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martes, 7 de enero de 2014

Usted y otro preso



por Julieta Manterola

“Usted y otro preso [están] en celdas separadas del Cuartel General de la Policía de Ruritania. Usted no tiene forma de contactar con el otro. La policía está tratando de que los dos confiesen estar conspirando contra el Estado. Un interrogador le ofrece un trato: si el otro prisionero mantiene su silencio pero usted confiesa, implicando al otro en su delito, usted quedará en libertad y él será condenado a veinte años de cárcel. No obstante, si usted se niega a confesar y el otro confiesa, será usted el condenado a veinte años y el otro quedará libre. Usted pregunta: ‘¿Qué pasa si confesamos los dos?’. El investigador dice que les caerán diez años a cada uno. ‘¿Y si no confiesa ninguno?’ De mala gana, el investigador admite que tal vez no logre que los condenen, pero que es posible, y así se hará, retenerlos a los dos durante otros seis meses de acuerdo con los poderes del gobierno en estado de emergencia. ‘Pero piénselo –agrega–, porque, tanto si el otro tipo canta como si no, usted saldrá mejor parado si confiesa: saldrá inmediatamente de aquí si el otro no confiesa, que es mejor que quedarse otros seis meses, y le caerán diez años en vez de veinte si el otro confiesa. Y recuerde que le estamos ofreciendo a él el mismo trato. Así pues, ¿qué va a hacer?’” (Peter Singer, Una izquierda darwiniana. Política, evolución y cooperación, Editorial Crítica, págs. 67-68).

Hasta aquí, la versión de Singer del dilema del prisionero.

El dilema consiste entonces en si el prisionero debe confesar o callar. Si confiesa, minimiza el tiempo que pasará en la cárcel, ya que, en el peor de los casos (esto es, si el otro también confiesa), pasará 10 años preso. Si calla, corre el riesgo de que el otro confiese y, por lo tanto, de pasar 20 años preso. Desde el punto de vista del propio interés, parece que la mejor opción es confesar.

Sin embargo, sabemos que ambos prisioneros se enfrentan al mismo dilema. Así, si ambos se guían por su propio interés (como es de esperar que lo hagan), ambos confesarán y ambos pasarán 10 años presos. Pero recordemos que si ambos callan, entonces ambos salen libres en 6 meses. (Continuar leyendo "El dilema del prisionero: cooperación y altruismo" en el blog Un Largo. Clickeen acá)

sábado, 16 de noviembre de 2013

El filósofo, la feminista, Epicuro y el Tao


por Julieta Manterola

El utilitarismo tiene un nombre muy malo pero, a mi juicio, es una teoría muy buena. La teoría utilitarista tiene un único principio: “la mayor felicidad para el mayor número”. Precisamente en el libro titulado El utilitarismo, John Stuart Mill afirma: “El credo que acepta como fundamento de la moral la Utilidad, o el Principio de la mayor Felicidad, mantiene que las acciones son correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Por felicidad se entiende el placer y la ausencia de dolor; por infelicidad, el dolor y la falta de placer”. Así, para el utilitarismo, un acto es moralmente correcto cuando maximiza la felicidad general. De todas las alternativas de acción posibles en un momento dado, el utilitarismo nos dice que debemos realizar aquella alternativa que generará más felicidad (o menos infelicidad) en el mundo. (Al menos esto es lo que diría el utilitarismo que se llama “de acto”. El utilitarismo “de regla” diría otra cosa, pero no es mi intención explicarlo ahora.) Pongamos un ejemplo: para el utilitarismo, yo debería donar todo el dinero que me sobra luego de cubrir mis necesidades básicas. El dinero que me gasto dándome gustos y comprándome cosas que (estrictamente) no necesito maximizaría mucho más la felicidad general si fuera gastado en comida y abrigo para gente cuyas necesidades básicas permanecen insatisfechas. Así que, para el utilitarismo, mi obligación moral es donar un porcentaje de mis ingresos mensuales a aquellos que lo necesitan más que yo.

Sin embargo, ya en la época de Mill, algunos objetores de la teoría utilitarista decían que “la felicidad no puede constituir […] el fin racional de la vida y la acción humana […] porque es inalcanzable”. (Continúa en el blog Un Largo: clickear acá)