por Willy Villalobos
La cocina, la película del Príncipe es su última obra.
Es el resultado de cuatro meses de convivencia fenomenales que fueron sellando una amistad que perdura hasta hoy, 8 de diciembre, un día importante para mí, ya que es el día en que nacieron mis dos hijas, Sol y Lu, que murió mi padre Pichón, y este día, octavo del último mes del año, lo sacaron de la cancha a Lennon, maestro de maestros.
La cocina no iba a lamarse así, su nombre original era Retoño, un tema que resumía la historia que fuimos armando esos 120 días que duró nuestra amistad.
Lo compuso una madrugada tormentosa, luego de ayudar a un músico que estaba grabando su primer disco y había ido a verlo a Gustavo para que le diera fuerzas, porque estaba cagado en las patas. El Príncipe venía de una internación en el Hospital Rocha de la que nos habíamos escapado porque en vez de curarlo parecía que lo querían matar, y sin dormir le dedicó unas horas a este muchacho temeroso. Le dijo, yo lo miraba desde la cama: "vos tenés que hacer lo que a vos te gusta porque después le va a gustar a ellos".
El tipo se fue un poco más tranquilo y nosotros a apoliyar ya de día. Despierto al rato y escucho que Gustavo se ríe. Debe estar soñando, pensé y me asomé con cuidado a su dormitorio. Resulta que estaba en la cama sentado, el mouse en la mano y con una sonrisa triunfante me dijo: "acabo de componer un tema, se llama "Retoño", ¿lo querés escuchar".
Pero no pudo llamarse Retoño la película, porque una vez que estuvo terminada fue prohibida por un familiar y por la Asociación de Autores del Uruguay. El motivo de la prohibición es una inmerecida agresión al Príncipe que no merece ningún comentario a esta altura del partido.
Y fue La Cocina, porque otro amigo, Martín Buscaglia, dijo que habíamos logrado filmar la cocina del Príncipe, y me pareció que era eso, así de sencillo.
La obra de Gustavo no va por autopista, ni siquiera por colectora, no, su obra recorre los barrios, se para a tomar un whisky donde puede, se busca una hermosa para que lo acompañe y se queda a dormir donde la agarre la noche. Son los amigos los que te acercan su obra y se quedan con vos para ver la sorpresa que te genera. Así va la obra del Príncipe andando por este mundo, caminando y mirando con atención lo que la rodea, tratando de escapar de esos que piensan que se las saben todas y no entienden nada.
La izquierda, esa que pactó con los milicos decía que la obra del Príncipe era mala porque no era "comprometida".
Los productores que alcanzaron a escuchar algo no le dieron importancia, y muchos otros, típico del Uruguay, creen que porque no triunfaba fuera del país no servía.
Hay pocos que se animan a darse cuenta de que tienen un genio en la esquina de su casa y yo tuve la suerte de ser amigo de alguno de esos.
Así que a esta película le pasó algo parecido.
Al principio la prohibieron, no dejaron que se pase en el Festival de Atlántida y parecía que iba a quedar olvidada en algún estante. Pero la terquedad y los buenos amigos dieron la energía necesaria para buscarle la vuelta.
El Principito decía que su tarea era componer, que luego dejaba las cosas ahí y, si bien no lo decía, estaba claro que esas canciones, esas músicas, iban a recorrer un camino en algún momento porque estaban vivas. Y así fue con la película.
El primero que vio el material fue el capo de este blog, Oscarcito, y luego de muchas horas de rompernos los ojos en una tele donde se veía en blanco y negro, dijo que había algo bueno en esos casetitos.
Luego de mucho preguntar, encontré un editor, Martín Farina, que supo entender rápidamente de qué iba la cosa, la que se había armado entre El Príncipe, Gabriel Flain, el cámara, y yo. El resultado fue el que yo soñaba y ahí salimos a la cancha.
Participamos del Festival Inedit y no embocamos algún premio porque un boludo que escribe en Radar, MP, le pongo sólo las iniciales porque no da para más, se enojó y nos dijo a Pablo Ratto, otro de los que acompañó buena parte del proceso, y a mí, que la película era el reflejo de una manipulación y una falta de respeto al Príncipe.
Le ofrecimos que viniera a la radio, en ese momento La otra se hacía en La Tribu, o que escribiera en la revista La otra, pero no se la bancó, le faltaron huevos.
Y así, a los tropezones fuimos andando y llegamos al Marfici, a Moreno, La Plata, Ramos Mejía, Córdoba, Boedo, a muchos centros culturales de la capital de Argentina y de la provincia de Buenos Aires.
Cientos de copias fueron a manos de artistas que habían escuchado algo y querían saber más. La película viajó a Perú, Chile, México, Estados Unidos, Canadá, España, Italia, Australia, Francia, y que se yo cuantos lugares más.
Una vez la subimos a youtube y luego de recibir decenas de miles de visitantes la bajaron de golpe. Nunca supimos porqué pero la bajaron séis veces.
Siempre que pude estuve al lado de La cocina, una manera de estar al lado de mi amigo. Y debo reconocer que cuando uno conoce un tesoro como Gustavo Pena Casanova, acompañarlo es una manera de encontrarle sentido a la vida. Para mí fue y es como ser un colaborador de alguien que reparte belleza y verdades por donde puede.
Me gusta ver la película con otros porque siempre hay uno que se siente tocado y reflexiona sobre las rutinas que viene repitiendo semana a semana, mes a mes. Una vez en mi casa del Polonio un amigo que laburaba en la tele me dijo que necesitaba cambiar su vida, que la película lo había ayudado a pensar que no podía seguir haciendo lo que hacía porque era una boludez. Siempre pasan estas cosas.
Y bueno, pasaron muchos años, su música y su película siguen rodando y hoy El Príncipe, gracias a todos los que lo escucharon con atención y no pudieron dejarlo, se ha convertido en uno de los músicos de más influencia y belleza en el Río de la Plata.
Todo este chamuyo es para anunciarles que la película vuelve a estar en las redes sociales.
Acabamos de subirla a VIMEO, solo hay que poner La cocina El Príncipe y luego pensarla, disfrutarla y avisarle a los amigos que no se la pierdan.
Ojalá esta vez dure lo que se merece y, si la bajan, no pasa nada, seguiremos por el camino que venimos recorriendo desde que se nos ocurrió registrar a uno de los más grandes.
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