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miércoles, 9 de octubre de 2019

Noche y niebla

Este sábado proyectamos y analizamos la película de Alain Resnais en nuestras Historia(s) del cine, a las 19:30 en Ayacucho 483


En 1960 escribía Homero Alsina Thevenet sobre Noche y niebla de Alain Resnais:

"Nuit et Brouillard (1955) fue solicitada a Resnais por el Comité de Historia de la Segunda Guerra Mundial, para conmemorar el décimo aniversario de la liberación de los campos alemanes de concentración. El título fue elegido por el mismo realizador, como una traducción de "Nacht und Nebel", frase con la que las autoridades nazis marcaban a los prisioneros señalados para exterminación a corto plazo, con las iniciales N.N. marcadas a menudo en sus cuerpos. El film es deliberadamente una clama meditación, que contrapone la paz actual de Auschwitz con los horrores y las truculencias de los noticiarios y documentales pretéritos. El tema no está explotado para el efectismo: contrariamente, la emoción y aun la náusea surgen de una exposición objetiva, tranquila, inteligente, que da todos los datos necesarios, reitera un vaivén de presente a pasado (las imágenes actuales [de cuando la película fue filmada, en 1955] han sido rodadas en color, como una deliberada diferencia) y propone en el comentario verbal de Jean Cayrol la pregunta central: «¿Quién es el responsable?». La inferencia es que toda la humanidad es culpable en algún sentido, incluso por omisión, y lo que el film procura, lúcidamente, es una toma de conciencia del espectador ante una realidad brutal de la época".



Y decía Francois Truffaut:

“Es casi imposible hablar de este film con la palabrería habitual de la crítica cinematográfica. No es un documental, ni un film de denuncia, ni un poema, sino una meditación sobre el fenómeno más importante del siglo XX. Al combinar un reportaje en color con documentales históricos en blanco y negro, Resnais ha tratado de borrar en estos todo rastro de teatralismo macabro, todo lo que tienen de horrible pintoresquismo, para que nosotros, espectadores, reaccionemos con nuestra cabeza y no con nuestros nervios. Después de haber contemplado a esos extraños prisioneros que pesan treinta kilos, comprendemos perfectamente que Noche y niebla es justamente lo contrario de esas películas que nos hacen sentir mejor después de verlas”.



Serge Daney, en El travelling de Kapo, dijo:

"Henri Agel (profesor de letras del liceo Voltaire), para evitarnos a nosotros [sus alumnos] y a sí mismo el tedio de las clases de latín, sometía a elección mayoritaria la alternativa siguiente: dedicar la hora a un texto de Tito Livio o ver películas. La clase, que votaba por las películas, salía cautivada y pensativa del vetusto cineclub. Por sadismo y sin duda porque poseía las copias, Agel proyectaba películas apropiadas para despabilar en serio a los adolescentes. Films como La sangre de las bestias de Franju y, sobretodo, Noche y niebla de Resnais. Gracias al cine supe que la condición humana y la carnicería industrial no eran incompatibles, y que lo peor acababa de ocurrir.

"Hoy pienso que a Agel (para quien el Mal se escribía con mayúscula) le gustaba atisbar en las caras de los adolescentes de la clase de segundo B los efectos de esta singular revelación. Había algo de voyeurismo en esa manera brutal de transmitir, por medio del cine, ese saber macabro e inevitable del cual éramos la primera generación heredera. Cristiano pero no proselitista, militante antes que elitista, Agel también mostraba, a su manera. Tenía ese talento. Mostraba porque había que hacerlo. Y porque la cultura cinematográfica en el colegio, por la cual militaba, pasaba también por esa distinción tácita entre los que nunca olvidarían Noche y niebla y los demás. Yo no formaba parte de «los demás».

"Una, dos, tres veces, según los caprichos de Agel y las clases de latín sacrificadas, miré las famosas pilas de cadáveres, las cabelleras, los anteojos y los dientes. Escuché el comentario desolado de Jean Cayrol en la voz de Michel Bouquet y la música de Hanns Eisler que parecía excusarse de existir. Extraño bautismo de imágenes: comprender al mismo tiempo que los campos de concentración eran verdaderos y que la película era justa. Y que el cine -¿y solo él?- era capaz de instalarse en los límites de una humanidad desnaturalizada. Sentí que las distancias establecidas por Resnais entre el sujeto filmado, el sujeto filmante y el sujeto espectador eran, tanto en 1959 como en 1955, las únicas distancias posibles. Noche y niebla, ¿una película bella? No, una película justa.

"...puesto que los cineastas no filmaron a su debido tiempo la política de Vichy [la Francia que capituló con los nazis], su deber, cincuenta años después, no consiste en enmendarse imaginariamente con películas como Adiós a los niños, sino en retratar actualmente a esa buena gente francesa que, de 1940 a 1942, Velódromo de Invierno incluido, ni se inmutó. Siendo el cine un arte del presente, sus remordimientos carecen totalmente de interés.

"Por eso, el espectador que fui de Noche y niebla y el cineasta que con esa película intentó mostrar lo irrepresentable estábamos unidos por una simetría cómplice. O bien es el espectador quien súbitamente "falta en su sitio" y se detiene mientras la película sigue, o bien es la película la que en lugar de continuar se repliega sobre sí misma y sobre una imagen provisoriamente definitiva, que permite al sujeto-espectador seguir creyendo en el cine y al sujeto-ciudadano seguir viviendo su vida. Un alto en el espectador, un alto en la imagen: el cine ha entrado en su edad adulta. La esfera de lo visible dejó de estar totalmente disponible: hay ausencias y huecos, vacíos necesarios y llenos superfluos, imágenes que faltarán siempre y miradas para siempre insuficientes. Espectáculo y espectador asumen sus responsabilidades. Fue así como, habiendo elegido el cine, el famoso "arte de la imagen en movimiento", empecé mi vida de cinéfago bajo el signo paradójico de una primera imagen detenida". (Originalmente publicado en Trafic Nº4, otoño de 1992, P.O.L., París).

Noche y niebla se verá este sábado a las 19:30 en nuestras Historia(s) del cine en Ayacucho 483. En el programa, Una sola historia [capítulo de las Historia(s) del cine de Jean Luc Godard] y Close to me, videoclip de Tim Pope para la canción homónima de The Cure.