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jueves, 19 de septiembre de 2019

Qué macana

La otra.-radio del domingo 15 de septiembre de 2019, segunda parte, para escuchar clickeando acá 


Dada la extraordinaria calidad de la obra musical de Eduardo Mateo, puede decirse que casi 30 años después de su muerte persiste una injusta falta de reconocimiento. La onda expansiva de su obra no cesó nunca de extenderse, siempre demasiado lentamente. A medida que pasan los años cada vez es más sólido el prestigio del que goza entre una minoría intensa de discípulos directos e indirectos y nacen nuevas generaciones de admiradores. Pero hay algo en la propia música de Mateo que parece resistirse a la consagración masiva. ¿Alguna vez dejará de ser el gran desconocido popular?

Músicos talentosos, influyentes, que sí gozaron de un reconocimiento en la contemporaneidad que los recibió, como Hugo Fattorusso, Litto Nebbia, Rubén Rada, Fernando Cabrera, Juana Molina o Jaime Ross, no dudan de que el arte de Mateo es una flor que brotó sin que fuera esperada un día antes de aparecer y abrió posibilidades que la música popular empezó a transitar sólo después de esa irrupción. Mientras Mateo vivió, pocos advirtieron su genialidad. Pero también existe un profuso anecdotario de actitudes excéntricas que lograban desorientar a los que lo conocían de cerca y dificultaban su justa valoración como artista: "¿Mateo es o se hace? ¿La música que crea es producto de un error afortunado o un acierto frágil? ¿Una deformidad que necesita oídos nuevos o el olvido? Incluso: ¿podría ser que esto que suena ligeramente fuera de quicio sea efectivamente un error al que le adjudicamos un valor que no tiene?". Mateo en su vida encontró más ceños fruncidos que aplausos. Nada de ese desconcierto alrededor lo hizo renunciar a su divague: el reconocimiento ajeno no parecía desvelarlo tanto como construir canciones a la altura de su desapego mundano.


Hoy en Uruguay se le dedica un reconocimiento aún tibio en comparación con la belleza que legó. Se acaba de estrenar la película Amigo lindo del alma, que es a la vez el título de una de sus canciones y una manera simpática de invocarlo. No eran tantos los que cuando vivía estaban dispuestos a tratarlo con esa amabilidad. Los que lo conocieron directamente más bien parecen recordar que era difícil hacerse amigo suyo. Más que un amigo lindo del alma, hizo canciones que hoy deseamos que nos acompañen siempre. Willy Villalobos vio la película en Montevideo y nos cuenta que hay versiones hermosas de algunas de esas canciones y testimonios que oscilan entre la sensibilidad y la tontería. Queda bien hablar bien de Mateo, aunque no siempre logran eso los que se lo proponen. Mejor escucharlo.

En La otra.-radio del domingo pasado abrimos el programa [acá] con otros dos músicos que fueron más celebrados por sus respectivas obras y también famosos por actitudes reprobables: Michael Jackson y Pity Álvarez, salvando todas las distancias que ustedes quieran. Los dos caídos en desgracia. Cada uno puede tomar para el lado que quiera, pero las canciones están ahí, disponibles para oyentes y para jueces.

lunes, 1 de abril de 2019

Leaving Neverland


En mi primera participación de la temporada 2019 de Patologías Culturales (FM La Tribu, 88,7, sábados 18:00) conversé con Maxi Diomedi sobre Leaving Neverland, el documental de HBO sobre los casos de abuso sexual de los que se acusa a Michael Jackson. Además hablamos del inolvidable paso de Paul McCartney por BsAs, su cuarta actuación y tal vez la mejor en nuestro país. De la relevancia que adquiere el estreno de una película como Atenas de César González. Y de la inminente edición de un BAFICI devaluado. Todo eso en poco más de 30 minutos.





El interés artístico de Leaving Neverland, el documental de casi cuatro horas dirigido por Dan Reed y producido por HBO, es casi nulo. Su factura formal es de lo más convencional y apela a todos los trucos de manipulación sentimental que pueden esperarse de un programa de la televisión yanqui del género "escándalos de celebridades". Como narra casos de abusos sexuales practicados por un hombre muy famoso, nada menos que el Rey del Pop, cabe esperarse una retórica grave y cauta, por más que el contenido de los testimonios es todo lo escabroso que pueda permitirse. Las víctimas de los abusos cometidos por Michael Jackson, que ahora son adultos y vivieron sus experiencias traumáticas siendo niños, varias décadas atrás, cuentan con detalles sumamente explícitos el tipo de prácticas sexuales a las que Michael los sometía. Eso dota al documental de un alto morbo; pero a la vez, todo es narrado entre planos aéreos filmados en vuelos rasantes por las carreteras luminosas de Los Angeles, sobrevuelos de Neverland, el Xanadu de Jacskon, un tono sobrio y contenido en los testimonios y una música recatada que baja el voltaje de lo que se está narrando. Es decir: la combinación exacta de recato y explicitud que ponga a salvo al producto de posibles objeciones de regodeo en los detalles de los abusos infantiles: los abusos se cuentan pormenorizadamente pero a la vez con un tono que asegura que el punto de vista los reprueba.

El recurso a los testimonios de las víctimas directas propicia que el espectador se ponga en el lugar del juez que tendrá que decidir si Jackson era un abusador, si las familias de los chicos consintieron estos horrores aunque sea por descuido o si los testimonios son veraces. Los mecanismos de identificación que este documental pone en marcha son para el cine y la tele norteamericanos como la fórmula de la coca cola: un producto irresistible, que se supone que todos quieren saborear.

Personalmente, no me interesan las películas que proponen que el espectador se ponga en lugar del juez que dictamina si alguien es inocente o culpable, cualquiera sea el caso que narra. Para juzgar están los jueces, y las leyes dicen qué es un delito y que pena merece. El fiscal presenta las pruebas y el juez decide que veracidad le atribuye. El cine puede hacer otras cosas que no tienen que ver con esta función judicial.

Si Leaving Neverland es sin embargo un documental interesante, es a pesar de sí mismo y del talento o las intenciones, comerciales o políticas, a las que responde.

Primero: no se busque en la película ninguna pista sobre la complejidad de un artista genial y monstruoso como fue Jackson. Podemos admitir que Leaving Neverland ni se propone meterse en aguas tan profundas. Su intención es establecer que efectivamente Michael fue, independientemente de su relevancia artística, un abusador consumado y persistente. No solo un adulto aniñado, ni apenas un freak del show business o una víctima de chantajistas inescrupulosos. Desde ese punto de vista, la película es eficaz: pone en evidencia que Jackson se salvó durante su vida de una condena penal como abusador de niños porque era poderoso y el clima de época se lo permitía. También puede aceptarse que su detenimiento en los detalles sexuales de los abusos es ilustrativo de un patrón de conductas de los abusadores, tanto más peligrosos si disponen de poder. Y una mega estrella, por más aniñada o freak que fuera, es también alguien muy poderoso. Además, sirve pedagógicamente para mostrar que las personas que sufrieron abusos durante su infancia siguen ligados amorosamente a sus abusadores en un complejo vínculo que excede la disyunción entre inocencia y culpabilidad.

Pero la película es más interesante porque, aún sin proponérselo, permite inferir una cadena de complicidades que no podían limitarse a la familia de los niños abusados ni al personal doméstico de Neverland. Es imposible que los abusos se hayan repetido durante varias décadas sin el silencio cómplice de toda una industria del espectáculo, que no podía no saber. El documentalista Dan Reed es discreto -u oportunista- sobre el particular, porque más bien dirige su foco de atención hacia la responsabilidad de las familias de los chicos que los dejaban en manos de un muy probable abusador. Si la película no da un paso más para preguntarse por la complicidad de la industria es porque ella misma es parte de esa industria. El sistema que erige a un joven artista excéntrico en un megalómano peligroso para los demás y para sí mismo ahora cierra el círculo denunciándolo como caso aberrante. Pero Michael Jackson no es un caso aberrante: es la condensación hiperbólica de los mecanismos de ascenso, consagración y caída - empoderamiento y destitución- que nutren el imaginario de una sociedad meritocrática. La película ni llega a vislumbrar ese problema.

Un relato que se meta a fondo con la vida y la obra de Michael Jackson solo podría ser trágica y decididamente contracultural, denunciar tanto la vista gorda de ayer como la hipocresía de hoy. Leaving Neverland de ninguna manera lo es; apenas roza los escalones de lo psicológico y lo pseudo-jurídico más convencional y tranquilizador.

Es muy probable que los testigos digan la verdad y que el Rey del Pop haya sido una persona a la vez desdichada y abominable. Los rasgos sublimes de su obra acá no aparecen y es imposible que se vean afectados por el lado monstruoso de su personalidad. En todo caso, si algo interesante permite sospechar la película -aunque ni llegue a plantearlo- es que un gran artista puede ser un monstruo y que la idolatría es nociva en cualquier caso. Se trata de un gran tema para pensar y debatir.

Quizás algún día se haga una película sobre Michael Jackson que abarque de manera más inquietante y riesgosa esta complejidad. Mientras tanto, HBO hace un programa de alto impacto y la industria se las arregla para que el Rey del Pop siga produciendo dividendos.


domingo, 8 de junio de 2014

Xscape: Lo nuevo (???) de Michael Jackson

A la hora 0:00 en La otra.-radio. FM La Tribu


Acaba de salir un nuevo disco póstumo de Michael Jackson, uno de los más grandes músicos populares de las últimas décadas, muerto hace 5 años.

El disco consiste en el rescate de 8 canciones grabadas por Jackson entre 1983 y 1999, que en su momento él decidió descartar. Las canciones aparecen en sus versiones originales y en otras diseñadas por productores actuales (Timbaland, Stargate, Rodney Jerkins, Jerome "Jroc" Harmon y John McClain), quienes adaptan el sonido al gusto del mercado pop actual. Es interesante comparar cómo Jackson las hizo sonar y cómo las relee la industria de hoy.

Hoy a medianoche en La otra.-radio estaremos escuchando alguna canción de este nuevo//viejo disco de Michael. FM La Tribu. Se escucha online acá.

viernes, 30 de octubre de 2009

This is It!


por oac

Todas las noticias que nos llegaban eran horribles: denuncias por paidofilia o chantajes de las familias de los niños que se quedaban a dormir con él lo habían llevado a la quiebra, estaba chiflado y gastaba fortunas en extravaganzas, por poco había tirado a uno de sus hijos por el balcón, lo habían visto vestido de mujer caminando por las calles de Londres, se le estaba cayendo la nariz, su alteración mental lo había hecho incapaz de volver a hacer otro disco. Todo mal, como corresponde a ese oficio que se está volviendo cada vez más indigno y buchón, el de periodista.

No me interesa decidir acá cuántas de esas cosas son ciertas, Michael tendría lo suyo, yo tengo lo mío y el que está leyendo no creo que sea mejor que nosotros dos. Si te buscan mierda te la encuentran, los que viven de buscarle mierda a los demás.

Michael será otro magnate norteamericano encerrado en su propio laberinto de vanidad e impotencia, Orson Welles los retrató de una vez y para siempre.

Pero Jackson ha sido también un gran artista. El producto más refinado de la escudería Tamla Motown, el destilado de las mejores tendencias de la música popular del siglo, heredero de Duke Ellington, James Brown, Stevie Wonder y de las estrellas fugaces del soul y del funk de los 60 y 70 y de los trabajadores del algodonal y de los coros spiritual de las iglesias del deep south. Jackson saltó la valla desde las radios del gueto hasta las radios blancas. Y produjo el mayor suceso global de la música desde Los Beatles y hasta hoy.

Es verdad: tenía a toda la industria atrás, pero toda la industria sumada no da como resultado un artista. Madonna tenía a toda la industria atrás y ahí la tienen.



Algún día habrá que hacer un desarrollo más extenso acerca de los artistas que toman de modo literal esa consigna del romanticismo de hacer de sí mismos una obra de arte: yo en los últimos tiempos apunté a dos, de muy diverso carácter: Clint Eastwood y Charly García. Constructores de sus propios íconos, el yeite consiste en abolir la separación entre la obra y el cuerpo del artista, inscribir al ícono sobre la superficie de su piel, modelar las cavernas interiores del cuerpo y ofrecer el resultado a la consideración pública. Tiene algo de ofrenda a la comunidad, como lo indica el final de Gran Torino, pero en el caso de Eastwood prima el cálculo sobre la efectuación: Clint hace que se sacrifica por la comunidad y ahí termina todo para él.

El caso de Michael Jackson es el más radical. El cruce desde las radios y los charts negros hacia el mainstream no sólo quedó registrado en sus discos, sino en todo su cuerpo. Su físico magro condensa la experiencia doliente de los antepasados africanos, de los esclavos de América, de los niños pobres abusados por padres alcohólicos, de los músicos negros que cantan Dignity & Pride. En el cuerpo de Jackson, su obra, opresor y oprimidos juntos en un mismo envase.

Si sumamos: artista de talento deslumbrante + memoria corporal de la opresión + magnate chiflado + Tamla Motown + cruce al mainstream + la cuestión de la técnica + paranoid android del Siglo XXI, el resultado de la cuenta da = Michael Jackson.

This is It es finalmente la brillante despedida de un gran artista. Lo que se ve allí no guarda relación directa con las noticias de la prensa carroñera. Se ve a una bestia escénica, un tipo que captura la mirada, un músico descomunal preparando concienzudamente su vuelta a los escenarios, un bailarín de una originalidad incomparable. Respaldado por la tecnología de punta.

En uno de los momentos más inquietantes del film, Michael se queja por el efecto que está produciendo en él un audífono interno. No hay demasiadas explicaciones, pero supongo que se trata de un auricular por el cual el tipo monitorea el sonido del espectáculo, sólo que en vez de tener el aparato puesto en las orejas lo tiene adentro del oído: Michael dice que siente como si le estuvieran metiendo un puño en la oreja y que eso es demasiado (incluso para él!). Le preguntan qué quiere que se modifique en el funcionamiento del audífono interno, si tiene alguna precisión que hacer o simplemente que bajen el volumen. Y Michael contesta que sí, que por favor, que bajen el volumen.

Esto da una idea de su cuerpo doliente devenido en laboratorio tecnológico, para bien del show bussiness y probablemente para que la técnica haga su mejor faena hasta la fecha. Jackson y los diseñadores, arregladores e ingenieros que lo rodean parecen estar de acuerdo en trabajar para dar el mejor show de que se tenga memoria.

En la película hay muestras de lo que hubiera sido y se ve que hubiera sido deslumbrante: tanques de guerra que amenazan con deglutir el cuerpo del artista, arañas mecánicas, fantasmas voladores, proyecciones en 3D, la aparición involuntaria de Rita Hayworth, Humphrey Bogart y Edward G. Robinson, los mejores bailarines de todas las razas. Y esas canciones claro: Thriller, Beat it, Man in the Mirror, Billy Jean, I cant' stop loving you, Smooth Criminal...

La mayor parte del tiempo, en estos ensayos registrados durante las últimas semanas de la vida de Jackson, el cantante está haciendo playback sobre las grabaciones originales. Sobre todo se está puliendo el planteo escénico del show. En esas ocasiones luce el Jackson bailarín y se lo ve maravilloso, con el talento y el magnetismo de siempre y quizá aún mejor. Sobre el escenario no hay rastros del desquicio humano de que habló la prensa amarilla. Quizá lo fuera en privado, pero lo que se ve sobre las tablas es simplemente al mejor preparándose para volver. Las remakes de los viejos clips y los gadgets son llamativos, pero quizás innnecesarios, cuando lo que realmente importa es el despliegue de la música y de la danza. A partir de cierto punto, los trucos restan en lugar de sumar.

Pero los momentos más emocionantes y por eso mismo los más tristes son puramente musicales: Michael a veces cede a la tentación de cantar algunas partes, como cuando tiene que ensayar algún dúo o cuando le indica a sus músicos que no están logrando el groove que él pretende. Ahí la música es cuerpo y memoria corporal, algo que ninguna máquina podría calcular, porque encarna las heridas y el latido y la carne vibra siempre en armónicos singularísimos y a la vez ancestrales. Michael Jackson es un cantante de matices casi imperceptibles, como si dibujara en el aire con un pincel muy fino una figura primitiva y estilizada.

Será una de mis diez películas del año.

viernes, 26 de junio de 2009



Ben, the two of us need look no more
We both found what we were looking for
With a friend to call my own
I'll never be alone
And you, my friend, will see
You've got a friend in me
(you've got a friend in me)

Ben, you're always running here and there
You feel you're not wanted anywhere
If you ever look behind
And don't like what you find
There's one thing you should know
You've got a place to go
(you've got a place to go)

I used to say "I" and "me"
Now it's "us", now it's "we"
I used to say "I" and "me"
Now it's "us", now it's "we"
Ben, most people would turn you away
I don't listen to a word they say
They don't see you as I do
I wish they would try to
I'm sure they'd think again
If they had a friend like Ben
(a friend) Like Ben
(like Ben) Like Ben