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lunes, 6 de abril de 2020

La extraña noche en que no salí de casa (La otra.-radio: FIN)

Penúltimo bloque de La otra, acá
Último bloque de La otra, acá


por Oscar Cuervo
Ilustración: Lucía Villalobos

El domingo pasado a esta hora estaba todo dispuesto para emitir La otra.-radio, previamente grabado y editado durante la semana. No pudo ser: las máquinas o algún eslabón en la cadena humana impidieron que lo que estaba listo no saliera al aire. Por el gran esfuerzo dedicado a armar el programa con la colaboración de todo nuestro staff  y ante la incertidumbre de garantizar la emisión en tiempo y forma, decidí personalmente que este fuera el último programa de este ciclo. Cuando todo se aproxime a la normalidad, volveremos a pensar cómo, cuándo, dónde queremos que siga La otra.-radio. Esta contingencia es una señal para invitarnos a  renovarnos, tomándonos todo el tiempo necesario.

Como algunos fragmentos del programa fueron emitiéndose en forma desordenada y sin que nuestros oyentes lo supieran a tiempo, estoy convencido de que vale la pena que se hagan accesibles en el blog:  son los dos últimos bloques de un ciclo que por ahora no sigue.

El editorial político conserva su vigencia, curiosamente, a pesar de que 7 días en el mundo actual pueden hacer caducar cualquier ocurrencia de coyuntura. La base de esa columna decía y todavía dice que la pandemia y la cuarentena no interrumpen los conflictos políticos, sociales y económicos del país, a pesar de que algunos esfuerzos apelan a una deseada unidad nacional para enfrentar la emergencia.

Las decisiones políticas del gobierno de Alberto y Cristina lograron que hasta el momento la emergencia sanitaria no escale hasta lo inmanejable, como sucede en países como Brasil, EEUU, Gran Bretaña o Ecuador, para citar ejemplos donde la calamidad de la infección se vio potenciada por liderazgos políticos calamitosos y criminales. En Argentina, la pandemia no causó una crisis política. Hoy parecemos un país civilizado.

La pandemia tendrá costos económicos muy severos. Pero el gobierno y un gran consenso social sostienen la prioridad de proteger las vidas como un principio no negociable. Afortunadamente no nos gobierna alguien como Bolsonaro, Boris Johnson o Lenín Moreno. Alberto parece la persona adecuada para ponerse al frente de esta circunstancia inédita. Tenemos que estar muy agradecidos de que no esté macri al mando del Poder Ejecutivo.

Pero las clases dominantes que apoyaron con firmeza el desastre macrista ya están presionando al gobierno democrático para que su lucro incesante no se detenga ni ante el costo de las vidas. El presidente hizo un esfuerzo por cerrar "la Grieta" pero la derecha no cambió: apuesta al fracaso del gobierno. Aunque cueste creerlo, el interés de las clases dominantes, aún con sus propias contradicciones, es que la catástrofe que hoy viven Brasil o Ecuador se repita en Argentina. La derecha siempre hace política con la muerte, no es novedad. Lo infrecuente es que un gobierno no  ceda diligentemente a las presiones de los rapaces. Si lo hiciera, como pasó en otras circunstancias menos difíciles, el gobierno perdería su legitimidad. La derecha aprieta y si consigue lo que reclama, vuelva a apretar por más, hasta vaciar al poder político de autoridad ante su base social.

Hace una semana los sectores más concentrados de la economía presionaban a Alberto para que levante la cuarentena. Techint tomó la delantera con 1500 despidos que sonaron a amenaza a la estabilidad social conquistada. El presidente no cedió ni piensa hacerlo, como lo manifiesta en la entrevista que ayer le concedió a Horacio Verbitsky.



La pandemia, si es que sirve para algo, es para iluminar con luz cruda los intereses inconciliables que atraviesan la historia nacional desde hace décadas y no se han interrumpido. Incluso cuando la pandemia pase el conflicto seguirá pendiente.

Carla Maglio comentó en su columna un par de textos a tener en cuenta para pensar la post-cuarentena: "¿Y después del encierro? Lo que nos espera cuando se aplane la curva del coronavirus", aparecido en el sitio español El Confidencial; y “Chinese Virus,” World Market, publicada en inglés en la revista digital n + 1 

Cristian Bonomo hizo su breve y exquisita columna musical dedicada al compositor Jean Philippe Rameau, un compositor francés del siglo xviii al que Cristian considera entre los más grandes de la historia de la música. Con las piezas breves que nos hizo escuchar a Cristian no le costó convencernos de que una vez más sabe lo que dice.

Todo eso lo escuchan acá.


En el último bloque la amada Rebekah del Río nos dejó "Llorando".


Santiago Santiago Segura nos hizo escuchar una canción muy linda del grupo Monotoro del disco El extraño día que no salí de casa, título muy adecuado para la ocasión.


Finalmente, hablé de Days, la película de de Tsai Ming-liang estrenada hace pocos meses en Berlín, ultimo gran festival pre Covid-19. La película es involuntariamente una elegía al mundo previo a la pandemia. Su escena central nos muestra un contacto íntimo, erótico y amoroso entre dos desconocidos. Tsai la filma con una ternura tan triste y serena que invita a pensar que vio el mundo que hizo posible la pandemia y el que se abre a partir de ahora. Más que ningún otro cineasta, Tsai parece afirmarse como el artista visionario del siglo xxi. Ampliaré en próximo post.


Y terminamos el programa con un mensaje que nos mandó Carlos, un amigo que vive en este momento en Barcelona.

Los invito a escuchar acá los últimos minutos de La otra.-radio (por ahora).

viernes, 14 de febrero de 2020

Parasite



por Carla Maglio *

Mientras veía Parasite, hace unos meses, me vino vagamente a la memoria una página de La imagen-movimiento. Y, la verdad, la coincidencia aparente entre lo que pasa en la película y lo que describe Deleuze como una de las modulaciones de la imagen-pulsión es llamativa. Salvo que Bong Joon Ho hiciera alguna declaración, no puede saberse y tampoco importa demasiado, si Buñuel, Viridiana y aun esta página influyeron en la imaginación de Parasite. La asociación con Viridiana, por otra parte, apareció, además, en varias críticas o comentarios sobre la película de Bong. Sin embargo, más que las similitudes entre Viridiana y Parasite, que me parecen solo superficiales, querría conversar sobre sus diferencias. Tengo la esperanza de que eso va a ayudar a explicarme por qué mientras una me parece una película extraordinaria, la otra apenas sostuvo mi atención. Otros desacuerdos con Parasite, otras objeciones, me resultan claras, pero el disgusto y sus causas son siempre más difusos.

Empiezo con una cita del propio Bong. Una cita, apenas un hilo del que tirar para comprender por qué no me gustó tanto Parasite. “La película -dice Bong- trata la cuestión de la desigualdad del ingreso, pero también es un thriller policial y una comedia negra, una película de género (en la que, por lo tanto, es posible encontrar) mucha diversión cinematográfica”. Y es de ese “pero” de lo que quiero conversar. Molesto y sin embargo elocuente “pero” porque, en efecto, en Parasite, se siente la tensión entre el deber de la denuncia y el placer del cine. Bong cree que “la tarea de un director es tratar de reflejar el tiempo en que vive” y a tal punto cree que el éxito de ese reflejo es importante, que cambió la estructura de Parasite para que el público pudiera entenderla mejor (sic). Lo que resulta de esta (inútil) dicotomía entre el deber de reflejar y una cierta idea de cine es una obra que no confía del todo en la potencia y en la capacidad de darse sus reglas en el mundo que ha creado.


En Viridiana, entre el ocio y la perversión pasiva del padre y la productividad sexualmente activa del hijo, se podría decir de ella, de Viridiana, que encarna, muy paradójicamente, el tercio abstracto y espiritual de su mundo. Pero en realidad lo que más hace es introducir en él otra cosa, distinta y sin embargo tampoco equiparable a ninguna de las anteriores. Los pobres de Viridiana, llevados por ella a la casa -que no son, por otra parte, exactamente pobres, sino marginales, habitantes de un mundo de desechos- no refieren de modo mecánico a ningún sujeto real, empírico, del mundo exterior a la película, por muchas similitudes que haya. Son criaturas de su propio mundo, lanzadas a la escena no para ejemplificar la brutalidad de la lucha de clases, ni la miseria a la que la inmoralidad del sistema los condena, sino para abrir la vía de una completa dislocación de ese sistema, solo posible, quizá, en ese mundo de la película. No tienen otro propósito más que el de llevar las cosas hasta su total agotamiento en términos narrativos, formales y aun políticos, si se quiere. La cuasicomunidad de marginales de Viridiana se entrega al puro gasto. No hay de su parte ninguna voluntad de apropiación de lo que tienen los ricos, ninguna voluntad de sustituirlos en sus posiciones. En rigor, no hay voluntad siquiera. Consumen, destruyen y se van, sin ninguna preocupación futura por el orden de las cosas que vinieron a trastrocar y sin comunicarnos tampoco ninguna inquietud por su futuro, porque el mundo en que han vivido es el mundo creado por Buñuel, que no se confunde con el mundo real y cuyas mutuas relaciones, bastante menos evidentes, en todo caso, queda a nuestro cargo hacer o encontrar.

Parasite, en cambio, carga con el peso de ese “pero”, de esa conexión adversativa a la que se obliga entre el mundo de la película y el de la vida real. Sus personajes tampoco, e incluso menos que en Viridiana, son representaciones realistas de personas que podamos encontrar en las calles de Seúl, pero tienen la obligación de fungir de ellos, de reflejarlos. Si en Viridiana había puro derroche y agotamiento, en Parasite, estos personajes son dotados de un programa que no persigue nada distinto que, a lo sumo, una sustitución de los elencos, sin que nada cambie – los pobres aspiran a ocupar el lugar de los ricos, o a acoplarse adecuadamente al medio de ellos. Esto es profusamente ilustrado y subrayado, al punto en que el joven Kim Ki-woo le pregunta angustiado a la hija -con la que ha establecido una especie de relación amorosa- de los dueños de la casa en la que él y su familia se han ido infiltrando como sirvientes si ella cree que él puede encajar en ese mundo de privilegios.


Sobre la cuestión de la representación de los pobres en Parasite y de la indulgencia a su carácter agresivo y aun malicioso, en virtud de que este sería el resultado inescapable de un estado de las cosas; pero también acerca de que, si esos rasgos son justificados, en cambio, lo que no se cuestiona nunca es el estereotipo del mundo de la pobreza, se han alzado ya algunas voces. Notoriamente, la de César González, en las redes. También, para un desarrollo algo más extenso de la cuestión, la de Jorge Loser, en el sitio Espinof.

Buñuel no necesita ser indulgente con los pobres, no está interesado en eso, ni en justificar su comportamiento voraz, porque no necesita tampoco explicar ni justificar, como si de términos correspondientes en una alegoría se tratara, el mundo de la película con el mundo real. Sabe que hay en el mundo de la película y en las lecturas que se hagan de ella algo que excede incluso a su hipotética voluntad autoral. Y al mismo tiempo confía en su apuesta y se desentiende conspicuamente de lo que no puede controlar (o hace como si se desentendiera, al menos).


En una película donde la puesta en escena, su proyecto formal, quiere ser tan dominante como en Parasite, la falta de confianza en el poder sugestivo de las imágenes que esa puesta entrega, o podría entregar, debilita cruelmente su potencia. Y, con todos los medios a su disposición y unas actuaciones notables, la entrega a una resolución pobre, tristemente moralizante y escasamente imaginativa.

Entre las razones de su éxito en Hollywood -para no especular con las que, sin duda, obedecen a las relaciones puramente mercantiles con una de las naciones más domesticadas del planeta, además de sus innegables virtudes técnicas y artísticas que a ninguna mujer ni hombre de la industria podrían pasarles inadvertidas- se cuenta que Parasite está colocada en el límite aceptable de la comprensión y de la imaginación crítica del mundo, para un establishment que, en esta coyuntura histórica y política, busca desesperada, casi conmovedoramente, ser crítico.

* Este comentario ha sido publicado originalmente en novistenada.

martes, 28 de enero de 2020

Cine y música: Lo mejor del 19

La otra.-radio del último domingo de enero 2020, para escuchar clickeando acá 

MÚSICA 2019: SELECCIÓN BONOMO


- Billie Eilish, When we all fall asleep, where do we go?



- Tyler The Creator, Igor


-Prince, Originals



-Thom Yorke, Anima



-Big Thief, Two Hands



- La lucha libre, Las flores


-
 Le Poeme Harmonique, Anamorfosi

Cristian Bonomo vino a sumar la selección musical de los discos del año que fue, que ya habían comenzado en posts anteriores Maxi Diomedi, César Colman y Santiago Segura (26 discos entre nuestros cuatro columnistas, que se van a completar con algunos más que elegiré yo en próximo post). Como historiador de la música, Cristian suele abarcar zonas de la música que se apartan de lo que el resto del staff de La otra conoce. Esto explica la inclusión en esta lista de Anamorfosi, el disco de Le Poeme Harmonique que trae una versión especial de Miserere, una obra barroca del siglo xvii cuya trascendencia él explicó durante el transcurso del programa. Esto no le impide gozar de la rabiosa contemporaneidad de Billie Elish o Tyler The Creator, que esa misma noche que hicimos el programa eran premiados en la entrega de los Grammys. Durante la emisión de La otra.-radio escuchamos canciones de los discos elegidos por Bonomo, junto con los motivos de su selección.



CINE 2019

Paz Bustamante:


- Fordlandia Malaise (Susana de Souza Dias)


- Bocamina (Miguel Hilari)


- Nunca subí el Provincia (Ignacio Agüero)


- I diari di Angela - Noi due cineasti - Capitolo secondo (Yervant Gianikian y Angela Ricci Lucchi)


- Longa Noite (Eloy Enciso)

Paz Bustamante optó por dos series de títulos entre los que ampliamente predominan los documentales (9 de 10): Un primer grupo de cuatro documentales y una ficción que se dedican a interrogarse cómo puede tratarse la memoria como materia cinematográfica.

Y un segundo grupo de documentales:


- Lluvia de jaulas (César González)


- El brazo del Whatsapp (Martín Farina)


- Las Facultades (Eloísa Solaas)


- Felix in wonderland (Marie Losier)


- Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese

Carla Maglio:


- When Tomorrow Comes, John M. Stahl (1939)


- Jalsaghar [El salón de música], Satyajit Ray (1958)


- O rio do ouro, Paulo Rocha (1998)


- Ugetsu - Kenji Mizoguchi

Carla Maglio, en lugar de elegir las mejores películas estrenadas durante este año, prefirió señalar los acontecimientos cinematográficos que le resultaron más destacables:
- La retro de John M. Stahl en Mar del Plata.
- El ciclo de Satyajit Ray en la Lugones.
- El ciclo de Kenji Mizoguchi en la Lugones.
- La retro Paulo Rocha en el BAFICI, con la presencia de la actriz Isabel Ruth quien, inesperadamente, en sus presentaciones no dejó de señalar sus discrepancias con el director cuyas películas protagonizó.
- La despedida de Luciano Monteagudo de su agadecido rol de programador de la Sala Lugones.
- La devaluación del BAFICI.
- Los signos promisorios del equipo de programadores de Mar del Plata.

Oscar Cuervo:


- Once upon a time in Hollywood (Quentin Tarantino)


- Dolor y gloria (Pedro Almodóvar)

Dos ficciones autoconscientes de autores en la plenitud del dominio de su estilo. De vínculo oblicuo con lo real, nunca como fuga del mundo, nunca como mera invención. En su magnificencia, se trata de dos ejercicios bien distintos de lo ficticio: la primera, dispersiva y lúdica; la segunda concentrada y melancólica. Ambas plenas de sensibilidad e intelecto.


- Dogman (Mateo Garrone) es la película maldita del año. Resistida o ninguneada por gran parte de la crítica, Dogman es el retrato devastador de una comunidad que emerge de una catástrofe elidida. El gran cine italiano en la era de los dioses que han huido.


- Lluvia de jaulas (César González) marca un hito en la cinematografía argentina. El NCA ha muerto definitivamente justo cuando esta película logra desbordar las estrecheces formales, temáticas, de perspectiva que rigieron la filmografía local de las últimas dos décadas. El nacimiento de una visión.


Rolling Thunder Revue: A Bob Dylan Story by Martin Scorsese es la película buena que Scorsese hizo para Netflix este año. Casi que no podía fallar. Este documental apócrifo demarca su territorio con una triple advertencia: el protagonista advierte que no se acuerda de nada de esa gira de mediados de los 70 -su mejor época-, a la vez que avisa que solamente dice la verdad cuando está enmascarado -ética inversa a la aplicada por el propio Scorsese en los cyborgs que ponen la caripela en The Irishman. Además, el seudotestimonio empieza y termina con una cita de Melies que exhibe su clave ficticia. Dylan sigue construyendo su biografía falsa. Scorsese parece haber nacido para filmar la gran saga dylaniana.



- En el cortometraje Parsi, las poéticas de Eduardo Williams y Mariano Blatt parecen haber nacido una para la otra. Williams funciona mejor en las formas breves y sincopadas del rap de Blatt. El grano de la voz impregna esta fuga por el suburbio global de una argentinidad ensoñada.



Cairo Affair: Con sigilo, Mauro Andrizzi se erigió como inventor y máximo referente de un género: el absurdo cosmopolita. Todo lo que vemos en este mediometraje podría ser la fabulación de una mente conspiranoica, pero todo es verdad. Con un humor conciso y sin gags, Cairo Affair atestigua el disparate en el que se convirtió el mundo.

Menciones especiales: Bamboo dogs (Khawn de la Cruz) – Sueño Florianópolis (Ana Katz) – El profes1on4l (Martín Farina) – Un rubio (Marco Berger)






EL PROFES1ON4L - TRAILER OFICIAL 2019 from Martin Farina on Vimeo.

domingo, 26 de enero de 2020

Noche ardiente: lo mejor del cine y de la música del año que fue

Ultima parte: hoy a las 12 de la noche en Radio Gráfica, online acá


Durante todo enero estuvimos echando una mirada retrospectiva a lo mejor que 2019 nos dejó. Hoy terminamos con este racconto: cine y música. Participan Paz Bustamante, Carla Maglio y Cristian Bonomo. 

Y en la política argentina nunca se pueden hacer raccontos: la realidad nos supera continuamente. 

FM 89,3, 0 hs.

domingo, 22 de diciembre de 2019

Vitalina Varela y el último cine de Pedro Costa


por Carla Maglio *

Algunos rasgos del cine de Pedro Costa aparecen en sus últimas películas de un modo que las aleja y las separa de las anteriores. De un modo que obliga también a mudar de crítica. La oscuridad de la puesta en escena; la rarificación de los espacios; el recorte de los episodios más lacerantes de entre los azarosos y variados hechos de las vidas de los negros, de los inmigrantes, de los pobres; la transformación como por una alquimia defectuosa de ese dolor en puro padecimiento y parálisis, o en vida fantasmal; la disminución progresiva de la palabra se volvieron, desde Juventude em marcha en adelante, rasgos demasiado presentes en las películas de Costa -aunque dude al decirlo, casi en marcas. Si escuchamos las voces de los protagonistas, es solo para oír sus lamentos, quejas febriles que nos llegan apagadas o apagándose. 

Nada de todo esto parece justo con las personas cuyas vidas se entraman hasta confundirse con las de los personajes de estas películas. Y quizá lo que ellas -las películas- pidan sea eso: que deshilemos esas tramas en lugar de condonarlas. Anotemos, comoquiera que sea, cuanto menos, que no es justo con la locuacidad; ni con el particular gusto por la conversación; ni con el talento de esas personas para las descripciones, de una minuciosidad que el mundo casi ha perdido u olvidado. No es justo tampoco con sus voces de cadencias y proliferaciones que deslumbran cuando se las descubre, algo que, creo recordar, se veía y se escuchaba muy claro en Casa de lava, por ejemplo. Es quizá paradójico que con tanta frecuencia se diga que Costa hace, precisamente, justicia. ¿Qué justicia es una que nos borra las fiestas, los bautismos, los matrimonios, las celebraciones colectivas? ¿Qué justicia, la que nos entrega cada vez más muertes, o muerte, y nunca nacimientos? ¿Estas supresiones vienen, entonces, a hacer justicia o violencia?

Desde un punto de vista del todo opuesto al que acabo de sugerir, Miguel Savransky ha escrito para La Vida Útil un artículo especialmente riguroso en el que, se podría decir, responde de antemano a mis malestares.



Vitalina Varela trae nuevas inquietudes que se agregan a estas. A pesar de toda la libertad que se asume en la obra de Costa -por la ausencia de guion, o por el modo de trabajo con los actores, entre otras cosas- sus películas dejan, sin embargo, una sensación de fuerte rigidez. Para esta ética cinematográfica, cada escena y aun cada plano son y deben ser igualmente intensos y comunicar con la misma eficacia una misma idea o emoción. Casi podría decirse que cada plano aspira a sostenerse por sí mismo, incluso separado de la película. De esta exigencia de intensidad pareja y constante, aun más que de aquellos rasgos sombríos que comentamos más arriba, es que viene esa rigidez, ese ahogo, que se siente en la película. Quizá, esa busca de intensidad y de eficacia, esa elisión de mesetas y de dudas mutilen la potencia del virtuosismo de Costa más de lo que colaboren con su despliegue o su transformación en otra cosa. Incluso, si el resultado no puede dejarnos menos que boquiabiertos. Las diferencias internas a las que es capaz de dar lugar una obra, los quiebres, las texturas desparejas, hasta el presentimiento de sus vacilaciones suelen ser inseparables de la belleza, la verdad, o la vida de  películas. 

En Buenos Aires, durante la presentación en Malba de Vitalina Varela, mientras hablaba de su trabajo en la película, Costa se refirió al deseo casi como sinónimo de intensidad. Esa dudosa equivalencia que introdujo al hacer de intensidad y deseo términos conmutables parecería volver más aceptable la exigencia de que cada plano, en el momento de su rodaje, o en el de montar, soportara una intensidad semejante. Sin embargo, aun si se acepta la equivalencia, es difícil de todos modos aceptar también ese mandato o reconocer esa descripción.


Desde Juventude em marcha [2006], el encierro del cine de Costa en un mundo espectral dominado por la pura forma, del que queda fuera toda la potencia -una potencia que sentía en los protagonistas, pero también en los lugares, que eran lugares, no espacios indeterminados- de películas como Casa de lava [1994], Ossos [1997], o No quarto da Vanda [2000] no deja de acentuarse. La distancia es la que va entre aquel travelling de Ossos, en el que, mientras el personaje del padre camina por la calle llevando en los brazos algo que parece un paquete, pero que intuimos o sabemos, ya no recuerdo, que puede ser su bebé (una de las escenas más terribles que pueda imaginarse), una niña del barrio muestra de sesgo su sonrisa pícara y descarada a cámara -entre ese travelling- y los rostros siempre graves o sufrientes de Vitalina Varela. Toda esa imposición, esa clausura, esas exigencias, resultan en una rigidez asfixiante y, peor, resultan en una lamentable confusión. No, acerca de lo que está pasando, claro: una confusión más grave sobre los personajes, sobre las emociones, sobre las vidas.

Para terminar, algo más, aun. No estoy segura de que esa rigidez falte solo a la justicia con los hombres y mujeres pobres, negros, migrantes caboverdianos. Me pregunto también por la historia del cine portugués, tan abierto a todas las inciertas formas de la belleza, de donde le llega su gloria.

miércoles, 23 de octubre de 2019

Rubio en La otra

Primera parte, esperando a Rubio, acá
Segunda parte, Rubio llega, acá


"El tiempo es una verdadera cagada. Se pierde la cintura, se pierde el pelo, se pierde la función eréctil, se pierden los valores: alguien capitaliza todas esas pérdidas, pero no se sabe dónde está y la mayoría no cree que exista" escribió en su diario Alejandro Rubio el 7 de mayo de 2007 -en realidad todas las entradas de su diario las escribió el mismo día. 

En ese entonces para mí era Maiakovski, un comentador del blog La Lectora Provisoria, como yo, que no sabía que él era uno de los poetas de los 90. Yo ni sabía que los poetas de los 90 existían y concitaban todo tipo de polémicas que todavía no entiendo, porque de poesía ignoro todo. 

Miento: leí a Perlongher, algo de Leónidas Lamborghini, me gusta mucho César Vallejo y T. S. Elliot traducido al castellano. Me gusta San Juan de la Cruz, que en realidad era Yepes, judío con verso. Lope de Vega y pará de contar. Sé que todos esos son muy buenos, lo sé yo mismo. Pero los poetas son tantos... A todos los desconozco. Por ejemplo, no tengo idea de Martin Gambarotta, que escribió Punctum, a quien Rubio se refiere constantemente.

Alguien después me dijo que el mordaz polemista, filoso, despiadado Maiacovski que firmaba en el blog que editaba Quintín antes de volverse loco (ahora lo sigue editando, pero ya nadie lo lee), era el reputado poeta Alejandro Rubio.

Después vi Imagen mala, una película muy buena de Sebastián Lingiardi y ahí aparece Rubio diciendo algunos poemas y empieza a interesarme. Después resulta que me dice Paz Bustamante que Rubio escucha La otra.-radio y es fanático del programa, cosa que sube mi autoestima. 

Hace pocas semanas un domingo a primera hora el mismo Rubio me manda un messenger solicitándome que haga una reseña de la actuación de King Crimson en Buenos Aires. Lo hago esa misma noche, atendiendo a gentil pedido.

Lo único que faltaba era que Rubio viniera a La otra. Me mandó a decir que no era cinéfilo, que cuando viniera iba a hablar de Cine de Superacción. Bueno, como fuera, yo tenía que leer algunos de sus libros, porque si no conocía nada de nada de su poesía era un papelón.

Entonces en estos días pedí prestado y leí . Rubio escribió por ejemplo "El problema del insomnio":

Que se acabe la comida, que se acabe la yerba
y que alguien te llame por teléfono para decirte
en tono comedido: acá estamos preocupados por vos.
¿Acá están preocupados por mí?
¿Allá están preocupados por mí?
No estoy ni acá ni allá, estoy
colgado de un hilo por la voz
hueca y un poco confusa, 
como si los parásitos me comieran de abajo arriba.
Por suerte tengo un quiosco enfrente, domino
la historia y no siento frío.
Estar solo es como descubrir en un bloque de hielo
un cuerpo vagamente parecido a tu primo.

También:

Junto a la cama un orinal
un libro de Mao en la repisa
y en la cabeza una divisa
nunca votar a un radical.

Bueno, leí lo que pude antes del domingo, pero el tipo escribió muchos libros, así que no llegué a leer lo suficiente como para hacerle una entrevista sobre su poesía. Así que venía a la radio a hablar de Cine de Superacción pero, sobre todo, a una semana de las elecciones que vamos a ganar y tres días después de que el peronismo celebrara unido su primer 17 de octubre en décadas, de lo que íbamos a hablar era de política.

Rubio llegó como una hora y pico tarde: por los trenes. Entró como una tromba al estudio y desde ese momento el programa fue casi enteramente suyo. De poesía habremos hablado dos minutos. Dos minutos del gusto compartido por el cine de Hitchcock, hablamos un minuto de Quintín y uno de Tomás Abraham. El resto hablamos del peronismo, de Alberto y de Cristina, de macri, de dónde va a salir la guita para el próximo gobierno.

Rubio tiene voz áspera y un tono cortante que sale bien en radio. Yo le digo que tendría que hacer un programa y él me dice "ni en pedo".

- ¿Cómo ves este momento?

- Ganamos irreversiblemente. Basta de suspenso inútil, esto no es Hitchcock. Lo sabemos todos, el pueblo lo sabe. Nadie, ni ellos ni nosotros están nerviosos por el resultado de las elecciones. Ya está. Nadie está al comando del estado, no hay administración técnica, Lacunza no administra nada. Están quemando lo más posible la guita del Banco Central hasta el diez de diciembre, punto final. No hay administración de nada, ni siquiera del tipo de cambio: tenemos tantos dólares, el dólar vale tanto. Eso es lo que se está administrando, una boludez, lo puede administrar un contador eso. ¿A quién llamo si yo tengo una emergencia ahora? A nadie. ¿Con quién hablo si soy un embajador extranjero y tengo que hablar algo urgente? Con nadie. ¿Qué pasa si hay un incendio ahora en Ezeiza? ¿Quién se hace cargo del operativo de emergencia? Nadie organiza, nadie coordina, no están, se han ido.

La parte en que llegó Rubio hasta el final del programa, la pueden escúchar acá.

La hora y pico de programa antes de que él llegara, con Carla Maglio y Paz Bustamante hablamos también del peronismo y de otro tema. Incluso discrepando, acerca de los criterios políticos con que se mide la presencia -o falta- de mujeres cineastas en la programación del Doc Buenos Aires, pero también de la dirección del Festival de Cine de Mar del Plata por primera vez a cargo de una mujer, Cecilia Barrionuevo, que se dispone a empezar su segunda oportunidad, pero cuyo debut como directora, el año pasado, tuvo -para mí, ojo- un resultado penoso.

La parte en la que Rubio no había llegado, clickéen acá. Empieza con la Marcha Peronista en versión heavy.

Hubo otra parte del programa en la que despedimos a Lucas Carrasco, esa ya la publiqué ayer.

martes, 22 de octubre de 2019

Lucas Carrasco

La otra.-radio del domingo, para escuchar clickeando acá



La última vez que vi a Lucas Carrasco fue el viernes 7 de junio de 2013. Nos despedimos con un abrazo en la panchería que está en la esquina de Corrientes y Talcahuano. Él me dijo que no lo matara en el blog, le dije que mi intención no era matarlo pero le iba a discutir si seguía escribiendo cosas que me parecían mal. Habíamos caminado desde la sede de Ciencias Sociales de Santiago del Estero al 1000, unas catorce cuadras discutiendo de política sin ponernos en casi nada de acuerdo. Lucas ya había dado un giro político drástico, con un tono que me parecía inaceptable. Aún con esas diferencias, nuestro último encuentro personal fue afectuoso.

Esa tarde nos había invitado Gabriel Medina de la UES de Sociales a debatir sobre blogs, redes sociales y prensa. El audio de la charla todavía se puede escuchar clickeando acá. Yo lo acabo de escuchar antes de escribir esto y me encuentro otra vez con Lucas con algo interesante para decir. Él cierra la charla de 2013 así: "Si nosotros perdemos el campo de la rebeldía, se va a poner de moda ser de derecha". Me gustó volver a escucharlo seis años después. Me gustó escucharlo a él.


Después nuestra distancia política y personal fue creciendo, yo le seguí discutiendo a través del blog, cada vez más enojados, hasta cortar todo vínculo. La historia casi completa de nuestras conversaciones, las visitas de Lucas a La otra y las últimas peleas se pueden leer acá. Nunca peleamos en privado.

Hace un mes me enteré de que había sido condenado en primera instancia a nueve años de prisión por el cargo de abuso sexual agravado y algo dije en la radio.

Él estaba esperando en libertad el fallo definitivo. Su última nota la publicó en Noticias Entre Ríos el 28 de septiembre pasado, unos días antes de aparecer muerto en Paraná. La nota, titulada La otra versión sobre mi condena, termina diciendo:

"...ahora en estos días, presentaré la apelación y lucharé todo lo posible porque se haga justicia. Mientras tanto, merezco ser tratado como inocente hasta que haya condena firme. Si la hay. Que no creo.

Lucas eligió ilustrar la que iba a ser su última nota con la tapa del número 26 de revista La otra, que le dedicamos en otoño de 2012 y también encabeza este post. No sé por qué eligió esa tapa, pero me sentí tocado.

La primera vez que hablé con él fue el 25 de enero de 2010. No fue una conversación privada sino una entrevista radial que salió al aire por FM La Tribu, una telefónica que él atendió desde Paraná a eso de las doce y media de la noche del domingo. Fue una entrevista rara, que se alargó por cuarenta y cinco minutos, bastante más allá de lo previsto, porque él estaba entonado y se bandeaba continuamente entre el disparate, la ofensa y la amabilidad. Antes solo lo había leído en su blog República Unida de la Soja y creo que él todavía no había aparecido en los medios grandes de Buenos Aires. Piloteamos la situación y salió una buena nota. Curiosamente esa noche la grabadora de FM La Tribu no funcionó, así que no queda registro de eso. "Por suerte", dijo Lucas.

Sí tengo registro de la reacción de Lucas posterior a esa charla. Ese lunes a las cuatro de la tarde recibí un mail suyo:

Hola, Oscar.

Venía de mi reunión semanal de amigos en el bar, y ni me acuerdo qué dije. Pero por los comentarios, parece que dije cualquier cosa.

Espero que no te hayas ofendido, que no te haya ofendido, y si es así, te pido disculpas.

Un abrazo.


Le contesté al toque:

No, Lucas, no me ofendí nada. Sólo me sorprendían algunos giros que tomaba la conversación y que no se explicaban para nada por lo que yo te estaba diciendo. Los que escucharon dicen que fue divertida. Pero está todo bien, la seguimos en cualquier momento

un abrazo

Oscar

Todo fue entre un abrazo y otro.

Este domingo me pareció que tenía que decir algo en la radio cuando me enteré de su muerte. En el programa estaba invitado el poeta Alejandro Rubio pero estaba atrasado por los trenes así que mientras él no venía conversamos unos minutos con Carla Maglio. Fue una deriva por la muerte de Lucas, algo de su vida, la crueldad de Fassbinder, el peronismo y las bajezas que se escriben en twitter.


Pueden escucharlo clickeando acá. De repente entró en el estudio Alejandro Rubio y ahí empezó otro programa, que voy a subir más adelante.

miércoles, 7 de agosto de 2019

Programa para convencer indecisos

La otra (5/8/2019): un programa que es una película que es una memoria para descargar acá


En 1975 Lou Reed graba Coney Island Baby, su sexto disco solista, uno de esos de contar historias de personajes urbanos, dedicado a una chica trans llamada Rachel de la que Lou estaba muy enamorado. Era el último que grabaría para la RCA después del controversial Metal Machine Music del que ya hablamos. La compañía le había acercado al tecladista Michael Fonfara para emprolijar el audio después del desquicio que Reed había demostrado ser capaz de generar con el disco anterior."Yo sé que me aconsejás por el bien mío- le dijo Lou a Fonfara-, pero no quiero que mi música suene perfecta, al contrario, quiero que arruines el sonido para mí. Si vos no lo hacés, lo voy a hacer yo. Y a mí no me importa si está mal, queda bien así". Se entiende, ¿no? Por eso hoy podemos escuchar Coney Island Baby como música de ahora.

Por ese mismo año, Willy Villalobos, integrante de la línea fundadora de La otra, caía preso a disposición del Poder Ejecutivo encabezado por María Estela Martínez de Perón (a) Isabelita, lo que le garantizaba cierta posibilidad de supervivencia, lo que se verifica por el simple hecho de que Willy participó en la audición de radio del domingo a la medianoche en la que citamos esa frase, ese disco y ese amor de Lou. Cierta posibilidad de supervivencia, digo, porque a pesar de revistar en ese carácter "a disposición del PEN" a muchos compañeros se los asesinó igual aplicándoles la llamada "Ley de Fuga", tal como relata Willy en el programa. 

Foto: Mercedes Arias

Esta audición es además una película que está haciéndose mientras sale al aire, dirigida por Martín Farina. Es decir, el programa es una escena de esa película en la que Willy cuenta las memorias más graciosas de sus años de paso por diversos penales por los que fue siendo trasladado hasta que los milicos lo expulsaron del país. No quiero espoilear la película que todavía no está terminada y para colmo no es mía. Es de Martín. O sea, el programa lo conduzco yo, con el apreciable (¿o se dice inapreciable?) aporte de Carla Maglio y Maxi Diomedi, que es quien cuenta el episodio en la vida de Lou. Pero la película la dirige Martín y las memorias las cuenta Willy, mientras todos reímos al enterarnos de que Roberto Perdía sigue diciendo aún hoy que la Contraofensiva Montonera aceleró el final de la dictadura. Carla dice que ella entrevistó a Perdía a fines de los 90 y él ya sostenía esta tesis. O sea, todo resulta hoy un poco más gracioso. El programa de radio es del género comedia, la película que está haciendo Martín no sé, porque, a diferencia del audio que pueden descargar clickeando acá, de esa película no tengo el final cut

Yo tuve el final cut de Sábato y los amantes regresivos de la oscuridad, una de cuyas capturas de pantalla subió hace días a su instagram Esther Díaz, mujer nómade, sin citar la fuente. Supongo que en los créditos de la película de Martín, en cambio, voy a aparecer.

En los relatos de sus años de cárcel Willy trata de trasmitirnos la idea de que, aún en esas condiciones que para todo pequeño burgués funcionan como el fantasma de lo insoportable, existe un margen para la libertad y la alegría. Y que el recordar es una facultad del instante presente, no del pasado. No me pidan que ahora siga contando porque después van a saber la película sin verla. Aunque ya pueden escuchar la audición. Nosotros no hacemos podcasts, sino audiciones.

El instante presente es esta semana en la que la sociedad argentina empieza a decidir si se arroja definitivamente al abismo que macri le propone o muestra una vocación de vivir. Paenza dice que si en estos días cada uno convence a al menos una persona para que vote la fórmula de Les Fernández, el efecto multiplicador hará que juntemos varios millones de votos. Vaya este programa como nuestra humilde contribución para ver si después de escucharlo convencemos a un aún indeciso.