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lunes, 3 de julio de 2017

El sol me viene a buscar



Yo miro por el día que vendrá
hermoso como un sol en la ciudad
y si me escuchás bien creo que entenderás
porque yo esperé en vano
que me dieras tu mano
de mis huesos la humanidad
debes salvar.

Los magos, los acróbatas, los clowns
mueven los hilos con habilidad
pero no es el terror a la soledad
lo que hace a los payasos
uno rojo, otro blanco
y a los viejos romper la voz
para cantar.

Oye, hijo, las cosas están de este modo
una radio en mi cuarto me lo dice todo
no preguntes más
tenés sábados, hembras y televisores
tenés días para andar aún sin los pantalones
no preguntes más.

Siempre el mismo terror a la soledad
me hizo esperar en vano
que me dieras tu mano
cuando el sol me viene a buscar
a llevar mis sueños al justo lugar.

martes, 24 de marzo de 2015

El salmón, Pez, Divididos, Flopa, Manza, Minimal, Aristimuño, Liliana Herrero

Textos sobre la música argentina del siglo xxi



Andrés Calamaro

por Oscar Alberto

Si el citado siglo empieza en el 2000 (cosa que es materia de controversias, pero no nos conviene revisar eso justo ahora, que estamos terminando de publicar los resultados de nuestra mega-encuesta y los apuntes con los que nuestros amigos contribuyeron a analizar a los artistas más votados), entonces hay que admitir que justo ese año Calamaro arrojó la última bomba atómica del rock argentino, estoy hablando de El salmón, obviamente. Las circunstancias autobiográficas de su producción también estás sobre-escritas. Pero creo que vale la pena todavía pensar en qué momento de la historia del rock argentino aparece, cómo establece su contemporaneidad, cómo señala a sus precursores y determina su posteridad.

Hay una tensión de Calamaro con su propia obra a la que El salmón llega a ajustar cuentas. Él fue alguna vez el pendejo que opacó el brillo escénico de Miguel Abuelo en la primavera alfonsinista, con sus hits ligeros y pegadizos, algo que se reprocharía a sí mismo. Porque el alfonsinismo terminó como todos ya saben y casi al mismo tiempo, o un poco antes, Miguel se murió. El ambiente festivo de esa década corta resultó tener demasiada muerte olvidada sólo por un momento. Charly escribe ya en el año 88 (pero la grabará en el 98) “Todo el mundo quiere olvidar”. Lo reprimido vuelve: si hay una ley de la historia, una sola, es ésta.  Por ende, en el 89 presenta sus credenciales el Calamaro disidente, el otro, su lado noir, el Calamaro blue. Su carta de presentación es Nadie sale vivo de aquí.

Es menester señalar que hay al menos dos Calamaros, como había dos (o tres) Romeos, los Bang Bang de la canción de aquel disco del 89:



Él nació pegado a su hermano siamés
y una tercera cabeza que había sumaban tres
y juntos fueron estrellas de rock
pero la tercera cabeza no tenía relación
con los dos hermanos, Barry y Tom
y había que torcerse para no tocarse.
Dos Romeos son dos Romeos pegados
y alguna que otra Julieta hay
dos Romeos, dos romeos eran más
que cualquier Romeo individual.

De pronto, el chico de los hits vuelve algo sombrío y logra una inquietante metáfora para hablar de lo que la sociedad quería esquivar: “había que torcerse para no tocarse”. Ahí escala del talento al genio.

De todos modos, el tránsito posterior de Calamaro parece alejarlo de esa zona delicada: se va a España y con el rock insolente y expansivo de Los Rodríguez hace prevalecer su lado hitero, mucho más eficaz ahora puesto que su universo (su mercado) se ha expandido a toda el habla hispana. Eso parece no tener techo. Cuando la juvenilia madrileña de Los Rodríguez haya completado su ciclo (con algunos muertos a cuestas también), vendrá el AOR-de-un-single-tras-otro, Alta suciedad. Una gema elegante, producida por Joe Blaney, bien Los Angeles, con sonido internacional, balance perfecto, sesionistas soñados y cierta turra frialdad a través de la cual Andrés anunciará su disidencia de modo civilizado, de modo que todos quieran comprársela. Pero late ahí una sorda rabia que tanta brillantez aligera.

Hay luego un pequeño gesto: un año después de Alta suciedad AC edita un disco que a veces ni siquiera figura en su discografía oficial: Las otras caras de Alta suciedad, versiones no tan pulcras de algunos de los grandes hits, más un gusto por hurgar y apropiarse de un repertorio popular que va desde Gardel hasta Moris, pasando por boleros, rumbas y rancheras (gusto que expandirá en el paso siguiente). Hay ahí una desprolijidad tímida que va a explotar en el dobleHonestidad brutal. A esa altura, el Bang Bang disidente toma el comando. Hace demasiadas (37) canciones, se pone oscuro un poco demasiado, se avinagra y se aspereza. Desde el título mismo, este disco extraordinario es ya un gran gesto pendenciero. ¿Contra quién? Contra la Compañía, contra el mercado, contra el público que lo venera por esas canciones redondas e irresistibles, contra el público que lo desprecia por esas canciones redondas e irresistibles.

Contra sí mismo.

El talento instantáneo y el dinero rápido lo han ido amargando por dentro. Mientras tanto, a ambos lados del Atlántico, un mundo vil corea sus estribillos.

Si todo hubiera quedado ahí, un historiador del rock en español diría: ese fue su disco descarnado. Su gesto honesto. Pero resulta que al poeta disidente no le parece suficiente (este pequeño ensayo adopta cierto gusto por la rima fácil, contagiado de ya saben quién).Y entonces se arma la podrida: La Podrida del Rock and Roll, podría llamarse, evocando a aquella Pesada de Billy Bond que tuvo una misión crucial en la primera mitad de los 70. El salmón es una revuelta y una vuelta de La Pesada del Rock and Roll, donde en lugar de tocar Billy, Spinetta, Pappo, Charly, Lebón, Gabis, Medina, Martínez, Pajarito Zaguri y Jorge Pinchevsky tocan Calamaro, Calamaro, Calamaro, Calamaro, Fogliatta y Pappo. Todos secundando a los diversos solistas que son: Calamaro, Calamaro, etc.

El salmón es un vómito del siglo XXI incubado en la fiesta demasiado larga de la década infame del siglo anterior. Hay por ahí algunos potenciales hits desperdigados que en otro contexto más amigable habrían sido recibidos con pitos y matracas (“Revolución turra”, “All you need is pop”, “Valentina”, “Tuyo siempre”, Gaviotas”, todos inoculados por una alta toxicidad que los bizarrea demasiado para las buenas maneras del pop); y una relectura sórdida de un repertorio entre popular y plebeyo, con deslumbrantes apropiaciones de “Así”, “Alfonsina y el mar”, “Libros sapienciales”, “El día que me quieras”.



Pero ese disco quíntuple con silueta de pescado alargado es una película de horror, el corazón de las tinieblas, una resaca muy insistente, un plano secuencia interminable de la era del pesar. La rabia que lo anima no le permite buscar matices para airear el ambiente. Calamaro nos incita a encerrarnos en su habitación oscura. Su facilidad para la melodía entradora es poco a poco dejada de lado y a medida que nos internamos en su melancolía terminal, este depresivo famoso amenaza con no soltarnos nunca más. ¿103 canciones? ¿307? ¿mil y una? (Leer completo acá).

***

Pez



por José Miccio

...En una canción el lenguaje no depende de sí mismo. Minimal no escribe poemas (igual que Spinetta, igual que Solari). Un equívoco literaturista impide pensar en “Que me pisen” a la hora de identificar grandes letras de rock en castellano. O en “Juana de Arco”, esa maravilla de los Ratones Paranoicos. Pero lo cierto es que hay más arte en el “La-la-lala-la” de Juanse que en las profundidades a las que aspiran unos cuantos. No se trata -más vale- de que las letras no importen: se trata de que su poder depende casi todo de la música que lo hace posible. Una canción de rock dice antes que nada: Yo no digo, yo sueno. Y luego sí, una vez atrapados por el sonido, las palabras pueden resultarnos poéticas, volverse consigna o tatuaje, llegar a nosotros con una plenitud que parece provenir solo de ellas. Es inútil desestimar su energía. Copiamos pedazos (de letras) de canciones en la carpeta del colegio, en la agenda, en las remeras, en la pared, en el placar, en los libros, en las tarjetas que acompañan los regalos de amor. Pero es la música que subyace al recuerdo de la letra lo que determina su fuerza emocional. ¡¿Escuchaste lo que dice?! viene después de ¡Escuchá eso! En Pez abundan las frases de fácil transcripción. Y momentos asombrosos como la oración con frase adjunta con la que empieza “Por siempre” (“Se van -el tiempo apremia y tienen que partir- las almas”). Como las canciones están a la altura de lo que pretenden no hay riesgo de fatuidad. Pero a veces algo se pierde en estos éxitos: esas iluminaciones de la palabra que no existen más que en el sonido, que no envían señales cuando leemos las letras en el sobre del CD o en la página del grupo, y cuya maravilla no se puede comunicar sino poniendo play y diciendo: ¡ahí! En el sauna eléctrico de Pez, por ejemplo, “Árbol, dame asilo” es un momento más bello y más poderoso que declaraciones que parecen funcionar por fuera de la música como “Sin justicia no hay luz/ sin furia, libertad”, por recordar dos canciones del maravilloso El sol detrás del sol (“Desde el viento…” y “Tristezas del sur”).

Difícilmente alguien copie en su carpeta ese instante de gloria, cuya emoción inmensa se sostiene toda en el sonido. Pero es lógico: nadie nunca prefirió llevar encima “Luna loba dedo cal” en lugar de “Mañana es mejor”. Lo que importa es otra cosa: el hecho de que lo que nos hace anotar las palabras no está todo en las palabras sino en eso que no podemos anotar (la música tiene una escritura, por supuesto, pero el tema es otro). En el caso de Pez, que cambia y cambia, que se hace folk en Hoy, que se hace hard en Volviendo a las cavernas, que se hace progresivo en Folklore, que se hace punk en Pez, que se hace folk, hard, progresivo y punk en cualquier momento, incluso en una misma canción, en el caso de Pez, decía, lo que importa antes que nada es la brillante combinación de (presuntos) opuestos que conforma su sonido y el talento compositivo y vocal de Minimal. La voz decide buena parte de la fortuna de una canción: es el espacio en el que la letra y el sonido se vinculan y discuten. Se trata de un arte difícil, imposible de evaluar en términos de afinación. (Palo canta mejor que Aznar. Aznar es incapaz de pifiar una nota). La voz delicada de Minimal le hace bien a sus letras tremendas. O mejor dicho: hace a sus letras tremendas. (Leer completo acá).

***

Divididos



por Federico Anzardi

“Más vale que los rockeros jamás se topen con los personajes hijos de puta demonios colaterales del gran estupefaciente de la represión que pretende conducirnos por el camino de la profesionalidad. Porque en esa profesionalidad se establece un juego que contradice a la liberación, que pudre el instinto, que modifica como un cáncer incontenible la piel original de la idea creada”, escribió un Spinetta rabioso en 1973 en su manifiesto Rock, música dura, la suicidada por la sociedadAmapola del 66, publicado en marzo de 2010, reivindica las ideas del rock que originaron el movimiento en nuestro país y provocaron que Mollo y Arnedo se hicieran músicos. El disco rechaza la industria que reemplazó la angustia existencial de los inicios y que moviliza todo proceso creativo.

“Muerto a laburar” y “Amapola del 66” resumen la idea del disco. En la primera canción, Luca Prodan es utilizado por la maquinaria discográfica y comercial del rock, que lo vuelve morbo-pasión, bandera y ringtone. En la segunda, Mollo canta mejor que nunca y dice que el tiempo es hoy, abriendo un círculo que se cierra dos temas después, en “Senderos”: allí explica que vienede ayer, pero no es el ayer. Mañana es mejor. Spinetta omnipresente. Los herederos del Flaco podrían cobrar regalías por este álbum. Amapola del 66 no es una reedición de los viejos valores, sino una redención del ingenuo sueño del rock que sirve para trascender al ser, encontrar el alma.

En los últimos quince años, Ricardo Mollo y Diego Arnedo sumaron a su gran capacidad instrumental y compositiva un elemento que es más difícil de encontrar y que no aparece sólo por ensayar mucho con el baterista de turno: aprendieron a hablar sólo cuando tienen algo para decir. Alcanzaron la madurez conociendo sus tiempos. Nada suena forzado en el Divididos actual. Porque bebe de sus influencias y convicciones más profundas para mirar al futuro. (Leer completo acá).

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Flopa, Manza, Minimal



por Joaquín Vismara

En algún modo, Flopa Manza Minimal es una ventana a miedos, incertidumbres y miserias de sus propios integrantes  “Soñando estrellas por la mañana, y por las noches esperando el sol, y no hay calma y mi alma no descansa nunca”“Ni gracia me hace saber que en tu lista estoy debajo del Álbum Blanco”“Ella envió de regreso mis cartas, mi orgullo, mi estupidez”… una colección de temores absolutamente terrenales e identificables. Cada palabra parece elegida con precisión quirúrgica. Al igual que con la música, todo está calculado en la medida justa.

Publicado a mitad del 2003 por Azione Artigianale, tanto el disco como el trío corrieron la misma suerte que los demos de Flopa que llegaron hasta Minimal. Esas doce canciones circularon de mano en mano, como si la necesidad de divulgar esa obra fuera una urgencia imposible de desatender. En un escenario en el que los artistas convocantes se peleaban por medirse en escenarios que sólo les quedaban a mano en un escenario post devaluatorio, ahí estaban estos tres amigos haciendo patria a favor de la belleza de lo simple. Canciones a puro piel y hueso, como hacía rato no se escuchaban por estas latitudes (y que hoy en día tampoco abundan).  (Leer completo acá).

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Lisandro Aristimuño



por Patricio Féminis

No es extraño. La música del cantautor (una definición en tensión, ya, en la cultura sonora argentina del siglo XXI) de Viedma, Río Negro, sigue sin hallar o necesitar rótulos entre quienes, con la mente en las bateas en declive comercial, siguen buscando espejos para aquietar sus propias imágenes o preconceptos sobre los géneros. ¿Qué hace Aristimuño? ¿Qué hará mañana? A esta altura de la evolución musical del país, en que la raíz folklórica se cruza con el rock, el jazz, la electrónica y hasta las cuerdas clásicas, en un desarrollo creciente y crucial, la obra de Lisandro Aristimuño sigue dinamizándose, encuentra nuevas generaciones en las cuales resonar, y se perfecciona a niveles de ajuste técnico e instrumental tampoco sin espejos por aquí.

“Yo tomo todo lo que escuché: soy un resultado de todos ellos”, dijo Aristimuño en una entrevista que le hice para un diario nacional en 2013, cuando estaba tramando los primeros ciclos de presentaciones de su último disco Mundo anfibio en el Gran Rex, con convocatoria siempre hacia arriba (y las plateas llenas también). Un festival de cuerdas para su alma de rock, un vuelo de melodías en ritmos con aires siempre más allá de lo que, en otros tiempos se nombró, hasta el hartazgo, como rock cuadrado. Predecible. Autoconsciente y poco desafiante. Pero el rock -como filosofía, como acción- siempre fue un cuestionamiento de sus propias normas y poderes, incluso cuando el mercado lo volvió un remedo trágico o satírico de los referentes esenciales. Aristimuño conecta con las tradiciones del rock argentino en su guitarra, en su capacidad melódica y en su ética de canciones, y su destreza está en hacer fluir sus canciones hacia otras tradiciones siempre en movimiento: las de, lo que se da en llamar aquí, folklore. (Leer completo acá).

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Liliana Herrero


por Patricio Féminis

Ella trae a los ausentes y los presentes. A los idos, a los que volverán, a los que traman nuevos sentidos en las orillas caminadas: en las venideras. En memorias y en identidades aquí delante: Liliana Herrero, la entrerriana nacida en Villaguay en 1948, comparte y reúne en su voz un caudal de melodías, ritmos e interrogaciones acerca de la cultura argentina hecha sonoridad, silencios, necesidades de cambios. Ella, la que se radicó en Rosario en 1966 y se desafió a sí misma en cada uno de sus discos. La que trazó una forma inquieta y liberadora, también incómoda, para reapropiar las músicas argentinas en nuevos oídos. Retomar legados, poéticas, formas del decir de provincias; desnudar retóricas de tradición congelada; desarmar discursos sobre lo propio y lo ajeno; contener en la voz a las voces de los que no están y celebrarlas como huellas de vanguardias de otros años. Hacia un futuro pendiente. (Leer completo acá).

viernes, 12 de diciembre de 2014

¿Dónde corta el brillo de la noche desde tu ceguera?


De un momento un gesto se convierte en fría calavera
y una lágrima se cae en medio de una vida entera.
Desde adentro sale una canción que no vale la pena,
solo es una nota que se escapa con el aire de una vela.

Cuando la novela se descargue del todo,
búscame al final de tu heladera,
envuélveme en el plástico de tu perfume
déjame caer otra vez.

¿Cómo se abren las ventanas dentro de mi casa nueva?
¿Dónde corta el brillo de la noche desde tu ceguera?
¿Que será del viejo calendario que vivió mis días?
¿Quién me dibujó ahí sentada por el resto de mi vida?

Cuando la novela de descargue del todo
estaré subiendo la escalera
envuelta en la nostalgia de tu perfume
volveré a caer otra vez.
otra vez volveré a caer
otra vez, otra vez.

domingo, 23 de diciembre de 2012

La mejor música nacional de 2012

Discos nacionales del año: compartido entre 

Lisandro Aristimuño - Mundo Anfibio


 y Lucas Martí, 3er  y Último Acto de Noción


Aristimuño y Martí son dos solistas que vienen trabajando con intensidad y tozudez en carreras muy personales, muy libradas a su propia necesidad estética, desentendidos de modas y mercados. Desde la absoluta independencia, tomando esta palabra en sentido integral (también respecto de las productoras o de la opinión del ambientillo). Son muy prolíficos y muy inspirados. Con estos discos editados en 2012 ambos, que se inscriben en líneas reconocibles de la tradición del rock nacional sin hacer conservadurismo -su música suena inequívocamente argentina, no solo por las palabras, sino por sus aires musicales-, llegan a una madurez artística espléndida, con canciones de su nueva cosecha, desplegando hasta el límite sus propias premisas estéticas. Más para afuera Aristimuño, más intimista Martí. La tradición no les pesa, sino que está ahí, mientras queda claro al escucharlos que hacen música del presente y clásicos del futuro. Sus discos tienen (y esto quizá sea lo más importante) grandes, hermosas canciones.


Acontecimiento del año: Hay otra canción / Un concierto sinfónico en el Teatro Coliseo. Los cancionistas de Buenos Aires (Tomi Lebrero, Lucio Mantel, Nacho Rodríguez, Pablo Dacal, Pablo Grinjot, Alfonso Barbieri y Alvy Singer, la Orquesta Académica de Buenos Aires + invitados).

A propósito de este recital que es para La otra el acontecimiento más destacado del año en el rock nacional, djjo Fito Páez (cuando participó hace pocos días de un homenaje a Spinetta en la Biblioteca Nacional): "Hace un mes o tres semanas aconteció un concierto inolvidable y extraordinario en la ciudad de Buenos Aires. En el Teatro Coliseo cantaron todos los cancionistas de entre veinte y pico y…no llegaban a los 40, treinta y pico. Todos excelentes, con una gran orquesta sinfónica y con arreglos maravillosos. Fue muy emocionante porque era mucho material, mucha música original, entonces fue emocionante porque confirmó que la ciudad de Buenos Aires está viva y que de alguna manera ese espíritu que representa Luis y que nos guía, o forma parte de una esencia disparatada y divina argentina, está vivo todavía. No hay pantalla, no están mucho en la tele ni en internet. Pero la ciudad está viva, eso es lo que quiero decir. Y ellos tuvieron la deferencia de ponerle a ese espectáculo el título de esta canción que es Hay otra canción. Así que les quiero agradecer también a ellos". (Fuente Patologías Culturales) . Y Fito estuvo también en se concierto y subió a tocar con ellos "Hay otra canción".

Los otros discos del año: de lo que sigue ya hablamos recientemente o hablaremos próximamente:


Viventico 5: reputación dudosa a full, con la gracia y exquisitez que Vicentico fue ganando en los últimos años. Vicentico reivindica el cursi y lo hace sublime.


Franco Luciani y sus últimos dos discos, en simultáneo. Folklore y tango releídos por este armoniquista de inspiración, polenta y técnica apabullantes. Con los 2 discos celebra sus primeros 10 años en la música.


El singularísimo y delicioso arte del Botis: El bosque estrambótico. Botis es indudablemente el elemento anómalo de la escena argentina, un artista adorable en estado de gracia.


Coiffeur y su EP Nada, que anuncia un giro en su carrera que se profundizará con un nuevo disco en 2013, nos entrega acá 5 canciones hermosas.


Pablo Vidal es La Perla Irregular y con América nos entrega su disco más inspirado y arriesgado. Pablo elabora un concepto artístico que se nutre de su extraña erudición acerca de las corrientes menos exploradas de la historia de la música pop-rock de los años 60 y hace con esos materiales  una búsqueda experimental y contemporánea.


Los Pakidermos: Una banda joven que linkea con total naturalidad en la tradición del mejor rock pesado argentino: desde Pescado Rabioso hasta La Pesada. Con un cantante, el correntino Rafa Ferraiolo, que es uno de los últimos grandes frontmen de la escena local. Semi-Rápido suena apabullante.


Desde Chaco: Seba Ibarra trabaja en la innovación de las tradiciones folklóricas y le pone sensibilidad actual. 


La Filarmónica Cósmica está comandada por Martín Rejnik. Vienen trabajando subterráneamente desde hace ya algunos años. Este Tres, obviamente su tercer disco, expande una alegría cancionística con aires neo-hippies muy contagiosa.

Mención especial: canción "Los niños" por Los Reyes del Falsete y Litto Nebbia en Días nuestros. Gran canción que quizá está bastante por encima del resto del disco.

jueves, 13 de diciembre de 2012

La prensa se olvidó de contarlo en su titular

Lisandro Aristimuño en La otra 27


Aristimuño: Yo creo que una de las personas más grandes que está en la independencia y defendió mucho su trabajo, pese a lo que le dijeron y la bastardearon, fue Juana Molina. Para mí es una de las personas claves… ¡y no la nombra nadie, loco! Nombran a Ariel Minimal. ¿Por qué? ¿Porque es mujer? ¿Porque era actriz? No entiendo. Yo me acuerdo cuando la iba a ver a los barcitos de Palermo y en la banda estaba Ezequiel Borra. Y la loca laburaba y Ezequiel seguramente aprendió mucho de ella, y por eso Ezequiel Borra está donde está y hace la hermosa música que hace. Me pasa en las radios cuando me hacen entrevistas: ¿te sentís involucrado con Pablo Dacal, Coiffeur, Gabo? Todos chabones. Y yo digo: te está faltando Flopa, Julieta Rimoldi, Sofia Viola o Luciana Jury, que me encanta. Juana Molina me parece fundamental en cuanto a lo electrónico en la canción y a tener su propio sello, la mina se graba en su casa. ¡No es joda! Estamos hablando de alguien que marcó. Me parece que está bueno decirlo.

La otra: A mí me parece que hay distintas cuestiones por las que Juana no es tenida en cuenta: una de ellas ligada a lo sonoro y a la dificultad de poder asimilar una propuesta fuera de lo ordinario, riesgosa. Y además existe un periodismo al que le cuesta escuchar música.

Aristimuño: Pero fijate que a Juana la vieron desde afuera y nosotros no. La vio David Byrne y se la llevó de gira, sus discos salen por Domino, que es un sello extranjero, hace mucha gira afuera. Ahí hay un gran error de la prensa en no remarcar eso. Juana Molina en mi música fue clave... (Continúa en la edición impresa de revista La otra nº 27, que ya está en los kioscos).

DÓNDE CONSEGUIR REVISTA LA OTRA Nº 27:
En el kiosco de Av de Mayo 1113. (Hay también números anteriores)
En Tienda Cine Si (Pje. Giuffra 311, hay también números anteriores).
Videoclub Liberarte (Corrientes 1555, hay también números anteriores)
Librería Fedro (Carlos Calvo 578, hay también números anteriores).
Kioscos: Corrientes 119, Santa Fe 3714, Santa Fe 2195, Corrientes 1596, Corrientes 1587, Corrientes 1505, Corrientes 1894, Corrientes 1998, Corrientes 2082. Corrientes 2964, Las Heras 2320. Y muchos otros kioscos de Centro, Barrio Norte, Belgrano, Palermo, Constitución, Retiro (Terminal de ómnibus).


Aparte, el disco Anfibio de Aristimuño es un candidatazo para estar entre lo mejor editado en 2012. El domingo a la medianoche en La otra.-radio, las listas.


martes, 8 de mayo de 2012

Entrevista a Perrone Tríptico + Aristimuño + Florencia Ruiz + La Perla Irregular

Un programa para descargar, clickeando aquí: AQUÍ



Raúl Perrone el domingo a la medianoche en La otra.-radio: "Yo trato humildemente de despojarme de todo. Si fuera músico tocaría con una guitarrita y grabaría en un porta estudio, sería un cantante de garaje. Yo quiero volver a las fuentes, quiero volver al 4:3, que es un formato que ya no se usa. Me gusta creerme lo que está pasando, me gusta creer esas conversaciones y me gustan las historias que tenés que terminarlas vos. Que la gente se quede hablando después de ver la película es el propósito, ¿no? Que no se olviden de la película al salir, con la primera porción de pizza. Eso es un laburo que me ha llevado muchos años. Pero tengo mucho respeto por mis personajes, yo los quiero, los protejo. No bajo línea, no soy un asistente social. Para mí es una preocupación mostrar a la gente, cómo hablan, qué se dicen, que se escuchen. La gente no se escucha, no hay silencios, todos hablan: “qué tal, cómo te va, qué decís”... pero a nadie le importa un carajo del otro. A mí me gusta mucho que siempre alguien le cuente algo a otra persona, como en los cuentos de Carver. Llegar a la escena y que ya estén hablando. Llegar a eso, que sea creible..."

Para ver + grande, clickear imagen

Perrone está presentando durante este mes su Tríptico, compuesto por Luján, Los actos cotidianos y Al final la vida sigue igual en el cine Cosmos, los jueves, viernes, sábados y domingos a las 22:00. Y la impresión que nos dejó Luján, cuando la vimos el sábado, es que se trata de la obra de un director consumado, que tras años de depuración tiene un dominio muy preciso de sus recursos poéticos. No se pierdan el Tríptico de Perrone.

Y en este programa también estuvimos escuchando la música de Lisandro Aristimuño, La perla irregular y Florencia Ruiz.

martes, 1 de mayo de 2012

Corazón olvidadizo

Un programa para descargar: La otra.-radio 30-4-2012
Dylan / Charly 60 x 60 / Aznar-PRO ultrajando a Spinetta
Aristimuño / Bonus track: Cristina en Velez. 
Descargar el programa clickeando en este link:




Suele oponerse erradamente tradición a futuro. Mal, porque solo se oponen si los pensamos de un modo abstracto, como si la tradición fuera una herencia plegada sobre sí misma, auntosuficiente, cerrada. Como si hubiera un futuro posible que nos esperara ahí, un poco más allá de ahora, despegado de lo que el tiempo trae.

Es interesante pensar esa falsa oposición, en lo que su falsedad respecta, en relación a dos artistas, dos músicos, dos tipos que han dejado una huella muy profunda en la música popular, justamente a partir de haber abierto posibilidades que hasta ellos no existían. Dos innovadores: Dylan y García: hombres grandes, viejos guerreros de muchas batallas, con una trayectoria tan extensa que algún distraído podría pensar que sus obras están completamente vueltas al pasado.

Por estos días ambos nos han dado que hablar: Dylan por presentarse por cuarta vez en Buenos Aires, aunque por primera vez en un contexto (el teatro Gran Rex) que permite apreciar su arte en la terminación del detalle: porque Dylan es un maestro del detalle (ampliaremos). Charly por presentar un boxset (60 x 60) que es el más completo compendio de su obra apabullante.

Nos quedamos por tener fe
nos fuimos por amar.
Ganamos algo y algo se fue.
Algunos hijos son padres
y algunas huellas ya son la piel.


Charly se revisita desde una serenidad que prácticamente nunca le conocimos y se coloca como discípulo de sus canciones, para aprender de nuevo todo de ellas. Una obra incandescente, plena de canciones prodigiosas, ahora recuperadas como piezas, estructuras de una precisión que hoy sólo puede ser pensada como clásica. Ese clasicismo solo fue posible como un devenir que alguna vez tuvo el valor de arrojarse a lo incierto: no hay clásicos sin incertidumbre, porque el gran triunfo de los artistas clásicos radica en que lo contingente y frágil parezca necesario e inexpugnable. Esa tensión entre una cosa y la otra puede aprecisarse con toda claridad en 60 x 60, una gran lección para músicos del futuro.

Dylan, la efigie, el tipo que de joven le robó a los clásicos de su tiempo, el viejo que ostenta un cuerpo de obra de una inmensidad intimidante. La vida entera de Dylan abarca el ciclo vital de un género: el rock a secas, más que ningún otro músico, vivo o muerto. Verlo en acción, a pocos metros, ser rozado por el aliento que sale de su boca, él, el dueño de las palabras, no porque haya dicho palabras bellas, sino porque las hizo resonar de un modo que nadie había escuchado. Dylan ahí para decir las palabras como si se acabaran de inventar. Ampliaremos.

Corazón olvidadizo
como una sombra que anda 
por mi cerebro toda la noche
estuve sin dormir 
escuchando el sonido del dolor
la puerta se ha cerrado por siempre
si es que alguna vez hubo una puerta.

Charly dijo hace pocos días que en un momento se pensó que el rock de ahí en más iría a ser siempre Europe y Bon Jovi, pero con el correr de los años, gracias a tipos como Dylan y McCartney, se comprendió que el truco no era tirar un viejo por la ventana cada mes, porque se puede ser viejo y cool, así como se puede ser joven y timorato.

El programa del último domingo nos dedicamos a pensar estas tensiones del rock a partir de dos casos felices, Dylan y Charly. Pero hubo tiempo también para reconcer la promesa y el cumplimiento que encarna un músico joven como Leandro Aristimuño, cuyo disco Mundo anfibio puede colocarlo en la senda de los grandes. Mundo anfibio ya está en nuestra lista de los discos favoritos, esos a los que estamos seguros de que vamos a volver.




Y ya que estamos hablando sobre la tensión entre la obra clásica y el riesgo, tuvimos que referirnos a un caso desgraciado: el de un músico que con aparentes "buenas intenciones" de homenajear a un grande como Spinetta, termina ofendiendo, con su oportunismo, la memoria del supuesto homenajeado, Luis Alberto Spinetta.

Sobre las diversas modalidades de tradición y futuro, quisimos hacer un programa preguntándonos por el presente. Lo pueden escuchar descargando el audio aquí: Link para descargar el programa donde se escucharon los siguientes: Tango en segunda, El amor espera, Ballad of a thin man, Anhedonia, Forgetful heart, Desarma y sangra, Jolene, Elefantes, Un dolar, un reloj y una frase sin sentido, Piano Bar, Plateado sobre plateado, Not dark yet. En La otra.-radio del 29/4/2012.