puede escucharse clickeando acá.


NOTA: Liliana Herrero se presenta junto con Lilián Saba este domingo 18 de marzo a las 20:30 en un concierto íntimo y circular en Xirgu Espacio Untref.


domingo, 25 de febrero de 2018

Voz, territorio, tiempo

Una conversación pública con Liliana Herrero en Kierkegaard Buenos Aires
Viernes 2 de marzo a las 19:30 en Lavalle 3119. Entrada libre y gratuita


"Yo siento que la voz tiene un territorio -decía Liliana Herrero a revista La otra en 2011-, que la voz piensa, que señala una memoria cultural, la memoria geográfica y la memoria política de un territorio. No me parece que la voz mía sea una voz sin territorio y sin suelo, al contrario, me parece que porta esa memoria y de algún modo yo lo expreso cada vez que canto... No pienso el tiempo en forma lineal, el pasado está en el presente, está en el futuro y tropezamos con él como una piedra en el camino. Si tropezamos con Yupanqui, es porque Yupanqui nos está esperando y todavía tiene mucho para decirnos, no está allá lejos y hace tiempo. Al decirlo me emociono, porque pienso 'tal vez yo no estaré, pero tenemos cuerda para rato'. La copa de vino se llenará nuevamente, y vendrá otro a tomarla, y llenará otra copa, y otra".

***

Hace unos meses, en Kierkegaard Buenos Aires publicamos este texto:

"El que en Temor y Temblor cuenta la historia del lector obsesionado por Abraham y por la voz que le habló no es directamente Søren Kierkegaard, sino un escritor llamado Johannes de Silentio. Kierkegaard crea un personaje, Johannes de Silentio, para que escriba un libro, Temor y temblor, que cuenta la historia de un hombre obsesionado por un relato del Antiguo Testamento. Esto es lo que unos años después Kierkegaard declarará como su “estrategia de comunicación indirecta”, porque lo que lo que hay para comunicar no es un saber que se pueda trasmitir sino algo que sólo puede comprenderse de un modo oblicuo, dado que el lector tiene que tomar una decisión acerca de su sentido. Este juego de cajas chinas es el sofisticado mecanismo de escritura y de pensamiento de Kierkegaard.

"El juego de pseudónimos está muy lejos de ser una mera representación decorativa de algo que podría decirse de manera más sencilla, como los más obtusos lectores de Kierkegaard asumen. Kierkegaard quiere resaltar un obstáculo para la comprensión, la dificultad de ponerse en el lugar de otro".

Al rato nos llega un comentario de Liliana Herrero:

"Así es, cuando daba clases y lo enseñaba jamás dejó de conmoverme".

Este es un tipo de encuentro que uno no puede manipular. Cuando sucede, solo cabe agradecerlo.

No hace falta explicar lo que significa Liliana Herrero para nuestra música popular. En cambio, no son tantos los que saben que, antes de grabar su primer disco, Liliana daba clases de filosofía y solo cantaba en reuniones de amigos. Lo que no podíamos predecir es su memoria conmovida por aquellas clases sobre Temor y temblor que Liliana evoca. Así que invitarla a participar en una conversación pública en Kierkegaard Buenos Aires nos pareció tan inevitable como la confluencia de los ríos.

Queremos preguntarle por esa parte desconocida de su experiencia: las clases de filosofía, su conmoción al contar la historia de Abraham e Isaac, los ecos de su vocación filosófica en su música.

Este viernes 2 de marzo a las 19:30 vamos a estar conversando con Liliana Herrero en Kierkegaard Buenos Aires, Lavalle 3119. Entrada libre y gratuita.

martes, 13 de febrero de 2018

Transformaciones y cambios en el ámbito educativo

Debate abierto - Sábado 24 de febrero a las 18:00 hs. en Kierkegaard Buenos Aires - Lavalle 3119 - Libre y Gratuito


por Corina Setton

A partir del año 2003, se produjeron en el país, una serie de normativas claves que redireccionaron completamente el rumbo educativo. Las Leyes de Educación Nacional, de financiamiento educativo y de Educación Sexual Integral, entre otras, sostienen innumerables derechos de los participantes de la comunidad , abogando por un acompañamiento cuidadoso y respetuoso de los mismos.

Puesto que la Educación se convirtió en un pilar de las políticas públicas, se crearon diferentes espacios para potenciar este proceso (Ministerios, Universidades, escuelas, canales de televisión, centros culturales, etc.).

Transformaciones en búsqueda de la inclusión social, de promoción de igualdad de oportunidades, de potenciación de la conciencia personal y colectiva,fomentaron contenidos ligados a los derechos humanos, la memoria, y la historia de América Latina.

Pero se vino el cambio, y a partir del 2016 asistimos a la implementación de nuevas prácticas, nuevos objetivos educativos que implican la adaptación de los sujetos a las necesidades empresariales y al plan económico de ajuste, con el consecuente cierre de programas y espacios (profesorados, escuelas para colonias de verano, centros culturales, etc).

Además, estos cambios, conllevan la producción de un imaginario social que desvaloriza la imagen de docentes, sindicalistas y alumnos, por lo que vemos cotidianamente irradiar desde los medios de comunicación, una mirada peyorativa y alienada, que, lejos de basarse en un contacto directo con los mismos, los juzga a puro prejuicio.

Necesitamos entonces escucharlos a ellos, y por eso, desde Kierkegaard Bs.As, invitamos a un encuentro con diferentes actores sociales. Invitamos a encontrarnos el sábado 24 de febrero a las 18:00 hs. para pensar este conflicto desde diversas perspectivas, a las que se pueden sumar todos los que quieran venir.

Participarán:

Santiago Foucault
Maestro de escuela primaria, CABA - Miembro de la Agrupación Docente Estudiantil Simón Rodríguez.

Leandra Atenea Levine Hidalgo
Primera egresada trans de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini - Estudiante de Medicina - Actriz.

Christian Leonardo Malattia
Profesor de Letras y Ciencias de la Educación - Director del Centro Cultural Tapiales -  Delegado de SUTEBA - Periodista y escritor.

Martín Pont Verges
Estudiante de Ciencias Políticas - Militante de El Semillero - Nuevo Encuentro - Ex Presidente del Centro de Estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires.

Organiza Kierkegaard Buenos Aires
Sábado 24 de febrero, 18:00 hs. 
Lavalle 3119. Acceso libre y Gratuito