viernes, 16 de febrero de 2024

Sala de profesores

Desde que vi el tráiler, decidí que quería verla. Es curioso el efecto que esos fragmentos de película te provocan. Los hay que te hacen jurar que jamás irás a ver eso, otros que te ilusionan y luego defraudan y algunos que resultan interesantes y muestran lo que de verdad te van a ofrecer después. Este es el caso de Sala de profesores, una película alemana dirigida por Ilker Catak. Este joven director (40 años, para mí un pipiolo) es hijo de inmigrantes turcos y vivió parte de su adolescencia en Estambul. Al terminar la escuela regresó y estudió cine en Berlín. Ha dirigido cuatro películas de las que no he visto ninguna. Ni siquiera estoy muy segura de que se hayan estrenado aquí. Sorprendentemente, Sala de profesores está nominada a los Óscar, lo que no es muy frecuente en películas pequeñas, sin gran presupuesto ni nombres muy famosos detrás. Catak nos cuenta una historia sencilla, pero de gran interés. Una joven profesora está haciendo una sustitución en una escuela. Es la tutora de un grupo de alumnos de doce años a los que da clase de Matemáticas y Educación Física. Es una mujer implicada a la que importa hacer bien su trabajo y que se interesa por sus alumnos. Discrepa en algunas decisiones del resto del claustro que emprenden acciones más que moralmente dudosas para descubrir quién está detrás de unos robos. Todas las críticas dicen que el director se sirve de un problema escolar para mostrar grandes problemas sociales: racismo, machismo, clasismo. Seguro que es cierto, todas las pequeñas organizaciones sociales lo hacen. En cualquier ámbito de trabajo, en una comunidad de vecinos o en un equipo deportivo podemos ver estructuras de poder, recelos hacia lo diferente, conductas de sumisión o rebelión. Lo que comienza como un pequeño incidente, va aumentando de tamaño y colocando en el centro a una profesora que comete un error, pero es que la que más se preocupa por los alumnos. Podríamos decir que, con la mejor de las intenciones, acaba siendo el origen de todos los problemas. Al margen del reflejo social que supone la película, a mí también me parece muy interesante la imagen de la enseñanza que proporciona. La actitud de falta de respeto de los alumnos hacia los profesores, incluso a edades muy tempranas; la dificultad de mantener un mínimo de disciplina; el estatus de los profesores jóvenes o nuevos, a los que los demás tachan de inocentes y utópicos; la actitud de los padres, que nunca quieren reconocer que el problema está en sus hijos. Está muy bien que se haya abolido el sistema educativo basado en el miedo, la represión y el castigo, pero no sé si hemos sabido construir un modelo alternativo. La película muestra una escuela con un número escaso de profesores que, además, están cansados, desmotivados y perdidos. Me recuerda también a los problemas actuales de la sanidad, sobre todo de la Atención Primaria. Deberíamos tener mucho cuidado con las cosas importantes. Da para un rato de reflexión y comentarios pospeli, como cuando hacíamos cinefórum (allá por la prehistoria). Leonie Benesch está estupenda en el papel de Carla, la joven maestra protagonista. No me sonaba de nada esta actriz, pero he descubierto que aparece en películas como La cinta blanca y en series como The Crown y Babylon Berlin. Me parece muy acertado el final de la película. No voy a hacer ningún spoiler, pero creo que es el cierre correcto. Sin duda, la recomiendo.

viernes, 9 de febrero de 2024

Las Brigadas del Tigre, serie de televisión.

 Estamos en la época dorada de las series para formato televisivo y en ese maremágnum de géneros y subgéneros encontramos las series de detectives. Antiguamente destacaba la figura de un sólo detective, sagaz y brillante. En los ochenta empezaron a entrar las parejas de policía y más tarde lo hicieron los equipos. Esas series con un buen puñado de personajes, cada uno con su subtrama. Los norteamericanos coparon las cadenas de televisión con personajes como Colombo, Kojak, Mike Hammer o Jessica Fletcher, primero y luego sus Starsky y Hutch, sus Cagney y Lacey o su Miami Vice.


Pero Europa no se queda atrás. Quizá impelida por su profusión de narrativa policíaca hemos tenido desde monsieur Poirot, Miss Marple, personajes de Agatha Christie, o el padre Brown, de Chesterton, ambos autores británicos, a las series televisivas basadas en personajes literarios del continente europeo, como el caso del comisario Montalbano, y que tanto éxito tuvo su reposición en La 2 el verano pasado, teniendo en cuenta que la serie es más vieja que los teléfonos con rueda para marcar, lo cual tiene gracia. Leí una vez que su autor, Andrea Camilleri, bautizó a su personaje Montalbano en memoria de Vázquez Montalbán, autor, a su vez de personajes como Pepe Carvalho. 


Los polis de la Belle Epoque

Italia también es la cuna de la serie del comisario veneciano Brunetti, aunque su autora sea la norteamericana Donna Leon, y, en España hace nada se emitió la serie de esa autora ficticia tres-en-uno que es Carmen Mola sobre la policía Elena Blanco, por no recordar el estropicio que le hicieron al personaje barcelonés de Alicia Giménez Bartlett, llamada Petra Delicado, convirtiéndola en una inspectora de policía encarnada por Ana Belén paseándose por Madrid seguida del subinspector Garzón, que lejos de ser un hombre prejublilado se había convertido en un treintañero Santiago Segura. Todo un despropósito. 

Cierto es que salen pocas mujeres. 

Los franceses no han sido menos, claro está, y nos han ofrecido innumerables ejemplos de sus detectives tanto de pasado literario como los creados para la pantalla. Da igual si es Maigret, Navarro, Candice Renoir o Bright Minds, con su mujer policía de mundo y su brillante colaboradora autista. Desde luego, los franceses saben hacer buenas historias para cine o televisión. Casi se podría decir que por algo inventaron el cine, si me permitís la gracia.


El comisario Valentin y su bigote a la moda (Jean-Claude Bouillon)

Pero estoy saliéndome del tema de hoy porque esto iba de serie de policías, concretamente una serie de policías francesa que cumple 50 años del inicio de su emisión y que narraba con bastante talento y buen gusto en la ambientación a esa Francia de la belle epoque. La serie se titulaba “las brigadas del tigre” y cuenta la historia de una pequeña brigada de policía recién creada en los albores del siglo XX para combatir el crimen de una manera metódica y moderna.


A principios del siglo XX, Georges Clemenceau, apodado “el tigre” accede al ministerio de interior galo y, aparte de reprimir con saña a los obreros socialistas, crea, entre otras cosas, a la primera brigada policial especializada en homicidios. A estas brigadas se las llamó “las brigadas del tigre” porque el tigre era Clemenceau.

Brigadas creadas también para cargarse el movimiento obrero


Basándose en este grupo policial, el cineasta de origen ruso Victor Vicas, rodó entre 1974 y 1983 la serie llamada “las brigadas del tigre”. El pequeño grupo de policías se dedica a investigar crímenes y está conformado por el comisario Paul Valentin (Jean Claude Bouillon), el inspector Gustave Pujol (Jean Paul Tribaut) y el inspector Marcel Terrasson (Pierre Maguelon). Todos con bigote y cabeza cubierta por gorra o bombín, conduciendo esos primeros automóviles descapotables con radios en las ruedas.

El inspector Pujol (Jean-Paul Tribaut)

Las seis temporadas están divididas en dos épocas. Las cuatro primeras narran investigaciones entre 1907 hasta antes de la primera guerra mundial y las dos últimas se sitúan pasada la contienda bélica, hacia 1919. El comisario jefe Faivre ha muerto en la guerra y el el jefe de la brigada, comisario Valentin, ha perdido hasta el bigote.

El inspector Terrasson (Pierre Maguelon) con lo último en telefonía.


Era una serie muy bien ambientada en la que, justo antes de empezar el capítulo, ponían en antecedentes al espectador. Sobre qué era “la mano negra” (Un grupo anarquista activo en los inicios de la lucha obrera), sobre el incipiente tráfico de narcóticos, etcétera. 

Por la ropa, esta escena es de las últimas temporadas ya ambientadas en los locos años 20.

A principios del siglo XXI, justo antes del centenario de la creación de las brigadas de Clemenceau, los franceses estrenaron una película de unas dos horas protagonizada por los mismos personajes: Valentin, Pujol y Terrasson. No he visto la peli pero guardo un buen recuerdo de la serie, aunque hace más de treinta años que la vi.

Juli Gan.



viernes, 2 de febrero de 2024

Chismes oscuros de Hollywood

 

No puede afirmarse que la industria del chismorreo sobre celebridades la inventara Hollywood en sus inicios, porque ya existían antecedentes en Francia y en Broadway, pero sí puede decirse que Hollywood la asentó y la consolidó, ya que fue una de las muchas actividades económicas paralelas a la creación cinematográfica que luego levantó vuelo por sí sola y se extendió a otros ámbitos de la cultura popular.

Sin pretender dejaros aquí un tratado exhaustivo de historia del salseo, sí os recordaré mínimamente que en las primeras décadas del pasado siglo XX ya existían publicaciones dedicadas a construir mitos alrededor de actrices y actores de Hollywood, las cuales viraron hacia un carácter “destructivo” (tanto servían para construir como para destruir reputaciones y carreras) entrados los años veinte.

Os hago esta introducción para contaros que me he leído un libro de esos que yo llamo, como he puesto en el título, de chismes ocuros de Hollywood.

Se titula “Maldiciones y malditos en Hollywood”, se subtitula “Glamour y tormento indivisibles” (me fascina; luego volveré a este subtítulo), lo publicó Ediciones Luciérnaga en 2023 y lo firma Patricia Prida, una profesional de la difusión cultural.

No os voy a engañar: a mí el cotilleo y el morbito me han atraído siempre. Leí con avidez las dos entregas de “Hollywood Babilonia”, aunque me desagradó del todo el tono literario que adoptó Kenneth Anger. Por cierto, este elemento (falleció el mes de mayo pasado, por si no os habíais enterado) y sus rollos ocultistas-satánicos aparecen en este libro de Patricia Prida que me sirve de excusa para hablaros de todo esto.

Lo que os decía: no me pierdo un buen salseo; en la peluquería me leo (bueno, más bien hojeo) el “Hola”, no la “Crítica de la razón pura” de Immanuel Kant, me conozco casi todos los chismorreos coetáneos, aunque se me empiezan a escapar los asuntos de jovenzuelos salidos del Disney Channel. Quiero decir que soy la consumidora ideal, el target perfecto de este tipo de publicaciones, PEEEEERO hay cosas que me llevan a una reflexión un poco amarga, que os expondré en las últimas líneas.

En “Maldiciones y malditos en Hollywood”, Prida me cuenta algunas historias de Hollywood que ya conocía, como la de Jayne Mansfield (aprovecho la ocasión para volver a recomendaros “Jayne Mansfield 1967”, de Simon Liberati) o la Dalia Negra (porque la conoce todo el mundo); y otras que no conocía, no conocía tanto o sencillamente había olvidado porque me interesaban cero.

Entre las que me interesan cero, de siempre, las de mansiones encantadas, fantasmas, espectros y maldiciones de diverso tipo. Entre las que conocía poco o nada y me han enternecido, os destaco la de Vampira, a quien descubrí en esa tristísima y hermosísima película de Tim Burton que es “Ed Wood”.

En fin, para ir terminando, rescato el subtítulo del libro, como os decía antes, y os expongo mi reflexión amarga. El subtítulo dice “Glamour y tormento indivisibles” y yo lo reescribiría así: “Violencia contra las mujeres barnizada de glamur”.  La historia del chismorreo es la historia de la misoginia popular, un relato que no ha llamado por su verdadero nombre a la violencia psicológica, física, sexual y económica (por lo menos) ejercida contra las mujeres, sino que nos la ha ofrecido envuelta en el mito del amor romántico y en estereotipos misóginos.

Así, por ejemplo, las tragedias de las “diosas platino” no eran maldiciones del hado, sino las consecuencias lógicas de un sistema que las explotaba sobre todo sexualmente antes incluso de alcanzar la mayoría de edad.

Una de las historias más crudas y más verdaderas del libro es la de Natalie Wood y Robert Wagner.  Lo que las revistas del colorinchi presentaban en su momento como una pareja idílica, una auténtica power couple de profesionales exitosos, jóvenes y bellos, era un pozo de toxicidad y violencia que tuvo un final oscuro y horrible y unos comienzos que tampoco fueron mejores, pues, entre otros atropellos a su integridad, con diecisiete años Natalie Wood ya había sufrido una brutal agresión sexual durante una entrevista de trabajo. Epstein y Weinstein tuvieron de quién aprender.

¿Estáis de acuerdo conmigo? Leed el libro de Prida y sacad vuestras propias conclusiones. Entre tanto, os saluda cariñosamente vuestra amiga

Noemí Pastor

viernes, 26 de enero de 2024

Caballos lentos tercera temporada: Tigres de verdad

“Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza “Como todo fantasma sabe, pocos seres son tan complicados como los vivos”. Mick Herron, “Tigres de verdad”. Hace no mucho comenté las temporadas primera y segunda de esta serie británica de espías, dirigida por James Hawes, Jeremy Lovering y Mark Denton, y tengo que insistir con la tercera porque es aún mejor. Se inspira en la novela “Tigres de verdad”, de Mick Herron, tercera de la saga de Jackson Lamb. Nuevamente, los protagonistas son los “Caballos Lentos”, agentes del MI5 casti-gados a la Casa de la Ciénaga —que en la novela denominan “mazmorra adminis-trativa”— un lugar horrible dirigido por el veterano y poliédrico Jackson Lamb. En esta ocasión los desventurados y desmotivados agentes se enfrentan al secues-tro de uno de los suyos... sin que se pueda contar nada más de la trama, que aunque no coincide del todo con el argumento de la novela, en ambos casos está muy bien resuelta. Los personajes son el otro punto fuerte. Si ya estaban maravillosamente caracteri-zados en la novela, los actores que les dan vida se superan. Aunque no está claro quién es el protagonista porque hay varios con mucho peso, yo me inclino por River Cartwright, interpretado por Jack Lowden. Cartwright es joven, guapo, valiente, inteligente, con el apellido adecuado y ansioso por salir de la Ciénaga para ocupar un puesto digno en el servicio secreto. El puesto que él piensa que sin duda le corresponde, ya que no en vano es nieto de un legendario agente que estuvo a punto de ser “Primera Mesa”. Además, es imprudente, impulsivo y un poco chulo (lo son todos los espías), pero buen tío. Jackson Lamb es el director de la Ciénaga. Cualquier apelativo negativo que se me ocurra le encajaría, empezando por que es un marrano faltón egoísta e insoli-dario y, sin embargo, tiene buen ojo. Como agente veterano ha visto mucho y es capaz de hacerse composiciones que a los demás se les escapan, va siempre un paso por delante... “Si estuviera en su lugar, Lamb no se detendría, pensó; no el Lamb actual, sino el de antes, el que vivía cosas que acabaron por convertirlo en el Lamb ac-tual”. La interpretación de Gary Oldman merece todos los premios a los que me imagino que lo nominarán. La agente Catherine Standish, interpretada por Saskia Reeves, es una secretaria exalcohólica. Una mezcla de mujer mayor, triste y solitaria con agente hábil y ex-perimentada de notable sangre fría. Es como descubrir que tu tía-abuela es agen-te secreta. De un lado, aferrada al orden y la tradición que parece que son los va-lores que la mantienen a flote —es deliciosa su frase cuando consigue mejorar una taza de té en determinado contexto, toda una declaración de principios—, pero, por otra parte, es valiente cuestionando la ética de sus jefes. Roderick Ho, interpretado por Christopher Chung, es otro de los desterrados a la Ciénaga. Informático, friki, enganchado a los juegos y al mundo virtual, y desco-nectado del real. Una especie de dibujo animado en un cuerpo de adulto. Más en la novela que en la serie, aparecen retazos de su pensamiento y su extraña forma de razonar muy logrados: “Tomó nota mental de la necesidad de hacer algo al respecto, anotación que guardó en su carpeta interior titulada ´Cuando sea rey´, y volvió a consul-tar el GPS”. Hay otros tres caballos lentos, a los que Lamb martiriza, entre otras mil maneras, comparándolos con los inocentes personajes de las novelas infantiles de Enid Blyton. Son Louisa Guy (Rosalind Eleazar), Shirley Dander (Aimee-Ffion Ed-wards) y Marcus Longridge (Kadiff Kirwan), cada uno interesante y con sus pro-pias coordenadas. Entre muchas escenas remarcables, elijo la del abrazo en el co-che entre River y Louisa. Fuera de la Ciénaga está el MI5 auténtico, el edificio de Park. Ultramoderno y elegante, alberga hombres y mujeres bien entrenados que han superado las prue-bas más duras para velar por la seguridad de la nación. Desde los Perros, meros soldados que el las novelas de John le Carré se llamaban faroleros, hasta la élite de la élite: el Ministro del Interior; la “Primera Mesa”, Ingrid Tearney, interpreta-da por Sophie Okonedo, y la “Segunda Mesa”, Diana Taverner, a quien da vida Kristin Scott Thomas, otro de los personajes principales de la serie, dura y fasci-nante: “Los únicos enemigos inequívocos eran los amantes, todos los demás fluctuaban según las circunstancias”. Los diálogos entre Tearny y Taverner a lo largo de esta temporada son míticos. Los poderosos, los que manejan los hilos, están tan cega-dos por sus propias ambiciones y tan alejados del ciudadano al que dicen defen-der que uno se pregunta si no ven una realidad tan distorsionada como la del ca-ricaturizado Ho. Elogié de las dos primeras temporadas la acertada actualización del género de es-pías a la realidad de nuestros días, y ¿qué mejor ejemplo de problema contempo-ráneo que la privatización de servicios públicos por intereses económicos priva-dos? (Todas las citas transcritas pertenecen a la novela “Tigres de verdad”). Almudena Fernández Ostolaza

viernes, 19 de enero de 2024

Chicas malas y peores

En esa moda del reciclaje continuo en el que vivimos, hemos visto llegar un nuevo género del remake, precuela o secuala, en su versión musical. El avispamiento de los productores les lleva de la película original, al musical de teatro, y en un nuevo paso e invención, a la vuelta a la película pero en su versión cantada, porque si dos cosas tienen éxito (la primera película y su spin-off teatrero), la combinación de ambas debería estar abocada a un triunfo por la llegada del público de ambos medios, y por tanto, a un nuevo rédito económico.

Así, hemos visto como el clásico Matilda saltaba del libro de Roadl Dahl, a la película de éxito de los 90, y de ahí al West End y Broadway en 2010, para finalmente ser producida en un formato híbrido por parte de Netflix, aunque el éxito no fue como los anteriores.

De igual manera, hoy hablamos del musical de Paramount de "Chicas Malas" (Mean Girls),  que se ha estrenado de forma tan discreta como reservada fue también su llegada a través de un trailer que anticipaba más un remake para la Generación Z del clásico firmado por Tina Fey (que también guioniza aquí), y en la que no se sospechaba que pudiera haber canciones....aunque la película de 2004 tenía su musical desde 2017 (como muchas otras películas de éxito como Una Rubia Muy Legal).

Así que lo primero que llama la atención es que la película no diga lo que es realmente, que ignore lo que debería aportar al universo de las "Chicas Malas" o "Plásicas", y por tanto, esconda su verdadera esencia, porque ¿qué otra cosa aporta esta nueva "versión"? Sinceramente, poco más aporta aparte de las canciones, porque aunque sigue conservando cierto nivel de crítica a la época del instituto, aunque de forma muy descafeinada en comparación con la original, no da nada nuevo al espectador (a no ser que el espectador no haya visto jamás le película protagonizada por Lindsay Lohan y Rachel McAdams).

Las nuevas Chicas Malas tienen un barniz de Generación Z frente a la original Millenial, que ni siquiera es realmente bien aprovechado. Porque aunque actualiza en temas de inclusión o diversidad (los personajes son de diferentes razas, y ya no hay que esconder las preferencias sexuales), hay escenas que son verdaderas copias plano por plano, y cuando se producen ligeras modificaciones, tampoco se aprovecha el momento para hacer una crítica al adolescente de 2024 o el mundo que lo rodea actualmente. Es por tanto, claramente artificial en ese sentido. Creo, sin llegar a equivocarme, que el primer film, el de 2004 es una de las mejores representaciones de su generación en el género de cine de adolescentes (y sobretodo del universo femenino). Pocas veces se consiguen este tipo de clásicos, y pienso que como Clueless (de 1995), ha podido salir de su "momento histórico", y son películas tan bien contadas y actuadas, que pueden ser vistas 20 o 30 años por una adolescente actual, y sentir que han sido escritas también para ella.

Respecto a la parte musical, da la sensación de que parece una puesta de escena más de teatro o televisión, que un verdadero film para la pantalla grande. Hay una continua sensación de agobio, porque casi todo sucede en el instituto, y no hay espectacularidad alguna en las escenas de baile, por mucho que se mueva la cámara para dar sensación de dinamismo. Y las canciones, pues tampoco es que resulten espectaculares (quizá se salva Sexy, interpretada por Avantika o Someone Gets Hurt por Renée Rapp), y el cast actual haga todo lo posible por hacer lo mejor que pueden. Sobre el elenco, es otro caso más de actores/cantantes que hacen lo que pueden con el material que tienen, y no lo hacen mal, pero acaban palideciendo con respecto a los del film de 2004 (además de Lohan o McAddams, estaban Lizzy Caplan o Amanda Seyfried entre otros, que bordaban su papel).

Quizá, si no conoces otra cosa, el film te puede llegar a gustar y resultar entretenido, pero para el que ha visto (o adora la original y la ve cada 3 de octubre), puede serle difícil (a no ser que se sea "Feymaniaco" ;)). Además de lo dicho anteriormente, se nota mucho lo poco que se han aprovechado a los actores (clama al Cielo lo de John Hamm), la suavización de las tramas (desaparición de los chistes políticamente poco correctos en la actualidad como el de "África", por ejemplo), rebaja de personajes (hay algunos que son poco más que un cliché, como los chicos, si es que no desaparecen (los padres)). Y como en todo producto de nuestros tiempos, se produce una "suavización" de los villanos, dando a entender que las Plásticas también tienen su corazón, y no que son sólo unas "víboras", algo que la original nunca se permitía, lo que también influía en las motivaciones de la protagonista: la Cady de 2004 se unía a la venganza de los marginales no sólo por estar despechada en lo amoroso, también había una relación de "amor-odio" con Regina Georges, la gran arpía del cine adolescente del siglo XXI, que era tan "bruja" como "atrayente", y que era magníficamente interpretada por McAdams. El querer que no haya una "villana", que también sea una "víctima", de igual modo impacta en el significado de la película, porque el acto de "redención" tanto de la protagonista, como de su némesis, quedan ninguneados con esta "humanización".

Con esto ya concluyo y quiero sólo decir, que hay que estar muy seguro de poder crear algo original cuando se pasa al género músical un film que es un auténico clásico, y ni las referencias, ni los guiños o los cameos, pueden "levantarlo", si no hay algo más, aparte de la clara intención de aprovechar la nostalgia de la generación anterior y la novedad de la siguiente.

¡Nos vemos en el cine, perdedores!

Carmen R


domingo, 14 de enero de 2024

La sociedad de la nieve



Juan Antonio Bayona es uno de los directores españoles más internacionalmente reconocidos y se ha convertido en un referente en el cine de catástrofes. 

En 2012, nos dejó a tod@s boquiabiertos con "lo imposible" la película que reflejaba el tsunami ocurrido en Thailandia en 2004. Nos la contó poniendo el foco en una familia que residía en Japón y que aleatoriamente decidió ir a pasar allí sus vacaciones buscando sol y sosiego y se encontró con una catástrofe natural que cambiaría sus vidas para siempre. Ese año, a ese peliculón , le dediqué una reseña aquí  por si tenéis curiosidad.

Ahora, J.A. Bayona nos vuelve a sorprender con "La sociedad de la nieve"( 2023) esa producción de la que todo el mundo habla y de la que no podemos más que elogiar por narrar tan cinematográfica y espectacularmente la tragedia que sufrió la selección uruguaya de rugby en un accidente aéreo en la cordillera de los Andes en 1972.

Es inevitable acordarse de la película "Viven" de 1993 dirigida por Frank Marshall  e interpretada por Ethan Hacke, entre otros. Aquella película nos impactó y se quedó grabada en la memoria de todos los espectadores que la vimos.

Bayona se basa en el libro "La sociedad de la nieve " de Pablo Vierci, que a su vez se basa en el documental homónimo de Gonzalo Arijón. Tardó 10 años en hacer "La sociedad de la nieve y la rodó en Chile, Argentina y España.

"La sociedad de la nieve" es un cine espectacular que nos narra la vivencia de los supervivientes en los 72 días que permanecieron en la cordillera de los Andes. El saber el desenlace en la historia real no resta interés en el espectador que permanece anclado a la butaca viviendo en primera persona el frío, el miedo, el hambre, la desesperación, la lucha por la supervivencia día a día.

La película de Bayona nos deja una narración respetuosa y digna de cara a los fallecidos y nos lleva de la mano de la voz en off para acompañar la odisea que vivieron o malvivieron los supervivientes en ese entorno tan bello como hostil, tan imponente como inhóspito.



Este relato nos hace replantearnos cuestiones como : ¿ qué es la vida ? ¿ qué es lo importante en una situación tan extrema? ¿ cómo hacer habitable un entorno que no lo es? ¿ qué sentido tiene sobrevivir cuando en ese periplo hay otros que se quedan atrás?

Lo que Bayona refleja es que si sobrevivieron como grupo fue precisamente porque actuaron como colectividad (como ya el título de la película adelanta )y es de manera coral cómo está contada la historia sin dar protagonismo a ninguno, sabiéndose la suma de las partes por encima de la individualidad.

Es la naturaleza un protagonista más, como el sonido que está cuidado hasta el extremo así como la música y la fotografía. El resultado es carne de Oscar en mi opinión y de goyas, como no.

En relación a las interpretaciones, decir que todas son creíbles y honestas. Todo un acierto el reparto uruguayo y argentino, porque el rodaje en español aún se acerca más a la historia real.

Esa preocupación por el director de ser precisos con la historia real se percibe en todos los detalles, como el parecido físico de los actores y actrices con los protagonistas reales de la historia, las fotografías, la recreación de los exteriores, los testimonios orales, los documentos físicos....

Desde el punto de vista sociológico ,esta película resulta todo un antídoto contra el veneno de una sociedad cada vez más individualista y superficial, propia de países desarrollados donde sólo prima el interés propio y como mucho por extensión, el de tu familia. La condición de humano aquí destaca por primar el grupo, tus iguales en una situación límite en la que vivir depende de la colectividad, de la suma de esfuerzos, con independencia de que lleven o no tu misma sangre.

Los dilemas morales, la ética, lo que está bien o está mal, son cuestiones que cobran otra dimensión cuando está en juego seguir o no con vida. Los límites se difuminan, se relativizan, las prioridades son otras. Esta película a nivel filosófico, también es una fuente de inspiración para el debate y la sana y educativa confrontación.

" Lo que está pasando acá ,no se puede ver con los ojos de antes"

"Ese Dios de antes ahora es un dios transmutado en las manos de .....los ojos de .... los brazos de ...los ojos de........"

" lo que al principio parecía impensable, se convirtió en habitual"

La fe, el sentido de la vida, la dimensión más espiritual también se transforma con la vivencia en la montaña y cada uno encuentra sus respuestas en lugares diferentes.

En resumen, no os perdáis este peliculón de Bayona, es toda una lección de lucha por la supervivencia colectiva, una  muestra de cine espectacular donde se disecciona la condición humana en situaciones límites en las que mientras se pueda respirar, hay esperanza para seguir.


Feliz semana,

Troyana



viernes, 22 de diciembre de 2023

La Mesías

Estoy en un momento de mi vida en el que aprendo muchas más cosas de mi hija de las que le puedo enseñar yo a ella. Entre otras, me descubrió a los javis. Primero vi La llamada, en cine y en teatro y me encantó. Por lo tanto, cuando se estrenó Paquita Salas, me apresuré a verla. Para los que no la conozcan, es una serie de tres temporadas de episodios cortos que cuenta la vida de una representante de actores. Brays Efe encarna a Paquita Salas y Belén Cuesta a su ayudante, Magüi. También aparece Yolanda Ramos, que es una actriz que me hace reír solo con verla. Es una serie muy divertida, a la vez que tierna. Trata con mucho cariño a los personajes que viven en los márgenes del éxito y el glamur y yo estoy deseando que hagan la cuarta temporada. Después vino Veneno, una excelente serie sobre el personaje de Cristina Ortiz, la Veneno. Es impresionante cómo refleja la serie la pesadilla que era ser trans en los años 80 y 90. Las salidas admisibles eran la prostitución y el espectáculo. Las tres actrices que dan vida al personaje están espléndidas y comunican muy bien tanto el remango y el desparpajo como el dolor y el sufrimiento. También hay momentos muy divertidos en la serie, sobre todo cuando aparece Paca la Piraña, amiga de la Veneno que representa su propio personaje. Y llegamos a La Mesías, una serie de siete episodios sobre el fanatismo religioso, el poder curativo del arte y las familias. Vi los tres primeros episodios en el Festival de Cine de San Sebastián y, si no me quedé a verla entera, fue porque mis rodillas no aguantaban tanto rato en la misma posición. Nos cuenta la historia de dos hermanos, Enric e Irene, criados por una madre loca que pasa de vivir la noche a tope a convertirse en una mística que habla con Dios. La serie sucede en varios momentos: la infancia de los protagonistas; el matrimonio de la madre con otro hombre muy religioso y la familia numerosa que forman; la adolescencia de Enric e Irene, intentando cuidar de algún modo a sus hermanas pequeñas en su vida aislada en una masía de Cataluña, y el momento actual en que buscan a las hermanas para ayudarlas.
Parte de la historia está basada en un grupo de hermanas que hace unos años se hicieron virales en las redes cantando canciones religiosas con unas coreografías indescriptibles. Se llaman Flores Mariae y en la serie Stella Maris. Ahí tenéis los enlaces a YouTube de unas y otras. No tienen desperdicio. Las de verdad se han sentido aludidas y no sé si pensaban demandar a los javis. La historia es muy peculiar, a veces muy dura, a veces muy loca y con menos toques de humor de los habituales en estos directores. Está maravillosamente interpretada por las tres actrices que hacen de Montse, la mística loca: Ana Rujas, Lola Dueñas y Carmen Machí. Los hijos adultos son Macarena García y Roger Casamajor y el marido de Montse, Albert Pla. Todos muy bien. Además, están las niñas que componen Stella Maris en la infancia y en la adolescencia y un montón de excelentes secundarios. La serie me recordaba al Almodóvar de las buenas épocas, con esa mezcla de culebrón, disparate y espectáculo visual. Después de ver la serie he visto varios videos de making off y me han resultado muy interesantes. Todo está medido, pensado y calculado. Parece una locura, pero hay muchísimo trabajo detrás, pequeños detalles que pueden pasar desapercibidos, pero que crean un clima que envuelve al espectador. Creo que Javier Calvo y Javier Ambrossi nos van a deparar muchas horas de disfrute con sus obras porque no hacen sino crecer.