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miércoles, 5 de agosto de 2020

Existe la voz: Charly 2020


mataste
perdiste
no sé
pediste perdón
perdón

mi vida
es tan triste
yo sé que
no existe el perdón
perdón

alguna vez
algo tenía que pasar
no sé si lo entenderás
yo siempre estuve aquí
qué es lo que hiciste en mí
porque
mi vida es
tan triste
yo sé que
existe la voz
la voz

alguna vez
algo tenía que pasar
no sé si lo entenderás
yo siempre estuve aquí
no sé qué hiciste en mí
pero

la voz
la voz



Charly retoma acá una de esas canciones que aprecian sus fans irreductibles, esas joyas semisecretas de su obra monumental. Al borde de una época que asoma horrible, con el perfume que nos dura todavía del siglo xx, en cuya segunda mitad Charly prevalece inapelable. Sobreviente de todos los que iban a dejarlo atrás, sobreviviente de sí mismo, no estaba en nuestros cálculos llegar a la tercera década del siglo después con Charly grabando de nuevo. Su legado de los 70/80 luce una imponencia abrumadora. ¿Cómo puede sonar Charly en el año 2020?

Casi siempre incomprendido en su contemporaneidad, rara vez se lo oyó en tiempo. Sorprende leer en  Esta noche toca Charly, el gran libro de Roque Di Pietro, que cada vez que presentó uno de los clásicos que hoy gozan de consenso unánime se lo subvaloró, se lo juzgó con mezquindad y nula perspectiva de la relevancia de la obra que iba dando a luz. Hoy hay muy buenos músicos en Argentina, ninguno puede ofrecer el vértigo artístico que acaecía en una de aquellas noches en que tocaba Charly.

En los 90 produjo dos obras geniales y todavía no del todo asimiladas: La hija de la lágrima y Say no more, concebidas en el ojo de su propia tormenta. Charly ya no trataba de convencernos de su evidente majestad, estaba en guerra contra la nada. Por si alguien no cayó del catre: la nada de los 90. "Say no more" es la canción del disco Say no more, aparecido cuando Charly significaba para la prensa especializada... "problemas". Vayan y lean las críticas de los cronistas especializados, explayándose acerca de la demora que llevaba Charly en salir al escenario, su "falta de profesionalismo" y cuán poco se prestaba atención a la música que él estaba ofreciendo.

Todo se había ido de control, de hecho la presentación de Say no more se fue de control. Ahora que las entradas de un show de García se agotan a la hora de ponerse a la venta, puede sonar raro que en la presentación de Say no more el Opera estuvo semivacío las dos primeras noches. Charly abandonó el escenario a poco de empezar la segunda y no hubo tercera noche. Se venía la noche oscura del alma. Es que discos como La hija de la lágrima y Say no more no toleraban en su esencia artística presentaciones convencionales. No las tuvieron.

El consenso acerca de la prevalencia de Charly llega hoy hasta finales de los 80; algunos lo sitúan en Cómo conseguir chicas, otros en De mí, discos brillantes, pero que ya corrían con desventaja comparativa respecto de la cima de la trilogía sobrehumana: Yendo de la cama al living, Clics Modernos, Piano Bar. Hoy resulta inconcebible que un artista vivo pueda sacar tres discos así al hilo, de a uno por año. ¿Volverá a repetirse algo así en la vida que nos queda?


El siglo XXI resultó complicado. La gran hazaña de Charly parecía ser vivir. Quizá su inspiración se hubiera agotado después de hundirse en el abismo de su época oscura. El dilema desde entonces fue qué hacer con Charly vivo, aparte de celebrarlo. 

Spinetta se fue antes y disparó una seguidilla de tributos extenuantes, de concepto artístico reaccionario, "ayer fue mejor", con versiones que nunca se podían poner a la altura del original. Basta de tributos al Flaco por favor. El problema con Charly es que sigue vivo y cuando menos se lo espera brinda alguna señal de supervivencia artística. Ya nadie puede esperar el ardiente estremecimiento de la conmoción de aquellas noches flamígeras de los 80. Solo verlo caminar dificultosamente en los escenarios y cantar con un hilito de voz con expresividad todavía notable emociona.

Cómo grabar a Charly es un problema que se debate en la práctica desde la caótica gestación de Kill Gil, en sus versiones pirata (2007) y oficial (2010), El Concierto Subacuático (2009), 60x60 (2012) y Random (2017). Porque Charly es todavía todo Charly, aunque le quede solo una llamita de la energía de los años de fuego. El repertorio es el argumento indiscutible. Los registros en vivo, retocados en estudio, y la manera adecuada de grabar al Charly real con los recursos de este nuevo siglo en el que hasta un palurdo suena correcto son dilemas a resolver. 

Kill Gil, cualquiera de sus versiones, marca el ejemplo de la dificultad de que un productor artístico discipline una fuerza entrópica que tiene sustancia suficiente, si se la sabe encauzar, como para producir obras sobresalientes. Hay grandes momentos ahí en medio de un todo desdibujado. Random fue la vuelta a los estudios que nadie esperaba. El desafío era hacerlo sonar bien. Hay algo de elegancia en estas pequeñas piezas tardías, momentos atesorables como "Lluvia" o "Mundo B". Pero Charly no es solo un compositor tremendo y un letrista extraordinario, también es una voz única en la música popular argentina. Cuando aparece su ternura salvaje por primera vez, medio siglo atrás, en momentos perfectos como "Quizás porque" o "Confesiones de invierno", emerge un realismo vocal, una veracidad en el decir que rompe con los moldes de los cantantes correctos. Charly era demasiado para ser solo correcto, su cualidad de cantante es igualmente superior.

Hoy esa voz no convencional, afinada y ápera, puede escucharse en discos y en numerosos registros en vivo que fueron apareciendo. Los que nacieron después de Say no more no tienen idea de lo que pasaba cuando  Charly tenía una buena noche. Random fue un disco en el que su círculo quiso ponerlo en órbita con canciones nuevas y sonido correcto. La voz tuneada y los trucos de estudio lo vuelven un disco frío, algo que no podría decirse jamás de Vida, de Piano Bar ni de Say No More.



Hace unas semanas se editó Pettinato plays García, disco acreditado a Roberto Pettinato como una especie de vuelta al ruedo de un músico que ha tenido sus propios problemas y apela al fundamento compositivo de Charly para darle consistencia a su regreso. Se trata de la banda del saxofonista haciendo un tratamiento jazzístico de algunas de esas canciones de Charly que están entre las menos conocidas, las raras que aparecieron desde el principio, como "Tango en segunda", que siguieron apareciendo en cada disco, sin destino de hits, complejas, intrincadas y geniales. Una parte de los temas son versiones instrumentales entre las que se cuentan un inédito de García, "IPad Church Number 9," de una originalidad melódica que certifica su procedencia.

Yo prefiero escuchar Pettinato plays García como la respuesta más sagaz a la pregunta de cómo se puede grabar al auténtico García en 2020, en el plan Constant Concept que Charly encarnó desde los 90. Pettinato acierta cuando pone la voz de García al frente y sin efectos, tal como hoy sale de su cuerpo frágil, con verdad conmovedora. Al fin y al cabo lo que más le valoramos a Charly es esa dosis brutal de verdad que siempre impuso. La continuidad de esa veracidad frágil y cruda está hoy en este disco que acaba de salir sin ningún truco de audio. Charly tal como es. Eso ya es un gesto artístico a la altura de la historia. Un disco de Charly de 2020 como hace rato no teníamos.