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domingo, 23 de diciembre de 2018

Las fake news de Marguerite Yourcenar y el peronismo

Fotografía de Yousuf Karsh

por Lidia Ferrari

Pensamos que las fake news signan el tiempo presente. Es cierto que las herramientas neoliberales han agigantado el fenómeno de tal modo que podemos decir que vivimos inmersos en medio de casi sólo noticias falsas. Pero el uso de la mentira para la consolidación del poder es tan viejo como la historia misma. Hay muchas fuentes para la divulgación de falsos sucesos. Una de ellas es la ignorancia. La gente expande noticias que escucha o creer haber escuchado con la velocidad de la luz a pesar de su error o falsedad. Todos lo hacemos todo el tiempo. Wittgenstein nos absuelve de estos pecados, cuando plantea que nuestras certezas se basan en la autoridad de quien las transmite pues no podemos estar en estado de verificación permanente de todo lo que leemos y oímos.

El problema es cuando alguien desde ese lugar de autoridad simbólica, desde un lugar de rigurosidad y seriedad reconocidas en el mundo de las palabras también se hace víctima o culpable de esparcir falsedades. Así me sorprendió Marguerite Yourcenar en el texto “Borges o el vidente”. Porque para mí es una de las escritoras más admiradas y respetadas, a pesar de que habitamos un mundo de ídolos caídos. Este texto no la destituye pues su obra es inmortal, pero me tropieza una vez más con la idea de que nadie es infalible. Idea que es más fácil enunciarla que hacerla propia con todas sus consecuencias.

En esta suerte de elogio a Borges, Marguerite no sólo nos muestra que lo ha leído, sino que lo admira y lo conoce muy bien. Ella parece adherir a sus ideas políticas, pero no vamos a creer que Yourcenar sea antiperonista, pues ella no está en condiciones de serlo. Sólo puede ser antiperonista un argentino. Los no argentinos podrán simpatizar o no con nuestras mitologías, pero no dejarán de ser convidados de piedra de ese sentimiento tan argentino que es el antiperonismo.

Tampoco podemos pedirle neutralidad a una admiradora de Borges de la estatura de la Yourcenar, pero la rigurosa y brillante escritora de Memorias de Adriano nos sorprende cuando sostiene errores ostensibles para cualquier persona que conozca algo de la historia argentina. No vamos a defender a Perón frente a Yourcenar. Sólo le diríamos que nos sorprende su falta de indagación en temas históricos argentinos frente al conocimiento exhaustivo que muestra de su admirado Borges. Algunas cosas que dice no las sostendría ni el mismo Borges.

Dice Yourcenar: “El primero de los dos “reinados” de Perón (de 1946 a 1955) vio a Borges…”[i] y comenta cómo fue ridiculizado cuando lo promueven al cargo inspector de aves de corral. Todos conocemos esa historia. La ironía de los dos “reinados” la dejamos pasar porque no es sino una identificación con el relato borgeano. El problema es que la frase termina así: “la caída del tirano tras las revueltas de Córdoba le inspira algunos bellos versos…”. ¿De qué revuelta de Córdoba habla? ¿La del “Cordobazo” de 1969? ¿Es tan difícil hacerse a la idea de que Perón fue elegido por el voto democrático y que lo derrocó una dictadura militar en 1955?

Más adelante insiste: “La segunda dictadura de Perón, en 1972, le costó a Borges el exilio”[ii], para mostrar cómo ese exilio fue nutriente para su poesía. ¿Nadie le dijo a Yourcenar que Perón ganó las elecciones democráticas en el año 1973 por más del 60% de los votos, después de una proscripción de dieciocho años? ¿De dónde sale esa idea del exilio de Borges? Porque Borges no partió al exilio ni en 1972, ni en 1973 ni en ningún momento por razones políticas. Este texto elogioso de Borges fue la última conferencia de Yourcenar que dio en la universidad de Harvard en 1987.

Si Yourcenar ha divulgado en el universo literario y académico estos errores históricos, sin haber tomado nota acerca de la validez de los hechos que relata, ¿cómo vamos a pedirle a cualquier hijo de vecino que se cerciore o no difunda todo lo que le llega a través de las “a veces” nocivas redes asociales, si ni siquiera ha hecho el esfuerzo de ir buscar esa noticia ni se debe preparar para una conferencia en Harvard?

[i] Yourcenar, Marguerite, Peregrina y extranjera, Madrid, Alfaguara, 1992. p. 264.

[ii] Ibid. p. 266.

lunes, 22 de febrero de 2016

Borges y Perón: “Hacer creer”.



por Lidia Ferrari

Borges escribe una fuerte diatriba contra Perón en 1955, año en el cual festejaría el derrocamiento del gobierno de uno de sus enemigos ideológicos. Su texto intenta mostrar el procedimiento por el cual alguien puede hacer creer cosas que no son ciertas. Lo que dice en ese pequeño texto para denostar al fenómeno peronista, utilizando la lábil frontera entre ficción y realidad y su manipulación, podría ser utilizado para analizar su propia invectiva. También Borges está proponiendo una lectura y tratando que le crean. Hay un fragmento particularmente provechoso cuando dice que su propósito es “denunciar la ambigüedad de las ficciones del abolido régimen, que no podían ser creídas y eran creídas” .

Para explicar este “no podían ser creídas y eran creídas” encuentra razones: “Ya Coleridge habló de la willing suspension of disbelief (voluntaria suspensión de la incredulidad) que constituye la fe poética, ya Samuel Johnson observó en defensa de Shakespeare que los espectadores de una tragedia no creen que están en Alejandría durante el primer acto y en Roma durante el segundo pero condescienden al agrado de una ficción. Parejamente, las mentiras de la dictadura no eran creídas o descreídas; pertenecían a un plano intermedio y su propósito era encubrir o justificar sórdidas o atroces realidades” .

Se trata de un pequeño texto que Borges escribió para la revista Sur y que se llamó Por la reconstrucción nacional. “L’illusion comique”. Borges nos habla de la frontera entre ficción y realidad usada tanto en el teatro como en la vida cotidiana, también para “justificar atroces realidades”. El centro de la cuestión sigue siendo el problema de la creencia y la posibilidad de manipular esta relación entre ficción y realidad para “hacer creer” alguna cosa.

Parecería excesivo que Borges relacione la maniobra de un recurso de la política a través del engaño con la noción de fe poética de Coleridge cuya eficacia está en relación a ciertas condiciones por las cuales el sujeto voluntariamente suspende su incredulidad, conociendo el estatuto de ficción y de “no real” de lo que se le presenta. Es preciso que el espectador o el lector sepan que no es verdad para que sea verdaderamente libre, dice Mannoni, y se emocione. Como veremos más adelante en el capítulo de la dimensión dramática, la ficción tiene un papel simbólico a partir del cual se recupera lo imaginario y se recrea artificiosamente la confusión, supuestamente original, entre lo real y lo imaginario. El sujeto entra en el juego de la ficción y sale de él sabiendo que lo era.

En el caso de la fe poética no hay engaño ni mentira sino un artificio que convoca a la ilusión del lector o espectador que se entrega a sabiendas de lo que se trata. En la construcción de un discurso engañoso en política, sin embargo, se trata de hacer creer algo que es una mentira, lo que significa una voluntad de engaño. Es cierto que los mecanismos psíquicos son similares, en tanto el sujeto siempre se aferra a “algo que no engañe”, a lo verosímil, a la credibilidad general, más allá de los innumerables engaños a los que está expuesto en su vida cotidiana. Es por esta vocación hacia la credulidad que hay eficacia en el engaño pues, como dirá de Certeau, mientras haya muchos que creen, habrá creencia.

El uso del engaño y la mentira en política como en las bromas pesadas tienen similar estatuto, ya que la voluntad de engaño toma toda su potencia de la ignorancia del engañado. Por lo tanto, en los dos casos de Borges, ya sea en el de la radio que inventa un fútbol que no existe, como en un régimen político, cualesquiera fuese, que inventa una realidad para engañar, no se está en el terreno de la ficción o de la ilusión teatral, sino en la dimensión del engaño y la mentira, lisos y llanos.
En estos dos textos borgianos aparece la problemática relación entre la realidad y los enunciados que intentan capturarla. El problema no es que se expulse a la realidad del relato, sino que se vulnera el estatuto de la verdad.

La permeabilidad entre estos registros participa de lleno en un dispositivo de la diversión de la vida cotidiana como las bromas pesadas. Una de las inestables consistencias en las que se sostiene el mundo es precisamente la del sostén de la frontera entre realidad y ficción que puede asumir perfiles dramáticos cuando se dialectiza en la oposición entre engaño y verdad o mentira y verdad. Si aceptáramos que estas fronteras son tan laxas como para que desaparezcan las diferencias entre ellas, la lucha sería sólo por la hegemonía de los relatos que quieren aparecer como reales o verdaderos. En un siglo XXI dominado por los medios de comunicación como creadores de la realidad, la lucha por la hegemonía no se jugaría tanto en el campo de la política o de las acciones “reales” como en la capacidad para dar a creer lo que se quiere hacer creer.

Una de las conclusiones a que nos conduce el estudio de la estructura de las bromas pesadas en la cotidianeidad es que quien se ubica desde una posición de privilegio y poder y desconoce escrúpulos éticos para la mentira y el engaño está en condiciones de atrapar en su red comunicacional a quienes ocupan el lugar de incautos de la verdad, “crédulo imaginario” o quienes son practicantes de una ética en la cual la verdad aún tiene lugar, lo que engendra ocasiones para dominar los sentidos o hacer valer su posición.

El bromista pesado instaura un dispositivo que es mucho más poderoso que el de su incauta víctima, quien cree en la palabra del Otro. El bromista pesado y todos aquellos que inescrupulosamente pueden manipular cierto orden de creencia que construye la realidad pueden fácilmente ocupar una posición dominante sobre los demás, en particular porque la ética de la verdad no los limita.


[Fragmento inédito del capítulo “Creencia, credulidad y bromas pesadas”, del libro Entre bromas y crueldades. Psicoanálisis de una pasión argentina].

lunes, 9 de junio de 2014

Política e injurias: Borges, Bioy, Sabato, Viñas, Fogwill, Piglia, Lanata, Pagni, Sarlo, Pagni...

Horacio González en La otra de anoche: para escucharlo, clickear acá


Fue un enorme placer haberle hecho esta entrevista a Horacio González hace pocos días, una mañana en su propia casa. Allí fuimos con Maxi Diomedi y nos recibió con amabilidad y hablamos largamente. Una conversación con González es un goce intelectual y estético, porque tiene una mirada muy aguda y fina para las cuestiones del día, que son las mismas de las que todos hablamos, la política, los medios, nuestras vidas, la nación. Pero lo distintivo en él es su visión panorámica, la capacidad para remontarse desde el presente hacia la historia: puede estar pensando en los modos de la escritura de Carlos Pagni o en la forma de discutir de Beatriz Sarlo y de ahí evocar un pequeño artículo de Vicente Fidel López en La Nación. Puede pensar a Borges y a Bioy como dos fantasmas temibles y terribles que vuelven cada noche a encontrarse para ejercer la forma más cruel del ultraje, la malediciencia y la injuria. Puede pensar el peronismo o el kirchnerismo desde un borde incómodo, a veces yendo un poco afuera, a veces volviendo a meterse. Puede hacer converger en su conversación a Viñas con Morales Soláy a Lanata con Macedonio Fernández. González tiene humor, inteligencia y delicadeza, y una mirada historizada. Todo esto nos planteaba a nosotros, lo que hacemos La otra, el deseo, la necesidad y el desafío de ofrecerle un espacio para que desplegara su pensamiento. Estuvimos bastante tiempo preparándonos para esta conversación y tuvimos el gusto de hacerla y de empezar a difundirla anoche. Algunas cosas que nos dijo González:

Respecto de la lengua del ultraje: "Hay un mercado de la palabra soez. La televisión se funda en eso y el periodismo contemporáneo ha producido un fenómeno, sobre todo en los diarios electrónicos. Encontrás un artículo fundado en la vieja prosa áulica, por ejemplo Morales Solá, y debajo tenés 300 comentarios con un lenguaje cloacal. ¿Qué busca el diario al incluir esos comentarios? Es la combinación entre el cielo y el infierno. Arriba está el artículo correcto, escrito como aparece en el digno papel. Abajo el lenguaje cloacal. ¿Eso es parte o no de la conciencia de Morales Solá? ¿Es parte o no de la conciencia de Bartolomé Mitre?".

Sobre Lanata: "Él subió a la escritura la injuria directa, el lenguaje de la trifulca en la esquina. El tenía una propensión en el inicio de Página/12, que era interesante: el desenfado, no sé si la ironía, más bien el sarcasmo y la broma del muchacho ingenioso de barrio. En ese sentido, Lanata no innovó nada pero agrupó un conjunto de tecnologías escriturales. Después pasó algo. Porque él intentó la novela, en eso no tuvo suerte, intentó la escritura de libros de historia... El giro que ha hecho Lanata se amasó a lo largo de todos estos años. A mí me llamó la atención cuando él mismo dijo, cuando se lo acusó de asumir posiciones no reconocibles en su trayectoria anterior, al pasar a Crítica y después aún más a Clarín, que él trabajaba por dinero. Ese estilo cínico opera como una protección. Si vos le decís: 'hiciste esto por dinero', no vale ya, porque él ya lo dijo. El pone la discusión en un plano superior: quién hace las cosas por qué tipo de motivación. Ahí aparece el dinero, a partir del cual él acusa a todo el mundo de actuar por dinero. Sobre todo los que tienen una posición más simpática al gobierno: '¿Cómo no actuar por dinero? -dice Lanata- Evidentemente no hay otra posibilidad más que esta: se trata de almas venales'. Frente a la de él, que también es un alma venal pero se sabe a sí misma. Entonces, desde el punto de vista filosófico tendría superioridad ante al pobre diablo que es un periodista asalariado, un intelectual asalariado. Bueno, evidentemente así el problema está muy mal planteado, debe haber otra forma. Y la otra forma es que aún hay argumentos en la política, hay convicciones, y esa es la plataforma mínima para seguir pensando...".

Sobre los columnistas de Clarín: "Siempre está el giro picaresco y cínico: 'nosotros que venimos de la izquierda...'. Muchos de los periodistas de Clarín vienen de la izquierda, del desarrollismo, incluso de la militancia armada de los 70. La memoria de Clarín dice 'ya todo esto lo vimos, por lo tanto, ¿quiénes son estos tontos que nos vienen a decir esto, si nosotros ya lo hicimos?'. De ahí sale el idioma barrial de la picaresca. Blank y Van der Koy tienen un estilo que viene de la picaresca porteña, un lenguaje que aparece cuando se los ve a los dos dialogando en la televisión, ahí está el lenguaje canchero del bar. Les dicen a todo el mundo: '¿cómo van a creer en esto, si nosotros somos gente que ha superado toda creencia? Estamos involucrados en un dsipositivo que sabe todas las posiciones ideológicas del país, sabe la izquierda, la derecha... y sabe que las vidas se rompen, como las nuestras, que están rotas bien. Ganamos el dinero correspondiente en forma legítima, por escribir estas cosas, advirtiéndole a los demás que son unos torpes, que están haciendo lo que nosotros ya sabemos: ser de izquierda, apoyar a un gobierno... todo esto ya lo fuimos, estamos más allá de cualquier tonto que quiera decir que Papel Prensa es un monopolio, que Clarín es un monopolio'. Es la desarticulación del lenguaje político".

Sobre Sabato y la teoría de los dos demonios: "El caso Sabato no es fácil de juzgar hoy. Yo heredo de David, mi querido amigo David Viñas, la repulsa a Sabato, que en él viene de lejos. Una vez me shockeó mucho leer a ese gran ser diabólico que era Fogwill -que manejaba la idea del diablo con una destreza sin igual- hacer una apología de Sobre héroes y tumbas, que seguramente la hizo en broma, pero la hizo tan bien que hizo pasar a Sobre héroes y tumbas como una novela que nos volvía a interpelar medio siglo después de haber sido escrita. Eso me hizo dudar mucho de adónde poner a Sabato hoy, porque él trivializó muchos temas que uno tiene: la crítica a las tecnologías, cierto humanismo que él trivializó más de la cuenta, el compromiso del intelectual con cierto grado de misticismo y hasta de esoterismo. Entonces la figura de Sabato también está en discusión hoy. Tuvo la desdicha de discutir con un Borges, que le metió la tapa en todos los planos. La ironía de Borges era muy superior a la amargura literal de Sabato. Pero además fue el elaborador de la tesis de los dos demonios y se instaló muy confortablemente ahí. Esa tesis es muy inquietante, porque hay que decir de otra manera esas cosas. Yo cuando trato de decirlas, en general inclino la balanza a favor de los más perjudicados, a favor de los que no formaban parte del estado y a favor de los que -más allá del uso que hicieron de las armas- eran herederos de un campo de trabajo de la transformación social, y de ese cruce muy típico de la Argentina, de nacionalismo y marxismo".

Y con González hablamos también de los extraordinarios ciclos que Piglia hizo en la TV Pública, producido por la Biblioteca Nacional, sobre Borges y sobre la novela argentina, sobre 678 y los límites del gobierno a la hora de pensar un estilo de comunicación, sobre Carlos Pagni y una tradición de la derecha que se remonta a Mitre, sobre la trayectoria de Magdalena Ruiz Guiñazú, sobre sus propias participaciones en los debates televisivos en el campo opositor, en los que muchas veces prefiere permanecer en silencio para no ejercer los modos del desprecio.

Anoche no llegamos a pasar toda la entrevista: todavía faltan algo más de 30 minutos en los que Horacio habla de Cristina, del Papa, de Scioli, de Teresa Parodi y de Fito Páez, entre otros temas. Ese tramo que falta lo vamos a poner en el aire en el programa del domingo próximo.

Para escuchar el programa de anoche, clickear acá.

martes, 3 de junio de 2014

Simulacros y relatos en el kirchnerismo y en el antikirchnerismo: desde Borges hasta Caparrós y Mirtha Legrand





por Oscar Cuervo

Ciertos sectores de la pequeño-burguesía progresista aprendieron a distanciarse del kirchnerismo con el famoso argumento del simulacro: según ellos, el kirchnerismo tomó algunos símbolos de la historia anterior e hizo con ellos una repetición en clave de farsa. Los motivos de Kirchner y Cristina para evocar las luchas de los 70, las banderas de los Derechos Humanos, el juicio a los genocidas, la vuelta al sistema jubilatorio de reparto, etc,. serían siempre "bajos" y solo se usarían para embaucar a jóvenes que desconocen la historia, tipos tontos dispuestos a salir a la calle y militar en favor de una causa falsa. Después, claro, además de los tontos que creen en el simulacro, estarían los corruptos que se suman porque son cooptados por el dinero que reparten los K. De este modo, no habría forma de adjudicarle una racionalidad política a la praxis militante kirchnerista. Tontos o corruptos, todos lo hacen por motivos espurios.

Caparrós y Solanas, dos tipos que alguna vez estuvieron involucrados en luchas emancipatorias, hicieron punta en este relato del relato K. Después se fueron colando otros como Alfredo Leuco, Jorge Fernández Díaz, e incluso Carlos Pagni (a los que no se les conoce haberse movido nunca por emancipación popular alguna). El domingo en el programa hablamos con María Pía López del "caso" Caparrós. El gran relator, junto con Anguita, de la épica derrotada de Montoneros en La voluntad, tendría motivos para fastidiarse, al ver que la historia que él había agotado y clausurado con semejante esfuerzo testimonial, esa historia, no ha terminado (para escuchar el programa del domingo pasado con María Pía López, clickear acá).

María Pía  recordó que el tópico del simulacro no es nuevo en la historia argentina: ya había sido usado para descalificar al primer peronismo: "cuando uno lee crónicas sobre el primer peronismo -dice María Pía- se encuentra con que el 17 de octubre del 45 una movilización gigantesca de sectores populares argentinos fue tratada con la metáfora del carnaval o del corso. Un periódico titulaba 'Pequeños grupos con aspecto de murgas recorren la ciudad de Buenos Aires'".

El órgano oficial del Partido Comunista Argentino escribe el 24 de octubre:

"También se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Los pequeños clanes con aspecto de murga que recorrieron la cuidad, no representan ninguna clase de la sociedad argentina. Era el malevaje reclutado por la policía y los funcionarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión para amedrentar a la población".

La Vanguardia, órgano oficial del Partido Socialista, trataba con idéntico desdén la movilización del 17:

"Los obreros, tal como siempre se ha definido a nuestros hombres de trabajo, aquellos que desde hace años han sostenido y sostienen sus organizaciones gremiales y sus luchas contra el capital, los que sienten la dignidad de las funciones que cumplen y, a tono con ellas, en sus distintas ideologías, como ciudadanos trabajan por el mejoramiento de las condiciones sociales y políticas del país, no estaban allí. Esta es una verdad incuestionable y pública que no puede ser desmentida: si cesaron en su trabajo el día miércoles y jueves no fue por autodeterminación, sino por imposición de los núcleos anteriores, amparados y estimulados por la policía (...) ¿Qué obrero argentino actúa en una manifestación en demanda de sus derechos como lo haría en un desfile de carnaval?".

Continúa María Pía López: "La tesis actual del simulacro recupera eso que estaba en un modo liberal de concebir al peronismo. También están los grandes textos de Borges, quien escribe en el 56 'La ilusión cómica', diciendo que el peronismo es al mismo tiempo una historia criminal y una historia farsesca. O ese cuento que está en la base de lo que hoy dice Caparrós, que se titula 'El simulacro'...":

El simulacro

En uno de los días de julio de 1952, el enlutado apareció en aquel pueblito del Chaco. Era alto, flaco, aindiado, con una cara inexpresiva de opa o de máscara; la gente lo trataba con deferencia, no por él sino por el que representaba o ya era. Eligió un rancho cerca del río; con la ayuda de unas vecinas, armó una tabla sobre dos caballetes y encima una caja de cartón con una muñeca de pelo rubio. Además, encendieron cuatro velas en candeleros altos y pusieron flores alrededor. La gente no tardó en acudir. Viejas desesperadas, chicos atónitos, peones que se quitaban con respeto el casco de corcho, desfilaban ante la caja y repetían: Mi sentido pésame, General. Este, muy compungido, los recibía junto a la cabecera, las manos cruzadas sobre el vientre, como mujer encinta. Alargaba la derecha para estrechar la mano que le tendían y contestaba con entereza y resignación: Era el destino. Se ha hecho todo lo humanamente posible. Una alcancía de lata recibía la cuota de dos pesos y a muchos no les bastó venir una sola vez.

¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? ¿Creía ser Perón al representar su doliente papel de viudo macabro? La historia es increíble pero ocurrió y acaso no una vez sino muchas, con distintos actores y con diferencias locales. En ella está la cifra perfecta de una época irreal y es como el reflejo de un sueño o como aquel drama en el drama, que se ve en Hamlet. El enlutado no era Perón y la muñeca rubia no era la mujer Eva Duarte, pero tampoco Perón era Perón ni Eva era Eva sino desconocidos o anónimos (cuyo nombre secreto y cuyo rostro verdadero ignoramos) que figuraron, para el crédulo amor de los arrabales, una crasa mitología.


Jorge Luis Borges


***
Una versión degradada de la tesis del simulacro fue retomada nada menos que por Mirtha Legrand y Elisa Carrió, cuando en ocasión de la muerte de Néstor salieron a decir que "el cadáver no estaba en el cajón" o que el velorio al que concurrieron miles de personas fue "organizado por Fuerza Bruta".

En su novela Teatro de operaciones, María Pía hace decir a uno de sis personajes:

"Los sanguinarios golpistas que se nominaban libertadores, además de fusilar, quemaron libros, demolieron edificios, tiraron estatuas al río, se robaron el cadáver destinado a ese mausoleo, lo vejaron y escondieron. Mientras tanto, explica, el sátrapa de Borges escribía que todo lo anterior, el famoso régimen depuesto, había sido una ilusión cómica, una farsa, un simulacro. El tipo operaba en sintonía con los milicos: unos destruían los restos materiales y reventaban a alguna gente memoriosa, y el otro armaba un cuentito para sustituir los hechos ocurridos por una ficción, un pasado ilusorio" .

No todo en la política es relato. Y el relato mismo no es simple relato: es lucha por el sentido de lo que acontece. No solo el kirchnerismo. Parte del relato que cada día teje la derecha argentina consiste en decir que no han existido ni existen motivos genuinos para comprometerse con las banderas del movimiento nacional, o, en una sutil variación, sitúan la legitimidad de esas banderas en un pasado que alguna vez ningunearon y ahora dicen que existió pero ha caducado. La derecha cada mañana en sus medios instala una nueva entrega de su relato, pero a la vez pretende negarle al kirchnerismo el derecho a disputar también en el terreno de los relatos. Sobre todo porque esta derecha y cierto progresismo ofuscado desdeñan los mismos hechos que el kirchnerismo produce (AUH, fin de las AFJP, Ley de Medios, políticas económicas autónomas frente a los poderes financieros internacionales, juicios a los genocidas) como si solo fueran relatos.

No todo en la política es relato, pero a veces los relatos nos permiten comprender que lo que vivimos hoy se inscribe en una tradición que ya viene relatada. Además hay hechos contingentes que quiebran la integridad de los relatos. Hay irrupciones inesperadas y hay rupturas. Hay disputas nuevas que se nominan con palabras antiguas. Y hay un pasado que todavía espera agazapado en el futuro.

Mejor que decir es hacer, decía Perón. Y Perón hizo unas cuantas cosas pero también dijo mucho. Decir también es hacer.

lunes, 2 de junio de 2014

No velarás la historia antes de tiempo

Una conversación con María Pía López sobre historia, relatos, simulacros y operaciones. La otra.-radio para escuchar acá



por Oscar Cuervo

La visita de María Pía López a La otra.-radio nos permitió anoche explorar algunas cuestiones que su propia novela, Teatro de operaciones, plantea: cruces entre ficción y política, relatos operando sobre la historia, la historia metiéndose en la literatura, la literatura prefigurando la historia, relatos que buscan un cierre y la historia que nunca cierra.

Casi al final del programa pregunté una cosa:

- Pregunto una cosa que se me ocurre ahora: ¿hay gente que, respecto de la lucha política, en un momento dijo "bueno, esto se terminó, no se sostuvo, fue un delirio, demos por cerrado este capítulo..." y que, después, cuando en los últimos años aparece el kirchnerismo y reintroduce un poco de movimiento en la historia, le da bronca porque se reaviva eso que se dio por muerto?


- Me parece que sí -me responde María Pía López-: vos nombraste al principio del programa el caso Caparrós. Caparrós había escrito con Anguita La voluntad. Ese libro es la mayor recopilación de testimonios respecto de las luchas de los 70. Él antes había escrito una novela, una hermosa novela que se llama No velas a tus muertos, que trata también sobre la militancia de los 70 y sus tragedias. Y de algún modo se arroga ser el que puede dar la última palabra sobre esos acontecimientos, el último relator del final trágico de esos hechos. Por lo tanto, cuando aparece el kirchnerismo lo siente como un arrebato a sus propios temas. Después vuelve sobre esos temas en la novela A quien corresponda, en la que ficcionaliza la idea de que se trata de militantes corrompidos, quebrados por un orden empresarial político, que sobreviven a los años 70, pero mal sobreviven, solo para corromper la memoria de los militantes del pasado...

- ...Ahí Caparrós recoge -digo- la idea de "El simulacro" de Borges...: "¿Qué suerte de hombre (me pregunto) ideó y ejecutó esa fúnebre farsa? ¿Un fanático, un triste, un alucinado o un impostor y un cínico? -cito a Borges.



- Caparrós recoge eso, pero también tiene la idea de que alguien le sacó la última palabra que él tenía el derecho de decir -dice María Pía.

- Claro, porque yo supongo -supongo yo- que hay un enorme esfuerzo en la empresa de construir el gran relato de la derrota montonera a través de miles de páginas, una obra monumental, para que después la historia continúe... No que continúen los montoneros, sino la historia, porque en realidad la historia no terminó, la historia sigue.

-  La historia sigue... -sigue María Pía-. Hay otra polémica que por ahí es interesante reponer en ese plano, que transcurre más o menos en los mismos años en que Caparrós edita Ante quien corresponda. Un debate que surge a partir de la carta de Oscar del Barco, "No matarás", que es otra cosa, me parece. Porque Oscar del Barco interviene de otro modo, él va a decir: "tenemos que hacernos cargo de hasta qué punto fuimos agentes sacrificiales también los que estábamos del lado de las víctimas". En Caparrós la resolución de este dilema, de quién tiene derecho a hablar de los muertos, se resuelv por medio de una razón cínica, en ese libro toma una distancia cínica con la política.

- Esto me hace acordar -se acuerda Willy- a esa frase de Fassbinder: cuando somos infelices cualquier persona feliz nos parece indecente... Tiene que ver con eso, el que no acepta la posibilidad de volver a enamorarse, ¿no?



- Sí, hay muchos enojados con el kirchnerismo con eso, no solamente ex-montoneros, también hay radicales como Esteban Schmidt -acoto yo-, que es una persona que tuvo su propia derrota histórica y generacional con Franja Morada, y que odia el kirchnerismo por esta razón, porque ¿cómo puede ser que haya pendejos (que él los llama "cabezas de termo") que crean en esta boludez de la política y el simulacro kirchnerista... Y eso enoja mucho desde cierta perspectiva generacional, donde vos ya a los 40 o a los 50 decís "yo ya acomodé mi vida de otra manera, no me vengan a hinchar de vuelta con la militancia, de vuelta con la Plaza.

Para escuchar la conversación completa, clickear acá.

martes, 10 de mayo de 2011

Invasión

Desde hoy en INCAA TV

por oac

Esto es lo que son las obras maestras del cine: películas que se revisitan cada tanto como si fuera la primera vez que se las ve. Invasión (Hugo Santiago, 1969) fue recibiendo distintas lecturas a lo largo de los años que pasaron de su estreno. La idea argumental fue concebida por Borges y Bioy Casares ("Invasión es la leyenda de una ciudad, imaginaria o real, sitiada por fuertes enemigos y defendida por unos pocos hombres, que acaso no son héroes. Lucharán hasta el fin, sin sospechar que su batalla es infinita", escribió Borges en un papel); y el guión fue trabajado por Borges con su director. Este solo dato basta para que Invasión merezca periódicas revisiones. Pero además Santiago es un director excepcional: Borges y Bioy habían probado  sobradamente su talento literario, pero eso no necesariamente se podía transferir a un argumento cinematográfico. Y aún si eso sucediera, si el argumento fuera potencialmente interesante, un cineasta inepto podría haberlo arruinado.

Y bueno: el mérito mayor de Invasión no está en su fuente argumental, sino en su prodigiosa cinematografía. La película de Santiago tiene un estilo parco, las actuaciones están moduladas en un tono menor (Santiago había sido poco antes asistente de Robert Bresson, nada menos), el montaje es seco, la fotografía oscura (extraordinario Ricardo Aranovich). Pero además Invasión continuamente estalla en pequeños fulgores líricos que se integran perfectamente al desarrollo dramático y elevan su potencia.

La ciudad de Aquilea (una Buenos Aires trastocada, desarmada y vuelta a armar en un plano fantástico) es invadida por una legiónes de burócratas vestidos de gris. Una interpretación prospectiva postula que la película es una profecía de la dictadura militar. Borges y Bioy estarían resaltando el heroísmo de una resistencia armada ante los opresores. Así sería posible vincular Invasión con otra célebre anticipación de la dictadura: El Eternauta de Oesterheld, con sus Ellos, su resistencia criolla y su topografìa inequívocamente porteña.

Hay algo del lenguaje del comic en la concepción cinematográfica de Santiago, pero también del cine negro, del western, y hasta un aire de modernidad sesentista, la inocultable influencia bressoniana y quizá también la distopía del Godard de Alphaville. Pero es evidente la épica valerosa de los cuchilleros borgeanos, su cadencia milonguera. Todos estos registros se cruzan, irrumpen, se fusionan, conviven y se infectan. Y se cuela un humor de sobreentendidos, sutilmente oculto debajo de su superficie oscura.

¿Es Invasión cine político? Toda película lo es. Difícilmente podría no serlo, ya que cuenta la historia de una ciudad asediada y de la resistencia que se organiza alrededor del personaje de don Porfirio. Lo que sería más audaz es vincular este asunto con la resistencia armada contra las dictaduras militares argentinas. Si fuera posible sobreimprimir una lectura así, se trataría de un efecto involuntario del argumento concebido por Borges y Bioy. Quizá la continuación que hizo Hugo Santiago 20 años después en Las veredas de Saturno propicie esta intepretación. Pero la resistencia de Invasión tiene rasgos de un criollismo aristocrático que no se acomoda a una traducción lineal de la historia argentina contemporánea. Digamos que la genialidad de esta película puede disfrutarse plenanamente sin esa referencia a la historia.

Este texto es una versión remasterizada de otro aparecido el 4 de mayo de 2009; hoy lo reedito a propósito de que Invasión se pasa en estos días en el canal  INCAA TV (Más información acá):
10 mayo, 2011
5:30 a 7:30.
11:00 a 13:00.
16:30 a 18:30.
14 mayo, 2011
13:30 a 15:30.
15 mayo, 2011
5:00 a 7:00.

miércoles, 20 de enero de 2010

Las palabras de La otra 22



"¿Cuál es la verdadera historia de La ley de la ferocidad? Es el hombre que se va a convertir en escritor. En esas líneas dice: «el hombre que lo vive no es el hombre que lo escribe, pero va a comenzar a transformarse en él cuando decida escribir», y mientras tanto lo estoy escribiendo y mientras tanto lo están leyendo. Ese es el hallazgo del libro, si es que tiene alguno. El lector va a acompañar a este hombre en la descomunal aventura moral que es el libro, una lucha por ser una persona mejor. Pero a la vez el subtexto es esa persona que encuentra en la escritura esa salvación que le impide seguir dándose botellazos en la cabeza como metáfora del alcoholismo. (...) Al final del libro dice "Estas son las palabras de mi reconciliación". No hablo de la reconciliación con mi padre, sino con las palabras ¿no? El libro es la demostración de que hablar es lo contrario de escribir. Uno habla y va saliendo del paso y va tratando de quedar bien parado. Pero uno escribe con todo su ser, repasa esas palabras y por eso uno es lo que escribe. Uno a veces no es lo que dice, porque lo que dice depende mucho de las circunstancias, del estímulo exterior, alguien me trata mal y se me escapa una puteada, pero ese no soy yo. Después digo: "uy qué bestia, no es tan así". Pero si yo eso lo hago sobre un texto, ¡guarda! Ahí está todo mi ser, porque tuve tiempo. Me refiero a que hablar es palabra que se escapa, escribir es palabra que queda. Yo prefiero escribir que hablar". (Pablo Ramos, sobre su novela La ley de la ferocidad; entrevista Maximiliano Diomedi)



Foto: Nicolás Villalobos. Modelos: Mariana Ponzo, Sabrina Juárez y Gabriela Abreliano

"Aparentemente, el individuo en cuestión era un policía encubierto. Y como consecuencia del descontrol, no habría tomado el recaudo de esconder su documentación. Fue así como la trava revisó su billetera mientras estaba en el baño. Y dio con que el hombre era del servicio de inteligencia. Furiosa ante la sorpresa, intentó sacarlo a la fuerza de su habitación. Pero el tipo se resistió arrojándole piñas e intentando maniatarla en una silla. No obstante, Cinthia fue más audaz: manoteó una de las botellas que tenía en la mesa de luz y se la partió en la cabeza. Al instante, abrió la puerta de la habitación y dejó al hombre tendido en el pasillo. El soplón encubierto se encontraba ensangrentado pero no estaba muerto, sólo se había desmayado. La travesti fue detenida por efectivos de la Policía Federal, quienes la esposaron y la subieron al patrullero antes de que intentara escaparse". (Sebastián Duarte, La Constitución Travesti)




"El silencio es notorio, desde hace años. No todos los periodistas del diario piensan lo que Clarín expone. Los jefes mandan a hablar mal de alguien, como me pasó durante el final de la presidencia de Alfonsín cuando había que alabar a Menem. Muchos periodistas cumplían y esto hoy sigue. Hoy la orden dentro de todas las secciones es destrozar al gobierno". (Lo dice el periodista Pablo Llonto, sobre el miedo imperante en la redacción de Clarín)




"Nosotros siempre trabajamos con los chicos más tímidos, los más tímidos de todos. Para nosotros fue fácil, fue entrar a una clase de teatro del pueblo y ver a los nenes: los que no nos miraban por timidez, esos eran. El profesor les dijo: “ellos van a filmar una película”. Muchos levantaban la mano, excepto tres que estaban medio tímidos, pero con los ojos emocionados. Esos tres fueron los que sacamos, dos se pasaban de extrovertidos y el otro guardaba su inocencia y su timidez, pero se mostraba vivo ante cámara. Y fue él". (Federico Godfrid, co-director junto con Juan Sasiaín de la película argentina La Tigra, Chaco, actualmente en cartel).




"El período que va de 1995 al fin de siglo veinte fue un lustro prodigioso para Alexander Sokurov: Voces espirituales, Madre e hijo, Elegía oriental, Hubert Robert, una vida afortunada, Una vida humilde, Confesión, ...dolce, Moloch, más las dos partes del Diario de San Petersburgo, más los Diálogos con Solzhenitsyn, constituyen una performance abrumadora y difícil de equiparar con casi cualquier otro realizador de la historia del cine. Si no fuera porque vacilo en agrupar estas creaciones bajo el genérico “cine”. Hace un tiempo, en un debate alguien me decía: “Sokurov, qué hermoso, sí, pero ¿será cine?”. Y lo que se me ocurrió responder fue: “pero eso que conocemos como cine, ¿será cine?”. De esa dificultad para determinar la naturaleza de un experiencia que ya dábamos por conocida se nutre el mejor ¿cine? contemporáneo. (Oscar A. Cuervo en la nota "Sokurov: diecinueve, veinte, veintiuno").




"La posición política de Borges le ha servido para ganarse una gran antipatía por parte de muchos argentinos, a punto tal que hay quienes critican o niegan su literatura a partir de conocer su pensamiento poco afecto a la democracia. Borges siempre fue escéptico y crítico de la democracia en tanto “abuso de la estadística”, referenció como “caballeros” a los miembros de la junta militar de 1976 en Argentina y apoyó el golpe de estado contra Perón. Si bien hacia el final de su vida recibió a las Madres de Plaza de Mayo, apoyó el reclamo por la aparición de sus hijos y presenció con estupor crítico el juicio a la Juntas realizado durante el gobierno de Alfonsín, es claro que la imagen que el legado político de Borges, si es que existe algo así, no va a ser el de una figura con ideales progresistas. Ahora bien, ¿existía un pensamiento político robusto y coherente en Borges?". (Dante Augusto Palma en su nota "Excusas borgeanas para problemas filosóficos V: La libertad en el individuo
y en el Estado").




"En 1985-1986, los tiempos de bonanza continúan [para Charly García]. Graba grandes canciones y las vende sin inconvenientes. Si la crisis económica reduce el mercado interno, la edición y la actuación en países latinoamericanos compensa con creces esa merma. Por esos días, firma un ventajoso contrato con CBS. García nunca había renegado del éxito; ahora lo conoce como nunca antes. Es una estrella. Y vive un tiempo en que su música, aparentemente, carga con menos responsabilidades. Él mismo, en 1983, había notado esto; y se mostraba conforme: «El rock, en cierta medida, ocupó el espacio dejado vacío por la política. El rock ganó ese espacio en buena ley. Fue el único que aguantó. Pero sería bueno que el rock perdiera ahora ese lugar de preeminencia que ocupó en los últimos seis años, debido a la veda política». Sin embargo ahora se queja. Es parte de la nueva situación que venda tres discos por cien mil dólares a una multinacional; pocos cuestionan esto. Pero García siente que ha cambiado algo. Piensa, como varios más, que el rock pierde dimensión existencial mientras gana exposición y dinero. Se ha contado esta historia muchas veces. Se la ha identificado como la historia de un fracaso o una decadencia. Se trata, seguramente, de la historia de un triunfo incómodo, porque el rock pierde cuando gana y tiene la costumbre de maldecir los días hermosos. García declara entonces: «Desde hace tiempo se han ido perdiendo algunas claves: ir a comprar discos explorando, tener conciencia de tipo movimiento… En esta etapa la música pasa a ser más consumida que a ser comprendida… o entendida. Se pasa de un público exigente, interesante, o que de alguna manera comparte una idea con el artista, a un público sin posición... como de consumir sin cuestionamientos». Es un pequeño rulo de la historia, que se despliega y enmaraña muchas veces de acá en adelante: el público lo acusaba de haberse vendido; ahora García acusa al público de haberse ablandado". (José Miccio en sus "Notas sobre rock argentino en democracia - Cuarta parte).

Hay esto y bastante más en el nuevo número de revista La otra, ahora en los kioscos.

viernes, 5 de junio de 2009

Este sábado Help! en el Auditorio La Tribu (Lambaré 873) a las 19:30


dedicado a Terence Davies y a Jotafrisco

Seguimos con el ciclo de cine de La otra en La Tribu. A las 19:30 PUNTUAL largamos con otro capítulo de las Histoire(s) du cinéma de J. L. Godard, esta vez es el turno de Los signos entre nosotros, que empieza con un inesperado homenaje a este señor:


...sé perfectamente/ ahora/ cuál es la voz/ que yo hubiera querido/ que me precediera/ que me llevara/ que me invitara/ a hablar/ y que se alojara/ en mi propio discurso/ sé/ lo que había/ de tan temible/ en tomar/ la palabra/ puesto que yo la tomaba/ en ese lugar/ desde donde lo escuché/ y donde ya no está/ él/ para oirme...

Y termina citando a este hombre:



Y después viene Help!, el segundo film de los Beatles, dirigido por Richard Lester. Si alguno se sorprende por el hecho de que un ciclo que se llama "La más grande historia del cine jamás contada + una yapa", y que empezó muy alto con Hitchcock, Mizoguchi y Tarkovski, ahora de de pronto vire hacia una película filmada en el momento de la explosión universal de John, Paul, George y Ringo, le recomiendo que lea este texto que escribió Martin Scorsese sobre Help!:

Los Beatles. Para aquellos de nosotros que estábamos vivos cuando ellos estaban en las ondas radiales, la sola mención de su nombre trae de regreso un mundo entero; no tan solo los ‘60, sino algo más, algo misterioso y estimulante. Cuanto más escuchabas la música (y todos la escuchábamos mucho), más se fortalecía tu conexión con ella. Unos años atrás, el crítico Geoffrey O’Brien escribió que la música de Los Beatles poseía “una belleza tan singular que casi puede considerarse subvalorada”. Es algo raro para decir de cualquier cosa producida por la que era la banda más popular del mundo. Y con todo, yo sabía exactamente qué quería decir O’Brien. Contábamos con que ellos hicieran un álbum verdaderamente grandioso detrás de otro, que lanzaran simples con obras maestras como “Penny Lane” en el lado A y “Strawberry Fields Forever” en el B, que siguieran a Rubber Soul con Revolver y “We Can Work it Out” y “Day Tripper” en el medio, de yapa.

Lo esperábamos. Pero no nos deteníamos realmente a pensar en lo maravilloso que era.

Y además, estaba la imagen que proyectaban... o, para ser más específicos, las imágenes. Cada uno era algo distinto, con sus propios e individuales sentidos de la ironía. Era como si estuvieran diciendo: “¿No es absurdo lo famosos que nos hemos vuelto? ¿Pero no es divertido? ¿Y no quieren divertirse con nosotros?” Y cada uno de ellos desarrollaba su propia identidad pública. Entender en qué medida reflejaban su identidad privada es tarea para un biógrafo, y de todas maneras no importa mucho. Cada vez que veíamos a Los Beatles, de algún modo nos hacía felices de estar vivos. Porque ellos estaban haciendo esta música hermosa y parecían estar pasándola muy bien al hacerla. Por supuesto, resultó ser que estaban todos los problemas acostumbrados; pueden verse en Let it Be. Pero la imagen de gozosa colaboración sobrevivió a la separación. Se encuentra íntimamente conectada con la música, y es igual de perdurable.

Por supuesto, era lo más natural del mundo que hicieran películas. Parecía que todo cantante o banda de rock iba a aparecer en el cine. Los ‘50 estuvieron superpoblados de películas como
Celos y revuelos al ritmo del rock (Don’t Knock the Rock, 1956) con Bill Haley y sus cometas, o Meneos y zapateos al ritmo del twist (Don’t Knock the Twist, 1962), con Chubby Checker, Gene Chandler y los Dovells. Ibamos a verlas porque nos encantaba la música, pero eran películas crasamente comerciales, que no solo no captaban el espíritu de la música, sino que de hecho lo violaban.

Anochecer de un día agitado fue realmente la primera película con lo que uno podría llamar un verdadero corazón de rock n’ roll. Tenía la música, por supuesto, pero también tenía la actitud, la alegría y la anarquía. El crítico e historiador Andrew Sarris la llamó, de hecho, “
El Ciudadano de los musicales de jukebox”. Los Beatles sostenían la pantalla, por separado y juntos, de la misma manera en que lo habían hecho los Hermanos Marx 30 años antes. Mucha gente hizo esta comparación en su momento, y así es como se sentía la película. Pero a diferencia de los hermanos Marx, Los Beatles tenían un verdadero director. Uno brillante, de hecho. En realidad, los hermanos Marx sí trabajaron con un gran director, Leo McCarey, en Sopa de ganso. Sus energías estaban bellamente armonizadas en esa película; Richard Lester les insufló la misma calidad a sus dos películas de Los Beatles.

Es difícil expresar con exactitud lo importantes que fueron los films de Lester. Cada nueva película era ansiosamente esperada. Crearon el estilo de tantas cosas en comerciales, en televisión (Lester había salido de la televisión con Peter Sellers y The Goon Show, que llevó a The Running Jumping Standing Still Film, un cortometraje de 1960 nominado al Oscar, y una favorita de Los Beatles), y ciertamente en cine, que es fácil dar por sentada su influencia. Lester fue una de las figuras clave de la época, tan crucial como Resnais o Antonioni, inventando nuevas técnicas narrativas y redefiniendo el vocabulario del cine sobre la marcha. El momento en Anochecer de un día agitado en el que Geoge afeita su reflejo en el espejo era puro Lester, una suerte de variación de pop art, surrealismo y gag al mismo tiempo. También tenía un extraordinario sentido del ritmo y el movimiento, en la edición y en el movimiento de la gente en la pantalla. Sus películas tenían la textura exacta de la época, igual que las de Truffaut y las de Godard, pero eran más ligeras que el aire, lúdicas. Por encima de todo, era la libertad, la sensación de que la estructura de la película podía doblarse y torcerse para acomodarse al espíritu de la juventud (lo contrario de lo que ocurría en películas como Don’t Knock the Twist o en las peores de Elvis), de que uno podía jugar con la forma y la estructura y romper tantas reglas como quisiera siempre y cuando uno mantuviera un centro emocional sólido; esto era lo que Lester nos daba. Las películas de Los Beatles fueron hitos, pero también lo fue The knack..., que ganó la Palma de Oro en Cannes: en su momento fue como una vindicación artística para toda una generación. O Petunia, una película melancólica, sutilmente poderosa que obviamente tuvo un efecto importante en la manera en que su director de fotografía, Nicolas Roeg, haría sus propias películas unos pocos años más tarde. O How I Won the War, con John Lennon, la favorita personal de Lester (los soldados muertos que regresan con maquillaje fantasmal eran una visión realmente hechizante); y más tarde, sus notables películas de los Tres mosqueteros, que tenían onda y eran históricamente correctas al mismo tiempo. Por supuesto, fueron Anochecer de un día agitado y Help! las que más nos entusiasmaron. Porque eran Los Beatles.

Con Help!, Lester fue aún más lejos en la edición, el color y los movimientos de cámara de lo que había llegado con Anochecer de un día agitado. El espíritu quizá haya sido diferente, pero fue tan afectuoso a su manera como Resnais lo había sido, apenas unos años antes, con El año pasado en Marienbad. Tomemos por ejemplo el color y el diseño de producción. Todo el mundo estaba experimentando en esta época –Antonioni con Blow-Up; Truffaut con Fahrenheit 451; Godard en todas sus películas–- y Help! era igual de excitante. El color en sí era raro –bastante alejado de la paleta psicodélica que uno esperaría, y acentuaba su tono de comedia–. Nunca olvidaré el momento en que Los Beatles se detienen enfrente de una hilera de casas (viven juntos, como lo hacen los integrantes de todas las bandas, por supuesto) y entran a través de cuatro entradas diferentes de colores al mismo departamento, con pisos en desnivel, muebles modernos, un cuadrado de pasto verde, y un tocadiscos Wurlitzer. Llevaba el tono asordinado mucho más lejos que la película anterior –el de John marcando el teléfono es uno de los grandes momentos de la comedia asordinada– y también el absurdo, desde las interpolaciones proto-Monty Python (“Parte Tres: Más tarde esa noche”) hasta los dientes mecánicos con los que cortan el césped, y los ridículamente sofisticados aparatos con los que intentan sacarle el anillo a Ringo. En cada plano Los Beatles y Lester parecían estar diciendo: “Acá está la segunda película, con un argumento acerca de un culto de la muerte de origen indio liderado por Leo McKern y Eleanor Bron y, de yapa, unos interludios que transcurren en pistas de esquí y en la playa. Ahora les toca hacer su parte: ¡vean y disfruten!” Se nos invitaba a participar del chiste, y eso lo hacía todavía más divertido.

Y además, por supuesto, estaba la música: “Another Girl”, “You’ve Got To Hide Your Love Away”, “The Night Before”, “You’re Going To Lose That Girl” (con ese hermoso solo de guitarra de George Harrison) y la canción del título. La banda de sonido de la película, la banda de sonido de nuestras vidas. Nuestra memoria. De una época, de la sensación de una posibilidad. Es algo que nunca morirá.


Ps: Help! está llena de referencias que años después retomará de un modo algo esotérico Charly García en su etapa Say no more.

lunes, 4 de mayo de 2009

MARFICI: descubriendo Invasión



por Oscar A. Cuervo

Parece curioso que uno tenga que venir al MARFICI para "descubrir" una obra maestra que ya ha visto varias veces y que goza de un enorme prestigio crítico. Pero creo que finalmente eso es lo que son las verdaderas obras maestras: films que vuelven a verse por primera vez cada vez que se los ve. La película de Hugo Santiago ha ido recibiendo distintas lecturas a lo largo de las décadas que nos separan de su estreno, allá por fines de los 60. Todo el mundo sabe que la idea argumental fue concebida por Borges y Bioy y el guión fue trabajado por Borges con su director. Eso sólo bastaría para que Invasión merezca periódicas revisiones. Pero lo que importa es que Santiago es un cineasta excepcional, con destellos de genialidad. Porque en principio Borges y Bioy tenían un talento probado en sus obras literarias pero no necesariamente eso se podría transferir a un argumento cinematográfico. Y aún si eso sucediera, si el argumento fuera potencialmente interesante, un cineasta inepto podría haberlo desbaratado.

Y bien: el mérito mayor de Invasión no es su fuente argumental, sino su prodigiosa cinematografía. El film de Santiago cultiva un estilo seco, con actuaciones en un tono menor (Santiago había sido poco antes asistente de Robert Bresson, nada menos), un montaje conciso, una fotografía oscura (extraordinario Ricardo Aranovich). Pero continuamente estalla en pequeños toques líricos que se integran perfectamente al desarrollo dramático y van elevando su potencia poética.

Una intepretación prospectiva ha permitido tomar la invasión que sufre la ciudad de Aquilea (una Buenos Aires transfigurada, de-construida y vuelta a armar en un nivel metafísico) por parte de bandas de sórdidos burócratas vestidos de gris, como una profecía de la dictadura militar. Imprevistamente, Borges y Bioy, en esta intepretación, estarían resaltando el heroísmo de una resistencia armada ante los opresores. Es posible vincular esta distopía con otra temible anticipación a la dictadura: El eternauta de Oesterheld, con sus Ellos, su resistencia criolla y su topografìa inequívocamente porteña. Pero este paralelismo no debe exagerarse.

Hay algo del lenguaje del comic en la concepción cinematográfica de Santiago, pero también hay mucho cine de gangsters, western y un aire de modernidad muy sesentista, la inocultable presencia de Bresson y quizá también el Godard de Alphhaville. Y está la épica valerosa de los cuchilleros borgeanos, su cadencia milonguera. Pero lo que en esta nueva visión del film más me impresionó es su postmodernismo avant la lettre, su lectura irónica de géneros preexistentes, una dimensión donde conviven y se infectan mutuamente la cultura "alta" y la "baja". Lo que aparece ahora es un constante humor de understatements, sutilmente oculto debajo de su superficie oscura.

¿Es Invasión un film político? Todo film lo es. Y difícilmente podría no serlo dado que se cuenta la historia de una ciudad asediada y de la resistencia que se organiza alrededor del personaje de don Porfirio. Lo que sería forzado es vincular este asunto con la resistencia armada a las dictaduras militares argentinas. Si es posible una lectura así, supongo que se trata de un efecto involuntario del argumento pergeñado por Borges y Bioy. Quizá la relectura que hizo años después Santiago en Las veredas de Saturno facilite esa intepretación. Pero la resistencia de Invasión tiene rasgos de un criollismo aristocrático que no se aviene a una traducción lineal a la historia argentina contemporánea. Digamos que la genialidad de esta película puede disfrutarse plenanamente sin esa referencia a la Historia.

También se señaló últimamente la filiación que guarda con Invasión el film de Alejo Moguilansky ganador del último Bafici, Castro. Es evidente que su director ha querido hacer una relectura contemporánea, juvenil, diurna y cómica del film de Santiago. De todos modos, sería preferible no mencionar muchas veces Invasión cuando se habla de Castro. Es muy grande, infinita, la distancia entre el genio y el ingenio.

jueves, 8 de mayo de 2008

Blancos y negros

(Foto: Sara Facio, Funerales del Presidente Perón, 1974)

Borges y los piqueteros

Por Mario Vargas Llosa (para el diario español EL PAÍS)

Argentina renuncia poco a poco a todo lo que hizo de ella un país del primer mundo para, obnubilada por el populismo, la dictadura y la demagogia, empobrecerse, dividirse y ensangrentarse.

La biblioteca "Miguel Cané", en el barrio bonaerense de Boedo, es un modesto local de techos altos y viejos anaqueles y pupitres de lectura, que se ha convertido en un sitio de peregrinación cultural para todo visitante más o menos alfabeto que llega a Buenos Aires. Porque aquí trabajó Jorge Luis Borges nueve años, de 1937 a 1946, como humilde auxiliar de bibliotecario, registrando y clasificando libros en un estrecho cuartito sin ventanas del segundo piso, donde ahora se exhiben, en una vitrina, las primeras ediciones de algunos de sus libros.

No hace mucho pasó por aquí el escritor inglés Julian Barnes y dejó estampada su admiración por el autor de Ficciones. Siento de pronto emoción imaginando aquellos años oscuros de ese auxiliar de biblioteca que, según la leyenda, en la hora de tranvía que le tomaba ir y venir de su casa a su trabajo, se enseñó a sí mismo el italiano, y leyó y poco menos que memorizó La Divina Comedia, de Dante. Además, claro, de darse tiempo para escribir los cuentos de su primera obra maestra, Ficciones (1944).

Borges es una las cosas más notables que le ha pasado a la Argentina, a la lengua española, a la literatura, en el siglo veinte. Y es seguro que esa particular forma de genialidad que fue la suya -por lo excéntrico de sus curiosidades, su oceánica cultura literaria, lo universal de su visión y la lucidez de su prosa- hubiera sido imposible sin el entorno social y cultural de Buenos Aires, probablemente la ciudad más literaria del mundo, junto con París. Ambas capitales tienen encima, como segunda piel, una envoltura literaria de mitos, leyendas, fantasías, anécdotas, imágenes, que remiten a cuentos, poemas, novelas y autores y dan una dimensión entre fantástica y libresca a todo lo que contienen: cosas, casas, barrios, calles y personas.

Mucho de aquella Argentina de lectores voraces y universales, de cosmopolitas frenéticos y políglotas desmesurados, está todavía presente en la desfalleciente Buenos Aires a la que vuelvo luego de algunos años: en sus espléndidas librerías de Florida y Corrientes abiertas hasta altas horas de la noche, en sus cafés literarios donde se cocinaron grandes polémicas estéticas y políticas, y cuajaron esas revistas culturales que circulaban por toda América Latina como ventanas que nos descubrían a los latinoamericanos todo lo importante que en materia artística y literaria ocurría en el resto del mundo. Las paredes del Café Margot están llenas de inscripciones, fotos y recuerdos de los ilustres escribidores, músicos y pintores que se sentaron, bebieron y discutieron hasta altas horas en estas mesitas frágiles y apretadas donde, con un grupo de amigos, recordamos algunas glorias extintas: Victoria Ocampo, María Rosa Oliver, José Bianco. En un rincón del célebre Café Tortoni hay una mesa con un Borges de tamaño natural, hecho de papier-maché.

Pero es sobre todo en ciertas personas donde aquella tradición civil e intelectual está aún viva y coleando: después de muchos años tengo la alegría de ver al ensayista y filósofo Juan José Sebreli y unos pocos minutos de conversación me bastan para comprobar, de nuevo, la solidez y vastedad de su información filosófica, la desenvoltura con que se mueve por los mundos de la historia, las ideas políticas y la literatura. Como muchos argentinos que he conocido, me da la impresión de haber leído todos los libros.

Borges fue destituido de su empleo en la biblioteca "Miguel Cané" por el gobierno de Perón, en 1946, y degradado, por su anti-peronismo, a la condición de inspector municipal de aves y gallineros. El hecho es todo un símbolo del proceso de barbarización política que latinoamericanizaría a Argentina y revelaría a los argentinos al cabo de los años que, en verdad, no eran lo que muchos de ellos creían ser -ciudadanos de un país europeo, culto, civilizado y democrático, enclavado por accidente en Sudamérica- sino, ay, nada más que otra nación del tercer mundo subdesarrollado e incivil.

La involución del país más próspero y mejor educado de América Latina -una de las primeras sociedades en el mundo que gracias a un admirable sistema educativo derrotó al analfabetismo- a su condición actual, es una historia que está por escribirse. Cuando alguien la escriba, lo que saldrá a la luz tendrá la apariencia de una ficción borgiana: una nación entera que, poco a poco, renuncia a todo lo que hizo de ella un país del primer mundo -la democracia, la economía de mercado, su integración al resto del globo, las instituciones civiles, la cultura de brazos abiertos- para, obnubilada por el populismo, la demagogia, el autoritarismo, la dictadura y el delirio mesiánico, empobrecerse, dividirse, ensangrentarse, provincianizarse, y, en resumidas cuentas, pasar de Jorge Luis Borges a los piqueteros.

Son emblema de la otra Argentina, la que rechazó el camino de la civilización y optó resueltamente por la barbarie. En sus orígenes eran, al parecer, desempleados y marginales que salían a reclamar atención y trabajo de un poder que los ignoraba, de un mundo oficial sin alma, que daba la espalda a los más necesitados. Ahora, más bien, son las fuerzas de choque del poder político. Antenoche han salido con sus bombos y sus garrotes a enfrentarse a los simpatizantes de los agricultores que protestan en la Plaza de Mayo por los nuevos impuestos decretados por el gobierno de Cristina Kirchner para los productos agrícolas. Y, en efecto, los dispersan a palazos y a patadas, en nombre de la revolución.

¿Cuál revolución? La del odio. Lo explica muy bien el líder piquetero Luis D'Elía, afirmando que la culpa de esta movilización de agricultores contra el gobierno la tienen "los blancos". Añade que él "odia" a los blancos del Barrio Norte y quisiera "acabar" con todos ellos. Pregunto a mis amigos argentinos qué quiere decir el líder piquetero con aquello de "blancos". Porque, por donde yo miro, en la Argentina, por más esfuerzos que hago, sólo veo blancos. ¿Quiere acabar, pues, el piquetero con 40 millones de sus compatriotas? No veo argentinos negros, ni cholos, ni indios, ni mulatos, salvo turistas o inmigrantes: ¿únicamente a ellos está dispuesto D'Elías a salvar de sus fantasías homicidas y racistas?



Unos días más tarde, tengo ocasión de inspeccionar muy de cerca a un par de centenares de piqueteros que emboscan el autobús que me lleva, de la Bolsa de Rosario al local del Instituto Libertad, que cumple 20 años, un aniversario que un buen número de liberales del mundo entero hemos venido a celebrar. Como quedamos inmovilizados por la joven hueste de don Luis D'Elías -o tal vez alguna peor, pues ésta es sólo ultra, y en la Argentina hay ultra-ultra y más- entre 10 y 15 minutos en la Plaza de la Cooperación, mientras ellos, imbuidos de la filosofía de aquel mentor, destrozan los cristales del autobús y lo abollan a palazos y pedradas y lo maculan con baldazos de pintura, tengo tiempo de estudiar de cerca las caras furibundas de nuestros atacantes. Son todos blanquísimos a más no poder. Mis compañeros y yo guardamos la compostura debida, pero no puedo dejar de preguntarme qué ocurrirá si, antes de que vengan a rescatarnos, los aguerridos piqueteros que nos apedrean lanzan adentro del ómnibus un cóctel molotov o consiguen abrir la puerta que ahora sacuden a su gusto. ¿Celebraré mis 72 años -porque hoy es mi cumpleaños- tratando de oponer mis flacas fuerzas a la apabullante furia de esta horda de salvajes? Cuando pasa todo aquello, la joven periodista ecuatoriana Gabriela Calderón -es tan menuda que consiguió encogerse debajo del asiento como una contorsionista- me pregunta muy en serio si estas cosas me ocurren en todas las ciudades que visito. Le respondo que no, que esto sólo me ha ocurrido en la queridísima ciudad de Rosario.

Lo es para mí, por los buenos recuerdos que guardo de ella, y porque es la tierra de mi amigo Gerardo Bongiovanni y de Mario Borgonovo, un publicista que, cuando se lanza a cantar tangos, hasta los ángeles del cielo bajan y los diablos del infierno suben a escucharlo. Gerardo fundó, con cuatro amigos, en 1988, la Fundación Libertad, para promover las ideas liberales en su país. 20 años después, el Instituto es un foco de pensamiento, de debates, de publicaciones, de seminarios y conferencias que entablan una batalla diaria por la modernidad, la tolerancia, el progreso, la democracia y la prosperidad contra quienes se empeñan en seguir retrocediendo a la Argentina hacia lo que Popper llamaba "la cultura de la tribu".

Durante los diálogos, mesas redondas y exposiciones de estos días, como en la mañana emocionante de mi visita a la biblioteca "Miguel Cané", de Boedo, me digo, esperanzado, que no todo está perdido, que todavía el fantasma de Borges podría despertar a la Argentina de la pesadilla de los piqueteros.

sábado, 12 de abril de 2008

LA OTRA 18 / LA OTRA.-RADIO: Dante x 2


Dice Dante Augusto Palma en LA OTRA 18 (en la primera entrega de una serie que vinculará la obra literaria de Borges con asuntos de filosofía contemporánea):

"La búsqueda de un lenguaje universal es un elemento recurrente en la historia de la humanidad. En aquellos momentos donde el pensamiento religioso resultaba preponde-rante, la disputa acerca de este lenguaje universal (y verdadero) podría resumirse en la pregunta: ¿en qué idioma habla Dios? ¿habla en hebreo, en arameo, en sánscrito o en latín? Si bien resulta sintomático que aún hoy muchas culturas parecen no percatarse de que generalmente sus dioses verdaderos y universales hablan el idioma particular y contingente de la comunidad que los sostiene, podría afirmarse que a partir de la revolución científica del siglo XVII, la profundización del paradigma cientificista en el siglo XIX y el proceso de laicización de la política y las sociedades, la búsqueda de ese lenguaje universal pasó a ser asunto de la ciencia. En este sentido, tomando como paradigma las ciencias naturales, el deber de la ciencia es encontrar las leyes que rigen lo natural y expresarlas en un lenguaje claro. El mundo tiene un “idioma” y la ciencia es la que debe expresarlo."


Pero también Dante habla (en su propio blog) del inmenso poder político de los multimedios, un tema que hizo crisis esta semana con la polémica del gobierno con el grupo Clarín:

"Lo que aparece como pretensión de pluralismo que da voz a los sin voz es la simple estrategia de darle espacio al que está desacreditado de antemano, lo cual genera, mediante la estrategia de la disyunción excluyente, que se tome partido por el otro disyunto. En A Dos Voces, imagínese hasta qué punto el maniqueísmo existe que está expresado en su título: no hay tercera ni cuarta voz. Hay dos y ayer estaban las de la nueva ubicua estrella de la Coalición Cívica, Fernando Iglesias, un hombre tan correcto como predecible, un hombre que tiene bien aprendido el manual de los moderados; y del otro lado D'elía. Delía es garantía de escándalo y rating, no importa lo que diga. Los medios lo invitan para que represente al gobierno y el gobierno se equivoca al dejar que eso suceda y al premiarlo con un lugar en el palco. Mientras tanto D'elía dice algunas verdades, pero nos gusta más el moderado no por lo que dice sino porque es moderado. Es una cuestión estética: de un lado un periodista/diputado/escritor/intelectual vinculado a todos los organismos internacionales correctos, respetuoso de los derechos humanos, desinteresado y republicano; del otro lado un negro afeminado gritón antijudío marxista y bolivariano. No importa el debate. Todo está resuelto a priori y se pasan por alto algunas afirmaciones interesantes que pueden ser útiles para la libertad de prensa. Al fin de cuentas, lo que pocos señalan es que el mayor peligro para la libertad de prensa no es la ausencia de conferencias ni la discrecionalidad del uso del dinero de la pauta. El mayor peligro, y este es el gran error del gobierno, es seguir permitiendo la existencia del oligopolio que ejercen los multimedios."

(La continuación de la nota de Palma puede leerse acá. Pero ¡ojo!, porque el domingo a la medianoche viene Dante a La otra.- radio, FM La Tribu, 88.7, http://www.fmlatribu.com/ y la seguimos con el tema)