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domingo, 11 de julio de 2021

Quintín, Seúl y los espectros

Cinefilia de derecha y crítica política 


La nota que sigue debe leerse teniendo en cuenta los siguientes antecedentes: 

- Editorial de Roger Koza de su programa de radio La oreja de Bresson (primeros 24 minutos):
 

- Nota "Ficciones peligrosas" por Roger Koza, acá.

- Nota "Los verdugos también lloran", por Nicolás Prividera, acá.


En la estructura subjetiva predominante en la crítica cinematográfica argentina actual la operación Quintín/Seúl no se considera algo que concierna a la crítica: parece suponerse que la crítica cinematográfica sólo consiste en hablar de películas y la crítica misma no es objeto de reflexión. Parece un enredo pero es uno de los problemas más interesantes que un crítico tiene para pensar: sobre qué fundamentos se basa su juicio estético. Si solo habla de películas, su objeto está bien planchado, no corre riesgo de que se cuele el mundo. Cuanto más cerrado el plano, más mundo fuera de campo. Pero la operación Seúl/Quintín es un asunto de la crítica cinematográfica porque hace al vínculo del cine con el mundo.

Lo que impera, en cambio, es una especie de pacto de caballeros muy careta: «querido Tal, estimado Cual», según el que es preferible no entrar en problemas y reducir la escritura sobre cine a escribir sobre películas. Pero la producción cinematográfica no es autónoma, no habría películas sin aparato de producción, distribución y exhibición. Tampoco habría crítica de cine sin un aparato que la sostenga: por un lado, la tradición crítica en la que la crítica se inscribe; por otro, el proyecto político -en sentido amplio, no de filiación partidaria- desde el cual escribe. Cuando un crítico habla sobre películas lo hace en el mundo, con otros, para otros, contra otros. Pero en muchos textos se ven las huellas del empeño por desalojar el mundo del texto. Un recurso de moda es hablar de las sensaciones que el crítico tiene al ver una película, lo que no es irrelevante, pero tampoco sale de la nada, también se funda en una posición.

La clave es esta: el crítico de cine mira y escribe desde una posición pero pensar las posición propia es algo molesto, hay una tendencia fuerte a eliminar todo pensamiento sobre eso. Entonces se apela a metáforas espectrales en las que parecería imposible detectar la posición del que escribe.

Igual no es posible: el que se hace espectral cuando escribe sobre cine lleva a cabo un acto muy concreto de irrealización de sí mismo, lo cual no deja de ser una posición política alienada.

miércoles, 8 de julio de 2015

Quintín: Indie Estatal


Vienen por todo
otra vez
nadie va a detenerlos
ni nada los puede detener.

Vienen por todo
vienen por mí
y nadie parece darse cuenta.

En San Clemente
ya no sale el sol
y no me animo a abrir la puerta
prendo la tele
enciendo el monitor
y solo veo gente muerta.

Vienen por todos
vienen por mil
y estoy twitteando más de la cuenta.

Nazis, soviéticos
agentes de la Side
bananas en pijama
y amigos de Oyarbide
vienen por todo otra vez
vienen por todo otra vez
vienen por todo.




















lunes, 29 de junio de 2015

Qué noche kirchnerista de mierda




En la capital de Tierra del Fuego, el ex concejal Walter Vuoto recuperó a manos del peronismo el gobierno. Luego de 30 años, el PJ se adueñó de las 3 ciudades y de la provincia. Con el total de las mesas escrutadas Walter Vuotodel Frente Para la Victoria 22.51 por ciento superó a Héctor Stefani del PRO que lo siguió con el 18.43 por ciento. (Completo acá)

lunes, 25 de agosto de 2014

Los críticos de cine y el negacionismo sofisticado

Porta Fouz, Quintín y Pando
Comentario a una nota de Prividera en Patologías Culturales, para escuchar clickeando acá



por Oscar Cuervo

Una de las novedades más interesantes de esta etapa de la historia argentina es la emergencia de una derecha moderna -para citar la expresión que usó hace poco Pino Solanas- que se cocinó silenciosamente durante los años neoliberales pero solo pudo mostrar su cara cuando la política volvió a ser percibida como una posibilidad práctica de la vida cotidiana. Posibilidad amargamente recusada por los que se quejan de "la grieta", que en los años anteriores vivieron apoltronados sobre un almohadón que la tapaba, cuando la política se replegó. Ahora esta derecha, bastante disgustada por tener que mostrarse como tal, espera que la política vuelva a retraerse, para que podamos habitar otra vez en la burbuja de la autonomía estética.

La derecha moderna estuvo cerca nuestro durante todos estos años. Y no nos importunaba tanto compartir espacios con ella. Antes de que la grieta se manifestara discutíamos acaloradamente, sí, pero sobre Baz Luhrmann o Lisandro Alonso. Cosa que no dejaríamos de hacer hasta hoy. Pero cuando la grieta estaba disimulada, nuestras diferencias parecían solo estéticas.

El otro día leí una nota de Nicolás Prividera que decía algunas cosas que ya conocemos, pero hubo una palabra que me llamó la atención: la palabra "negacionista" en medio de un párrafo donde polemizaba con el crítico de cine Javier Porta Fouz. Decía Prividera:

Unos días más tarde leo con estupor la reacción de algunos notorios críticos de cine al enterarse de la aparición del nieto de Estela de Carlotto. Reacción que puede resumirse en este tweet del mismo Porta Fouz: “¿Vieron cuando usan mucho el ‘todos’? Bueno, no me incluyan”. El contextual epigrama tiene la virtud de resumir también un doble rechazo, como si la comunicación gubernamental “para todos” se homologara a ese mainstream del que hay que despegarse para ser, precisamente, crítico. Lo que por definición es, desde ya, atendible. El problema no es expresar públicamente desagrado ante un hecho como este (cada quien sabrá por qué lo siente y por qué necesita vomitarlo), sino asumir una noticia de evidente contenido reparador –transmitida por todos los medios con igual ímpetu– desde la militancia antigubernamental (escudarse en que algunos organismos de DD.HH. han confundido su espacio con el del Estado es finalmente caer en lo que se dice criticar). Pensar que se trata de una “operación” preparada (durante años, incluyendo el “adoctrinamiento” del joven, según desliza otro crítico luego involuntariamente satirizado por la revista Barcelona) no es menos miserable que el seguir justificando la matanza o haber dicho “algo habrán hecho” mientras tenía lugar: de hecho esa misma reacción ilustra cómo fue posible todo eso. Y todo este incandescente despliegue “crítico” se ampara, en el mejor de los casos, en que “el derecho a conocer la identidad no da derecho a convertirla en propaganda” (la cita es de Quintín, y no es de las peores), cuando esa misma mención se convierte inevitablemente en parte de una “propaganda” negacionista

El uso de la palabra "negacionista" me iluminó como un rayo. He leído sobre el negacionismo del Holocausto y también sobre el negacionismo de la desaparición forzada de personas durante la dictadura argentina. En los 80, los partidarios de la dictadura crearon un grupo llamado FAMUS, "familiares de víctimas de la subversión" se decían. Se trataba de un ardid propagandístico de los represores que querían contrarrestar el efecto universal del reclamo de Madres y Abuelas de la Plaza. Decían básicamente que la mayoría de los desaparecidos eran terroristas y que muchos de ellos estaban viviendo en Europa. Durante el alfonsinismo estos grupos eran una minoría extravagante, temida y despreciada. Lo que me impresionó de la nota de Prividera es la pertinencia de la palabra "negacionistas" para referirse a este grupo de periodistas, Porta Fouz, Quintín y algunos otros, que encarnan hoy un negacionismo sofisticado (y acá la palabra sofisticado deisgna también una cualidad muy precisa). Porta Fouz, Quintín, Noriega, Guillermo Raffo y algunos otros, cuando hace poco apareció el nieto de Estela de Carlotto, tuitearon consternados. Acá hemos citado los tuits de Quintín, que es el más desinhibido de los negacionistas. Fue precisamente en su blog, La lectora provisoria, donde hace unos años, sería 2007, se retomó el tópico de FAMUS: "los desaparecidos eran muchos menos de 30.000" que ahora fue tomado como bandera por la arrepentida Fernández Meijide. En 2007 parecía que Quintín, Porta Fouz, Meijide y Cecilia Pando pertenecían a universos distantes. Hoy sabemos que la diferencia es solo de modales: la Pando es francamente brutal, reivindica incluso la apropiación de chicos durante la represión militar; Quintín es brutal pero todavía no llega a tanto; él también cultiva amistades que no se parecen a la Pando: de hecho tenemos algunos amigos en común, críticos de cine y cineastas. Porta Fouz es el de los modales más suaves. Los tres deploran esta época: "nuestro peor momento llegó con los Kirchner".



Hasta leer lo de Prividera no se me había ocurrido caracterizar a Porta Fouz y Quintín como negacionistas, a pesar de que sus actitudes al respecto eran muy ostensibles. La nota de Prividera es interesante, porque empieza discutiendo con Porta Fouz cuestiones sobre la producción cinematográfica subsidiada por el INCAA. Porta Fouz escribió sendas notas en La Nación y el el Hipercrítico (el blog de Luis Majul) en las que deplora que en Argentina se filmen tantas películas:

"no deja de preocuparme una política cinematográfica desproporcionada, inflacionaria, poco racional, que subsidia cada vez más (el valor de la entrada de los espacios INCAA es irrisorio), con cada vez más empleados en el edificio de la calle Lima". 

A Porta Fouz le preocupan varias cosas: "una política cinematográfica inflacionaria", el valor "irrisorio" de las entradas de los Espacios INCAA y la cantidad de empleados del INCAA. En los tres casos espera un ajuste que ponga las cosas en su lugar. Suponemos que eso quiere decir que se filme menos, que se aumente el precio de la entrada de los Espacios INCAA y que se echen empleados del Instituto. Prividera observa con sagacidad que el propio Porta Fouz es desde hace años empleado designado a dedo por la administración porteña, que lo pone como programador del BAFICI, un festival financiado con fondos públicos. En el macrismo el tema de las entradas irrisorias se está encarando con energía: la entrada del BAFICI aumenta año a año a una velocidad que supera con creces la inflación (el precio en dólares de la entrada del BAFICI creció un 74 % desde 2008; la Lepoldo Lugones, una sala donde durante 45 años se pudo ver el mejor cine del mundo a precios muy accesibles, ya lleva 9 meses cerrada por decisión de los jefes de Porta Fouz). Otra cosa que a Porta Fouz le molesta es que el INCAA haya apoyado a

decenas y decenas de documentales (y algunas ficciones) sobre los temas favoritos del gobierno: dos o tres nudos histórico-políticos (el peronismo y sus diversas décadas y encarnaciones; la última dictadura).

Parece que estos no son los temas favoritos de Porta Fouz, excepto cuando el macrismo financia El diálogo, un video propagandístico del negacionismo porteño protagonizado por Héctor Leis y Graciela Fernández Meijide, programado en el BAFICI por él mismo. En la premiere de El diálogo en el BAFICI confraternizan Quintín, Porta Fouz, Meijide y Pando.

Porta Fouz se consterna con la aparición del nieto de Estela, deplora que el INCAA subsidie tantas películas, se queja por el precio irrisorio de las entradas de los Espacios INCAA y está harto de las películas  no negacionistas sobre dictadura y derechos humanos. 

Si algo tiene cara de perro, mueve la cola como un perro y ladra, entonces es un perro.

Clickeando acá puede escucharse la nota que hicimos el sábado pasado en Patologías Cultutales con Maxi Diomedi sobre los dichos de Prividera y Porta Fouz.

lunes, 11 de agosto de 2014

Quintíntuits: Día kirchnerista de mierda como todos los que se avecinan. ¿En nuestras vidas?




Alejandro Ricagno deja un comentario en mi post anterior con los tuits de Quintín.

Dice Ricagno: "Aun teniendo mis diferencias y hasta diría mis grandes diferencias con O Cuervo, como ex miembro de La otra, y ex critico de EL Amante, sumo mi mas profundo repudio por las opiniones inclasificables, del "clasificable" Quintín. Me reservo la clasificación que merece porque no quiero caer en el nivel de su bajeza moral y humana, cuyo origen no alcanzo a entender en términos mediamete humanos. Sus Tuits con respecto a este tema han superado con creces los parámetros del resentieminto y el odio. Y eso q ha ha habido otros de ese tenor (recuerdo el caso Noble, en su blog y el de la muere de Videla).... Mientras tanto elijo brindar con Amor por el reencuentro de Guido y Estela. Y por muschos rencuentros màs, por todos los que faltan, y van llegar, y van llegar...
Atte Alejandro Ricagno".

El comentario tiene interés por diversos motivos, entre ellos porque Ricagno trabajó varios años con Quintín, antes de que Q se transformara en un fake de sí mismo.

Alguien me pregunta para qué darle más espacio a Quintín, para qué ayudar a difundir sus tuits. Tengo varias respuestas. Lo primero que se me ocurre es cierta fascinación que me producen. Yo discutí mucho con Q en su propio blog durante el 2007 y 2008, cuando todavía lo respetaba. La discusión siempre se da en la medida en que uno ve en el otro un ser posible. Apostamos a acercarnos en el terreno de la conversación, cuando reconocemos que algo nos distancia. Está claro que a partir de cierto momento ya no me resultó posible discutir con Q. Ahora me divierte leerlo, no sin morbo. No creo que esté tan loco como parece, se hace un poco más el loco de lo que está. Cuando tiene que participar en una mesa redonda sobre cine no actúa todavía con una demencia total. El loco es alguien que está fijo en una posición de la que no puede salir. Ergo: Q no está totalmente loco. Pero por otro lado hay cierto anegamiento en su historia personal. Desde hace al menos 7 años dice todos los días, todo el día "día kirchnerista de mierda como todos los que se avecinan". Esa monotonía es un rasgo de cierta cercanía a la locura.

No tengo cuentas personales pendientes con Q. No trabajé nunca con él, no me debe nada, no le debo nada. La única vez que hice algo con él fue reivindicarlo como crítico de cine y como director del BAFICI cuando lo echaron a la vez del BAFICI y de revista El Amante. Le dediqué la tapa del número 8 de revista La otra. Lo hice por eso de la de simpatía con el tipo caído en desgracia y porque él había hecho algunas cosas valiosas.

Ahora, creo que lo más interesante no es nada de esto. Quintín es un condensado de algo que lo excede. Supongo que en Argentina hay muchas personas (no la mayoría, por supuesto, ni muchísimas, pero sí muchas) que viven cotidianamente en este estado o casi, un poco menos. El kirchnerismo se especializó en hacerlos aflorar. Pero es claro que siempre han estado. Podemos escuchar el relato de nuestros padres de cuando los gorilas arrastraban los bustos de Evita en el 55, todos oímos contar del famoso "Viva el cáncer". Somos también el país del "algo habrán hecho". Entre la enfermedad en la piel que le produjo el peronismo a Martínez Estrada y la vivencia border de Quintín hay una continuidad innegable. Pero también hay conexión entre ellos y la escritura punzante de Carlos Pagni, que con técnica periodística y una neurosis más leve puede estilizar esa misma repulsa que lo domina.

Pero esta no es la nación de los quintines. Aunque haya muchos, no debemos olvidarnos de que la sociedad argentina supo elaborar el trauma de la dictadura de una manera quizás inédita en la historia mundial. Primeros fueron unas pocas madres que daban vueltas en torno a la Pirámide de Mayo. Se tomaron todo el tiempo de sus vidas en hacernos percibir las cosas que la mayoría no queríamos ver. Fueron hablando uno por uno. Se sobrepusieron no una sino novecientas mil veces a la estigmatización más potente que pudo intentar el terrorismo de estado y sus continuadores, hasta hoy. La manera en que la sociedad argentina reconstituyó sus zonas desgarradas es admirable: pacífica, paciente, humanista, perseverante, amorosa. Cuando leemos las noticias de la horrible manera en que gran parte de la sociedad israelí respalda el exterminio palestino tomamos nota de a qué extremo puede llegar una comunidad. Dios quiera nunca lleguemos a eso. Nosotros estamos, con la experiencia de las Madres y las Abuelas, decididamente en otro lado. Las ofensas recibidas fueron respondidas con una hermosa construcción colectiva de gran alcance y de gran estilo.

Esta semana la restitución de Guido, el nieto de Estela, precipitó una solución que viene preparándose desde hace décadas. Es el valor social del símbolo.

Los que dicen estupideces sobre el relato parece que desconocieran por completo la función decisiva de la producción simbólica de una sociedad. Por eso quizás, porque desconocen esto, es que no dan pie con bola desde que Claudio Escribano escribió "La Argentina ha resuelto darse gobierno por un año". Tenía razón Escribano: nos dimos gobierno por un año, después por otro año, y por otro, y otro y por varios más. Cada santo día. Esos son los días que cuenta Quintín atormentado. 

martes, 5 de agosto de 2014

Quintín no se alegró por la recuperación del nieto de Estela










martes, 14 de enero de 2014

El lobo de Wall Street: una crítica pésima y otra muy buena



Dos textos dos acerca de una película, la nueva de Scorsese, sobre la que estuve leyendo últimamente muchos disparates.

1) El disparate más penoso es este. Cuando uno lee algo así, se hace la idea de que la crítica es un asunto de carcamanes y que hay que ir al cine y ver películas y no escribir nunca más nada, por miedo de terminar tan mal. Lamentable muestra de banalidad, Quintín ha sido muy nocivo para la crítica de cine argentina. Su cancherismo matón, construido en base a exabruptos efectistas, hizo escuela. Muchos que vinieron después de él adoptaron su prepotencia y su high anxiety por llamar la atención con extravagancias insustanciales. Que nada dejan ver sobre el cine y mucho sobre su egomanía.

2) Un texto elegante y preciso es este que escribió Lautaro Garcia Candela (¡19 años!) en su blog Cuando el arte ataque. No es frecuente encontrar a alguien que ve cine, lo piensa y lo sabe escribir con gracia, sin canchereadas ni amargura. Cuando uno lee algo así (aunque no esté necesariamente de acuerdo en todo lo que dice), le dan ganas de dejar la crítica en manos de las nuevas generaciones, ir al cine y no escribir nunca más nada. O sea: de una forma u otra, me parece que voy a dejar de escribir sobre cine.


APUNTES SOBRE EL LOBO DE 
WALL STREET




image

1) No somos inocentes. Cuando nos sentamos frente a un film, son dos las posibilidades: tiene nuestra aprobación desde el principio y lo que suceda después puede desacreditarla y mandarla al panteón de las malas, o por el contrario, es mala a priori y abrimos la puerta a que nos sorprenda gratamente. En el caso de El Lobo de Wall Street estaba, déjenme decir esta palabra, manija.
2) Esta película de Scorsese se asume como una película fiestera, desmesurada, excesiva. No sólo porque sus personajes viven al límite –se drogan con todas las sustancias conocidas, ganan obscenas cantidades de dinero ilegalmente, cogen con quien se les ocurre e incluso pueden pajearse en cualquier lado- sino que la puesta en escena parece avalar todo eso. Acá http://ojosabiertos.otroscines.com/de-ratas-y-lobos/ se discute sobre la distancia (brechteana o no) que tiene la película con el pedacito de mundo que elige exponer: Scorsese no es inocente. Ya sabemos gracias aTaxi Driver que puede separarse de sus personajes y tener una mirada crítica, puede dejar de lado la moralina y observar. Pero pareciera que en este film está fascinado por Jordan Belfort y todos sus ideales.
Entonces, si sumamos: película identificada con su protagonista + protagonista enamorado del sistema de “producción” en el que vive, la lógica indicaría que El Lobo de Wall Street está condenada a la apología del capitalismo. Pero no es así.
3) El pulso narrativo que tiene este film no es casual. Podría decirse, incluso, que es una narración capitalista. El protagonista, si bien millonario gracias a su lógica, es preso del american dream: una vez alcanzado el éxito, cambia a su primera esposa, cambia su ropa y su casa. No se preocupa, en ese juego con el espectador, de que entendamos nada de lo que hace en el sistema financiero, y simplemente describe lo que consiguió y las anécdotas cotidianas que eso trajo. No se avergüenza de su ostentación e incluso incita a que todos sigan su ejemplo. Jordan Belfort (y Scorsese) sabe muy bien que todo eso es una gran farsa –un fugazi-, simplemente vieron la grieta y la aprovecharon. Y el blindaje emocional necesario ante lo obsceno de su lujo –el lujo es vulgaridad, lo dijo mejor Adrián Caetano que el Indio Solari- es la levedad (de la narración y de sus personajes). Entonces así se explican los guiños a cámara, los ralentis, los engaños al espectador (como el de las drogas vencidas y el auto destrozado), y una batería de recursos que el narrador utiliza a lo largo del film. Como la visión estadounidense del mundo no se pregunta (porque no quiere, porque no le conviene) por el capitalismo, por las causas o las consecuencias, y no ve totalidades, sino fragmentos disconexos y sin mucho sentido, esta película tampoco. Los hechos suceden simplemente sin ningún tipo de juicio y a una velocidad disparatada: eso de alguna manera es lo que hace que las tres horas del film no parezcan tales.
4) No hay diferencias, en cuánto al régimen estético, entre éste film y Spring Breakers, de Harmony Korine. Desmesuradas en su temática, llevan hasta el extremo el destino de sus personajes y los fuerzan a situaciones límite que a priori ellos no esperaban pero que el espectador ya se imagina como inevitables. Si bien la película de las chicas Disney es un poco más moralista, casi aleccionadora, ambas ponen en tensión lo absurdo de la situación, y dejan ver, al fondo, qué es lo que las sostiene: en un caso la industria del entretenimiento y el narcotráfico y en otra, el sistema como tal y las esperanzas de la gente en él.
5)  El filósofo alemán Martin Heidegger, quizás en su conferencia más reconocida, publicada bajo el título de Serenidad, distingue dos tipos de pensamiento, el meditativo y el calculador.  (Continuar leyendo acá)

viernes, 29 de abril de 2011

El horror... el horror...

(Noticias desde el Planeta Quintín.) That's dialectic physics, OK?


Hoy fui al Correo Argentino y me quedé con la boca abierta frente a un enorme cartel que pedía materiales fílmicos para el documental sobre Néstor Kirchner que dirigirá —para vergüenza propia y ajena— Adrián Caetano...

Había algo intimidatorio en una escenografía agresiva con los usuarios...

Kirchner gobernó Santa Cruz con autoritarismo feudal (sin justicia, sin prensa independiente, sin oposición parlamentaria, con reelección indefinida)... fue ingenioso para acumular poder, hábil para inventar adversarios imaginarios, demoledor para destruir opositores reales y artífice de este agonismo extremo...

Y un sistema de propaganda que nada debería envidiarle a los sistemas totalitarios del siglo XX, articulado en nauseabundos bochornos como 678 y la publicidad del fútbol...

La Ley de Medios es una basura cuyo único objetivo es el control de la palabra pública... si ganan en octubre todo va a ser mucho peor...

Muy impresionante. Lavado de cerebro a gran escala. Me pregunto cuánta gente labura de esto, de venderle basura ideológica empaquetada a los ciudadanos por cuenta de esos mismos ciudadanos....

El horror... el horror...



"Do you know what the man is saying? Do you? This is dialectics. It's very simple dialectics. One through nine, no maybes, no supposes, no fractions -- you can't travel in space, you can't go out into space, you know, without, like, you know, with fractions -- what are you going to land on, one quarter, three-eighths -- what are you going to do when you go from here to Venus or something -- that's dialectic physics, OK?" (Discurso completo de Q acá)

lunes, 22 de marzo de 2010

El pasado que no pasa

Pasado mañana


por oac

Decía Beatriz Sarlo en agosto de 2008:

“La política es creatividad hacia adelante, sin ignorar lo que ha sucedido y tomándolo en cuenta, pero sin alinear a los protagonistas respecto de un pasado. Porque yo no quisiera ser alineada como miembro del Partido Comunista Revolucionario prochino, del cual fui miembro hasta los cuarenta años. Quisiera ser alineada con mis transformaciones ideológicas y políticas en los veinticinco años que siguieron. Alinear a un protagonista respecto de ese pasado me parece inaceptable”.

"No hay que ignorar la historia, pero es errado hacer política presente convocándola porque se empiezan a confundir los protagonistas y detrás de la familia Miguens veo a la familia Martínez de Hoz y detrás veo a la dictadura militar y así. Y entonces el escenario presente y el diseño del paisaje presente se me pierden".

"Sobre la base de lo que hizo la Sociedad Rural en 1930, 1955 o 1976, yo no encararía ningún diseño de política. Y no porque tenga la menor simpatía por la Sociedad Rural, sino porque no me parece que la política tenga que ser definida mirando hacia atrás al mismo tiempo que se mira hacia delante. La política no es un Jano bifronte".


Esta tesis de la "creatividad política" es un ingenioso concepto acuñado por la columnista de La nación y de revista Viva. En sus enunciados, Beatriz deja marcas de la enunciación: "yo no quisiera ser alineada..."; "Quisiera ser alineada..."; "me parece inaceptable..."; "el escenario presente y el diseño del paisaje presente se me pierden..."; "yo no encararía...". Lo que queda claro es lo que Beatriz no quiere. El asunto es que la política no se reduce a lo que alguien quiere o no quiere, ni siquiera a lo que el conjunto de una sociedad quiere o no quiere. Tanto énfasis puesto en su voluntad subjetiva para desalinearse de su pasado delatan la debilidad estructural de la posición que Sarlo defiende: porque es evidente que Sarlo se defiende.

¿De qué? Del pasado. Como el inolvidable personaje de Les Luthiers, Sarlo dice: "¡suéltame, pasado!". Pero el pasado no pasa. El pasado espera.

Hoy en Argentina estamos asistiendo a una inesperada espera del pasado: estamos debatiendo sobre un hombre acusado de los más abominables crímenes de estado, acusado del secuestro, tortura y muerte de un estudiante en 1972, durante la dictadura de Lanusse. 38 años atrás: por eso, el caso del estudiante Angel Enrique Brandazza, de cuyo secuestro, tortura y muerte fue acusado el coronel retirado Luis Alberto Sarmiento, tiene el triste privilegio de figurar primero en el informe de la Conadep. Por su carácter modélico: este secuestro y asesinato de 1972 funciona como modelo de los que la dictadura de Videla practicó 4 años después. El coronel Sarmiento quiso ser alineado con su pasado cuando siguió ocupando cargos de cada vez mayor responsabilidad desde el 76. Cuando el coronel Sarmiento fue ascendido a Ministro de Gobierno de la Provincia de Misiones, el asesinato de Brandazza era ya pasado, pero aún no había pasado del todo: porque habría muchos otros secuestrados, torturados y asesinados por venir. Angel Enrique Brandazza, muerto en una sesión de tortura cuando tenía 23 años, aún no fue: todavía nos está esperando en nuestro futuro.

Es que el pasado no pasa: el pasado aún nos espera, por más que, como Beatriz, muchas veces no queramos o nos parezca inaceptable. Resulta que el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos, como está viejo el coronel Sarmiento. Pero, aunque él ya no quiera ser alineado con su pasado, su pasado lo espera todavía y lo va a seguir esperando mientras el coronel Sarmiento tenga futuro. El coronel Sarmiento tiene una hija, jueza ella, que desde su dignidad de jueza dice que su padre nunca había tenido ninguna acusación hasta hoy, cosa que es pública y notoriamente falsa. Como el pasado no pasa, la jueza a cuya autoridad hoy estamos sometidos todos los argentinos, miente públicamente sobre un crimen que lesiona a la humanidad: en su carácter de jueza ella puede disponer de la libertad, el honor y el patrimonio de cualquiera de nosotros; en su caracter de hija del coronel ella quiere proteger a su padre y protegerse a sí misma de la justicia. El pasado del coronel Sarmiento no sólo es su presente y el de su hija, sino que también es nuestro futuro.



En Uruguay el flamante presidente Pepe Mujica ya no quiere saber nada con la justicia. Dijo: "Yo no quiero tener viejos presos. Viejos de 75, 80 años... la Justicia tiene un hedor a venganza de la puta madre que lo parió”. ¿Lo dijo o no lo dijo? ¿O es otro invento de Clarín? Les pido ayuda a nuestros hermanos uruguayos para que me digan si lo dijo. Porque resulta que Mujica, que se pasó no sé cuantos años en un pozo y ahora fue elegido presidente por sus compatriotas, dice que no quiere tener viejos presos y dice que la justicia tiene un hedor a venganza de la puta madre que lo parió. Pobres putas, las hemos estado ensuciando tantos siglos con cosas tan horribles... El "Pepe" le atribuye a una puta el hedor de los muertos del terrorismo de estado que operó conjuntamente en Argentina, Chile, Bolivia, Paraguay y Uruguay. El hedor que siente "Pepe" no proviene de ninguna puta: proviene de las víctimas del terrorismo de estado que en Uruguay ya no parecen tener quien las defienda (¿o todavía sí? Ayúdenme, hermanos uruguayos). Está claro que "Pepe", al igual que Beatriz, ya no quiere ser alineado con su pasado, quiere deshacerse del olor a podrido, pero tiene que tapar ese olor con perfumes muy caros.

Desde que "Pepe" empezó a decir cosas así, la ultra-derecha argentina se fue entusiasmando: Duhalde, Menem, Pando, uno tras otro empezaron a levantar la figura del ex-tupamaro perdonavidas, que perdona tantas vidas que hasta quiere perdonar las vidas que él no puede perdonar. Es notable que el pasado de "Pepe" se haya convertido en nuestro futuro: ya son muchos los argentinos que se alínean con "Pepe", para no ser alineados con su pasado.

Dice Quintín en Perfil del sábado: "Se pueden arriesgar varias hipótesis que expliquen las diferencias entre lo que ocurre a uno y otro lado del río: que la dictadura argentina fue más cruel y devastadora, que el Uruguay tiene una tradición de tolerancia que nos es ajena, que Mujica posee la autoridad moral necesaria como para hacer ese planteo. Pero hay una muy perturbadora: que las distintas actitudes son consecuencia de que la izquierda uruguaya intenta salir de sus encrucijadas históricas, mientras que la argentina se instala cada día más en un pasado a cuyas tragedias les teme menos que a quedarse sin un discurso confortable".

Mujica es, entonces, el futuro que Quintín le propone a la "izquierda argentina" para no quedar instalada en su pasado.

[Un recuerdo del pasado de Quintín me viene a la memoria: una vez me lo encontré en el hall del Teatro San Martín durante una edición del DocBsAs. Él acababa de ser despedido del Bafici y se había mudado a San Clemente; también acababa de ingresar como columnista de Perfil. Me dijo con una sonrisa cómplice, que me pareció culposa: 'ahora estoy escribiendo en Perfil, el diario de Fontevecchia; lo que pasa es que este diario aplica la línea de Timerman: es de derecha en lo económico, liberal en lo político y de izquierda en la sección Cultura'. Quintín, quién iba a decirlo, terminó quedando bien a la derecha de Fontevecchia, proponiendo una nueva fase de impunidad en la Argentina, tras las huellas de Pando y del "Pepe"].

Lo que se me ocurre decir es que los uruguayos no han de dejar atrás a sus muertos, por más que el "Pepe" sienta olor a podrido, porque sus muertos los van a estar esperando, a él y a ellos, mañana, pasado mañana. Y si se nos propone un "Pepe" a los argentinos y otro "Pepe" a los chilenos (y quizá después otro "Pepe" a los paraguayos y otro "Pepe" a los bolivianos), en ese eventual futuro que nos espera (sea Duhalde, Menem, De Narváez, Reuteman, Scioli, Binner, Cobos, Carrió, Pando o quien fuera nuestro propio "Pepe") todavía no será cuestión de lo que nosotros queramos sino de algo resistente a nuestra voluntad de dejar atrás el pasado.

Esta semana, el miércoles, pasado mañana, se cumplen 34 años del golpe militar de Videla, Masera y Agosti. Como nunca antes en la historia del período democrático, hoy tenemos esperándonos en nuestro futuro a unos cuantos Pepes, Pandos, Bordaberrys, Pinochets, Videlas, Quintines, Sarlos y Sarmientos, que nos proponen dejar atrás el pasado de una vez por todas. Y después de ellos, todavía, en el futuro, sigue esperándonos nuestro pasado.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Los cómplices de la dictadura aún están aquí

y militan por la impunidad con la hipocresía

de siempre



por oac

Es interesante observar cómo, a medida que Elisa Carrió va acentuando su giro a la derecha, sigue siendo acompañada por un sector de la pequeño-burguesía que gustaba hasta hace poco de pensarse a sí mismo como "progresista" o "liberal de izquierda", pero que en esta mutación va asumiendo posiciones más abiertamente retrógradas. En este sentido, la brutal toma de posición de Carrió contra la ley que están promoviendo las Abuelas de Plaza de Mayo y otros organismos de DDHH (proyecto sobre la obtención de datos genéticos para determinar la filiación de niños presuntamente apropiados durante la represión dictatorial) parece ser un punto de inflexión hacia una derechización irreversible de todo este sector social.

Se alínean detrás de consignas en favor de la impunidad pretextando una reivindicación abstracta de la voluntad individual de algunas supuestas víctimas (las personas adoptadas por Ernestina Herrera de Noble, que posiblemente fueran menores secuestrados durante la represión en épocas de Videla). Es el destino de estos sectores el ser históricamente solidarios con la dictadura, antes por omisión (no sabían lo que estaba pasando), ahora por negación explícita (no quieren saber lo que pasó, no quieren que los juicios por la verdad y la identidad de los menores apropiados sigan adelante, no quieren que se empleen los recursos que las nuevas tecnologías permiten para determinar filiaciones). La Carrió encontró la forma de verbalizar esa solidaridad con los apropiadores de un modo abyecto: "los hijos de la señora de Noble son nuestros hijos"; en el que ese nuestros no abarca por supuesto a las Abuelas que desde hace décadas buscan a los chicos secuestrados, sino a los mismos apropiadores: nosotros, la Noble y los represores que mataron a los padres y repartieron a los chicos.

Que un sector social representado óptimamente por la Coalición Cívica haga suya esa consigna de complicidad, que para hacerlo se refugien en pretextos como el de "el respeto a las víctimas a no querer saber", que para darle consistencia a ese alineamiento se escondan en la defensa de la Voluntad de la Víctima, como si se tratara de una esencia metafísica intangible que no debe confrontarse con otras voluntades y otros intereses afectados (el de los familiares de desaparecidos que vienen luchando desde hace tanto por saber la verdad, aún contra la complicidad del propio estado argentino que cubrió durante décadas esos crímenes; pero también el interés comunitario de que se sancionen los crímenes de lesa humanidad), que este proceso se esté dando en momentos en que el estado argentino ya no juega en favor de la impunidad, todo esto revela que el terrorismo de estado ha sido posible por una cadena de complicidades civiles que aún sigue vigente y que se reaviva cada vez que existe la posibilidad de dar un paso en dirección de la justicia.

En este sentido, resulta un ejemplo patético de esta degradación política la línea seguida por el blog La lectora provisoria (LLP), encarnada especialmente por su editor, Eduardo Antín, también conocido como Quintín, y reproducido acríticamente por varios comentaristas. Uno podría comprender que la viuda de Noble se oponga a la consecución de los juicios por la verdad porque de ellos resultaría la demostración de sus responsabilidades penales en el secuestro de menores. Uno podría comprender que los empleados de la viuda reproduzcan este discurso porque están cuidando el empleo o preservando un salario suculento. También podríamos entender que Elisa Carrió necesite asumir las causas de la Noble como propias porque la base de sustentación de su política depende enteramente de que los medios del Grupo le cedan sus espacios para hacerse visible: Carrió no sabe construir otra política más que la de ir a programas que la dejan decir sus disparates sin hacerle jamás preguntas exigentes; cuando hace política más allá de las cámaras, Carrió destruye sus propias invenciones y espanta a sus aliados. Lo que resulta tortuoso es comprender los motivos de los sectores sociales que se hacen eco de estas palabras y finjen estar defendiendo los derechos del individuo frente al atropello del estado. La discusión en La lectora provisoria es un ejemplo patente de esta degradación voluntaria: sólo con una enorme mala fe se puede comparar un trámite judicial para obtener de un modo no cruento datos genéticos con la práctica de la tortura; hay que hacerse el estúpido para oponerse a estas investigaciones en nombre de los derechos personalisimos. Pero después de todo no debería sorprendernos: se trata de los ladrillos que históricamente se han prestado voluntariamente a formar el muro de las dictaduras. Si gente así no existiera, uno no se explicaría cómo ha sido posible que durante tanto tiempo se interrumpiera el estado de derecho con la complacencia de amplios sectores civiles. Esta pequeña burguesía supo ser alocadamente alfonsinista durante una temporada, pero se siente infinitamente más cómoda con gobiernos de derecha.

Es fascinante ver a un grupo social virar hacia posiciones retrógradas en nombre de una libertad individual abstracta que no tiene para ellos ningún correlato práctico. La defensa de los derechos personalísimos que se hace en el contexto de esta discusión en LLP sólo es una chicana para asegurar la impunidad de los crímenes de estado.

Se horrorizan de que el estado obtenga pruebas compulsivamente cuando eso es lo que el estado hace todo el tiempo en cualquier proceso judicial. ¿No se obtienen datos en casos de violación, de robos y hurtos, no se hacen rondas de reconocimiento de sospechosos y allanamientos de modo compulsivo? ¿No se toman huellas digitales? ¿Hay que respetar la voluntad de alguien que no quiere que en una investigación se obtengan pruebas mediante la recolección de indicios? Esa coacción judicial es la que permite que una investigación avance y sólo un cretino puede asimilar esto a la tortura.

Mediante la obtención de pruebas genéticas la justicia no vulnera la integridad de alguien que se presume que ha sido apropiado por el terrorismo de estado: si el presunto apropiado no quiere saber, que no sepa, que cierre sus ojos y tape sus oídos. Pero esa voluntad no puede sobreponerse sobre la de los familiares de desaparecidos que quieren saber qué se hizo de sus descendientes, quién lo hizo, quién ha sido beneficiado. El no querer saber de un particular no puede imponerse como un derecho absoluto contra el derecho de la comunidad a saber qué pasó. La reivindicación de una voluntad individual abstracta simula hablar en nombre de las “víctimas”, como si la única víctima del terrorismo de estado fuera el hijo presuntamente apropiado y no lo fueran también las abuelas, otros familiares y la comunidad entera. Introducir el status de “víctima” como fundamento de una voluntad incuestionable (sólo cuando esa presunta víctima se niega a saber la verdad) es un disparate jurídico. Ninguna víctima de un delito puede impedir que se haga justicia.

Cada vez que en este debate dicen “víctima”, hacen gala de un doble estándar, ya que llaman víctima a alguien que no se ha comprobado que lo sea. Si alguien quiere proclamarse como víctima, primero tiene que asumir que hay un victimario. ¿O es que también la crisis causó dos nuevas apropiaciones de menores?

Lo que se puede reconocer en este debate de LLP es a una pandilla de hipócritas que se encolumnan detrás de una dirigente oportunista que quiere seguir haciendo la única política que sabe. Se alínean con Carrió y su mala leche (que no está loca, porque es una hija de puta hecha y derecha) porque ella verdaderamente los representa.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Santa Fe socialista

Elecciones municipales: llora el bloque Clarinista



Santa Fe: el frente de Binner volvió a triunfar sobre el PJ de Reutemann. Tanto en Rosario como en la capital provincial, los candidatos socialistas superan claramente a los reutemistas.

Binner: "Es un espaldarazo importante a la gestión de gobierno"

Reutemann: "Las elecciones importantes fueron las de junio"

Un par de días después de que el bloque de diputados socialistas que responden a la conducción de Hermes Binner diera su apoyo al proyecto de ley de servicios audiovisuales, un despechado Julio Blank, alcahuete principal del Grupo Clarín, dejaba entrever en TN su deseo de que en las elecciones municipales que se llevaron a cabo ayer en Santa Fe el electorado socialista le pasara factura a Binner por haber apoyado la "ley K para controlar a los medios". Lo hacía en un estilo de pseudoperiodismo típicamente extorsivo que en estos años Clarín ha llevado hasta límites casi diabólicos. (TN puede desaparecer????)

Un desaforado Quintín (tan desquiciado como se suele mostrar en estos años de su decadencia) en su blog La Lectora Provisoria llamaba "putos entreguistas" a los socialistas que votaron la nueva ley de medios (un alarde politológico propio de una mentalidad europea como la suya).

El empresario Tomás Abraham, que se autopostulaba como filósofo de cabecera del binnerismo, escribía indignado en Perfil: "Había muchos que no querían ser confundidos con la derecha. Los socialistas dicen ser coherentes con su tradición, pero puede suceder que a veces ser tan tradicional se convierta en un problema. El amor a lo público no es todo".

Una contracturada Elisa Carrió, reponiéndose de los disturbios neuropsiquiátricos que la atacaron después de las elecciones en que salió tercera en Capital, también condenaba al socialismo: "Yo pedí el voto por ellos en Santa Fe. Siento vergüenza ante los que votaron. De la izquierda lo único que digo es que ser la segunda amante del kirchnerismo es patético".

Binner pudo derrotar este domingo al frente político mediático que cree que el mandato popular impone hacer antikirchnerismo a ultranza. El socialismo defraudó las expectativas derechistas, se mantuvo fiel a sus banderas antimonopólicas de siempre, y fue premiado por su coherencia.

domingo, 16 de agosto de 2009

Fiesta del pensamiento



A partir de ahora La otra se enorgullece de incluir una columna política a cargo de Eduardo Antín (a) Quintín. En la rica trayectoria de Eduardo se destaca su labor como árbitro de fútbol; también es fundador, junto con Tomás Abraham, del site La lectora provisoria, y se recuerda su paso como columnista de otroscines.com. Además es sobrino del cineasta Manuel Antín y esposo de la fotógrafa Flavia de la Fuente. En las últimas elecciones fue jefe de fiscales de la Coalición Cívica en el distrito de Caballito. En esta columna se revelará como un analista político de lucidez implacable, hasta dolorosa. Acá va. Ay.

Comienza la escalada
El incidente Rossi – Tenembaum


por Quintín

No se pierdan la discusión entre Ernesto Tenembaum y Agustín Rossi. Conviene escuchar atentamente el audio porque marca un antes y después en la política argentina. Desde que Tenembaum y Zlotogwiazda abrieron su blog, fueron objetos de un ataque masivo y organizado por parte de un grupo de militantes kirchneristas anónimos que durante meses y meses los acusaron de agrogarcas, golpistas, traidores a la patria y esbirros del grupo Clarín. Esas prácticas fascistas marcaron la avanzada de la ofensiva kirchnerista contra Clarín, operación que acaba de entrar en su fase definitiva. La novedad es que ese discurso bastardo, que solo descalifica al que lo emite, ha subido a otros niveles de la política, en particular al presidente del bloque oficialista de diputados. Se consideraba a Rossi un moderado pero está visto que no ha vacilado en ponerse a tono con el mensaje autoritario de sus jefes. Que Cristina Kirchner se compare a sí misma con Dorrego en cadena nacional es una burla al sentido común. Que con el pretexto de una batalla contra los grupos mediáticos se ataque personalmente a los periodistas es una agresión grave contra la libertad de prensa. Creo que Tenembaun se quedó corto con los insultos. Rossi (a quien Tenembaum defendió en su momento de la agresión de otros fascistas) demostró ser un miserable.

jueves, 16 de julio de 2009

Final de la más extraña historia del cine jamás contada



Raya Martin y Charlie Chaplin este sábado a las 19:30 en La Tribu



por oac

Cuando uno sale de ver una película, siempre necesita unos minutos para volver a la tierra. Ya que el cine es una experiencia cercana a lo onírico, se trata de dejarse recapturar por la lógica de la vigilia. Más aún si la película que se acaba de ver fuerza los límites del cine conocido. Más aún si se trata, por su hosquedad y su resistencia a las interpretaciones rápidas, de algo parecido a una pesadilla. De eso se trata, precisamente, Autohystoria, el tercer largometraje del filipino Raya Martin, la recordada irrupción del Bafici 2007.

Y bien, en eso de hacer pie andaba yo al terminar Autohystoria cuando al salir de la sala me encontré con un Nicolás Prividera que lucía más indignado de lo que está habitualmente. “A ver, estoy esperando que me digas algo sobre esto que acabamos de ver”. Yo le dije que me había acordado de él en algún momento de la primera media hora de la película (lapso abarcado por un travelling que daría mucho que hablar). En un momento de ese travelling yo pensé en Prividera, con quien ya había tenido un encuentro en el festival de Mar del Plata a la salida de I don’ want to sleep alone, la película de Tsai Ming-liang. En aquella ocasión, Prividera lucía indignado por lo que consideraba otra muestra de un international style -en el que incluía a Lisandro Alonso, como representante local de la "franquicia"-, un cine tan dañino “en su lobotómica degradación del lenguaje y el sentido del cine” como el de Hollywood; quizá más dañino, ya que no escuché a Prividera manifestar una indignación parecida acerca de una producción de Hollywood.

Al final de la de Tsai, Prividera sentía ganas de culpar no tanto al cineasta taiwanés como a los que disfrutamos de esa tendencia del cine que a él le resulta intolerable (una de las tantas cosas que le resultan intolerables). Así que en esa primera media hora de Autohystoria yo había pensado: ¡cómo se pondrá Prividera si la ve!

De modo que, cuando salí de la sala y lo vi... ¡con cara de indignado!, supe que el reino de las explicaciones debidas me reclamaba. Y yo no podía decir mucho más que: “durante la película me acordé de vos”, ya que necesitaba meditar acerca de la experiencia por la que acababa de atravesar y no tenía un argumento que pudiera calmar a Prividera. Pero eso fue suficiente para que él empezara con su ristra de amargos reproches: “ese sistema encontró una nueva cantera geopolítica a la que explotar, luego de Irán, Corea, Taiwan, en su desesperada busqueda de novedades. Es un estilo internacional que tiene franquicias en cada región, incluso en la Argentina, como lo demuestra el caso de, etc., etc., etc.”. Ese fue el comienzo de una larga enemistad.

Mientras caminábamos por el pasillo del Hoyts nos cruzamos con Quintín, quien al verme me levantó el pulgar y repetía: “Genial, genial, ¡acabamos de conocer a un cineasta!”. Yo no me había expedido ante las demandas de Prividera, sólo había balbuceado algo así como “me parece cuanto menos una posibilidad interesante, dejámelo pensar”. Pero ante su mirada ya Quintín y yo ya estábamos configurando una máquina: éramos los representantes “de un sistema de legitimación que crea y procrea monstruos para justificar su existencia, sin importarle el daño que eso le hace al cine”. Ese fue el comienzo de mi corta amistad con Quintín.

A los pocos metros nos encontramos con uno de los programadores del festival de Mar del Plata que se acopló a Prividera: “ustedes, no tanto Raya Martin, son un peligro para los jóvenes cineastas que pueden terminar creyendo, gracias a su prédica, que este es un camino posible para el cine”.

Y bien, yo no elegí dar esta batalla. Pero las circunstancias volvieron a ponerme como contendiente y no soy de rehuir a mi destino. Entonces me ha tocado levantar la bandera de Autohystoria, de Raya Martin, de un camino posible para el cine, para las jóvenes generaciones. ¡De pronto soy una agente internacional de fuerzas corrosivas y peligrosas!

Ahora doy paso a mi breve ex-amigo, Q:

"Autohystoria es la historia de las Filipinas en unos diez planos y, posiblemente, el film más audaz de esta edición del Bafici. Una obra maestra, en mi opinión. Escuché decir que en Mar del Plata, la gente se iba de Honor de Caballería, mientras que en Buenos Aires es un gran éxito. Pero me parece que la intolerancia no tiene patria como veremos a continuación. La función de Autohystoria fue, ciertamente, muy movida. Paso a relatar:

"Empieza la película. Pantalla en negro, una cancioncita en off. Corte a un plano de un joven de camisa blanca caminando por una avenida transitada. Es de noche. La filmación es en video, en blanco y negro, desde un vehículo que va por la vereda de enfrente. El tipo camina una cuadra, dos cuadras, muchas cuadras. Pasan diez minutos y sigue caminando, atravesando cuadras más iluminadas y otras más oscuras. Parte del público (la sala estaba llena) empieza a protestar en voz alta, a aplaudir en broma.

[El relato de Q sigue, media hora después...] "Corte. Color. Una plaza redonda con un obelisco en el medio. Plano fijo que se extiende a lo largo de varios minutos. El tránsito hace un ruido infernal. El público ruge y empieza a abandonar en masa la sala. Un grupo aplaude con sorna desde el centro de la sala. Desde la izquierda, adelante, una voz grita: “Cállense, hijos de puta.” [Es el propio Q el puteador] Milagrosamente, los revoltosos se callan. Otros se siguen yendo. Corte".

[Y así relata Q la salida al final de Autohystoria] "Salimos de la sala con Castagna y Jorge García. Comparto la euforia con Martín Mainoli, gran cortometrajista y editor de Alonso y de Rejtman. En cambio, a Nicolás Prividera, director de M, la película no le gustó nada. Pienso que Autohystoria no solo habla de la represión en las Filipinas. Bien podría ser sobre la dictadura argentina. Es un film que toma partido por las víctimas. En diez planos. Pero es poco probable que alguien se animara a hacer una película semejante entre nosotros. El mensaje y el sermón serían imprescindibles".

Nicolás Prividera se indigna:

"Y si, no me gustó nada. Es más: salí indignado. No con el monstruo, que no tiene la culpa, sino con el Frankenstein que lo creo. Y no me refiero a la película ni al director, sino al sistema (el complejo crítica-festivales) que necesita encontrar Genios ocultos para alimentarse (y legitimarse).

“«Algo está pasando en Filipinas», dijo Q cuando nos cruzamos al salir de ver la pelicula. Y lo que esta pasando es previsible: ese sistema encontró una nueva cantera geopolitica (luego de Irán, Corea, etc.) a la que explotar, en su desesperada búsqueda de novedades. Que no son tales, porque no hacen más que autoconfirmar la vigencia de un «estilo internacional» que puede ser (para el cine independiente) tan dañino como el de Hollywood. Que tiene franquicias en cada país, e incluso en cada región, como demuestra la catalana HONOR DE CAVALLERIA (Y eso no significa que no haya diferencias: al lado de Raya, Serra tiene la elegancia de un John Ford…).

"De la única dictadura de la que habla AUTOHISTORIA es de la de un sistema de legitimación que crea y procrea monstruos para justificar su existencia, sin importarle el daño que eso le hace al cine. Sea porque se se han resignado a su muerte o porque quieren ocultar el cadaver bajo la alfombra…

"Q. describe la película pero no explica por qué es una «obra maestra» (si es que tal cosa existe hoy, en el actual «estado de las cosas»…). De todos modos, el problema no es que haya o no obras maestras (hay que acabar con ellas, como pedía -si no recuerdo mal- Artaud), sino que querramos verla en esta película primitiva (en todo sentido).

"Antes la palabra vanguardia evocaba nombres como Buñuel o Vertov, hoy invoca a Raya Martin… Así nos va"- culminaba NP, más indignado que de costumbre.

Eso se discutía el 8 de abril de 2007. Yo sigo pensando básicamente aquello que escribí en ese entonces:

La indignación es uno de los sentimientos más sospechables, en cualquier orden de la vida, incluso en el cine. ¿Qué dice la indignación de un espectador acerca de una película? No mucho, casi nada. En la indignación el espectador indignado se mantiene “digno”, del lado del Bien, de un Saber que ya ha determinado de una vez y para siempre qué es el cine y que cualquiera que ose simplemente desconocer ese “qué es” será arrojado fuera del Bien. Del otro lado hay un Maligno Sistema que intenta hacerle daño al Cine Sabido. Una película puede, por ejemplo, estar más allá de este sistema de la Dignidad y la Indignidad, del Saber y del Bien. Una película como Autohystoria también podría servir para pensar la indignación de los espectadores dignos. Si tiene algo de inaceptable para los indignados profesionales, si aún es posible que una película se vuelva intolerable, si puede ser rechazada como algo peligroso, si se la puede comparar con un monstruo, si despierta odios, entonces vale la pena verla y pensarla.

Yo la vi y la pensé y me parece que Autohystoria (2007) es un auténtico, áspero, chirriante, inquietante film de horror del siglo XXI. Por eso me parece la mejor opción para cerrar esta historia del cine, la más extraña jamás contada.

Después, tuve oportunidad de cambiar impresiones sobre el cine de Raya Martin con Jean-Pierre Rehm, delegado general del Fesival Internacional del Documental de Marsella y colaborador habitual de Cahiers du cinéma. Y le pregunté:

- Tanto en Autohystoria como en Possible lovers (la siguiente película de RM) la oscuridad, la aspereza, la estridencia y la incertidumbre parecen conducir a una experiencia terrorífica. ¿Puede ser que este horror sea el rasgo más propio de Martin como autor, más allá de que el tema que toque sea en un caso la historia política de Filipinas y en el otro una historia de amor?

- El comienzo del horror que somos capaces de soportar es la manera como una vez el poeta R. M. Rilke calificó a la belleza- me respondió Rehm-. Y la belleza no tiene nada que ver con una perspectiva, sino más bien con su capacidad de abarcar en un abrazo generoso tanto la Historia como los así llamados “destinos privados”. Short film... [la segunda película de Raya] comienza con la hermosa escena en la que esa pareja tiene problemas para descansar, para dormir, y así la totalidad del film puede ser vista como el sueño que la mujer está construyendo a través de las palabras de su marido. Puede ser la relación entre un país y sus artistas. De modo que es al mismo tiempo una historia de amor y la Historia política. De hecho, es amor por la Historia, pero un amor que no es abstracto, que es muy sensual, muy físico, que se vale de las imágenes no como superficies, sino como cuerpos realmente vivos, sudorosos, activos. Esta es la razón de que no se trata simplemente de oscuridad, sino de la noche: un tiempo específico del día en el que la gente deambula, sueña, duerme, hace el amor, tiene miedo, ve películas, etc. En horas del día, aún violentamente opuesto a la luz diurna y su firmeza tranquilizadora. La oscuridad no es solamente una metáfora, un estado de ánimo, es una noche real que la cámara capta (y entonces aparece esa rudeza del video –como si el video pudiera ser usado contra sus propósitos naturales, haciendo aparecer a la noche como tal; oscura, áspera, irregular, etc. No ver en la oscuridad, sino ver a la oscuridad misma. Como en algún viejo film en blanco y negro). Y sí, estoy profundamente impresionado por la increíble ambición de Raya hacia la épica. También en ese horror que tú señalas, él está muy cerca de la tierra, muy específico, como un amante verdadero, aun cuando nosotros perdamos muchos detalles, por falta de información- terminó diciendo Rehm.

Este sábado a las 19:30 Autohystoria en la Tribu, Lambaré 873. En el mismo programa: Easy Street de Charlie Chaplin.

martes, 14 de abril de 2009

¡Mamma mía!



por Oscar A. Cuervo

Largo, larguísimo prólogo, para después pasar a lo importante: En el blog La lectora provisoria se armó una tumultuosa discusión a partir de un post de Nicolás Prividera titulado "Una cierta tendencia del cine argentino" (el título es la enésima variación del de un memorable texto de François Truffaut, título del que han abusado hasta el cansancio todos los que pretenden escribir artículos sobre cine con aires fundacionales). Como es natural en estos casos, la discusión incluye una cantidad de asuntos (personales, políticos, corporativos) que exceden largamente el propósito declarado del post. Se discute acerca del Nuevo Cine Argentino, se vuelve sobre los lugares comunes acuñados por Carnevale acerca de los chicos abúlicos, las playas desiertas y los hacheros sin atributos que inundarían el NCA (a esta altura hay que reconocer el talento de Carnevale para acuñar clisés que luego van a ser repetidos por muchos otros que se creen intelectualmente superiores al columnista de Ñ). Pero también se pretende imponer deberes cívicos a los cineastas: "la principal debilidad de muchos cineastas del NCA: no pensarse conscientemente como autores de una política (lo que equivaldría a pensarse como sujeto “colectivo”)" Prividera dixit.

Lo que hay en Prividera (como puede observarse en tantos otros casos) es urgencia por emitir un dictamen omniabarcador sobre generaciones enteras de cineastas, postulando vagas generalidades acerca de la falta de compromiso político de estos artistas, como también sobre la falta de perspectiva histórica de sus películas, teniendo por toda base empírica una sinopsis mal hecha de
Los muertos, como esos resúmenes de películas que aparecen en las revistas de cable, sin la menor preocupación por pensar las películas en su especificidad cinematográfica. Prividera no menciona en la nota a Lisandro Alonso (al que odia) pero deja todo servido para que los comentaristas le empiecen a pegar inmediatamente.

Por supuesto que no pude abstenerme de participar: mi relación con Quintín (uno de los directores del blog) es pésima; con Prividera la cosa no anduvo nunca muy bien, pero después de mis intervenciones en este debate ya puedo decir que mi amistad con Quintín tiene más futuro que la que podría haber tenido alguna vez con Prividera. Quintín, a quien muy bien no le caigo, admitió a regañadientes que estaba cerca de mi posición: "Entre la demanda revolucionaria y el reparto ecléctico de méritos, lo que yo pienso sobre Alonso se acercaría más a lo que dice Cuervo, pero no voy a salir a solidarizarme con un tipo que dedica un parte excesiva de su tiempo a insultarme a partir de mis posiciones políticas, justamente lo que le reprocha a Prividera"
Quintin dixit. Dios sabe lo poco que le agrada a Q darme la razón en algo (su solidaridad nunca la esperé ni la necesito).

En cuanto a Prividera, como respuesta a mis cuestionamientos, el realizador de M me "acusa" de:
- ser parte de "la vieja generación intermedia que llegó tarde a los ‘70 y temprano a los ‘90".
- ser postmoderno y post estructuralista.

- dar cátedra sobre Deleuze.
- ser "cerrado (algo impropio de un licenciado en filósofo tan cool)".
- ser "incoherente (vistas las últimas críticas de su blog contra ciertas películas)". [Dos renglones después de referirse así a las "últimas críticas" de mi blog, Prividera dice que hasta ahora me ha ignorado y que me seguirá ignorando, a pesar de que parece que me lee].
- tener una animadversión personal hacia él.

- ser "un viejo revolú converso" al que su película M me "pegó en algún lado".
- ser stalinista.

Obviamente no es posible que yo sea todas esas cosas juntas, pero la acumulación exime a Prividera de argumentar algo. Dos veces me descalifica por "viejo" (?) ; en la segunda ocasión, me dice "viejo revolú". Es un insulto curioso en alguien que sermonea sobre el compromiso político, pero lo cierto es que el status de "ex-revolú" que me asigna tiene tanta verdad como mi supuesta adhesión a Deleuze: ninguna.


La acusación de incoherencia que me hace es interesante. En la reciente cobertura del Bafici yo fui bastante crítico con dos películas a las que otros se apresuraron a consagrar como las grandes ganadoras: Todos mienten y Castro. Los elogios a los que me opuse hablaban del "triunfo de los chicos de la FUC". Para los lectores de este blog es bien sabido que afirmé que las críticas que se les puede hacer a estas películas no debe extenderse automáticamente ni al Nuevo Cine Argentino ni a los "chicos de la FUC" (mencioné a otros directores formados en la FUC y que no tienen artísticamente nada que ver con los autores de Todos mienten y Castro). El pretender ser preciso al respecto, el no querer tirar al bulto de "la FUC" (ni a favor ni en contra) es lo que Prividera me reprocha como incoherencia.

Las acusaciones simultáneas de deleuziano y stalinista se neutralizan solas. Pero la alusión de Prividera a mi supuesto encono personal hacia él porque me habría pegado mal su película M me llevó a releer mi comentario sobre esa película, aparecido en el número 16 de revista La otra, que decía así:


M (lo personal y lo político)

Una serie de documentales en los últimos tiempos se han centrado en la relación madre-hijo, desde la experiencia personal de los propios autores de esos films. La particularidad de estas películas es que exponen un vínculo de algún modo fracturado y, lo que es más interesante, que sus realizadores intentan mediante su misma obra una restitución de ese vínculo. Esto puede decirse, por ejemplo, de M de Nicolás Prividera, Tarnation de Jonathan Caouette y Fotografías, de Andrés Di Tella, films tan diferentes como son diferentes quienes los realizaron y las circunstancias en las que la relación madre-hijo ha experimentado la fractura. En el caso de Tarnation, la fractura se produce por la enfermedad mental de la madre (enfermedad que es el resultado de una violencia ejercida por la propia familia, en alianza con el sistema sanitario). Tarnation es un collage de filmaciones caseras registradas a lo largo de varias décadas por el propio autor. La historia se expone a través de intertítulos que narran su vida en tercera persona, pero progresa hacia una catarsis en la que Caouette confiesa a la cámara el temor de perder la razón como la madre. En el final, nada puede garantizar un resultado tranquilizador, la fractura queda simplemente expuesta; pero toda la anomalía de la situación familiar se transfigura por obra de la mirada amorosa que la propia película propicia. Tarnation derriba el muro que separa lo publico de lo privado en el triángulo que forman la madre, el hijo y el espectador.



En Fotografías, Di Tella inicia una investigación acerca de su madre muerta 10 años atrás, a partir de que el padre le pasa una caja con viejas fotografías de ella. Las fotografías, así como otras filmaciones encontradas (que habían sido realizadas por la propia madre) y un viaje que Di Tella emprende a la India (país en que ella nació) son los medios de que se vale el film para intentar una reconstrucción, de resultados inciertos. A diferencia de Tarnation, no puede asegurarse que la fractura ocasionada por la muerte haya que atribuírsela a violencia alguna, ni familiar ni estatal. Pero Di Tella expresa en un momento de la película una observación muy interesante que puede servir de clave interpretativa para los tres films que analizamos: su madre ha sido una destacada psiquiatra, vinculada al movimiento de la antipsiquiatría de Ronald Laing. Laing dice (y Di Tella cita) que el funcionamiento de toda familia está regido por una triple regla nunca escrita: la regla 1) dice: “No”; la regla 1.a) dice: “La regla 1) no existe”; la regla 1.b) dice: “Está prohibido discutir acerca de la existencia o inexistencia de las reglas 1), 1.a) y 1.b)”. El ámbito familiar, de los afectos tiernos y del resguardo ante el mundo hostil, aparece así ensombrecido por esta múltiple interdicción, como si toda familia se moviera siempre en una fortaleza de paredes invisibles.

En Fotografías y en Tarnation llega el momento en que sus realizadores-protagonistas sienten ese No en el cuerpo (en el llanto de Caouette frente a cámara, en el insomnio y el vértigo que sufre repentinamente Di Tella) y puede decirse que la experiencia misma de hacer sus películas les permite reconvertir el signo de esa imposibilidad en una reconciliación de índole espiritual. Las fotografías y filmaciones que registran sus vidas son la materia de esta transposición de lo privado en público, por la vía del arte.

En el caso de M, las coincidencias y diferencias son muy significativas. Igual que en Fotografías y a diferencia de Tarnation, la madre de Prividera está muerta. Pero a diferencia del caso de Di Tella, en Tarnation y en M lo que ha vulnerado el vínculo entre madre e hijo es una intervención violenta: Martha Sierra, la madre de Nicolás, ha sido secuestrada durante la dictadura militar. Ella trabajaba en el INTA cuando Prividera tenía 6 años y su hermano menor apenas unos meses. Lo poco que se sabe es que tenía algún tipo de militancia vinculada con sectores del peronismo montonero, pero nadie, entre los compañeros de ella e incluso entre los propios familiares, puede precisar mucho más. Como en las otras dos películas, en la de Prividera las fotografías y filmaciones caseras funcionan como el medio en el que se encuentra con su madre ausente. Fotografías y filmaciones le permiten acercarse a mirarla, a mirar como ella miraba: y en el momento clave de M, Prividera proyecta una diapositiva de su madre y se coloca sí mismo al lado de ella, los dos de una edad similar, como si fueran no madre e hijo sino una pareja. Lo que el cineasta reclama es muestra mirada como ámbito en el que se produce el encuentro de ellos dos.

Films de triángulos, entonces, en el que se nos pide que seamos los terceros. El lazo que une a un hijo con su madre es el más íntimo que existe y estos films nos llevan a meternos en esa intimidad. ¿Cómo se relaciona la intimidad lograda por medios artísticos con la separación que rige socialmente entre lo público y lo privado? ¿Cómo se procesa ese tránsito? Cada una de las tres películas lo transita a su manera. Principalmente en el tono que adoptan para dirigirse a nosotros. En Tarnation no hay una voz que nos hable, sino textos escritos que relatan; pero la entonación está sostenida por un entramado musical que apela a los hitos de la cultura pop de los últimos 30 años. Son las canciones, de una emotividad intensa y envolvente, el medio en el que el encuentro de Jonathan, su madre y nosotros es posible.

En Fotografías la voz susurrada del propio Di Tella nos habla (en off) en un presente que es el nuestro y no el de los personajes que vemos en la pantalla. El momento que el autor elige para hablarnos es el de la edición: momento privilegiado en el que las piezas de un rompecabezas se disponen ante nuestra mirada. La marca visual de esa enunciación -pronunciada desde un espacio off- es la pantalla en negro, que cada tanto interrumpe el flujo de imágenes. Los negros se hacen más significativos y extensos en los tramos finales, cuando la experiencia reclama una mayor reflexividad. Son momentos en los que la película nos deja “solos”, como indicando nuestra propia presencia ante la irreparable ausencia de la madre, que es el tema mismo del film.



Muy distinto es el procedimiento de M: ni música ni voz en off. Prividera es, ante todo, el protagonista absorbente de su propio film, que casi no deja de aparecer en las dos horas y media de película. Su tono, su gestualidad, su mal humor, impregnan el relato. Se viste con un impermeable, a la manera de los films de detectives. Pero es, como detective, muy singular: no se priva nunca de hacernos saber lo que opina de cada entrevistado, mediante una gesticulación que comenta cada réplica, cuando habla por teléfono, cuando interroga a los compañeros de su madre, cuando responde a las entrevistas periodísticas, cuando pronuncia un discurso en el INTA, al lograr que se descubra una placa en memoria de su madre; pero sobre todo cuando desarrolla un extenso monólogo ante su hermano menor:

Busco a los responsables: quien se hace responsable, por lo menos se hace cargo. De algo. ¡En un país donde nadie se hace cargo de nada! Es increíble cómo nadie vio eso o nadie lo quiso ver. ¿Qué? ¿los vientos de la historia? ¿Ceguera, ingenuidad, estupidez, un poco de todo?” .
Prividera, como “puestista” del film, distribuye los roles y los espacios con mucha decisión: su hermano apenas habla, cuando lo hace emplea un tono más bien vacilante y, a menudo, antes de completar la idea, es interrumpido por una intervención muy enfática del protagonista. El cineasta nos permite entrar en ese momento auténticamente íntimo donde un hermano le habla al otro. El rostro de Nicolás Prividera en primer plano abarca casi toda la pantalla, mientras atrás se ve, reflejado en un espejo la imagen chiquita del hermano que asiente o simplemente escuha. Asistir a ese momento de intimidad entre los hermanos, en el que junto con un discurso político se expone un vínculo fraternal, nos transforma en testigos privilegiados. Pero, ¿cuál será el precio que tenemos que pagar por presenciar este momento? ¿Le interesa más al cineasta que vislumbremos ese No del que hablaba Laing, que regula el funcionameinto de las familias? ¿Que reparemos en la ausencia notoria del padre, de cuya actitud hacia el secuestro de la madre y hacia la investigación en curso no dice la película una sola palabra? ¿Es entonces M un film microscópico sobre el entramado familiar que sostiene un caso de desaparición forzada? ¿O será mejor desviar la mirada hacia fuera, hacia la red de culpabilidades a las que las palabras de Prividera apuntan?

Lo que Prividera personaje no deja de mostrar en todo momento es el malestar que le produce que nadie sepa explicarle las circunstancias que conducen al secuestro de su madre.
En el comienzo, queda dicho que Prividera está enojado:

- ¿Cómo influye la desaparición de su mamá –le pregunta una periodista extranjera a los hermanos Prividera- y cuál es el impacto, tantos años después, en su vida cotidiana?
- Y... es complicada la pregunta- empieza a contestar el hermano menor-. Y... digamos, eh...
- No es tan complicada- interrumpe Nicolás.
-Pero yo le pregunto a él- insite la periodista.
- Yo crecí prácticamente sin mi madre, porque tenía 2 meses, él tenía 6 años. Y crecimos en medio de esa incertidumbre –dice el hermano menor..
- A nosotros–afirma Nicolás- nos ha tocado de un modo personal, pero hay toda una generación desaparecida. Seguramente eso ha cambiado la fisonomía de la Argentina. Y en tanto y en cuanto no sepamos qué pasó con todos y cada uno y quiénes son los responsables en cada caso de su desaparición, va a ser muy difícil decir que vivimos en una democracia real y en una república verdadera.
- ¿Estás enojado?
- Por supúesto, por supuesto que estoy enojado. Y no sólo que estoy enojado, creo que todos deberíamos estar enojados, esta es la cuestión, no es un enojo personal por algo que me hicieron.
Este enojo es el centro productivo de M, enojo que no tiene un destinatario único, sino que se difumina por todas partes: “No sólo recordar a cada uno de los que desaparecieron –dice Prividera en el discurso final en el INTA- sino también a cada uno de los responsables de su desaparición. Siempre estuvieron aquí, entre nosotros, continuaron su trabajo como si nada hubiera sucedido, sin que la conciencia les impida dormir, sin que la justicia les pida explicaciones, sin que nadie les dijera en la cara que eran tan culpables como los que secuestraron, torturaron y asesinaron. Los que no participaban sabían, los que no sabían, sospechaban. Y la mayoría callaba o repetía las consignas de la dictadura, por miedo, por indiferencia o por simple complicidad.” Creo que estas palabras difunden la culpa por la desaparición de Marta Sierra con tal grado de generalidad que todo conduce a incriminarnos: si M nos convoca, si nos permite presenciar esos momentos tan íntimos, es para hacernos objeto de una acusación.

El valor de la película es que muestra el nexo entre el sentimiento personal del enojo y su posible traducción en el discurso político. La actitud de Prividera como realizador es muy abierta, desde el momento en que no disfraza su enojo de otra cosa (la película Los rubios es posible que también esté hecha desde el enojo, pero Albertina Carri trata de disfrazarlo de gesto estético “cool”). El modo como se incluye Prividera en el cuadro le permite a la cámara captar cosas que ponen en suspenso la acusación que el personaje trata constantemente de formular. Ese desdoblamiento cámara-observador / Prividera-personaje le da al espectador una libertad para distanciarse de lo que se dice. Y pensar: ¿cuál es la posibilidad y el límite de una política pensada desde el enojo? ¿es posible reparar el daño (hablamos de desaparecidos, de chicos que perdieron a su madre cuando uno tenía 6 años y el otro 2 meses), y en todo caso qué es lo reparable y qué es lo irreparable? Y por lo tanto, ¿qué parte del daño se puede procesar políticamente y qué parte se puede reparar artísticamente? ¿Cómo se debe sentir el espectador frente al enojo que Prividera exhibe? ¿Se debe dar por aludido, se debe sentir en deuda? ¿Puede cuestionarse la pertinencia del enojo, por más que venga nada menos que de las víctimas?