“El cine, si se hace bien, regala pequeños fragmentos de vida que nunca olvidarás” (Amarcord, de Fellini).
“El último refugio”, dirigida por Raoul Walsh, es una de esas película bien hechas que regala fragmentos de vida. Fragmentos que, en este caso, están tejidos con la historia de Roy Earle, un gánster que, tras ser excarcelado, prepara el que confía en que sea su último gran golpe. Pero una cosa serán los deseos de Earle y otra su destino…
La película se basa en la novela “High Sierra”, de W. R. Burnett, publicada en marzo de 1940 con tanto éxito que, inmediatamente, se rodó su adaptación cinematográfica, estrenada a principios de 1941.
Los guionistas fueron el mismo Burnett y John Huston. En sus apasionantes memorias, “A libro abierto”, Huston comenta sobre Burnett:
“Mi siguiente trabajo (tras el guion de “El sargento York”) fue la adaptación para un guion de la novela negra de W. R. Burnett “El último refugio”. Yo siempre he admirado a Burnett, quien me parece uno de los escritores americanos más olvidado… Más de una vez (sus libros) me han producido escalofríos”.
Al parecer, Burnett también acabó con algún que otro escalofrío tras trabajar con Huston, pues en cuanto a método de trabajo ambos eran incompatibles; pero, eso sí, según comentó después Burnett, se había reído muchísimo con las ocurrencias de Huston (como también disfrutará cualquiera que lea “A libro abierto”).
Aunque no fue la primera opción, el actor finalmente elegido para interpretar a Roy Earle fue Humphrey Bogart que, tras su triunfo en el papel de gánster en la versión teatral y en la cinematográfica de “El bosque petrificado” (1936), estaba muy bien valorado como secundario, pero todavía no había conseguido ningún papel estelar.
Sobre la elección de Humphrey Bogart como protagonista, Huston también nos cuenta: “Le ofrecieron un papel principal a Paul Muni, y me alegré cuando lo rechazó y contrataron a Humphrey Bogart para hacerlo. Antes de esta película Bogie estaba muy abajo en la nómina de la Warner. “El último refugio” marcó un hito en su carrera."
Y más adelante Huston dice sobre Bogart: “Bogie era un hombre de estatura media, no particularmente notable fuera de la pantalla, pero algo sucedía cuando estaba interpretando el papel adecuado. Aquellas luces y sombras se transformaban en una personalidad diferente y más noble: heroica como en “El último refugio”. Juraría que la cámara tiene una forma especial de ver el interior de una persona y de registrar cosas que el ojo desnudo no percibe.”
Y lo cierto es que el papel de Roy Earle fue perfecto para Bogart y le lanzó definitivamente al estrellato. Bajo la dirección de Walsh, Bogart consiguió crear un personaje con gran profundidad emocional; un malhechor encallecido en el que se entremezclan rasgos de heroicidad, dureza, generosidad y trágico patetismo.
Y lo cierto es que el papel de Roy Earle fue perfecto para Bogart y le lanzó definitivamente al estrellato. Bajo la dirección de Walsh, Bogart consiguió crear un personaje con gran profundidad emocional; un malhechor encallecido en el que se entremezclan rasgos de heroicidad, dureza, generosidad y trágico patetismo.
El resto de las interpretaciones fueron también magníficas. Destaca la de Ida Lupino como Marie Garson, una mujer marcada por la fatalidad en lugar de la mujer fatal típica del género negro. Ella y el perro Pard, unidos ambos en el afán desesperado de querer y ser queridos, son los personajes más conmovedores de toda la historia, por encima de la aparente vulnerabilidad de Velma, la joven lisiada interpretada por Joan Leslie.
Del perro que interpretó a Pard nada sabemos, sólo su nombre, Zero, pero de Ida Lupino se puede decir que luchó por cumplir lo que el personaje de Bogart decía sobre el de Marie Garson, “La muchacha es el mejor hombre del grupo”, porque, aunque nunca llegó a consolidarse como gran estrella, a partir de 1949 se convirtió en la única directora cinematográfica en el Hollywood de la época y fue la primera mujer en dirigir una película de género negro: “El autoestopista”(“The hitch-hiker”, de 1953), donde dejó claro su talento como directora y también como guionista.
Raoul Walsh, con el vigor que caracteriza a toda su filmografía, supo mantener los matices épicos y trágicos de la historia, utilizando su maestría para condensar en unas pocas imágenes partes importantes de la novela, como cuando, con una sola escena (la de Earle con un lugareño y un niño), resume todas las páginas, las más poéticas de la novela, que Burnett dedica a relatar la infancia de Earle en Indiana.
Raoul Walsh, con el vigor que caracteriza a toda su filmografía, supo mantener los matices épicos y trágicos de la historia, utilizando su maestría para condensar en unas pocas imágenes partes importantes de la novela, como cuando, con una sola escena (la de Earle con un lugareño y un niño), resume todas las páginas, las más poéticas de la novela, que Burnett dedica a relatar la infancia de Earle en Indiana.
Aunque a Raoul Walsh se le suele adscribir al género de aventuras, lo cierto es que logró grandes películas en casi cualquier género: negro, aventuras, western, bélico… muchas veces mezclando varios de ellos; como pasa en este caso, donde el género de gánsteres está veteado de un fuerte romanticismo y hondura emocional, que le hace destacar sobre la mayoría de las películas de esa temática.
La película se aligeró de la mayor parte de la crítica social que aparece en boca del Roy literario, mucho más charlatán y filocomunista que su reflejo cinematográfico (hay que tener en cuenta que la historia transcurre en los años finales de la gran depresión, con el aumento de delincuencia que se produjo en esa época). Sí se mantuvo la crítica implícita que suponía el que un delincuente pudiera comprar su indulto.
Walsh fue un pionero en la utilización de exteriores. Precisamente buscando exteriores para “En el viejo Arizona” (el primer western sonoro) sufrió un accidente que le costó un ojo. Su capacidad para sacar gran partido a las escenas al aire libre queda patente en “El último refugio”, con sus escenas de la sierra californiana o del desierto de Nevada, donde Roy se cruza por primera vez con Velma y sus abuelos y donde hay una escena que recuerda mucho al accidente que convirtió a Walsh en tuerto.
Y al hablar de Velma y sus abuelos hay que destacar también la buena interpretación de Henry Travers (el Clarance de “¡Qué bello es vivir!”) como papá Goodhue, el abuelo de Velma. La familia Goodhue que, inicialmente representa para Roy la nostalgia de su feliz infancia, será, finalmente, la triste expresión de la mezquindad humana.
Porque ahí radica quizás la grandeza del género negro, ya sea literario o cinematográfico, que es el que suele mostrar un abanico más amplio de todas las emociones humanas, en su grandeza o en su miseria.
Y como no podía ser menos en una película dirigida por Raoul Walsh destacan las escenas de acción: el robo en el hotel, las huidas en coche y el épico final en la sierra.
Walsh, fue un hombre de vida apasionante (en gran parte mitificada por el mismo en su autobiografía) e indisolublemente unida al desarrollo del cine en EEUU, desde que se inició como actor y luego como ayudante de David W. Griffith hasta que, en 1964, dirigió su última película, cuando las aseguradoras se negaron a cubrir sus rodajes por excesivamente peligrosos. Un hombre con una vitalidad tal que, ya totalmente ciego y octogenario, dictó una novela, “La cólera de los justos”, y su autobiografía, mientras aseguraba que seguía disfrutando de la vida y no sentía ningún deseo de morirse
En definitiva, “El último refugio” es una hermosa y crepuscular película, a la que Walsh, que se definía como “poeta, borracho y pendenciero” supo dotar de las dosis justas de poesía y violencia como para convertirla en un clásico, del que curiosamente el mismo haría un remake en 1949, “Juntos hasta la muerte” (“Colorado Territory”), esta vez en versión western, con el que lograría otra obra maestra, pero esa es ya otra historia...
En definitiva, “El último refugio” es una hermosa y crepuscular película, a la que Walsh, que se definía como “poeta, borracho y pendenciero” supo dotar de las dosis justas de poesía y violencia como para convertirla en un clásico, del que curiosamente el mismo haría un remake en 1949, “Juntos hasta la muerte” (“Colorado Territory”), esta vez en versión western, con el que lograría otra obra maestra, pero esa es ya otra historia...
Yolanda Noir