Mientras la dirigencia política termina de resolver sus alquimias electorales y la CGT se saca de encima esa conducción de gordos ahítos y miedosos de los carpetazos, queda claro que el único freno al ajuste brutal que el gobierno está aplicando es la movilización popular en las calles. Lo demostraron los docentes en su multitudinaria marcha de ayer. La lucha de los Metrodelegados, boicoteados por la UTA entreguista y los tribunales cómplices, es un ejemplo a seguir. No hay que perderse en disquisiciones sobre la unidad panperonista con los desertores ni sobre los católicos de misa dominguera. Las propuestas de unirse con los legisladores que les votaron todas las leyes al régimen son ridículas. No se trata de peronistas sí o trosquistas no, o al revés, de trosquistas sí y peronistas no. No importa un pomo de dónde vengas y qué decís que sos. Si cantás la marchita o volvés con la frente marchita, no importa. Al FMI que hoy se instaló en la Casa Rosada para manejar el país en control remoto solo se lo para en la calle. Por eso mañana todos al obelisco.
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jueves, 24 de mayo de 2018
martes, 15 de mayo de 2018
Verbitsky: "La fantasía de la izquierda que pedía asamblea constituyente en 2002 no está sostenida en ningún hecho de la realidad"
La tensión entre el kirchnerismo y la izquierda. Una conversación en La otra.-radio con Diego Sztulwark -autor de Vida de perro, el libro de conversaciones con Verbitsky- que se puede escuchar clickeando acá
Diego Sztulwark nos dice, a propósito del tiempo que le llevó concretar Vida de perro, su libro de conversaciones con Horacio Verbitsky, que fueron dos años de encuentros con el Perro, pero antes transcurrieron otros dos años para convencerlo de que tenían que hacer el libro:
-Me acerqué con la curiosidad de qué pasaría si alguien como Verbitsky, que en los últimos diez años había estado comprometido con el proceso político kirchnerista, apareciera ofreciendo un balance mucho más largo y más complejo de la historia política argentina, de la historia de la militancia y la historia de la investigación. Más complejo, digo, que aquellos que se vieron involucrados en el debate militante de los últimos años, a favor y en contra, que a mí me parece que en muchos momentos redundó en una especie de simplificación muy brutal. Y Verbitsky ofrecía la posibilidad de otra complejidad, por su trabajo de sistematicidad, por método, por precisión de la información, pero también porque tuvo cuatro o cinco décadas de protagonismo muy fuerte y era un interlocutor privilegiado para hacer un repaso de nuestra historia política, no para hacer sólo una historia, ni mucho menos por arrepentimiento, sino, al contrario, para restituir historicidad a los debates actuales y las tareas militantes de este momento. Él se fue convirtiendo en un actor político muy singular, una persona que tiene muchísima influencia, muy leída, sus columnas se esperan, para bien o para mal, en muchos sectores de toma de decisiones del país. Sin embargo su poder de influencia no ha dejado de ser su capacidad para tratar la información y escribir. El no tuvo ni grandes capitales ni grandes cargos públicos.
- ¿Y por qué tanto tiempo para convencerlo?
- Yo en 2013 estaba en contacto con él por tareas militantes de ese momento, a través del mail. No lo conocía personalmente y, en contra de las imágenes habitualmente blindadas de Verbitsky como una persona inaccesible, me respondió con suma amabilidad. Me sorprendió muchísimo y me tomé el atrevimiento de decirle que yo creía que sería interesante hacer una reflexión de balance con alguien que viniera de los años 70 e hiciera un recuento histórico de procesos políticos más largos. Se lo venía proponiendo y él no me respondía más que con monosílabos o muy secamente: "no", "más adelante", "vamos a ver". Pero la noche en que Macri le gana a Scioli por tan pocos puntos la segunda vuelta electoral le dije: "bueno, es el momento". Y él me dijo: "sí, es el momento, pero yo soy un señor mayor, así que yo voy a marcar los tiempos".
Pasaron todavía algunos meses de 2016 entre respuestas evasivas, y en marzo Sztulwark insistió: "mirá, Horacio, creo que hay que hacerlo ya". Verbitsky respondió: "sí, yo le tengo un poco de miedo a tu registro más abstracto, más filosófico". Sztulwark le explicó que desde muy joven había sido un militante político y había leído sus notas, que conocía ese lenguaje perfectamente y creía que podían trabajar en ese nivel de conversación. Verbitsky aceptó y le dijo: "vamos a trabajar dos mañanas por semana durante los meses que hagan falta". El había recibido muchas veces propuestas de libros de entrevistas y por razones diversas las había ido rechazando. Cuando aceptó finalmente la propuesta de Diego, Verbitsky dijo: "sí, vos tenés la edad de mis hijos, me interesa cómo esa generación puede tomar mi obra, puede narrar y hacer algo con eso".
Entonces apareció el obstáculo por el cual Verbitsky recelaba de ese registro abstracto que suponía que Sztulwark manejaba:
- Él rechaza -dice DS- toda ideología abstracta, le tiene mucha desconfianza. Para él la política nunca puede encallar en la moral o en categorías abstractas, porque piensa que hace falta un ritmo, una vitalidad y una apertura, un habitar las contradicciones que él no encuentra en la izquierda clásica. Y él me pidió: 'yo te cuento lo que hago y vos conceptualizá'.
Esta tensión es lo más interesante que plantea Vida de perro. Ante cada pregunta que corriera el riesgo de elevarse hacia conceptos muy generales, Verbitsky intentaba reconducir la discusión hacia las condiciones concretas en las que los conflictos se desenvolvieron, las fuerzas materiales que incidieron y los obstáculos que había que enfrentar para tomar una decisión, tanto en su época juvenil como militante de Montoneros, como en su década de compromiso maduro con el kirchnerismo.
La desconfianza de Verbitsky hacia la abstracción teórica no es una cuestión de estilo. Más bien él la considera un problema político: la principal objeción que le achaca a la izquierda tradicional argentina -que durante años llamó, aunque ya no, la "paleoizquierda"-es su incapacidad para vivir las contradicciones reales y operar sobre ellas, su inclinación a resguardarse en un plano teórico donde los conceptos estén despejados y desde allí posicionarse en el cuadro de la lucha política. Eso hace que sea el peronismo, y no la izquierda -si interpretamos bien el pensamiento implícito en la praxis de Verbitsky- el campo desde el cual se puede llevar a cabo una lucha transformadora contra las clases dominantes argentinas. La izquierda, por causa de la abstracción conceptual que privilegia para orientarse en sus decisiones, a menudo se coloca en un lugar apartado de los intereses populares. Verbitsky le dice a Sztulwark, como reprodujimos en un post anterior, que el PO es una fuerza reaccionaria y sus opciones políticas en la escena nacional juegan muchas veces del lado de la derecha, mientras que el kirchnerismo es una fuerza progresista. Esto no le impide valorar el compromiso militante de los jóvenes que integran la izquierda trosquista, ni ver la cuestionabilidad de figuras como Gildo Insfrán, integrante del FPV en los años de Néstor y Cristina. Pero esas cualidades personales no deben confundirse con una apreciación más global acerca de cómo cada fuerza opera en las pujas políticas argentinas. Por eso, desde hace décadas es desde el peronismo que, con sus contradicciones y zonas oscuras, se lleva a cabo una lucha contra el poder oligárquico o el poder financiero trasnacional, mientras la izquierda se abstrae en los márgenes. Estas tensiones aparecen en un tramo del libro en que hablan del conflicto del kirchnerismo con la comunidad primavera, de Félix Díaz:
DS: Mi interés en esta conversación tiene que ver en parte con tratar de entender, valorar y también discutir esta posición tuya, que tiene la complejidad de una doble valoración. Por una parte hiciste una lectura del FPV en la coyuntura argentina en términos positivos, sin negar que esa posición contiene a Insfrán (acabás de decir que te parece que el FPV fue objetivamente más progresista que el PO), y al mismo tiempo, el CELS defiende a Félix Díaz y a la comunidad de La Primavera contra el mismo Insfrán, que formó parte de ese Frente. Hasta cierto punto, se da el mismo esquema en el caso Ferreyra/Pedraza. De algún modo, me parece que el kirchnerismo en el gobierno no asimiló ni las demandas de los trabajadores tercerizados ni las de las comunidades en conflictos por tierras contra el Estado provincial o las grandes empresas.
HV: Yo te conté la pelea con Cristina por Milani, así que también te puedo contar la pelea por Félix Díaz. Algunos hijos de puta nos acusan de haber participado en el desalojo de los Qom. Todo lo contrario. A mí me avisa Gastón Chillier que está en el lugar, que los Qom se van, que están los ómnibus en el lugar, que está todo arreglado para que se abra la mesa de negociaciones, pero que allí está el Cuervo Larroque apurando, empujando para que se vayan. Y yo la llamo a Cristina y le digo: “Se acordó la negociación, se van voluntariamente, se están yendo. Déjenlos que se vayan tranquilos, no los apuren”. Y Cristina me dice, gritando: “Yo lo mandé al Cuervo, si te parece mal lo que hace el Cuervo te parece mal lo que hago yo, porque yo lo mandé al Cuervo”. Y le digo: “Sí, me parece mal lo que hacés vos, si fuiste vos. Te estoy diciendo: es provocativo, innecesario, tergiversa las cosas”. Fue la otra discusión fuerte que tuve con Cristina.
En una reflexión incluida en el libro, Sztulwark acota:
"Su razonamiento, concentrado en la confrontación con la derecha más conservadora sobre qué valores se ponen en juego a la hora de evaluar los gobiernos de los Kirchner –a qué se llama “errores” y a qué “aciertos”–, tiende a eludir por momentos una profundización en cuestionamientos políticos que podrían iluminar desde otro ángulo –ya no en polémica con las derechas, sino con las izquierdas–la debilidad de las transformaciones ocurridas estos años. Ese otro costado de la discusión [el que Sztulwark reivindica] pretende cuestionar la articulación entre modo de acumulación, modo de pensar y modo de toma de decisiones sobre la que se recostaron, con diferencias entre sí, los gobiernos llamados progresistas.
"Aunque tal vez haya otro modo de considerar el problema de la debilidad política de estos gobiernos progresistas. Su tendencia a plegarse a líneas neodesarrollistas –confianza en la creación de empleo de calidad a partir de un proceso de industrialización y de una centralidad del Estado- nación que subestima fenómenos como el de la llamada economía popular–y neoextractivas –explotación de recursos naturales para la exportación, según los requerimientos del mercado mundial–imposibilitó la consideración de combinaciones más audaces entre los aciertos que enfurecieron a las oligarquías –bajar el cuadro de Videla de la ESMA, estatizar las AFJP– y líneas de experimentación más creativas con los sujetos que emergieron de la crisis de 2001. Esa falta de experimentación sostenida puede ser comprendida como el anverso de lo que con frecuencia se llama los “errores” del gobierno, que la mayoría de las veces no han sido sino compromisos con las fuerzas del orden (empresas multinacionales que sustraen riquezas vía extracción de recursos o vía fuga de capitales, todavía habilitadas por la legislación de la dictadura en lo que concierne a las operaciones bancarias y empresariales, apoyadas por las fuerzas represivas y de seguridad de modo directo o tercerizado).
"Si algo parecido a un programa circuló de hecho entre las multitudes que protagonizaron la crisis del año 2001 argentino, ese programa fue parcial e inorgánico. Sin embargo, esa fecha sigue ofreciendo una perspectiva histórica, incluso para entender por qué, de todas las expresiones políticas creadas en aquella coyuntura, fue el PRO(hoy Cambiemos) el que mejor capitalizó a largo plazo el proceso abierto en aquella crisis".
Sztulwark y Verbitsky debaten:
DS: Me parece que el cierre de la toma de decisión política sobre un grupo político que subordina o excluye a referentes de luchas populares resta capacidad de identificar contradicciones y debilita la capacidad crítica de cualquier gobierno. ¿Cómo juntar fuerza de transformación sin ensayar procesos de decisión más colectivos?
HV: Siempre fue así. Fue así en los aciertos y fue así en los errores. Estoy de acuerdo con lo que planteás pero, de nuevo, es lo que dijimos anteriormente: la incorporación de las organizaciones sociales a la decisión política hubiera significado que la ruptura con Moyano no se habría producido en 2010 sino en 2004 y que el Congreso no habría aprobado todas las leyes que aprobó. Seguramente había equilibrios mejores, seguramente se habrían podido hacer cosas que no se hicieron y que hubieran dado mejores resultados. Siempre, en cualquier situación, este razonamiento es válido. Sin embargo, como balance de conjunto de la experiencia de los doce años, yo no veo que se hubiera podido hacer mucho más que lo que se hizo. El país había atravesado veinte años de democracias totalmente dependientes, incompletas, que se limitaban a hacer viables las políticas de ajuste por métodos no violentos, más otros ocho años entre lopezrreguismo y dictadura, de destrucción de bases materiales, de desindustrialización, de precarización laboral. (...) La fantasía de la izquierda que pedía asamblea constituyente en 2002, y la idea de que estaban en una situación prerrevolucionaria, me parece que no está sostenida en ningún hecho de la realidad, es nada más que una expresión de deseo.
En la conversación que tuvimos el domingo en la radio Sztulwark reconoce que estos reproches de Verbitsky hacia el carácter abstracto de la política de izquierda provienen de una discusión anterior, la que John William Cooke desde el peronismo revolucionario sostuvo con la izquierda marxista clásica hace muchas décadas. La tradición, que viene de Cooke y en cierta forma Verbitsky encarna, propone partir de los fenómenos de radicalización y tensión efectivos y no de un conjunto de abstracciones lógicas.
- Creo -dice Sztulwark- que es el problema, en última instancia, de cómo se piensa la dialéctica. Él [por Verbitsky] lo piensa en términos de una dialéctica que hay que habitar en una tensión y no como una resolución. Hay, como decís vos, una teoría nunca del todo enunciada pero que está ahí operando, y claro que es fascinante. Pero me pareció siempre que con Verbitsky no serviría de nada si yo me ponía en el papel de admirador, que lo que había que hacer con Horacio, como con cualquier persona con la que uno tiene una interlocución, es pensar cuáles son las tensiones con las que hay que trabajar, el tipo de sacudidas que hacen que ese pensamiento esté obligado a decir más de lo que ha dicho, ¿no?
Sztulwark no se considera parte de una izquierda clásica, sino de un autonomismo que revaloriza el proceso de emergencia de los movimientos sociales, sobre todo los que aparecen en las asambleas de principios de siglo, posteriores al colapso de la alianza, que él considera que el kirchnerismo en cierta forma vino a obturar. ¿Cómo devolverle peso, en los momentos de decisión política, a estos sujetos colectivos, sin delegar su representación en liderazgos individuales que adelgazan, según su perspectiva, esta lucha?
Y la conversación siguió moviéndose entre planteos más conceptuales y ejemplos más concretos: Perón, Bergoglio, Néstor, Moyano, Mariano Ferreyra... La manera en que Verbitsky tramitó estas tensiones y el modo en que debemos repensarlas ahora que se plantea un nuevo momento político, en la resistencia contra el macrismo.
Para escuchar la conversación completa con Diego Sztulwark, tienen que clickear acá.
viernes, 11 de mayo de 2018
Verbitsky: Vida de perro - Balance político de un país intenso, del 55 a Macri
Diego Sztulwark, autor del libro de conversaciones con Horacio Verbitsky, el domingo a medianoche en La otra.-radio - FM 89,3
Dice Diego Sztulwark en la introducción a Vida de Perro, el libro de conversaciones con Horacio Verbitsky que acaba de publicar: "Verbitsky es un escritor austero que se halla inmerso en el conflicto político que atraviesa a la Argentina. (...) Militancia, periodismo y derechos humanos son momentos de una participación decidida y poco convencional en la política, sobre todo si se toma en cuenta que su poder de influencia no proviene de cargos públicos. Verbitsky maneja información. La obtiene, la interpreta y la usa". Es un modo de aproximación preliminar a la figura de su entrevistado.
Cuando se habla de Verbitsky, es inevitable tratar de determinar con precisión bajo qué categoría se lo piensa. Decir que es el mejor periodista de Argentina parece cierto pero no suficiente. Con eso hablamos de una superioridad profesional, pero la cuestión con el Perro no es una diferencia de grado, de mayor calidad, sino una distinción cualitativa. Si Verbitsky es un periodista, lo que lo distingue es que es también otra cosa. Lleva a cabo una praxis que no tiene en el presente otros practicantes.
De acuerdo: es un escritor. Ok: forma parte de un conflicto político del cual no es un mero analista ni un teorizador. No describe, o no solo describe; por sobre todas las cosas él interviene. La clave consiste en precisar cuál es su modo de intervención. No es la mera opinión ni la simple información. Tampoco es un operador al servicio de determinados poderes fácticos, alguien que dice lo que a otro le conviene que se diga. Quizás lo más interesante de Vida de Perro, de los extensos y pormenorizados repasos de muchos años y situaciones que tuvieron a Verbitsky como testigo, como participante y a veces hasta como protagonista, de las diferencias políticas que a veces asoman entre los interlocutores, sea que el libro incita a cuestionar la naturalización de la práctica del periodismo, requiere pensar en todo lo que hay por debajo, por encima y por los costados de esa profesión con tanta resonancia. Porque es por esos márgenes poco o nada explorados que Verbitsky se ha venido moviendo con una persistencia a lo largo de décadas, lo que lleva a sospechar que hay un pensamiento tácito en su praxis.
Único ejemplar de su especie, parece que Diego Sztulwark advierte esta singularidad, tanto como la necesidad de que algo de ese saber moverse por los intersticios de la lucha política en la Argentina cruenta de los años 60, 70, 80, 90, del 2000 y del presente valga la pena transferirse a las nuevas generaciones: de periodistas y de luchadores políticos. Verbitsky sabe algo que está implícito en su trabajo: su escritura, en libros, revistas, diarios y últimamente en publicaciones digitales. Es un maestro en el estilo de comunicación indirecta. Deslumbra también por sus silencios. Eso que él sabe lo lleva a intervenir en la disputa política. También a la inversa: por intervenir en esa disputa es que ha aprendido. Y su modo de intervención es gravitante no para un sector político, sino para una diversidad de sectores -eso que a falta de un nombre mejor podríamos llamar "el campo popular", aunque la izquierda clásica no se sienta cómoda con esta categoría- a los que a veces les cuesta sentarse a discutir, si acaso lo logran.
Verbitsky cuando publica sus notas instala un diálogo tenso con diversos actores políticos: con dirigentes de ese campo popular, con el movimiento de los Derechos Humanos (que lo cuenta desde hace varias décadas como uno de sus principales actores), con el peronsimo, el kirchnerismo, la izquierda, las organizaciones sociales, los medios, otros periodistas y muchísimos militantes que esperan sus notas incluso para discutirlas. Su singularidad puede constatarse cuando se percibe la diferencia de la edición dominical de Página/12 antes y después de su salida: el diario puede seguir siendo bueno e interesante, pero perdió algo de la tensión que él le infundía. Quizás haya que buscar por este lado: su escritura no solo describe sino que también crea tensiones con actores concretos.
En este sentido, la conversación con Diego Sztulwark es interesante porque los dos son distintos: Diego es dos generaciones más joven, responde a un perfil más clásico de la izquierda y por ende se encuentra distante del apoyo que Verbitsky manifestó en los años kirchneristas. Si ellos se ponen a discutir, eso significa varias cosas: que Verbitsky y la izquierda clásica no son lo mismo, que ese diálogo es posible y necesario para ambas posiciones y, finalmente, que todavía no se logró hacer, al menos de manera pública.
Sztulwark declara que se propuso entrevistar a Verbitsky para desentrañar su método, por una necesidad histórica: Verbitsky acumuló en estos años un tipo de experticia que ahora hace falta transferir a las nuevas generaciones. Pero leyendo el libro se advierte que no se inquiere por un método en el sentido técnico, sino más bien por una praxis. No cómo hacer, sino qué hacer.
El Perro es reacio a teorizar sobre lo que hace y, en general, a teorizar en cualquier sentido. Su filosofía está implícita en sus movimientos y sobre todo en las cosas que Verbitsky nunca hace, en eso que lo diferencia de otros. Por ejemplo: la categoría de "periodismo militante", a la que no queremos desdeñar, no lo describe bien. Por eso, Verbitsky nunca fue a 678. No porque él desprecie la función o la utilidad política que pudo tener un programa así, sino porque su propia práctica es incompatible con ese tipo de intervenciones. Algo de eso es lo que Sztulwark quiere caracterizar cuando dice que Verbitsky es austero.
También podría decirse que su vinculación con la teoría política es de un pragmatismo escéptico, lo cual no implica que sea políticamente escéptico. Su escepticismo radica en que desconfía de la capacidad de las teorías para apresar las tensiones reales de la política. Quizás ese mismo escepticismo lo haya llevado a distanciarse de las posiciones de la izquierda clásica, a la que durante muchos años llamó "la paleoizquierda". Sztulwark le hace notar su disgusto con esa terminología y Verbitsky, en sus conversaciones, aclara que ya no usa más ese concepto, porque piensa que a partir de la emergencia de nuevos dirigentes como Myriam Bregman o Nicolás del Caño esa caracterización ya no es justa. Sin embargo, la tensión con la -ya no paleo- izquierda subsiste. Cuando en el libro se habla de la cercanía de Verbitsky con el kirchnerismo y también de sus manifiestas diferencias, cuando Verbitsky explica su visión del peronismo y el momento en que decide dejar de ser peronista -1973-, cuando marca el desencuentro de la izquierda trosquista con los procesos políticos populares, en todos esos pasajes también él parece guardar un escepticismo hacia el exceso de teoría que frena prácticamente a la izquierda clásica y la confina a no poder desbordar un límite social.
No lo dice así, pero es lo que yo creo intepretar. Sería algo por el estilo: "la izquierda quiere operar sobre la realidad desde un lugar de claridad teórica que no existe, las contradicciones son reales, también la de aquellos procesos con los que Verbitsky simpatizó o apoyó; él mismo los percibe, pero no está dispuesto a refugiarse en una posición de no contradicción que lo ponga a salvo de atravesar esas tensiones". O como diría Pasolini, en una frase que quizá Verbitsky nunca haya tenido en cuenta, pero es posible que haya encarnado como nadie: "las contradiccciones no hay que resolverlas, hay que vivirlas". La distancia de Verbitsky hacia la izquierda parece provenir de su escepticismo acerca de la existencia de un lugar de enunciación no contradictorio desde el cual ejercer la crítica de las relaciones reales de poder. Si se quiere intervenir en las disputas reales de poder, hay que tener menos resguardos teóricos y asumir la necesidad de que las contradicciones se hagan carne en uno mismo. Verbitsky dice: "Que yo no sea peronista no me hace ignorar la centralidad que aún tiene el peronismo y que puede tener en el futuro”.
Diego Sztulwark reconoce "la necesidad de aprovechar a fondo la mirada sistemática y documentada que Verbitsky establece con el presente político, el ejercicio analítico con que nutre semana a semana a sus lectores desde hace décadas, la perspectiva histórica de algunos de sus trabajos (de modo ejemplar, sus cuatro tomos sobre la Iglesia argentina) y la vocación de intervención en la actualidad, no sólo a través del periodismo sino también a través de dispositivos prácticos de gran alcance, como el CELS".
Un solo ejemplo de cómo en Vida de Perro se transitan estas tensiones. Dice Verbitsky:
- El día que mataron a Mariano, yo comí en Olivos con Néstor y Cristina, de casualidad, no por eso. Lo habíamos combinado antes. (...) Néstor era consciente de la gravedad de la situación. Cristina estaba con el mismo reflejo que el día que discutió conmigo por Milani, el de las provocaciones de la izquierda. Y contaba que el día anterior habían intentado quemar la puerta en una manifestación frente al palacio Pizzurno. Néstor estaba más preocupado por la muerte del pibe y por la patota que por la política de la izquierda. Esa fue la última vez que lo vi. Murió una semana después. Estaba cansado, se lo veía desmejorado, se fue a dormir temprano. Me llamó por teléfono uno o dos días después, exultante porque había logrado identificar a uno de los de la patota y había contado cómo había sido todo.
DS: ¿El CELS ya había definido tomar el caso Ferreyra?
HV: En ese momento aún no había causa. Yo siempre pensé que el CELS tiene que estar en ese tipo de conflictos fundamentales. En este caso, hubo un cruce de muchos trabajos nuestros: el litigio, el adecentamiento de la justicia, la violencia institucional, la precarización del empleo.
DS: ¿Por qué el adecentamiento de la justicia?
HV: Porque en el transcurso de la investigación se detectaron los sobornos y la intervención de la Side para beneficiar a Pedraza y lograr su impunidad. Denunciamos todo eso y promovimos una causa penal y el juicio político contra un juez de la Cámara de Casación, Eduardo Riggi. (...)
DS: ¿Cuál es tu balance del juicio?
HV: Del juicio a Pedraza, extraordinario. Muchas veces las patotas sindicales atacaron a militantes y opositores, como el caso de Blajaquis y Zalazar. Pero esta fue la primera vez en la historia argentina que un burócrata sindical fue condenado por el accionar de una patota. El kirchnerismo tuvo mucho que ver con eso. La izquierda dice: “Pedraza era el dirigente sindical del kirchnerismo” y muestra la foto con Cristina y con Néstor. Sí, es cierto, pero cuando mataron al pibe, el kirchnerismo se puso de punta contra Pedraza, y a pesar de todos esos nexos que evidentemente existían, no hizo nada para defenderlo sino todo lo contrario. En cambio, no tuvimos éxito con las denuncias contra Riggi, que fue protegido por la corporación judicial. Hubo críticas al juicio e incluso al CELS desde algunas posiciones liberales o de izquierda por no haber ido más arriba de los policías, hacia las responsabilidades políticas, particularmente contra Aníbal Fernández. Algunas personas lo dicen de buena fe y otras no. No es que el CELS no fue contra Aníbal Fernández, sino que no encontramos elementos para ir en contra de él. De hecho, hubo un juicio público transparente, que duró meses, y nadie aportó ningún elemento que mostrara algún involucramiento de Aníbal, más allá de las declaraciones estúpidas que hizo bancando la versión judicial. Ni la estupidez ni las posiciones políticas cuestionables son delito. Eso vale para un reproche político, pero no penal. El saldo de ese juicio ha sido muy importante y muy positivo. Puso en evidencia en la persona de Pedraza la parábola de la burocracia sindical. Yo lo conocí a Pedraza de joven en la CGT de los Argentinos (CGTA). No venía del peronismo sino de alguna de las orgas marxistas que confluyeron en la CGTA, enfrentadas con la burocracia sindical vandorista. Y décadas después termina siendo el responsable del asesinato de un pibe como él. Han pasado cuarenta años y él es el asesino de su propia juventud, impresionante.
DS: Fue un acontecimiento terrible que muestra algo más: un contraste entre tipos de militancia juvenil. Reconozco a la militancia como la de Mariano Ferreyra el hecho de meterse de lleno en el conflicto obrero, en el problema de los tercerizados, contra los componentes fascistas que contribuyen a gobernar las fuerzas del trabajo y que otras militancias no cuestionan.
HV: Es lo que te decía yo con respecto a la subordinación de la lucha gremial al partido político. Es lo mismo que sucede en Lear, con los cortes en la Panamericana. No cortan los laburantes, son los centros de estudiantes, es el partido.
DS: No sé, creo que no nos entendimos.
HV: Yo creo que sí. Sólo que acentuamos cosas distintas.
DS: Lo que quiero decir es que la patota de Pedraza, al tratar de sacar a los pibes que acompañan esas luchas por “rojos”, termina de confirmar –por contraste– que hay militancias que no acompañan esas luchas ni hablan de esos poderes fascistas. Me refiero concretamente a cierta militancia juvenil kirchnerista, que en estos años se ha planteado más como “soldados” de Néstor y Cristina que como una fuerza autónoma capaz de intervenir en conflictos como este que estamos señalando. Desde ahí me parece muy problemático que se silencie ese tipo de militancias como la de Ferreyra.
HV: En ambos casos son fuerzas subordinadas a un proyecto político. La Cámpora, al de Néstor y Cristina; los pibes de izquierda, al PO u otros partidos de izquierda. No me parece que difieran en eso. Yo no puedo dejar de ver que en el gran cuadro general uno es una fuerza progresista y el otro es una fuerza reaccionaria. Yo creo que el PO es una fuerza reaccionaria. Sus opciones políticas en la escena nacional jugaron en aquellos años del lado de la derecha y las del kirchnerismo, no. Esto no califica la militancia respectiva. A mí me resulta mucho más simpático Nicolás del Caño que Insfrán.
DS: ¿Dirías que un tipo como Insfrán, en Formosa, por el marco en el que estuvo inserto, terminó por fortalecer una política progresista incluso a pesar suyo?
HV: Sí, pero eso dura lo que dura el Gobierno nacional; cuando se acaba el gobierno, Insfrán vuelve a ser lo que es. Ahora los procesos en los territorios que controlan esos gobernadores quedan liberados a su propia influencia. Nosotros defendemos a Félix Díaz en Formosa, a la comunidad Qom. Y no dejamos de ver lo difícil de la situación en la que Insfrán tuvo apoyo. Es una mierda que haya sido así. Al mismo tiempo, no son pocos quienes viajan a la provincia y cuentan que en torno a Insfrán hay mafia, narco. En el contexto nacional, lo que hacemos desde el CELS es defender a La Primavera y enfrentar a Insfrán. Con toda la dificultad que tiene eso en un contexto como el que se dio en la década pasada.
[Fin de la cita]
En este notable pasaje aparecen todas las tensiones que mencioné al principio de este post: las que subsisten entre el apoyo crítico de Verbitsky al kirchnerismo y la distancia de la izquierda clásica, mejor representada por Sztulwark. El rol de Verbitsky como dirigente de una organización de Derechos Humanos. Sus discusiones con Néstor y Cristina y sus momentos de encuentro en causas que Verbitsky considera reivindicables. Su objeción hacia la falta de perspicacia de la izquierda para involucrarse en las luchas donde se disputa el poder real. Las tensiones entre su rol de investigador y su rol de luchador político, en las que ninguno de los dos roles anula al otro.
¿Qué es Verbitisky? parece preguntarse el libro Vida de Perro. No ¿quién es?, como si lo importante fuera algo del ámbito de su intimidad o su psicología particular. Qué es significa: qué tipo de práctica encarna, cómo hay que pensarla, que fertilidad permite esta práctica y que obstáculos encuentra. En un pasaje, Sztulwark dice que Verbitsky es un investigador político. La fórmula es atractiva, siempre que el "político" no sea solamente el adjetivo de "investigador". Puede pensarse también invirtiendo los términos: político investigador. La investigación del poder como una modalidad de la intervención política, que exige hallar un punto preciso en el que se reserva grados de autonomía que un militante típico no posee, pero no se sacrifica por eso un compromiso efectivo, el apoyo a determinados procesos en los que el poder real está en disputa, aun cuando estos procesos tengan aspectos contradictorios. O mejor: precisamente porque estos procesos son contradictorios hace falta involucrarse en ellos.
lunes, 10 de abril de 2017
"El gobierno está jugando con fuego: una minoría intenta subordinar a garrotazos al resto de la población"
Entrevista a Myriam Bregman en La otra.-radio de anoche, para escuchar acá
Cuando concertamos la conversación que íbamos a tener en el programa de anoche con Myriam Bregman, dirigente del PTS que integra el Frente de Izquierda, no imaginábamos que en la noche del domingo las fuerzas represivas del macrismo iban a protagonizar otra salvajada contra la protesta social, como fue el ataque al grupo de docentes que ayer estaba montando una escuela itinerante frente al Congreso. La charla con Bregman estaba prevista para referirnos al paro del jueves pasado, a la inacción de la CGT y al estado de movilización que la sociedad había mostrado durante marzo. Pero obviamente, al producirse la represión contra los docentes de anoche, Bregman también se hizo presente en el lugar y fue inevitable que nos centráramos en los hechos que acababan de producirse. A continuación, algunos tramos de la conversación:
- Esta tarde [el domingo] los dirigentes de los sindicatos docentes nacionales estaban en Plaza Congreso instalando la escuela itinerante en la que [hoy] pensaban dar su primera clase. Había presencia policial, pero todo se desarrollaba normalmente. Hasta que, según dijo uno de los policías presentes en el lugar, recibieron una orden directa de Presidencia de la Nación de empezar a reprimir. Parece que no se trata de desbordes, sino de una decisión política oficial de salir a reprimir.
Myriam Bregman: Sí. Empezamos a ver que se reitera una actitud de la policía, que llega a los lugares con claras intenciones de reprimir, de no permitir ninguna protesta. Además andan sin identificación, porque tienen la evidente intención de utilizar cualquier método represivo, de portar armas legales o ilegales. El jueves en Panamericana pasó lo mismo. Se había liberado un carril cuando comenzó la represión. Fueron con la decisión de reprimir. Porque a veces dicen "los manifestantes no dejan un carril libre para que circule el tránsito". Ese es un discurso que tienen en los medios, pero después la realidad es muy distinta. En Panamericana había vías alternativvas, se había liberado un carril y decidieron dar un claro mensaje hacia la protesta social. Es un gobierno que profundiza las medidas antipopulares, antiobreras y evidentemente ha decidido endurecer la manera en que las aplica.
- ¿Pensás que decidieron quebrar el espinazo de los gremios docentes como un efecto disciplinador hacia todos los trabajadores?
MB: Sí, estoy convencida, no escatiman ninguna medida para demonizar a los docentes, demonizan su lucha y ahora ni siquiera quieren dejarlos expresarse con una carpa docente. Lo que pretenden es dar un mensaje al conjunto de los trabajadores para que acepten un techo salarial por debajo de la inflación. Pero la intención no se queda ahí: con ejemplos como el convenio de los petroleros en Vaca Muerta, el acuerdo que hicieron con McDonalds, el gobierno se dirige hacia la flexibilización de las convenciones colectivas de trabajo. Es el modelo que este gobierno en favor de los ricos quiere extender a toda la clase trabajadora. El mensaje comienza por los docentes, un sector que tiene mucha visibilidad, obviamente, y el mensaje entonces llega. Lo ves en la tapa de algunos diarios que festejaron "que Vidal ya triunfó y logró que se levante la huelga". Así se envalentonan y no quieren ni siquiera que hagan otra medida de lucha.
¿Y el cuentito de que reprimen encapuchados? ¿O el guardapolvo también es considerado arma impropia? #CarpaBlanca— Myriam Bregman (@myriambregman) 9 de abril de 2017
- Es una reacción frente a un mes de marzo de movilizaciones multitudinarias contra las políticas del gobierno. Entonces decidieron empezar el mes de abril con una ofensiva antipopular.
MB: Coincido, tienen una reacción de la manera en que ellos pueden tenerla. Podrían reaccionar de acuerdo a lo que la calle les dice. Pero gobiernan para los ricos, entonces escuchan lo que la calle les dice y responden: "tenemos que profundizar la represión porque, si no, toda esta gente va a seguir movilizada.
- "La gente" -así es como lo dicen- a la que le responden es la que se movilizó el 1 de abril. Fue una concentración diseñada desde las redes sociales, que pretendía pasar como autoconvocada, pero muestra todas las huellas de las operaciones del PRO cuando moviliza a los sectores más reaccionarios.
MB: Sí, es un sector reaccionario el que se movilizó ese día. Y es una minoría, pero una minoría intensa que el gobierno utiliza como base para esta ofensiva. Todo sabemos que Macri ganó con el 50%, por un mecanismo perverso como el del balotaje que a uno lo obliga a elegir entre 2 candidatos, pero su base social, su legitimidad no es del 50%. Entonces están jugando con fuego, cuando incluso las encuestas que ellos leen no superan el 30% de apoyo. Desde esa minoría intentan subordinar a garrotazos al resto de la población. Creo que están haciendo una jugada muy riesgosa, en una Argentina donde todos sabemos cómo empiezan los palos en la calle pero nadie sabe cómo terminan.
- Pero para que sea posible una escalada represiva antipopular, hay que ver que estamos ante un gobierno que es minoritario en las dos cámaras del Congreso, con una CGT con tradición histórica peronista, con una mayoría de gobernadores que supuestamente no integran la alianza gobernante en Nación. Entonces la represión solo puede avanzar con la complicidad de todo ese sistema, que tendría la legitimidad institucional para detenerla.
MB: Así es como han gobernado, es un gobierno minoritario en ambas cámaras. La CGT les dio una tregua histórica, ningún gobierno no peronista tuvo tantos meses de tregua como los que le dio esta CGT al macrismo. En el Congreso lo vi con mis propios ojos: el gobierno enviaba los proyectos, en la tele se los cuestionaban pero en las cámaras les levantaban la mano. En la cámara de diputados tuvieron el apoyo de los bloques de Massa, Stolbizer, Bossio, incluso en algunas oportunidades el bloque de Libres del Sur jugó con la posibilidad de abstenerse para que el gobierno consigiguiera su mayoría. Y en el Senado el bloque del PPJ/FPV apoyó categóricamente, Pichetto y toda su bancada han sido los que les votaron todas estas leyes. Así que difícilmente desde ahí vengan las medidas para que podamos parar la represión.
MB: Yendo a un caso muy concreto, yo en su momento presenté un proyecto sobre el artículo 194 del Código Penal [que tipifica delitos contra la seguridad del tránsito y de los medios de transporte y de comunicación] para que se agregara una frase que indique que ese artículo no se puede aplicar a ninguna protesta social. Si vos dejás que ese artículo sea la gran excusa para reprimir, como hacen desde hace unos años, le estás dando una herramienta represiva al gobierno. Pero ni siquiera logramos el apoyo de otros bloques para que en alguna comisión se tratara un proyecto tan elemental como ese. Porque toda movilización, incluso la oficialista del 1A, corta calles, lo que pasa es que cada gobierno mira si esa movilización le es favorable, entonces ese corte no molesta; pero si es opositora, se convierte en un delito. El artículo 194 así usado es un instrumento de persecución enorme. Me acuerdo de que en 2014 [el entonces secretario de seguridad Sergio] Berni parecía omnipotente, hacía un despliegue enorme, llegaba a las protestas en helicóptero, mandaba destacamentos de Gendarmería, hasta que Horacio Verbitsky denunció que había un represor de la dictadura infiltrando la protesta y montaron la parodia del gendarme carancho. Después quedaron todos procesados por haber hecho esto. Pero no terminaron procesados porque la jueza Arroyo Salgado reflexionara y se diera cuenta de que es antidemocrático seguir golpeando gente, sino porque la parodia del gendarme carancho terminó generando un repudio social enorme. El otro día empecé a sentir eso en la Panamericana, empecé a sentir esa sobreactuación de [el actual secretario de seguridad Eugenio] Burzaco, sobreactuando con la manito, diciendo "me los sacan de acá a todos"... El gobierno se está envalentonando, pero debe saber que esas fuerzas represivas, una vez que se las desata hay que ver hasta dónde llegan. Son fuerzas represivas que han marcado a decenas de manifestantes en los últimos años, sobre todo la Gendarmería. Están jugando con herramientas muy peligrosas, conducidas por una ministra como Patricia Bullrich, imaginate, que viene del gobierno de la Alianza. A Macri no le gusta que lo comparen con el gobierno de De La Rúa, ni que hablen de 2001, pero él pone funcionarios de la Alianza, Burzaco también (1).
- La jueza Arroyo Salgado, la que mandó a procesar a los gendarmes en ese episodio de 2014 que vos recordás, es la misma que este jueves autorizó la represión en la Panamericana.
MB: La voluntad judicial varía según el humor social. La investigación sobre la represión en Panamericana nosotros la vamos a seguir, no vamos a dejar que pase, con todos los hechos que ocurrieron el otro día. El mismo juez que en un momento dice que la represión es legal, después cuando las fuerzas se exceden en el método represivo y eso genera respuestas dice que es ilegal. La clave es generar esa respuesta, por eso es tan importante que estemos en la calle y repudiemos estos actos.
- La movilización popular se hizo oir en marzo, incluso desbordando a la cúpula de la CGT, en el acto del 7, cuando sus propias bases les pedían que pongan la fecha del paro general y los dirigentes terminaron escapándose sin que nadie los atacara. Fue esa multitud la que les arrancó el paro. Pero convocaron a un paro sin movilización, tratando de que el país ese día quedara en silencio. Pero fueron ustedes, los partidos del Frente de Izquierda, los que al convocar a un paro activo terminaron poniendo el contenido político, las banderas, las imágenes a ese paro.
MB: Sí, es un silencio abrumador el de la CGT. El paro fue producto de un reclamo que venía desde abajo, pero la única intención de la CGT fue descomprimir una situación y no querían que nadie se exprese en la calle. Y la izquierda termina siendo la expresión de todos aquelllos que sí querían expresarse. Me pasa a mí cuando voy en el subte y me dicen "muy bien ustedes que salieron a la calle ese día y se manifestaron", gente que no tiene nada que ver con la izquierda, de otras identidades políticas que vio que la CGT llamó a un silencio total el día que los trabajadores debían gritar y poner el reclamo en la calle. La izquierda terminó siendo, en parte y en la medida de nuestro esfuerzo, la expresión de eso y por eso también tuvimos la represión, ¿no? El gobierno y la CGT querían un paro que pasara sin mucho problema. Se paró ¿y qué? ¡Si ni se votó un plan de lucha! Cambió en la medida en que se demostró el enorme acompañamiento que esa medida tiene, pero esperábamos más, esperábamos que sea el inicio de un plan de lucha. Hoy los docentes solos, nuevamente, poniendo una carpa, mientras la CGT no llamó a ninguna medida para rodear de solidaridad a los docentes. Hoy tendrían que estar llamando a una medida de repudio contra la represión, dando una señal de que si tocan a los trabajadores que protestan la CGT va a parar, va a movilizarse, va a hacer algo. Ellos dirigen una de las centrales de trabajadores más grandes del mundo. Para sacarles la cuota sindical a los trabajadores todos los meses, ahí no fallan nunca, pero cuando los trabajadores necesitan medidas contundentes, la verdad es que ellos no se ven. El jueves no salieron porque decían que era la izquierda. Hoy no era la izquierda, eran los sindicatos docentes y tampoco toman ninguna medida.
[NOTA DEL EDITOR] Lo que reproducimos arriba es solo una parte de una conversación más extensa, donde también hablamos con Myriam Bregman de la compra de armas del gobierno con fines represivos, del silencio del resto de la dirigencia opositora el día del paro, de otros casos de violencia institucional, del desmantelamiento de las fiscalías dedicadas a recibir denuncias sobre la violencia de género y contra los menores. También mencionamos la marcha del sábado pasado en repudio al femicidio de Micaela García y nos detuvimos a reflexionar sobre la utilización política que hacen los sectores de la derecha de casos como este, para fomentar políticas de mano dura que nunca van al fondo de la cuestión. ¿Cómo enfrentar la conmoción que producen estos crímenes de género sin ser funcionales a las fuerzas represivas? Algo de eso conversamos con Myriam y la charla completa la pueden descargar clickeando acá.
viernes, 7 de abril de 2017
Si el oficialismo cree que el paro fracasó, no lo interrumpamos
ES Fotografía
Imagen: La Izquierda Diario
No conviene hacer una evaluación del paro desligada de la secuencia en la que se inscribe, cuyo antecedente más cercano es la caída del palco de la CGT del 7 de marzo (el paro de ayer es la consecuencia inmediata de aquella escena). Un antecedente más lejano es la enorme movilización del 29 de abril de 2016. Ahí la dirigencia sindical debería haber asumido un mandato de sus bases del que abdicó; y por esa defección tuvieron que salir rajando del tinglado de Diagonal Sur diez meses después, hace un mes exacto. La desbandada del 7 de marzo imponía que se haga el paro, pero también que las cúpulas se guarden del contacto con las multitudes hasta que ese horrible sabor se les borre. Una tercera cualidad que el paro de ayer tenía que tener para el Triunvirato es la quietud de lo inefable. La unidad cegetista se funda hoy en palabras malditas que no pueden ser dichas.
El motivo que las cúpulas adujeron para no convocar antes a este paro es que había que adaptarse a los "tiempos" de la conciencia popular, que serían cautos. Ese pretexto es ideológico: el tiempo del que el régimen macrista dispuso para hacer sus daños irreversibles (en empleos destruidos, en hambre, en víctimas de la represión, en el descomunal endeudamiento que pende sobre el pueblo futuro, en la calidad de las reivindicaciones, el daño hecho en 14 meses es enorme) es en realidad el tiempo que necesitaron las cúpulas para recalcular en qué medida su poder corporativo puede coexistir con el macrismo. Todavía ese interrogante permanece indeciso en sus planes. Se pierde de vista un dato decisivo para explicar estas demoras si se olvida que las cúpulas sindicales ya a mediados de 2015 se habían alineado al macrismo.
Foto: Che cámara
Pero el tiempo político no es lineal ni homogéneo. En un mes pueden precipitarse cosas que en un año parecían inamovibles. Todo eso se precipitó en marzo. El paro de ayer, que quiso mantener un silencio místico, no fue para nada mudo. Fue hablado por el contexto previo.
Las gigantescas movilizaciones de marzo de 2017 liberaron uno de los mayores voltajes de la historia reciente. Movilizaciones protagonizadas por actores diversos unidos en la calle ante un enemigo común. Esa seguidilla fue tan contundente que descolocó a todos, empezando por las propias cúpulas sindicales, una dirigencia opositora sumida en un letargo preocupante y un gobierno atónito. Marzo fue protagonizado por esa articulación frágil y poderosa llamada pueblo, que no responde a ningún designio calculable. El macrismo intentó imprimir sobre ese dinamismo sorprendente variados relatos extraídos de urgencia del repertorio más folklórico de la derecha, tratando de impostar un aplomo y un manejo de los tiempos que ya perdió.
La concentración de diseño del 1A fue su primera reacción, en la que activó toda su artillería mediática (enorme y agobiante) para tratar de neutralizar e inscribir en su relato el paro inevitable de ayer. Pocas veces se vio en Argentina un alineamiento de las clases dominantes tan cerrado, enrareciendo la atmósfera con un pathos fascista que remite a la histeria bélica de 1982 o al lanzamiento del Proceso de Reorganización Nacional del 76. Esta presión fue eficaz para alinear a esos sectores medios que se angustian ante el conflicto y se tranquilizan ante el garrote. Hay tradición de eso.
La contundencia del paro cada uno la va a contar de la manera que le convenga. La CGT puede ufanarse de ser la única institución capaz de lograr parar el país. No puede olvidarse que hace pocas semanas no querían hacerlo. Y que fueron forzadas a la vista de todos. Tienen aparato, sí. La adhesión de los gremios del transporte es decisiva, sí. Pero con todo eso, no querían hacerlo hasta que la situación se les hizo insostenible.
Si pretendieron que el paro fuera mudo y quieto, hasta ahí no llega su poder. Los motivos habían quedado expuestos en las 6 marchas de marzo. La CTA ya puso otra fecha: la Marcha Federal del 1 de mayo, que coincidirá en las calles con las tradicionales concentraciones de la izquierda.
Fotos: Che cámara
Otro motivo para que el paro fuera mudo y quieto: el conglomerado que constituye la unidad cegetista no puede hablar ni moverse sin exponer sus diferencias. El ideal de la quietud y el silencio, más que una decisión es una confesión de sus límites. Hay en ese conglomerado muchos sectores que anhelan volver a la mesa del diálogo macrista, con el auspicio papal. Para ellos, el paro de ayer pretendió ser una descompresión. Otros sectores de esta misma unidad precaria, incómoda para todos (incluido el gobierno), exploran la posibilidad de nuevas articulaciones sindicales políticas que están en el aire: paritarias libres, defensa de la escuela pública, resistencia a la flexibilización, protección del empleo y el salario. En esta CGT hay al menos dos CGTs, que por el momento se avienen a permanecer una, pero que a la vez tienden hacia direcciones opuestas: o el ala laborista de macri o la unidad en la acción junto a la CTA y la izquierda. Esa tensión no ha sido aliviada por el paro; al contrario, cada uno de esos proyectos puede creer que la contundencia del paro los legitimó.
En este panorama no se puede obviar a la izquierda trosquista. Fueron los que, por default, le pusieron color, banderas, tensión dramática al paro de ayer. Pusieron el cuerpo ante el despliegue represivo de Bullrich. Esa experiencia es un aprendizaje enorme para ellos y un signo disponible para todos. Lograron que el paro tuviera el movimiento que la CGT no quería. Pudieron escenificar en la calle la dureza y la inestabilidad del conflicto y la peligrosidad del enemigo. Si a la burocracia cegetista le jode que las banderas troscas desplacen su protagonismo es porque esta izquierda viene a ocupar el lugar que el peronismo y el kirchnerismo dejan vacío. Los trosquistas son pocos en comparación con el aparato sindical ortodoxo que pueden paralizar el país, son pocos también contra el descomunal despliegue de los fierros mediáticos y represivos del régimen. Pero son los suficientes como para ponerle letra e imágenes a un paro que la CGT quiso mudo y quieto. Y en las actuales condiciones son quienes pueden ir creciendo a expensas de la indecisión peronista.
Represores arrojando gas pimienta contra los manifestantes en Panamericana. Imagen: La Izquierda Diario.
sábado, 6 de agosto de 2016
Una izquierda del siglo 21 se recorta del trosquismo cerrado
por Eduardo Castilla
Fracaso de la ofensiva reaccionaria contra Hebe y los organismos de DD.HH
Después de un día de tensiones, Martínez de Giorgi levantó la orden de captura contra la referente de Madres. El intento de detenerla había fracasado por la movilización y el amplio repudio.
Fracaso de la ofensiva reaccionaria contra Hebe y los organismos de DD.HH Eduardo por Eduardo Castilla
Sábado 6 de agosto | Edición del día - La izquierda Diario.
1
Este viernes por la tarde, el juez federal Marcelo Martínez de Giorgi definió levantar el pedido de captura que pesaba sobre Hebe de Bonafini desde el jueves por la mañana. El intento de la Policía Federal de detener a la dirigente de Madres en la tarde de ese díd había fracasado por la movilización y el fuerte rechazo social y político que generó el ataque del juez contra los organismos de DD.HH.
La orden de captura se levantó a partir de un principio de acuerdo en el juzgado de Martínez de Giorgi, donde éste aceptó tomar declaración a Hebe por la causa “Sueños compartidos” en un lugar distinto a los tribunales de Comodoro Py. Así, el encuentro podría tener lugar en la sede de Madres o en el domicilio particular de Hebe en La Plata.
Posteriormente, en una entrevista radial, el juez afirmaría que “levanté la orden de detención porque se presentó un abogado de Hebe de Bonafini y en ese escrito pidió si podía cumplir la indagatoria. A la vez pidió la exención de prisión”.
A primera vista, pareciera que ambas partes cedieron algo para llegar a este acuerdo. Sin embargo, la dinámica de los hechos y sus causas más profundas tienen un mayor nivel de complejidad.
Fracaso y aprietes
Como se informó ayer, Martínez de Giorgi actuó como si el calendario marcara la fecha de 1976, no de 2016. El operativo policial desmesurado, con decenas de efectivos, camiones y un helicóptero, realizado el día que las Madres llevan a cabo su ronda semanal, fue leído como una abierta provocación política que terminó acrecentando el descontento en amplios sectores progresistas y de izquierda.
La importante movilización y el enorme repudio social y político fueron lo que hicieron fracasar el intento de detención. Haber intentando llevar adelante ese objetivo hubiera significado apelar a una fuerte represión, con enormes costos políticos para el Gobierno. La aclaración del juez, indicando que la detención dependía de la cartera que tiene a su cargo la ministra Patricia Bullrich, buscaba deslindar toda responsabilidad en un escenario de ese tipo.
Pero la mañana de este viernes encontró al juez continuando una política dura, anunciando denuncias contra quienes eran considerados “cómplices” por haber impedido la detención y pidiendo a cámaras legislativas nacionales que juzgarán a los legisladores que habían participado en las movilizaciones del día anterior. Desde la izquierda, fue Myriam Bregman, diputada nacional del PTS-Frente de Izquierda, quien cruzó a Martínez de Giorgi por este intento de avanzar aún más profundamente en el ataque a las libertades democráticas.
Junto a esto, el juez buscó argumentar que no buscaban detener a la “luchadora por los derechos humanos sino a la Hebe constructora de casas”. Este argumento se convirtió en el centro de un fuerte discurso mediático, donde se intentaba disfrazar el ataque político lanzado con una (aparentemente) inocua investigación sobre la corrupción.
El intento de contraponer “corrupción” a “derechos humanos” era una burda operación política para mostrar una Justicia “desideologizada” o “apolítica”, algo que solo podían comprar incautos o quienes cedieran ante la marejada de la opinión pública instalada por la Corpo mediática.
El Gobierno ratificó el ataque
A pesar de que el juez afirmó que el Gobierno no había intervenido ni para dar la orden de captura ni para exigir su levantamiento, quedó en claro, con las declaraciones de los principales funcionarios del oficialismo, que adherían y apoyaban completamente la ofensiva lanzada.
Una de las primeras en salir a justificar el ataque fue la vicepresidente Gabriela Michetti, quien afirmó que “Hebe nos está manipulando” y sostuvo que “todos somos iguales ante la Ley”, una afirmación que no resiste un análisis profundo ni tampoco una serie de ejemplos concretos.
El jefe de Gabinete reiteró las mismas ideas que había vertido en la tarde del jueves, señalando que “en democracia todos somos iguales ante la ley”. Estas afirmaciones no toman en cuenta la propia experiencia de muchos de los funcionarios macristas que han gozado de de las mieles del accionar de la casta judicial, actuando siempre a su favor.
Más tarde, el ministro de Seguridad de Buenos Aires, Cristian Ritondo salió a decir “acá nadie discute una lucha por los derechos humanos; lo que uno puede pensar es que nadie se esconda detrás de los pañuelos blancos para no dar respuesta en la Justicia”.
Recordemos que, los que ahora dicen embanderarse en la defensa de los Derechos Humanos, son los mismos que defendieron a Darío Lopérfido como secretario de Cultura de CABA o no levantaron un solo grito de protesta frente a la impunidad que desplegó el carapintada Aldo Rico en el desfile del 9 de julio pasado. El cinismo viene en color amarillo.
Irónicamente, o no tanta, los mismos que ahora acusan a las Madres y a Hebe son los que han negociados con represores y políticos responsables de la impunidad por décadas.
Movilización y resistencia
En la tarde del jueves se hizo evidente que fue la movilización activa y el repudio popular lo que pudo frenar la detención y lograr detener la ofensiva reaccionaria que se trataba de instalar desde un sector del llamado Partido Judicial.
La paradoja para el kirchnerismo, como se señaló ayer, reside en el hecho de que lejos de impulsar esa movilización, se apuesta todas las fichas a la negociación interna en el peronismo. Fuente: Acá.
NOTA DEL EDITOR: Me sigue pareciendo muy interesante la línea política que está planteando la izquierda trosquista encarnada por el PTS, que trae una renovación generacional que no se agota en el remplazo de viejos dirigentes eternizados en sus cargos (como Altamira y Pitrola del PO), sino más que nada se manifiesta en los criterios con que encaran los desafíos de una izquierda del siglo xxi y, por qué no decirlo, post kirchnerista. El lanzamiento de un muy buen portal de noticias como La Izquierda Diario muestra el valor estratégico que el PTS le da a este tipo de comunicación, para desbordar el nicho por el que la prensa trosquista tradicionalmente se dirigió solo a los convencidos. La Izquierda Diario es un producto periodístico de calidad que les permite constituirse en lectura necesaria para los que incluso no somos trosquistas, un público más amplio que el lector de la prensa partidaria. Lo valioso es que el PT S parece comprender el valor estratégico de las comunicaciones digitales para llegar a manejar una agenda diferenciada de los medios corporativos - a cuyos representantes no vacilan en interrogar iincisivamente, como cuando hace poco obtuvieron de Julio Blank, redactor en jefe de Clarín, la declaración de que vienen haciendo "periodismo de guerra", mal periodismo. El valor de la nota se muestra porque las declaraciones rebotaron en todos los medios e hicieron admitir a Clarín algo que ningún otro medio logró. Además, al convocar a la elite de los grandes medios La Izquierda Diario demuestra que está en condiciones de trabajar profesionalmente sin renunciar a su proyecto estratégico ni tampoco machacar con consignas que sólo interpelan a los propios. Comunicar bien y con honestidad no es una práctica muy común hoy entre los que viven haciendo operaciones ni entre otros sectores liberal- demócratas como José Natanson o Martín Rodríguez que esconden sus posiciones políticas desde una pretendida equidistancia.
El PTS parece entender que comunicar bien y romper con la tentación sectaria del PO o la descripción alienígenea de Le monde diplò es un modo de llegar con mayor inteligencia y honestidad política a bases que hoy reclaman una apertura a la altura de los tiempos.
Mientras Hebe sufría el ataque de la mafia judicial y el ataque del PO descalificó a Hebe y se sumó al coro de la derecha que con argumentos liberales le exigían que ceda a la extorsión mafiosa judicial, desconociendo el contexto en el que el macrismo está manipulando a jueces clasistas que hagan el trabajo sucio de persecución de los disidentes del campo popular, la reacción inmediata que tuvieron dirigentes del PTS como Nicolás del Caño, Myriam Bregman y Chipi Castillo fue salir este jueves a respaldar a Hebe en la calle. Esto marca a las claras una concepción muy distinta de la unidad estratégica del campo popular, sin caer en el sectarismo reaccionario del trosquismo sexagenario. Bregman conoce como pocos la manera de hablar en el ámbito mediático, tiene una trayectoria impecable en la defensa de los derechos humanos, una presencia junto a sus compañeros en los conflictos de las bases obreras, pero sin el sectarismo de despreciar constantemente a otros luchadores del campo político social. Parecen decididos a practicar una unidad en la acción con sectores diversos con los que hayan coincidencias mínimas, sin privarse de criticar al peronismo y al kirchnerismo desde una posición no gorila.
Esta novedosa manera de encarar la construcción política marca una notable diferencia con otros trosquismos que se limitan a una posición antiperonista bajo la excusa de las contradicciones internas del peronimo. Los del PTS no se privan de criticar al peronismo o al kirchnerismo si hace falta, pero con argumentos superadores y no sectarios.
Será por eso que vienen creciendo, a pesar de las críticas del trosquismo geriátrico y la desconfianza de los peronistas macartistas.
Por eso es posible augurar en los próximos años un crecimiento que los nutrirá de fuerza joven.
viernes, 5 de febrero de 2016
Milagro, el peronismo y la izquierda
Milagro Sala
Natalia Morales, PTS, ex-candidata a gobernadora por el FIT en Jujuy
Despidieron a la que fuera candidata a gobernadora de Jujuy por el FIT.
Repudiaba, junto con su partido, la detención de Milagro Sala.
Aunque no acuerda con la Tupac.
Trabajaba hacía once años en la Secretaría de Agricultura.
Toda mi solidaridad.
Ayer veía un subhumano, secretario general del Centro de Patrones Fluviales de Pesca, que desde su condición de sindicalista trataba a Milagro de delincuente.
Hay una gran diferencia entre la candidata a gobernadora y este presimio.
Ella no pertenece a mi partido. El sí.
Yo me solidarizo con ella. A un tipo así lo combato.
La izquierda votó en blanco en el ballotage.
Ya fue. Por otra parte, creo que política y dogmáticamente era lo correcto.
Al margen, de un lado están los que luchan y se solidarizan y del otro lado los que traicionan y acompañan al verdugo.
¿Y cómo resolvés el dilema del peronismo, Carlos? ¿Eso de que haya gente en el partido al que te afiliaste que está mucho más lejos de vos que militantes de otros lados?
Sencillo.
El peronismo es un significado que se disputa día a día.
Y ahí adentro, al menos estoy seguro de qué parcela de significado estará presente siempre que yo esté.
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