La otra.-radio del domingo pasado (primera parte), para escuchar clickeando ACA
Las dos partes que componen la emisión más reciente de
La otra.-radio están unidas por algunos hilos que no fueron premeditados y solo descubrimos al finalizar el programa o quizás ahora al volver a escucharlo.
Acá dejamos la primera parte del programa, más tarde aparecerá la segunda, en la que nos detuvimos en la obra del escritor norteamericano Kurt Vonnegut y especialmente en un par de sus novelas. En una de ellas,
Madre noche, su narrador concluye (
spolier alert) “Esta es la única novela mía cuya moraleja conozco. No creo que sea una moraleja espectacular, es sólo que sé cual es: Somos lo que fingimos ser, así que debemos tener cuidado con lo que fingimos ser". Cuenta la historia de un hombre, Howard Campbell, que fue varias tipos o ninguno. Ya volveremos a él en el próximo post.
Ahora que lo pienso, la moraleja que extrae el narrador para Howard podría aplicarse a una de las trabajadoras despedidas de TELAM, llamada Claudia, cuyo testimonio se viralizó, de la que también hablamos nosotros en el programa. Entre cada una de las historias que los despedidos de TELAM estuvieron contando en estos días, la que más concitó la atención y desató todo tipo de reacciones es la de Claudia, que declaró llorando para las cámaras que ella había votado a Macri, que no tenía ninguna ideología con los K, nunca hizo un paro, nunca. Y sin embargo estaba despedida.
La autobiografía de Claudia tiene una ambivalencia irresoluble que explica todos los debates que provocó. Vota a Macri y después el presidente que eligió toma decisiones políticas que la perjudican. Una manera de contar su historia que es la de muchos otros. Pero hay algo más, Claudia dice tener un legajo intachable. Algunos interpretan que Claudia está intentando distinguirse de sus compañeros despedidos porque considera que no hay motivos buenos para echarla, lo cual implicaría que los otros, los que no votaron a Macri, o los que eran K o hicieron paros no tendrían legajos impecables y por ende su despido estaría justificado.
¿Dice eso Claudia? Cuando habla, está rodeada de compañeros que la abrazan, como parte del conjunto vulnerado en su derecho al trabajo por este poder atroz. ¿Quién es Claudia cuando narra así su historia? ¿Alguien cuya conciencia política está despertando, después de haber votado y obrado durante años contra sus intereses objetivos? ¿Alguien que pide misericordia al soberano que cometió un error con ella, que no es como los otros, ya porque su foja es impecable?
Algunos deploran esta escena, preferirían que no hubiera ocurrido, o al menos no haberla visto. Y sin embargo, la escena de Claudia muestra algo decisivo sobre el momento presente, que excede la historia personal de Claudia, por dramático que sea cada caso.
Parece que la inestabilidad de su conciencia es esencial. Claudia, si está queriendo distinguirse de sus compañeros, podría convertirse en una carnera que pide clemencia al Poder. Pero si está recapacitando acerca de haber tomado decisiones políticas que la expulsaron de su trabajo, su conciencia está deviniendo otra. Al verse despedida, se ve por primera vez a sí misma como la que forjó su propia desgracia. La que queriendo salvarse se perdió. Pero si logra verse así, en realidad antes estaba perdida y su penuria actual comienza a emanciparla.
En las redes sociales la complejidad de su posición es inasimilable. Y entonces encuentra cientos de miles de jueces implacables que dictan su tercera condena. La primera la decidió ella misma al elegir a sus verdugos; la segunda condena fue decidida por el macrismo que la dejó sin trabajo; la tercera es la de todos los que se burlan de ella o se regocijan porque al fin una "globoluda" sufre en carne propia el daño que como votante macrista ocasionó a los trabajadores, entre los que está ella misma. Facebook y Twitter no toleran una suspensión del juicio y, para algunos enojados con el gobierno, los que de entrada sabían lo que Macri iba a ser, ella sería tan culpable como el propio Macri o el canalla de Lombardi que ahora la desechan.
Ya sabemos qué pensar del gobierno. Es más problemático sumarse a los miles que la condenan desde las redes, al menos por el decoro de abstenerse de patear al caído. O por querer ser capaces de un gesto amoroso hacia esta mujer agraviada, incluso por sí misma.
Es interesante pensar en los miles que se apuran a condenarla. ¿No hay una dignidad de los trabajadores que trasciende incluso su posible conciencia alienada? ¿Acaso no fueron millones los trabajadores que votaron al macrismo? ¿Cómo pensarlos? ¿Ese acto los condena para siempre desde una mirada implacable? No parece ser la actitud de los compañeros de TELAM que la contienen incluso en su diferencia.
Los implacables parecerían tener una vocación de permanecer idénticos, de no dejarse contaminar por los que están transformándose en otros por obra de la pedagogía de la historia. ¿Además de hacer prevalecer una sed de venganza contra Claudia, una de las víctimas del macrismo, tenemos la voluntad de no recibir a nadie que no haya estado todo el tiempo de nuestro lado? ¿Tenemos ganas de seguir siendo exactamente solo los que ya éramos cuando en 2015 votamos contra Macri porque sabíamos la que se venía? Si esta actitud prevaleciera, uno de sus efectos paradójicos sería enamorarnos de nuestra propia derrota. Somos lo que fingimos ser, así que tenemos que tener cuidado con eso.
No fue el único tema que tocamos en la primera parte de La otra.-radio del domingo pasado. Además conversamos sobre la importancia del paro de la CGT en la configuración actual de las relaciones de fuerzas, una importancia no suficientemente remarcada, quizás porque después del paro el gobierno logró distraernos con la Selección Argentina en el Mundial, quizás porque ya estábamos distraídos desde antes. O porque la radio nos confunde a todos.
Y ya que estamos, en este tramo del programa analizamos las alternativas del Mundial, con el rigor y la precisión que nos caracteriza. Y la música de Charly, Lucio Dalla, Tom Waits y lo nuevo del Gnomo y la Filarmónica Cósmica.