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lunes, 28 de marzo de 2022

En medio del trap

por Ezequiel González

“El tiempo pasa, nos vamos poniendo Tecnos”

 (Prodan, Cover Milanés) 

1/ Postergando el juicio de que el Trap es una basura

Los debates como las ideas no se matan, mueren solas. Mueren por desinterés y se archivan hasta que algún curioso las vuelve a activar. Hoy el debate que vuelve a la escena musical es el que tuvo lugar en el programa de televisión Sábado Bus entre Pappo y DJ Dero, donde se discutía si lo que hacía Dj Dero era hacer música o pasar música. ¿Qué triunfó al final? ¿La música tocada por seres humanos o aquellos que aprietan botones?

Para saber en qué anda la música hoy hay que ir a buscarla, como propuso Mark Fisher -el intelectual de moda en Palermo Soho-, que se preguntaba cuánto puede vivir una cultura sin la renovación de ideas que trae la juventud. 

La juventud hoy trae una música en la que se mezclan los géneros y pareciera que expresa la sensibilidad de los robots. Entre el autotune, pistas lanzadas por una computadora,  improvisaciones y samplers. Lo que llaman “trap” es una denominación que viene de Norteamérica -los bautizadores de las cosas-, palabra que significa “trampa”. Una especie de rap más sucio en sus líricas, ayudada por el autotune, como para definir rápido el concepto. Lo bueno del trap es que todos pueden hacerlo. Parece que tiene el espíritu de ese espectacular disco de los Auténticos Decadentes, Cualquiera Puede Cantar. Hoy, con la tecnología como gran prótesis celeste, todos puedan cantar y sonar igual.

Como todas las cosas, el trap tiene sus detractores. Más si tiene éxito. Y el éxito hoy los mismos pibes lo miden con “viewers” (tener escuchas o vistas en las plataformas) y hacer tagui

En el estrado de la verdad, es decir twitter, están los que los aceptan. Y están los que dicen que el trap es una basura pasajera. Que ya, con pandemia mediante, lleva cinco años en Argentina y unos diez en España. Hoy el rótulo trap se va desdibujando y pasó a llamarse: “música urbana”... ¿Una mutación? (parece que le tienen fobia a encasillarse en un rubro). Este nuevo concepto es ahora: más mezcla.  Reggaeton, bachatas, cumbias, rave, música disco, punk robótico, rock y todo lo que se le quiera agregar a esta salsa. Como explicaba Cioran en su silogismo: “Una moda filosófica se impone como una moda gastronómica: se refuta igual una idea que una salsa”.

Es más: hoy uno llamado Lit Killah hizo un sampler con el hit del Chaqueño Palavecino “La ley y la trampa” al que apodó “La trampa es Ley”.

2/ ¿Qué es entonces el trap?¿Música Cyborgs? 

La breve y veloz historia de esta musiquita que por lo menos hoy suena acá en Argentina es la historia de un manojo de pibitos que hacían riñas de gallos en las plazas de Capital, replicadas en algunos territorios del conurbano y el interior. ¿Qué era eso? Se juntaban a rapear con una base -la hacía un beat bot, que por lo general es un gordito que la hace ruiditos con la voz- y se peleaban con palabras. El que combinaba mejor llegaba a la final y había un campeón. Era un piberío tremendo, con un espíritu amateur descomunal. La competencia les dio algo. El “Quinto escalón” fue como el gran semillero, fue como The Cavern Club, pero a cielo abierto, sentados en la escalinata. Hoy se pueden ver esas batallas en YouTube y están los traperos de hoy, más chiquitos y sin tatuajes. De esa movida quedaron las batallas, pero ya no en las plazas, sino como recitales: “peleas de gallos Red Bulls”, ahora sí con sponsor y entrada paga. Si hay un éxito y no se cobra ticket, ¿es un éxito? se pregunta el capitalismo. Ahí quedaron varios, otros se fueron a hacer música. Se armaron estudios en casas alquiladas y se pusieron a hacer canciones. Comenzaron y el sistema los recibió. Algunas disqueras salieron a apadrinarlos, cómo se iban a perder estos nuevos diamantes en bruto que escucha la gente en YouTube. 

Pero muchos artistas dijeron que no, aún con la cara llena de granos, los pibitos mostraban un hipo de ética, un “no me vendo”, como una acción anticapitalista o antisistema -aunque hilando fino, nada sucede fuera del sistema pero, bueno, usaron dos tanques para promocionarse,  YouTube y Spotify, diciendo no a las discográficas. Dos empresas Unicornio que les empezaron a armar las mansiones con sus canciones, ahora que no necesitaban llevar demos y miles de horas chupando p*** a Mario Pergolini. El impacto era inmediato. Mataron a los intermediarios, las sanguijuelas del arte. 

Lo que a las bandas en los 90 y principios del 2000 les costaba entre diez y quince años, hoy se acortó a tres meses. Los panes han sido multiplicados convirtiendo en celíacos a casi todos. Ya hay una saturación. Ya  hacen conciertos sin tener todavía 10 canciones. Decí que llegó la Pandemia y se tuvieron que guardar un año, cosa que usaron para hacer canciones o discos “subiendo el level”, como ellos dicen. Este boom hispano-urbano fue total. Podemos mencionar el caso de L-Gante, que arrancó estampando y vendiendo barbijos al comenzar la pandemia y al terminar el encierro salió de la caverna como una superestrella. “Se pegó”, como dicen los pibes.

No llego aún a hablar de sus músicas, sino como un sociólogo de bar, pensar lo que esa generación está viviendo de manera muy veloz. 

3/ 

Hoy el trap lleva eso, suena a la época en que vivimos. Velocidad y cinismo. Y tiene el eco del espíritu indie y no punk, como explica Ernesto Castro es su libro El trap: Filosofía millennial para la crisis en España. Sus letras muestran fiestas de revientes, drogas y una devoción por las marcas. Educados por los mass media, usando mucho la comparación, ya que si les sacamos el “como” la estructura de muchas canciones se hacen líquido. Salvo WOS, del que habría que hacer un capítulo aparte, los traperos están a gusto con su realidad. Escriben sobre el amor, el desamor, las drogas, las salidas y se tiran beef con otros artistas, se acusan de copiarse, de no ser originales, de no ser reales porque no hablan de sus vidas, de que no saben lo que es ser gangstas o andar con fierros. Chicos jugando al rap que siguen hablando de sus cosas y canciones en vivos de instagram. Están transmitiendo sus vidas, su horas de ocios, hay miles de pibes viendo eso en vivo. 

Antes uno compraba un cassette y desde un walkman habitaba el mundo como un polizonte; hoy cada play repercute en el artista financieramente. Miles de dispositivos enchufados a la matrix en la edad del dato y el cálculo. Y otros miles haciendo reacciones a estas canciones. Parece que los que escuchan su música van a buscar que otros las autoricen y digan que la canción es buena o mala, hay un mercadito en esto de las “reacciones”. 

Si el rock quedó para los nostálgicos, como planteaba otro teórico pop-choclero, Simon Reynold en su libro Retromania, en el que decía que hoy existe una adicción al pasado, el trap habla de hoy y el futuro. Es ficción y simulacro. Pibes que se hacen los pandilleros pero en realidad juegan a la playstation y graban en sus piezas acondicionadas cuando tienen una idea. Pero, ¿cuánto puede durar el trap? 

4/ 

Habría que hacer un decálogo de todos los músicos, artistas y traperos. Pero mientras uno se detiene, nace otro rizoma y sólo basta darle play para conocerlo. Esa es toda la búsqueda. El impacto dura lo que la canción y ya se espera la próxima. Pero esa música hoy está ahí, sonando en los autos, en los negocios, en las radios y en los celulares. 

Volvamos ahora a esas carreras en las que, a fuerza de talentos en bruto y con la tecnología que supieron conseguir, desde las netbooks del gobierno de Cristina hasta las Apple de padres con contactos, van apareciendo discos. Discos que pueden llegar a representar una época. O al menos suenan como tal. Algunos la llaman la música de la decadencia, porque suena todos iguales y no dicen mucho. Hay que ver qué siguen haciendo. 

Los clones como la Oveja Dolly mueren jóvenes

Los 90-2000 también fueron la fiesta de bandas clones, entre Charly y Spinetta. Como esa ciudad de Star Wars, Tatooine, que tenía dos soles. Hoy no se puede limpiar todo ni decir que todos son iguales. La permanencia sigue siendo lo más difícil.   

Hoy estos pibes clones apenas están comenzando. La música que hoy hacen, que a mucha gente le puede no gustar, puede ser una etapa de sus carreras, como las tuvieron los pintores y los escritores. Hoy se copian desde el banco del fondo en la escuela. Pero de vez en cuando sale algún disco. Hoy se puede escuchar Post Mortem de Dillom, un rapero menor que ya desde el nombre del disco entiende que el género está muerto y hay que buscar estilos nuevos. Parece ser el que mejor escribe, con mucho humor, riéndose de varios de la escena y haciendo una gran puesta en sus videos:

 

En el Lolapallooza 2022, tocó el disco y fue uno de los que mejor sonó esa noche. 

Esto es un recorte atroz de un montón de años, no es revisionismo. Pero en un país que tiene una gran cultura musical, los pibes que hoy hacen, crean y gestionan sus movidas, no vienen de afuera productores a fabricar Mambrúes y Bandanas. No hay que caerles con todos los fiscales. Yo les tengo les fe a muchos. Las bandas que escuchaba de pibe ya suenan en Radio Aspen. 

Pienso en dos carreras adelantadas, como son las de C-Tangana y Rosalía, dos españoles que comenzaron en la escena under y hoy son artistas conceptuales. Fueron a la tradición española y la actualizaron a la web 3.0. Hoy graban con Calamaro, Drexler, Pharrel y The Weekend. En mi humilde gusto, crearon dos grandes discos. 

C-Tanga tocó para el Tiny Desk, un ciclo de conciertos en el que los invitados muestran su obra en 15 minutos. Ahí llevó su disco El Madrileño:

Rosalía sacó su segundo disco. Para sus seguidores era muy esperado, porque el primero había sido muy bueno. El disco llamado Motomami se lanzó desde TikTok para que pueda ser visto en celulares: 

martes, 4 de mayo de 2021

Si no entendés eso, caminaste poquito (L-Gante)

Pa' que escuchen todo' acá
Que llegó el verdadero perri
L-Gante, qué lo qué [Okey]

Vengo del barrio a todo ritmo
Como un sicario mato lo' ritmo'
Acá se ríen vario' y suenan lo' mismo'
En el vecindario yo soy siempre el mismo
La mierda que tiran en odio les vuelve
Y hasta lo' que me odian les encanta verme
Que voy pa' la cima directo a quedarme
No importa qué digan si sé mantenerme
Mirale la cara, ese pibe 'tá loco
Señora, confirmo, porque fumé un poco
La mente perfecta, el limado del coco
Faltaban lo' reale' y yo se los coloco
Cumbia 420 pa' los pibito'
En la joda vacilan enrolando churrito'
Que fume' Marimba no te hace chorrito
Si no entendés eso, caminaste poquito.

Acá estamo' puesto' pa' lo que sea
Cadena', fierrazo', piña' aunque sea
Acá lo hacemo', no hace falta mea
No somo' loro' que solo boquean
Ya acostumbrado a ignorar lo' mocho'
Lo' que usan tre' línea' y se creen rocho'
Conozco gente que robaron mucho
Y no le' hizo falta tirar ni un corcho.

Yo sigo en el rrioba con pibe' piola'
No soy como esos que se hacen los bello'
La' gatas a mí se me entregan sola'
Y hasta las de mi bronca puse sello
Yo sigo en el rrioba con pibe' piola'
No soy como esos que se hacen los bello'
La' gatas a mí se me entregan sola'
Y hasta las de mi bronca puse sello [Yeah]

Pa' los que le gusta agitarla y no parar
Pa' lo' que les cabe salir, no regresar
Perro, no confunda' robar con trabajar
Que la plata viene pero no la dignidad
Le metemo al cien por chequear como explota
Leélo en la sien, acá no sirve copia
Flowcito que e' lo que la' guacha' rebotan
Fijate cómo tenemo' la nota
Yeah, tenemo' la nota
Contale' Axis cómo lo hacemo' acá, perrito

Ey
Y vo' sabes cómo lo hacemo' acá, perrito, eh

Tranqui, relax, voy con to' los mío'
No te meta' en problem' que explotamo' lío'
La malda' acá sobra, dentro 'el caserío
Y se esconden la' sombra' de lo' vaso' mío'
Bien vola'o andamo' con los ojo' rojo'
Bien prendido fuego, a tu cachila mojo
Bien vola'o los ojo', los parpadeo flojo'
Bien flow caro, perri, a los precio' los cojo
Yo tengo la nota con un par de loca'
Que si tiro un teto me lo trae en la boca
Y le duerme la boca porque pido coca
Pa' que active y dura le explote la cho—
Yo ando por la noche con aroma Dolce
Mi compa y el coche brillan como un Porsche
Tiran lo' fantoche' para que yo moche
Y le cierro el hocico siempre con un broche
Compa, no compito, voy a ser primerito
Mientra' pinta el tinto con mi compa el Tito
No fumo finito, sale en el pastito
Y cuando pinta pleito los puño' lo' agito
Yo acá a nadie imito porque soy origin
Y eso e' lo que vale, me llueven la' mishi'
Voy volando lejos, rumbo pa' la cima
En la tarima explotan como Hiroshima 
Yeah, eh

Axis, eh
Axis produciendo, perro
L-Gante, qué lo qué
Ey
Y vo' sabé' cómo lo hacemo' acá, perrito, eh
Ey
Si quiere copiar que copie
Si quiere tirar que tire
Jejeje
La cosa es si pasamos cabida o si lo hacés de nivel
El qué lo qué [Qué lo qué]


La aparición de L-Gante en el horizonte musical argentino dispara paradojas inquietantes. El pibe que en pocos meses logró más de cien millones de reproducciones en YouTube no es producto de una estrategia comercial cuidadosamente diseñada por una productora multinacional de Miami aunque nadie puede asegurar que no acabe siendo absorbido por alguna de ellas. Viene de un barrio pobre de General Rodríguez y gracias a haber recibido de púber una netbook del plan Conectar Igualdad logró apropiarse en base a intuiciones certeras, pulsión de supervivencia y un oído fino para las neo-lenguas callejeras globales -por esa fineza se llama justamente L-Gante- de un cruce de tradiciones musicales de reputación dudosa, de la cumbia villera al rap, pasando por el reggaeton y el trap. Para el no iniciado, todos estos géneros se parecen. Pero eso pasa con todos los géneros: al que no curte jazz o heavy metal todos los discos les parecen iguales. 

Para mí es difícil o incluso impertinente asegurar algo acerca del estatus artístico de L-Gante, como que se trate de "la voz de una nueva generación" o algo así. Tampoco quiero proyectar sobre su tersa piel tatuada mis viejos íconos emancipatorios. No quiero hacer una operación de legitimación "progresista" de esta corriente social subterránea. Hasta su carácter subterráneo es equívoco: si sus temas acumulan más de 100 millones de reproducciones, la subterraneidad de la que estamos hablando no es la que tenían los Redondos a comienzos de los 80 cuando tocaban para 200 personas en un sótano de San Telmo. Pero sí hay una tapia invisible e infranqueable que separa a las clases medias que en Argentina suelen administrar los reconocimientos culturales una vez que les artistes pierden sus bordes más filosos. 

Abel Gilbert es un agudo crítico musical que prueba sus categorías estéticas con géneros diversos, supo caracterizar muy bien lo que expresaba la voz de Gabo Ferro, así como hace poco publicó un libro, Satisfaction en la ESMA: Música y sonido durante la última dictadura (1976-1983), en el que casi medio siglo después señala el escalofrío que causa pensar que Serú Girán cantaba a una cuadra de la ESMA "un río de cabezas aplastadas por el mismo pie" mientras todavía se torturaba en el campo de concentración cercano a Obras. Más escalofriante que pensarlo ahora era sentirlo en 1980. Es decir: el búho de Minerva despliega sus alas al atardecer y hoy Charly ya forma parte del canon musical argentino. En los 70, cada vez que presentaba un nuevo disco le costaba lograr la aceptación de los críticos. Los contornos de las cosas se ven más fácil a cierta distancia. Por eso Abel Gilbert, cuando tiene que ubicar a L-Gante en algún casillero, le asigna el de la ruina y la frustración de los sueños emancipatorios. Ya iría siendo la hora de que la crítica musical empiece a escucharse a sí misma para saber cómo suena. Al gusto de clase media no hay nada que le cueste más trabajo que reconocer el gusto de clase media y suele confundirlo con la exigencia estética.

Lo que yo encuentro en L-Gante es la huella de un presente, ruinas, sí, pero también la vida entre las ruinas. La tentación continua de devenir mercancía junto con el registro de una violencia que no se conduele sino que baila entre la basura. Hay mestizaje y apropiación, como sucede siempre en cualquier género. ¿o acaso el tango es una música aborigen? Hay tanta conexión con la circulación de bienes culturales globales como la que puede experimentar un cinéfilo que baja películas de un autor filipino. Pero la imposibilidad de la clase media para oír la música que hay en L-Gante se basa en una forma sublimada de la discriminación, más cauta que las proclamas fascistas de la mano dura. Hoy los de 50 y 60 pueden disfrutar de Marvin Gaye o Armando Manzanero, pero no se les ocurre asociar sus obras a un proceso de disolución social. L-Gante es un creador que sabe extraer la sustancia musical de la lengua y el habla, que desarregla y combina de otra manera, que cuela entre jergas ajenas deformidades propias, pulsa el latido de una calle que el rock hace rato no percibe porque se retiró al neointimismo de sus aposentos. La calle es hoy más dura y violenta que en los años insurrectos pero ya se trata de una violencia clasista naturalizada que los ciudadanos dejamos en manos de la policía. Yo no sería tan ligero para olvidar que su universo, su estilo para estar en el mundo coincide justo con el que el neofascismo aspira a masacrar y los ilustrados excluyen de su rango simbólico. L-Gante canta con alegría y con orgullo acerca de prácticas a las que las clases medias temen u odian. 

Y el arte aborrece el vacío: cuando las otras formas de la música popular establecida se recluyen en una prolijidad apaciguada, hay una aspereza plebeya que no pide permiso para gozar del mundo ni se resigna a jugar el rol del cordero achurado. Si abren la oreja van a encontrar diseminados entre los versos de L-Gante su propio programa político-estético, con una autoconciencia de la que otras expresiones musicales carecen.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Los quiero ver cuando se enfrenten a su abismo






Púrpura, púrpura, veo el color en el aire
púrpura, púrpura, quieren que yo no sea nadie
púrpura, púrpura, vamo a seguir este baile
la danza de los que resisten bailando
aunque quieran que no seamos nadie.

Porque bailando entiendo lo que pasa
en cambio el falso amor se deshilacha
si un día sos dios y al otro cucaracha
la mitad te deja de querer cuando perdés la racha.

Fui viajando a lo profundo de mi ser
y cuando quise darme cuenta ya no estaba haciendo pie
creo que floté
o fue tanta la presión, me parece que exploté

Parece el colmo
justo cuando busco peras me convierto en olmo
cuanto más vacío cuando más compongo
me construí mi casa entre caja y bombo
ahí dormido respiro y rezongo
te miro, transpiro y me odio
no estoy sobrio, eso es obvio, dame otro sorbo
o acaso sobro, hace cuánto no pensamos en nosotros.

Púrpura, púrpura, veo el color en el aire
Púrpura, púrpura, quieren que yo no sea nadie
Púrpura, púrpura, vamo a seguir este baile
La danza de los que resisten bailando
aunque quieran que no seamos nadie.

Me dejo las cicatrices
son el mapa corporal que me recuerda lo que hice
somos lombrices, lombrices solitarias
en la panza de este mundo de infelices.

Somos clones, Clonazepam, clin, caja
y dinero de a montones, que no reacciones,
somos clones, Clonazepam, clin, caja
y dinero de a montones, que te amontones.

Que vivas produciendo pa que sigas consumiendo
no hay lugar para las emociones, lo estamos viendo
si nuestro placer viene con bases y condiciones
¿me están jodiendo?

Entes repletos de egoísmo
los quiero ver cuando se enfrenten a su abismo
si pintan paredes, te parece vandalismo
pero matan mujeres ¿y eso a vos te da lo mismo?

Nah, no soy moralista
solo parte del artista
descargo en la pista mi punto de vista
hago que se desvista, se me despista, me pide pista
hasta la vi-vi-vi-vi-vi-vista.

Me gusta contar lo que siento realmente
así en diez años sabré lo que pensaba a los veinte
entiendo que no sepan qué expresar
si están viviendo mierda, qué mierda van a contar.

Púrpura, púrpura, siento el color en el aire
Púrpura, púrpura, quieren que yo no sea nadie
Púrpura, púrpura, vamo a seguir este baile
La danza de los que resisten moviendo
aunque no quieran que no seamos na-na-na-na-na